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Mi tía me sedujo 3

en Amor filial

Pido una disculpa por la tardanza, pero el trabajo y mis actividades como músico me absorben de una manera impresionante por estas fechas; sin embargo, me tomé un tiempo para ordenar el recuerdo de esta buena historia que me contó un amigo. En esta penúltima parte, llega casi a su final el relato que me contó “Mario”… Desconozco si habrá continuado después de los sucesos que relataré a continuación o cómo habrá evolucionado la situación. Sin más, la tercera y penúltima parte.

La semana fue una jodienda en extremo abrumadora. Al no haber tenido oportunidad de coger  durante un par de meses, estaba peor que un burro en primavera. Mi tía agradeció la ración diaria de 2 o 3 cogidas.

Pero, por desgracia, la semana terminó y, tanto ella, como yo, no sabíamos que hacer. Fuera del sexo (que era riquísimo), también era mi tía. Una mujer impactante en todos los sentidos. Ante la vida y las demás personas era muy tierna, dulce y siempre ponía buena cara al mal tiempo. Pero, cuando estaba en la cama, se transformaba en un ser completamente diferente. Era una loca incorregible, perversa y sumamente malhablada.

Quizá esa “unión de dulce y sal” fue lo que me conquistó. Y fue el sábado en la noche, cuando después de una rica, pero breve sesión anal, hablamos de que pasaría después de que volviéramos a nuestras “rutinas de vida”.

-          Ya mañana regresa tu tío y tu primo – me dijo mientras acariciaba mi flácido miembro. Estaba recostada en mi regazo y su respiración, antes agitada, se comenzaba a normalizar. - ¿Qué crees que deberíamos hacer Mario?

-          No sé cómo le vamos a hacer, pero yo quiero seguir cogiendo contigo – dije con seguridad

-          Creo que va a estar difícil mi amor – respondió con sinceridad y melancolía en la voz – pero antes déjame hacerte una pregunta… ¿Qué es lo que sientes por mi?

Aquella pregunta me tomó por sorpresa. Era la clásica pregunta de mujer con trampa y, lo peor era que, si respondía erróneamente, la fantasía hecha realidad, se esfumaría. ¿Cuál sería la respuesta que ella esperaba? Al no saber que responder, mi mejor opción era la honestidad… y que pasara lo que Dios quisiera.

Inmediatamente acudieron a mi mente recuerdos de mi tía y míos. Aquel juguete costoso cuando era pequeño. Las noches en que me ayudaba con las tareas. Las salidas familiares y las alegres charlas. Su apoyo a todos cuando mi abuelo murió. La deliciosa lasagna en navidad y la ayuda que siempre me brindó. La sencillez y practicidad que la caracterizaba. Su buen humor que pocas veces decaía. Su sonrisa, siempre amable y aquella voz eternamente dulce. Sus ojos color miel y sus bellas mejillas sonrosadas sin necesidad de maquillaje. Y me di cuenta de que, fuera del contexto sexual, aquella mujer me había cautivado como pocas. Sentía un amor muy difícil de explicar, pero era profundo. Era una combinación muy extraña entre lo carnal y lo filial. Es difícil decir lo que sentía.

-          Aún es confuso para mí tía – dije después de un rato de meditarlo. Ella se incorporó y me miró a los ojos. En ese momento de desarmé. – Fuera de que el sexo, que es… puta, increíble… hay algo más. Te amo… Te amo tía. Te amo como mi familia. Te amo como mujer.

 No sé si era la respuesta que esperaba, pero de inmediato me plantó un beso. Sentí su lengua buscar la mía lentamente y simplemente correspondí. Fue un beso en extremo tierno, pero también cachondísimo a la vez. Instintivamente, la abracé y la atraje hacia mí.

Nuestra piel desnuda se rozaba, y cambiaba la temperatura del ambiente. Ese beso duró más de lo adecuado y sentía como mi virilidad comenzaba a despertar, a pesar de que instantes antes, había inundado sus entrañas con mi semilla. Sus manos acariciaban todo mi pecho mientras yo cubría su espalda con el mismo tratamiento.

Me incorporé y la coloqué suavemente debajo de mí. La miré a los ojos mientras acariciaba tiernamente uno de sus pechos con una mano, mientras que la otra mano se mantenía firme en su nuca. Ella me mantuvo la mirada y busqué penetrarla.

Entré firme y fácilmente. Ella suspiró de placer mientras la taladraba lentamente. De alguna manera, sus ojos eran como imanes a los míos y, aunque mis manos y mi cuerpo hacían lo que debían hacer, nuestras pupilas nunca perdieron el contacto. Todo transcurrió en susurros y un silencio casi reverencial, sólo roto por los sonidos que generaban nuestros cuerpos. Aquello fue una verdadera experiencia religiosa y no lo que predican en las iglesias.

Nos consumimos, nos amamos, nos desvivimos el uno por el otro durante media hora. Al terminar dentro de ella, caímos suavemente en su cama y dormimos.

Nos despertó el sonido de la puerta de su departamento al abrirse. ¡Oh por Dios! ¡Alguien había llegado! Reparé en el reloj del buró al lado mío y el alma se me vino a los pies. Once de la mañana del domingo. No podía ser que alguien hubiera llegado a esa hora. Lo más seguro era que fuera mi tío.

Había que actuar con prontitud. Inmediatamente me paré, tomé mi ropa y me metí al baño y abrí la regadera. De esa manera mi tía podría alegar que se estaba bañando y ella podría esconderse conmigo. Pero cuando pensé bien las cosas, caí en cuenta de mi error.

Si efectivamente mi tío estaba en la casa, nada le impedía entrar al baño con mi tía ahí. Seríamos descubiertos. Aún así, no se me ocurría otra cosa mejor que hacer. Mi tía estaba pálida, desnuda y paralizada a medio levantar en la cama, escuchando…

-          ¡Mamá! Ya llegué – se escuchó la voz inequívoca de mi primo - ¿Hay alguien?

-          ¡Joaquín! ¿Cómo te fue mi amor? ¿Todo bien? Perdona, me agarraste bañándome, hijo – dijo mi tía rápidamente mientras corría a mi lado y cerraba la puerta del baño tras de sí.

-          Si mamá todo bien, aunque estoy cansado. Yo también me voy a bañar. – dijo mi primo e inmediatamente se escuchó la puerta de su cuarto abrirse. Momentos después, se escuchó la puerta del otro baño y la regadera abrirse.

Los dos soltamos un suspiro contenido. De inmediato me vestí con el mayor sigilo que pude, mientras que mi tía abría la regadera y se metía a bañar. Con una preocupación visible en el rostro, me corrió de su casa.

Pasó alrededor de dos meses sin que pudiera estar o si quiera hablar con mi tía. Al final de ese día, mi tío regreso y no pude pasarme por su departamento. Los días siguientes ella me evitaba y, aunque le marcaba al celular o le mandaba mensajes, nunca obtuve respuesta. Estaba confundido, pero seguro de mis sentimientos hacia ella. Pero… ¿qué sentía ella hacia mi? ¿me correspondía o sólo quería tener sexo?

Mi mente era un mar de confusión. Hasta que un día, se me presentó la oportunidad perfecta para hablar con ella. Mi abuelo murió y cada año vamos a misa en su honor. Es una bonita tradición mexicana… Y gran parte de la familia se reúne. Después todos vamos a casa de mi abuela y comemos juntos. Y fue ahí donde se me presentó una buena oportunidad para, intentar algo…

-          Voy por las tortillas – dijo mi tía a toda la familia que estaba reunida en la sala de mi abuela - ¿Hace falta algo más? ¿Refrescos o crema?

-          No hija, está bien – respondió mi abuela – Tráete 3 kilos

-          Yo te acompaño tía, para que no cargues – me apunté inocentemente yo

Por fortuna, nadie quiso ir y, aunque mi tía parecía incomoda, no tuvo más remedio que aceptar. Por mi parte, tenía dos cuadras enteras para ver que podía sacarle. Fuera de que mi verga estaba en ayunas de sexo, lo más importante para mí era saber que pensaba ella.

-          ¿Por qué no has contestado a mis llamadas? – dije inmediatamente cuando la puerta de la casa de mi abuela se cerró

-          Mario, no quiero hablar de eso – me dijo sin mirarme

Esperé a que estuviéramos un poco más lejos y perdí los estribos. La tomé por un brazo, apreté fuerte y la empujé contra muro. Ella se resistía, pero la sujeté con mis dos brazos. Afortunadamente la calle estaba desierta y nadie nos vio. La miré a los ojos y la besé. Ella se resistió un poco, pero instantes después correspondió con su lengua taladrando en mi boca.

-          Cómo extrañaba esto Mario – me dijo después de un largo y muy mojado beso. Nuestras respiraciones estaban agitadas

-          ¿Por qué? – le grité

-          Está bien. Si quieres hablarlo, vamos a hablar. Pero no me culpes después – me sentenció y me soltó un rápido beso y caminó delante de mí. Yo la seguí – Mira mi amor… entiendo que tengas bastantes sentimientos encontrados hacia mí. Pero lo nuestro no puede ser.

-          Pero yo jamás insinué nada… Tú fuiste la que me preguntaste y fui sincero contigo. Y tú nunca me dijiste nada… - le espeté algo airado

-          Mario, cállate y escúchame – dijo firmemente y la obedecí

-          Está bien. Pero yo también tengo cosas que decirte – le dije

-          En primer lugar, tu primo sospecha que tengo un romance, aunque dudo que sepa con quien. Pero, por el amor de Dios, no debe enterarse. Creo que si nos pilló el domingo, pero no sabe que eres tú. Eso me asusta mucho. ¿Te imaginas si él o alguien de la familia se llega a enterar? – me dijo preocupada y un poco enojada al mismo tiempo y continuó – Por Dios Mario, cometimos incesto… un delicioso y excitante incesto… pero incesto al fin… ¿Te imaginas lo que pensaría tu abuela… o tus papás? Creme que si por mi fuera, te saco la verga ahorita mismo y te hago una mamada hasta que me des la leche que tanto extraño… pero no podemos. No podemos cabrón…

-          No… no sabía… - dije incómodo. Ahora me sentía como el mayor idiota del mundo. No había pensado en eso. ¿Por qué no se me ocurrió antes? – Perdona tía…

-          ¿Es que acaso no lo notas cabrón? – me dijo enojada y yo quedé más confundido que antes - ¿Es que acaso no pudiste llegar a pensar que quizá yo también sentía lo mismo por ti?

-          Yo…

-          Mira Mario. Yo también siento algo por ti. Fuera del amor de familia, también siento algo por ti. Eres un buen niño. De verdad que sí y cualquier mujer sería afortunada al tenerte. Eres amable, eres tranquilo, noble. También eres muy guapo y eres genial en la cama. Pero, no sé qué pretendías al decirme que estabas enamorado de mí. ¡De tu propia tía!

-          Pero…

-          Mario – me interrumpió – Lo nuestro no puede seguir. Quizá ahora es fácil decir todas esas cosas. Pero, créeme, lo sé por experiencia, esas cosas derivan y se convierten en algo más. Tú aún eres joven y tienes toda una vida por delante. Lo que sientes y lo que yo siento por ti…

-          ¿Qué es lo que sientes por mí? – le pregunté mirándola a los ojos

-          Yo también te amo Mario… yo también estoy enamorada de ti – me soltó con una mirada sincera y al borde de las lágrimas – Pero esto no nos va a llevar a ningún lugar.

Me tomó de la mano y me besó tiernamente. Por alguna razón, sentí que la conversación estaba terminada. Era implícito un silencio para meditar las cosas. Hicimos el encargo de las tortillas en silencio y justo cuando estábamos en la puerta, antes de entrar me susurró “actúa normal. Nadie se debe de dar cuenta. En la semana te llamo. Te extraño” y sin más entró.

Y así entre charlas fugaces y encuentros mínimos, pasaron 6 meses. Meses en los cuales no recibí ni una manuela (expresión mexicana referente a la masturbación) por parte de mi tía. Y, por inverosímil que parezca, no podía sacarla de mi mente.

A raíz de aquella conversación, mi mente voló y voló lejos. Cada pensamiento que cruzaba por mi cerebro, tenía que ver con ella. Mi tía, por su puesto, tenía razón en todo lo que me había dicho; no podía negar eso. Sin embargo, no podía dejar de pensar que hubiera una manera de lograr estar con ella. Y, observando la televisión, me surgió una buena idea de una excelente serie gringa.

Yo traté de acercarme a mi tía. La busqué, la llamé, incluso la intentaba atrapar en aquellas reuniones familiares en las que apenas me dejaba manosearla. Pero me dí cuenta de que, quizá, lo mejor no sería seguir insistiendo. Posiblemente a algunos les parezca repulsivo y me tachen de ser un pésimo hombre, pero bien dice el dicho: “en la guerra y en el amor, todo se vale”.

Ella, hasta cierto punto, me lastimó. Quizá no conscientemente, pero lo hizo. Su distancia, su indiferencia y el hecho de saber que ella compartía el mismo sentimiento y el mismo deseo, pero no hacer nada, me frustraban a niveles que no conocía. Así que, le devolvería el golpe. Pero sería un golpe bajo y en donde más le doliera: en su orgullo y en sus celos.

Si ella no me quería cerca, estaba bien. Ahora sería yo quien la atraería hacia mí. Claro si mi plan funcionaba… pero, ¿saben algo?, funcionó.

Me di a la tarea de conseguirme de nuevo novia. Y sencillamente fue demasiado rápido e inesperado. A la semana de pensar en esta idea, recibí una llamada de mi ex: Angélica.

Para no hacer el cuento largo, regresé con ella. Y curiosamente estaba matando muchísimos pájaros de un solo disparo, porque… siendo honestos, Angélica era mi novia. Fuera de todo el plan, sentía algo también muy fuerte por ella y, si tenía suerte, me ayudaría a superar este fracaso “familiar”; además de que podría volver a tener sexo y el plus de que mi tía (si era cierto lo que me confesó) se pondría un poco o un mucho celosa.

No fue difícil re introducir a Angie en el contexto familiar. Todo encajó perfectamente y nosotros dos, volvimos a las andadas. Sexo a full. No parábamos. Vaya que la extrañaba...

Bueno, para no extenderme mucho, resultó que después de un mes, fue la casualidad de que mi padre cumplió años y se armó una fiesta de niveles mayores. Toda la familia, amigos y vecinos nos reunimos para un buen rato de alcohol, carne asada y muchas risas. Me encargué de que Angie estuviera presente y tenerla muy caliente. El punto era que mi tía me viera con ella. Y cómo me comportaba con ella.

Y sucedió. Durante la fiesta noté como me miraba mi tía. Aunque permanecía siempre sonriente, de repente me miraba con unos ojos bastante despectivos. Aquello fue un triunfo para mi y se sintió de maravilla.

Presas del alcohol, Angie y yo, estábamos calientes y no perdimos oportunidad de perdernos un poco. Y mi siguiente acción quizá se haya pasado un poco de la raya, pero fue así. Le pedí a mi primo que me prestara las llaves de su depa, para echarme un rapidín con mi novia. El accedió con una mirada cómplice y me dijo que tuviera cuidado.

Al subir, venía manoseando a Angie. No es por nada, pero está bastante bien. Es un poco gordita, pero no mucho. Tiene buen culo, pero lo que más resalta es su pecho. Tiene 120 de puras tetas. Y completamente naturales. Es hermosa. Tiene los ojos verdes, cabello negro y un look de niña dark que la hacen muy sexy. Chaparrita y con unas manos delicadas.

En el barandal que da al patio de los departamentos, la besé ardorosamente y me fijé discretamente como mi tía tenía los ojos casi desorbitados. Sin más le sonreí con descaro y me metí a su departamento. Y todo lo vio ella.

Yo me concentré en Angie esperando con ansias la reacción de mi tía. Al cerrar la puerta ella ya se estaba quitando la playera que traía dejándome ver un bra negro y sus tetas a punto de desbordarse.

-          ¿Quieres verga zorra? – le dije mientras me desabrochaba apresuradamente el pantalón

-          Oh si papi, vamos a recuperar el tiempo perdido

Se arrodilló y en cuanto mi verga salió al aire libre la engulló. Angie daba unas mamadas de ensueño. Además posee una garganta muy profunda, pues se engulle todo mi miembro sin problema. Ella me ha dicho que ha mamado miembros más grandes y no tiene problema.

Ella continuó con su mamada mientras yo le ordené que se quitara el bra, cosa que hizo al momento. El ver sus tetas me calentó mucho más. Son gigantescas y además tiene un pezón de lo más pequeño. Eso me incita a pellizcarlo. Cosa que hice mientras ella seguía con trabajo de felación. Le encanta el dolor en sus pechos.

No podía más. Necesitaba sexo. Le dije que parara, porque la quería penetrar. Ella se levantó y nos dirigimos a la sala y aproveché para soltarle una nalgada que me agradeció con una leve risa. Mientras se desabrochaba su pantalón, aproveché para magrearle esas hermosas sandías.

-          ¡Pegame puto! Como me gusta… - me espetó cuando aprisionaba sus pechos – ¿O ya no te acuerdas todo lo que me hacías?

-          Como quiera la putita

Y le solté dos fuertes cachetes en sus pechos que culminaron en un gemido y una sonrisa de oreja a oreja por parte de ella. Su pantalón pronto se separó de su cuerpo y no esperé a que se quitara sus pantaletas. La moví a un lado y la penetré de un solo y furioso envite. No esperé a que se recuperara. Tan caliente como estaba, la cogí con fuerza y a un ritmo frenético desde el inicio. Ella sólo gemía de placer. De vez en cuando le soltaba fuertes golpes en las tetas. Incluso ella me las ofrecía para pegarles. “Si cabrón, ya te extrañaba” “Pégame aquí… aquiiiii… son todas tuyas… maaa… aaayyyy… machacalas…”

No pasaron más de 10 minutos cuando estaba a punto de correrme. Le avisé y ella me suplico que terminara en sus tetas. Cumplí felizmente su deseo y justo cuando acababa en sus tetas, miré hacia la puerta y vi a mi tía observándonos. Me quedé de piedra…

Continuará…