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Adicta al sexo duro 3

en No Consentido

Me desperté en mi cama, ni si quiera recordaba cómo había llegado a mi casa, aunque tengo la vaga imagen de mi madre diciéndome que por qué llegaba tan tarde, debería mudarme a un piso, lejos de mi casa.

El caso es que apenas llevaba un par de horas durmiendo, porque cuando abro los ojos aún es de noche, y el reloj de mi mesilla marca las seis de la mañana.

Recuerdo lo que pasó, claro como el agua, cristalina, sus manos y sus fuertes brazos sujetando mi peso mientras me penetraba, sexo con un desconocido, sexo duro, no me forzaron, no puedo decir que lo hicieran porque disfruté ese orgasmo, mis fantasías, superadas con creces, incluso ahí, en mi cama, le oigo jadear en mi cuello.

Me excito, de nuevo, el calor no ayuda y me veo forzada a adentrarme debajo de mis pantalones de pijama, que ni si quiera sé cómo he conseguido ponérmelos, y suavemente recorro mis labios vaginales, noto mis fluidos mojándome la mano, y dejo que uno de mis dedos se cuela dentro de mí en un intento de calmarme, en un intento de sustituir su mano rozando mi sexo, alcanzando mi clítoris, haciéndo que vibrara, dos dedos, incomparables con los cuatro que él metía y sacaba de mi interior, incluso puedo notar su miembro duro, rozando mi espalda. Alcanzo el orgasmo, sí, mi mano se llena con mis propios fluidos, y dejo de pulsar mi clítoris. Y me quedo dormida, al menos eso creo, porque cuando vuelvo a despertar es de día.

Me paso semanas buscándole, llendo de discoteca en discoteca, gastándome la mitad de mi sueldo para volver a follar con un desconocido como cualquier sucia ramera, no me importa, he perdido el norte, y caliento a decenas de tíos esperando que él aparezca, tras el callejón.

Y sueño con él, con que aparece en mi cuarto, me ata al cabecero de la cama, y recorre con su lengua todos los rincones de mi cuerpo, en ese punto detrás de la oreja que es estrañamente sensible, mi clavícula, el hueco que hay entre mis pechos, que se entretiene en mi ombligo y que hace que llegue al orgasmo con su lengua saliendo y entrando de mí, mojándo cada rincón de mi intimidad. También sueño que me folla, salvajemente, y que me dice al oído cosas sucias que me excitan, que saliendo de su boca son más excitantes que el mismo acto en sí de follar.

Hasta aquella noche, lo vi al otro lado de la barra, no era él no, era uno de los chicos que observaban cómo me folló en aquel callejón, y decidí jugar, por qué no, ¿por qué no calentarle un poco? ¿por qué no dejarle cachondo después de ponerme un poco zorra híncando las rodillas en el suelo y después dejarle con las ganas?

-Hola guapo.

-Hombre preciosa.-eso me aseguró que me reconoció al instante- ¿qué tal lo pasaste la otra noche?

-Muy bien, aunque sigo buscando nuevas experiencias, con nuevos chicos, ya sabes, en la variedad está el gusto.

Le agarro del brazo, y le atraigo hacia la pista, bailo bien, muy bien, nueve años de danza, no puedo hacerlo del todo mal, y me dedico a calentarle, muevo las caderas y le atraigo hacia a mí, y rozo "accidentalmente" su bulto con mi culo, es muy fácil de excitar, sigo moviéndome al ritmo de la música, tocándome de forma sensual, me acaricio el pecho, las caderas, y muevo los brazos, el parece no aguantar más, me aprieta hacia él y me besa, noto mi boca llena de saliva, no es agradable, pero he bebido demasiado y antes de que me de cuenta estoy en el mismo callejón de la otra noche, de rodillas y la saliva no me parece del todo asquerosa, su miembro es pequeño, más pequeño de lo que me esperaba, ni si quiera estoy excitada, no sé por qué estoy haciendo esto, tampoco sé en que se diferencia con la noche anterior, recorro su polla con la lengua, y me centro en el capullo. Parece que se cansa, y yo estoy preparada para irme a casa y meterme debajo de las sábanas avergonzándome de mí misma.

Pero me rompe la camisa, y todos los botones saltan, amasa mis pechos, no es pan, y me duele, y una mano se atreve a entrar en mí descaradamente, consiguiendo obviar la barrera que supone mi tanga, no estoy lubricada, no sé lo que es el dolor hasta que me pellizca el clítori.

-Para hijo de puta, déjame en paz!!!

Se me saltan las lágrimas, es horrible, me arden los labios vaginales y cuando tira de mi clítoris un grito se escapa de mi boca. No puedo evitar pensar que me merezco todo esto, que es culpa mía por morder más de lo que puedo tragar, que las fantasías a veces sí se hacen realidad.

No puedo aguantar más, me muerde en el cuello y creo que va a arrancarme el clítoris, sigue estirando y creo que son uñas lo que siento clavándose.

-Tú gilipollas, ya la estas soltando.

Lo veo ahí plantado, igual de guapo que la otra noche, con la mandíbula encajada y los puños apretados, sonrío pero se me escapan unas cuantas lágrimas, me esá destrozando, el me devuelve la sonrisa, una sonrisa torcida.

-Tranquilo colega que hay puta de sobra.

Le agarra de la chaqueta, y lo lanza contra el suelo, el tipo se levanta en seguida, y yo caigo rendida al suelo, el hijo de puta tendrá la polla pequeña, pero le alcanza un par de puñetazos, aunque no es comparable con EL, que le deja tumbadado, parece que no respira y el miedo se me acumula. Pero se levanta y sale corriendo.

Se acerca a mi lado, y me acaricia la cara, me enjuga las lágrimas y me recoge el flequillo detrás de la oreja.

-¿Estás bien pequeña?

No sé que pasa, ni dónde me estoy metiendo, pero al oir la palabra pequeña algo se acciona en mi interior, no es la locura de estos días, sí la necesidad de tocarle, es, es más que sexo....