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Blood Brothers 2. Peligrosa fantasía.

en Amor filial

Inkeri.

Todo había pasado tan rápido que apenas era consciente de ello, si algo tenía claro era que si mi hermano se pensaba que podía dirigirme como a una subordinada la llevaba claro, aun así no dejaba de ser un duro objetivo. Para ello estaba dispuesta a sacar toda la artillería.

Tras verlo tan irritado por mi forma de vestir, y ver la forma en la que se me había quedado mirando, sabía que quizá así conseguiría traspasar esa dura carcasa que había impuesto.

Me puse una sudadera de mi serie favorita y un pantalón de chándal. Terminamos de comer y me mandó a mi cuarto a estudiar mientras él recogía la mesa.

Hice apariencia de obedecer, me fui a mi cuarto, abrí el libro de historia y me puse a ver videos en youtube, podría haberme quitado el móvil, pero mi fiel ordenador portátil seguía conmigo.

Escuché que terminaba de recoger y se iba a su cuarto, cerré la tapa del portátil e hice como si estudiara.

Pasó de largo y se encerró en su habitación. Esperaba al menos que me dedicara unas palabras amables.

Cerré la puerta y me tumbé en la cama. El incidente del coche no hacía más que venir a mi cabeza, me había puesto muy cachonda. Como me había mirado. Jadeé suavemente solo de recordarlo. Deslicé mi mano suavemente por dentro de la sudadera hasta bajar a la cintura. Bordeé las braguitas negras con borde de encaje que llevaba y comencé a acariciar mi clítoris con el dedo corazón, mientras me dejaba resbalar hasta quedar totalmente tumbada en la cama.

Flexioné las rodillas y seguí acariciándome en esa postura, cada vez con más intensidad, intentando controlar mis gemidos, puesto que la pared de mi habitación daba con la de Eikki, como resultado dejé escapar intensos y silenciosos jadeos. Cerré los ojos e imaginé que era Eikki quien me tocaba y quien me hacía suya. Introduje la yema de mi dedo en mi vagina. A pesar de todo lo que pudiera parecer, pocas veces lo había hecho, debido a mi miedo a perder la virginidad, ese era un regalo reservado para mi hermano.

No había provocado el estar ahí con él, de ninguna manera, pero tenía que admitir que había sido una dulce equivocación.

Eikki me traía por el camino de la amargura desde la última vez que vino a casa, hacía casi dos meses. Había aprovechado para ir a jugar al rugby con sus amigos, y el verlo volver, mojado, manchado de barro...dios, era recordar esa imágen y encenderme aún más, todavía no me explicaba el por qué, solo sabía que quería ser suya.

Aumenté la intensidad de mis caricias, sentí como cada centímetro de mi piel se erizaba, como mis pulsaciones se aceleraban y como mi cuerpo caía en picado hacia el orgasmo.

Todos mis músculos se tensaron y noté como una oleada de calor se extendía a través de mi a la vez que mi deseo explotaba dejando a mi cuerpo totalmente liberado de toda tensión a través de suaves gemidos.

Me dejé caer reventada sobre la cama, totalmente satisfecha.

Descansé un rato, y fui a ducharme, aunque mi pequeño jueguecito me había quitado algo de sed, seguía con ganas de jugar.

 

Eikki.

 

Estaba siendo una tarde bastante provechosa, había repasado parte del temario y resumido la mitad de lo estudiado en apenas hora y media. Aun contento por dicho desarrollo, estaba bastante extrañado por que Inkeri no hubiera venido a incordiarme, llevaba toda la tarde estudiando en su habitación, suponía que a raiz de ver que yo no era tan flexible como mi madre, por fin le había entrado en la cabeza un poco de conocimiento. Tras pensar eso, me vino a la cabeza la escenita de la comida, y sobre todo mi desliz, intentaba convencerme de que era algo normal, al fin y al cabo Inkeri era una chica muy guapa, y yo llevaba mucho tiempo solo. Pero no me había pasado antes. Decidí no concederle mayor imporancia, simplemente olvidarlo y ya está, tampoco había que darle más vueltas.

Casi por arte de magia, al momento escuché a Inkeri llamándome desde el baño. Me levanté de la silla y sin abrir la puerta le pregunté:

- ¿Qué quieres?

- Mmm.. ¿Puedes traerme una toalla? - dijo desde dentro.

Busqué una toalla en el armario y abriendo la puerta lo justo para meter la mano se la pasé.

- La próxima vez prepáratelo todo antes de meterte a la ducha.

- Vaaale…

A los pocos segundos, sin que apenas me hubiera metido en mi habitación de vuelta al estudio volví a oir su voz.

- ¡Eikki! ven.

-¿Qué quieres ahora? - dije poniendo los ojos en blanco

- Pasa, necesito tu ayuda.

Abrí la puerta, estaba recién salida de la ducha, solo con unas braguitas violetas y un sujetador a juego. Volví a sentir la sensación de antes. Joder con la niña. Conseguí echar a duras penas esos pensamientos de mi cabeza.

- ¿Qué quieres, cansina?

- ¿Puedes echarme crema en la espalda? es que yo no me llego.

Esa niñata parecía casi haber leido mis pensamientos y estaba muy dispuesta a torturarme. Noté como mi erección comenzaba a brotar, menos mal que llevaba vaqueros, porque si no mi hermanita hubiera notado algo más que mis manos esparciéndole la crema en esa preciosa y delicada espalda.

En ese momento quería morirme, el conflicto moral me torturaba hasta niveles máximos. Aunque seguía manteniendo el control, quería pensar que esto no estaba tan fuera de lo normal, que se pasaría en cuanto encontrara a alguna tía con la que salir o tener un rollo, aunque fuera solo para un polvo.

Terminé de extenderle la crema, me lavé las manos y salí inmediatamente, solo deseaba que Inkeri no se hubiera percatado de mi incomodidad.

Me senté en la silla, intenté retomar el ritmo de trabajo pero me sentí incapaz. Ni siquiera había recuperado el aliento.

Cogí el movil, y le puse un Whatsapp a mi mejor colega para quedar esa noche y por lo menos salir y olvidarme un poco de todo aquello, aún seguía convencido de que mi solución era consumir mis ansias de sexo con alguna chica, y dejaría de ver a mi hermana como la hermosa hembra que era.

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Segunda parte, lo he escrito casi todo junto, ha empezado la acción, espero que os guste tanto como a mi escribirlo ;)