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Blood Brothers 1. Una mudanza inesperada.

en Amor filial

Eikki.

Me llamo Eikki. A pesar de ser finlandés de nacimiento, nunca he terminado de encajar en el tópico nórdico; Mido 1.80, mi pelo es corto y castaño, en cuanto a constitución me considero bastante normal, no soy un tío de estos hipermusculados, aun así he recibido cumplidos por él, cumplidos que debido a mi inseguridad nunca he terminado de entender.

Por motivos de estudios, he vivido en Helsinki, donde he estudiado Historia Cultural. Allí es donde empieza mi historia.

Vivir en Helsinki me enriqueció mucho como persona, aparte de los estudios. Ello tenía también otro aliciente, me libré de sufrir gran parte de las consecuencias de la entrada en la adolescencia de mi hermana Inkeri.

Inkeri y yo, somos, como muchos dicen, polos totalmente opuestos. Ella es morena aunque tiene un mechón en el flequillo teñido de rojo fuego, de pelo largo, delgada y bastante más bajita que yo. No solo es el físico el que nos diferencia. Aunque me moleste decirlo, pues nunca he sido de presumir, mientras yo terminé mis estudios con buenas notas, ella siempre ha sido una estudiante mediocre, al menos desde que entró a la escuela secundaria.

Dicho esto, comenzaré a contar.

Por entonces, estaba en último año de carrera. Gozaba de la tranquilidad de la vida de estudiante, a la par que cuando quería me buscaba mi propia intranquilidad.

Esa mañana estaba en clase de Historia Moderna, totalmente concentrado y cogiendo apuntes. Pero una llamada en mi móvil me sacó de mi concentración, 'número oculto',me extrañó bastante, además siempre ponía el móvil en silencio cuando estaba en clase. Pedí perdón al profesor y salí rápidamente del aula.

- ¿Sí? - contesté al teléfono.

- Eikki, cariño - escuché al otro lado. Inmediatamente reconocí la voz de mi madre.

- ¿Mamá? ¿por qué sales con número oculto?

- Es una larga historia cielo. Llamaba para decirte que tu hermana va en un tren camino de Helsinki. Se queda a vivir contigo - notaba cada vez más el enfado en su voz.

- ¡¿Quee?! - exclamé provocando que varias personas se me quedaran mirando. - ¿Qué ha pasado?

- Pregúntaselo a ella. - vaya, debía de estar enfadada de verdad. - Lo siento hijo, pero no sabía qué otra opción tomar. Espero que tu puedas meterla en vereda.

Dicho esto colgó, dejándome con la palabra en la boca. La cara de gilipollas que se me había quedado debía de ser tremenda. ¿Por qué yo?. Empezaba a sentir como toda la paz y tranquilidad que había tardado más de tres años en forjar, empezaba a desmoronarse, dejando paso a la rabia. Intenté controlarme. Entré a la clase, le dije al profesor que me encontraba mal, cogí mis cosas y me dirigí a la estación a recoger a mi hermanita. Por las palabras de mi madre supuse que llegaría en el tren de las 12.30h. No dejaba de darle vueltas. Vaya si la iba a meter en vereda, con mi madre era un caso aparte, pero conmigo no se iba a salir de la raya, no sabía lo que había hecho todavía, pero aún así, yo no tenía porqué pagarlo, siempre me había preocupado de hacer las cosas bien para evitar convertirme en lo que se había convertido ella.

Me percaté de que estaba tan tenso que de la fuerza con la que apretaba el volante, me estaba haciendo daño. Desde luego iba camino a la locura.

Llegué a la estación. Aparqué el coche en el primer hueco que ví, y subí al área de llegadas.

Ahí estaba ella, tan pasota como siempre, como si fuera el único elemento de su propio mundo, enfurruñada, probablemente fruto de la bronca recibida. Se me quedó mirando y me limité a hacerle un gesto con la cabeza para que me siguiera al coche, lo cual hizo de mala gana. Metí su maleta en el coche, y subimos a él.

Inkeri parecía ajena a todo, no apartaba la vista del móvil, con un rápido gesto le arrebaté en el móvil y me lo guardé en el bolsillo.

- Eh, ¿Qué coño haces? - protestó indignada.

- Lo que debería haber hecho mamá hace mucho tiempo. - contesté sin ya disimular nada mi enfado.

- Joder, ¿tú también estás con lo mismo?

- ¿Por qué estás aquí?

- ¿Qué más te dá? Vas a hacer lo mismo que todos, acusarte, reirte de mi y castigarme, no vale la pena que…

Giré al arcén y pegué un frenazo. Había perdido toda la paciencia con tan solo algunas frases. La cogí del brazo y la miré fijamente a los ojos.

- Inkeri, vas a contarme lo que ha pasado, y yo juzgare mi propia reacción. ¿Capito? - dije con voz amenazante.

Debió de verme bastante enfadado, pues su cara cambió radicalmente, bajó la mirada, incapaz de contrarrestar la mía, y empezó a hablar.

- Me han echado del instituto porque la profesora de lengua dice que le he robado los exámenes. - confesó con pesar.

- Típico de tí. - contesté reanudando la marcha.

- Eikki, yo no lo hice. - gimió suplicante.

- Claro, tampoco pegaste a aquellas chicas, ni te escapaste tantas veces...ah y desde luego la que pintarrajeo los baños con su nombre tampoco fuiste tú. - dije sarcástico. - Inkeri, no soy imbecil, puede que no esté en casa, pero que no te quepa duda de que mamá me ha contado muchas de tus niñerías, por lo que hagas lo que hagas no me vas a pillar de sorpresa.

Había conseguido intimidarla, ese era una pequeña gran victoria. No era partidario de educar a la fuerza, pero si no había otro remedio, tendría que hacerlo.

Llegamos a mi apartamento. Dejé el coche en el garaje y subimos.

Era un pequeño ático a dos manzanas de la universidad, y en plena zona de marcha de Helsinki, bastante luminoso y con dos habitaciones, una de ellas con cama de matrimonio, y la otra con una cama individual con otra debajo. Yo dormía en la habitación con la cama de matrimonio, puesto que además de ser la más espaciosa y luminosa, contaba con un ventanal que daba a una gran terraza, donde me encantaba pasar las tardes.

Abrí la puerta y entramos.

- Ya sabes donde está tu habitación, coloca tus cosas. Yo voy a hacer la comida.

Inkeri asintió cabizbaja y se fué a deshacer la maleta. Me metí en la cocina. Descongelé algo de carne y la freí. Seguía enfadado, y no conseguía evadirme de ese enfado. Terminé de cocinar, hice una ensalada y puse la carne en el plato.

- Ya he terminado - avisó Inkeri

-Vale, pon la mesa, está todo en el armario del salón. - contesté sin girarme.

Cogí ambos platos y los dejé en la mesa.

De repente me fijé en Inkeri. Se había cambiado de ropa, y apenas llevaba un pantalón corto y una camiseta que facilmente podría pasar por sujetador. Una indumentaria muy diferente de la que siempre llevaba, compuesta principalmente por ropa ancha y negra.

- Inkeri, haz el favor de ponerte algo más de ropa. - dije molesto.

- Jo, Eikki, es que hace mucho calor, además es que me he acalorado mucho ordenando la habitación.

No se que pasó en aquel momento, me quedé fijamente mirándola. Siempre la había visto como una niña pequeña, pero desde luego ya era todo una mujer. Me quité rápidamente ese pensamiento de la cabeza, no sabía que me había pasado.

- Joder, no me contestes. Ve y cambiate de una puta vez.- gruñí zanjando la discusión.

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Este es el primer relato que me atrevo a publicar. Soy una ferviente seguidora de está página desde hace mucho tiempo, y muchos habéis dejado el listón altísimo, como 'golfo' uno de mis autores favoritos. Aun así no seais muy malos porfa :P

También se que es un poco softcore, pero ya iré metiendo carnaza para que os deleiteis. Espero que os guste.