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Una travesura entre amigos

en Hetero: General

Me llevé la copa de vino a los labios y al terminar el trago entré en la cuenta del giro que había tomado la conversación, hablaban de sexo.

Después de pasarnos las dos últimas horas hablando de Juego de Tronos y de por qué Los Vengadores 2 era más de lo mismo me di cuenta que “sexo”, “porno” y “follar” eran las palabras que más pronunciábamos. Era la primera vez que hablábamos tan abiertamente del tema. Al menos todos, porque sé por Elena que las mujeres comparten sus anécdotas sexuales, antiguas y actuales, en su propia conversación de Facebook. Anécdotas ajenas que nos han servido para calentarnos y meternos un buen polvo.

No se confundan, ninguno es un monje ni una pudorosa, pero no dejaba de sorprenderme que Catherine y yo coincidamos en la página porno favorita y de que Ramón compartiese el entusiasmo y curiosidad de Elena por ir a una playa nudista.

Éramos 6 en total, Elena, yo, Jason, Carmen (otra pareja), Catherine y Ramón, estos 2,  según Elena, tienen cierta atracción y tensión sexual entre ellos. Tres hombres y tres mujeres, pero esta historia no va de orgías ni intercambios.

La botella de vino ya se iba agotando y pronto abriríamos la tercera. Tenía a Elena cogida de la cintura y la sujetaba con más firmeza cuando algún comentario me calentaba. El oír las historias de los demás hacía que mi verga comience a levantarse y estaba seguro que Elena también sentía cosquillas en su entrepierna.

-          Me gustan los videos porno para mujeres, me parece que deberían tener más acogida. Son sensuales y apasionados – dijo Jason mirando con lascivia a Carmen.

-          Es cierto. Él y yo lo vemos regularmente – comentó ella – me encanta como la mujer se contornea, como domina – devolvió la mirada a su pareja – y como el hombre está ahí para complacerla con su verga. Además que la música de fondo es excitante. Me pone muchísimo. Y él sabe cómo aprovechar eso – esto último lo dijo con una voz más sensual.

Elena empezó a acariciar mi pierna. Recordé las veces que ambos alucinamos a esos 2 en la cama, como mi mano acariciaba la parte interna del muslo de Elena mientras ella iba narrando la escena contada y como ella suspiraba entrecortadamente cuando me acerca y tentaba la entrada de su concha.

Me animé a contar sobre esta página, pero a pesar de haberla oído, ninguno se siente tan atraído por ella. Supongo que son más de visión que de imaginación. Mejor, así no sabrán que han terminado aquí.

Bebimos una ronda más y la botella se acabó. Fui por una nueva botella, la descorché y serví a cada uno una ronda más. Ninguno estaba ebrio, no al menos por el licor, pero sí de excitación y lujuria. Me iba animando a ser más explícito, pero Catherine ganó en tomar la palabra.

-          Mi novio no es muy abierto de mente. Tengo tantas ganas de meterme un vibrador a la conchita y que él me vea masturbarme con eso. Pero le horroriza la idea. Me han dicho que se siente rico y que mi vagina segregará muchos jugos que el saborearía con gusto, pero no se anima.

Catherine vivía con él, estábamos en su casa. Ella había planeado esta reunión. No nos veíamos desde hacía cuatro meses y, aprovechando que su novio estaba de viaje por trabajo, se animó a dejarnos quedar la noche entera, cosa que el novio prohibía.

-          No se confundan, nos llevamos de maravilla y él no me fuerza ni me cohíbe, solo que es muy cerrado. Me encantaría que me tenga cogida por el culo mientras un dildo me destroza la concha.

No sabe de lo que se pierde, pensé. He visto a Elena masturbarse en 4 y con el vibrador tan metido en su vagina que no ha podido evitar retorcerse, gemir fuerte y apretar las sábanas de una forma descomunal. Elena se reserva el orgasmo para mí y cuando la penetro tengo tan hinchada la verga de semen que no nos toma mucho llegar y caer rendidos ante tan sublime y apoteósico orgasmo.

-          Lástima, amiga Cat – dijo Ramón – yo he visto eso y déjame decirte que ambos disfrutan mucho y sobre todo tú.

Esa era una clara invitación de él a ella. A lo que Catherine respondió:

-          Quisiera sentir pronto una verga así de dispuesta dentro de mí.

Nos echamos a reír y nos servimos más. Besé a Elena. Fue un beso breve, no era lujuria, sino cariño.

-          Yo he sentido algo parecido. ¿Les conté cuando Nathan me tiene en perrito y me mete los dedos al culo?

No me esperaba ese comentario. Me quedé mirando a los demás y claramente sus rostros reflejaban el hambre de chisme. Y Catherine, además, reflejaba una envidia que solo las mujeres entienden y sienten. Yo sentí orgullo de hombre.

-          No lo hace siempre, eso es lo que más me encanta. A veces se mueve lento y sensual – la mano de Elena se acercaba a mi entrepierna – a veces se mueve tan rápido que siento me romperá la concha y el culo – veía como Carmen apretaba con fuerza la pierna de Jason al punto de clavarle las uñas – hay veces en que sus nalgadas me dejan el culito muy rojo y otras en las que me lo baña con su semen.

Mi verga ya estaba endurecida. Carmen tenía la mano a escasos centímetros de la entrepierna de Jason y Catherine tocaba, aún con cierta timidez, la rodilla de Ramón. Elena, sabiendo lo que provocaba continuó:

-          Y en esa ocasión, mientras disfruto como me taladra la vagina, siento que mi hoyito se abre y siento frío por el lubricante. Mi hoyito que no está preparado de expande con facilidad y él no deja de moverse y siento la doble penetración y, este malvado – me miró y sonrió – no tarda en que mi culito tenga dos dedos.

Veo nuevamente a la otra pareja. Carmen no puede ocultar su excitación. Todo su rostro es reflejo de que quiere ser follada ya. Carmen ha cambiado de postura y se sienta en el borde del sillón para oír con más atención y ocultar que está sobando la entrepierna de Jasón y este sin quedarse con las ganas coloca su mano en la espalda baja de ella y va bajando hasta su trasero.

Catherine apretaba el sillón en el que está, con fuerza, y Ramón empieza a acariciar su hombro y su espalda. Es cuestión de tiempo para que finalmente liberen esa tensión sexual y se magreen como amantes. Estoy seguro que en ese instante, Cat se olvidó que tiene novio y que esa es su casa.

-          Nathan siempre es coordinado – continúa Elena – penetra verga y dedos a la vez. Es un placer inmenso. Es tener mis hoyitos llenos, invadidos. Es sentir que no me poseo, que él me controla a su antojo. Es tener mi cuerpo sintiendo el orgasmo venidero y que lo tendré con la verga de mi hombre en mi interior.

Elena sabe lo que hace. Habla con más libertad desde que tuvo su encuentro lésbico. Sabe que los excita y quiere seguir haciéndolo. Decido ayudarla pues tengo mi propia curiosidad.

-          Me encanta satisfacerte, mi amor – los miro y me aseguro que no se pierden nada de mis palabras – me gusta ver su culito empinado, abierto. A veces se abre las nalgas para mí. Se queda así de expuesta y mueve la cadera de arriba abajo provocando y pidiendo que le ensarte la verga de una buena vez.

Levanté a Elena, la tomé de la cintura, la volteé y la apegué a mi cuerpo. Elena lanzó un “uy”. Luego besé su cuello y puse mi mano en su monte de Venus y subí y bajé mi mano sin llegar a su clítoris.

-          Humm – suspiró Elena.

-          Esto le hago para tentarla y hacerle saber lo que le espera.

-          Eres un malvado, cariño.

Miré a mis amigos. Carmen se mordía el labio y le era más difícil ocultar su movimiento en la entrepierna de Jason. Él había metido su mano bajo el pantalón de ella y le acariciaba el trasero a viva piel.

Vi a Cat y a Ramón. Estaban más pegados y Cat ya se acercaba a la entrepierna de Ramón. Él, rodeándola con el brazo, acariciaba parte de su seno derecho.

Tomé a Elena, la besé con pasión y lujuria, casi me comía su boca. Le acaricié los senos asegurándome de hacerlo cuando ellos me estén viendo y la tomé de la mano y, sin ambos decirnos nada, nos dirigimos al cuarto más cercano. La dueña de casa, no puso objeción alguna. No eché seguro a la puerta, pero tampoco la dejé abierta.

-          Sabía qué harías esto – dijo Elena mientras se sacaba las botas.

-          Tú me provocaste, cariño.

-          Sí, y me encanta que hayas caído y me vayas a follar en cama ajena.

-          Y en la cama de tu amiguita, a quien le gustaría disfrutar más.

Me quité la camisa de franela que llevaba y de un tirón las zapatillas. Llevé a Elena hasta la cama y nos tendimos en ella. La besaba, le mordía los labios y jugábamos con las lenguas. Recorrí con mis manos sus costillas y su vientre. Sus muslos los tomaba con fuerza y los levantaba a la altura de mi cadera e hice que me aprisionara con ellos. Sus labios son suaves y tiernos. Me encanta besarla, tenerla, calentarla… hacerla mía solo con besos.

Me fui hasta su oreja. Mordí con los labios el lóbulo y provoqué un estremecimiento en Elena. Metí mi lengua en su oreja y fui formando círculos en ella. Elena jadeó, me araño la espalda y arqueó la suya. Le encanta que me apodere de esa zona.

Elena me apartó, me tumbó en la cama, se sentó sobre mi pelvis y me miró con lascivia y profundidad. Metió las manos por debajo de mi polo, acarició mi pecho y deslizó las uñas hasta mi vientre. Hice una mueca de dolor mínimo, pero acompañado de placer. Se agachó y empezó a besar mi vientre mientras subía más mi polo y me obligaba a quitármelo. Así lo hice y Elena quitó mi cinturón sin detener sus besos.

Subió hasta mi cuello. Y pasó a un ritmo más sensual. Usaba labios y lengua. Recorrió con su lengua la parte central de mi cuello hasta llegar a mi mentón, me besaba, me mordía el labio inferior y luego regresaba a abarcar todo mi cuello con besos presurosos y desesperados. Yo le acariciaba el cuerpo, metía mis manos debajo de su blusa azul, arañaba su espalda, metía mis dedos por debajo de su brasier, pero sin llegar a tocarle las tetas sino que pasaba mis dedos por el lado lateral e inferior de estas. No era momento que desabrocharle el brasier, no aún. En cambio, fui desabotonando su blusa hasta dejarla abierta y ver sus blancos pechos cubiertos por el brasier rosado. Elena se enderezó, miró hacia sus pechos, rio un poco y dijo:

-          ¿Te imaginas lo que puede estar pasando afuera?

-          Claro. Pero mejor oigámoslo y, sobre todo, incentivémoslos.

Y antes que Elena pudiera preguntar, la tomé por la cintura, la levanté, la llevé hasta la puerta, la incliné y desabroché su jean para dejarlo caer y darle una severa nalgada que le hizo dar un respingo y emitir un jadeo de placer.

-          Ay, que rico.

La apegué a mi cuerpo. Le quité la blusa, besé sus hombros, apreté con ligereza sus caderas, deslicé mi mano por debajo de sus bragas, empecé a besar su cuello, mis dedos estaban a escasos centímetros de su clítoris. Me mantuve en esas caricias furtivas y esos besos ligeros. De repente, saqué mi mano de las bragas, la apegué a la puerta, la volví a nalguear y me lancé a devorar su cuello y estrujar sus tetas. Pasé de un momento apasionado a un momento dominante. Combinado el placer del beso, la nalgada y el magreo, el gemido que Elena emitía se dejó escuchar fuera de la habitación. De seguro lo habían oído y de seguro se habían excitado más.

-          Nathan, me encantas. Mmmm…

Volví a meter mis dedos en sus bragas y esta vez comencé a tocarle el clítoris. Elena gimió con más fuerza. Con el dedo medio y el índice manipulaba su rosadito botón, lo movía en círculos, primero suave y luego como un poseso. Las manos de Elena ejercían más presión ante la puerta, sus ojos se cerraban de igual manera, agachaba la cabeza y jadeaba más. Como pudo volteó a mirarme y con ojos suplicantes dijo:

-          Por favor… por favor… fóllame, mi amor.

Pero no. Aún me faltaba más. No quería penetrarla sin antes comerme su coñito ni mucho menos sin sentir su humedad en mis dedos. Seguía con aquel movimiento. Elena seguía con el goce. Mi mano que aún estrujaba sus tetas pasó a tomarle el rostro y llevar sus labios hasta los míos. Elena mostró su excitación devorándome la boca. Metía su lengua hasta mi garganta, mordía y succionaba mi labio inferior. Su mano derecha sujetaba mi cabeza y su mano izquierda buscaba meterse en mis pantalones. Logró así, desabrocharme el pantalón y sin perder tiempo buscó mi pene y cuando lo encontró se percató de su dureza.

-          Déjame chupártela.

-          No, aún…

-          Vete a la mierda. Te la voy a chupar.

Ya lo dije, Elena es decidida. Me apartó, me arrinconó contra la pared, me bajó la ropa interior y manipuló mi verga con una pequeña paja.

-          Si digo que te la voy a chupar, es porque te la voy a chupar.

Dijo esto con un tono de voz más alto. Se arrodilló, tomó mi verga con la izquierda, la alzó y empezó a lamer todo el largo de ella. Se dirigió a los testículos y se metió uno a la boca succionándolo y mirándome fijamente mientras lo hacía. Yo tampoco quise quedarme callado y evidencié mi placer en gemidos y palabras.

-          Elena... Dios, que delicia. Cómo la chupas, cariño.

Apretó mis nalgas, clavó las uñas en ellas y se metió toda la verga a la boca. La paciencia, Elena la mandó a rodar. Se la metía y sacaba con rapidez, la lengua la usaba para lamer y jugar con mi glande. Hizo tres gargantas profunda y movía la cabeza cuando estaba así. Cuando se detenía para recuperar la respiración, usaba la mano para continuar con la paja. Elena volvió a meterse mi verga en la boca y sublimemente hizo sentir sus dientes. La mezcla de peligro y excitación me puso a tope. Dejé escapar un gran gemido. Estoy enteramente seguro que lo escucharon afuera.

-          Así me sentía yo hace un momento, cariñito – dijo Elena dejando en claro que se estaba vengando de mi provocación anterior.

Que deliciosa venganza era. Levanté a Elena, le di un beso ligero, la despojé de lo que restaba de sus ropas y ella hizo lo mismo conmigo. Nos detuvimos un momento, nos concentramos en oír y nos percatamos de gemidos casi inaudibles y del rechinar de una silla.

Elena se tumbó en la cama con las piernas abiertas, abrí mis piernas y me arrodillé por encima de sus senos colocando mi pene en su boca, no tan cerca ni tan lejos. Elena lo alcanzaba con su lengua, jugaba con el glande, se acomodó mejor y logró meterse unos centímetros de mi verga en la boca. Como pude giré mi cuerpo para volver a manipularle la conchita. Al tener las 2 manos libres pude frotar el clítoris de Elena a la vez que metía dos dedos en su vagina. Con movimientos suaves Elena gemía, pero no interrumpía su labor. Su coñito estaba húmedo, bastante húmedo, podría penetrarla ya, pero me faltaba saborear su excitación.

Decidido a hacerla delirar, metí tres dedos y empecé a pajearla con fuerza y rapidez. Elena liberó mi verga de su boca y soltó sus “oh” y sus “ay, que rico, mi amor”. Tomó mi verga con fuerza y demostró su placer moviéndola de la misma manera que yo lo hacía con mis dedos dentro de su vagina. Nos acomodamos y quedamos en un 69. Ella abajo, tal como le gusta, y yo arriba.

Ahora por fin saboreaba su sexo. Mi lengua recorría toda su húmeda vagina. Con movimientos circulares y laterales. La punta de mi lengua se colaba en su hoyito. Mi dedo índice derecho tentaba el hoyito de su culo. Golpeteaba con ligereza, lo movía en círculos, y se hundía muy ligeramente en él. Elena me mamaba la verga, masajeaba mis testículos, apretaba mis nalgas y lamía todos los alrededores de mi pene.

Oímos de pronto que una botella se rompía. Nos detuvimos, agudizamos el oído y volvimos a oír el rechinar de la silla y un gemido más alto.

-          ¿Ves lo que causas, Nathan?

-          Uy sí, toda la culpa la tengo yo – respondí con sarcasmo.

Volví a hundir mi cabeza en su coño, presioné, moví mi cabeza rápidamente y como un salvaje metí tres dedos en la vagina de mi mujer. El sonido que ello provocaba me encantaba y excitaba. Elena se agitó, gimió más y se contorneaba. Estaba siendo torturada por el placer. Abandonó su tarea y dijo:

-          Méteme la verga. Ya no aguanto. ¡Hazlo!

Rompí la pose. Me puse ante ella, abrí sus piernas, mi acomodé y la penetré con un golpe seco. Elena dio un respingo. Finalmente me sentía en su interior.

-          Mi amor, que rico. Lo deseaba tanto.

Comencé con un movimiento lento, con ternura y cariño. Bajé a besarle los labios, le acariciaba el cabello. Elena me miró a los ojos, abrió la boca y antes que pudiera emitir palabra, aumenté drásticamente mi velocidad. Mi verga estaba hinchada, palpitante y muy dura. Moví mi pelvis con furia y veía como el movimiento provocaba que las tetas de Elena reboten, grite de placer y la cama rechine. Tome con mis manos sus caderas, las sujeté con firmeza, sin lastimarla y volví a un movimiento lento y sensual. Retiré mi pene y masajeé con la cabeza de este el clítoris de Elena. Esto es algo que la vuelve loca, la derrite.

-          Uy, que rico. Uy, que rico. Así, mi amor, así.

Cambié de acto y empecé a darle golpecitos ligeros con mi pene en el clítoris y en los labios vaginales.

-          Mmm… Oh…

La penetré con la cabeza de mi pene apoyándome con los brazos detrás de mi espalda. De esa forma, inclinado, masajeaba su Punto G, a pesar de que no había tanta profundidad. Entraba y salía, mi pulgar masajeaba con suavidad su clítoris, de arriba abajo, de lado a lado y en círculos. Continuaba rítmicamente con ambos movimientos y al cabo de unos minutos, Elena contorneó su cuerpo, soltó un gran gemido entrecortado y abrió los ojos como platos. Eso delataba su primer orgasmo.

Me detuve unos segundos, le sonreí y ella a mí, acaricié su rostro y tratamos de afinar el oído. Ya no se escuchaba nada. Me acerqué a ella y antes de besarla escuchamos un “Aaahhh” que no tenía ni una pizca de discreción. Volvimos a reír y finalmente nos dimos ese beso.

Elena se levantó, me tomó con ambas manos la cabeza y mientras me besaba me guio hasta dejarme sobre la cama, boca arriba. Se sentó sobre mi muslo derecho y empezó a moverse logrando así que su clítoris y sus labios vaginales se froten con mi piel. Su conchita seguía igual de caliente, húmeda, deseosa, palpitante de verga. Con todo ese placer inundándola, Elena me besó con más pasión y hasta mordió mi labio inferior al punto del dolor. Volvió a acomodarse, tomó mi pene y la dirigió a su conchita. Elena se ensartó toda mi verga y apretó la vagina para que yo pueda sentir mi sexo aprisionado y siendo friccionado por el cuerpo de mi mujer. Contraía tus músculos pélvicos y empezó a moverse de atrás hacia adelante. Elena sabe cómo me gusta, respira apropiadamente, mueve la cadera, se apoya en la cama con los brazos detrás de la espalda para que mis manos no alcancen sus pechos, para que mis manos puedan acariciar su vientre, sus muslos y me deja expuesto su clítoris rosadito para que lo manipule cuando a mí se me venga en gana. Pero a pesar de que lo haría en el primer instante, soy paciente y la tengo tomada de la cintura mientras ella continúa. Aprieto su cintura, me deleitó con la vista y el tacto en sus curvas, paso mi mano desde la pelvis hasta rozar la base de sus senos. No me quita la mirada, continúo en su placer, llevó mi pulgar derecho a su clítoris y lo muevo en círculos.

-          Oh, amor… amor, que delicia.

Elena continúa sobre mí, pero ahora deja de apoyarse como estaba y se pega a mi pecho. Puedo sentir la dureza de sus pezones rosaditos y la totalidad de esas tetas presionándose en mi cuerpo. Su cabello se pega a mi rostro y, ambos, estando ajenos a la luz gracias a su cabello, nos fundimos en un beso lujurioso como si estuviésemos en la oscuridad de una cueva.

Elena se incorpora y ahora se mete y saca mi verga con prisa, como una posesa. Respira con agitación y tensa su rostro, se mueve más a prisa y vuelve a contraer sus músculos vaginales. Siento esa presión y me enloquece más que la anterior. Elena se mueve en círculos, le estrujo las tetas, jalo sus pezones, ella asiente y me alienta a seguir. Elena salta con mi verga en su interior. La ha hecho suya, la utiliza para llenarse la vagina y sentirse completa. Gime entrecortadamente, apacigua sus movimientos, sus senos dejan de rebotar aunque sus pezones siguen igual de duros, esboza una media sonrisa. Ha llegado otra vez.

Vuelve a moverse lentamente, se muerde los labios. Yo siento la presión en la raíz de mi pene, lo siento más hinchado. Elena se percata pues delato el acercamiento de mi orgasmo con mis gestos y me dice:

-          Adentro no, amor. Vente en mi boca.

Sin discutir, y a pesar de mi continuo deseo por descargar mi semen en su conchita, le hago caso pues no estamos en nuestro hogar y limpiarnos se nos hará más difícil al no poder ir al baño, desnudos. Elena me desmonta, se sienta sobre la cama, me pongo de pie, ella rápidamente devora mi glande y lo chupa con ímpetu, tratando de sacarme el semen con esa mamada. Yo me pajeo lo poco que necesito para finalmente llenarle la boca de semen. Gimo y respiro fuertemente. Elena ha recibido toda mi descarga y ni una gota se ha escapado de su boca. Retiro mi pene Elena toma mi mano para llevarla a su garganta y hacerme sentir que se lo ha tragado todo.

-          Soy una chica buena, mi amor. Me lo he tomado todo.

Me siento en el borde de la cama. Le doy un beso ligero y le respondo:

-          Siempre lo eres, cariño, siempre.

Deseamos yacer desnudos y abrazados sobre la cama, pero no es nuestra. Nos cambiamos sin prisa, nos ayudamos mutuamente pasándonos las ropas, nos peinamos con las manos y al salir nos percatamos que Jason y Carmen fuman un cigarrillo y se encuentran despeinados. En la cocina se oye el sonido de dos personas besándose, no es difícil saber quiénes son.