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Cogiendo en la casa de la prima de Elena 1

en Grandes Series

Esta historia sucedió cuando Elena y yo apenas teníamos catorce meses de relación.

Elena siempre ha sido una chica responsable, inteligente y comprometida, además de tener otras cualidades más que hicieron me enamorase de ella. En ese entonces aún no vivíamos juntos. Elena vivía con su madre y yo con los míos en casas familiares. En esas fechas, la única que habitaba el primer piso de la casa donde vivía Elena (ella vivía en el segundo), era su prima. Los padres y hermanos de esta habían viajado por negocios y estudios. A veces estos viajes duraban hasta 3 meses y ella no desaprovechaba esa oportunidad para meter a su novio, follar toda las noches y, prácticamente, convivir con él. A veces Elena y yo los escuchábamos follar y disfrutábamos cual voyeristas.

A pesar de ser casa familiar, las puertas de entrada de ambos pisos eran diferentes y hasta cierto punto podrían considerarse vecinas. Esa era la primera vez que su prima le confiaba a Elena el cuidado de su casa y era tonto no pensar que no se le haya pasado por la cabeza nuestra travesura, mas no fue impedimento para que no cambiase su decisión. ¿Por qué? Quién sabe, probablemente le alimentase el morbo de que otros follen en su casa o simplemente no le importaba.

 Las labores eran simple: alimentar cada día a las mascotas, regar las plantas y dar una limpieza básica a las habitaciones cada 3 días, verificar que no haya fuga de gas, ni goteos en las cañerías.

Apenas Elena me contó la noticia, empezamos a labrar y fantasear nuestra travesura. La madre de Elena no debía sospechar nada, debíamos mentir diciendo que iríamos al cine, a cenar y a una pequeña caminata. La semana previa nos limitamos a un plan hogareño en casa de Elena y a puro sexo oral. A pesar de tener unas ganas tremendas de arrancarnos la ropa y revolcarnos, la idea de tener un nido de amor nos mantenía las manos en su lugar.

-          Uy, imagínate, esto en… ah, ah… en la cama de mi prima. Hum…

Decía Elena mientras me comía su coñito.

-          Y no solo en la cama, mi amor.

-          Siempre quise saber… oh, ay, amor…  

-          Háblame. No te detengas.

-          Cómo no hacerlo si me comes la concha como nadie. Oh, Dios…

Los jugos de Elena me bañaban los labios. Coloqué una almohada bajo sus nalgas para tener un mejor ángulo de sus labios vaginales, perineo y de su glorioso ano. Moví de arriba abajo mi lengua a tal velocidad que Elena arqueó la espalda y soltó un gran “Oh”.

-          Quiero que… que me cojas en… en la cama de mis tíos.

-          ¿Y qué más, mi vida?

Abrí más sus piernas, las coloqué en una perfecta V. Elena se estrujó las tetas por debajo de la ropa y yo succioné su clítoris por varios segundos lo que hizo que ella jadeara con más fuerza.

-          Quiero… quiero hacerlo en la escalera. Nunca lo hice.

Ni yo tampoco. Era una fantasía mutua que nos habíamos olvidado de compartir en todas nuestras charlas sexuales. Yo tenía mis propias ideas y se las haría saber después. Cambié de acto. Lamí con suavidad los labios vaginales que estaban tan calientes que hacían que mi verga se hinchara. Me aferraba sus muslos mientras continuaba con mi labor y metí dos centímetros de mi dedo índice en su conchita. Elena dio un respingo al sentirse invadida.

-          Sabes deliciosa, Elena.

Volví a su clítoris, lo mordía con los labios, lo lengüeteaba e introduje por completo mi dedo y lo empecé a mover en círculos.

-          Ay que rico, ay que rico. Sigue.

-          Sigue tú también.

Elena se mordió el labio, disfrutó en silencio de mi lengua pero manifestando en sus gestos lo rico que lo pasaba.

-          Me alucino que me tengas en 4 en el sofá de la sala, y también me alucino… ay… me alucino estar montándote en… en cada silla del comedor y que me des tu semen en la boquita al terminar de follar en el capó del auto.

Las fantasías de Elena me ponían más cachondo. Empecé a masturbarme con suavidad.

-          No te la sacudas tanto, que la quiero para mí, mi amor – dijo Elena.

Eso me hizo alucinar y amar más a Elena. Dios, las ganas de meterle hasta el último milímetro de verga bullían.

Puse a Elena boca abajo y pude ver la exquisita redondez de sus nalgas. Las separé y con mi lengua fui humedeciendo el contorno de su agujero anal. No me olvidé de su vagina, metí dos dedos en su húmeda concha y la penetraba con fuerza y rapidez. Elena apretaba con fuerza el borde del colchón y hundía su cara entre las sábanas. Gemía y gemía y empezó a mover las nalgas para sentir más la masturbación que le daba.

-          ¡Dámela! Dame tu verga ahorita.

-          Un ratito, putita. Quiero que te vengas primero.

-          Por favor, amor, por favor. Necesito tu polla en uno de mis agujeritos. Ay, oh… lo necesito con desesperación.

Retiré mis dedos de su vagina. La nalgueé tres veces.

-          No hasta que yo lo diga.

Elena asintió la cabeza sumisamente. Con la humedad que llevaba mi dedo índice, fui tentando el hoyito de su culo. Elena soltó un gran gemido, no era dolor, sino placer. Relajó su cuerpo, me puse sobre ella, mi pene estaba muy cerca de su entrada. Mi otra mano, la izquierda, la usé para masturbar a Elena. Dos dedos jugueteaban en su vagina y uno en su culito. Con paciencia, todo mi índice derecho perforó el ano de Elena y acompasé el movimiento de ambas manos. Los gemidos de Elena eran más sonoros. No se pertenecía a sí misma. Su cuerpo le pertenecía a mi lujuria.

Para prolongar su orgasmo fui con lentitud. El culito de Elena ya estaba bien dilatado así que ambos agujeros estuvieron en ambas condiciones, dos dedos en cada uno.

-          Ay, ay… hum… dios, que rico, que rico. Me voy a venir, amor.

Me moría por penetrarla y destrozarle la vagina con la verga. Sus músculos vaginales se estaban contrayendo, el orgasmo se acercaba. Para prolongar eso, retiré mis dedos, puse a Elena boca arriba. Una mirada de tristeza amenazó con asomar el rostro de Elena porque creía que la dejaría con las ganas.

Fui hasta el extremo de la cama y la acomodé para que pueda empezar a chuparme la polla con la cabeza inclinada hacia atrás. Elena se ensartó mi verga inmediatamente, me incliné como pude y fui masajeando su clítoris. Toda la tensión y placer se acumulaba y Elena no resistía más. Yo disfrutaba del arte que su lengua y boca le daban a mi glande y pene. Sus gemidos eran sordos, pero delataban mucho su placer. Usaba el dedo medio y el índice para estimular su clítoris en círculos, primero con movimientos lentos y suaves pellizcos. Su botoncito palpitaba y eso me incentivaba a inundarla de placer. Aumenté el ritmo y de pronto, Elena se tensó, cerró los ojos con fuerza, su boca succionó más y mi pene se vio encerrado en esa cárcel de placer que era su boca. Soltó un gemido más fuerte, Elena se había corrido. Abrió ligeramente y dejó salir todo el aire. Su cuerpo poco a poco volvió a reposo, su conchita aún estaba húmeda y caliente,  y, aunque su respiración seguía siendo agitada, volvió a su tarea de chuparme la polla con más fiereza, prácticamente se la comía toda.

Llevó sus manos hacia mi culo, lo apretó con fuerza e hizo que me acercará más para lograr tener mi polla en su garganta. Me clavaba las uñas y yo disfrutaba de esa mezcla de dolor y placer. A Elena le fascina tocarme el trasero. Se concentró en su labor, metía y sacaba mi verga de su boca a buen ritmo y la posición en la que estaba parecía no incomodarle. Por momentos detenía el vaivén y sentía como la lengua de Elena jugaba y recorría el contorno de mi verga. Elena se la sacó, empezó a succionar mi glande y con la mano derecha empezó una suave paja. La succión vino acompañada de más juego de lengua y al rato alternaba con ligeras chupadas. Yo me agarraba la cabeza, gemía y apoyaba en la cama para que mis rodillas no me fallaran.

-          Ay, Elena… Elena si sigues así, yo…

Pero el placer me impedía seguir hablando. Elena al darse cuenta, aumentó el ritmo de la succión y la paja. Respiré entrecortadamente, mis ojos se cerraron, arrugué la nariz. Elena percatándose, volvió a meterse toda mi verga en la boca y cuando no pude más, le inundé la boca de semen. Nos quedamos así por casi ocho segundos en los que Elena me limpió con la lengua todo rastro de semen que mi pene emanaba con las últimas jaladas post-eyaculación.

Elena se sacó mi pene de la boca. Me miro con una sonrisa, se arrodilló sobre la cama y se tragó el semen asegurando que no me perdiera detalle del proceso. Puso su cara de satisfacción y triunfo y dijo:

-          No puedo esperar a cogerte en la cama de mi prima.