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Barro: Historia de un verano (I)

en Voyerismo

Soy un chico sencillo, siempre lo fui. Me describiría como una persona solitaria que aprecia dicha soledad. No me considero raro, solo diferente. Mi descripción física se resumiría en una palabra: común. No destaco por mi físico, altura y complexión media. Estoy seguro que no te girarías al verme por la calle.

Me gusta observar, soy curioso de naturaleza, es posible que este rasgo sea el que me de acceso a uno de los hechos más insólitos que recuerdo de mis 17 años de existencia.

No soy una persona problemática ni busco apartarme de la sociedad. Simplemente se cuál es mi sitio y mi ambiente, uno relajado sin sobresaltos. No me quejo, es lo que he elegido.

El relato que narraré a continuación pretende compartir una experiencia que viví a lo largo del verano. Un verano que comenzó llano y acabó por despertar en mí sensaciones que jamás había experimentado.

Barro. Historia de un verano.

El verano comenzaba, y para una persona sin una vida emocionante y sin rumbo fijo era un dato irrelevante. Como cada mes de julio que se aproximaba en mi vida sabía cuál era mi destino, una pequeña villa de escasa población situada en la provincia de Ávila. Antaño había sido el hogar de mis abuelos maternos, pero hoy en día no era nada más que otro lugar al que dejar pasar los días.

Dicha villa era llana e intranscendente y quizá debido a eso no me importaba demasiado pasar allí mis días. Un sitio sin sobresaltos y rodeado de naturaleza donde me podría sumergir y observar lo que me rodeaba, así como largos senderos en los que podría desarrollar una de mis aficiones, montar en bicicleta.

Miré la hora en el teléfono, marcaban las 10:23. Solo un día y ya preveía como serian el resto. Cuando baje a desayunar noté que mi familia ya había abandonado la casa para proseguir con sus vidas.

Por lo general pasaría solo la mayoría del tiempo. Una familia compuesta por padre, madre e hijo en la que los progenitores ocupaban su tiempo en el ámbito laboral. Verano para todos, tiempo libre para el que menos lo requiere.

Dispuse mi bici lista para la aventura, provisto de un par de bocatas y algo de beber salí de la casa con energía.

Paseando por el pueblo buscando su salida notifiqué que las obras que se llevaban efectuando tres años habían acabado. Una sucesión de chalets unifamiliares se levantaban a la entrada de la villa. Habría más personas que seguirían siendo intranscendente para mí.

Llegando al final de la calle vislumbre un rostro que me llamó la atención, un rostro serio y femenino que me transmitió seguridad y curiosidad a partes iguales. Fueron dos segundos en los que procesé esa imagen. Por un motivo que desconozco su semblante serio me agradó. No era una chica que destacase por su belleza al primer golpe de vista, simplemente me gusto observarlo.

Mientras circulaba por los extensos senderos seguía recordándola. Rostro de expresión neutra, pelo largo negro y rizado que se alborotaba al viento y una mirada que perseguía algún destino. Me sentí identificado con esa mirada, sabía que era la misma que ponía yo cada día al salir por la puerta, bicicleta en mano.

Con el paso del tiempo y el caer de la mañana poco a poco fui despejando mi mente y el cansancio se apodero de mí. Comprobé de nuevo la hora, 16:49 y no había parado aún desde las lejanas seis horas en las que había salido de casa así que me detuve en mi lugar predilecto.

Aquel lugar era mío, todo era idílico. El lugar en si era un claro de un bosque cruzado por un pequeño río de no más de tres metros de lado a lado. No sabría decir si a eso se le podría llamar río. Se respiraba paz y el único murmullo era el del agua al correr a su paso por la zona.

Me dispuse a comer con la mirada perdida concentrándome en el rumor del agua. Me encanta ese sonido. Pasaría las horas muertas en ese lugar y sinceramente… me gustaba.

Con el caer de la tarde regrese mi ruta y mi mente pidió pasar por la misma calle al salir. Mi cuerpo pedaleo con la necesidad de volver a ver ese rostro que me había llamado la atención. No era atracción sexual, deseo, pasión, etc… Era un sentimiento de sentirse identificado.

Pasaban los días, ¿Por qué variar?

Tras seis días me dirigía a mi lugar, me apetecía tumbarme y meter los pies en el agua. Eso hice, pero de repente algo me perturbó. Una presencia en mi lugar, era ella.

No dije nada, no me correspondía hacerlo, no quería. Aunque me había llamado la atención hace unos días lo único que deseaba es que abandonase aquel sitio, no por nada en particular, simplemente aquel lugar era mi sitio de estar en armonía y ella me la rompía.

No sé si se ha percatado de mi presencia, pero yo de ella sí. Los inalcanzables 4-5 metros que nos separarían me permitía observarla detenidamente, ver como su rostro con los ojos cerrados se dirigía al sol que apretaba. Volvía en sí, su mirada neutra me seguía cautivando.

Me quede observándola, estoy seguro que en ese lapso de tiempo ella tuvo que verme. Es imposible que no lo haga.

Se descalzó y se acercó al margen del río. A partir de ahí comenzó un extraño ritual del que fui testigo. Comenzó a remover con los pies la arena que se depositaba en la orilla sin parar hasta que formó una mezcla extraña, barro.

Cada acción me intrigaba y ya no pude resistirme

-¿Qué haces?- se me escapo de mi boca al tiempo que me daba cuenta del error.

-Barro, lo necesito- decía como si supiese de mi presencia de toda la vida. Su gesto serio se clavó en mí durante unos instantes y después prosiguió con su rutina. No dije nada.

Acabó su rutina. Seguía observándola. No alcanzaba a descifrar su edad y sabía que no era buena educación preguntarla. Su gesto serio y mirada neutra me hacía pensar que rondaría los 23-25 años; su tono de voz, su forma de actuar, su ropa; me inspiraba a pensar que tendría mi edad. No dije nada. Solo quería saber que haría después. Lo descubrí.

Como si ella se hubiese olvidado de mi presencia y dándome un vuelco al estómago fui testigo del hecho que despertó en mí nuevas sensaciones.

Lentamente se quitó su camiseta ancha que vestía hasta ese momento dejándome ver un sujetador que tapaban unos pechos, que si bien no eran grandes, no pude negar que no les quitaba la vista de encima. Acto seguido su pantaloncillo vaquero se deslizó por el contorno de sus esbeltas piernas hasta tocar el suelo. Mi cara debía de ser un poema.

Con mi descaro propio de una persona que pocas veces tenía semejante espectáculo enfrente suya me incorporé levemente para poder deleitarme mejor.

Aún reflexionando los hechos que ante mí acontecían vi como ella proseguía. Su acción siguiente fue deshacerse de su parte de abajo, tras lo cual, dejó al descubierto su sexo. Un sexo con escaso vello púbico que captó mi atención el tiempo que tardo en alcanzar el cierre de su sujetador y dejarlo caer entre sus brazos hasta estar completamente desprovista de ropa.

No sabía que estaba ocurriendo. ¿Qué persona en su sano juicio se desnudaba sin miramientos delante de un extraño? Las dudas me inundaban. ¿Qué se dice en estos casos? ¿Debería marcharme? ¿Decir algo? Todo era extraño e inquietante para mí.

Una vez desprovista de ropa descubrí que eso no iba a ser lo más extraño que percibiría ese día. Mi extraña “invitada” se sentó sobre el barro que previamente había elaborado y con movimientos torpes pero intencionados comenzó a esparcir por su cuerpo ese barro. Lo repartió con esmero en sus piernas llegando hasta su pubis; zona en la que al parecer se esforzó que quedase bien cubierta. Continuando con sus brazos, tras ello se tumbó en el barro. Era momento de completar su tarea por su pecho y abdomen. Mi mirada atónita vio como sus manos recorrían sus senos de una manera inintencionadamente sensual. Tras finalizar, se quedó inmóvil. Totalmente inmóvil. No entendía nada.

En este lapso de tiempo de 7 minutos desde su llegada a verla yacer desnuda ante mí no había transcurrido más tiempo, pero mi percepción era distinta. Ya no sentía curiosidad, sentía excitación, una excitación de proporciones considerables. Estaba a un golpe de vista de que ella se percatase, sufría una erección de campeonato, y nunca me había considerado una persona dotada especialmente, pero claro…

Tras ver que todo este espectáculo había cesado, y que mi erección se disimulaba con la flexión de mis piernas decidí sumergirme en mis pensamientos. Sí, tengo una chica desnuda al lado y solo se me ocurre cerrar los ojos y pensar.

Oí un leve sonido. Ella se incorporó. Aquella chica que conocía antes su cuerpo desnudo que su nombre observe su progresión hacia el agua. Considere el momento el oportuno. Me levanté con decisión y puse rumbo a mi bicicleta situada junto a un árbol a escasos metros de mí.

Mirada al frente sin volver la mirada atrás. Ya había logrado mi objetivo pero algo interrumpió el murmullo del agua corriente.

-Adios- pronunció con claridad y confianza aquella chica. Hize un ademan de girarme, no pude. No dije nada.

Hasta aqui la primera parte de mi primer relato erótico. Espero que les guste y se animen a comentar y dejar sus impresiones.

En capitulos venideros veremos como se desarrollan estos acontecimientos.