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Barro: Historia de un verano (IV)

en Voyerismo

*Nota: Este relato no es de voyerismo. La incluyo en esta categoria dada la importancia de ese elemento en el contexto de la historia. Además lo hago para que aquellos lectores que descubran mis relatos en dicha categoria no tengan difultades a la hora de encontrarlos.

Extraña

¿Entonces qué es lo que ha pasado? Hasta donde alcanzo a comprender una chica que se hace llamar Let, o eso dice ella, ha conseguido transformarme en cuestión de días con una interacción pobre en palabras pero cargada de gestos que retumban en mi ser. ¿Cómo he permitido esto?  ¿Cómo ha logrado mutar mi naturaleza solitaria, hasta convertirme en este individuo que solo piensa en sexo?

 A mí me gusta observar, no actuar, actuar conlleva riesgo, pero ella merecía la pena ese riesgo. Me arriesgaría a decir que conozco cada centímetro de su cuerpo de memoria. La línea que formaba sus labios, porque decir sonrisa era mentir, o por lo menos no corresponder a una descripción lógica y fiel. Sus ojos marrones oscuros, que más que permitirle ver, eran su elemento comunicativo por excelencia. Que decir de sus pechos, firmes y pequeños acabados en unos pezones puntiagudos que llevan el letrero “Muérdeme” desde que los vi al caer el sujetador por primera vez. Su culo conformado por dos nalgas apretadas entre sí del que estoy convencido, un impulso me llevará a dejar la huella de mi mano en ellas.

Saqué en claro una cosa, solo era un adolescente con ganas de sexo, era sencillo. Conocía cada centímetro de su cuerpo de memoria, pero aún seguía siendo una desconocida. A mi lado tenía una fábrica de generarme emociones, unida a mí por nuestras manos, a la que sentía muy lejos.

- Let- me dirigí a ella orientando mi cabeza hacia su rostro. – ¿Te has parado a pensar en lo lejos que estamos el uno del otro?

Su reacción fue muy típica. No conseguía cruzar dos frases con ella.

-¿Qué te ocurre ahora?- respondió con tono desinteresado

-No sé cómo expresarlo, quizá es una tontería mía, bueno veras… -alcanzaba a decir mientras esperaba a que por arte de magia las palabras cobrasen sentido solas y comunicase mi pensamiento. Parece ser que ocurrió.

-No digas más, se lo que pretendes. Tienes razón. – dijo interrumpiéndome.

Sin más dilación se incorporó desprendiéndose del exceso de barro que yacía en su cuerpo. Una levísima sonrisa que para mí significó un mundo se dibujó en la línea de sus labios, y antes de que pudiera interponer el más mínimo impedimento, cosa que visto lo visto ni loco hubiese acometido, se sentó encima de mí a la altura de mi cintura.

Pensé que me había entendido, pero estaba equivocado; dulce equivocación. La notaba intensamente y ella a mí. Se sentó justó encima de mi pene, convencido de que lo hizo de forma intencionada. Notaba su humedad y su vello rozándome levemente a través de la fina capa de barro que aún nos separaba. Dulce equivocación.

- Pues veras- comenzó- Soy solo una chica atípica que ha encontrado a otro chico atípico.

Pues no me equivocaba, solo la malinterpreté.

-Supongo que te referías a conocer más. Y por tu reacción y gesto no me equivoco. Eres esa clase de persona. Me gusta y me gustas. - Esas últimas palabras estarán grabadas en mi memoria hasta la eternidad. – El día que me viste por la calle vistes también donde vivo, sitio que conocerás esta medianoche por cierto.

Su relato prosiguió, había logrado mi objetivo, conseguir entablar una conversación con ella todo ello a pesar de que mi pene se clavaba en su cuerpo mientras se empapaba de sus flujos vaginales.

Logré averiguar por fin su edad, 15 años, increíble. Solo 15 años y para mí representaba uno de los seres más respetables que había conocido jamás. Ese dato solo mejoró mi percepción que tenía de ella. Nunca pensaría que a esas edades ya se disponía de tal visión y tal madurez. Yo al menos no la tenía y a su lado me sentía más inmaduro e ignorante, pero mi labor de ocultarlo estaba funcionando.

Otro de los datos que averigüé fue su situación familiar. A la muerte de su padre, tres años atrás, ella y su madre decidieron, tan pronto como estuvieron disponibles, mudarse a las nuevas viviendas para contar con el apoyo que proporciona vivir cerca de otros familiares residentes de la villa. Su vida a grandes rasgos era semejante a la mía. Personas atípicas que han encontrado a su pieza con la que encajan. Hasta ese momento su vida consistía en ir al instituto al pueblo más cercano que distaba a 5 minutos en autobús, en el que se relacionaba cordialmente con sus compañeros de clase sin llegar a trascender en su vida social.

El resto no me hacía falta escucharlo, ya sabía cómo continuaba la historia. Es fácil saberlo cuando deduces que es exactamente a la tuya. Pero continué escuchando, ya que una vez desprendida de su tono tan distante resultaba que era poseedora de una voz agradable al oído. Eso y que además mi mente ya estaba ocupada en otro asunto. Esta noche tenía plan.

Una vez hubo acabado me acompañó al agua donde nos deshicimos del barro. Me sorprendió el nulo contacto físico que hubo entre nosotros en ese momento. No me importó. Todo acabó rápido yéndose cada uno por su camino.

[…]

Mi ruta con la bicicleta duró más de lo normal. Tuve que hacer una visita a la farmacia del pueblo de al lado, en el que tuve suerte de encontrar una abierta. Llegué a mi casa al anochecer, pero en ese momento no había nadie en casa como para reclamarme explicaciones.

La cene fue intensa dentro de mí. Tenía el estómago cerrado y no me apetecía comer comida. Se me escapó una carcajada delante de mis padres ajenos a lo que acontecía en la vida de su hijo. No sabían que en cuanto se fuesen a la cama yo también me iría, pero a la de Let. Estaba sembrado, lo que hace el saber que vas a follar. Otra carcajada surgió de mi interior. Supongo que unos padres que no estaban acostumbrados a ver reír a su hijo comenzarían a sospechar…

Comencé a prepararme, me duché dos veces esa misma noche. Quería estar limpio para una persona que adora estar embarrada, la ironía. Durante las duchas el carrusel de pensamientos me dificultó mantenerme firme y la tentación de masturbarme como si no hubiese mañana era intensa. Aguanté el tipo sabiendo que merecería la pena, pero sabiendo que mi primera vez podría durar escasos segundos. Habría de librar una batalla contra mi cuerpo.

En ningún momento me había dicho exactamente lo que íbamos a hacer, pero suponía que dada la forma en que me invitó a ir, dada la situación de desnudez, dada la situación de que nuestros sexos estaban separados a unos pocos centímetros… Conociendo a Let quizá solo era otro de sus desvaríos. ¿Y si no quería? ¿Y si solo quería compartir más tiempo conmigo? Me había abierto su corazón y su ser, ¿ahora también las puertas de su hogar? Me parecía bien que se abriese así, pero aun a riesgo de parecer obsceno, lo que quería era que se abriese de piernas.

Llegando la hora indicada salí de casa, no me fue difícil “escapar”. ¿Qué chico de 17 años tiene problemas para salir de su casa en verano por la noche? Bueno, quizá en mi parecería raro, pero ahora tenía un motivo. Móvil, cartera, llaves, preservativos… Iba con exceso de carga; un móvil para no llamar a nadie, ni siquiera a la chica que iba profanar esa misma noche; cartera, vacía; llaves, dejando la puerta de casa abierta; hasta la ropa me sobraba. Dado el clima veraniego y que era una villa con carencias de población, fácilmente hubiese podido ir desnudo por la calle y nadie se enteraría. Estoy convencido de que nadie lo sabría, al igual de que estoy convencido que, dada la situación que nos unió a Let y a mí, no habría mejor carta de presentación.

Acudí a mi cita, me dijo que donde la vi por primera vez era donde vivía, pero no especificó. No me resultó difícil localizar la casa, dado a que Let me esperaba sentada en las escaleras de acceso. Estaba vestida, me sorprendió. No estaba acostumbrado a verla con ropa. Reparando en su rostro vi que no llevaba maquillaje, nunca llevaba supuse. No le hacía falta, la verdad.

Me senté a su lado sin mediar palabras. Las palabras no eran algo característico de nuestra extraña relación, por tanto se obviaban.

- Sígueme – me ordeño tirando suavemente de mi mano. –No hay nadie, así que no te preocupes.

Llevaba perfume, me encantaba su olor. No disimulé cuando acerque mi nariz hacia su pelo para olerla. Repetí otra vez sumergiendo mi rostro en su tupida melena. Me encantaba su olor.

Nuestro trayecto acabo en su habitación, esta vez no había segundas intenciones ni malentendidos.

-Cierra la puerta al pasar – sin girar la cabeza mientras accedíamos, pero sin cesar el contacto que ahora se reducía a un dedo. Cerré la puerta.

Sin dilación se paró en seco y apoyó su espalda  contra mi cuerpo. Así empezaba.

-Debe de ser la primera vez que no estás empalmado – dijo mientras rozaba con su culo mi entrepierna.

Fue la sorpresa, pero no tardé en estarlo; y más cuando raptó mis manos y comenzó recorrer con ellas su cuerpo. No se saltó ningún milímetro.

Su ropa me empezaba a estorbar y mis calzoncillo a apretar. Lo que no debía molestarle era el sujetador, puesto que no llevaba. Querría agilizar el proceso, supongo. Me estaba deleitando con el proceso y sabía que esto era el principio. Mordí su cuello, fue un impulso, como lo fue su grito ahogado. Acerté.

A medida que nos aproximamos a la cama fui desprendiéndome del calzado, el resto de prendas llevarían el mismo destino.

Se sentó en el borde la cama mientras me desabrochaba el pantalón y yo me deshacía de la camiseta. El bulto abultado de mi entrepierna consiguió arrancarla una sonrisa al ritmo que sacaba levente su lengua para humedecer sus labios. Deslizó mi prenda para liberar mi pene, que debido a la acción del elástico resultó saltar como un resorte. Se rio. Fue lo que más me gustó de la noche. Oírle por fin reír.

-Hemos cambiado los papeles, tu desnudo y yo con ropa.

-Y a ninguno nos incomoda – respondí mientras la miraba con lujuria – Sé que va a volar de tu cuerpo, pero no tengo prisa.

Aproximé mi erecto pene a su boca, ella me correspondió. Su lengua entro en contacto con la punta. Agarré su pelo, estaba ansioso. Su lengua empezó a recorrerme mientras sus ojos se clavaban en mí. Antes de explorar su boca la abrió y me dio un leve mordisco, pensé que descargaba ahí mismo. Menudo reto. Finalmente se lo introdujo en la boca sin apartar su mirada de mí. Sus manos entraron juego cuando note como me acariciaba los testículos. Los masajeaba con gracilidad y cuidado.

Tuve que parar, esto solo comenzaba y pensé que me corría. Yo quería recrearme. Lo hice.

Tiré de su pelo con firmeza hacía atrás para que accediese a tumbarse en la cama. Me correspondió. Acompañe su movimiento para acabar situado encima de ella al tiempo que seguía acariciando mi pene. Sin miramientos y con una impaciencia desmedida me centré en sus pechos sin dar lugar a la ocasión de destaparla. La mordí un pezón logrando consumar una de mis metas, pero no la única. Tras pedirme espacio se deshizo de la camiseta dejando al aire sus bonitos pechos. Me volví a recrear en ellos; pasando mi lengua por su contorno, apretándolos, mordiéndolos, masajeándolos. Los hice de mi propiedad.

-No pares – decía de manera entrecortada – arráncame los pantalones.

Tras cumplir con su deseo me centré en su vagina, empapándome con sus flujos al igual que lo había hecho su prenda. Nunca había practicado sexo oral, pero por la cara que ponía y por la humedad cada vez más latente, me aventuraría a afirmar que lo hacía bien. Su sabor al principio me disgustó pero poco a poco comencé a apreciarlo. Acabó siendo mi néctar.

Tras haber desgastado su clítoris a lametazos hubo un momento de pausa. Me recosté en la cama al tiempo que ella me masturbaba. El subir y bajar de mi piel era algo que le fascinaba y por tanto se acerca hasta el punto que sentía su respiración en mi miembro. Sin percatarme, lamió brevemente en la punta buscando probar líquido pre-seminal. El momento llegaba.

La tumbé bruscamente en la cama sujetando sus manos mientras orientaba mi pene a su entrada. Me daba que los preservativos iban a quedar sin estrenar.

-Ten cuidado porfa – dijo con tono de súplica.

Al notar que me costaba penetrar la comprendí, pero no pude ser cuidadoso. Un meneo intenso y rápido de cadera con mi pene como ariete rompió su muralla virginal. Un grito de dolor se escapó de su boca.

Deje durante unos segundos mi cuerpo inmóvil. Quería ampliar la sensación de contacto. Quería notar como sus paredes apretaban mi miembro y sus jugos mezclados con unas gotas de sangre me empapaban. Comencé la coreografía notando como sus gritos se transformaban en gemidos y sus piernas se cernían sobre mis caderas impidiéndome que escapase. Tranquila, no tenía intención de hacerlo.

Bajé mi cabeza apretando nuestras frentes y sintiendo su respiración mezclándose con la mía. Nuestros labios se rozaban, es curioso cómo hasta ese momento no habíamos demostrado nuestra pasión de la forma más primaria. Nos rozamos levemente sin efectuar un beso, solamente nos sentimos. Esto dio lugar a la danza que efectuaron nuestras lenguas interrumpidas por apasionados mordiscos que dejaban huella en mis labios.

Estaba aguantando, estaba imponiendo mi ritmo. Notaba como se estremecía con cada penetración. Yo en cambio iba a más; un fuego interno se descontrolaba dentro de mí.

-Me vas a romper – dijo con una mirada que pedía clemencia. – necesito un respiro.

Accedí a aminorar así como llevaba accediendo a todas sus peticiones toda la noche y como accedería siempre. Estaba rendido a ella. Yo cumplía su voluntad como si su mente controlase mi ser.

Se sentó encima de mí al tiempo que mi pene recuperaba la verticalidad dentro de ella. Agarrándome a su cintura impidiendo que escapase, había alternado, pero no iba a hacerlo.

-Vas a conseguir que me corra – informé ante la previsión de una inminente explosión dentro de ella. – No me he puesto preservativo.

-Avísame. Quiero tu semen para mí.

No tardaría en cumplir su enésima petición. La desplacé de mí al mismo tiempo que se tumbaba en la cama dándome a entender que debía culminar la velada saciando su necesidad de semen.

Con su mirada penetrante y su boca ligeramente entreabierta fui testigo de cómo su mano me exprimió hasta la última gota. Una intensa sensación se cernió sobre mi cuerpo al mismo tiempo que mi semen cubría sus labios y comenzaba relamer y pelear por cada resto que le hubiese dado.

La noche no acabó ahí, ninguno quería. Ninguno quiso que acabase ahí nuestra historia.

[…]

Amanecía un nuevo día y puse rumbo a mi lugar. Puse rumbo al lugar donde mi antiguo yo se quedó atrás. En aquel lugar mi antiguo yo se purificó con el barro, logrando una metamorfosis completa al emerger de las aguas.

Acababa la historia de un verano determinado. Comenzaba la historia de un verano que perduraría y trascendería en el tiempo.

*Nota del autor: Me gustaría agradecer a todos los lectores que me han dedicado una parte de su tiempo, asi como aquellos que han dejado comentarios que me han echo evolucionar. Espero que les haya gustado mi primer relato erótico y sepan disculpar mis errores de novato.

En lo referente a la historia, en principio se acaba aqui; dejando libertad al lector para que prosiga de forma personal el camino que inicié.

Cada capitulo he tratado de hacerles llegar mi historia de la mejor manera posible, dividiendola de la manera que consideraba que debía hacerse oportuna para resaltar cada escena.

Agradezco a todos los lectores que se decepcionaron con el segundo capítulo, pero le han concedido una oprtunidad a nuestros protagonistas. Cuando recibí vuestros comentarios, los tres primeros capitulos ya habian sido enviados; por tanto, en este ultimo capitulo he tratado de poner en practica todas sus recomendaciones de las que estaré eternamente agradecido, ya que me ayudan a mejorar.

No olviden dejar sus impresiones y comentarios. Espero que hayan disfrutado esta breve historia tanto como la he disfrutado redactandola.

Les cito para futuros relatos.