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Barro: Historia de un verano (III)

en Voyerismo

Trascendencia

Me tumbé en la cama de la misma forma en que lo había hecho en mi lugar, pero esta vez sin compañía.

Había sido una tarde intensa, había entablado una conversación que me hizo reflexionar. Siempre me había distinguido por ser una persona solitaria y las personas lo notaban. No me repudian, pero tampoco buscaban mi compañía, salvo una persona. Let me dijo que la respetaba, y yo sin saberlo. Claro que lo hacía; con ella y con todos. Ser una persona solitaria no implica estar falto de educación.

Sus palabras empezaron a adquirir el significado que ella me pretendió transmitir. Ella se desnudaba porque quería. A ojos de otra persona seguro que pensarían de ella que es una exhibicionista y está loca. Yo no lo creía, ella solo quería ser ella misma, como yo. Me sentía identificado con la diferencia de que ella lo expresaba de otra manera.

Su cara de serenidad aunada con esa seriedad y neutralidad infligían en mi sentimientos desconocidos. Esa tranquilidad que emanaba de sus decisiones y actos era una cualidad que envidiaba.

¿Será posible que una chica a la que solo ha intervenido en mí dos días me haga replantearme estas cuestiones? Me atraía, más allá de lo sexual; aunque a decir verdad no podía negar que me excitaba verla desnuda. Me excitaba pensar que más allá de su desnudez alcanzaría con mi mano a rozar su piel e iniciar un contacto puramente sexual. Lo deseaba, tenía que conseguirlo. Los instintos humanos son duros rivales.

Después de lo acontecido no veía razón alguna para negar que me gustaba. Con este pensamiento me dormí ansiando el inicio del próximo día con una descabellada idea en mente.

[…]

Allí me encontraba, en el lugar todo había ido como deseaba. Esta vez Let acudió antes que yo al claro. Por el aspecto del barro casi seco diría que ya llevaba cerca de 30 minutos en su característico ritual. ¿Se había adelantado? ¿Tenía ganas de verme? Ya tenía la suficiente entereza como para pensarlo.

-Hoy has madrugado, no hay miedo de que te quiten el sitio- la dije al tiempo que ladeó su cabeza para verme.

-Sí, mucha gente me va copiar- respondió con leve gesto de sonrisa irónica amigable.

No respondí, no hizo falta aprovechando su mirada para que se comunicase mi intención.

Por primera vez desperté en ella sorpresa, creo que el hecho de verme descalzándome como ella lo hacía le reveló mi próximo paso. Me estaba ahogando por el nudo que se me formó en el estómago, pero mi determinación era incomparable.

Deposite mis zapatillas al mismo tiempo que removía la orilla de la misma manera que ella lo hacía. Si, estaba decido.

Mientras continuaba la tarea sin mediar palabra me fije en su cuerpo, especialmente en su sexo y su vello. Era una chica que se depilaba todo el cuerpo, pero no se si por el hecho de no tener excesiva cantidad, no lo hacía ahí. Esta simple observación había generado en mí un debate interno propia de una persona infantil e inexperta. Jamás me había depilado ninguna parte del cuerpo, y sinceramente, aquel tampoco fue el primer día.

-Tenías razón ayer- dije mientras me desabrochaba los pantalones –Debería probar muchas cosas, así que… Proseguí bajo su atenta mirada desprendiéndome de la camiseta.

-¿Estás seguro de lo que haces?- preguntó mientras se incorporaba. No sé a qué viene todo esto. Te tenía como una persona escrupulosa.

-Lo soy, y por supuesto, claro que no estoy seguro de lo que hago. Pero algo dentro de mí me empuja a hacerlo. En el fondo solo voy a estar desnudo. Como lo estás tú.

Ya casi había logrado mi objetivo, pero su mirada no se apartaba de mí. Jamás me había desnudado delante de una chica y que no dejase de mirarme no ayudaba. Solo me faltaban los calzoncillos. Unos calzoncillos que ya no disimulaban mi excitación y que apenas podían contener mi pene que clamaba libertad.

-No te lo pienses- dijo al mismo tiempo que alargó su mano, me agarró de un lateral de la prenda y los deslizo hasta las rodillas. -¿A que no te ha pasado nada?- preguntó.

Yo aún no era consciente de lo que había hecho. Sentía vergüenza y libertad a partes iguales. Ver como su mirada se centraba en mi erecto pene me excitaba todavía más y ya no lo podía ocultar. Me miraba, pero no con deseo sexual, simplemente me miraba por curiosidad. Me miraba como aquel que mira a una persona vestida, con indiferencia.

-No es la primera vez que veo a un chico desnudo, y lo de tu erección es comprensible- dijo mirándome el sexo. –Si te soy sincera a mi esta situación también me resulta excitante, pero es parte de lo que implica desnudarse delante de otra persona del sexo opuesto- dijo mientras se llevaba la mano a su entrepierna- ¿Ves? Es normal.

De sus dedos se distinguía una especie de líquido casi transparente viscoso, estaba húmeda; y la naturalidad con que lo resaltó agravó mi situación.

-Siéntate y coge el barro.

La obedecí como si necesitase permiso para poder continuar. Como si necesitase un guía que me llevase por el camino que acababa de iniciar. Empecé embadurnándome las piernas hasta la cintura, justo como lo hacia ella. En mi entrepierna me paré poco, no quería tentar a la suerte con reacciones inesperadas.

-Anda recuéstate y déjame a mí porque si no se nos hace de noche (a pesar de que apenas pasaban las tres de la tarde…)- dijo mientras comenzaba a acumular barro en sus manos.-Tienes que relajarte, si no, esto no tiene sentido. Voy a esparcirlo por todo tu cuerpo.

Su contacto era cálido, agradable, cariñoso a la par que desinteresado. No podía describir lo que experimentaba en ese momento. Me aplicaba la mezcla por mi cuerpo como si se lo hiciera así misma, como si no se percatara de que sus manos estaban recorriendo el cuerpo desnudo de un, hasta hace poco, desconocido.

Tras finalizar con las piernas llegó a la parte más temida, mi cintura. Sus movimientos fueron rápidos pero eficaces. Cerré los ojos cuando noté sus dedos pasar por el tronco de mi pene, continuando con movimientos circulares en los testículos hasta que quedó todo cubierto. Por culpa de la erección se veía una pequeña elevación que marcaba la diferencia con respecto al resto de las extremidades inferiores. Pasó sus dedos y los entrelazó con mi vello púbico.

- Hace cosquillas- me dijo. A continuación sentí sus manos sobre la pecho y cuello. Seguro que notó mi pulso acelerado.

Acabo el reconocimiento corporal, y volvió a su posición original. Notaba el barro endurecerse sobre mi cuerpo. Formaba una capa que me hacía sentirme protegido. Me sentía en armonía y paz. El nivel de relajación fue inmenso. Ya sabía porque venía Let todos los días a cumplir su ritual. Ya sabía porque no le importó que yo estuviese delante. La sensación que sentía era superior y merecedora de “sufrir” cualquier otro tipo de pudor o vergüenza. Logré mi objetivo, conecté con ella.

-Let, gracias- dije mientras observé una ligera sonrisa de satisfacción en su boca. Se que ella podía sentirse como yo. Habíamos encontrado a alguien que nos respetaba y comprendía.

Me sentí trascendente en el universo, tan trascendente como el sentir de su mano sobre la mía.

Final del tercer capitulo de nuestra historia, espero que les esté gustando y esperen con ansias el desenlace. No olviden comentar y dejar sus impresiones.