miprimita.com

Dos.

en Erotismo y Amor

Dos

Otro mes más se acaba, en este caso junio. Me sorprendía lo rápido que pasaba el tiempo. Como si fuese ayer, recuerdo como Irene y yo comenzamos las clases de danza a la edad de 6 y 5 años respectivamente. Amigos desde siempre.

Nos conocíamos desde entonces y éramos como hermanos. Jamás se me hubiese ocurrido entablar ningún contacto sexual con ella. Básicamente porque a mí lo que me gustaban eran los chicos. Quizá ese pequeño detalle…

¿Un chico y una chica pueden ser solo amigos? Yo diría que sí, y a lo largo de los años lo hemos demostrado y todo el mundo lo respeta. Quizá se tardó más en respetar mi orientación sexual, pero en ella siempre encontré mi apoyo y mi guardia. Ella fue la primera en enterarse y jamás la vi dudar de mí. Toda la vida nos hemos criado en un pequeño pueblo de la provincia de Segovia. Los tiempos cambian pero ciertas personas no. La libertad y el respeto que concede una gran ciudad respecto a esos temas los envidio profundamente.

Un año ya desde que se fue. Cosas de la vida. Las necesidades que implican hacerse mayor y ser adulto. Tener sueños y esperanzas que sabía que Irene necesitaría huir de aquí para satisfacerlas. Me dolió su pérdida, su abandono. No podía hacer nada. Nadie podía.

No fue la primera persona que nos dejó. A decir verdad, aunque fuésemos dos personas en nuestro cerco personal, llegamos a ser más. Gente que venía y se iba. Gente que cambia de opinión y empieza a ver el mundo de otra manera y notas un cambio. Pero ella estaba ahí.

Irene era mi cielo. Aquella chica alta y delgada que me acompañaba a todos los lados y que hacíamos todo juntos. Todo.

Mi primer día yendo a la clase de aerobic me resultó duro. No tenerla allí para recibirme y charlar de nuestras cosas. De chicos, de sentimientos, de tonterías… pero nuestras cosas. Era un año mayor que yo y siempre noté esa diferencia, pero nuestro amor fraternal era mas fuerte. Cuanto la extraño…

Al cumplir 18 su determinación la llevó a la capital a estudiar. En realidad no estábamos tan lejos, pero para mí era un mundo. Comenzaba su periplo por la universidad y a mí un año encerrado en aquel lugar.

La danza fue lo que nos unió y en lo que invertíamos todo nuestro tiempo. Bueno, al principio la danza, luego el ejercicio a secas. Nos gustaba mucho el aerobic y el spinning, vaya cuerpazos nos gastábamos. Estoy convencido que éramos la envidia del lugar.

Teníamos nuestras costumbres y gustos que nadie entendía. ¿Dije que hacíamos todo juntos? Así era. Nuestras madres ya no eran capaces de vernos separados. Comíamos, paseábamos, estudiábamos, aseábamos, dormíamos… todo. Recuerdo especialmente un verano en el que acababa de cumplir los 13, en el que pensé que nos íbamos a convertir en siameses.

Aquel peculiar verano se dio un hecho que nos marcó y nuestra necesidad de estar juntos se acrecentó. Una de nuestras amigas más preciadas nos dejó. La muerte de su padre les llevó a ella y a su madre a trasladarse a otro lugar. Nunca volvimos a saber de ella. Pobrecilla, nuestra amiga con su particular comportamiento y forma de ser nos marcó.

Una calurosa tarde de verano fui a casa de Irene, que raro. Al llegar allí me dio la noticia y estuvimos llorando desconsoladamente. Decidimos que no nos dejaríamos el uno al otro y con la cantidad de tiempo del que disponíamos eso hicimos. Prácticamente vivía en su casa.

- ¿Necesitas toalla o te aún quedan? – preguntaba asomada a la puerta.

- No creo yo que se necesite toalla en este tiempo, pero dame una por si acaso.

-Yo cogeré una para el pelo. – dijo mientras salía del baño a por ella.

Me fui quitando la ropa, en nosotros era algo normal y que hacíamos con naturalidad. Había más tensión cuando interponíamos barreras entre nosotros y no queríamos. Una vez desnudo me metí a su ducha y fui regulando el agua para que no se la encontrase desagradable al entrar. Si, la ducha también compartíamos. Y era donde más nos reíamos, las diferencias corporales entre un chico y una chica suscitan demasiadas risas, pero el paso del tiempo acrecentó nuestra confianza.

No recuerdo un solo día que me provocase una erección. Y no porque no fuese atractiva, era bellísima, simplemente era mi hermana y me excitaban los penes…

Quizá para ella fuese más complicado al principio, yo sabía de sobra de su heterosexualidad, y aunque fuese su hermano, un chico no deja de ser un chico. También, los cuerpos de las chicas sufren más cambios durante la pubertad, y eso pues marcó una época. Se le desarrollaron los pechos y le empezó a salir vello en el pubis. Se me iba la mirada y ella se avergonzaba.

-Ya vale, ¿no? – me dijo levemente ofuscada. – Es solo carne.

-Pero no deja de ser gracioso. – respondía entre risas.

-Parece que te vas a volver hetero perdido…

-No lo creo, solo miro por curiosidad nada más. Además se notaría si me gustase – respondí bajándome el pantalón y mostrando mi pene. – Estaría palote.

-Lo que te pasa es que aún la tienes enana – respondió mofándose. – Cuando entres en la edad del pavo te la vas a estar pelando pensando en mí, guarrete – mientras simulaba el gesto de una masturbación.

-Eso te encantaría, ¡eh! – la espeté mientras movía mi prepucio de arriba abajo simulando masturbarme.

Jamás paso eso.

No hubo jamás ningún tipo de contacto sexual, pero si contacto. Ya no recuerdo la de veces que le sobaría los pechos. Mis homosexuales manos habían catado más seno que cualquiera del pueblo, y eso nos divertía.

Comencé a enjabonarme cuando noté que ya acudió, no quería esperar ahí derrochando agua. Antes de entrar tuve que volver a esperar porque aquí la amiga era una meona y no era capaz de aguantar 5 minutos, aunque mejor ahí fuera que en la ducha, sinceramente.

-Es que he bebido mucho té – se excusaba.

-A este paso me arrugo aquí dentro – mientras corría la mampara.

-Ten cuidado que salpicas – decía mientras se limpiaba.

-Nunca he entendido eso, si ahora te vas a limpiar entera.

-No seas cerdo – replicó entre carcajadas - ¿de veras quieres que entre así?

-No es para tanto, a mí me da igual. – comenté mientras entraba a la ducha - ¿Quieres que te lo haga yo? – bromeé mientras pasaba la mano por su entrepierna.

-¡Para que me corro! – grito entre risas.

-No te lo crees ni tú – respondí riendo. – Ya sabemos que eso no es cierto.

He contado una mentira, más bien una mentirijilla. Siempre decimos que nunca ha habido contacto sexual entre nosotros, no es del todo cierto. Los cambios hormonales y la curiosidad acerca del sexo nos llevan a cometer locuras. Bueno, una.

Sucedió una semana antes de la escena tan habitual recientemente relatada. Una aburrida noche de películas que habían acabado y la típica programación nocturna hicieron el resto. Si, porno. Los dos nos miramos sorprendidos y sin reaccionar ante las imágenes tan eróticas que se mostraban ante nosotros. No dijimos nada, solo observamos.

-Toda la vida viéndome desnuda y tocándome, y ¿ahora te empalmas? –dijo Irene mientras señalaba mi marcada entrepierna. – No sé si sentirme ofendida.

-Joder, pero que quieres que le haga. No es mi culpa si sale el tiparraco ese con el rabo colgando. – respondí mientras trataba de alcanzar un cojín para cubrirme.

-No no, nada de taparse. Nunca he visto un pene duro. – comentó mientras me bajaba la prenda. – Tengo curiosidad, déjame.

Mi erecto pene se mostró ante ella bajo su curiosa mirada. Estaba avergonzado delante de ella, cosa que pocas veces pasaba.

-Es gracioso, mira como rebota. – añadió mientras le daba golpecitos a modo de resorte.

-Bueno ya es suficiente, ¿acaso voy yo metiéndote dedos por ahí?

-Hombre, me harías un favor sinceramente. Me ahorrarías trabajo.

-Hay que ver lo cerda que eres. – respondí sin contenerme la risa.

Nos reímos pero la misma idea cruzó nuestras mentes. Jamás nos habíamos sentidos atraídos sexualmente, pero quizá fuese porque nuca lo habíamos intentado.

-¿Tú te haces pajas? – me preguntó muy seriamente.

-Ambos sabemos que mentiría si dijese que no. Y no me mires con esa cara que seguro que te lo tienes desgastado ya de tanto frote. – respondí imitando su supuesta masturbación.

-Las señoritas no hacemos esas cosas.

Ambos sabíamos que mentía. Nunca nos masturbamos juntos. Nuestra relación era pura. El sexo estaba excluido permanentemente aunque compartiésemos situaciones desnudas y tocamientos.

-Nunca hemos probado la verdad… - comenté mirando su entrepierna.

-Es verdad, quien sabe…

-¿Y si…? ¿No sé?, bueno… - continué entrecortadamente.

-Tengo curiosidad, y no se me ocurre mejor persona.

-¿Ahora?

-Hombre, deberíamos aprovechar… - dijo señalando mi pene. – jamás volverás a estar así…

-Pero solo tocar, no quiero meterte nada por ahí. No quiero que un gay sea el primero en desvirgarte…

-Empiezo yo. – dijo convencida mientras me agarraba el pene.

Aprovechando mi erección comenzó a deslizar mi piel de arriba a abajo con calma, con sumo cuidado como si se fuese a romper.

La situación en sí me gustaba, una paja es una paja, lo malo es que viniendo de ella no me satisfacía.

-No sé, esto no es para tanto. – dije mientras notaba como me empezaba a bajar la firmeza.

-Déjame intentar una última cosa.

Sin más dilación, se lo introdujo en la boca en un último intento de salvar la erección que se iba diluyendo. Mal, no sé, me esperaba otra cosa. Quizá en las películas lo exageraban pero no me resultaba placentero. Solo notaba ligeras cosquillas y mucha humedad.

-Nah, no funciona. Esto no va a ninguna parte. – dije mientras apartaba su boca. – No me traes de la otra acera.

-Bueno por lo menos he practicado.

-Sí, porque falta te hace. – comenté bromeando.

-Mi parte del turno.

Se desprendió de sus pantalones y braga dejando al aire su pubis.

-Si lo llego a saber me depilo…

-Da igual, es solo pelo.

Acerqué un dedo a su cavidad y noté su humedad. Claro, ella seguía siendo tan heterosexual…

-No metas más que me rompes. Con cuidado, ¿eh?

Presioné un poco más hasta que noté un tope, debía ser su himen. Cesé mi labor y me centré en su clítoris. No había que ser muy listo para saber que de ahí lograría satisfacerla. Fui palpando hasta que vi cómo le cambió el gesto. Premio.

Comencé a pasar mi dedo por la zona esperando una satisfacción plena por su parte, pero no fue así. Mi falta de práctica aunada a la nula atracción sexual que sentíamos no facilitaba el proceso. Lo noté en ella después de la reacción que sufrió al pasar mi dedo por su clítoris.

-Es que no consigo relajarme… Tú ahí sentado…

-Vale pues te voy a copiar entonces. No me mires anda…

Me incliné hacia su vagina buscando lamerla y darle placer oral. Que sensación más desagradable. Era un olor inusual y de sabor salado que me hacía querer apartarme pero debía cumplir con mi parte. Dudo que a ella le hubiese gustado llevarse mi pene a la boca, aunque a mí no me hubiese importado uno…

Continué con mi labor a la que comencé a acostumbrarme, no iba a rendirme. Mi lengua recorría activamente su clítoris y los alrededores. No funcionaba. Era un negado.

-Mejor para porque ya veo que nos podemos tirar aquí tres horas.

-Somos unos negados de cuidado.

-Al menos sabemos de algo que ya no vamos a compartir… A partir de ahora cada uno a lo suyo. – comenté mientras exageraba el acto de masturbarme. – Menos mal que me tengo a mi mismo, porque si de ti dependiese…

-Habló aquí el maestro sexual. Te recuerdo que conmigo no has podido…

-Lo tendrás roto, no es mi problema.

Estallamos a reir tratando de mantener la seriedad. Eso fue el mayor contacto que tuvimos, y fue un fracaso. Al menos sirvió para hacer una valoración de nuestra amistad que rozaba lo fraternal. La amaba.

[…]

Salía por la puerta del vestuario solo, sin su compañía. Había sido un año muy largo que por fin acababa. Era tiempo de desconectar.

Hasta aquí mi nuevo relato en el que exploro otros temas. Espero que les haya gustado y no duden en dejar sus impresiones. Les espero en futuros relatos.

¿Tendrá continuacion esta historia? Solo el tiempo y la imaginacion de un servidor lo dictaminará.