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Carnaval

en Hetero: General

Al llegar a casa, encuentras un sobre blanco, de los gruesos, en tu buzón.

Julián

No añade nada más. Lo abres cuando ya estás dentro de casa y has podido soltar todos los bultos que llevabas. Al abrirlo, cae una cuartilla perfectamente doblada.

C/ Goya, 50 - 28001 Madrid

Tienes que pasar a buscar un paquete

Y ponerte lo que haya dentro el viernes

Ya te diré dónde tienes que ir…

¡Confía en mí!

Besos,

P.

Leer ese mensaje hace que tu estómago se contraiga unos segundos. No es que no confíes, es que la probabilidad de que sea algo que no harías normalmente es muy elevada. Sales a correr y no dejas de darle vueltas. Incluso en la ducha, en vez de pensar en cosas más placenteras, sigues rumiando los pocos datos que tienes.

Te metes en google maps y lo buscas. Una tienda de disfraces. Te pilla fatal ir hasta allí. Y los disfraces nunca han sido tu fuerte. Llegas a meterte en tu correo y redactas una educada negativa a seguir mi plan, pero, por algún motivo que se te escapa, no llegas a enviarlo. Si al día siguiente sigue sin hacerte gracia, lo enviarás, decides. Te vas a la cama a leer un rato y te quedas dormido.

 

Por la mañana tienes un nuevo sobre con tu nombre esperándote encajado en la ventanilla del coche.

Julián,

Sé que no te gusta disfrazarte.

Es sólo una noche, va a ser divertido y muy excitante

Por favor, hazlo y no discutas

Dijiste que confiabas en mí

Ahora no te eches para atrás…

Además, si te portas bien, tendrás tu recompensa…

Besos,

P.

Esa tarde, resignado, te metes en un atasco monumental y aparcas en doble fila jurando y perjurando entre dientes que más me vale que la recompensa merezca la pena. En la tienda preguntas por un paquete a nombre de Julián, y la dependienta te lo entrega envuelto en papel de estraza. Prefieres verlo en casa. Cuando al fin lo abres, tu cara sólo refleja una pequeña decepción. “¿Batman? Pero si ya no es trendy…”, piensas. Aun así, no te parece mala elección. Mejor ir del caballero oscuro, como lleva máscara será más fácil evitar que te reconozcan y no te dará tanta vergüenza.

 

El viernes por la mañana vuelves a encontrar un sobre en la ventana de tu coche, y te preguntas de dónde saco el tiempo y por qué no te llamo cuando estoy allí y me dejo de tantas tonterías. Esta vez, el sobre es un poco más abultado, parece que hay algo blando dentro, no sólo una cuartilla de papel como las otras veces. Lo abres con una punzada de curiosidad.

Julián,

A pesar de que no te gustan los jueguecitos,

Me estás siguiendo la corriente.

Así que ya te has ganado parte de tu recompensa.

Observas con una sonrisa fugaz el tanga negro con la silueta de las picudas orejas de Catwoman en color amarillo y sigues leyendo.

Continúa portándote bien, y yo me portaré muy

(pero que muy, muy, muy)

Bien contigo.

¡Estoy deseando verte esta noche!

Besos,

P.

Parece que ya te hace algo más de ilusión lo del disfraz…

 

Llegan las 20:30h. de la tarde del viernes y estás en calzones frente al espejo. Sacas el disfraz de su bolsa y ves que tiene toda la parte delantera llena de músculos. Igualar al señor Bale iba a ser complicado, pero con una pequeña ayudita... ;)

Te enfundas tu disfraz y te observas en el espejo antes de ponerte la máscara. Te gusta lo que ves. No es algo que hubieras elegido, pero ahora estás contento con tu disfraz. Y el anonimato siempre es un punto a favor.

Sales de tu casa un poco avergonzado, pero te cruzas con varias personas disfrazadas de camino a la boca de metro, con lo que dejas las inseguridades aparcadas un rato y te propones disfrutar de la noche. Te he citado en el Círculo de Bellas Artes, y entregas tu entrada a una chica muy guapa en la puerta. Te indica dónde está la zona del baile y hacía allí te encaminas mientras ella te sigue con la mirada, buscando entre la gente sin darte cuenta de su reacción. Aún es pronto, por lo que no será difícil que nos encontremos.

Sientes la vibración de tu móvil. “Mmmm... siempre pensé que te sentaba bien ser un poco oscuro y mira, he tenido razón!”. Giras sobre ti mismo, intentando localizarme sin éxito. Cuando empiezas a sentirte un poco frustrado, vuelve a vibrar tu móvil. “Cat Woman siempre entra por los tejados”. Elevas la mirada, y en uno de los balcones del segundo piso me ves asomándome. Hago un gesto con la mano como si te arañara con mi garra de gatita. Te llega directamente a las entrañas y vas hacia las escaleras sin dejar pasar ni un segundo. No has podido ver bien mi disfraz, pero lo que sí has visto es el escotazo que llevo, como te prometí.

Nos encontramos a medio camino de la escalera del segundo piso. Ahora sí te paras a mirarme. Un traje de cuero de cuerpo entero, negro brillante, con mucho escote. Botas altas de tacón, que llegan más arriba de las rodillas. Por supuesto, mi correspondiente máscara. Me giro sobre mí misma para que continúes con tu escrutinio y ves la cola de gatita con un lazo rojo que completa mi atuendo. Subes las escaleras de dos en dos hasta que te sitúas en un escalón debajo del que estoy yo. Apartas tu máscara hacia arriba y me besas en los labios delicadamente. Siento tu anticipación contenida, la excitación que sientes. El beso se vuelve más urgente, tus manos se agarran a mi culo y me acercan todo lo posible a ti. Te araño con mis uñas suevemente en la nuca, haciéndote estremecer. Me agarras con más fuerza y te frotas contra mí. Queda patente tu erección entre nosotros. Entre risas, consigo apartar ligeramente nuestros labios, te doy otro beso (de propina) y agarrándote la mano te llevo a la pista de baile.

Rodeados de desconocidos, te hago bailar al son de cada canción hortera que suena. Sé que odias esta música, pero veo que te lo pasas bien. Te sueltas cada vez más, igual el alcohol también tiene una parte de culpa. No paramos de tocarnos, de rozarnos, de frotarnos al ritmo machacón que suena.

Llega un momento en el que sólo nos besamos, ignorando a la gente que nos rodea, que nos empuja de vez en cuando, que nos sobra. “¿Nos vamos”, me dices. Asiento y salimos de allí cogidos de la mano. Paramos un taxi y le doy la dirección de un barrio un poco más pijo de lo que pensabas. Enarcas tu ceja con sorpresa, me hace mucha gracia y te doy un beso como premio. Nos pasamos todo el viaje haciendo manitas. Sin besarnos más, ni volvernos locos. Simplemente, haciendo manitas. Sin apartar nuestras miradas. Pago al taxista y te guío hasta mi portal. Subimos en ascensor, hasta el cuarto piso. Abro la puerta silenciosamente y una vez dentro, no te abalanzas sobre mí como estás deseando, te contienes. Miras a tu alrededor con curiosidad.

- Estamos solos, Julián.

A oscuras, continúo avanzando por la casa y me sigues algo nervioso. Te golpeas en el muslo con una mesilla que no consigues esquivar, y sueltas un “joder” contenido. Escuchas cómo me río entre dientes y me agarras por detrás, de la cintura, sujetándome, impidiendo que siga avanzando. Tiras tu máscara al suelo y empiezas a besar mi cuello, sintiendo mis curvas a través del disfraz, recorriendo mis costados con tus manos, bajando hasta mis caderas, pegándome a ti, volviendo a subir y rodeando mis pechos. Los sujetas desde abajo, ampliando mi escote. Alargo mi mano y enciendo una lámpara, que nos brinda una luz tenue. Desde la situación en la que estás, miras mis pechos embelesado. Te liberas de los guantes de Batman y bajas tu mano para palparlos por fin sin telas de por medio. Mi disfraz se pone más tirante en esa zona y siento tu frustración. Intento desabrochar los botones, que están camuflados, pero me cuesta conseguir apartar tu mano los segundos suficientes para hacerlo. Cuando ves el resultado, te alegras de haber apartado tu mano para dejarme espacio (aunque haya sido a regañadientes). El sujetador es de la misma tela que el disfraz, y a juego, te das cuenta ahora, con el tanga que te envié. ¿Eso significa que va sin nada debajo?, te preguntas. Mientras lo piensas, yo me quito las botas, dejándolas a un lado.

Pero Batman no pregunta, Batman actúa. Así que ahora que ya te sabes el truco de los botones camuflados, los vas desabrochando con tu mirada fija entre mis piernas. Cuando tienes el suficiente espacio para meter tu mano, lo haces con decisión. Te encuentras una pequeña tela blanca semitransparente, que parece integrada en el disfraz. La sientes húmeda, fruto de nuestras caricias y frotamientos. Yo sigo dejándome hacer, me gusta tu forma de actuar, me pone cachonda.

Sientes mi humedad y me acaricias suavemente. Me muerdo el labio inferior y decides explorar un poco con tu dedo, comprobar el nivel de mi excitación. Metes el dedo y mi gemido te llega directamente a la polla. Ahora que has desabrochado mi disfraz hasta la cadera, no sabes cómo seguir. Me ayudas a sacar los brazos, dejando que la parte superior del disfraz quede colgada de la cintura, llevándote el sujetador por delante, y te quedas mirándome como esperando instrucciones.

- Tira, Julián.

Me obedeces (por una vez) y tiras, sin resultado. Vuelves a tirar y escuchas un pequeño chasquido. No entiendes bien cómo funciona, pero atisbas la piel de mi pierna, así que vuelves a pegar un tirón. Todo el disfraz está unido con corchetes, que se van soltando con tus tirones cada vez más impacientes. Finalmente, sólo está unido por el último, que está justo en el centro, entre la unión de mis piernas. Te arrodillas frente a mí y elevas una de mis piernas, acariciándola por el camino, colocándola sobre tu hombro. Desabrochas ahora con cuidado el último corchete, casi con reverencia. Cuando lo haces el disfraz cae al suelo por fin. Me tienes desnuda frente a ti, con el antifaz de Cat Woman por única vestimenta. Sientes mi calor, mi excitación, la hueles, la palpas ahora con tus dedos.

- Ummmmm... Julián... Quiero que me comas el coño así, con el disfraz de Batman puesto...

No me haces esperar. Pasas tu lengua lentamente y sientes que la única pierna en la que me apoyo tiembla. Vuelves a pasarla con exasperante lentitud, jugando con tus dedos al mismo tiempo. Tu pulgar se acerca con caricias circulares a mi clítoris mientras tu lengua se va familiarizando con cada pliegue de mi ser. Mis gemidos aumentan en volumen y en cantidad, y eso espolea tus esfuerzos. Mis manos se agarran a tu pelo, dando pequeños tirones para dirigirte exactamente donde quiero. Estoy siendo egoísta centrándome sólo en mi placer, pero no todos los días tengo a Batman comiéndome el coñito en el salón de casa de mis padres, así que quiero disfrutarlo a tope.

Continúa tu lengua dándome placer, acompañada por varios de tus dedos. Aumentas el ritmo y te acompaño con mis gemidos y grititos. Tienes la polla como una piedra, pero sigues centrado en mí. Decides probar algo, a ver si me dejo. Sacas los dedos de mi coñito, empapados, y llevas el índice a la entrada de mi culito. Lo introduces lentamente, sintiendo cómo contraigo mis músculos. Tu lengua no deja de penetrar mi coñito y el pulgar de tu otra mano acaricia cada vez más rápido mi clítoris. Empiezas a mover tu dedo hasta que me follas el culito con tu dedo al mismo ritmo que tu lengua hace lo propio con mi coñito. Esa sobreexcitación de mis sentidos hace que me corra entre gritos de placer, agarrándote la cabeza, murmurando algo de Batman dedicándose a hacer el bien.

Como puedo, bajando la pierna que descansa sobre tu hombro para no caerme, me dejo caer sobre un sofá cercano y me sigues, lanzándote sobre mí. Acabas de hacer que me corra como una loca, pero al sentir el bulto de tus pantalones contra mi cuerpo me enciendo de nuevo, maniobrando contigo para ponerme a horcajadas sobre ti. Me froto sobre tu polla como una gata en celo, haciendo que mis pechos boten frente a tu cara, acercándome todo lo posible. Estoy tan sensible, que al volver a frotarme con tu polla dura y gorda, empiezo a correrme de nuevo, menos escandalosamente esta vez. Me quedo sobre ti, quieta, intentando recuperarme. Besas mi mejilla, mi cuello, erizas mi piel. Acaricias mis pezones, consigues su respuesta. Tus manos amasan ya mis pechos cuando consigo reaccionar y busco la forma de sacarte del disfraz. Colaboras conmigo y me gusta mucho lo que veo cuando te tengo en ropa interior frente a mí.

Deslizo tu calzón hasta el suelo y agarro por fin tu polla con mi mano pequeña y algo fría. Palpita con fuerza. Me comes la boca, no puedes esperar más. Me giras sobre mí misma, y apoyas mi estómago sobre el respaldo del sofá. Con una mano en mi cadera y la otra guiando tu polla, mis piernas abiertas para ti, me penetras al fin con un gruñido de satisfacción. Sentir tu polla llenándome de esa forma hace que mis gemidos vuelvan a escucharse con fuerza.

- No sabes las ganas... que tenía de... follarte, Patri —dices mientras comienzas un metesaca y aumentas el ritmo poco a poco—... desde que he visto... el escotazo que llevabas... asomándote para que te viera... y me has hecho esperar mucho —acompañas tus palabras de un azotito que recibo gustosa, agarrándome con fuerza al respaldo ya que tus embestidas son cada vez más rápidas, tu polla llenándome por completo, tus manos agarradas con desesperación a mi cadera—... me has provocado... bailando en plan zorrita... y ahora voy a darte tu merecido... ummmm... ¿te gusta así?... eh, zorrita, ¿te gusta?

Siento lo cachondo que te pone hablarme así y acompaño tus palabras con gemidos en vez de contestar, porque no puedo concentrarme lo suficiente para articular palabra. A estas alturas, tus embestidas ya son brutales, ambos sabemos que estás a punto de correrte y bajo mi mano para acariciar mi clítoris acompasándome a tu ritmo casi demencial. Un gemido roto escapa de tus labios cuando sientes como esa mano que se centraba en mi placer rodea suavemente tus huevos desde abajo. Te corres estruendosamente con gruñidos de satisfacción mientras me sujetas con fuerza para que no me mueva. Me pone tan cachonda ese gesto tan terriblemente machista que me corro contigo, estremeciéndome al sentir tu leche llenándome. Caes sobre mí sin sacar tu polla de mi interior, apoyando tu frente sobre mi hombro.

Inevitablemente, tu polla va bajando poco a poco y acaba saliendo de mi interior, haciendo que parte de tu leche resbale lentamente por mis muslos. Tus manos vuelven a mis pechos mientras besas mi cuello con languidez. No dejas de acariciarme aunque ambos estemos agotados. Tus caricias son tiernas y suaves, y como puedo me incorporo y tiro de tu mano para guiarte. Entramos en una habitación también a oscuras y me sigues a trompicones. Soltando tu mano, me acerco a la mesilla, me inclino y enciendo la suave luz de una lamparilla. Me giro y veo tus ojos clavados en mi culo. Ya no se atisba la suavidad que delataban tus caricias hace escasos segundos.

Riéndome quedamente, te pregunto:

- ¿Preparado para otra ronda?