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Miguel (2)

en Erotismo y Amor

Mmmm... que agradable... estaba teniendo un sueño erótico, en el que un hombre guapo, fuerte y muy cariñoso me lamía entera... mi cuerpo se desperezaba lentamente mientras el placer seguía haciendo su efecto... estaba cada vez más despierta, pero no quería abrir los ojos, para que no desapareciera mi sueño... al recuperar poco a poco la consciencia, me di cuenta de que no estaba soñando... había una lengua acariciando suavemente mi intimidad, metiéndose dentro de mí... una lengua juguetona, que exploraba mi coñito como si ya lo conociera... una lengua que conocía mis puntos débiles, las zonas que me hacían gritar de placer... una lengua que estaba dentro de mí ahora mismo, que me provocaba sensaciones increíbles... que me alejaba de mis pensamientos, que me hacía olvidar el resto del mundo... bajé lentamente mis manos, sin abrir aún los ojos, y acaricié su pelo, suave, limpio, oliendo maravillosamente a champagne... él sintió mis manos acariciarle la cabeza y siguió comiéndome cada vez con más voracidad... aumentó el ritmo y empezó a mezclar las caricias de su lengua y su boquita con sus dedos... cuando sentí dos de sus dedos penetrarme se me escaparon un par de gemidos... mi orgasmo se acercaba rápidamente, yo podía sentir ya los espasmos en mis músculos... me puse tensa, anticipándolo, él también lo notaba y lo hacía más deprisa, movía sus dedos dentro de mí mientras su lengua acariciaba mi clítoris... quería que me corriera en su boquita y lo hice, me abandoné completamente a él... grité al correrme, era demasiado placer para guardarlo dentro de mí...

Sentí su cuerpo colocarse sobre el mío y abrí por fin los ojos... Miguel estaba frente a mí, sonriéndome, y empezó a besarme apasionadamente...

Buenos días, princesa...

Así que cuando me invitabas a desayunar, me estabas invitando realmente a ser tu desayuno... – le dije yo, sin parar de besarle – eres muy juguetón, Miguel...

Su cuerpo estaba caliente, desprendía sensualidad por cada poro de su piel... yo acababa de tener un orgasmo, pero no podía evitar responder a su cuerpo, que se acoplaba al mío con una facilidad pasmosa... su polla se acopló entre mis piernas y él hacía un suave movimiento de vaivén con su cadera que hacía que acariciara levemente mi clítoris... sus manos no se alejaban de mis pechos y su boca no abandonaba la mía... me mordió suavemente mi labio inferior y eso me hacía volverme loca... él lo sintió y volvió a hacerlo... empezó a mordisquearme los labios y decidió bajar lentamente por mi cuerpo, dándome mordisquitos por el cuello, donde pasó largo rato, excitándome, haciéndome sentir la mujer más caliente y deseada del mundo... siguió bajando hasta que se encontró con uno de mis pechos... lo besó y lo lamió entero, siguió dándole mordisquitos y llegó al pezón, al que se agarró con su boca y empezó a comérmelo lentamente, jugando con su lengua en mi pezón...

Mis manos estaban dedicadas a su espalda, musculosa y fuerte a la vez que suave... subí mis manos hasta su cabeza y le separé levemente de mi pecho... él gruñó y volvió a coger mi pezón entre sus labios... yo reí y volví a apartarle...

Sólo quiero que estés más cómodo, cariño...

Esta vez sí se dejó hacer... me incorporé y le empujé ligeramente sobre el pecho para que se tumbara boca arriba en el centro de la cama. Me subí a horcajadas sobre él, moviendo mis caderas hasta que mi coñito se encontraba a escasos centímetros de su polla... recliné mi cuerpo hasta que mis pechos estaban cerca de sus labios... él subió su cabeza hasta que atrapó uno de mis pezones con sus labios y empezó a acariciarme el otro pecho con una de sus manos... su otra mano se dirigió a mi culito, apoyó la mano sobre él e intentó empujarme hacia abajo, pero yo me resistí...

Aún no, cariño, aún no...

Vamos, princesa, por favor... te necesito... no me tortures así...

Está bien, vamos a jugar a una cosita... – le dije, mientras él me miraba desesperado, pero sonriendo – tú tienes que intentar metérmela hasta el fondo y no puedes utilizar las manos, yo te lo voy a poner difícil... si lo consigues, podrás pedirme lo que quieras como premio... ¿qué te parece?

Que me vas a dar mi premio justo después de que consiga hacerte llegar al orgasmo más intenso de la mañana...

Me incliné para darle un beso en los labios y él subió su cadera... pero yo ya me esperaba algo así y subí la mía, consiguiendo que ni siquiera rozara mi piel... llevé sus manos con suavidad al cabecero de la cama y volví a colocarme a horcajadas sobre él, con su polla a unos centímetros de mi coñito...

Vi cómo se tensaban los músculos de sus brazos y pensé que volvería a intentarlo, así que me preparé... él mientras me estaba contando algo sin mucho sentido, sólo quería distraerme... lo intentó un par de veces y falló... yo me reía, él me sonreía, pero tenía una mirada calculadora... de pronto hizo algo que me descolocó completamente... subió de forma muy rápida sus rodillas, sujetándome e impidiéndome que pudiera echarme hacia atrás y en ese momento subió su cadera y me penetró limpiamente, hasta el fondo y sin utilizar las manos, como habíamos acordado...

Ahora sí, princesa, ahora sí que eres mía... – dijo mientras empezaba a moverse, colocando sus manos en mis caderas - ¿preparada para disfrutar?

No, cariño – dije mientras apartaba sus manos y las volvía a colocar sobre el cabecero de la cama – sigue ahí agarrado, relájate y déjame hacer a mí...

Sin dejar que su polla saliera de mi interior, me coloqué en una postura más cómoda sobre él, le sentía dentro, caliente y palpitante y eso me hacía estar excitada hasta un punto difícil de explicar...

Empecé a mover mis caderas de lado a lado, colocando mis manos en su pecho, pellizcando suavemente sus pezones y jugando con los pelitos de su pecho mientras mis movimientos le hacían morderse el labio y cerrar los ojos de placer...

Seguí moviéndome, lentamente, con movimientos muy sensuales... quería que disfrutara visualmente además de con la penetración y, al parecer, lo estaba consiguiendo, porque Miguel estaba muy excitado y no podía evitar que se le escaparan gemidos con ciertos movimientos de mi cadera... tenía los nudillos blancos de la fuerza con que se agarraba al cabecero...

Me vuelves loco, nena... no pares de hacer eso... así, justo así... mmmm... eres una diosa, princesa, nadie me había hecho disfrutar tanto...

Yo me sentí tan halagada que empecé a acelerar el ritmo... el roce era cada vez más intenso entre nuestros cuerpos y sabía que él ya llevaba un rato preparado para el orgasmo...

Cada vez iba más deprisa, estaba cabalgándole y eso parecía hacerle enloquecer... de pronto, soltó sus manos, las colocó en mi cintura y empezó a llevar él el ritmo... me movía deprisa, me paraba, me movía la cadera en círculos y otra vez me hacía cabalgarle... veía gotitas de sudor en su frente pero su cuerpo no daba muestras de cansancio... el mío tampoco, el placer que nos dábamos mutuamente servía como aliciente para seguir moviéndonos, para no parar, para seguir provocándonos todas estas sensaciones...

Él llegó a un punto del que no había retorno y empezó a moverme rítmicamente, con fuerza, sin parar ni un segundo y eso hizo que mi orgasmo estallara, incontrolable... mientras yo me estremecía, sentí salir disparado su semen dentro de mí... me dejé caer sobre su cuerpo, que me acogió cálidamente... nos acurrucamos cada uno en la silueta del otro, sin separar la unión de nuestros sexos, y empezamos a besarnos perezosamente, recuperando el aliento de labios del otro...

Miguel se incorporó, arropando nuestros cuerpos sudados con la sábana... enmarcó mi cara entre sus manos y se quedó mirándome... yo me reía, nerviosa ante el inesperado examen al que me estaba sometiendo... no sé que calificación me puso, pero al parecer aprobé, porque me sonrió y volvió a tumbarse junto a mí...

¿Dormimos un rato, princesa?

Yo no podía ni contestar, estaba agotada, así que asentí con la cabeza y cerré los ojos...

Me desperté antes que él. Estaba increíblemente guapo cuando dormía... me dieron ganas de despertarle como él me había despertado a mí esa mañana, pero decidí darnos un poco de tregua... llevábamos toda la noche y toda la mañana haciendo el amor sin parar, estaba cumpliendo su "amenaza" de la noche anterior...

Me levanté en silencio, fui al comedor y encontré la camisa que Miguel llevaba anoche, cuando llegamos a su casa, y me la puse para no estar desnuda... Busqué la cocina y pensé en hacerle un desayuno... Intenté no hacer ruido, pero algo sí que debí de hacer, porque una de las veces en que me di la vuelta, le vi, apoyado en el quicio de la puerta, mirándome... llevaba una toalla enrollada en la cintura... le sonreí y le ofrecí lo que había preparado para desayunar... se sentó y me atrajo hacia su cuerpo, abrazándome con una ternura que me estremeció de los pies a la cabeza... me miró fijamente a los ojos y me acarició la mejilla...

¿Qué tienes pensado hacer este fin de semana?

No tenía ningún plan – le dije mientras ambos desayunábamos con apetito, el "ejercicio constante" nos había dejado sin fuerzas - pero no me importaría nada pasarlo aquí contigo...

¿Tiene que ser aquí?

Le miré extrañada, no pensé que le hubiera molestado que siguiéramos en su casa, de hecho, había sido él quien había sugerido ir a su casa anoche...

Me encanta que estés aquí, pero me gustaría llevarte a un sitio... pero está un poco lejos... y tendríamos que pasar allí la noche...

Podemos pasarnos por mi casa, necesitaría coger algo de ropa y dejar una nota a mis padres para que sepan que me voy el fin de semana...

Aunque antes podíamos – dijo mientras metía su mano bajo la camisa que cubría mi cuerpo y empezaba a subir por mi cintura con dirección a mis pechos – jugar un ratito...

Mejor, no, cariño – le dije sujetando su mano e inclinándome a besarle – que si no, no nos vamos a ir...

Se rió de forma muy sexy... Me dieron ganas de dejar a su mano que siguiera esa dirección que tenía tan clara en su mente...

Tienes razón, allí podrás darme mi premio... porque recuerdas que me debes un premio, ¿verdad?

Ahora fui yo la que me reí...

No te preocupes, Miguel, todo lo que pidas te será concedido... – le di un besito - y ahora ¡vámonos!

Volví al comedor a recoger mi ropa. Mi tanguita estaba roto, pero las medias habían sobrevivido a nuestra juerga de anoche... Me las puse y luego me pasé el vestido por la cabeza... No tenía sentido ponerme el sujetador si no llevaba braguitas... él estaba en la cocina, sentado en el taburete, mirándome vestirme... me estaba comiendo con los ojos...

Me acerqué a él y le obligué a levantarse... me abrazó con fuerza y empezó a besarme... pero no podíamos seguir así o nunca nos iríamos... me reía e intentaba apartar mis labios de los suyos, pero era muy persuasivo... pasé mis dedos por su estómago y deslicé la toalla hasta el suelo... no me acerqué a su entrepierna, porque eso era lo que él quería, pasé las yemas de mis dedos por su estómago, buscando sus cosquillas... y las encontré... se reía con bastante frustración e intentaba parar mis manos, pero no le dejé...

Princesa, no seas mala conmigo... venga, uno rapidito...

¿Entonces no quieres llevarme a ese sitio? – le dije con carita de inocente –

¡Claro que sí! Pero... es que... yo quiero... tenerte... ahora... – no paraba de besarme –

No, Miguel, venga, para... y vámonos de una vez, que es tarde y si dices que está lejos...

Me miró fijamente, mordiéndose el labio, conteniéndose para no lanzarse sobre mí... me reí, estaba muy gracioso... se le contagió mi risa y por fin empezó a moverse para preparar todo e irnos...

Preparó su ropa en una maletita pequeña y cogió un neceser para sus cosas de aseo. No dejaba de mirarme con deseo... y a mí cada vez me daban más ganas de lanzarme sobre él... Miguel interpretó mi mirada correctamente y se echó a reír...

Vaya mañanita que llevamos... a este paso no nos iremos nunca...

Empezó a vestirse como cohibido de mi mirada... se puso rojo cuando le dije que estaba muy guapo sólo con el bóxer... pero decidió tomárselo con humor y empezó a pasear, como haciéndome un pase de modelos con cada prenda que se ponía...

Conseguimos salir de su casa sin ceder a los impulsos de caer el uno en brazos del otro... Nos montamos en su coche y le indiqué hasta mi casa, ya que la noche anterior no habíamos llegado ni a la mitad del camino... Una vez allí, me bajé y esperé a que él bajara del coche. Como no lo hacía, me incliné hasta poner mi cara a la altura de la ventanilla... la bajó y me sonrió...

¿No querrás que entre? Princesa, que seguro que están tus padres...

A estas horas no están, tenían la boda de la hija de unos amigos...

¿Seguro? – parecía aún indeciso –

No pude evitar reírme, imaginándome a Miguel hablando con mis padres mientras yo hacía la maleta en mi habitación... de pronto, dejé de reírme y una sonrisa boba se apoderó de mi boca... el caso es que sí que podía imaginarme a Miguel en mi casa, con mis padres, con mis amigos...

¿En qué piensas, tan divertido?

En que cuando te presente a mis padres, seguro que les caes genial...

Se empezó a reír y bajó por fin del coche. Me dio la mano y entramos así en mi casa, con las manos entrelazadas y las miradas también. Le dije que se sentara a ver la tele, si quería, mientras yo preparaba todo, pero prefirió subir conmigo hasta mi habitación...

Mientras yo revolvía en el armario, buscando la ropa que había pensado llevarme, Miguel paseaba por mi habitación, mirando fotos, curioseando entre mis cosas... se tiró sobre mi cama, entre los miles de cojines que tenía sobre ella... puso sus manos cruzadas detrás de su cabeza y se dedicó a observar cómo elegía la ropa y cómo me vestía (con bastante menos timidez que él en su casa) hasta que cerré (por fín!) la maleta.

Ya podemos irnos, siento haber tardado tanto!

Miguel, poniendo cara de indignado, me dijo:

¿Ahora tampoco vamos a echar uno rapidito? – antes de acabar la frase, ya se le estaba escapando la risa –

Me acerqué a la cama, cogí un cojín y le di en la cabeza con él... se echó a reír y cogió otro cojín... empezamos una guerra en la que pronto desaparecieron los cojines de la cama, Miguel me atrajo hacia él y me tumbó a su lado mientras me daba un beso largo y muy sensual... se puso serio...

Dámelo como premio, dijiste que lo que fuera, y lo que quiero es hacerte el amor en tu cama, para que cuando duermas aquí sola, recuerdes mi cuerpo llenando el tuyo mientras me pierdo en tus ojos, mis manos acariciándote cada centímetro de tu suave y dulce piel y mis labios besándote con pasión esos labios de los que no quiero separarme nunca... – empezó a reírse y añadió – y esos melocotoncitos que me tienen loco...

Después de un discurso tan erótico, no podía negarme... además, yo también lo estaba deseando...

¿Seguro que es esto lo que quieres? Piénsalo bien... no desperdicies tu premio si no estás seguro, porque quizá hay otras cosas que...

Estoy completamente seguro – me interrumpió, mientras me pasaba la camiseta por la cabeza y la tiraba sobre una silla – nunca en mi vida he estado tan seguro de nada... – lo dijo mirándome a los ojos y me estremecí de los pies a la cabeza –

Me desnudó lentamente y luego se desnudó él, sin vergüenza esta vez, sin risas, mirándonos de una forma mucho más profunda... el ambiente era tenso, porque los dos sabíamos que era algo más que un polvo con un desconocido... empezábamos a sentir algo mucho más profundo que la pura atracción que habíamos sentido al conocernos la noche anterior... Me besaba con ternura, me acaricia los pechos como si los estuviera memorizando, mi estómago esperaba impaciente sus caricias... mi manos recorrían su pecho, su estómago, sus brazos...

Me tumbó en la cama y, con las piernas entrelazadas, comenzamos a besarnos muy sensualmente... estábamos de lado y sin deshacer el abrazo, sin deshacer el beso, Miguel me penetró muy suavemente, sin prisas, ambos con los ojos abiertos... separó sus labios de los míos un instante...

No cierres los ojos, princesa, que quiero sumergirme en ellos cuando llegue el clímax...

Toda mi piel se erizó y continué con ellos abiertos... nuestros cuerpos se fusionaban de una forma que ni con toda la pasión de la noche anterior habíamos conseguido... nuestros sexos estaban unidos, nuestros pechos estaban unidos y nuestras bocas también...

Miguel seguía penetrándome, aumentando casi imperceptiblemente el ritmo, sin prisas, cambiando la velocidad de vez en cuando, me acariciaba con tanta ternura que me sentía el centro del universo... me cogió una de mis manos y la entrelazó con una de las suyas, apoyándolas en mi cadera... los roces de sus dedos me excitaban muchísimo, era todo como si fuéramos a cámara lenta, pero la pasión iba creciendo y nuestros movimientos, aunque seguían siendo completamente acompasados y sensuales, se iban acelerando, haciendo que nuestras respiraciones fueran más deprisa...

Dejamos de besarnos para poder respirar, dejando nuestras bocas a escasos milímetros, respirando el aire del otro como si fuera el aire más puro del universo...

El orgasmo llegó a la vez. Yo iba a cerrar los ojos, pero vi en los suyos una súplica muda para que los mantuviera abiertos y eso hice. Cuando todo pasó, entendí por qué. Había visto en sus ojos todas las sensaciones que llevaba pasadas desde que nos conocimos y me fascinó descubrir todo lo que Miguel sentía por mí. En ese momento supuse que él habría visto lo mismo, y ahora sé que así fue.

Nuestras respiraciones seguían acompasadas, bajando lentamente el ritmo... no habíamos separado nuestros cuerpos, nuestras piernas seguían entrelazadas... le sonreí, tímidamente esta vez, y él me besó...

Eres la persona más increíble que he conocido en mi vida, princesa... nunca había hecho así el amor con ninguna chica...

Y tú eres el príncipe más guapo que me ha ligado nunca – dije, intentando quitar hierro al asunto, porque estábamos muy serios los dos... – y nadie me había hecho así el amor a mí tampoco...

Lo conseguí, porque se echó a reír y nos levantamos para vestirnos y, casi tres horas después de haber decidido que nos iríamos a ese lugar misterioso, nos montamos en el coche y empezamos nuestro camino.

Por fin conseguí que me dijera dónde iba a llevarme, su familia tenía una pequeña casa rural en un pueblecito de Asturias. Llegamos allí después de haber pasado todo el viaje y el rato que habíamos parado para comer hablando y contándonos nuestra vida... Era extraño, porque teníamos muchísimo en común y cada vez estábamos más fascinados el uno con el otro...

Cuando por fin llegamos, Miguel me indicó el camino hacia el dormitorio y dejamos allí las maletas. Me sentía un poco cohibida, él lo notó y empezó a bromear para relajar el ambiente. Es un chico tan dulce que me resultaba imposible estar cortada o tensa. Me abrazó y mi cuerpo estaba absolutamente al tanto de todo, noté que inclinaba la cabeza para besarme, que sus brazos eran fuertes y me daban una increíblemente placentera sensación de seguridad y que me trataba con una delicadeza que no había intuido el día anterior.

¿Te has escapado de mis sueños, Miguel? – susurré.

Se sonrojó. Se sonrojó! Me parecía increíble que reuniera tantas cualidades. Y que lo hubiera encontrado de una forma tan casual...

Sin retirar el brazo que rodeaba mi cintura, Miguel giró y me guió hacia la puerta de entrada. Nos pasamos toda la tarde paseando. Aire puro, ejercicio y una conversación que no decaía, prácticamente nos quitábamos las palabras de la boca el uno al otro. Cuando llegamos a "casa", Miguel me invitó a ducharme mientras él preparaba las cosas para la cena. Me duché con agua caliente y me puse una camiseta y unas braguitas para avisarle que ya estaba el baño libre. Estaba en el comedor, encendiendo un fuego en la chimenea. Había extendido un par de mantas en el suelo y al lado había una mesita baja con la cena ya preparada.

Se levantó al verme y yo me acerqué a él. Era, efectivamente, el chico de mis sueños. Esa noche cumplimos una de sus fantasías, y a partir de ese momento, se convirtió también en mía. Mi fantasía, mi novio, mi nueva vida con él. Le adoro.