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Vacaciones en la Playa. Parte I: La Apuesta

en Dominación

Era pleno Agosto y él vivía en Sevilla, dos combinaciones del todo letales, especialmente para Marcos ya que odiaba el calor. Pero aun así estaba contento, ese mismo día se iba a Cádiz de vacaciones, a la casa de su tía, y eso significaba pasarse un par de semanas sumergido en la playa. Solo con ese pensamiento al joven se le iluminaba la cara y olvidaba como su piel casi parecía derretirse bajo el sol sevillano. Él también era de Cádiz, pero vivía en Sevilla a causa de un trabajo de becario. Con veinticuatro años tampoco podía aspirar a mucho más. Al menos le daban una pequeña paga, con lo que llegaba a pagar un piso compartido y comprar la comida más barata del súper.

Cuando llegó a su casa metió la maleta a lo universitario: Cogió lo primero que vio por el suelo y dentro. Solo se fijó en meter un bañador y crema solar, dado que era muy pálido. Ese no era el único detalle llamativo de su anatomía: Marcos era un joven pelirrojo, algo desgarbado y con un montón de pecas. Para evitar que se le vieran todas las que tenía en la cara, poseía una barba rojiza. Con ese panorama el muchacho sabía que lo único de su apariencia que llamaba la atención para bien de él era su respetable altura (Metro ochenta y cinco) sus ojos. De un verde brillante, sus ojos habían logrado que unidos a una buena capacidad de persuasión, sus capacidades de ligar fueran respetables (Sin llegar a ser un casanova).  

Terminado el equipaje, Marcos se fue directo a la estación. Ya en el tren el joven se puso a pensar en su tía y sus primas. La verdad es que hacía años que no las veía. Entre una cosa y otra no había podido ir a las reuniones familiares; terminar la carrera, buscar algo que hacer con ella, darse cuenta de que solo querían gente con experiencia, buscarse la esclavitud de la becaria… Si, entre esto y lo otro habían pasado cuatro años. Su tía, que era la hermana de su padre, se llamaba Claudia. Cuando era un adolescente recordaba que le parecía la mujer más sexy del mundo. Ahora debería tener ya unos cuarenta y cinco años, pero con treinta y dos era impresionante. Alta, con unas preciosas y torneadas piernas, una larga melena rubia platino (Del de verdad, no de esos horribles de bote que huelen a choni y todo), con unas curvas de infarto, un pecho respetable y, sobretodo, un trasero de esos que obligan a girarse para mirarlos. Marcos se avergonzaba todavía de que en su adolescencia el culo de su tía había servido de inspiración para más de una paja. Bueno, de eso y de espiarla un par de veces en la ducha. Sus primas, la última vez que las vio, tenían dieciséis y catorce años. La mayor, Sara, era una copia idéntica de la madre pero en adolescente, salvo por los ojos. Los de Claudia eran marrones, sin embargo su hija había heredado los azules ojos de su padre, lo cual completaba una cara preciosa. Sin embargo por aquellos años Sara era una niña pija insoportable, algo que Marcos esperaba que no siguiera siendo. La más pequeña era Ana. Un encanto de niña, más parecida a su padre, con ese pelo rizado y castaño, y una cara "redonda" adorable. Era muy infantil aun en ese tiempo, algo más de lo normal para una chica que ya estaba como quien dice en plena edad del pavo. La última imagen que tenía de ella era vestida con un pijama de ositos. Eso le hizo pensar en cómo estarían ahora ¿Seguiría Sara tan insoportable? ¿Sería ahora Ana a la que no habría quien aguantara? Y, lo más importante ¿Tendría aun Claudia ese culo tan despampanante? 

Pero no pudo seguir pensando en ello. El tren se paró, y Marcos se dio cuenta de que debería llevar un buen rato pensando en cómo se encontraría a la tropa femenina, pues ya estaba en Cádiz. Cogió su maleta y se bajó del vagón, dirigiéndose a la salida de la estación para pillar un taxi que lo acercara al pequeño adosado (Con piscina y jardín incluidos) de su tía, pero justo cuando ya había visto uno libre escucho a alguien llamándole.

 -  ¡Ey! ¡Niño! ¿Qué pasa, que ya no te acuerdas de tu tía o qué?

Y allí estaba Claudia. Tan impresionante como siempre. Los años le hacen mella a todo el mundo, y desde luego ya no era la imagen perfecta que con trece años le obligaba a encerrarse en su cuarto un par de horas al día, pero su tía seguía atrayendo miradas. Tenía ya el pecho algo caído y se le notaban las arrugas en la cara, pero en cuanto la saludo con un efusivo abrazo y ella se giró para entrar en el coche que la había traído, Marcos pudo comprobar una de sus preguntas: Ese culo seguía igual de increíble. En el vehículo se pusieron a hablar de sus vidas. Claudia se había separado de su marido hacía ya tres años. Marcos lo había oído en la distancia, pero la verdad es que no terminaba de entenderlo. Para empezar su tío era francamente menos agraciado por el tiempo que Claudia. Los años hicieron mella en él y le convirtieron en un maduro y regordete hombre. Pero al parecer le puso los cuernos con una becaria de la oficina (Ironías de la vida). Claudia se enteró porque, el muy cenutrio, no tuvo otra idea que pagar los hoteles en donde se veían con una tarjeta a la que ella tenía acceso y claro, pese a no terminar de creérselo, la mujer sumo dos y dos. Un día se decidió a seguirlo y le pilló con las manos en la masa, o en el escote de la chica mejor dicho. Al final la cosa acabo en un divorcio en el que ella se quedó con a mitad del dinero, la casa, el coche y una pensión para las niñas. Vamos, que le dejo en calzoncillos justamente por bajárselos cuando no debía.

Llegaron rápidamente a la casa. A Marcos siempre le había gustado, de pequeño iba bastante porque tenía la playa cerca y le encantaba hacer largos en la piscina. Cuando se bajaron del coche su tía le hablo:

 -  Bueno, Ana no está. Vuelve en una semana, se ha ido con unos amigos suyos a uno de esos festivales de música. Yo no entiendo a la niña esta, con el calor que hace y       se mete en semejante fregao con todo el mundo sudando… Los jóvenes estáis locos.

 - Anda, no digas jóvenes de esa forma, que tú tampoco pareces una anciana precisamente- Contestó Marcos sonriéndola con sorna.

 - ¡Ja! Mira el niño este, que le lanza piropos a su propia tía. Pues muchas gracias guapetón, que una no se cansa de que la llamen joven. Pero bueno, a lo que iba. Yo              trabajo en una bodega de representante en Jerez, así que si te vas a quedar dos semanas al menos la primera vas a estar sobretodo con Sara.

Marcos, sin quererlo, puso cara de preocupación. Su tía, la cual nunca ha sido precisamente tonta, lo pillo enseguida, y sonriéndole ahora ella con burla le dijo:

 -  Tranquilo, no pongas esa cara muchacho. A Sara ya se le ha pasado el pavo. Ahora es una chiquilla encantadora. Seguro que te ayuda a no aburrirte, y te saca a la playa     de día y después de bares, que me vienes “amargao” de la capital.

Al decirle eso, y ya caminando hacia la entrada, su tía le dio un pequeño pinchazo con una de sus largas uñas en el costado, provocándole cosquillas y una consecuente risotada. Entraron en la casa, sorprendiéndole a Marcos el cambio radical de la decoración. Pasó de ser la típica casa andaluza, con sus mantillas y todo, a un lugar moderno, decorado con sumo gusto y lleno de recuerdos de los viajes por el mundo de su tía y primas después del divorcio. Claudia, cuando hubo dejado el bolso y las llaves en una mesita, empezó a llamar a su hija:

 -  ¡Sara, ven para abajo que ya ha llegado tu primo! Venga, no seas floja, que el muchacho tendrá ganas de verte y de que le saques a pasear.

Marcos escuchó como en el piso superior, pues era un dúplex, una puerta se abría y sonaban unos pasos. Dirigió su mirada a la escalera, expectante de ver cómo había cambiado Sara. Y lo que se encontró casi le deja la boca abierta. Bajando por las escaleras no estaba Sara, aquello era un portento de la naturaleza. Bueno, de la naturaleza y del gimnasio al que seguro debería ir. No es que se pareciera a Claudia, es que la había superado con creces. Embutida en unos cortos y negros pantalones de licra, de esos que son como leggings pero con las piernas al descubierto, y un sujetador deportivo rojo, estaba la mujer más espectacular que había visto nunca. Con una larguísima melena rubia, recogida en una coleta, un vientre tan plano que seguro que si la disparaban rebotada una bala, y un pecho formidable (Mayor que el de Claudia seguro), Sara llego hasta él. No parecía real, era como ver a una de esas modelos que salen en las revistas de fitnes. Le había visto el trasero mínimamente cuando bajaba por las escaleras, y era un espectáculo (Nunca mejor dicho… Broma tonta, disculpen). Intento que no se notara mucho el shock sufrido y respondió al abrazo que le dio la joven. Notar aquel cuerpo pegado al suyo fue a la vez un martirio y el mayor de los placeres. Dio gracias al cielo de que sus vaqueros no fueran ajustados y disimularan la vida cobrada en ellos. 

 - ¡Hola primo!- Dijo dándole dos sonoros besos- ¿Qué tal con esta? Seguro que te ha tenido todo el camino hablando de papá.

 - ¡Oye! ¿Cómo que esta? Que soy tu madre, más respeto- Espetó Claudia, dándole una colleja de broma a su hija- ¿Y qué haces con esa pinta?

 - Joe hija, que “saboría” eres. Estaba haciendo los ejercicios, pero no quería hacer esperar aquí al primo. Me subo a cambiarme y nos damos una vuelta por la ciudad ¿Vale?

 - Si, claro- Fue lo único que atinó a decir un todavía impresionado Marcos.

 - Anda, si, ve a cambiarte, que si no me va a llamar la policía diciéndome que te han violao en mitad del paseo marítimo- Dijo, burlona, Claudia.

 - ¡No eres bruta tú- Respondió sonriendo y marchándose Claudia.

El tiempo que Claudia estuvo cambiándose le sirvió a Marcos para calmar los bajos instintos que le había despertado su prima. Pero en cuanto bajo volvieron como un resorte, nunca mejor dicho (Perdón de nuevo por el chiste malo…) Se había puesto un corto vestido blanco, semitransparente, que dejaba ver un poco el bikini que llevaba debajo. Salieron a la calle y Sara le mostró la ciudad. Anduvieron durante horas y horas, y al final acabaron en la playa cuando ya se hacía de noche. Cuando estuvieron allí Sara le insistió en que se dieran un chapuzón, pero en ese momento el joven se dio cuenta de que no se había llevado el bañador, dejándolo en la casa de su tía. Ella, ni corta ni perezosa, le dijo que se bañara con los calzoncillos, que total, los bóxer eran como bañadores casi. Marcos se preguntó cómo sabia ella que llevaba bóxer, y después se deleitó un poco con la idea de que su portentosa prima se hubiera fijado lo suficiente en él como para notar que se le veían un poco por detrás. Aun con ello declino la oferta, aduciendo que ya era tarde y que no le apetecía volver al piso con la ropa interior chorreando. Lo cierto era que no se fiaba de su “amiguito” viendo a esa mujer en bikini y metido en algo que tan fácilmente podía dar el cante. Costó un poco, pero al final Sara desistió de intentarlo y se fueron al adosado.

Los siguientes seis días se los pasó con Sara. Iban a la playa por la mañana y después a la noche se iban de juerga con sus amigos, tal y como había dicho Claudia. Lo cierto era que al segundo día de estar allí él y Sara ya eran como hermanos, se cayeron genial el uno al otro y disfrutaban mucho de su compañía. El problema que tenía Marcos era que no podría evitar mirar cada dos por tres los encantos de su espectacular prima, aunque creía que ella no se fijaba en ese detalle, y al menos por su comportamiento tan cercano así parecía. Las noches eran un poco desfarre, especialmente a más días pasaban. Como Claudía aquella semana tenía que irse a trabajar por la noche (Algo que le llamo la atención al joven, pues no sabía que haría una representante de vinos a esas horas), se pasaban hasta la madrugada bebiendo y bailando por donde fuera, llegando algo perjudicados a la casa y durmiendo como osos. Cuando se despertaban se hacían los buenos y sanos, diciéndole a su tía, que si estaba durante el día, que otra vez se iban a pasar un rato de sana diversión en la playa. Todo un numerito.

Al final en esa sexta noche ambos llegaron especialmente borrachos, tanto que no se daban cuenta de que los estaban y querían los dos seguir con la fiesta. A Sara se le ocurrió que por asaltar un poco el mueble-bar de su madre no pasaría nada. Con coger un poquito solamente de cada cosa ni se notaría, dijo. Cogieron un vaso para cada uno, le pusieron unos hielos, y echaron algo de ron en ellos (Uno carísimo, aunque ninguno se fijó) Al final acabaron hablando un poco de todo, sentados en el sofá del salón uno al lado del otro. Como no, siendo ambos jóvenes como eran, el tema del sexo acabo saliendo. Sara le dijo que hacía poco había cortado con su novio, un tal Javi. Solo había estado con él, y la experiencia según decía fue de lo más aburrida. A él solo le interesaba toquetearla sin el menos cuidado, ignorando casi los preliminares y pasando a la acción enseguida. Ella hasta compro unas esposas para intentar controlarlo y mandar un rato, pero el tal Javi (Que debía ser gilipollas además de malo en la cama) decía que ni loco, que él mandaba en la cama y que si eso las esposas se las ponía a ella. Encima, para arreglar el escenario, se sobrecalentaba tanto que acababa corriéndose en nada. Decía que le ponía tan cachondo que no podía evitarlo.

 -  No me extraña- Dijo Marcos.

En cuanto lo hubo dicho se arrepintió. Hasta su mente de borracho sabía que acababa de tocar el tema que llevaba evitando desde que la vio bajar por las escaleras el primer día. No era otra cosa que lo increíblemente buena que estaba su prima Sara. Ella le miró calibrando lo que acababa de oir, al final se rio y empezó a canturrear, mientras le señalaba con el dedo tambaleante.

 -  ¡A Marcos le pooone Sara, a Marcos le poooone Sara! ¡Mi primo es un pervertidoooo!- Cantaba alegremente, con la borrachera resonando en su voz- ¡Le poooone su primita!

 -  Oye, para ya- Decía mientras se reía Marcos.

 -  ¿Por qué? ¿Es que estoy mintiendo?

Al decir esto Sara puso cara de niña inocente y, con sus antebrazos, elevó aún más sus pechos, quedando una estampa que se quedaría grabada en la mente de Marcos para el futuro. Se acercó aún más a él, dejando aquellas preciosas tetas casi en su cara. El semblante del chico debía ser un poema, porque al final Sara se volvió a tronchar de risa mientras se sentaba normal de nuevo.

 -  Joder Sara, vete un poco a la mierda- Dijo, algo ofuscado, Marcos.

 -  Venga, no te enfades, que estamos de guasa. Aunque…- Dijo mientras se levantaba e iba a una estantería. Cogió una cosa y volvió- Se me ocurre un juego que puede         ser divertido.

Dejó en el sofá una baraja de cartas y le miró, entre divertida y seductora. Marcos a esas alturas ya estaba tan cachondo que juraría que hasta se le empezaba a pasar el efecto del alcohol.

 -  ¿Qué se te ocurre ahora?

 -  Pues mira… Esto es una baraja de cartas y… Podriamos jugar un ratito al póker y apostarnos algo.

 -  ¿Apostar?- Dijo extrañado.

 -  Si, mira- Mientras decía esto se mordió durante un segundo el dedo índice- Jugamos a tres manos. Quien gane dos gana la apuesta. Y si yo pierdo pues…

Se levantó de nuevo, mirándole fijamente a los ojos. Dejando su mirada clavada en el joven la chica se desabrochó el botón del pantalón. El ritmo cardiaco de Marcos aumentó tanto que creía que el corazón se le saldría del pecho. Pero después de quitarse ese botón ella volvió a sentarse y le sonrió, ya no seductora, sino directamente pornográfica.

 -  Si yo pierdo pues… Me desnudo completamente y dejo que me toques durante cinco minutos. Donde tú quieras, y con lo que tú quieras- Al decir esto último le miró descaradamente al paquete, mordiéndose el labio.

 -  ¿Qué…?- Atinó a decir Marcos- No, pero… ¿Estás loca? Soy tu primo… yo no puedo, digo… Yo no quiero.

 -  Shssss- Silbo Sara, al tiempo que le ponía un dedo en la boca- Te voy a hacer una pregunta. Solo te la haré una vez y, si dices que no, se acaba este juego. Marcos… ¿Quieres veme desnuda y tocarme?

Marcos se quedó de piedra. Tardo varios segundos en responder pensando, en una vorágine ebria, que aquello podía ser una trampa extraña. O simplemente que Sara estaba de guasa y, en cuanto dijera que si, ella se echaría a reír y se pasaría el resto de sus vacaciones mofándose de él. Pero, por otra parte, estaba la extraña y bella posibilidad de ver aquel cuerpo desnudo. Y de tocarlo. Al final sucedió lo que tenía que suceder.

 -  Si.

 -  Buena respuesta- Respondió sonriendo Sara- Pues entonces yo también quiero algo.

 -  ¿El qué? ¿Qué quieres que apueste?

 -  Veras… Es que es un poco raro y no quiero que me veas de forma diferente si te lo digo… Pero es que tampoco es una cosa que quiera hacer con un tío con el que vaya a      salir, porque me mandaría a la mierda.

 -  Dímelo ya, que me va a dar algo- Interrumpió Marcos, haciendo reír brevemente a Sara por la angustia de su voz.

 -  Mira, es que desde que paso lo que paso con mi padre, lo de los cuernos y eso- “A qué coño viene eso” pensó Marcos- Hay una cosa que siempre he querido hacer. He         leído y he visto videos de eso, y cada vez me pongo más al imaginarlo… Quiero hacer lo que debería haber hecho mi madre con él. Quiero darle una patada en las pelotas       a un tío.

Marcos, ahora sí, se quedó literalmente con la boca abierta. Era lo que menos podía llegar a imaginar que pudiera decirle. Ella le miraba, expectante por la respuesta, pero él se pasó casi un minuto mirándola sin decirle nada. Al final consiguió articular palabra y dijo:

 -  Tu estás como una cabra ¿Quieres que nos apostemos que o te magreo o me das una patada en los huevos?

 -  No, bueno… Una no. Quiero ver si me gusta y, si me gusta, pues usar los mismos cinco minutos para darte alguna más… Pero sin pasarme eh.

 -  Oh, vaya, mucho mejor- Dijo mientras se levantaba- Mira, vamos a dejar esto, que estamos muy pedo.

 -  ¡No, espera!

Claudia se levantó y, volviendo a clavar esa mirada felina en él, fue dejando caer lentamente sus pantalones, moviéndose seductoramente casi como si hiciera un striptease. El joven clavo su vista en su preciosa ropa interior, un culotte negro, que se ajustaba perfectamente a cuerpo de la chica. Ella se dio una vuelta, exhibiéndose lenta y eróticamente, dándole una perspectiva perfecta de su increíble culo. Luego se acercó al joven y le cogió por el cuello de la camisa, haciendo que se agachara un poco, y llevó sus labios hasta el oído de Marcos.

 -  No te puedo ofrecer sexo, somos primos y eso en “verdá”. Pero, si ganas tú, te dejare que me esposes y no solo que me toques donde quieras desnuda. Te dejare que te corras en cualquier parte de mi cuerpo...- Poniendo su mano en la abultada bragueta de Marcos añadió- Incluso en esta boca que te está dejando así con solo hablarte.

Al sentir la mano de Sara, Marcos pudo notar como todo su cuerpo se estremeció, como si le acabaran de dar una descarga eléctrica. Su cerebro no podía procesar con rapidez lo que le proponía su prima. Solo lograba concentrarse en esa mano, en esos dedos que empezaron a frotar levemente su virilidad en ristre. Al cabo de un par de minutos ella paró, dejando a Marcos jadeante y mirándola con desesperación, suplicando con sus ojos que siguiera.

 - Bueno, primo… ¿Qué dices? ¿Jugamos?

Era una decisión difícil. La sola idea de poder tocarla, de acariciar ese monumento como quisiera durante cinco minutos le volvia loco. Pero la perspectiva de que le patearan en su zona más “sagrada” no le hacia mucha gracia, lógicamente. Al final, como antes, pasó lo que tenía que pasar.

 - Juguemos, primita. Voy a hacerte lo que me de la gana.

 - ¡Ja! Ya quisieras. Acabaras en el suelo, de rodillas.

Y así empezó la partida. Sara no se molestó en ponerse los pantalones, algo a lo que Marcos lógicamente no protestó. Ella repartió a primera mano. El chico en cuanto vio sus cartas se arrepintió de haber accedido. Solo tenía una pareja de dos, más bajo imposible. Para hacerlo más rápido ella dijo que sin descartes, así que esa era su jugada. Enseñaron las cartas y… Perdió, obviamente. Ella tenía una pareja de dieces. Marcos suspiró y rezó por tener más suerte en la siguiente. Esta vez repartió él. Cuando vio sus cartas casi se echa a llorar. Una pareja de cuatros. No era tan mala como la anterior, pero seguía siendo bajo. Volvieron a mostrar las cartas y… ¡Ganó él! Grito un “si, joder” tan fuerte que se le podría haber escuchado en Sevilla. Sara directamente no tenía nada, ni una triste pareja. La chica le miró con un poco de recelo, aunque mantenía ese toque seductor.

 - Eres un tramposo. Seguro que has repartido mal ¿Eh? - Dijo mientras hacía unos adorables “morritos”- Pues la última la reparto yo.

Marcos no protestó, se limitó a mirarla burlonamente y a rogarle a los cielos que le tocaran unas buenas cartas. Cuando Sara le fue dando las cartas una por una casi podía oír su corazón retumbar como un tambor. Ya con todas en la mano las miró. Así sí. Su mano no era buena, era lo siguiente. Reprimió un grito de alegría, quería mantener el suspense, pero ya se veía vencedor. Iba a tener a su prima atada, desnuda, a su servicio. Una idea tenebrosa, fruto de la excitación y del alcohol que aún tenía en la sangre, se apoderó de su mente. No solo iba a tocarla, no solo iba a correrse encima de ella y, desde luego, no iba a estar solo cinco minutos. La tendría esposada. Iba a hacer con ella lo que dijo antes; iba a hacerle lo que le diera la gana. Siempre había tenido la fantasía de dominar a una mujer, de tomarla como quisiera y cuanto quisiera. Lo que nunca imagino era que se trataría de una prima suya y, mucho menos, que fuera una mujer tan espectacular. Sonriendo con suficiencia, Marcos enseñó sus cartas al mismo tiempo que ella. Y, por tercera vez en la noche, pasó lo que tenía que pasar.

Perdió.

Marcos tardó varios segundos en asimilarlo. Se le quedó la mente en blanco, viendo como su fantasía de domar a su prima no solo se esfumaba, sino sintiendo desde ya el miedo a lo que iba a hacerle esta. Era casi imposible lo que acababa de pasar. El tenía un “Full”, con dos reinas y tres cincos. Era una jugada muy difícil de superar, y menos sin descartes. Pero ella tenía algo mejor incluso. Una escalera… Una escalera de color. Del diez al seis de corazones. Sara era ahora la que sonreía con suficiencia.

 -  Bueno, bueno… ¡Gane!- Dijo mientras se levantaba, mirándole con malicia.

 -  Pe.. Pero…

 -  Nada de peros. Eres un hombre de palabra ¿No?- Preguntó la chica- Aunque quizás, de hombre, te quede poco después de esto.

 -  Sara, yo… Venga, solo era un…

 -  ¿Un qué? ¿Un juego? Pues claro que lo era, pero…- Al decir esto se acercó al joven y le puso una mano en la cara, acercando sus labios hasta rozar los suyos- Ni tú te  crees que si hubieras ganado no me habrías hecho de todo. Así que, al tajo. Quítate los pantalones, que quiero apuntar bien.

 -  Pero, eso no estaba en…

 -  No, no, no. Ya te he dicho que nada de peros. Fuera pantalones- Dijo autoritaria. Después volvió a sonreírle seductora y prosiguió- Mira, como ya sé que estás acojonado  voy a darte un regalito. Voy a subir a cambiarme y, cuando baje, querrás que te toque esa polla tuya aunque sea con una buena patada.

Nada más decirlo ella se giró y salió del salón, marchando alegremente hacia su cuarto en la planta superior. Marcos se deleitó brevemente con la vista de su culo en ropa interior. Pero esa alegría le duró poco. Tan solo pensar en lo que iba a pasar le daba pavor. Intento consolarse que quizás a Sara no le gustara y que solo fuera a darle una patada, pero algo en su interior le decía que eso no iba a ser así. Escuchó como su prima bajaba las escaleras. Cuando la vio se quedó embobado. Iba con la misma ropa que el día que llego; esos pantaloncitos cortos y que se pegaban a su cuerpo, y ese sujetador deportivo que le dejaba la torneada tripa al aire. Pero lo más erótico estaba en su cara. Se había puesto una máscara, de las de los carnavales venecianos. Era morada y brillante, y además su melena rubia estaba tapada por una peluca del mismo tono morado que la máscara. Estaba impresionante, por rara que pareciera la estampa.

 -  ¿Qué? ¿Te pone? A Javi le encantaba.

 -  Estas impresionante- Respondió, sinceramente (Total, ya que más daría), Marcos.

 -  Lo sé. Los tíos sois muy raritos todos. Bueno, voy a guardar esto- Dijo acercándose al sofá y cogiendo la baraja de cartas. La dejo en la estantería de donde la sacó y  volvió otra vez a ponerse frente a Marcos- No te has quitado los pantalones… ¿Es que quieres cabrearme y que te dé más fuerte primito?

Marcos la miró derrotado. Se levantó al fin del sofá y se dispuso a quedarse en calzoncillos delante de su prima pequeña. Al contrario que ella se los quito rápidamente y sin erotismo alguno, no estaba para fiestas.

 - Bien, ahora abre las piernas.

Obedeció rápido, quería acabar con ello rápidamente. La boca de Sara se podía ver, gracias a que la mascara solo le tapaba hasta un poco por encima de sus labios. Y esos labios tenían una expresión nueva. Una sonrisa sadica se apoderó de ellos, lo que provoco que Marcos se asustará aun más de lo que estaba por venir.

 - Dios, cuantas ganas tenía de hacer esto.

Nada más decirlo, Sara lanzó una potente patada con su pierna derecha. Marcos lo vio todo casi a cámara lenta. Como esa preciosa pierna al desnudo tomaba impulso. Como se dirigía como una bala al objetivo. Y como lo alcanzaba sin piedad. Lo que sintió no tiene palabras. Si antes la mano de Sara le había provocado una descarga, aquello fue un rayo. El dolor se propagó rápidamente por su cuerpo, desde su entrepierna hasta su cabeza. Se dobló por la mitad y cayo arrodillado al suelo. Y en esa posición la vio, exultante, con una postura victoriosa. Altiva. Parecía una diosa y él su triste juguete mortal.

 - Oh, Dios- Exclamo Sara, con un grito gutural orgásmico- ¡Es increíble! Joder, lo siento primo, pero voy a usar hasta el ultimo de los cinco minutos.

Dicho esto, y sin dejarle tiempo a reaccionar, le volvió a dar otra patada. Marcos grito y esta vez se desplomo en el suelo acurrucado. Por impulso hizo lo que debería haber hecho antes, se tapo los testículos con sus dos manos. Solo podía sentir el dolor atroz, mientras de fondo oia la respiración acelerada de Sara, la cual parecía que estaba en pleno polvo de los gemidos que soltaba.

 - Venga, no seas marica. Vuelve a ponerte de rodillas- Dijo, cada vez más autoritaria, Sara. El joven no la hizo caso, aunque hubiera querido no podría. Pero ella fue hacia  el y le agarro del pelo- ¡He dicho que te pongas de rodillas!

El cambio en su tono y en su actitud le dio pánico a Marcos. Dejándose llevar por ella se puso de rodillas y volvió a mirarla. Antes le había parecido una diosa, pero ahora tenía más pinta de demonio. Respirando con rapidez Sara lo miraba con otra cosa diferente en los ojos: Furia. Empezó a propinarle patadas una detrás de otra. Algunas eran débiles, casi sin rozarle. Pero otras eran devastadoras. Sara tuvo que levantarle unas cuantas veces, hasta que al fin, después de unos diez golpes en sus devastados huevos, Marcos no pudo más y callo redondo en el suelo, llorando. No podía creerse el dolor que sentía, pero tampoco la humillación. En el suelo, en calzoncillos, mientras su prima le daba ahora por reírse al verlo así. Su carcajada resonaba por todo el salón. Al final se acercó a él y lo puso boca arriba. Se sentó encima suyo, con el culo rozándole la zona adolorida. Le levanto la camisa y roco sus pezones, pellizcándolos.

 - Venga, Marquitos, que ya queda poco… Si te portas bien y aguantas como un hombre yo me portare bien contigo- Le dijo mientras se acercaba y empezaba a besarle con  pasión.

 - No, por favor… Por favor Sara, no puedo más…- Respondió al terminar el sensual beso.

 - Bueno…. Quizás tenga que darte el premio primero.

Dicho esto se giró encima de él, dejando su culo y su sexo a la altura de la cara del joven. Ella empezó a tocarle el paquete por encima del bóxer. A Marcos cada roce le producía dolor, pero también un extraño placer. Lo tocaba con suavidad, con mimo. Entre eso y la impresionante visión que tenía, al joven no tardo en bajársele la sangre a sus pares bajas. Ella paró de tocarle, provocando un quejido de Marcos. Pero simplemente metió la mano por debajo del elástico y dejó al aire el pene del joven con una hábil maniobra.

 - Vaya, vaya… ¿Qué tenemos aquí?- Dijo Sara hablándole al tieso falo- Parece que te han hecho mucho daño… Déjame que te cure un poco.

Empezó a besar su glande. Eran besos suaves, casi sin tocarle. Después saco su lengua y lo lamio lentamente, recreándose. Marcos seguía sintiendo dolor, pero el placer hacía rato que había ganado la batalla. Notó como Sara se metía lentamente su polla en la boca. Era el paraíso. Esa calidez, esa lengua jugando. Empezó una mamada experta. Sabia cuando aumentar el ritmo, cuando bajarlo, cuando recrearse chupando y lamiendo sin metérsela. La mejor felación de su vida con diferencia. Le llevó al borde del orgasmo una y otra vez, pero paraba en cuanto notaba que se iba a correr. Marcos no podía más y, otra vez, volvió a suplicarle.

 -  Por favor… Sara, deja que me corra. No puedo más.

 -  ¿Ah sí, quieres correrte? No lo había notado- Dijo ella entre irónica y burlona- Pero, si quieres correrte, tendrás que darme algo a cambio. Unos cuantos golpes más.

 -  ¡No! Eso no… Cualquier cosa menos eso, por favor, te lo suplico… Más no…

 -  Bueno, pues entonces seguiré.

Y dicho eso siguió igual, llevándole al borde del cielo y sacándole a patadas cuando iba a entrar en la puerta. No supo Marcos cuanto tiempo le mantuvo así, pero al final las ganas por llegar al orgasmo fueron más fuertes que el miedo a que le volviera a golpear.

-  ¡Hazlo, pégame, pero déjame correrme ya!

Nada más oírlo Sara se levantó. Marcos, recuperando un poco la compostura sin los cálidos labios de la chica en su pene, volvió a sentir miedo y tapo con sus manos su erección. Ella soltó una estruendosa carcajada y le dijo.

 - Tranquilo, cobardica mío. No te lo voy a pisar. No soy tan mala, de hecho, quédate hay, que seguro que esto te gusta.

Dicho esto se quitó rápidamente el pantalón. Y el culotte. Se quedó completamente desnuda de cintura para abajo. Volvió a sentarse encima suyo, como antes, dejando ahora su descubierto sexo a la altura de los labios de Marcos. Era perfecto. Lo tenía depilado, con un solo hilo de vello. Desprendía un maravillosos olor y con solo mirarlo se podía comprobar lo excitada que se encontraba Sara. No tuvo que decirla nada su prima. Empezó a lamerlo por iniciativa propia. Su sabor era el mejor que había probado nunca, y chuparlo mientras oía los gemidos de su prima era la experiencia más erótica de su vida. Ella volvió a su mamada. Pero de nuevo siguió con el juego de antes, llevándole al limite y parando. De pronto ella, con la voz quebrada por el placer, dijo.

 - Dime que te pegue para que puedas correrte.

 - ¿Qué?- Respondió Marcos, dejando por un segundo el clítoris de Sara sin el cuidado de su lengua.

 - ¡Que me digas que te pegue para que puedas correrte! Suplícame que te rompa los huevos, dime que eso te pone, dime que necesitas que lo haga para que puedas  correrte.

Marcos no entendía nada. Aquella chica estaba enferma, pero él ya no podía más. Sara le dejó unos minutos para decidirse, mientras le volvía a llevar una y otra vez al borde del orgasmo. Al final claudico, mando a la mierda a su parte lógica del cerebro y exclamó.

 - ¡¡Pégame, destrózame los huevos!! ¡¡Pégame para que pueda correrme, me hace falta que me pegues!! ¡¡Destrózame!!

Sara saco la dura erección de Marcos de su boca. Empezó a hacerle una furiosa paja. Bajaba y subía su mano a una velocidad increíble. El chico no pudo más y eyaculo, pero justo cuando sitio el primer disparo de semen de saliendo de su glande, Sara con su mano libre empezó a darle palmadas en los testículos. No sabría contar cuantas fueron, solo que mientras emanaba su corrida una y otra vez ella bajaba con brutalidad la palma de su mano desde el aire e impactaba contra sus desprotegidos huevos. Marcos grito tanto como le dejaron sus pulmones, tanto de placer como, sobretodo, de aquel dolor atroz que le provocaba semejante castigo. Y entre aquella locura de gritos y palmadas, la escucho a ella. Se estaba corriendo en su cara. La fuerza del aire saliendo de los pulmones de Marcos cuando gritaba estaba provocándole un increíble orgasmo. Al final dejo de darle golpes y Marcos vio cómo su vagina manaba fluidos, como se contraía por los espasmos del orgasmo sentido por la joven. Fue increíble.

Y después todo se acabó. Ella se quedó unos segundos encima de el, desplomada, y marcos solo quería que se levantara Sara para poder llevarse las manos a su dolorido paquete. Al final la joven se levantó. Marcos vio como el semen había ido a parar en su mayoría a la tonificada tripa de su prima, y le caía eróticamente por ella hasta llegar a sus piernas y a su pubis.

 -  Buaf… Ha sido la ostia. Muchas gracias primo- Dijo mientras se quitaba la máscara e iba a dejarla en la estantería, donde también dejo la peluca. Luego le miró y dijo-  Pobrecito ¿Te duele mucho?

Marcos estaba en el suelo aún, sintiendo ahora con mayor agudeza el dolor que fluia en sus genitales. No podía levantarse, solo estaba acurrucado en el suelo con las manos en los huevos.

 -  Voy a ser buena y te voy a traer algo de hielo. Lo siento, creo que me he pasado un poco… Pero ¿A sido la polla o no?

 -  Si… Ha sido increíble… Pero si quieres repetir será sin golpes bajos…

Ella estalló en carcajadas y salió del salón rumbo a su cuarto. Eso le pareció algo raro a Marcos, dado que el hielo estaba en la cocina, la cual estaba en la planta baja. Luego recordó que la chica tenía su corrida por el cuerpo, asi que imagino que habría pensado en ir a limpiarse. El chico estaba destrozado en todos los sentidos. Acababa de vivir la experiencia sexual más dolorosa, más humillante y, sobretodo, más increíble de toda su existencia. Pasó un buen rato hasta que Sara volvió, pero lo hizo sin los hielos. Marcos seguía aun en el suelo tumbado, y la miro con extrañeza cuando llegó. No llevaba ninguna bolsa de hielo en la mano, sino una tablet.

 -  ¿Y el hielo?

 -  A callar, escoria- Le respondió, con un desprecio insólito, Sara.

 -  ¿Qué?

 -   Que cierres la puta boca. De verdad que los tíos sois todos repugnantes.

 -  Pero… ¿De qué coño vas?- Dijo Marcos incorporándose al fin del suelo.

 -  A mí no me hables así- Respondió Sara, dándole un bofetón que casi le vuelva a dejar tumbado. Marcos se puso furioso, y gritando le dijo.

 -  ¡¿Qué coño te pasa, puta loca de mierda?!

 -  ¿Qué que me pasa? Que sois todos iguales. Os plantan un cuerpo bonito delante y no os llega la sangre al cerebro- Dijo ella mientras encendía la tablet y la giraba,  dejando la pantalla justo a la altura de los ojos del joven- ¿De verdad te pensabas que una tía como yo iba a estar con alguien como tú porque si? ¿Qué iba a jugar a un  juego en donde permitiría que tú me dejases toquetear? No tienes moralidad ninguna, todos iguales. Te pongo caliente y se te olvida que soy de tu familia. Te llevo viendo  mirarme con esa cara de pervertido desde que llegaste, y toda esta mierda solo ha sido para conseguir esto ¿Lo ves? ¿Lo ves bien? Fíjate gilipollas.

Sara toco la pantalla táctil y ante Marcos apareció un video. Era él. De él y de ella. De hace tan solo unos minutos. En los altavoces del dispositivo pudo escuchar como claramente el decía: “¡¡Pégame, destrózame los huevos!! ¡¡Pégame para que pueda correrme, me hace falta que me pegues!! ¡¡Destrózame!!”. Marcos no entendía absolutamente nada, pero Sara siguió hablando. Le miró con sus preciosos ojos iluminados por la ira.

 -  No lo entiendes verdad. Con esto ahora tú…- Dijo mientras se acercaba al joven- Eres mío.

CONTINUARA….