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Encerrado por mi Hermanastra

en Amor filial

Encerrado por mi Hermanastra

Soy una mala persona. No es una forma de hablar, o una exageración, es una realidad plena y absoluta. Para empezar soy un pervertido de manual, un pajillero compulsivo que haría cualquier cosa para saciar su lujuria, incluso invadir la intimidad más elemental de otra persona.

Lo único bueno que tengo es que al menos lo reconozco.

Con todo, la situación en la que estoy ahora mismo me parece desproporcionada. Bueno, vale, desproporcionada quizás no tanto, he sido un cabrón enfermo y en realidad me lo merezco bastante. Pero aun así resulta muy dificil asumirlo.

Ante la decisión que debo tomar mi mente empieza sola a vagar por mis recuerdos, marchándome hasta ese día de hace más de tres meses donde ella apreció. Y es que esta historia, como todas las buenas historias en mi opinión, comienza con la introducción de un personaje femenino. Uno extraordinario.

Su nombre es Valeria, Val para los amigos. Valeria para mí. Era la hija del nuevo novio de mi madre, un rico empresario aragonés que, por el amor que siente por mi madre, había decidido trasladarse con nosotros a Sevilla.

Obviamente alguien como él, acostumbrado a los mayores lujos, no iba a vivir en el pequeño piso de alquiler que teníamos mi madre y yo. No, Lucas, que así es como se llama, tenía que comprar un lujoso Chalet en una de las zonas más pijas de la capital andaluza.

Total, que de repente, sin comerlo ni beberlo, iba a vivir en una casa enorme (Ocho habitaciones para cuatro personas me parece exagerado) y con una nueva hermanita de regalo.

A mí la idea, quitando la parte de los lujos que íbamos a tener, no me terminaba de gustar. No es por nada, a Lucas le conocía y no me caía mal del todo, pero, aparte de ser un pervertido, también soy tremendamente antisocial. Vamos, que la idea de irme con Lucas y su hija a una casa me producía una especie de urticaria emocional. Algo muy normal.

Fuera como fuese mi derecho a opinar se acabó cuando mi madre soltó una frase lapidaria.

- Mira, Guille, tienes ya veinticuatro años, no trabajas, no estudias y no haces nada aparte de estar en tu cuarto con el ordenador. Así que tienes dos opciones, o te vas a buscarte la vida o te vienes con nosotros y te callas.

Como veis la elección fue fácil. Mi santa madre tenía toda la razón, soy un bueno para nada, no tengo ni presente ni un futuro halagüeño precisamente. Así que me tocaba apechugar y aguantar, eso o empezar a hacer algo con mi vida además de pajearme mirando tías buenas por internet. Como he dicho la elección fue fácil.

De todas formas si albergaba algún tipo de resistencia ante la nueva situación, esta desapareció en cuanto entró por la puerta Valeria. Y digo literalmente, estábamos mi madre y yo en el chalet (El cual en vivo me impresionó todavía más que en las fotos que me había enseñado) cuando llegaron Lucas y su hija.

- Joder- Exclamé nada más verla.

Mi madre y Lucas me miraron un segundo, aunque prefirieron hacer como que no había dicho nada. Yo, con mi típica agudeza y agilidad, esgrimí una pobre excusa diciendo que me había dado contra el pico de la mesa. Nadie se la creyó lógicamente, pero como ya he dicho prefirieron correr un tupido velo.

El origen de mi exabrupto no fue otro que ella ¿Sabéis quien es Aleix Ren? Si lo sabéis poco tengo que decir, si no es así y soy hombres heteros o mujeres lesbianas, o cualquier tipo de persona a la que le gusten las mujeres… Por favor, buscadla.

Val era clavada. Alta, con un cuerpo fibroso y marcado, pero femenino de una forma casi diabólica. Tenía un abdomen que se le veía totalmente plano y estaba al aire gracias al ajustado y corto top que llevaba. El pelo rubio le caía hasta los hombros, sus piernas eran dos obras de ingeniería, su cara una estatua del puto Miguel Ángel, el culo parecía de mármol (Algo que descubrí después por cierto) y los ojos le brillaban con un azul intenso pero claro.

Ese detalle era lo único que la diferenciaba de Aleix, pues la instagramer los tenía marrones. Vamos, que encima la mejoraba y todo.

Si mi primera impresión de ella me había enamorado prácticamente, se podría decir justo lo contrario en el sentido inverso. Obviamente mi “joder” como carta de presentación era mala. Tampoco ayudaba mi aspecto. Reconozco que soy… Del montón. Del malo además. A ver, tampoco es que sea el tio más feo del mundo, pero en comparación con ella soy un puto orco.

Tengo el pelo marrón, los ojos verdes (Lo único decente de mí), una ridícula barba que no termina de salir y un cuerpo que, sin estar obeso, es más “fofi” que sano. Mi cara es vulgar, así de claro, con el fatídico detalle de que había heredado la tremenda nariz picuda de mi padre. Por otra parte, soy un puto tapón, ni llego al metro setenta.  Siempre ha sido mi mayor trauma.

Bueno, en realidad… Si soy sincero es mi segundo mayor trauma. El primero es algo que por fortuna no se puede ver a las primeras de cambio, y es que la tengo tirando a pequeña, por no decir pequeña. Pero eso, como ya he dicho, no es algo que se vea, así que no influyó en la opinión de Valeria sobre mí.

Eso no evitó que esta fuera algo así como: “Vaya mierda, me ha tocado vivir con este pajillero”. Lógicamente no lo dijo en voz alta, pero la expresión de su cara era tremendamente elocuente.

Total, que los cuatro comenzamos de esta forma a vivir como una nueva familia. Las primeras semanas fueron normales, tirando a agradables, al menos si ignoraba la cara de asco que ponía Valeria. Yo, patético como soy, casi la justificaba. A fin de cuentas la niña tenía dieciocho años y la habían sacado de su ciudad de toda la vida para irse a vivir a tomar por saco con la nueva novia de su padre y el hijo, baboso como el solo, de la misma. Entendía que le resultara desagradable, y más el hecho, inevitable para mí, de que cada vez que la veía le lanzaba unos repasos de aupa.

Esta pequeña parte de la historia fue la más normal de nuestra convivencia. Pero todo cambió por el detalle más tonto. Fueron las clases de piano de Valeria. La chica, además de ser una puñetera belleza de ensueño, encima era virtuosa a más no poder. Era mi jodido polo opuesto. Diestra en los estudios (Se preparaba para entra en la uni, con las perspectivas de irse en dos años a EEUU, posiblemente a Harvard), un prodigio en el atletismo y, encima, una pianista bastante buena.

Lo que pasó fue que durante esas semanas había estado buscando un profesor que, en sus propias palabras, “no fuera un cateto de mierda aporreando las teclas como un mono”. Vale, tengo que reconocer llegados a este punto una cosa, Valeria tenía un defecto obvio. Su carácter era horrible.

Como sea, por culpa de eso mi madre, Lucas y yo estábamos en casa ese día, a eso de las seis de la tarde, y ninguno tenía claro si Val estaba en casa o no. Habíamos pensado en irnos al cine a ver la última de Marvel, cuyo universo cinematográfico era posiblemente lo único que nos unía a los cuatro.

Pero la joven aquella mañana le había dicho a mi madre que iba a irse a conocer a un nuevo tutor, el problema es que mi querida progenitora no había escuchado bien la hora. Val no contestaba al teléfono, pero ciertamente cuando se ponía en su cuarto a estudiar muchas veces lo apagaba o dejaba en silencio. En resumen, que al final Lucas me pidió que subiera para ver si estaba o no la condenada niña.

Ese fue el primer paso hacia mi perdición.

Cuando llegué a su puerta toqué un par de veces y la llamé por su nombre. Nada, sin respuesta. Aquello también era muy típico, otras veces que me habían mandado a decirle algo la chica estaba esuchcando música y no se enteraba de nada. Asi que hice lo de siempre, entré en su habitación lentamente, anunciándome un par de veces vaya a ser que la liaramos porque estuviera desnuda o algo (Ya quisiera yo)

Pero, pro primera vez, en aquella ocasión no me encontré con la mirada censuradora de Valeria. Su cuarto estaba vacio. Quedó claro entonces que mi hermanastra no estaba en el chalet. Fui a girarme para salir cuando lo vi.

- Joder.

Ya, no soy muy original con mis exclamaciones. Lo que me hizo reaccionar así fue algo tan simple, y maravilloso en mi modesta opinión, con un tanga. Uno que descansbaa sobre la cama de Valeria.

Lo he dicho antes, soy un pervertido. Por lo general la etapa de quedarse mirando las bragas de una chica se pasa a los quince años, cuando todos somos unos cerdos que nos la pelamos con la cosa más tonta. Pero a mi esa etapa no se me había pasado, y ver aquella prenda, tan pequeña, tan roja y tan jodidamente sexy… Mi polla empezó a ponerse dura antes de que me planteara que iba a hacer.

Atraido por una fuerza invisible, empecé a caminar hasta la cama de Valeria. Llegué a ella y alargué mi mano para coger el tanga.

- Madre mía… Está usado- Dije para mi mismo.

Obviamente eso era de esperar, y no tenía nada de extraordinario, pero para mí fue un tesoro de un valor incalculable. Bueno, miento, si podía calcularlo. Su valor era el número de pajas que iba a hacerme con ese tanguita rojo. Y es que en menos de un segundo ya había decidido que me lo quedaba. Me importaba una mierda que fuera un cantazo, lo guardé en mi bolsillo y salí de aquella habitación para decirles a mi madre y Lucas que Valeria no estaba.

Tengo que aclarar algo. Desde que habían llegado y había visto a ese fenómeno de la naturaleza, me había pasado todos los días buscando por la casa la ropa íntima usada de ella. Pero no había manera, ya empezaba a preguntarme si la chiquilla se la lavaba en su puto cuarto. Lógicamente en el mismo hasta el momento no había tenido los santos cojones de mirar, a fin de cuentas en ese chalet había servicio y solía estar mi madre, la cual ya no tenía que trabajar y se dedicaba a la dolce vita. Por ello mis únicas oportunidades para entrar en ese santuario dedicado a la diosa de Val, era cuando me mandaban a por ella y, gracias eso, tenía un permiso expreso para poder entrar. Claro que, como antes dije, hasta el momento Valeria siempre había estado.

Hasta hoy, que encontré mi bien más preciado desde ese momento.

No puedo contar las veces que me masturbe con esa prenda sobre distintas partes de mí. Desde amarrármela al tronco de la polla y empezar a darme con frenesí, hasta colocarla en mi propia cara y así oler lo que debía ser el manjar más jugoso de toda la creación. Me despaché a gusto abusando de mí mismo, motivado únicamente por el tacto y el olor de ese tanguita de Valeria.

Si esta sospechaba de mí nunca hizo muestras de ello, o si las hizo las confundí con su típica cara de palo. Sea como sea jamás me dijo nada, ni a mis padres, ni al servicio. Imagino que o bien no se dio cuenta o bien le importaba un carajo si se le perdía un triste tanga.

El que si lo notó fui yo, y no solo por mis guarros trabajos manuales, sino porque pasé de tener una atracción lógica por Valeria, a convertirla en una obsesión. A cada paja que le dedicaba tocando la tela de esa prenda, a cada corrida que tenía pensando en su cuerpo perfecto… Cada una de esas cosas me empezó a provocar algo tremendamente enfermizo.

Que nadie se confunda, no era amor, era pura y dura lujuria, una lujuria calenturienta que me hacía empezar a sacar lo peor de mí. Y creedme, lo peor de mí es malo, malo, malo.

Empecé con algo relativamente inocente. Teníamos una piscina en el jardín, en ella Valeria solía pasarse una hora al día tomando el sol, algo que según ella era mucho más sano que ponerse con la máquina de rayos uva del gimnasio (Si, teníamos gimnasio privado) Pues bien, cual crio pre púber, empecé a idear como sacarle fotos mientras lo hacía.

Tenía claro que si mi hermosa hermanastra no se quedaba en tetas, o directamente en bolas, era únicamente por mí. Eso no evitaba que, para no dejarse marcas de biquini en la espalda, soliera desabrochárselo cuando se tumbaba bocabajo. La imagen era… Tremenda. El perfecto culo de Valeria, tostado al sol, y su espalda desnuda eran la cosa más erótica que uno podía imaginarse. Lógicamente yo muchas veces pasaba “inocentemente” por el jardín cuando ella estaba haciendo eso.

Sus miradas de asco me la soplaban, verla allí compensaba en sobremanera sus gestos de rechazo. Pero ya no me valía con eso, debía tener fotos suyas, imágenes para mí colección de porno vamos.

Pero me topé con el mismo problema que cuando quería entrar en su cuarto sin permiso. Aquella casa, por grande que fuera, siempre tenía a gente de aquí para allá. Desde el cocinero, hasta la limpiadora, y finalmente mi madre. Además estaba seguro de que Valeria, lista como era, les había dicho a un par de las chicas del servicio que cuando estuviera tomando el sol se pusieran a ordenar los alrededores. Total, que me era imposible ponerme a hacerle fotos sin que me pillaran.

Y ahí fue cuando usé mi único punto fuerte.

Es cierto que no he estudiado, al menos no propiamente dicho, pero sí que soy una especie de informático, barra técnico, barra hacker, barra nerd, con unos grandes conocimientos de la tecnología en general. Gracias a ello se me ocurrió una forma perfecta de espiar a mi hermanastra, usar la propia vigilancia de la casa.

Teníamos un huevo de cámaras, repartidas en todas las entradas y ventanas que daban al exterior. Obviamente estás tenía una programación para evitar que se inmiscuyeran en nuestra privacidad más elemental, de esa forma las rondas al jardín solo se hacían de noche, siempre y cuando ninguno estuviéramos en la piscina claro. Además las cámaras de las ventanas no enfocaban el interior de los cuartos, estaban programadas para apagarse en cuanto apuntaran e ellos. Era un sistema muy bueno, muy caro y ciertamente con una IA muy buena. Pero era hackeable, al menos para alguien como yo.

Cuando lo pensé me puse manos a la obra. El sistema se controlaba desde un ordenador central, uno al que solo los miembros de la familia, es decir nosotros cuatro, teníamos acceso, entre otras cosas porque estaba en el despacho de Lucas. Los miembros de seguridad (Teníamos a seis tíos como armarios vigilando todo el día) también tenían un terminal, pero ese estaba “capado” para no poder modificar nada, solo vigilar si pasaba algo raro.

Me costó un huevo y parte del otro poder romper aquel puto software. A mitad de camino me rendí un par de veces, maldije unas cuantas más y no sé cuántas veces me dije a mi mismo que ni el puto Pentágono debía tener algo tan jodidamente complicado. Pero, con un grito de júbilo incluido, lo conseguí. Había accedido a su código base, y ahora podía modificarlo a mi gusto.

Fue entonces cuando se me ocurrió algo obvio, pero que centrado en las futuras grabaciones de mi hermanastra tumbada al sol, no había pensado. Si podía manipular eso… ¿Por qué conformarme solo con tener fotos tomando el sol?

Los cojones me iba a quedar ahí, pensé.

Había una cámara que, pese a que no tomaba imágenes del mismo, tenía un rango de captación que podía grabar el interior del cuarto de Valeria desde su ventana. Dicho de otra forma, siempre y cuando mi hermanastra no bajara las persianas, algo que no solíamos hacer ninguno porque las habitaciones estaban en la planta superior y no teníamos ninguna casa al lado, podía hacer mil videos de Valeria en la intimidad de su habitación.

Solo tenía que programar las cámaras y hacer que el sistema, en vez de almacenar esos videos en el disco duro central, los enviara a mi ordenador personal. A ver, ese solo requería de una pericia tremenda, pero… Para mí era posible.

Así empezó la etapa más increíble de mi triste vida.

Dejé programado el cacharro antes de acostarme e, impaciente, me fui a la cama. Solo de pensar en las imágenes que podría tener al día siguiente se me ponía dura. Tanto que antes de conseguir pillar el sueño ya me había pajeado tres veces, dos de ellas con el tanga de Valeria en la cara y susurrando su nombre.

Al día siguiente me levanté con más ilusión que de crio la mañana de Reyes. Fui directo a mi portátil para ver la “captura” que había obtenido esa noche. No me defraudo en absoluto.

Vi a Valeria cambiándose tranquilamente unas tres o cuatro veces, contemplando su perfecto cuerpo primero en ropa interior. Con eso cayó la primera paja. Las siguientes llegaron cuando decidió que ya era hora también de quitarse las prendas íntimas, por lo que por primera vez contemplé a mi hermanastra en toda su gloria.

Tenía las tetas más maravillosas que cualquiera de las miles de actrices porno que había visto en mi vida. Tenían el tamaño justo, ni pequeñas ni enormes. Sus pezones eran pequeñitos y rosados, como a mí me gustaban. Además estaba depilada, por completo. En una de las escenas pude verla de frente, y mis ojos se quedaron calvados en ese rasurado coñito que debía ser el lugar más feliz del mundo para guardar una polla.

Con ese video cayeron tantas corridas que al terminar me dolía el glande.

Pero ahí no acababa la cosa. Valeria al parecer pasaba de usar el gimnasio de la casa, ella prefería ponerse a hacer ejercicios en una minúscula ropa deportiva, en su cuarto. Probablemente fuera para no darme el gusto de hacer eso en un sitio donde pudiera verla.

- Angelito- Dije para mí mismo.

Ver como sus muslos se tensaban, como su culo botaba una y otra vez, sus pechos aplastados contra la esterilla, su piel reluciente de sudor… Todo eso consiguió que mí sobreusada polla volviera a la vida un par de veces más.

Me pasé en definitiva todo el día en mi cuarto, en una ruleta continua de masturbaciones y, tengo que decirlo, exclamaciones por cada nuevo descubrimiento de la intimidad de mi hermanastra.

Siempre he sido más bien de quedarme en mi cuarto, pero durante esa semana me pasé tanto tiempo en él que hasta mi madre me reprendió.

- Te pasas todo el día encerrado ¿Se puede saber qué hacer? Mira, cariño, tienes que empezar a pensar en cómo ganarte la vida de una vez. No vas a estar aquí para siempre ¿Sabes? Por mucho que ahora tengamos dinero, tú tienes que comenzar a hacer vida propia. Y no veo que hagas nada.

Algo si hacía, aunque claro, si se lo dijera no creo que se lo tomara muy bien.

- Ya lo sé mama, pero…

- Ni peros ni leches, Guille, que ya está bien hombre. Vamos a ver, en un par de meses Lucas y yo nos vamos a un unas semanas a Grecia. Quiere enseñarme a Atenas. Pues bien, quiero que cuando volvamos de ese viaje tengas un plan, algo, lo que sea pero que sea convincente. Puede ser cualquier cosa, desde entrar por fin a una carrera hasta un buen proyecto de negocio. No me importa, pero escúchame, si no es bueno te echo de casa.

- ¡Pero mama!

- ¡Te he dicho que ni peros ni leches! Céntrate de una vez o te quedas en la calle y se acabó ¿Lo has entendido?

No tenía escapatoria, así que me limité a asentir y a largarme del salón pensando en el marrón que tenía delante. Con lo cómodo que era estar todo el día pajeandome viendo a mi hermanastra en mi portátil.

Vale, sé que soy un puto crio, a fin de cuentas la mayoría no tiene la posibilidad de hacer lo que quiera. Pero ponerme a pensar ahora en montar un negocio o, peor, tener que soportar cuatro años de carrera… Me daba una pereza tremenda.

Como sea durante el siguiente mes me pasé pensando en que podía hacer. Bueno, eso y tocarme como un mono viendo a Valeria cambiarse, hacer ejercicio e, incluso, masturbarse unas cuantas veces sobre la cama. Cuando vi que tenía un consolador en la mesita de noche y que lo sacaba a pasear de vez en cuando… Ese momento fue el más feliz, morboso y caliente de mí vida.

Tengo el video de esa grabación en bucle. Lo malo es que solo podía verla, y algo de refilón, pues la imagen solo captaba hasta el comienzo de sus tetas, por lo que ni veía su expresión ni lógicamente la escuchaba.

Fue entonces cuando se me ocurrió ¿Por qué no unirlo todo? Es decir, mi mayor pasión ahora mismo era contemplar a aquella diosa, pero mi mayor problema era saber que decirle a mi querida madre sobre su ultimátum. Había una cosa que podía solucionarlo todo.

Me puse manos a la obra, diseñando un buen plan de negocio, hablando con varias empresas y proveedores. Nunca he dicho que fuera idiota o un inútil, soy un puto vago, pero cuando me pongo soy capaz de lo mejor. Aunque sea con las peores intenciones. Al final le presenté el proyecto a mí extrañada madre, pues lo había terminado unas semanas antes del plazo, toda una rareza en mí.

- ¿Qué quieres montar una página web de productos de espionaje? Ay Guillermo… Y yo que me había hecho la ilusión de que me presentaras algo de verdad.

- Escúchame en serio mama. Mira los datos, aquí, en Sevilla e incluso en toda Andalucia, no hay ninguna empresa seria que se dedique a eso. La gente lo compra por amazon o cosa así. Pero, si monto una y pongo productos raros y útiles, puedo sacar una buena tajada. A fin de cuentas hay mucho mercado.

- ¿Cómo cual, eh?

- Para empezar empresas que quieres saber que van a hacer sus competidores. Es más fácil poner una cámara en un despacho que colarse en según qué sistema, créeme.

- Eso es ilegal.

- Es ilegal hacerlo, no venderlo.

- Guille…

- Mira, tengo ya ocho empresas interesadas en los servicios que ofrecería. Además, no solo es el mundo empresarial. También el sector familiar ¿O me vas a decir que no hay maridos y esposas que quisieran espiar a su pareja? He mirado en foros, y ahora la gente lo hace con el teléfono, pero los que tienen dinero contratan a detectives privados. El problema de eso es que tienen que meter a otra persona, pero con mis aparatos no tendrían que hacerlo.

Mi madre se quedó pensando un buen rato. Sabía que le parecía una idea peregrina, y la verdad es que lo era, pero también podía ser un buen negocio. Al final acepto quedarse con el proyecto y enseñárselo a Lucas, el cual tenía más experiencia en esos temas. A los dos días el novio de mi madre vino a verme.

- Guille, voy a financiar tu proyecto.

- ¿En serio?

- Si. Mira, he estado estudiando lo que has ideado. Incluso he llamado a las empresas que ponías para ver si de verdad habías contactado con ellos. Y la verdad es que me has impresionado, está bastante bien pensado, y puede ser un negocio interesante. No creo que te hagas de oro, pero seguramente en un año o dos podrás devolverme el préstamo incluso.

Lógicamente todo eso me tenía muy contento. Pronto empezó a llegar el material que había encargado para la web, las primeras provisiones. Les dije que quería ver el producto en persona, algo que les agradó bastante por cierto, me tenían por todo un nuevo empresario.

Que ingenuos.

Cámaras, micrófonos, sensores de movimiento… Sí, mi proyecto era en parte para contentar a mi madre, y también para evitar se exiliado a la calle por nini. Pero, ante todo, era la vía para obtener todo lo que necesitaba para espiar a gusto a Valeria.

Lógicamente habrá quien piense que podía haberme limitado a comprar esas cosas, montar toda una empresa para ver y escuchar la intimidad de una hermanastra podía ser algo exagerado. Para empezar a esas personas les diría que no conocen hasta qué punto soy un pervertido de mierda. Pero también tendría que excusarme diciendo que no tengo un chavo. Es decir, ni mi madre ni Lucas me daban dinero, para nada. Decían que si no hacía nada solo estaban obligados a alimentarme, y la comida ya estaba en casa.

Pero, sin saberlo, me habían financiado al final.

Tardé una semana más, pero al fin conseguí tenerlo todo listo. Lo primero que hice fue poner los sensores por toda la casa. Esa fue la parte más peliaguada en realidad, porque no tenía ningún colchón de seguridad, si me hubieran pillado colocando esos pequeños trastos se me habría caído el pelo seguramente. Pero, una vez hecho eso, los conecté al propio sistema de seguridad de la casa.

Resultado, era el puto Gran Hermano. Cree un programa que me decía cuando alguien estaba cerca de mi posición, por lo que podía moverme con tranquilidad por la casa. Por toda la casa, incluido el cuarto de Valeria.

Prácticamente llené su habitación de mini cámaras espía y micros. Ahora tenía una visual y un sonido perfecto, y ese mismo día saque el primer rédito de mi curiosa “inversión”.

Lo recuerdo perfectamente. Eran las once de la noche, llevaba una hora mirando alternativamente mi teléfono (Donde aparecía un video en directo de la habitación de Val) y viendo un episodio de una serie. Y de repente mi hermanastra, que se había pasado toda la tarde leyendo, lanzó un suspiro y se fue a la cama.

Nada más ver cómo iba a la mesita lo supe. Por fin iba a ver una de sus pajas con sonido y con un ángulo completo.

Mi hermanastra se fue desnudando lentamente, no sin antes ponerle el pestillo a la puerta. Al final quedó completamente en bolas sobre el colchón. A diferencia de mí a ella parecía no hacerle falta nada, solo su imaginación.

Empezó a tocarse por todas partes, deslizando sus dedos sobre su vientre, sus pechos, sus pezones… Pellizco uno de ellos y lanzó el gemido más erótico que había oído nunca. Mantuvo su mano allí, sobre su pecho izquierdo, pero con la otra fue bajando por su estómago hasta llegar a su pubis.

Una de mis cámaras me daba una visión perfecta de sus piernas abiertas. Pasé la imagen de mi portátil y, al mismo tiempo, puse a emitir con la pantalla dividía en cuatro. De esa forma tenía cuatro videos en directo de Valeria tocándose.

Fue rozando todo su coño, moviendo sus dedos sobre los labios vaginales, usando su otra mano para pellizcarse los pezones alternativamente. Su cara, siempre con un ligero rubor que la hacía incluso más atractiva, ahora estaba cada vez más roja. Los labios, jugosos y rosáceos sin necesidad de pintalabios, se abrían y cerraban, dejando escapar cada vez unos jadeos más ahogados. Lanzó un largo gemido cuando al fin se tocó su propio clítoris, aunque solo fue durante un segundo, pues nada más hacerlo se revolvió en la cama y paró un segundo.

Haciendo gala de una actuación digna de una estrella porno, Valeria agarró su dildo con la mano que hasta entonces tenía en su intimidad más escondida, cogiéndolo casi como si fuera una polla de verdad. Se la llevó a la boca y empezó a lamerlo, lentamente, mojándolo por todas partes.  Y luego lo fue dirigiendo lentamente hasta su claramente lubricado coño.

Lo posó en su abertura, dejándolo quieto un instante, untándolo con sus propios flujos que empezaban a resbalarle entre los pliegues de su vagina. Con mucha suavidad lo movio por toda su abertura, gimiendo con cada roce, suspirando cada vez más alterada. Al final se penetró, con una lentitud que me ponía nerviosos hasta a mí. Metió solo la punta, y sus piernas se abrieron por completo, mostrando su increíble flexibilidad.

- Oh, joder… Si… Dios… Dame…

Estaba claro que fantaseaba con ser follada, aunque la que se lo “daba” era ella misma. Y joder, como lo hacía, si aquello era el mejor polvo que yo había visto por mucho que estuviera ella sola.

De repente cambio. Cuando lo que en una polla de verdad seria el glande estaba dentro de ella, Valeria repentinamente tensó todo su cuerpo, marcándose sus trabajados músculos en él. Realmente era perfecta. Pero más perfecto fue ver como de improviso se incrustó el resto del consolador en su coño. De golpe, de un solo y portentoso empujón.

Se había llevado la otra mano a su boca para tapársela, aunque gracias a los micros supe que había soltado un gemido mayor a cualquiera de los demás. Tras ese auto envite, mi hermanastra se quedó unos segundos con todo el dildo dentro, sin moverse. Y, otra vez de una forma totalmente repentina, empezó a taladrarse a un ritmo frenético. Sacaba y metía el juguete de su interior a una velocidad increíble, jadeando y soltando palabras inconexas una detrás de otra.

- Joder… Si, si, si… Sigue, sigue… ¡¡DIOS!!

Estaba claro que mi casa tenía una insonorización impresionante, porque por mucho que se mordiera el brazo libre, lo que había soltado Valeria era un alarido tremendo. Y yo nunca la había escuchado, peso a que su cuarto era contiguo al mío.

Pero eso me importaba una mierda. Lo único en lo que estaba centrado era en ver como mi hermanastra se corría como una burra, su coño literalmente empezó a chorrear, mojando todo el dildo e incluso sus propias sabanas. Su espectacular cuerpo se tensó a un más, y Valeria perdió el control de sus caderas, las cuales se movían aleatoriamente, haciendo que el dildo se metiera en ella y saliera una y otra vez. Además toda ella temblaba de gusto, como si en su cuerpo hubiera un pequeño terremoto personal.

Su orgasmo duró más de un minuto. Al final acabó totalmente desmadejada sobre la cama, con el consolador ya fuera de ella y una expresión de plena felicidad en la cara.

Sobra decía que durante todo aquel show yo me la estaba peleando con un frenesí incluso mayor al que Valeria mostraba. Si ella se corrió al final, yo me había corriendo tres veces en la media hora que duró aquello. Nunca había tenido tantos orgasmos en tan poco tiempo, y todavía seguía empalmado, era la hostia.

 Esa solo fue la primera de las muchas pajas que vi de Val. La verdad es que la chica era toda una showoman, impresionante las que montaba para darse placer. Antes no podía ver ni siquiera una pequeña parte de sus espectáculos, pero eran verdaderamente tremendos. Una de las veces incluso llegó a ponerse dos pinzas de la ropa en los pezones, uniéndolos además con una pequeña cuerda que usaba para tirarse de ellos con bastante saña.

Yo lógicamente todo eso lo disfrutaba muchísimo, pero lo cierto es que no entendía el porqué de tanto amor propio. Es decir, si Val quería follar… Bueno, dudaba que algún hombre del planeta le dijera que no. Vale, esta guay conocerse a uno mismo y tal, pero digo yo que una buena follada la satisfacería más.

Sea como sea no creo que nunca llegue a saber el porque de eso. O si lo sé desde luego no seré yo el que lo controle.

Esta mañana se han marchado mi madre y Lucas a Grecia. Íbamos a quedarnos yo y Valeria solos. Lo único que ella me dijo fue lo siguiente.

- Voy a pasarme este fin de semana en mi cuarto. No molestes.

Y, girándose de una forma algo teatral, se piró. Yo me escabullí a mi cuarto, algo cabreado con su actitud. La verdad es que desde que tenía acceso a su intimidad cada vez la respetaba menos. Es decir, claro que me seguía poniendo como una moto, era jodidamente perfecta. Pero verla así, vestida y sin una barra de plástico en el coño, imponía bastante menos que mis videos.

Con ese enfado bullendo en mí me dije.

“Pues mira, zorra, ahora voy a mi cuarto a ver uno de los muchos archivos que tengo de ti. Y este friki se va a quedar a gusto pajeandose contigo follandote a ti misma, pedazo de guarra”

Sí, no es un pensamiento muy sano.

Cerré la puerta de mi cuarto con pestillo y me dirigí hacia mi portátil. Me la saque, estaba ya morcillona, preparándose para un nuevo show de Val.

Pero entonces me dio un vuelvo al corazón. No podía ser, mi colección de videos de Valeria había desaparecido… No había nada. Esa mañana tenía por lo menos trescientos videos distintos, ordenados por temática (Cambiándose, ejercicios, dedos, etc) pero esa carpeta, la cual estaba oculta obviamente, había desaparecido.

En su lugar donde debía estar solo había un archivo, el cual ponía “abréveme”.

Lo hice con el corazón en un puño. Y Val apareció ante mí.

“Hola, puto gusano enfermo. Si estás viendo esto es porque, de nuevo, vas a tocarte esa mierdecilla que tienes entre las piernas con los videos que mes has estado haciendo estos meses. Era un puto psicópata, un gilipollas. Te preguntarás como te he pillado… Pues bien, la respuesta es simple. Soy superior a ti. En todo, imbécil. En belleza es obvio, pero en inteligencia también. Lo sé todo, desde lo del tanga. Me di cuenta el primer día que las cámaras habían cambiado de patrón, soplapollas. Y, cuando minaste mi cuarto con tus juguetes de espía, ya acabaste con mi paciencia.

Verás, podía aceptar que cogieras mi ropa interior. Es patético que un ti de veintipico años haga algo así, pero bueno, es que tú eres patético y eso ya lo sabía. Incluso que me grabaras tocándome me daba más o menos igual, como ves soy capaz de entrar en tu ordenador cuando y como quiera, así que borrar esos videos, en los que además no se me veía la cara, era sencillo.

Pero… ¿En serio? ¿Cámaras, micros, sensores? ¿A ti qué coño te pasa? Estás mal, muy mal. Así que he decidido destrozarte, por el bien de todas las mujeres del mundo, alguien como tú no merece otra cosa.

¿Te lo has pasado bien este tiempo, eh? Pues yo también. Aunque claro a mí, más que ponerme, esto me hace gracia. “

Nada más terminar esa frase la grabación cambio. Ya no mostraba a Valeria sentada ante su ordenador, era una imagen… De mi cuarto. Y de mí.

Dios mío. Estaba tumbado en la cama, con el tanga de Valeria en la cara, pajeandome furiosamente mi pequeña polla. En menos de un minuto me corrí entre unos gemidos totalmente ridículos, casi eran como los chillidos de un cerdo. No sabía que hacia eso al correrme, me daba hasta asco de mí mismo.

“Repulsivo ¿No? Bien, tengo decenas de videos como este, tú sin embargo ya no tienes nada de mí. Lo he borrado todo, incluidos los dos pendrives que guardabas y la cuenta en la nube.

Como eres lentito te lo dejare claro. Eres mío, totalmente. Si no haces cada una de las cosas que te diga a partir de ahora, todo esto se filtrará a internet. Y con tus nombres y apellidos. Así todo el puto mundo sabrá lo patético, asqueroso y pichacorta que eres.

Así que Guillermin, estate atento. Hoy comienza tu nueva vida. Lo primero que quiero que hagas es mirar debajo de la cama y coger la caja negra. “

Como un zombi lo hice. Estaba en estado de shock, aunque cuando abrí aquella caja volví a la vida. Solo para caer aún más en la desesperación.

“Supongo que ya lo habrás visto. Sí, es lo que piensas, y sé que sabes lo que es porque eres así de repugnante. Seguro que te has hecho alguna paja viendo videos con esas cosas. Aunque dudo que te haga tanta gracia en la vida real.

Bien, tu primera orden es simple. Póntelo y ven a mi cuarto, totalmente desnudo por cierto. Llamarás a mi puerta y te arrodillarás.

Eso es todo, hasta ahora, pequeñín”

Y aquí estoy, justo donde empezó toda esta historia.

No me quedan más cojones que obedecer, lo sé, pero intento encontrar alguna forma de escabullirme de mi nueva realidad. Es imposible, simplemente Valeria me tiene agarrado por las pelotas.

Al final lo hago. Sujeto la caja de castidad con una mano y me la voy colocando en la polla. No sé cómo funcionara esto, no tiene un candado como las que he visto, pero cuando todo mi pene está en él se cierra automáticamente. Se ve que Valeria no repara en gastos ni en estas cosas.

Quiero llorar cuando salgo de esa guisa al pasillo y voy hasta su cuarto. Llamo a la puerta un par de veces y luego me arrodillo.

Valeria sale al cabo de unos minutos, se ve que quería tenerme esperando. La imagen de ella, totalmente vestida con un pantalón corto de chándal y una camiseta ajustada, es imponente. Sus ojos azules me taladran, aplastándome como si fuera un insecto. Y comparación lo soy, siempre lo he sido, pero ahora todavía más.

Ella lleva uno de sus pies hasta mi encerrada polla, aplastándola lentamente contra el suelo y provocando que suelte un ligero quejido. Se queda así mientras dice.

- Bien, esclavo, empecemos.