miprimita.com

¿Quién Manda? Tercera Prueba

en Hetero: Infidelidad

 

(Enlaces de los relatos precedentes a este: 1º https://www.todorelatos.com/relato/142055/  2º https://www.todorelatos.com/relato/142117/)

 

¿Quién Manda? Tercera Prueba

Si las miradas matasen Paula ya me habría asesinado varias veces durante el último minuto. Mira que las hemos tenido de todos los colores, pero no recuerdo haberla visto tan cabreada en toda mi vida. No puedo evitar regodearme un poco, volviendo a sonreírle con una suficiencia que hasta a mí me resulta irritante, y eso que no me veo.

La diosa, digo, Elena, aún anda algo acelerada cuando se planta delante de nosotros. Ver que sigue afectada por el meneo que le he dado infla mi orgullo, y lo que no es mi orgullo claro. Nos mira, con una pasión tan evidente en sus ojos que me hace querer agarrarla y tirármela donde pille, y habla algo entrecortada.

- Pues ya estamos en la última prueba. Supongo que ya sabréis cual es, es un poco de cajón pero bueno- Dice alegremente, hablando cada vez con más facilidad- Ahora es el turno de que nuestros hombres demuestren su aguante. La que primero haga que se corra el tío gana, el que más aguante igual. Ah, y por cierto, para que no haya protestas lo digo desde ya- Añade mirando a Paula- El premio esta vez solo será para los ganadores. Los dos pueden hacer lo que quieran entre ellos durante ocho minutos. Salvo follar en sí, claro, eso queda para el “premio final”.

No tengo ni zorra de que será eso último. Yo pensaba que tras las tres pruebas se acababa todo, pero bueno, que más dará. Me digo a mi mismo que esto es el final, yo he perdido una vez y Paula igual. Si uno de los dos gana se acabó lo de estar repartiéndose el mando. Uno sería el amo y el otro el sumiso, y ambos lo sabíamos. Lo curioso seria que empatáramos. Por mi parte sería una putada, y creo que para Paula también. Tenemos demasiadas ganas de acabar con esta lucha de años como para que uno de los dos no sea el peor o el mejor en esa prueba.

Esta vez son ellas las que se ponen a nuestra espalda, dejando sus manos cerca de los miembros de cada uno. Por un segundo me gustaría ser el chulo, tener las tetas de Elena aplastadas contra tu espalda debe ser una experiencia religiosa. Aunque también tiene su gracia ver el pequeño cuerpo de Jesica por detrás del larguirucho Tomas, un poco más y tiene que ponerse de puntillas para agarrarle el nardo.

- Uno, dos y… ¡¡Tres!!- Dice Elena.

Mierda. Joder, joder, joder… Me acabo de dar cuenta de algo bastante obvio. En cuanto he sentido la mano de Paula en mi polla… Su puta madre ¿Cómo no he caído hasta ahora? Yo voy con un hándicap de cuidado. Me he pasado los últimos minutos magreando al bombón de Elena, y antes de eso haciéndole una soberana paja a mi novia. Estoy como una puta moto. Soy gilipollas, era de libro. Solamente con sentir a Paula deslizarse lentamente sobre mi pene ya me tiene casi al límite, y no han pasado ni diez segundos. Mi novia me habla al oído, la hija de puta lo sabía…

- Te vas a cagar- Me susurra- No solo vas a perder, sino que vas a quedar como el mierdecilla que eres.

Y mete la directa. Dios santo, miro hacia abajo y casi ni veo sus dedos de lo rápido que va. No es la única claro, las otras van al mismo ritmo. Siento algo de esperanza cuando veo la cara de Tomas. Recuerdo que él estaba cachondisimo antes, cuando pajeaba a Jesica casi parecía más salido él que ella. Quizás tengo suerte y se corre antes que yo. También veo a Miguel, joder… Elena le está haciendo la paja a dos manos, agarrando ese tronco enorme mientras sigue apoyando sus tetas en la espalda del hombre, y le come la oreja con devoción. Pero él no parece ni inmutarse, es el único de los tres que ni siquiera emite un leve jadeo, como si en vez de masturbarle una ninfa le estuviera haciendo un masaje un tío. Sin embargo a mi esa imagen me mata, siento como mi nabo empieza a gotear, por lo que aparto mis ojos de ellos y los cierro. Intento pensar en otra cosa, pero es difícil cuando Paula me muerde el cuello, me sigue pajeando y al mismo tiempo con la mano libre pelliza uno de mis pezones. Y luego vuelve a hablarme… Y se acabó.

- Te vas a correr sabiendo que en nada voy a tener la polla de Miguel en la boca- Me dice, tan bajo que solo la oigo yo. Pero cuando continua casi lo vocifera- ¡¡Mirad al pequeñín precoz!!

Me corro como hacía años que no me corría, si es que alguna vez lo he hecho así. La hija de la gran puta me suelta la polla justo cuando el semen sale disparado de ella, provocando que gima de forma lamentable mientras veo volar mi descontrolada simiente. Por culpa de mi nardo curvado me acabo apuntando a mí mismo, y mi corrida se estrella en parte contra mi propio abdomen. Pero lo peor es que los oigo… Todos se ríen mientras me ven perder y correrme sobre mí mismo de forma tan patética. Ni siquiera he llegado al minuto, es normal que se rían, pero no deja de ser lo más humillante que me ha pasado en la puta vida.

- ¡Jajajajaja! ¡Joder, encima de pequeño nos ha salido rápido! Pobre Pau-Se burla Elena- Anda, siéntalo en el sofá y que mire como son los hombres de verdad.

Sus palabras terminan de hundirme. Tengo hasta ganas de llorar mientras Paula, agarrándome de mi menguante pene, me arrastra hasta el mencionado sofá y hace que me siente. No quiero mirar hacia arriba, aunque mi novia me agarra la barbilla y me obliga a levantar la cabeza.

La escena sigue siendo brutal, pero creo que he perdido la capacidad de apreciar el erotismo. Solo siento un profundo agobio en mi interior. Lo que me ha dicho Paula antes de que me corriera va a ser verdad. No hace falta ser un genio para saber que el carbón de Miguel, por muchas ganas que le esté poniendo Elena, controla a la perfección su puta manguera. Por primera vez siento envidia de él. No es que antes no pensara que me gustaría tener su cuerpo, algo aumentado cuando le vi hace un rato el aparato, pero nunca he creído que tenga carencias graves. Pero viéndole… Es de otra especie simplemente. No solo es perfecto físicamente, sino que encima parece ser capaz de dominar a voluntad todo lo relacionado con su sexo. Llevo todo el rato pensando que Elena era una diosa, pero quizás él sea el verdadero dios sexual de la sala.

Tienen que pasar casi diez minutos para que Tomas se corra entre jadeos. Estaba claro que no iba a ganar pero me sorprende y me humilla a partes iguales que, pese a creer antes que estaba tan cachondo como yo, haya aguantado diez veces más. Mi amigo está jadeando, siento una sensación de traición cuando recuerdo que el muy cabrón también se ha reído de mí y que encima me ha hecho quedar peor durando tanto pese a su estado. Con amigos así…

Elena deja también de pajear a Miguel. Parece darse por vencida, aunque se pasan después un par de minutos comiéndose el uno al otro. Y el tío como la polla en ristre, pero sin dar señales de perder un ápice de control. Lo dicho, es un puto dios el desgraciado. A mí ni siquiera la imagen de esa obra maestra que es Elena me saca de mi depresión. He perdido, Paula va a estar ocho minutos haciendo a saber qué con ese desgraciado superdotado. Y… ¿Qué mierda será el premio final?... Joder, se la va a follar, seguro. Delante de mí, delante de todos… Mierda, mierda, mierda. Me niego, que le den al juego, si lo hace yo me piro y la dejo por puta. Así de mal perdedor soy ¿Qué? ¿Algún problema?

Como estoy centrado en mi plan de escape no me percato de que Miguel y Elena han dejado de meterse mano. Para cuando me quiero dar cuenta la mujer está casi enfrente de mí, a menos de un paso. Me mira con una mezcla de pena y burla que me pone de los nervios. Extiende una mano, como diciéndome que me levante. No sé porque la hago caso, creo que sencillamente soy un poco incapaz de negarle nada a esa fuerza de la naturaleza que es esta tía. Me alzo cabizbajo, pero ella me levanta la cara con una mano, mucho más suavemente que Paula antes. Ostia, si parece que me va a besar. Sentirá tanta lastima por mí que quiere darme un consuelo. O quizás es que le gustó mucho mi trato de antes, vete a saber, pero cuando acerca su cuerpo desnudo al mío no me lo pienso y me muevo a su compás, rozándome ya con su pecho. Su cara cada vez está más cerca, sus labios casi tocan los míos…. Y de repente eleva una de sus piernas y me suelta un rodillazo bestial en los huevos.

- Esto es por lo de antes, hombrecito- Me dice.

Vuelvo a escuchar como los demás se parten de risa cuando me doblo por la mitad ¿Se puede saber que les he hecho yo para que me traten así? Me cago en todo, como duele. Me quiero agarrar las pelotas por puro instinto, pero en ese momento unas manos me agarran las mías desde detrás.

- Y esto es para que no te escapes, que ya nos ha dicho Paula lo mal perdedor que eres pichafloja- Dice el chulo de Miguel.

Casi en volandas me lleva hasta una silla de comedor que está en el centro de la sala. No tengo ni zorra idea de cuando la han puesto ahí, imagino que mientras yo estaba pendiente del acercamiento de Elena. No puedo resistirme prácticamente por culpa del dolor en mis partes, aunque si soy sincero tampoco es que podría haber hecho demasiado contra esa mole de músculos. Me sienta en la silla y me ata los brazos por detrás. Luego hace lo mismo con mis piernas, por lo que no podría moverme salvo para caerme de bruces al suelo… ¿De dónde coño han sacado las cuerdas? Que yo sepa Paula y yo no tenemos. Esto no tiene ni pies ni cabeza.

- Bueno, cariñin- Dice Paula, haciendo hincapié, como todos, en llamarme con diminutivos- Disfruta del show.

Y nada más decirlo ella y Miguel, que ya está delante de mí tras atarme, se lanzan el uno contra el otro. Se besan con una pasión indescriptible, tocándose por todas partes como si fueran pulpos. Ella agarra primero sus anchos hombros, luego su espalda, baja hasta las nalgas de acero de armatoste… Y finalmente le coge la polla con una mano, sobándosela bien. Él pierde menos el tiempo, pone directamente una mano en su culo y otra en una de sus pequeñas pero firmes tetas. Le está acariciando el pezón, haciendo que mi novia gima contra su boca. A mí ya se me ha pasado el dolor de huevos, pero esa imagen es bastante más dañina. Intento forcejear contra mis ataduras, pero no sirve para nada. En esas estoy cuando Elena se agacha a mi lado y empieza a hablarme.

- Tienes que estar un tanto confuso ¿No? Pobre pequeñín- Me suelta la muy cabrona- Te tienes que preguntar cómo has llegado hasta aquí. Si fueras listo ya lo sabrías, pero como te autoengañas pues claro, así estamos.

No tengo ni zorra de lo que me está hablando. Por primera vez cuando veo su cuerpo desnudo a mi lado no me dan ganas de follarmela, solo siento una rabia creciente. Su forma compasiva de mirarme me pone de los nervios. La muy puta continúa con su discurso.

- Veras, todo esto empezó hace un par de meses. Mi pobre Pau estaba jodida, llevaba contigo mucho tiempo, pero no lograbas entenderlo. Es decir, mírate, sigues siendo incapaz de ver lo ridículo que eres en el plano sexual.

¿De qué mierdas habla? Yo y Paula, quitando nuestra lucha por el control, tenemos una vida sexual totalmente satisfactoria. Rara de cojones, sí, pero no nos podemos quejar. Si follamos como conejos.

- Ya sé. Ya sé, te estás diciendo que lo hacéis sin parar- Me dice, como si me leyera la mente- Ese es el problema de los tíos, que os creéis que la cantidad es mejor que la calidad. Y no, chiquitin. Pero por favor, observa.

Señala a mi novia y al chulo. Siguen magreándose, tocándose como desesperados. La polla del hombre se aprieta contra el vientre de Paula. Ella sigue masajeándola, casi haciéndole una paja. Él continúa pellizcándole los pezones y tocándole el culo con fervor, casi elevándola del suelo al hacerlo.

- Mira, eso es un macho de verdad, un semental. Ni siquiera tiene liquido preseminal en la polla ¿Lo ves? Y tu sin embargo… Por favor ¿Qué ha sido eso? ¿La corrida más rápida de la historia? Yo podría hacerle una paja a Miguel durante cinco horas y hasta que él no se decidiera no se correría. Eso es un verdadero hombre- Se paró unos segundos, como queriendo que la idea me calara más- Y bueno, un hombre corriente al menos es capaz de aguantarse las ganas unos minutos pese a querer explotar, aunque solo sea para complacer a su pareja. Ese es Tomás, nada extraordinario, pero con un tamaño decente y un aguante aceptable. Él si se puede llamar a si mismo hombre. Tú… Tú no llegas ni a medio hombre.

Volví a removerme en la silla escuchándola. La quería matar, así de claro. Puta de mierda ¿Quién se creía que era para hablarme de esa forma? Me voy a liar a hostias contra todos, hasta contra el traidor de mierda de Tomás, que asistía a mi humillación sin mover un dedo y hasta daba leves cabezadas cuando algo de lo que decía Elena le parecía acertado. Dio bastantes por cierto.

Mi lamentable intento de escape se vio frenado cuando escuche un ruido bastante fuerte. Dirigí mi mirada de nuevo a mi novia. Estaba en el suelo, no sé cómo fue, pero estaba claro que se había lanzado sobre el hombre y habían acabado estrelládnosle. Me dieron ganas de reír, pero me fije que el tío no parecía dolorido. No, si encima va a ser de acero. Sin dar muestras de molestia alguna, agarró a Paula y la puso encima de él. Ahora se revolcaban en el parqué de mi casa, besándose, acariciándose, y hasta arañándose. Vamos, no estarían follando, pero solo porque el descomunal rabo aun no entraba. Por lo demás era mucho más salvaje que cualquier polvo que hubiéramos echado mí novia y yo.

- Así qué así estaba mi pobre Pau. Con un novio pichacorta, que por cierto, si eso son trece centímetros yo soy monja. Como mucho diez, no sé cómo te la medirías. Pero bueno, al grano, que tenía un novio con una polla pequeña y que se corría rápido- Sentenció- Yo me dije “bueno, le quiere, y aparte del sexo todo está bien”. Es decir, al menos sabes comerle el coño y doy fe de que eres muy capaz de poner cachonda a una tía. Pero el colmo ya fue cuando me contó que querías mandar en el sexo. Eso ya sí que no podía tolerarlo, es que tiene cojones tío. Es decir, no le has dado un solo orgasmo follando en todos estos años y tienes las santas pelotas de querer ser el dominante. Y una mierda.

 Yo asistía atónito a semejante despropósito ¿Qué Paula no se había corrido jamás conmigo follando? ¿Qué mi polla era de unos diez centímetros? ¿Qué le había contado aquellas majaderías a esa zorra? Venga ya, esto tenía que ser una pesadilla o algo.

- Yo soy muy de buscar justicia ¿Sabes? Y lo tuyo es lo más injusto que he visto en una relación de pareja jamás. Pero el mayor problema es que no eres capaz de verlo, no te das cuenta de nada, vives en tus mundos de yupi pensando que eres sexualmente pasable. Y na de na chaval. Por eso idee todo esto, junto mi toro, Pau y nuestros dos liberales amiguitos. Para revelarte la verdad, idiota. Y todo empieza porque vayas asumiendo que tú no eres un amo ni nada parecido, eres la putita sumisa y cornuda de una mujer de verdad.

Quise protestar, quise decir algo, pero me quedé callado cuando de repente sacó una regla de no sé dónde. Creo que es la que yo usaba en el colegio y, sin motivo alguno, llevaba guardando en mi escritorio años. La acercó a mi polla y entonces se me calló el alma a los pies. No porque realmente mi pene midiera unos nueve centímetros y medio, eso fue algo que también me dejo K.O, sino porque no me había percatado de algo. La tenía dura como una roca. Estaba tan frustrado, cabreado e indignado que no me había dado cuenta de que me había vuelto a excitar… ¿Por qué? Lo único sexual, además de los cuerpos desnudos de Tomás, Jennifer y Elena, era el repaso que se estaban dando mi novia y el chuloputas. Y, totalmente horrorizado, me dije a mi mismo que los cuerpos desnudos los llevaba ignorando bastante tiempo. Solo tenía ojos para ver a Paula montándoselo con otro. Y me había empalmado… ¿Por ello? No… No joder.

- ¿Ves? No ha diez llega. Y como una roquita está, viendo a tu novia con mi toro. Un sumiso cornudo, lo dicho. Pero eso solo es una parte, pequeñin. Y tienes que aceptarlo todo ¡Pau! ¡Ya!

Lo tenían ensañado. Todo esto era una puta encerrona. Todos sabían que iba a perder y me habían montado este show para darme en la cara con la verdad. Hijos de puta todos, cabrones, desgraciados… Sí, todo eso, pero mi nardo seguía en pie cuando Paula empezó a recorrer el cuerpo de Miguel de arriba a abajo.

Iba besándole primero los pectorales, luego bajando hacia esa tableta hipermarcada, moviéndose lentamente hacia el desproporcionado falo. Sus dedos acompañaban su viaje, dejando el rastro por la piel del hombre. Y me miraba a los ojos con una sonrisa victoriosa.

Se paró justo antes de besar el pene de Miguel, quedándose quieta con la boca abierta sobre él. Empezó a moverse con una velocidad exasperante, tan lento que era casi imperceptible. Pero poco a poco el capullo se acercaba a sus labios, ya casi estaba dentro. Y yo, para mi desgracia, notaba como algo se rompía en mi interior. Mi polla se movía inquieta, como si ella supiera mejor que yo lo que pasaba. Notaba el calor aumentar por todo mi cuerpo, y mi cabeza me hormigueaba con una sensación indescriptible. Era puro morbo… Todo eso me ponía como nunca me ha puesto nada. No pueden tener razón, no puede ser que de verdad yo sea así.

- Mira, mira bien todo chiquitín. Mira como se la va a comer. Y…- Acercó lentamente su mano hacia mi polla, agregando cuando sus dedos casi la rozaban- Mira bien como de rápido eres y el motivo por el cual no debes ser tú quien se folle desde ahora a Paula.

Tras decirlo mi novia empezó a engullir ese rabo dente de mí, sin apartar un solo segundo su mirada de la mía. Por ese mismo motivo pudo ver como Elena al fin me agarraba mi pequeña polla con sus dedos. Y como solo con eso yo me corría como un condenado, la segunda vez en menos de veinte minutos. Mi corrida salió disparada, cayendo a pocos centímetros del espectáculo que mostraba mi novia comiéndose una tranca que duplicaba, como poco, la mía en longitud. La chupaba con fervor, jadeando sobre ella, moviendo toda su cabeza y rozando el vientre del mastodonte con su melena.

Yo la miraba casi con la mente en blanco, solo era capaz de contemplar la secuencia que estaba delante de mí:

Veía como salía el rabo una y otra vez de entre sus labios. Vía como se llenaba entera de ese trozo de carne que tanto me superaba.  Veía como, pese a estar recién corrido por segunda vez, mi polla negaba esta vez a desfallecer permaneciendo en ristre.

No hizo falta decirlo. Sus ojos ya lo hacían, casi me lo gritaban: Ahora mando yo.