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¿Quien Manda? Segunda Prueba

en Hetero: Infidelidad

 

(Segunda parte de este relato, el cual recomiendo leer para seguir el hilo: https://www.todorelatos.com/relato/142055/  un saludo a tod@s, agradezco como siempre cualquier comentario y esperó que os guste esta continuación)

 

Segunda Prueba

Estaba decidido a demostrarle a mi novia quien mandaba en esa relación. Esperé como todo a que Elena, la cual se había convertido en una especie de líder para nosotros por cierto, dijera en qué consistía la segunda prueba.

- Bueno, pues ahora vamos a comprobar la habilidad amatoria de nuestros hombres- Dicho eso se giró hacia mí y añadió- Pero tranquilo, que va a ser con los dedos, aunque… Yo creo que la pobre Pau está acostumbrada a un tamaño similar

Todos se volvieron a reír de mí. Para colmo la muy cabrona había empezado a hacer un gesto cuando me miró, usando el dedo índice y el pulgar como si midiera algo muy pequeño. La humillación empezaba a hacer verdaderos estragos en mí, y no ayudaba que mi novia fuera la que más gracioso encontró el comentario, rematándolo mirando después sin cortarse el enorme rabo de Miguel. Quería matarla a ambas… Bueno, quizás a Elena solo quería matarla a polvos siendo sinceros. Dios mío, que buena estaba la cabrona, hasta burlándose de mí no podía evitar mirar esos dos perfectos pechos que la naturaleza le había regalado.

- En fin, a lo que iba. Los tíos os ponéis detrás de vuestras parejas, de pie, y por decirlo claro: Dedo que te crio. El primero que consiga que la tía se corra gana y tiene premio, la última que se corra lo mismo. Podéis hacerle de todo a la tía por cierto, pero solo desde atrás. Ale, arreando.

Cada cual se fue con la suya y nos pusimos manos a la obra, nunca mejor dicho, cuando Elena dio el pistoletazo de salida. Sé muy bien cómo hacer que Paula llegue al orgasmo rápidamente, una de sus mejores cosas es precisamente eso, que pasa de cero a cien en menos de un minuto. El método es simple.

Primero coloqué mi polla contra sus nalgas, algo que sé que le encanta. Después lleve mis dos manos a sus pechos, cerca de sus pequeños pezones. Fui haciendo círculos hacia ellos, notando como su piel se erizaba a mi paso y lentamente se aceleraba su respiración. Finalmente llegó hasta ellos, al mismo tiempo, y con la yema de los dedos voy rozándolos suavemente. Mientras tanto le doy besos en el cuello, pasando mi lengua por el al mismo tiempo. Sin previo aviso le pellizco los pezones con relativa fuerza, y le muerdo la yugular con el mismo ímpetu. Noto como se estremece y lanza un profundo gemido que resuena en la sala.

Me hincho de orgullo (Y mi miembro también) cuando me percato de que es la primera en gemir. Ahora tengo que seguir siendo así de brusco, manteniendo mis dientes en su cuello, repitiendo el bocado varias veces. Pero una de mis manos se mueve, dejando la otra alternarse de pecho en pecho. Voy bajando esa mano por su cuerpo, mezclando esa suavidad con las otras acciones mucho más pasionales. Recorro su estómago, deteniéndome en el ombligo. Nunca sabré porque, pero a Paula le pone mucho que simule con un dedo que me follo ese orificio. Reconozco que es raro, pero teniendo en cuenta los temblores que le dan cuando lo hago no cuestiono sus filias.

Sigo descendiendo hasta quedarme cerca de su pubis. Y es entonces cuando oigo un profundo jadeo, pero esta vez no viene de Paula, sino de Elena. Me giró un momento y veo al mastodonte metiéndole un dedo salvajemente en su coño. Dios, que escena, ver a aquella diosa mover todo su cuerpo al ritmo de la paja que le está haciendo el chulo. Además tiene el enorme falo metido entre sus piernas, haciendo como que se la folla, es tan largo que puede ver cómo sale todo el glande por debajo de ella. Seguro que la está tocando el clítoris con su punta. La imagen hace que mi polla de un respingo, algo que nota Paula por cierto.

Mi novia emite un pequeño quejido, como instando a que baje de una vez mi condenada mano a su centro del placer. La entiendo, me he pasado medio minuto embobado mirando a los dos supermodelos de los cojones. Hago caso a su suplica silenciosa y por fin llego hasta el comienzo de sus labios mayores. Joder, está empapada. Es cierto que siempre que le hago estas cosas se pone como una moto, pero creo que nunca la he notado tan lubricada. Mi dedo se resbala involuntariamente por toda la raja, haciendo que gima con fuerza y se estremezca entre mis brazos. Vuelvo a escuchar otro jadeo, pero esta vez es de Jesica. Solo la miró un segundo, y me maravilla que ese pequeño cuerpo pueda ser tan sexy al estar encorvada hacia detrás, apoyándose en Tomás mientras este usa una mano para abrir su coño y la otra para atacarle el clítoris sin piedad. Pero no quiero distraerme.

Lentamente empiezo a hacer círculos en su botón mágico (Es así como lo llama ella, que conste), la otra mano la uso para agarrarla del cuello con fuerza, casi ahogándola. Le encanta eso, sentir que le cuesta respirar mientras todo su cuerpo convulsiona de placer. Usando el dedo índice para seguir rozando su clítoris, estiro el anular para meterlo parcialmente en su vagina, penetrándola una y otra vez. Y estalla.

Es impresiónate. Tiemble, grita y se pone de puntillas. Todo su cuerpo parece un volcán entrando en erupción. Tengo que soltarla del cuello para no hacerla daño, aunque dudo que sienta el dolor ahora mismo. Paula está teniendo un orgasmo tremendo. Creo que es el mayor que le he provocado nunca. Dura casi un minuto entero, los demás se han parado para contemplar el espectáculo, y no les culpo, a mi casi me dan ganas de ponerme delante suya para verla. Pero sé que si la suelto se va a caer de bruces. Cuando acaba queda casi muerta en mis brazos, teniendo todavía ligeros espasmos. Con algo de chulería le digo al oído:

- Esta vez he ganado yo, putilla.

- Si… Eso… Tú has ganado.

No me gusta el tono que emplea, pero conozco perfectamente el mal perder que tiene. Los otros ahora vuelven a la tarea que tienen pendiente. Yo me llevo a Paula casi en volandas hacia unos de los sofás, y sentados contemplamos lo que ahora es un show para ambos. Tomás se esfuerza, pero da la sensación de que él está más cachondo que Jesica. Lo mejor es sin duda ver como el capullo de Miguel sigue maltratando el clítoris de Elena, la cual gime cada vez más alto. Su pollón se restriega por la vagina de la diosa a una velocidad endiablada, si la soltara uno de esos empujones que hace la mandaría volando. Sé quién va a ganar antes de que pase, y no tarda demasiado. En menos de un minuto Elena se corre escandalosamente. A diferencia de mí, Miguel es menos caballero. La suela y deja que caiga al suelo, aunque antes de que se estampe la coge por los pelos. Me asusto un poco por esa brutalidad, pero el tirón en su melena hace que la mujer gima aún más, como si esa violencia prolongara el orgasmo que está disfrutando. Me apunto el hecho de que Elena sea una sumisa a la que le va el masoquismo. Joder, y yo que creía que no podía ser más perfecta.

 Tomás hace el amago de parar, pues ya ha perdido y su chica es la vencedora. Pero Jesica no le deja. Está claro que no es igual de placentero que ver a Elena retorcerse, pero contemplar a esa pequeña rubia jadear y pedir que siga, vuelve a inflar mi pene, el cual está a un paso de gotear. La madre que nos parió, la que estamos montando. Al final, tras dos o tres minutos, Jesica se corre con fuerza, aunque no tanta como las otras dos chicas.

Las mujeres están jadeantes. Mi Pau casi se está quedando dormida en el sofá, mientras Elena continua en el suelo respirando con velocidad (Que bonito es ver esas tetas moverse por ello, por cierto) y Jesica descansa su cabeza en el pecho de Tomás. Al cabo de unos minutos Elena al fin es capaz de levantarse y, jadeando, habla.

- Puf… Esto… Bueno, han ganado Juanito y Jesi- Al oír el diminutivo me dan ganas de darle una leche, pero bueno- Y han perdido Pau y Tomás. Así que ahora estos dos van a tener que ver cómo, durante cuatro minutos, sus parejas se lo montan con quien elijan. Aunque creo que está claro con quien va a ser.

Joder si está claro. Me dirijo casi con ansias hacia esa pedazo de tía, mientras escucho como a mi espalda Paula protesta por el tiempo. Que cabrona es, a ella se la sopla Jesica. Como he dicho tiene mal perder. Pero bueno, Paula la calla con un argumento que no alcanzo a entender. Solo estoy pensando en lo de “montárselo con quien elijan”. Ya estoy viendo mi polla enterrada en sus garganta y siendo acariciada por esos gruesos labios que tiene. Ella parece leerme el pensamiento, pues, de nuevo mirando mi pene con cierta burla, dice.

- Que conste que no habrá ningún tipo de sexo. Ni penetración, ni sexo oral. Solo morreos, refrotes, tocamientos y, en general, hacer lo que os salga pero sin cruzar esa línea. Eso lo dejamos para  el final- Guiñó un ojo al decir eso último.

Es algo decepcionante, hasta mi palpitante rabo parece protestar de indignación, pero que se le va a hacer. En el fondo casi he asumido que hoy la que manda realmente es ella, por mucho que seamos Paula y yo los que nos estemos jugando el timón de nuestro particular barco.

Sea como sea ya estoy delante de ella, mirando descaradamente cada una de sus perfectas curvas. Percibo como su cuerpo es aún más perfecto de lo que me había dado cuenta. Tiene ligeramente marcados los abdominales, haciendo que los músculos de su pubis tracen una flecha hacia su depilado sexo. Sus brazos también están definidos, al igual que su clavícula y sus muslos. Si es que esta tía es de otro planeta hostia. A mí lado Jesica está mirando de la misma forma al chuloplaya de Miguel, por cierto. Este le devuelve la mirada con una sonrisita de suficiencia que parece ponerla cachonda, aunque a mi me dan ganas de darle una leche con un bate de béisbol. Cuestión de gustos claro.

Al fin Elena vuelve a usar el crono de su teléfono. Y empieza la fiesta. Casi saltó sobre ella, agarrando y amasando cada centímetro de su piel. La beso con furia y pasión, sintiendo su aliento jadeante en mi boca. Dirá lo que quiera de mi polla, pero mi morreo le está gustando. Eso o es una actriz buenísima. Jesica tampoco pierde el tiempo, ha dado un salto y ha “obligado” a que Miguel la agarre en el aire mientras ella enroscaba sus piernas en la cadera del mastodonte. El superpene del tío casi se clava en la pequeña mujer, aunque cuando parecía que la pura inercia iba a ensartarla el hombre, ante un grito de indignación de Tomás, se la agarró con una mano, apartándola de su lujurioso destino.

Es curioso como Tomás se enfada por trasvasar los limites, pero no hay celos en él. Qué bueno es tener una relación abierta previa a este juego loco que nos hemos montado. Sé que ni yo ni Paula sentimos precisamente lo mismo. Y justo por eso agarro por las caderas a la diosa y, en volandas, la llevo prácticamente a la cara de Paula. Se va a enterar de quien manda la muy puta.

Me pongo detrás de la diosa, como estábamos antes. Y empiezo a hacerle a ella lo mismo que le hice antes a Paula. Todo mirando a los ojos a mi novia que me mira con una furia difícil de describir. Sonrió ampliamente mientras mis manos tocan con suavidad las tetas de Elena, agarrando después los pezones. He colocado mi polla entre sus dos nalgas, rozando el agujero de su ano con toda la intención. Noto como ella, pese a haberse corrido hacer poco, se acelera. Sentir eso con un cuerpo como aquel siendo sobado por mi es… Es la puta hostia, para ser claros. Pero, pese a lo divertido que es mirar el cabreo creciente de Paula, también quiero algo de venganza. Han dicho lo que quiera, mientras no haya sexo. Y, aunque me muero por metérsela en cada hueco a esa zorra perfecta, mi mente recuerda las burlas, las risitas, las humillaciones y las miradas socarronas a mi pene. Voy a vengarme.

De improvisto le agarro ambos pezones y tiro de ellos con fuerza. El grito de Elena se escucha por toda la sala, y tanto Miguel, como Jesica, Paula y Tomás, nos miran algo asustados por el repentino lamento. Elena me suplica que pare, pero no me da la gana, me paso tirando de ellos un minuto de los tres que me quedan. Paula ahora está aun más enfadada, parece que en su escala mental de putadas es peor torturar (Levemente, que tampoco soy el Conde Vlad) a su amiga que magrearla. Cuando pasa ese minuto los suelto, suspirando de alivio la mujer. Pero no le dura mucha a puta esta, empiezo a darle guantazos en el culo con saña, escuchando encantado sus grititos con cada nalgada. Mientras lo hago miro un momento a Miguel, por mucho que lo odie reconozco que si quisiera pararme por darle este trato a su novia, me podría destrozar en cero coma. Pero el tío está sonriéndome encantado de la vida, y Jesica ya ha vuelto a subírsele encima y a magrearle al gusto del consumidor mientras le dice que la bese.

Pasado otro minuto ceso de darle golpes en ese trasero de infarto. La agarro por el pelo y la giro bruscamente usándolo como si fuera una correa. Cuando la tengo delante casi me corro de gusto. Joder, está gimiendo. Vale, tiene cara de dolor, pero la tía está jadeando como si se la acabaran de follar. Iba a besarla, pero es ella quien se lanza a mis brazos y labios con una furia embriagadora. Nos comemos el uno al otro con pasión, vuelvo a recorrer todo su cuerpo, la agarro por ambos pechos, le acaricio el maltratado culo, sobo sus muslos, vuelvo hacia arriba y toco su tonificada espalda. Mi polla esta clavada en su vientre, moviéndose placenteramente aplastada al son de nuestros morreos. Algo alarmado noto como de seguir así me voy a correr en su tripa… Me queda poco, un par de menos más y tendré la primera eyaculación precoz de mi vida…

Y entonces suena la alarma. Elena casi me empuja, aunque no parece enfadada precisamente, más bien me da la sensación de que quiere quitarse de encima de mí porque si no me folla. Sí, me folla ella a mí, no yo a ella. Sus ojos se ven con una pasión que invita a la locura, a pasar del juego y llevármela a mi cuarto para empotrarla con fuerza. Pero en vez de manifestar ese deseo que me manda desde su mirada, la pedazo de hembra habla entre jadeos.

- Ufff… Se acabó la segunda prueba. Voy a explicar la definitiva.

Conteniendo mi impulso de tirarme a su cuello, miró hacia Paula. Está furiosa, triste y dolida. Sé porque. Jamás me habrá visto tan salido con ella. Debería mandarle alguna señal para consolarla, lo sé. La quiero, por mucho que en el sexo seamos ambos bastante cabrones. Pero justamente por eso en vez de darle algún tipo de aliento la miro a los ojos. Y le sonrió con esa suficiencia que tanto odio en Miguel.

Es como decirle: ¿Quién manda, eh?