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El plan (4)

en Hetero: Infidelidad

(Una vez más, lamento mucho el enorme retraso, pero me es difícil reunir el tiempo, las ganas y la inspiración para escribir. Creo que a partir de ahora solo escribiré one-shots porque ya he visto que no tengo constancia para hacer series. Este es el penúltimo capítulo, y el último tardaré poco en subirlo, esta vez sí, lo prometo.)

Habían pasado cinco minutos desde la monumental pillada. Aunque, más que una pillada, había sido una trampa, pero ya habría tiempo de aclarar eso.

Manu apenas había reaccionado, más bien estaba en estado de shock. En cuanto Carol y yo salimos del coche, tras vestirnos apresuradamente e intentando excusar de forma patética lo que habíamos hecho; Manu, sin siquiera dirigirnos la palabra, me quitó las llaves del coche del bolsillo y se metió en el asiento del conductor, dispuesto a marcharse. Por suerte, Silvia consiguió frenarlo y evitar que arrancara, pues él todavía se estaba sacando el carnet y además no estaba en condiciones mentales para conducir. Lo convenció de llamar a un amigo de ella que conducía y que vivía no muy lejos de allí, para que se acercara y los condujera a ambos a su casa, pues obviamente no se planteaba la posibilidad de que viajaran junto a Carol y yo.

Así que allí estábamos, esperando a que llegara el amigo de Silvia, con esta y Manu metidos dentro del coche y Carol y yo alejados a una distancia prudencial, pues sabíamos que ya no pintábamos demasiado allí pero tampoco queríamos alejarnos por si Manu finalmente se decidía a enfrentarse a nosotros.

  • Dani, me siento fatal. - susurró la todavía novia de mi todavía amigo, aunque ambas relaciones debían estar a punto de acabar. - He perdido el control y ahora Manu estará destrozado.

  • Tranquila, no es culpa tuya. He sido yo quien ha ido detrás de ti, y quien ha buscado que esto pasara. - me sinceré.

  • Bueno, supongo que los dos somos igualmente culpables...

  • No, es que no lo sabes todo. - me decidí a confesar la verdad al completo. - Silvia y yo planeamos esto juntos, ella quería que Manu te dejara y yo... bueno... quería acostarme contigo.

  • ¿Qué? - se sorprendió, aunque no parecía especialmente molesta.

  • Pero el plan era que Manu no supiera que con quien le habías puesto los cuernos era conmigo. Si es que soy imbécil por dejarme enredar por la mente enferma de esa niña del demonio.

  • ¿Pero tan cercanos sois ella y tú? - preguntó Carol, intuyendo por donde iban los tiros.

  • Pues... me la estoy tirando, así que sí, un poco cercanos sí que somos. - reconocí. - Ahora si me quieres mandar a la mierda tú también lo entenderé, me lo merezco por pensar con la polla y no con la cabeza.

  • Bueno, es que la polla la tienes más grande... - bromeó con una sonrisilla, descolocándome.

  • ¿No estás enfadada?

  • No... No soy la más adecuada para culparte por eso. Además... me hago bastante a la idea de lo peligrosa que puede llegar a ser esa cría.

  • ¿A qué te refieres?

  • Bueno, yo también tengo algo que contarte...

(Narra Carol)

 

Hace unos días, me había quedado a dormir en casa de Manu. Por la mañana me desperté, me duché y, al salir de la ducha, me dispuse a lavarme los dientes. Cuando todavía no me había metido el cepillo en la boca, llamaron a la puerta del baño.

  • ¡Estoy yo! - grité. - Me estoy lavando los dientes, ahora salgo.

  • Carol, ábreme, que soy Silvia y me estoy meando, por favor. - escuché al otro lado de la puerta. - Tú sigue con lo tuyo, que no te molesto.

Supuse que no había ningún problema en hacerle caso, así que me envolví el cuerpo en una toalla y le abrí la puerta.

Ella entró, cerró la puerta y corrió a la velocidad de la luz hasta el retrete. Solo iba vestida con una camiseta ancha y unas braguitas, las cuales se bajó hasta los tobillos para sentarse a orinar.

  • Oye, puedes quitarte la toalla, eh, que hay confianza. - me dijo desde su posición.

  • No, tranquila, estoy bien así. - respondí tímidamente, justo antes de, finalmente, empezar con la tarea de higiene bucal.

  • Qué no, mujer, si es lo más natural del mundo que nos veamos. Mira.

A través del espejo del baño pude ver como, nada más terminar, se levantó del retrete, tiró de la cadena, sacó los pies de sus braguitas y, acto seguido, se quitó la camiseta, quedándose totalmente desnuda. Y yo, claro, me hubiera quedado con la boca abierta aunque no hubiera sido necesario para lavarme los dientes.

  • Venga, ahora tú.

Sin darme tiempo a reaccionar, se acercó a mí, agarró la toalla y tiró de ella hasta dejarme como Dios me trajo al mundo.

Yo, que con la boca llena de pasta de dientes apenas podía hablar y completamente desprevenida ante lo que estaba pasando, no pude reaccionar de ninguna manera, y simplemente seguí con lo mío.

  • La verdad es que estás muy buena, no me extraña que mi hermano esté contigo. - afirmó, mientras con un dedo me acariciaba suavemente la espalda. - Lo que sí me extraña es que todavía no te haya follado.

Mi gesto de sorpresa, cada vez mayor, le indicó que no esperaba que supiera esa información.

  • Carol, mujer, que mi cuarto está al lado del suyo, has venido a dormir varias veces ya y nunca os oigo. Y si no lo hacéis aquí, que es el único sitio donde tenéis una cama para los dos...

Seguí sin reaccionar, me tenía completamente bloqueada.

  • Debes estar que te subes por las paredes, porque una preciosidad como tú no debe estar acostumbrada a estas sequías. - me rodeó la cintura con un brazo y la otra mano la acercó peligrosamente a mi coño. - A no ser que le hayas puesto los cuernos a mi hermanito, claro...

Esta vez sí consiguió sacarme una respuesta. Concretamente, una tímida negación con la cabeza.

  • Pero no te asustes, que si lo hubieras hecho lo entendería. Si yo tuviera esas tetas no estaría ni un solo día de mi vida sin follar.

Al decir eso, subió rápidamente sus dos manos a mis pechos, y esta vez el sobresalto fue tal que dejé caer mi cepillo al suelo. Hice el amago de agacharme a recogerlo pero ella me sujetó.

  • Tranquila, ya lo cojo yo.

Y lo hizo, pero en lugar de levantarse y devolvérmelo, lo agarró cerca del extremo de las cerdas y empezó a acariciarme las piernas con el mango.

A partir de allí, y aunque me da vergüenza decirlo, la sorpresa y el nerviosismo empezaron a dejar hueco a la excitación. Las piernas me temblaron y me incliné hacia adelante, apoyándome en el lavamanos. Mientras, Silvia, sin prisa pero sin pausa, subió con el cepillo hasta mi zona íntima, que ya estaba completamente húmeda.

Ninguna dijo ni una palabra. Yo no moví ni un músculo. Antes de que me diera cuenta, ya me había metido el mango del cepillo y me estaba masturbando con él. Mientras, con la otra mano recorría todo mi cuerpo, pero solía detenerse en las tetas y en mi boca, donde cuando yo empezaba a gemir me metía un par de dedos para silenciarme. Poco a poco fue acelerando la velocidad de la paja, hasta que finalmente, con un grito amortiguado por su mano, me corrí.

Sin inmutarse, ella me sacó el cepillo, lo dejó en una de mis manos y se apartó finalmente.

  • ¿Quién iba a decir que tu primer orgasmo en esta casa te lo daría yo, eh? - me sonrió malévolamente a través del espejo. - Hazme caso y no te limites a esperar a que mi hermano se decida, o te perderás muchas experiencias geniales.

Y, sin más dilación, se puso su ropa y salió del baño, dejándome desnuda, empapada, reclinada sobre el lavamanos y a cuadros.

(Narra Daniel)

 

  • Jo... der. - es lo único que pude decir cuando terminó su relato.

  • Pues así fue, tal y como te lo he contado.

  • Madre mía, pero si se me ha puesto dura de oírte. - reconocí.

  • Ya me había dado cuenta, ya. - dijo ella burlonamente, echando una miradita a mi paquete, visible junto al resto de la zona gracias a la luz de una farola.

  • Pero no lo entiendo... Si Silvia me dijo que le caías fatal.

  • Pues no sé cómo le caeré, pero gustarle debo gustarle bastante, porque lo que me hizo no es muy normal que digamos... - señaló Carol, que también estaba algo acalorada.

  • No sé qué decir. Voy conociéndola y me parece que es una persona que es mucho más de lo que deja ver a simple vista. Creo que esconde algo que ninguno nos podemos imaginar siquiera lo que es.

  • ¿Algo como qué?

  • No lo sé... Pero me da la sensación de que todo lo que ha hecho con nosotros dos iba encaminado a que le pusieras los cuernos a su hermano. Esa fijación no es normal.

  • Ya... - concedió, y en ese instante miró por encima de mi hombro y señaló con el dedo. - Mira, ¡ya se han ido!

Era verdad. En lo que me contaba su historia, el amigo de Silvia debía haber llegado y ya se había ido con los dos hermanos y con el coche.

  • ¿Y ahora qué hacemos? - preguntó.

  • Pues, igual no es buen momento, pero antes nos hemos quedado a medias y ahora acabas de ponérmela dura otra vez...

  • ¿Lo dices en serio? - se sorprendió, pero pude percibir un brillo en sus ojos.

  • Claro. - afirmé convencido, agarrándole la mano y llevándola hasta mi paquete.

  • Venga, vale... Pero al grano, eh, ni mamadas ni leches.

  • Leches creo que sí que va a haber, pero mejor las dejamos para el final... - bromeé.

Y así acabó aquella noche para nosotros, terminando el polvo que nos habían interrumpido y, esta vez, la persona que ambos teníamos en la cabeza no era aquella a la que habíamos traicionado, sino su hermana, ese súcubo del infierno que llevaba días manejándonos a su antojo...

 

Continuará...