miprimita.com

Primos

en Amor filial

Para quien no me haya leído nunca, mi estilo de escribir relatos eróticos es un poco especial. No me centro mucho, a veces prácticamente nada, en los detalles del acto sexual, sino que lo que me gusta hacer es describir el morbo de los acontecimientos y las situaciones, dejando los detalles a la imaginación de cada uno. Lo digo desde ya para que nadie se encuentre con un estilo de relato que no se esperaba.

 

Capítulo 1: La familia

  • Por cierto, hija, este fin de semana vas a tener que dormir con tu primo.

Las palabras de mi madre me sentaron como un puñetazo en el estómago. No es que no quisiese a mi primo pequeño, le adoraba, pero mi cariño no era tan alto como para aceptar de buen grado el hecho de tener que compartir cuarto con él.

La discusión estaba teniendo lugar durante una cena familiar, la noche antes de partir en lo que era un viaje ya tradicional en nuestras vacaciones. Un fin de semana de verano viajábamos todos al pueblo de mi padre: mis padres, mis tíos, mi hermano, mi primo y yo. Originalmente era un viaje para ir a ver a mi abuela paterna, y solía durar por lo menos una semana completa, pero desde que ella falleció nos limitábamos a pasar allí tan solo 3 días, de viernes a domingo, que aprovechábamos sobre todo para volver a ver a nuestras amistades de allí.

También era habitual reunirnos para cenar en la víspera del viaje, para ultimar los detalles del mismo, y en esas nos encontrábamos cuando mi madre soltó el bombazo.

En la mesa estábamos toda la familia excepto mi hermano, que llegaría en cualquier momento.

  • ¿Qué? - me indigné. - ¿Por qué no puede dormir con Javi como todos los años?

  • ¡Eso digo yo! - gruñó mi padre, que prestaba atención a la conversación aunque no desviara su mirada de la tele. - ¡Que duerman los chicos con las chicos y las chicas con las chicas, como es natural!

  • ¿Las chicas? - pregunté arqueando las cejas, aunque ya me olía por dónde iban los tiros.

  • Tu hermano ha invitado a Tania a venir. - confirmó mi madre la presencia de la novia de mi hermano. - Y aunque a tu padre le hierva la sangre, creo que no hay nada de malo en que duerman juntos. Ya son mayorcitos.

  • Eso es lo que me preocupa... - murmuró mi padre entre dientes, y los demás no pudimos evitar sonreírnos ligeramente ante su mal genio y su conservadurismo, que en el fondo no albergaba ninguna maldad.

  • ¿Entonces puedo invitar yo a Jorge? ¿O yo no soy mayorcita? - contraataqué, todavía molesta.

  • Claro que eres mayorcita, pero Jorge y tú apenas llevais saliendo 6 meses y ni siquiera nos conoce a todos. Tania va a hacer 3 años con tu hermano, ¡es casi como de la familia! - se justificó mi progenitora.

Este es un buen momento para hablar de edades. En aquel momento yo tenía 20 años, mi hermano 22 y mi primo, Fran, 18. Mientras que yo había tenido 3 novios distintos desde los 16, Javi y Tania no se habían separado desde que empezaran su relación cuando ambos tenían 19.

  • Ya, claro... - protesté, aunque en el fondo entendí su lógica. - ¿Y por qué no duerme en el cuarto de la abuela?

  • ¡Uf! - se pronunció por primera vez el aludido, con su eterna sonrisa. - ¡Qué mal rollo, prima!

  • Niño, un respeto por tu abuela. - le reprendió mi tío, dándole una colleja, aunque eso no consiguió cambiar el alegre semblante de mi primo.

  • Paco, tu hijo tiene razón. - volvió a hablar mi madre. - Esa habitación no se ha tocado desde que vuestra madre se fue, yo tampoco me sentiría cómoda durmiendo allí.

  • ¿Y qué hay de la comodidad de la niña? - intervino mi padre, haciendo que me dieran ganas de darle un beso y, por primera vez, haciéndome sospechar que le preocupaba más que yo durmiera con mi primo que el hecho de que Javi durmiera con su novia.

  • ¡Eso! ¿Por qué me tengo que fastidiar yo?

  • Chica, ni que tu primo fuera una molestia. Si seguro que os quedáis charlando hasta tarde, os lo vais a pasar muy bien. - concluyó mi madre, dejándonos claro a todos que ella tendría la última palabra.

  • Mamá, pero a mí en verano me gusta dormir desnuda...

  • Bueno, prima, yo no tengo ningún problema con eso... - se burló Fran, ganándose otra colleja de su padre y las miradas sorprendidas de todos, incluso de mi madre. No obstante, por la cara que puso mi tío, me dio la sensación de que mi confesión sobre mi forma de dormir le había impactado más que el comentario de su hijo.

  • Hija, pues te aguantas, que son dos días. Además, en el pueblo no hace tanto calor como aquí.

Y así, quedó zanjada la conversación definitivamente. Como siempre, mi madre se había llevado el gato al agua, mi tía no se había atrevido a decir ni mu, y el resto habíamos discutido en vano.

A mi familia era muy fácil calarla, pues casi todos tenían una personalidad bien definida, para bien o para mal. Mi madre, Carmen, la típica ama de casa todoterreno, siempre con buenas palabras para todo el mundo pero también con un carácter contra el que no se podía luchar, era una mujer querida por todo el mundo, además de bastante atractiva para su edad. Pocos se explicaban como aguantaba a mi padre, Roberto, un hombre gordo, medio calvo, con bigote y, sobre todo, con un perpetuo mal humor, aunque todos sabíamos que en el fondo era un buenazo.

Mi tío Paco, el hermano de mi padre, era bastante parecido a él, aunque tenía mejores pulgas y no estaba tan dejado físicamente y, además, yo siempre tenía la sensación de que tenía un lado que el resto no alcanzábamos a vislumbrar siquiera. Si había algún miembro de mi familia al que no creía previsible, era él.

Mi tía Nieves era el polo opuesto a mi madre. También era una típica ama de casa, pero la típica que vive por y para su familia y que nunca alza la voz ni discute con nadie. Tampoco se arreglaba nada, por lo que físicamente, aunque no era fea, era tan interesante como un helecho. A veces dudaba si esa personalidad tan pusilánime era culpa suya o de su marido, pero mis padres juraban que ella ya era así mucho antes de su matrimonio.

Mi primo, Fran, era un sol. Ya os he dicho que, pese a todo, le quiero mucho. Siempre bromeando y con la sonrisa por bandera, era realmente complicado estar a malas con él. En cuanto a su físico, había crecido a pasos agigantados, siendo ya a sus 18 años el miembro más alto y atlético de la familia, superando ligeramente a su padre, y por algo más de diferencia al mío y a mi hermano.

Precisamente Javi, mi hermano, entró poco después por la puerta principal, acompañado de su novia Tania. Javi, guapete pero nada espectacular, era lo que podría esperarse de un hermano mayor: simpático y cariñoso muchas veces, molesto y burlón otras tantas. Tania, una rubia bastante guapa y con un cuerpazo (ninguna de sus partes destacaba especialmente, pero tenía todo muy bien puesto en su sitio), era probablemente más de a lo que mi hermano nunca creyó aspirar. Además de su buen físico, era un encanto, aunque un poco cabeza de chorlito para mi gusto.

Ah, por cierto, ¡yo soy Lidia! Supongo que no soy la persona más fiable para hablar de mí misma, así que dejaré que juzguéis vosotros mi personalidad, pero en cuanto a mi físico puedo deciros que soy morena (como toda mi familia, de hecho) y bajita, con un cuerpo en el mis pechos se llevan toda la atención, pues aunque su tamaño no es exagerado sí que contrasta mucho con la delgadez y pequeñez del resto de mi figura.

Mi hermano y su novia se disculparon por el retraso, saludaron a la familia (como había dicho mi madre, Tania era prácticamente una más a esas alturas) y se sentaron a la mesa, dando paso a una cena en la que no ocurrió ninguna otra cosa reseñable.

Esa noche, ya en la soledad de mi habitación, soledad de la que no podría disfrutar en las próximas dos noches, llamé a Jorge, mi novio, como de costumbre, y le conté las novedades.

  • ¡Vaya faena! - comentó cuando le dije lo de mi primo, aunque no parecía realmente preocupado por ello. - ¿Cómo está el enano?

  • ¿Enano?

  • ¡Guille!

  • ¡Oh! - en ese momento caí en lo ambiguo de mi explicación. - ¡No, no, no ese primo!

Guille era un primo materno, de 11 años, y el único al que mi novio había conocido en persona, pues mis tíos maternos vivían cerca de su casa.

  • Este es mi primo Fran, por parte de padre.

  • ¡Ah! - comprendió Jorge al fin. - ¿Y este no es un enano?

  • No. - reí sin poder evitarlo. - Este te saca como una cabeza.

  • Jaja, no exageres, mujer... - esta vez sí que note algo más de inquietud en su respuesta, pese a que aparentase lo contrario. Yo no había exagerado para nada, pero quise dejarlo estar.

  • Bueno, serán solo dos días, así que supongo que me toca tragar con él. - dije resignada.

  • Sí, tranquila, dos noches pasan volando, y seguro que compartir cuarto no es tan malo. - me tranquilizó, y su tono volvió a parecerme sincero.

  • Tienes razón. - repuse con una sonrisa que no pudo ver. - Gracias, cariño. Hablamos mañana, ¿vale?

  • Te quiero, cielo.

Capítulo 2: El viaje

Serían eso de las 10 de la mañana cuando los dos coches familiares arrancaron rumbo hacia el pueblo. Por un lado, en el coche de mis padres, ellos dos se sentaban delante mientras que yo iba detrás junto a mi hermano y Tania. Mis tíos y mi primo irían en su propio vehículo.

El pueblo estaba un poco dejado de la mano de Dios, y las 3 horas de viaje no nos las quitaría nadie. La primera mitad del mismo fue un infierno para mí: además del calor sofocante, tuve que lidiar con Javi y Tania haciendo manitas durante todo el trayecto. Me sorprendía que tras tantos años de relación siguieran tan juguetones, aunque después de un rato creí intuir que les divertía hacerlo sin que mi padre se diera cuenta (en casa no tenían ningún problema en hacer cosas delante de mi madre o de mí, pero con mi padre era otro cantar, así que el viaje parecía ser una buena ocasión para jugar a no ser descubiertos).

Mi madre, mientras tanto, alternaba su atención entre mi padre, al que le hablaba de diversos asuntos a los que él hacía poco más que asentir, y mi “cuñada”, a la que interrogaba a preguntas que ella respondía como buenamente podía. Yo, por supuesto, parecía invisible para ellos, así que me limité a escuchar música y a desear nuestra llegada.

Por suerte, cuando hicimos un parón para tomar algo en un bar de carretera, mi primo me propuso pasarme a su coche para hacerle compañía, y yo no pude estar más dispuesta a acceder.

El ambiente en el coche de mis tíos era muy diferente, pero no mejor, e imaginé que Fran no lo había pasado mucho mejor que yo en el principio del viaje. Y es que mis tíos ni siquiera abrían la boca, ella con su silencio habitual y él con sus cinco sentidos en la carretera.

Afortunadamente para ambos, mi primo y yo éramos buenos conversadores.

Después de un rato hablando de cosas sin importancia, bromeando y metiéndonos un poco con mi hermano y su novia, él me lanzó la pregunta:

  • Así que tienes un nuevo novio, ¿eh?

  • Sí, Jorge. ¿Aún no te había hablado de él?

  • No que yo recuerde, aunque hace bastante desde la última vez que nos vimos. - señaló. - Desde Navidad, ¿no?

  • Sí, creo que sí. La verdad es que es una pena que cada vez nos veamos menos...

  • Bueno, vivimos en una ciudad grande y cada uno tenemos nuestra vida. - razonó Fran, que empezaba a mostrar una madurez que nunca le había visto antes. - Pero está bien tener estas reuniones familiares y poder seguir viéndonos de vez en cuando.

  • Sí. - coincidí con una sonrisa.

  • Bueno, ¿y por qué dejaste a Martín? Se os veía muy bien juntos.

  • ¿Cómo sabes que no me dejó él? - inquiri, y mi sonrisa se transformó en otra más divertida.

  • Nadie sería tan tonto. - soltó mirándome a los ojos, como si nada, pero haciendo que yo sintiera un escalofrío.

Los dos nos callamos durante unos segunos, él completamente ajeno a la reacción que me había provocado, y yo intentando no darle más importancia de la que tenía.

  • Entonces, ¿por qué lo dejaste? - insistió.

  • Bueno, conocí a Jorge y... me gustó más, supongo. - expliqué.

  • ¿Eso es lo que te pasó las anteriores veces?

  • Sí, más o menos... Supongo que es normal, ¿no?

  • Bueno, imagino que para algunas personas sí. - opinó. - Pero creo que hay gente que, cuando tiene pareja, simplemente no tiene ojos para nadie más. Javi y Tania, por ejemplo. ¿Crees que no habrán conocido a nadie en todos estos años que les hubiera podido gustar más que su pareja? Seguro que sí, pero simplemente no habrán querido verlo.

  • Pero eso no es lo mismo, ellos están enamorados. - justifiqué. - Además, dudo que Javi haya podido encontrar a nadie que le guste más que Tania...

Los dos reímos ante mi pullita.

  • ¿Tú sigues sin novia? - salí yo al ataque.

  • Nop. Creo que no valgo para eso. - reconoció.

  • Será porque no habrás querido... - intenté devolverle el cumplido, aunque no estaba segura de haberlo conseguido.

  • Bueno, probablemente no. Supongo que prefiero la libertad.

  • ¿Libertad? - cuestioné con una expresión pícara.

  • Sí, te hablaría de ello más a fondo, pero no me siento muy cómodo con mis padres delante. - se excusó, pese a que durante toda la conversación habíamos empleado un tono demasiado bajo como para que no nos oyeran y al mismo tiempo lo suficientemente alto como para que no pensaran que tramábamos algo. - De todas formas, ya tendremos tiempo para hablar por la noche, ¿no?

Casi había olvidado que esa noche nos iba a tocar compartir habitación. Y, por alguna razón, recordarlo me produjo un nuevo escalofrío.

Capítulo 3: La casa del pueblo

Cuando finalmente llegamos al que sería nuestro hogar durante el próximo fin de semana, lo primero que hicimos todos fue asentarnos en nuestras respectivas habitaciones y deshacer el escaso equipaje.

La casa que había sido de mi abuela era bastante grande, pues contaba con pocos lujos pero muchas habitaciones. Tenía dos plantas: en la inferior había una sala de estar, una cocina, un cuarto de baño y dos dormitorios, que en su día fueron de mi padre y de mi tío, y que ahora cada uno compartiría con su respectiva esposa, después de que se hubieran sustituido sus camas individuales por camas de matrimonio tras la muerte de mi abuelo (siendo la propia cama de mis abuelos una de esas dos camas). En el piso de arriba estaban el dormitorio que un día fuera de mis abuelos y después de mi abuela en solitario (ahora sin ocupar), otro cuarto de baño y dos habitaciones más, que antaño no eran dormitorios pero que posteriormente se habían acondicionado para mi hermano (y mi primo) y para mí, respectivamente. Uno de ellos había sido el estudio de mi abuelo, y el otro, más pequeño, un taller de costura donde mi abuela trabajaba.

En el estudio habíamos metido dos camas individuales, una para mi hermano y otra para primo, que ahora sin embargo ocuparíamos Fran y yo. En el taller únicamente estaba la que había sido mi cama, que ahora compartirían Javi y Tania, a los que intuí que no les importaría dormir apretujados.

Una vez mi primo y yo hubimos terminado de colocar nuestras pertenencias, lo primero que hizo fue darme la espalda y quitarse la camiseta, revelando un cuerpazo escultural. Sabía que mi primo estaba fuerte, pero no sabía cuánto.

  • No te importa que me cambie, ¿no? - preguntó y, sin esperar respuesta, se quitó también los pantalones, dejando a la vista unos calzoncillos ajustados que marcaban la forma de sus nalgas. - Estoy sudadísimo.

  • Bueno, podrías hacerlo en el baño... - sugerí con la boca pequeña.

  • Chica, que es un minuto, si no te gusta no mires y ya está. - concluyó riendo.

“No, si es problema es que sí me gusta...” pensé para mis adentros cuando, sin que yo me lo esperase, se quitó también los calzoncillos, enseñándome su trasero, ante lo que finalmente decidí darme la vuelta y esperar a que se vistiera.

Cuando lo hubo hecho, salió de la habitación sin inmutarse, mientras yo empezaba a sentir unos calores que poco tenían que ver con la temperatura veraniega.

Por suerte, el resto de la jornada pasó sin demasiados sobresaltos. Mi madre y mi tío se encargaban de organizarlo todo un poco, mi hermano y su novia vivían en su mundo, mi padre se sentó en el sofá y se puso a ver la tele toda la tarde y, algo que me produjo cierto alivio, mi primo quedó con sus colegas del pueblo. Así que yo, como siempre, me quedé a mi bola, y dediqué el día a leer, ver un poco la tele con mi padre, dar un paseo y tomar algo con mi madre y tío cuando tuvieron un rato para descansar. Y es que la mayoría de mis amigas del pueblo o no estaban en el mismo o habían preferido quedar con sus novios.

Ya por la noche, Javi y Tania fueron los primeros en retirarse a “dormir”, y yo me fui a la cama poco después, aunque sabía que Fran me despertaría al llegar, así que me quedé despierta leyendo un rato más y aproveché también para llamar a Jorge.

La conversación con mi novio fue bastante intrascendental, y aunque hubo un punto en el que nos pusimos juguetones hablando de cuánto nos echábamos de menos, Fran llegó y nos cortó el rollo, por lo que tuve que colgar.

  • ¿Era tu novio?

  • Sí. - respondí con algo de malas pulgas.

  • Disculpa si os he cortado el rollo. Imagino que debéis estar subiéndoos por las paredes... - sonrió maliciosamente y, una vez más, empezó a desnudarse, momento en el que aparté de nuevo la mirada de él.

  • ¿Qué quieres decir? - pregunté, mirando a la pared.

  • Bueno, ya sabes... No sé con cuánta frecuencia lo haréis, pero a mí un fin de semana entero ya se me haría un mundo.

  • Joder, primo, qué cosas dices... - me reí. - Pues me parece que te vas a tener que aguantar, porque aquí en el pueblo no te veo muchas expectativas.

  • ¿Qué quieres decir? - repitió mi pregunta.

  • Para empezar, todas las tías de nuestra edad tienen novio, al menos que yo sepa.

  • Bueno... - dijo sin darle importancia. - Más morbo.

Pese a su tono, siempre jocoso, no supe si tomármelo en serio o en broma. En cualquier caso, los escalofríos volvieron.

  • ¿Puedo darme la vuelta ya? - quise saber, harta de esperar.

  • Sí, claro.

Pero cuando me giré me lo encontré aún en calzoncillos, tumbado en la cama bocarriba, mirando el móvil.

  • ¡FRAN! - le grité.

No pude evitar reparar en sus perfectos pectorales, abdominales... y en un paquete bastante voluminoso. Aunque pronto mi atención se centró en la propia prenda, que contenía un mensaje bastante peculiar: una U, un corazón y una flecha que apuntaba directamente al meollo del asunto. Traduciendo, “te encanta mi polla”. Normalmente me hubiera parecido de mal gusto, pero en aquella ocasión me hizo algo de gracia.

  • ¿Qué? - me preguntó sin siquiera mirarme, como si la cosa no fuera con él.

  • ¡Vístete!

  • ¿Qué? - esta vez me miró. - ¡Hace calor, Lidia!

  • Ya, bueno, yo también tengo calor y me aguanto.

  • ¿No dijiste que dormías desnuda? A mí no me importa.

  • ¡Pero a mí sí! - protesté.

  • Bueno, no te desnudes si te sientes incómoda, pero ¿por qué te molesta que yo me quede así? ¿Te da vergüenza mirarme o qué? - dijo con un ligero tono de burla. - ¡Que somos primos, chica!

  • No, no es eso...

  • ¿Y qué es? - esta vez sí me miró con interés.

Obviamente, no podía admitir que el problema era que lo que veía me estaba gustando demasiado.

  • Bueno, pues... Esos calzoncillos son horribles y de mal gusto. ¿Acaso les gustan a las chicas con las que...?

Antes de que terminara la frase, me quedé sin palabras. Fran, de nuevo impasible y sin dejarme acabar, se quitó los calzoncillos y los lanzó a su abierta maleta. El acto en sí hubiera sido suficiente para dejarme sin habla, pero fue lo que vi lo que realmente me paralizó: su polla flácida, que salía de unos huevos enormes y con el vello algo recortado), era descomunal. Fácilmente era del tamaño de una erección de Jorge.

  • ¿Así mejor? - volvió a tomar una actitud pasota, volviendo a dirigir su atención a la pantalla de su smartphone.

Pero no, así no estaba mejor. Empecé a sentirme mal y, sin mediar palabra, salí corriendo al baño. Allí lo primero que hice fue refrescarme la cara, ya que entre unas cosas y otras sentí que me desmayaba del calor. Sin embargo, eso no era suficiente. Necesitaba atacar la otra fuente de calor.

Rápidamente, cerré la puerta con pestillo, me quité toda la ropa y, sentada en la taza del váter, empecé a masturbarme con violencia, como pocas veces lo había hecho. No tardé en correrme y, huelga decir, la imagen que tenía en la cabeza al hacerlo no era la de mi novio.

Cuando sentí que recuperaba la compostura volví a la habitación. Afortunadamente, Fran había tenido a bien ponerse otros calzoncillos.

  • ¿Bien así? - me preguntó en cuanto entré.

  • Mejor. - me limité a responder, sin mirarle a la cara.

  • ¿Qué te ha pasado? Has salido como alma que lleva el diablo...

  • He... he ido a vomitar. - inventé.

  • ¿Tan asquerosa te parece mi polla? - bromeó, con su tono habitual.

  • No es eso, Fran, joder...

Se agachó un poco, acercó su cara a la mía y me levantó de la barbilla para mirarme a los ojos.

  • ¿Por qué me mientes, Lidia?

  • ¿Q-qué?

  • No te huele el aliento a vómito... - susurró y, un instante después, despacio pero sin freno, me besó, aprovechando mi debilidad para recorrer con su lengua el interior de mi boca, que no terminaba de responderle ni de rechazarle. - Y la boca te sabe perfectamente bien, prima.

De repente, fue como si esa palabra me diera una bofetada de realidad. Rápidamente me aparté de él y me tumbé en mi cama.

  • Déjame en paz, Fran. - musité, enojada, de nuevo evitando su mirada.

  • Lo... lo siento, Lidia. Era una broma, ya me conoces. - se disculpó.

  • Me has besado. ¡Has besado a tu prima, Fran! - alcé la voz, pero mi cuerpo seguía tumbado.

  • ¡Vale, tía, me he pasado! Pero no pasa nada, ¿no? Ha sido un besito tonto, no es como si nos hubiera gustado o algo así. - explicó, antes de hacer una pausa y añadir: “¿Verdad?”

Guardé silencio unos segundos y finalmente respondí:

  • Verdad.

Ninguno de los dos habló, ni hizo nada, durante el resto de la noche. Pero el resto de la casa no estuvo tan inactiva. Al cabo de no mucho rato, nos llegó el sonido de lo que sin duda eran gemidos, provenientes del dormitorio contigo que ocupaban Javi y Tania.

  • Genial, lo que me faltaba... - pensé, tratando de conciliar el sueño.

No obstante, la verdad es que había sido un día agotador, y no tardé en quedarme dormida...

De pronto los gemidos que hacía un momento escuchaba en el otro cuarto estaban saliendo de mi garganta, y unos segundos después me di cuenta de que alguien me estaba follando. Era una sensación extraña: de algún modo sabía que me estaban follando, pero realmente no lo sentía.

  • Te quiero, cielo. - escuché la voz de mi novio.

Aliviada, abrí los ojos. Para mi horror, fue a mi primo a quien vi, desnudo, penetrándome con violencia, y fue en ese momento cuando empecé a sentir placer.

  • Te quiero, cielo.- repitió la voz de Jorge, pero eran los labios de Fran los que se movían.

  • Yo... yo también te quiero. - salieron palabras de mi boca, pero mi cerebro no había dado la orden.

  • Lo sé. - respondió Fran, con una sonrisa maligna y, esta vez sí, con su propia voz. Sin embargo, esta cambió de repente otra vez a la de Jorge cuando dijo: “¿Cómo está el enano?”

  • ¿Enano? - pregunté, esta vez voluntariamente.

  • El enano de tu novio. - dijo Fran con su voz, señalando con la cabeza hacia un lado.

Miré hacia allí y allí estaba Jorge, desnudo, con expresión vacía, mirándonos pero sin que pareciera vernos. El cuerpo de mi novio era bastante delgaducho, y su pene no era muy grande, pero nunca me había parecido todo tan pequeño como en ese momento. De hecho, me pareció minúsculo.

  • ¿Tan asquerosa te parece mi polla? - esta vez era la voz de Fran la que salía de la boca de Jorge.

Ninguna de las tres siguientes acciones que realicé fueron voluntarias: desvié la vista a la enorme polla que me estaba follando, volví a mirar a la de mi novio y hablé.

  • Sí, es asquerosa.

Cuando hube pronunciado esa frase, mi novio se desvaneció, e instintivamente volví a mirar a Fran.

  • Eres mía. - me soltó, con su propia voz de nuevo.

  • P-pero... somos primos. - me esforcé por hablar.

Entonces, mi primo se inclinó sobre mí, se acercó a mi oído y me susurró:

  • Más morbo.

Me desperté de nuevo sola, en mi cama, cubierta en sudor.

Capítulo 4: Noche de juerga

Me había despertado de mi sueño (¿pesadilla?) erótico a las 5 de la mañana, así que, no sin cierta dificultad, me volví a dormir. Ya eran las 10 cuando finalmente desperté de forma definitiva, al sentir la luz sobre mi cara, pero aún no me sentía descansada.

  • Buenos días, dormilona. - escuché la voz de mi primo.

Me giré hacia él temiéndome lo peor, pero por suerte estaba vestido.

  • Buenos días...

  • ¿Quieres desayunar? - me propuso, y me percaté de que llevaba encima una bandeja con magdalenas, tostadas, mermelada, dos vasos, un cartón de leche, paquetes de café y Cola Cao y un azucarero.

  • ¿Me has traído el desayuno? - pregunté, aún medio dormida.

  • Nos he traído el desayuno. - corrigió. - Pensé que así podríamos hacer las paces.

  • Oh. - repuse, y me apresuré a mentir, pues no quería hablar del tema. - Tranquilo, está olvidado.

  • ¿Seguro? En sueños no decías lo mismo... - se sonrió con picardía.

  • ¿Qué?

  • Anoche, cuando te quedaste dormida... parecías estar teniendo un sueño erótico.

  • ¿Y eso por qué?

  • Gemías, te agitabas... sonreías. - a Fran se le veía divertido con la conversación.

  • Bueno, pues... Estaría soñando con mi novio.

  • ¿Tu novio se llama Fran? - su sonrisa se amplió.

Agarré una tostada y se la tiré a la cara.

  • Déjame en paz. - gruñí.

  • Vamos, vamos... - rió de nuevo. - ¡Joder, Lidia, ni que no me conocieras! ¡Era broma!

  • Para ya con tus bromitas, ¿no? - le dirigí una mirada de odio.

  • Bueno, lo de que decías Fran era broma, lo del sueño erótico es verdad...

  • Fran, tío, en serio...

  • Vale, vale, tranquila. - finalmente dejó de reír. - Pero ahora en serio, no tienes que preocuparte por eso. Yo también he tenido sueños eróticos contigo y eso no significa que quiera follarte, ¿verdad?

Una vez más, me dejó sin habla. Me quedé en un estado en el que ya era incapaz de reaccionar con enfado, así que simplemente dije:

  • Supongo.

  • Todo arreglado pues. - dijo con una sonrisa, sirviéndose el desayuno, y procedió a cambiar de tema como si tal cosa. - Por cierto, esta noche se sale.

  • ¿Qué? - respondí mientras ponía todos mis esfuerzos en echarme leche en un vaso.

  • Javi y Tania tienen pensado salir por ahí hoy, ya que mañana volvemos a la ciudad, y me han dicho que si nos apuntamos.

  • ¿Y les has dicho que sí?

  • ¡Claro! ¿Acaso no quieres?

  • Querer si quiero, pero... - esta vez mi respuesta fue bastante sincera. - No sé si voy a tener cuerpo esta noche para fiestas, he dormido fatal y no me encuentro demasiado bien.

  • Bueno, tienes todo el día para reponerte. Seguro que esta noche estás mucho mejor.

  • Si tú lo dices... - repuse nada convencida, y terminamos de desayunar.

Pero Fran no se conformaría con dejarme así, y aún se había guardado un último dardo, que lanzó justo antes de abandonar el cuarto con la bandeja, camino a la cocina.

  • Por cierto... - me miró con su invariable expresión sonriente. - Sí que quiero follarte.

Y me dejó allí, de nuevo en estado de shock, de nuevo caliente como un volcán y de nuevo hecha polvo.

Así pues, cuando llegó la noche, el tiempo me dio la razón.

En parte por mi estado físico pero también por mi estado anímico y mental, no me sentí en condiciones de acompañar a Javi, Tania y Fran en su salida nocturna. En lugar de eso, me metí temprano en la cama y, por fin, me sentí a gusto. Intenté no pensar en nada ni nadie, pues cualquier pensamiento que cruzara mi mente podría tener efectos catastróficos y, con mayor facilidad de la esperada, me dormí y descansé.

Así fue, al menos, hasta eso de las 3 de la madrugada, cuando un sonido me despertó. Un sonido familiar. Tania estaba gimiendo.

Intenté hacer como la noche anterior y dormirme pese al jaleo, pero esta vez me fue imposible. No solo estaba más descansada, sino que esta vez el escándalo era mayor: Tania gritaba más fuerte e incluso se escuchaban las embestidas de mi hermano, hasta el punto de que me sorprendió que nadie en la planta baja se hubiera despertado.

Cuando no pude soportarlo más, decidí levantarme e ir a mandarles callar. Salí al pasillo sin reparar siquiera en el hecho de que la cama de Fran estaba vacía.

En lo que sí reparé en cuanto puse un pie en el pasillo fue en algo realmente extraño: la habitación de mi abuela, el cuarto que no tocábamos nunca, tenía la puerta abierta.

La curiosidad pudo más que mis ganas de dormir en silencio, así que en primer lugar me dirigí hacia allí. Cuando me asomé al cuarto, vi lo último que me esperaba encontrar allí: tumbado bocarriba en la cama de mi abuela, desnudo, con los calzoncillos en los tobillos, e indudablemente durmiendo la mona, estaba mi hermano Javi.

Hacía años que no veía a mi hermano sin ropa, y no pude evitar fijarme en su cuerpo. No estaba nada mal, pero después de ver el de Fran seguía pareciéndome poca cosa, y sobre todo me percaté de lo pequeña que la tenía, aparentemente (teniendo en cuenta que estaba flácida) más aún que Jorge.

Sin embargo, no pude seguir centrándome en mi hermano, porque un nuevo grito de Tania me devolvió a la realidad. Si Javi estaba allí...

Me apresuré al cuarto de mi hermano, y mis temores se hicieron realidad: en cuanto abrí la puerta pude contemplar a Fran empotrando a Tania salvajemente contra la pared de la cabecera de la cama, la que justo daba a mi propio cuarto.

  • ¡Lidia! - exclamaron los dos en cuanto me vieron, pero mientras que ella parecía asustada de que los hubiera descubierto, él sonreía, para no variar.

  • ¿Qué... qué estáis haciendo?

  • Lidia, te lo puedo... - empezó a decir Tania, pero Fran la interrumpió.

  • Ssshhh. - llevó un dedo a sus labios y la silenció con suavidad. - No te preocupes, preciosa, yo se lo explico todo. Tú emplea tu hermosa boca para algo más productivo.

En ese instante, Fran sacó de la vagina de Tania un pollón enorme, duro y, sin duda, caliente. Tania me echó una última mirada antes de abalanzarse sobre el miembro viril y empezar a mamarlo con dedicación.

  • Bueno, Lidia, aquí tu cuñadita ha sido un hueso duro de roer. Está muy enamorada de tu hermano, ¿verdad, Tania?

La chica emitió un sonido que parecía ser de confirmación, sin sacarse la polla de la boca.

  • Así que se ha resistido bastante. La verdad es que tiene mérito, teniendo en cuenta que he tenido que trabajármela durante varias horas, y que a ti te tenía comiendo de mi mano con solo quitarme la camiseta, ¿no, Lidia?

  • Y-yo... - apenas acerté a abrir la boca.

  • Tú misma lo dijiste en el coche, ¿te acuerdas? - rememoró. - Tú no te enamoras, te echas un novio y cuando encuentras a un tío que te gusta más lo cambias por él. Así era, ¿no?

  • Sí... - admití.

  • Y no hace falta ser un genio para saber que yo te gusto más que tu novio.

  • P-pero... somos...

  • Primos, sí. - completó mi frase. - Probablemente si no lo fuéramos, no te habrías contenido tanto y ya te habrías lanzado sobre mí sin pensar un segundo en tu Jorgito.

Era verdad. Yo no era una chica fiel, nunca lo había sido. A todos mis novios les había puesto los cuernos con el siguiente antes de dejarlos, y si Fran no hubiera sido mi primo hubiera hecho lo propio con Jorge.

  • Creo que a Tania le pregunta que puedas contarle algo de todo esto a tu hermano.

Sorprendentemente, Tania se apresuró a dejar la mamada y habló:

  • Por favor, Lidia, no le digas nada. Yo le quiero, en serio...

  • Tranquila, Tania. - dijo Fran sin perder la tranquilidad y, suavemente, le agarró de la cabeza y volvió a llevarle la boca hasta su gran glande, que ella volvió a chupar. - Lidia no va a decir nada, ¿verdad?

  • N-no sé, yo...

  • Tienes dos opciones, Lidia. Puedes ir al cuarto de la abuela, intentar despertar a Javi y decirle algo que le romperá el corazón y probablemente destruirá la familia o... - extendió el brazo hacia mí y me tendió la mano. - …puedes hacer lo que llevas deseando todo el fin de semana, unirte a nosotros y tener el mejor polvo de tu vida.

Antes de que terminara de hablar, ya le había cogido la mano.

Epílogo: Fran y el verdadero plan

Aunque a mis 18 años ya había tenido varias experiencias sexuales, follarme a mi prima Lidia y a la novia de mi primo Javi en la casa de la abuela sin duda había sido la mejor. Nunca hubiera imaginado que la idea de Javi de invitar a su novia a las vacaciones pudiera ser tan provechosa.

Ahora me encontraba en el coche de mis padres, en el asiento de atrás, mientras mi padre conducía y mi madre callaba, como de costumbre. Me divertía imaginar la situación en el otro coche: Javi sentado en mitad del asiento trasero, extrañado por la actitud silenciosa de su hermana y su novia, quienes sin duda todavía estarían dándole vueltas a lo ocurrido anoche. Antes de salir, había vuelto a proponerle a Lidia que viajara en nuestro coche, pero como esperaba se había negado, pues mi sola presencia debía perturbarla demasiado.

  • Entonces fue un éxito anoche, ¿no, hijo? - preguntó mi padre.

  • Sí, papá. Gracias por la parte que te toca, por cierto.

  • De nada, hijo. Drogar a tu tío fue pan comido. ¿Qué tal fue con Javi?

  • No tuve que echarle nada, él solito se bebió todo lo que le hacía falta para llegar a casa dormidito. - conté divertido.

  • Hijo, la verdad es que me has sorprendido gratamente. - rió mi padre también. - Esa zorrita que sale con Javi parecía una presa difícil, se la veía muy enamorada.

  • Y lo está, papá. - confirmé. - Creí que se me escapaba. Hasta que llegamos a casa no la acabé de seducir.

  • ¿Cómo lo hiciste?

  • Bueno, cuando dejamos a Javi en el cuarto de la abuela la convencí para dejarlo en calzoncillos, con la excusa de que durmiera cómodo y eso.

  • Ajá. ¿Y?

  • Estando ya en calzoncillos, no me fue difícil convencerla de desnudarlo del todo, me desnudé yo y... bueno, la comparación hizo el resto. Obviamente, ya la había calentado un poco previamente.

  • Qué cabrón eres. - volvió a carcajearse mi padre. - ¿La tenía muy pequeña?

  • Le pregunté después a Tania y me dijo que unos 11 cm en erección.

  • Es lo que digo siempre, de tal palo tal astilla. Tu primo la tiene como tu tío, y tú la tienes como yo.

  • Supongo que la genética es poderosa. - dije con una sonrisilla.

  • Sí. Por lo que también intuyo que Lidia será tan puta como su madre.

  • Oh, sí. Lidia lleva detrás de mí desde el viernes por lo menos. - afirmé.

  • Llevabas tiempo queriendo tirártela, ¿eh?

  • Sí, la verdad es que sí. Lo que no esperaba era llevarme un dos por uno. Javi me ha hecho un pedazo de favor invitando a su novia...

  • Dale las gracias a la tía Carmen.

  • ¿Qué? ¿A la tía Carmen?

Mi padre se echó a reír aún más fuerte.

  • Todavía eres demasiado inocente, hijo. - concluyó. - ¿Creías que fue idea de Javi? Parece que no conozcas a la tía Carmen. Ella fue la que propuso a Javi que invitara a Tania y la que se encargó de que tú durmieras con Lidia. Ella fue la que lo organizó todo, como siempre. Con mi ayuda, claro.

  • Qué fuerte... - exclamé sin poder evitarlo.

  • Tenías que haber visto su cara mientras ella y tu madre me la chupaban, con tu tío durmiendo en la habitación de al lado y mientras oíamos el escándalo que teníais montado arriba.

Los dos nos reímos y, por primera vez en lo que iba de conversación, miré a mi madre. Seguía sin inmutarse.

  • Mamá, ¿estás bien?

  • Sí. - respondió, sin variar su expresión.

  • ¿Seguro?

  • Sí.

  • Creo que está celosa. - intervino mi padre.

  • ¿Celosa? - me sorprendí.

  • Te quiere solo para ella. Lleva de morros desde que le conté el plan.

  • ¿Es eso, mamá?

Su silencio confirmó lo que mi padre acababa de decir.

  • Tranquila, mamá, en cuanto lleguemos a casa seré todo tuyo. - me apresuré a decir, consiguiendo que esbozara una sonrisa.

Mi padre era un obseso sexual y un degenerado, pero había tenido la suerte de contar con las armas de seducción y la inteligencia para poder saciar sus perversiones sin llamar la atención de la gente. Mi madre siempre había tenido una personalidad muy débil, y cuando se vio envuelta en la espiral de sexo y degeneración de mi padre ni siquiera intentó salir de ella. En cuanto a mí, pronto me convertí en alguien igual que mi progenitor, aprendiendo de él los más sucios trucos y disfrutando de las grandes recompensas que él me ofrecía, como el trío de la noche anterior.

Creía que mi padre ya no podía sorprenderme, y creía, como él, que nuestros actos no tendrían consecuencias mientras obrásemos inteligentemente. Pero mi padre aún me deparaba una sorpresa, y yo ya había cometido un gran error.

  • Oye, hijo, usaste preservativo, ¿no?

  • No, no pensé en ello. - repliqué como si nada.

Pero para él no fue como si nada. Pegó un frenazo tan repentino como violento y sacó el coche ligeramente de la carretera, haciendo que el coche de mis tíos, que iba justo delante, se parase para ver que nos había ocurrido.

  • ¡Me cago en la puta, Fran! ¡¿Qué te tengo dicho siempre!? ¡Puedes follarte a la guarra que quieras, pero siempre con condón!

  • Joder, papá, qué susto... - respondí, temblando. - Tampoco es para tanto, ¿no?

  • ¿Que no? ¿Sabes qué pasó la última vez que me follé a tu tía Carmen sin condón?

  • ¿E...el qué?

  • Que nació tu prim... tu hermana Lidia.

 

Gracias por leer hasta aquí, espero que os haya gustado. Habrá a quien el epílogo le parezca una ida de olla, así que quien quiera puede asumir que las cosas que se explican en él no ocurren, creo que el resto de la historia sigue teniendo sentido sin ellas. xD