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Mi vecino, el Sr. Pino

en Hetero: General

Vivo desde hace dos años en un pensionado, una casa grande con varias habitaciones que se alquilan. Ocupo una pieza al final de la casa en un pequeño patio y frente a mi está el Sr. Pino, un hombre maduro -unos 20 años mayor que yo- que vive solo. Como el patio está algo retirado del resto de la casa, compartimos cierta privacidad; al principio me resultaba algo incómodo pues era como vivir casi a solas con un desconocido, pero el Sr. Pino no está mucho en el lugar y cuando se encuentra casi no sale, así que me sentí afortunada de tener un vecino tan tranquilo.

 

Luego de mis primeros dos meses en mi nuevo hogar comencé a sentirme inquieta, había terminado con mi novio hace tiempo y el cuerpo estaba comenzando a reclamarme sexo. Al principio no le daba mucha importancia, me decía a mi misma "piensa en otra cosa y se te pasará", pero no fue así, sentía las ganas a flor de piel sobre todo cuando estaba sola en mi cama.

 

Esa noche hacía bastante calor, por lo que había dejado la ventana medio abierta. Me saqué el vestido de dormir y me tumbé sobre la cama, enseguida mis pezones reaccionaron levantándose como pequeños picos, los rocé suavemente con las palmas de mis manos y toda mi piel se erizó de forma deliciosa, ahí estaba otra vez el deseo. Cerré los ojos y me dejé llevar acariciándome desde el cuello, bajando por los hombros, tomando mis pechos y apretandolos con suavidad, rozando mi cintura, la ingle, mi vientre, masajeando con suavidad mis muslos, mis nalgas; mi respiración comenzaba a agitarse, podía sentir ese suave calambre tan familiar que te viene cuando los labios de tu cuca comienzan a inflamarse sedientos de sexo, junto con las gotas de humedad que van mojándote hasta empaparte.

 

De pronto recordè que la luz de la làmpara estaba encendida, aunque la ventana tenìa cortinas era sencillo mirar desde afuera si la habitaciòn tenìa luz y el patio estaba oscuro como a esa hora. Apaguè la luz y me tumbè boca abajo sobre una almohada, comencè a frotarme los labios de la cuquita sobre ella como si estuviese montando a un hombre, meneando mi culo rìtmicamente con las piernas abiertas y mientras acariciaba mis pezones, solo podìa escucharse el vaivén de la cama mecida con mi cuerpo y mi respiraciòn agitándose hasta llegar al orgasmo.

 

Me quedé tumbada sobre la cama mirando al techo, descansando luego de aquel clímax delicioso cuando de pronto mi telèfono vibrò con un mensaje.

 

"Si vieras la tremenda erección que me dejaste y la paja que me estoy haciendo por ti, estás tan rica que te mamaría hasta el nombre....  P.Pino"

 

Por un momento me quedè muda de asombro, el mensaje era de mi vecino, obviamente si me habìa visto acariciàndome, y posiblemente se quedò escuchando el resto tras la cortina. Recordaba haberle dado mi nùmero en una oportunidad cuando él tuvo que viajar y me pidiò que recibiera unos paquetes, nunca más me había vuelto a escribir. No pude evitar excitarme al imaginarlo duro jalàndosela luego de mirarme, hasta ahora había sido bàsicamente indiferente pero después de todo tampoco soy de mal ver, mido 160, de piel morena clara, tengo los pechos grandes y redondos y mi culo de buen tamaño, se que los hombres me miran cuando me visto sexy y eso me encanta, asì que no es raro que él también me viera y si le doy un espectáculo así mucho más.

 

Al dìa siguiente me levanté algo nerviosa, luego de que la calentura se te baja piensas con más claridad, ahora me daba cuenta de que mi vecino me había visto masturbándome y además me lo había dicho, era más que una declaración de intenciones. Decidí evitarlo lo más posible y por unos días tuve éxito, luego nos encontramos y lo saludé fingiendo naturalidad, como si aquel mensaje nunca llegó, él me devolvió el saludo con la cordialidad de siempre, pero la picardía en su mirada era evidente.

 

Pasaron los dìas y las ganas estaban ahì de nuevo, salì de la ducha y me tumbé en la cama envuelta en una toalla, de pronto recordé aquel vibrador que guardaba en la mesa de noche y me dispuse a usarlo, esta vez dejé la ventana abierta pero apagué la luz, confiada en que la oscuridad me daría un poco más de privacidad; lo encendí y comencé a toquetear mis pezones con el, la abertura entre mis nalgas, los labios de mi cuca, era tan deliciosa la sensación que comencé a gemir mientras seguìa explorando los labios empapados, torturándome de placer antes de tocarme el clítoris o introducirlo, de pronto llevè el consolador a la entrada de mi vagina y comencé a masajearme soltando un gemido largo y descontrolado, pero mayor sorpresa al sentir que ese no fue el único ruido; un gemido suave se había escapado tras la cortina.

 

Me levanté de golpe y encendí la luz, aún estaba envuelta por la toalla así que me animé y abrí un poco la puerta. Ahí estaba él, fingiendo que lavaba algo en el fregadero del patio, con un soberano bulto en los pantalones que apenas podían contenerlo; retrocedió con rapidez para entrar a su habitación.

 

- No se vaya Sr. Pino por favor... se que usted me estaba escuchando.

 

- Yo te entiendo Alejandra, eres joven, no pasa nada.

 

- No me deje así, por favor...estoy temblando de ganas.

 

De inmediato entró en su habitación pero sin cerrar la puerta así que lo seguí, me puse frente a él y dejé caer la toalla mostrándole mi cuerpo desnudo, enseguida me tomó por las nalgas y me tumbó sobre la cama, se abalanzó como loco y comenzó a mamar y lamer mis senos casi con desesperación, yo busqué como pude el borde de su pantalón y lo desabroché, sentía su erección dura contra mis muslos volviéndome aún más loca. Me arrastró al borde de la cama y abrió mis piernas con cuidado, en cuanto sentí el primer beso húmedo sobre mi pubis supe lo que iba a hacer, me recosté sobre la cama y comencé a sentir como besaba y succionaba cada uno de mis labios empapados recorriendo los mismos pliegues que antes había acariciado con mi vibrador, lamiéndome con avidez haciéndome gemir con fuerza.

 

- Sr. Pino por favor no puedo más, cójame por favor, cójameeeeeeeeee

 

Cuando se levantó me quedé muda con la tremenda erección, jamás pensé que un hombre maduro tuviera esa firmeza, las gotas de su flujo le bajaban lubricando aquella verga deliciosa que me apuntaba con deseo, se puso de rodillas y me tomó por las caderas para  poner mi cuca a su nivel y la penetró de golpe haciéndome gritar invadida por el placer. Se movía con firmeza, con un ritmo intenso que hacía rebotar mis pechos y todo mi cuerpo, estaba tan excitada que no tardé en estallar empujando mis caderas hacia él una y otra vez, sin embargo el seguía erecto todavía. Me pidió que me volteara y me pusiera de rodillas apoyando los codos sobre la cama con las piernas abiertas y volvió a penetrarme de nuevo con la misma fuerza, en esa postura su verga llegaba aún más adentro haciendo que me tensara de nuevo, sus embestidas eran cada vez más intensas, podía sentir su respiración entrecortada y sus manos temblorosas recorriendo mi cuerpo, ahora él llegaba al orgasmo lanzándome nuevamente a la cima del placer junto con él, terminé con los muslos empapados de flujo y semen, caímos rendidos uno al lado del otro sin decir nada por unos instantes.

 

- Gracias, lo necesitaba

 

- De nada nena yo lo he disfrutado tanto como tu, cuando quieras otro favor así no dudes en llamarme.

 

Regresé a mi cuarto y me acosté desnuda sobre la cama, caí rendida en un sueño profundo y placentero luego de quedar tan satisfecha, jamás hubiese pensado que mi vecino maduro podría ser quién me diera semejante ayuda para dormir, no cabe duda de que tocaré su puerta más de una vez.