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Cuesta de Maneli. Día de nudismo y cinco fantasías

en Fantasías Eróticas

   Sevilla / Huelva. Verano de 2016.

 

   Estamos a mediados del mes de Agosto y el calor es asfixiante en Sevilla. El trabajo se hace más pesado y tanto mi mujer Marta como yo estamos deseando que llegue el fin de semana para darnos una escapada a la playa.

   En pocas horas de coche podemos disfrutar de un día en cualquier chiringuito de La Carihuela en Torremolinos, Málaga, tomando un mojito tumbados en una hamaca, con los guiris paseándose rojos como cangrejos por el paseo marítimo, o en la playa de El Palmar, en Cádiz, con sus aguas cristalinas y arena fina y rubia, pero hay una playa a la que le tenemos un cariño especial, es Cuesta de Maneli en Huelva. Para el que no la conozca decir que es una playa virgen, a la que hay que acceder por un sendero que atraviesa parte del parque nacional de Doñana. Desde el aparcamiento donde dejamos el coche hasta la playa hay un trayecto de unos treinta minutos, subiendo y bajando la duna del Asperillo, hasta llegar al acantilado por el que se desciende a través de unas escaleras de madera hasta la playa. Este dificultoso acceso hace que sea una playa relativamente tranquila, poco familiar y frecuentada por nudistas.

- ¿Cariño, te apetece que vayamos este sábado a Cuesta de Maneli?. No vamos desde el año pasado, me apetece pasar el día tranquila.

- Vale, la verdad es que lo había estado pensando, me has leído el pensamiento.

- ¿Quieres que vayamos a la parte nudista?

- ¿Queeeeee?. Déjate de cachondeo, ya tenemos las marcas del bañador y vamos a parecer unos catetos.

- No seas tonto, cuando nos damos un paseo por la zona nudista bien que miras, y no creo que te importen mucho las marcas de los demás ¿no?.

- Pero no es lo mismo, me da vergüenza.

- ¿Tu?, ¿vergüenza tu?, pues cuando en la playa me metes mano por el interior del bikini no parece que sientas mucha vergüenza.

- Venga vaaaa, nos vamos a la parte nudista, me has convencido,jajaja, ...es que no lo puedo evitar, soy un voyeur sin remedio.

- Por cierto, recuérdame el viernes por la tarde que me pase la cuchilla, ¿quieres que me deje el chocho peladito?.

- ¿Tu estás intentando provocarme o que?

   Marta me estaba hablando desde la cocina, era miércoles por la noche y preparaba la cena mientras yo terminaba de secarme después de haberme dado una ducha. En cuanto me comentó lo del chocho peladito entendí que estaba con ganas de juego, así que tras secarme y sin ponerme nada encima me acerqué a la cocina. Me quedé parado en la puerta, disfrutando de las vistas, estaba cortando verdura, de espaldas a la puerta y no sabía que yo estaba observándola. Llevaba una camiseta blanca de tirantes y unas braguitas tipo tanga brasileño, dejando al aire gran parte de su precioso culo. Me estaba empezando a calentar, mi verga despertó y comenzó a crecer lentamente, y cuando ya estaba morcillona me la acaricié suavemente para ponerla más a tono. Me acerqué silenciosamente a ella, y sin que se diese cuenta me puse detrás, apuntando con la cabeza de mi capullo a su culo. De sopetón clavé mi miembro entre las cachas de su culo, resbalando mi falo hacia arriba y quedando aprisionado entre nuestros cuerpos, mientras que le agarraba fuertemente las tetas, estrujándolas entre mis manos.

- Ay,!joder que susto me has dado!. Ummm, que bien te ha sentado la ducha ¿no?.

- Pues mira, parece que mi polla se alegra de verte.

- ¿Ah si?. Pues déjame saludar a mi churrita.

   Aflojé mi abrazo y ella se giró quedando frente a mí. Me besó en la boca, para continuar por el cuello, me fue poniendo a tono y mi polla reaccionó de inmediato, quedando erecta frente a su vientre. Ella me la agarró con su mano derecha, llevándola hasta las puertas de su raja, para a continuación con leves movimientos arriba y abajo abrir paso entre los labios de su vulva. Mi pene, que ya estaba lubricando, llenaba de líquido transparente la hendidura de su coño, y se hundía poco a poco cada vez mas dentro de su raja, pasando del roce de sus labios a directamente pajear su clítoris con la punta de mi polla. Mientras, le besaba en el cuello, en los labios y mordía el lóbulo de su oreja, a sabiendas de que eso la podría mas caliente. Cuando empezó a jadear, la cogí del pelo, y con un suave tirón le hice bajar lentamente, quedando arrodillada delante de mi nabo. Sabía que yo lo estaba deseando, y ella también. Alzó la vista, y mirándome a los ojos lamió mi verga desde los huevos hasta el capullo, para a continuación metérsela en la boca. Puso sus manos en mi culo, quedando mi polla dentro de su boca a merced del vaivén de entrada y salida que había comenzado. Tragaba cada vez mas profundo, hasta que en una de las veces apretó fuerte mi culo, haciendo que me inclinase hacia delante, y tragándola hasta el fondo, lo que hizo que le entrase una arcada y tuviese que sacarla de su boca para toser y coger aire. Un hilillo de saliva quedó uniendo mi polla con su boca. Me miró y sonrió. Pude ver como se le habían saltado las lágrimas, y pensé que aquí se había acabado todo, pero volvió a metérsela en la boca, a chuparla y lamerla por todos lados. Me estaban empezando a temblar las piernas del gusto y después de la mamada que me estaba dando no quería dejarla con la calentura, así que le pedí que se incorporara, para girarla ciento ochenta grados y dejarla inclinada sobre la encimera de mármol de la cocina. Le bajé las bragas, ella entendió a la perfección lo que andaba buscando, así que abrió las piernas, y de un tirón le clavé mi verga hasta el fondo. Resopló de gusto, y cuando comencé el vaivén hacia dentro y hacia fuera respiraba entrecortadamente.

- ¿Te gustaría que te follase así en la playa?.

- Ohhh, síí. Me gusta como me follas, no pares por favor.

- ¿Y te daría igual que nos vieran?

- Ahhh, no sé, no lo he pensadoooo. Siiii, dame fuerte, no pares, no paresss.

- A mí me gustaría la verdad, umm que bueno, me encanta cuando me aprisionas el nabo con tu vagina, ohh síí,síí,sííí, que bueno.

- Dame, dame, me voy a correr. No pares, no pares, siiiiiiiiiiiiiiiiiii.

   Con el orgasmo de Marta los músculos de su vagina se contrajeron atrapando mi verga aun mas fuerte, momento en el que estallaron varios chorros de leche en el interior de su chocho. Al retirarme un reguero de semen comenzó a caer por su muslos y yo, que estaba aun con el subidón de mi orgasmo, lo recogí con la mano, y lo llevé a mi boca, disfrutando así de mi propia leche, que tragué de un sorbo después de jugar con él un rato. Creo que voy a tener que darme otra ducha, dije yo. Estaba empapado en sudor, y mi mujer también, así que nos fuimos juntos a la ducha a refrescarnos.

   El viernes por la tarde, como era de esperar, se me olvidó recordarle a mi mujer que se afeitase. Como de costumbre, al llegar a casa a mediodía y almorzar con ella, me quedé durmiendo la siesta en el sofá. Cuando desperté Marta solo llevaba puestas unas bragas, pero esta vez eran tipo culotte, así que desperté de la siesta tranquilamente recreándome en el bamboleo de las tetas de mi mujer, que cruzaba el salón de vez en cuando en dirección a la cocina.

   ¿A que hora nos vamos mañana cariño?, dijo Marta elevando la voz desde la cocina.

- No sé, tempranito supongo, el calor pega fuerte desde temprano, así que mientras antes nos vayamos mejor, no nos vaya a dar algo subiendo y bajando la duna.

- Vale, voy a preparar algo para el almuerzo de mañana en la playa, había pensado en una ensalada de pasta, algo fresquito, ¿no?.

- Me parece una fantástica idea, eso y un poco de fruta y estamos apañaos.

   Llegamos a la playa a eso de las diez y media, nos habíamos levantado temprano y mereció la pena. Antes de bajar el acantilado pudimos disfrutar de las vistas. La playa estaba casi desierta, solo a lo lejos se veían un par de sombrillas, el mar azul, el frescor de la brisa que ladeaba levemente la vegetación y el olor a pino y otras flores silvestres hizo que hubiese valido la pena la caminata y el madrugón, que a mi no me importa levantarme todos los días a las siete menos cuarto de la mañana para ir a trabajar, pero cuando llega el sábado tampoco me gusta poner el despertador, algunos entenderán lo que digo.

   Después de bajar las escaleras que daban acceso a la playa caminamos como diez minutos, dirigiéndonos a la supuestamente parte nudista. Estábamos completamente solos, habíamos llegado bastante temprano para la hora habitual de llegada de la gente, así que plantamos la sombrilla y extendimos las toallas donde mejor nos pareció. Marta se deshizo en un segundo de su vestido, no llevaba la parte de arriba del bikini, dejando sus pechos en contacto con la brisa marina. La parte de abajo del bikini, de color negro, era bastante pequeña, así que de un plumazo quedó medio desnuda ante mí, y el solo hecho de estar en la zona nudista y a sabiendas de que una erección me dejaría en ridículo, mi cuerpo reaccionó, no lo pude evitar, estaba empezando a pensar con la polla, supongo que era el sitio y el momento, se presentaba un día fantástico de playa, descanso y si todo iba bien hasta echaríamos un polvo.

   Cariño, ¿me echas protector solar por la espalda?, no llego, dijo ella echándome en la mano un buen chorro de crema. La extendí en mis manos y comencé a aplicársela en la espalda desde atrás. De vez en cuando una de mis manos se colaba por el costado y terminaba sobándole una teta, a lo que mi mujer respondía con unas risitas, signo de que estaba predispuesta al juego.

 - Es tu turno, gírate que te eche yo crema por la espalda, no quiero que te quemes.

   Quedé mirando al mar, y mi esposa por detrás echándome crema en la espalda. Mi erección no era aun exagerada, de momento se podía disimular el bulto dentro de mi bañador. Las manos de mi mujer dejaron de aplicar crema, así que pensé que había terminado, pero sin poder dar ni un paso me cogió de la cintura y se pegó a mí por detrás. Sus grandes tetas quedaron pegadas a mi espalda, echo que hizo reaccionar a mi sexo, que poco a poco empezaba a aumentar dentro del bañador.  

- Tengo una sorpresita para tí mi amor.

- ¿Si?¿De qué se trata?. Espero que sea algo bueno.

   Noté movimiento a mi espalda, y al instante, mi mujer me mostró en su mano derecha la parte de abajo del bikini, yo seguía mirando al mar, y mi mujer tras de mí completamente desnuda.

- !Te has quedado en pelotas! ja,ja,ja. Menuda sorpresa.

- !Esa no es la sorpresa tonto!.

- Ah ¿no?, ja, ja, ja, pues entonces me muero por saber cual es la sorpresa.

- Gírate!

   Al girar quedé frente a ella. A primera vista no observé nada, creía que me estaba tomando el pelo, pero a medida que se iba retirando se me fue la vista a su chocho.

- Ja,ja,ja, cariño!, !que chulo te ha quedado!

   La tarde del día anterior, mientras yo estaba durmiendo la siesta, tuvo tiempo suficiente para recortarse el vello púbico. Encima de su raja se podría apreciar un monte de venus con forma de corazón.

- Cariño, desnuda totalmente en la playa y encima te haces ese dibujo, no me lo puedo creer.

- Pues tu deberías hacer lo mismo, se está súper a gusto desnuda. Mira, la brisa me está poniendo los pezones duros, ¿los ves?

   Marta se echó crema protectora solar en su mano y comenzó a untársela por los pechos, haciendo círculos, recreándose en los pezones, las magreaba como sabía que me gustaría estar haciendo a mí en ese momento. Mi erección era ya un secreto a voces, el bañador parecía una tienda de campaña, y pensé que si mi mujer estaba tan animada no iba a ser yo quien estropeara el día, así que me bajé el bañador hasta los tobillos. Frente a mi esposa quedó en primer plano mi verga dura como una barra de acero, noté el frescor de la brisa en la cabeza de mi capullo. Recorrí con la mano el falo y noté humedad en la punta, con tanta emoción había empezado a lubricar.

- ¿De verdad quieres que me quede en pelotas? ¿Quieres que todo el que pase me vea así empalmado?

- Cariño, !es una playa nudista!, la gente está acostumbrada a ver los cuerpos desnudos, no te preocupes, es algo natural del cuerpo humano.

- Vale, me quedo así, pero voy a darme un baño, a ver si se me quita el calentón, que me da vergüenza.

- Venga vergonzoso, que voy a esperar un rato a que me haga efecto la crema y voy para el agua contigo.

   Comencé a andar lentamente hacia el mar. La marea estaba baja, así que tenía un par de minutos hasta llegar al agua. Mientras andaba, a mi derecha pude ver a una pareja que caminaba por la orilla. Me dispuse a hacer un rápido cálculo mental de si nuestros caminos se cruzarían al llegar ellos a la altura a la que yo me encontraba. Pues sí!, si continuaba andando al ritmo que iba nos cruzaríamos en la orilla. El hombre era alto, de complexión normal, de unos cincuenta años, llevaba puesto un bañador de color negro y portaba una bolsa con toallas y una sombrilla al hombro. Ella era algo mas baja, de pelo corto color castaño, se le veía una figura estupenda, buen culo y buenas tetas, algo mas joven que él, aunque no podría precisar su edad. Llevaba puesto un pareo con un estampado como de un jeroglífico egipcio o algo así. Me giré para ver que hacía Marta, que de pie estaba presenciando la escena, parece que había pensado lo mismo que yo y estaba esperando a ver que ocurría. Entonces me detuve, me quedé a medio camino entre nuestra sombrilla y la orilla, así ganaría tiempo y pasarían de largo antes que yo. Tenía la polla tiesa, y un poco de vergüenza, la verdad sea dicha. No sé si se fijaron, ambos tenían gafas de sol, así que una vez que pasaron continué caminando y me metí en el agua.

   Estaba fría, muy fría, justo lo que necesitaba, así que aquello empezó a menguar, y si puedo presumir de tener un falo mas grande que la media, también tengo que decir que en reposo es realmente pequeña, aun no me explico como puede aumentar tanto de tamaño. Me quedé un rato nadando y jugando con las olas, y al buscar con la mirada a Marta pude ver como había una chica junto a ella. Se les veía charlando alegremente, de vez en cuando reían o soltaban una carcajada. Yo no la reconocía, pero lo que está claro es que se conocían. Como estaba ansioso por saber quien era me dispuse a salir del agua, con la casualidad de que la pareja que pasó antes delante de mí venían de vuelta, aunque ahora venían sin sombrilla y sin bolsa.

   Mi erección había bajado a mínimos insospechables. Donde antes había una verga tiesa de cerca de veinte centímetros dura como una roca ahora solo se podía vislumbrar un pequeño pene flácido. Ahora la vergüenza no era por la erección, sino por semejante ridiculez, pero tiré para adelante, esta vez no quise esquivar el encuentro. No lo pude ver porque llevaban las gafas de sol, pero juraría que me dieron un repaso de arriba a abajo. Cuando nos cruzamos la mujer le dijo a su pareja - Que pena, me gustaba mas antes.- No me lo podía creer, una autentica desconocida hablando tan tranquilamente del tamaño de mi polla. La adrenalina la tenía tan subida que me envalentoné y le contesté.

- Oye que si te gustaba tanto antes ya sabes lo que tienes que hacer. Perdón, perdón, perdón, joder, estoy muy nervioso, ni siquiera sé porque he dicho eso. Lo siento, no he querido ofender.

- No te preocupes, no ofendes, es que mi mujer se ha llevado una decepción, cuando te vimos antes me comentó que te había visto de reojo y tenías un buen miembro, y al verte así, pues se ha llevado un chasco. Tenía ganas de volver a vértela.

- Bueno, pues sí que lo siento, tu que eres hombre ya sabes el efecto que tiene el agua fría ahí abajo. Por cierto, soy Juan Carlos, y mi mujer, la rubia de allí es Marta.

- Encantado, yo soy Mario.

- Y yo Carmen.

   Le estreché la mano a Mario, y Carmen y yo nos saludamos con dos besos en las mejillas.

- ¿No soléis venir a esta parte de la playa verdad?

- Supongo que lo dices por las marcas del bañador. Pues no, no solemos hacer nudismo, pero mi mujer me lo propuso el otro día y a pesar de la vergüenza me he animado.

   Nosotros estamos allí, dijo Mario señalando hacia una sombrilla roja a unos cincuenta metros a la izquierda de donde nos encontrábamos. Vamos al chiringuito a tomarnos una cervecita, ¿os apetece venir con nosotros? dijo Carmen.

 - Voy a comentárselo a mi mujer, a ver que dice.

   Me encaminé a nuestra ubicación. Mi esposa estaba tumbada boca arriba tomando el sol. La chica con la que había estado hablando y riendo se había marchado a su sombrilla, a escasos metros de la nuestra y sentada en su toalla se entretenía pelando la piel de una manzana que se disponía a comer. Llevaba puesto solo la parte de abajo del bikini, dejando expuestos al sol sus pequeños pechos. Era una chica delgada, de una figura espectacular, con pelo largo, liso y castaño.

 - Cariño, ¿Te apetece una cerveza en el chiringuito?.

   Vale, hace bastante calor, me pongo el bikini y nos vamos, dijo ella levantándose como un resorte.

 - Mira, aquellos son Carmen y Mario, me ha pasado una cosa muy curiosa con ellos, también van al chiringuito, nos han invitado a que los acompañemos.

- Vale, pues vamos entonces.

   Nos dirijimos a la orilla hacia donde estaban Carmen y Mario esperándonos. Hice las presentaciones y nos fuimos los cuatro a tomar cervezas al único chiringuito de la playa. En el chiringuito charlamos animadamente los cuatro, picamos algo de comer y bebimos varias rondas de cerveza, el calor era de justicia y había que hidratarse bien. Mientras charlábamos pude observar los preciosos ojos de Carmen, que se había quitado las gafas de sol. Tenía una mirada penetrante, sus ojos, a veces verdes a veces azulados según la luz del sol, le daban un aire felino. Su boca era también muy bonita, dientes blancos perfectamente alineados arropados por unos labios de lineas marcadas y el grosor justo a las facciones de su cara. Mario no llevaba camiseta, dejando al aire el torso, por lo que pude observar seguramente iba al gimnasio o hacía algún tipo de deporte. También me dí cuenta mientras tomábamos los aperitivos que Mario había desviado varias veces la vista hacia las tetas de mi mujer. Marta llevaba un bikini de los que la parte de arriba es un triangulo, y de poca tela, como a mi me gustan, por lo que parte del pecho le sobresalía por los lados. Mi mujer tiene unas tetas preciosas, o por lo menos a mi me encantan. Ella dice que son muy grandes, pero a mi me parecen de un tamaño perfecto, talla 95-100, además muy bien puestas. Me gustaba ver como otro hombre disfrutaba mirando a mi esposa, yo también le echaba el ojo a Carmen de vez en cuando, aunque con el pareo no pude ver demasiado.

   Estuvimos hablando de la vergüenza que pasé cuando se aproximaban hacia mí mientras daban un paseo por la orilla, ellos comentaron que habían notado que los intenté esquivar, y de la decepción que se llevó Carmen al ver como me había empequeñecido al salir del agua. Nos lo estábamos pasando muy bien, eran un matrimonio agradable, con los que se podía charlar de cualquier tema, aunque el que más salió a relucir en la conversación fue el sexo. Es extraño, nos acabábamos de conocer y había una complicidad entre nosotros que daba lugar a hablar de asuntos íntimos que con amigos nuestros de toda la vida jamás se nos ocurriría sacarlos a relucir. Después de cuatro rondas de cervezas y algunas tapas nos dirigimos caminando por la orilla hacia nuestras respectivas sombrillas. Había algo mas de gente en la playa pero no mucha.

   Bueno pareja, hemos llegado a nuestra sombrilla, dije yo señalándola.

   Juan Carlos ¿os parece que nos vengamos aquí con vosotros y pasemos el día juntos los cuatro? Nos habéis caído muy bien, dijo Mario.

- A mi me parece bien.

    A mi también, dijo Marta.

- Pues nada, vamos a por nuestras cosas y volvemos en un momento. Ahora nos vemos.

   Carmen y Mario se dirigieron hacia donde se encontraban sus cosas. Mientras, Marta se quitó el bikini, y salió corriendo en dirección al agua. Yo no sabía que hacer, si dejarme el bañador puesto o quitármelo. Fue el efecto embriagador de la cerveza lo que definitivamente hizo decidirme por quitármelo. Marta me hizo un gesto desde el agua para que me uniese a ella en el baño, pero a lo lejos pude ver a Carmen y Mario que ya venían hacia donde estábamos nosotros, así que le hice un gesto a mi mujer señalándolos como indicándole que los iba a esperar a que llegasen.

   Cuando nuestros nuevos amigos llegaron, Mario plantó la sombrilla junto a la nuestra mientras Carmen extendía las toallas a la sombra. Observé que debajo del pareo ya no llevaba el bikini. En un momento Mario se deshizo de su bañador y Carmen hizo lo propio con su pareo, quedando los tres totalmente desnudos.

   Me fijé en la polla de Mario. La tenía morcillona. Ese cacharro erecto debía tener un tamaño considerable, pensé. Eran nudistas desde hace años y esta situación de desnudez en la playa era algo habitual para ellos, aunque se ve que Mario estaba bastante animado. Carmen tenía un cuerpo fabuloso, muy bien proporcionado, un culo redondo y unas tetas no tan grandes como las de mi mujer, pero muy apetecibles, con unas areolas mas grandes y oscuras que las de Marta.

- ¿Os apetece un baño? Marta está en el agua.

- Claro, vámonos todos al agua, hace un calor tremendo.

   Nos fuimos corriendo los tres hacia el agua, la arena nos quemaba los pies. Cuando llegamos a la orilla y sentí el frescor de la arena húmeda en las planta de mis pies un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, e inconscientemente mi polla empezó a hincharse y a ponerse tiesa. Para disimular corrí hacia el agua, metiéndome del tirón, algo muy extraño en mí, que soy de los que para meterse en el agua va avanzando poco a poco dando saltitos cuando llega una ola y sufriendo hasta que el agua llega al ombligo. Cuando llegué donde estaba mi mujer el agua me llegaba por debajo de mis hombros. Me acerqué a ella y le di un beso en los labios, que en segundos pasó a ser un morreo en toda regla, estaba muy a gusto y mi cuerpo completamente desnudo en el agua era una sensación muy placentera, así que a pesar del frescor del agua se mantenía dura.

- ¿Pero que tienes aquí?. Joder que dura la tienes, y eso que el agua está fresquita.

- Debe ser la sensación de no llevar bañador, la verdad es que ha sido buena idea la de venir a la parte nudista.

   Marta se colocó detrás de mi, pegando su pecho a mi espalda, con su mano derecha agarraba mi verga debajo del agua, que meneaba lentamente para mantenerla firme y que no me bajase la excitación. Sus movimientos eran suaves y delicados, no como una paja, mas bien unas caricias. Carmen y Mario llegaron junto a nosotros.

- Marta, tienes un pecho precioso.

- Tu también Carmen, a mi me gustaría que fuesen mas pequeños pero Juan Carlos dice que le gusta tal y como es.

- Y es verdad, me encanta, ya lo sabes cariño.

- ¿Que está pasando ahí abajo Juan Carlos? Tienes una cara de gusto que no puedes con ella.

- Mario, mi mujer me está dando un masajito para mantenerme a tono, no se lo que pretende hoy, estoy alucinado.

- Pues Carmen tampoco se queda atrás, cuando hemos ido a por nuestras cosas me ha dicho que hoy quería echar un polvo en la playa.

   Las mujeres se miraron. Carmen se imaginaba como Marta me masajeaba la polla debajo del agua. Ví como se relamía, se pegó a Mario de espaldas a él, buscando la polla de su marido, que no la defraudó porque la tenía dura. Quedamos las dos parejas una en frente de la otra. Mario detrás de Carmen y en frente yo, y detrás de mí mi mujer.

   Mi mujer continuaba masajeándome la polla debajo del agua, pero ya a un ritmo más rápido, el masaje había pasado a ser paja. Meneaba mi falo agarrándolo fuerte, no quería que se le escapase con el oleaje. A pesar del frescor del agua el calor invadía mi cuerpo. Marta pegaba su cuerpo al mío, aplastando sus tetas en mi espalda de vez en cuando debido al bamboleo de las olas. Pude notar sus pezones duros. En frente observé como Carmen cambió su cara, un gesto de placer me hizo pensar que Mario estaba haciendo también alguna travesura bajo el agua.

- ¿que estás haciendo ahí abajo Mario? Tu mujer tiene una cara de gusto que no veas.

- Tengo un dedo entrando y saliendo del coño de mi mujer, Juan Carlos. Imaginándose lo que te está haciendo a tí la tuya debajo del agua se ha puesto cachonda.

- Ohh sí,sí Mario, no pares cariño.

   Desde mi posición podía ver perfectamente a Carmen retorciéndose de placer en el agua. Con el movimiento de las olas a ratos salían a relucir a la luz del sol sus bonitas tetas. Sus pezones también estaban tiesos. Verla gozar me puso aun más cachondo, me giré para ponerme cara a cara a mi mujer, la cogí a horcajadas y apunté con mi polla a su coño. A pesar de estar dentro del agua pude notar como su coño estaba lubricado, así que no me lo pensé y se la metí poco a poco de una vez hasta el fondo. Quedé de espaldas a nuestros amigos, ahora era mi mujer la que podía ver las caras de Mario y Carmen. Yo comencé a meter y sacar lentamente mi polla, luchando para que las olas no nos separasen. Mientras, Mario y Carmen, llevados por la marea, se habían aproximado a nosotros, tanto que podía oír la respiración entrecortada de Mario, que metía y sacaba un par de dedos del coño de su mujer.

   La marea estaba baja, así que estábamos a mas de cincuenta metros de la orilla, el agua nos llegaba al pecho y no había nadie bañándose alrededor. Esta tranquilidad hizo que estuviésemos seguros de que nadie iba a escucharnos. Mario continuaba pajeando a Carmen, cada vez con más frenesí, alternando el mete y saca de sus dedos con el frotamiento de la pipa del coño, haciendo que Carmen explotase de gusto.

- Ohh, cariño, que orgasmo más bueno. Tus dedos me han vuelto loca.

- Que bien mi vida, me encanta verte gozar. Por cierto ¿has visto a estos dos? No se cortan un pelo.

- Ya los veo, vaya cara de gusto tiene Marta, Juan Carlos debe estar metiéndosela hasta el corvejón, y a mi me están dando ganas de follar.

- Abre un poco las piernas.

   Mario, detrás de su mujer, la cogió por la cintura y apuntó con su rabo a la hendidura de su coño. Carmen resopló, y ronroneando movió su culito hasta que encajó la polla de su esposo en su agujero. Presionando su culo hacia atrás consiguió meterse la verga de su marido hasta la mitad, y una ola provocó un movimiento de sus cuerpos que terminó por encajársela hasta el fondo.

- Joder Mario como me tienes por dios, sisisisisis, clávamela hasta el fondo, ahahahah.

   Los gritos de placer de Carmen y los de mi mujer mientras follábamos formaban una dulce sinfonía para mis oídos, aceleré el ritmo de las embestidas y no tardé mucho en correrme. Mi mujer y yo llegamos al éxtasis juntos. Marta contraía su vagina al llegar al clímax, mientras yo apretaba mi polla todo lo que podía contra la pelvis de mi esposa para que no se escapara la leche caliente que acababa de derramar dentro de ella.

   Ahora eran los gritos de placer de Carmen y Mario los que nos pusieron en alerta de lo que estaba sucediendo justo a mi espalda. Mientras Marta y yo nos besábamos después de nuestros orgasmos, Mario continuaba follando a Carmen desde atrás, la agarraba por los pechos, pellizcando sus pezones, que con el movimiento de las olas se estiraban aun más y la hacía gritar de gozo. Sus movimientos se estaban acelerando, presagio de que el orgasmo de Mario no tardaría en llegar. Carmen se estaba corriendo de gusto. No tardó Mario en descargar su leche caliente dentro del coño de su mujer.

   Ya mas tranquilos, nos quedamos refrescándonos los cuatro en el agua, jugando con las olas y charlando de todo un poco, como si nos conociésemos desde hace años.

   Pues yo tengo ganas de que me coma una mujer el coño, quiero saber si lo hace como un hombre, dijo Carmen, en un arrebato de sinceridad (Fantasía nº1). Todos nos miramos a la cara, y de repente los cuatro soltamos unas carcajadas por el comentario. Después de las risas fue mi esposa la primera en hablar.

- Ja,ja,ja, pues no voy a ser yo quien haga los honores chica, a mi no me va eso, aunque quizás pueda ayudarte a buscar una candidata.

   Los tres dirijimos nuestras miradas a mi mujer con cara de expectación por lo que acababa de decir. No tenía ni la mas remota idea de en quien estaba pensando.

   ¿Quien tienes en mente para semejante tarea cariño?, dije yo para intentar aclarar el enigma.

- ¿Te acuerdas de la chica a la que saludé antes mientras te bañabas?

   Marta dirigió su mirada hacia la sombrilla que había junto a la nuestra.

- Resulta que es una antigua compañera de trabajo. Nos hicimos muy intimas cuando trabajábamos juntas. Un día me confesó que era bisexual, le gustan las mujeres y los hombres y por lo que he estado hablando con ella hace un rato en estos momentos no tiene pareja, así que está abierta a cualquier propuesta. Si queréis ahora os la presento, se llama Eva.

- Por mí encantada, seguro que a mi marido no le importa, ¿verdad mi vida?

- Claro que no cariño, pero si te voy a pedir algo, no me gustaría perderme semejante espectáculo, así que si fuese posible querría estar presente, aunque solo sea de espectador.

- Bueno, por mí no hay inconveniente, pero también hay que contar con la opinión de Eva, ¿no crees?

- Por supuesto, tu intenta seducirla para que no pueda negarse.

   Salimos los cuatro del agua en dirección a nuestras sombrillas. A pesar de la relajación tras haber follado, un hormigueo recorría mi cuerpo en parte por el frescor de la brisa, en parte por la excitación de saber que Carmen le iba a tirar los tejos a Eva, nuestra vecina de al lado. Mi verga aún mantenía cierto tamaño y dureza, no había encogido del todo y estaba semi erecta. Me fijé en las mujeres y observé como los pezones de ambas estaban tiesos, y la polla de Mario tampoco había menguado demasiado. Mi mujer, que nos adelantaba unos pasos en dirección a las sombrillas se dirigió a la de su amiga Eva, e hizo un gesto para que la siguiésemos.

- Eva, quiero presentarte a mi marido y a unos amigos.

   La chica, que estaba tumbada a la sombra, se levantó de inmediato. Nos saludó efusivamente con dos besos en las mejillas mientras Marta nos presentaba, incluso sus pequeños pechos se rozaron con los de Carmen cuando se saludaron entre ellas, algo que a Carmen le hizo subir los colores. Su sombrilla y las nuestras estaban cerca, así que saqué unas cervezas y nos pusimos a charlar todos juntos. Como era de esperar la conversación fue distendida y sobre asuntos banales.

   Aunque Eva no lo había comentado debía tener unos treinta y pocos años. Ya de pie pude dar cuenta de su precioso culo. A pesar de que era una chica delgada tenía un culo respingón. Su bikini tanga brasileño dejaba a la vista dos cachetes redondos muy apetecibles. Sus tetas eran pequeñas y firmes, desafiantes de la ley de la gravedad. 

   Fue Marta la que nos mandó a Mario y a mí a por otra ronda de cervezas, y me comentó en voz baja al oído que nos fuésemos a dar una vuelta. La intención era que se quedasen las chicas solas para poder charlar tranquilamente de “sus cosas”, así que nos fuimos nosotros dos a dar un paseo por la orilla. Después de lo sucedido hacía escasos minutos en el agua mi vergüenza por la desnudez había desaparecido, nos alejamos charlando hacia la parte donde abundaban los nudistas integrales, en sentido contrario al del chiringuito. Fue un paseo interesante, donde Mario y yo pudimos conocernos mejor y hablar sin tapujos de las inquietudes de cada uno a nivel sexual y de nuestras fantasías. A la vuelta pudimos ver como la sombrilla de Eva estaba junto a las nuestras, formando un triangulo que daba una gran sombra. Estaban tumbadas boca abajo, seguían charlando y tomaban algo de beber.

- Juan Carlos, Eva se a unido a nosotros, espero que no te importe.

- Para nada cariño. Aunque a decir verdad sabiendo que sois tan amigas me da un poco de vergüenza estar desnudo delante de ella. No es lo mismo que me vean desconocidos a que lo haga ella que si nos conoce.

- Juan Carlos, no seas tímido. Si quieres, para que estemos todos en las mismas condiciones me quito la parte de abajo. 

   Antes de que alguno de nosotros pudiese decir algo Eva ya se había puesto de pie. A sabiendas de que su culo era centro de atención de nuestras miradas se giró de espaldas a nosotros y se fue bajando el bikini, dejándolo a la altura de los muslos, para con un movimiento de caderas terminar de dejarlo caer hasta sus tobillos. Su redondo culo de prominentes nalgas en primer plano había provocado en Mario y en mí un aumento considerable del riego sanguíneo hacia nuestros miembros viriles, algo que no pasó inadvertido para las chicas.

- Pero bueno chicos, parece que Eva os está alegrando la vista y algo más ¿no?.

   Comenzamos todos a reír a carcajadas por la situación tan embarazosa. Nuestras pollas habían crecido quedando más que morcillonas. El remate final para terminar de poner nuestras vergas a tope fue cuando Eva se giró y se mostró de frente. Su coño estaba depilado, dejando solo una hilera de vello por encima de la raja, muy sexy. Solo lo miré fugazmente, no quise que Eva se sintiera molesta por mis miradas, pero ví a los demás y me parece que no era el único que se había percatado de su precioso chocho. Como la cabra tira al monte volví a fijarme, dándome cuenta en esta ocasión de que algo brillaba ahí abajo. Era un piercing!. Escondido entre los pliegues de sus labios vaginales asomaba una brillante bolita plateada. No quise mencionarlo, pero estoy seguro no había sido yo solo el que se había dado cuenta de la joya de Eva. 

   Propuse darnos un baño, el calor de nuestros cuerpos era notable. Mario y yo estábamos empalmados y no nos vendría mal un poco de agua fresca. Ya estábamos los dos con el agua por la cintura cuando Carmen comentó que ellas iban a dar un paseo por la orilla. Un guiño de mi mujer y la sonrisa de Carmen nos hicieron pensar a Mario y a mí lo mismo, el plan de Carmen para que le comiese el coño Eva estaba en marcha. Quedamos los hombres refrescándonos en el agua para que se nos bajase el calentón mientras veíamos a las chicas alejarse por la orilla. Como ninguno de los dos estaba tranquilo, y a pesar de que nos podíamos ganar una bronca por pesados a los pocos minutos decidimos seguirlas. Al salir del agua nuestras vergas ya habían mermado, aunque no del todo, porque la situación creaba cierta expectación que nos tenía algo excitados. Cuando empezamos a caminar ya habíamos perdido de vista a nuestras mujeres y a Eva, así que mas que una persecución se convirtió en un paseo. Andamos como diez minutos. Ya no había casi nudistas, ni pescadores, ni bañistas, nadie, así que nos empezamos a preocupar un poco.

- ¿Donde se habrán metido estas?.

- Pues no tengo ni idea. Me extraña mucho de Marta, mi mujer nunca suele alejarse tanto.

- Mira!, ¿Quizás sean esas de allí?

   Mario señaló a tres cabezas que se veían como a medio kilómetro dentro del agua.

- Desde aquí no las reconozco, pero tienen que ser. !Pues sí que se han ido lejos!.

   Caminamos unos minutos hasta que pudimos asegurar que eran ellas. Cuando se dieron cuenta de que nos aproximábamos nos saludaron e hicieron gestos indicando que entrásemos al agua con ellas. Parece que no les habían sentado mal eso de que fuésemos detrás de sus pasos. A medida que entrábamos en el agua nuestras vergas en vez de menguar iban creciendo, mi cabeza daba vueltas, dos hombres, tres mujeres,...!cuantas posibilidades!. La excitación de Mario y la mía estaba por las nubes, lo podía ver en su cara. Al llegar donde estaban las mujeres la primera en hablar fue Carmen.

- Hola mi vida.

- Hola, ¿que lejos os habéis venido?¿no?.

- Pues sí, pero aquí no hay nadie.

- ¿Y para qué quieres que no haya nadie?¿Es que vas a hacer algo malo?.

- Mario, mi vida, con el polvo que hemos echado hace un rato dentro del agua he estado durante un buen rato satisfecha, pero necesito más, estoy muy cachonda. 

   Estábamos los cinco desnudos y con el agua a la altura del pecho, a merced de las olas del Mar Mediterráneo. Después de lo que acababa de decir Carmen un silencio se hizo entre nosotros. Fue Eva la que tomó la iniciativa y se acercó a Carmen. Marta, Mario y yo formábamos un coro alrededor de ellas, dejándolas en el centro para acentuar la atención en ellas dos.

   Eva le dio un fugaz beso en los labios a Carmen, a la que cogió desprevenida. Carmen sonrió, dando señas de que lo que acababa de pasar no le había disgustado. Eva pasó entonces a un beso mas prolongado, besando a Carmen en los labios y sacando de vez en cuando la lengua buscando la de su compañera, que poco a poco iba cediendo y abría la boca para corresponderla. En pocos segundos sus lenguas se entrelazaban y rozaban buscándose la una a la otra, con ansias, con ganas. Por lo que pude deducir Mario se estaba tocando viendo a su esposa como se comía la boca con otra mujer. Marta estaba a mi izquierda, mirando como se besaban las chicas, con una cara mas de curiosidad que de otra cosa y yo miraba la escena totalmente excitado. Mi polla estaba dura como una estaca, y el frescor del agua no bajaba mi calentura. Carmen y Eva estuvieron un buen rato besándose mientras los demás mirábamos la escena.

   Marta, ven aquí, siempre me has gustado, desde el primer día que te vi deseaba que algún día estuviésemos juntas, dijo Eva.

   Mi mujer me miró, y no sé si fue mi cara de excitación, su curiosidad o las palabras morbosas de Eva, lo que provocó que se acercara a ella. Eva, que ya estaba caliente por el beso que se había dado con Carmen buscó la boca de Marta con pasión, con deseo. Comenzaron un morreo entre ellas dos, la respiración entrecortada de ambas daba cuenta de la profundidad de los besos. Eva cogía a Marta por la nuca y la acercaba a su boca, le mordía los labios, sus lenguas se rozaban, se entrelazaban. Los ojos de deseo de Eva hacia mi esposa prestaban ahora mi atención. Mi mujer quedó muy acalorada por el beso que se acabada de dar con su antigua compañera de trabajo, fue Marta la que viendo en la cara de Eva el deseo personificado propuso dar un paso mas.

- Eva, si siempre te he gustado supongo que te gustaría comerme el coño ¿no?.

- Ohhhh, no sabes cuantas noches he fantaseado con ello (Fantasía nº2).

- Pues si quieres mi coño primero vas a tener que comérselo a Carmen, antes nos comentó que es una de sus fantasías y me gustaría que hoy se cumpliera, como ya sabes nos hemos conocido hoy y quiero que se acuerden de este día de una forma especial, ya sabes.

- Uff, por mí de acuerdo, ración doble, estoy caliente para eso y para más.

   Nos fuimos los cinco a la orilla, no había nadie a nuestro alrededor. Marta se sentó en la arena húmeda y abrió las piernas, con su mano derecha se abrió bien el coño quedando su clítoris hinchado a la vista de todos los demás. Jamás pensé que mi mujer pudiese tomar la iniciativa en este tipo de juegos sexuales, desde luego que me estaba sorprendiendo.

- Eva, mira mi chochito, ese que tanto deseas. Será tuyo en cuanto te comas el de Carmen.

   Carmen se sentó junto a Marta. En la misma posición que mi mujer se abrió los labios de su vulva con una mano y con la otra se pasó un dedo por la raja, lubricándola con sus propios jugos. Quedaron Carmen y mi esposa bien abiertas de piernas sentadas en la orilla del mar, y de pie frente a ellas Eva, la escena era todo un espectáculo de morbo y exhibición. Eva se arrodilló delante de Carmen, se inclinó y le dio un lengüetazo de abajo a arriba por toda la raja. Comenzó entonces a pasar su lengua por el coño de Carmen moviéndola en todas direcciones, lo que provocaba gemidos de placer en la esposa de Mario.

   La postura de Eva había permitido que su piercing quedara mas expuesto, le comía el coño ferozmente a Carmen inclinada de manera que su culo y su coño quedasen en primer plano a la vista de Mario y mía. Ante semejante espectáculo comencé a tocarme la punta del capullo, dando suaves caricias a mi polla esparciendo el líquido preseminal que ya afloraba dando cuentas de mi excitación. Mario hizo lo propio con su verga, también empalmada. Marta observaba como Eva se comía el coño de Carmen. Eva alternaba entre lametones y algún que otro chupetón, que hacían que Carmen se estremeciese y gimotease del gusto.

- Mi vida, jamás pensé que una mujer me pudiese dar tanto gusto.

- Que bien amor mío, me alegro de que estés haciendo realidad una de tus fantasías, tu disfruta. Y gracias por hacerlo junto a mí, estoy encantado de estar viviendo esta experiencia tan morbosa.

- Ohhh dios, me voy a correr, sisisisisi, no pares Eva, no paresssssss, sisisisiiiiiiiii.

   Tras el orgasmo de Carmen Eva se incorporó. Alrededor de la boca se le había quedado un cerco de humedad, mezcla de flujo del coño de Carmen y de su propia saliva, se relamió y le dio un beso en la boca a Carmen, que la correspondió con un buen morreo en agradecimiento al buen rato de placer que le acababa de proporcionar.

- Bueno Marta, es tu turno.

- Eva, viéndote como le comes el coño a Carmen me he puesto muy cachonda, ten cuidado, tengo el clítoris muy sensible.

- No te preocupes, tendré cuidado, no debo hacerlo mal, mira la cara de gusto que tiene Carmen. 

   Eva se aproximó entonces a Marta, y en la misma posición que mantuvo antes con Carmen ahora se disponía a merendarse el coño de mi mujer. Le pasó la lengua por la raja, lamiendo suavemente de abajo a arriba, con delicadeza, con dulzura, bordeando la pipa del coño con la punta de la lengua. Mi mujer resopló, y se agarró los pechos, pellizcando sus pezones. Carmen, aun extasiada por su reciente orgasmo, le pidió a su marido que se acercase. Mario, que mantenía un suave masaje a su empinada verga, se aproximó a su esposa, de manera que su polla quedó a la altura de la cara de su mujer, que seguía sentada en la arena junto a Marta. Carmen le cogió entonces la polla a Mario y se la llevó a la boca, tragándola todo lo que pudo. Se la lamía con ansia, la comida de coño que le había propinado Eva la había encendido, estaba muy caliente y se lo demostraba a su esposo devorando su polla, que mamaba con esmero, tragándola todo lo que podía y lamiendo de vez en cuando el glande de su marido. La mamada de Carmen a su marido hizo que a mi mujer le entrasen también ganas de polla. Solo tuve que mirarle la cara para saber lo que quería. Me aproximé entonces a su lado, y comenzó a hacerme una mamada. Los gemidos de Mario y míos por las mamadas de nuestras respectivas esposas se confundían con los de mi mujer, que continuaba recibiendo la comida de coño por parte de Eva. Marta estaba cada vez mas ardiente, tenía el coño encharcado. Movía sus caderas para aumentar el ritmo y la presión de la lengua de Eva en su coño. Estaba a punto de tener un orgasmo. Fue entonces cuando cogió a Eva por la nuca y la acercó aun más a su coño, presionando fuerte y hundiendo la cara de Eva en su entrepierna. No tardó mucho en soltar un grito ahogado de placer que denotaba que había alcanzado el clímax. Dejó de mamarme la polla y liberó a Eva de la presión que ejercía sobre su raja. Estaba extasiada y satisfecha.

- Eva, en agradecimiento por haber hecho posible cumplir una de mis fantasías quería ofrecerte algo, la polla de mi marido. Supongo que ahora que no estás saliendo con nadie y sabiendo que te gusta la carne y el pescao no tendrás inconveniente. Además una de las fantasías de Mario es que dos mujeres le coman el nabo a la vez (Fantasía nº3).

- Por mí encantada, ya he comido bastante coño por hoy, jajajaja.

- Eh, eh, eh, un momento Carmen. Que si tienes que agradecerle a alguien que hayas cumplido tu fantasía es a mí. Si no fuera por mí no hubieses conocido a Eva. Ella ha realizado el trabajo, pero yo soy la autora intelectual de la operación, ja,ja,ja. 

   Todos nos echamos a reír, que ocurrencia la de mi mujer, la autora intelectual, ni que hubiese planificado una operación anti terrorista. En el ambiente se respiraba excitación y lujuria. El entorno era perfecto, nuestros cuerpos desnudos, la playa desierta y las ganas de diversión y pasarlo bien sin complejos daba rienda suelta a los mas morbosos deseos.

- Bueno, autora intelectual, ¿que pretendes entonces?.

- Pues que voy a ser yo quien se la chupe a tu marido junto a tí, además, Juan Carlos siempre ha tenido la fantasía de verme con otro hombre (Fantasía nº4). 

   La cara de Mario era un poema. Tenía a tres mujeres dispuestas a comerle la polla, y yo alucinaba aún mas con la actitud de mi mujer, totalmente desinhibida y abierta al placer por el placer, no lo habría imaginado así ni en mis mejores sueños. 

   Fue Carmen la que se arrodilló ante su esposo para comenzar a mamarle la verga. Mario tenía una erección importante pero aún no estaba dura del todo. Carmen alternaba la mamada con lametones por todo el tronco, alzando la vista para que la mirada se cruzase con la de su esposo. La lamía con delicadeza, la chupaba y la volvía a lamer. Carmen le hizo un gesto a Marta para que se acercase. Mi esposa se arrodilló junto a Carmen, que se la sacó de la boca para ofrecérsela a su compañera de juegos. Marta lamió con delicadeza el capullo de Mario, que se estremeció con la sensación de sentir otra lengua distinta a la de su esposa. Carmen agarraba la polla de su esposo por el tronco, mientras alternaba una chupada ella y otra Marta. Mario estaba en la gloria, estaba cumpliendo una de sus fantasías y lo estaba disfrutando. Las mujeres pasaron ahora a lamer el tronco del falo de Mario las dos a la vez, una a cada lado, desde la base hasta el glande, donde se juntaban sus labios y se peleaban por llevarse el capullo a la boca. De vez en cuando sus bocas se encontraban y sus lenguas se rozaban. Habían cogido un ritmo que Mario no iba a poder aguantar mucho más tiempo. Mi mujer acariciaba los huevos de Mario, a la vez que seguía chupando y lamiendo. La verga de Mario estaba a punto de estallar, así que las mujeres dejaron de chupar y fue él el que comenzó a pajearse delante de ellas, arrodilladas a sus pies.

- Mi vida, dame tu leche, dámela toda, quiero que te vacíes en mi boca.

- Ohhhh, siiii, estoy a punto. 

   Mario soltó dos chorros de leche dentro de la boca de su esposa, que la mantuvo ahí y nos sorprendió a todos cuando le dio un beso a Marta y le pasó parte de los fluidos retenidos en su boca. Carmen tragó, y mi mujer hizo lo mismo, para posteriormente darse un beso y terminar de relamer juntas la polla de Mario. Mario se había quedado relajado, se dejó caer junto a ellas, y le dio un beso a su mujer primero y después a la mía, en agradecimiento a haber hecho posible uno de los mejores momentos de su vida según él.

- Bueno, bueno, parece que hoy se están cumpliendo muchas de nuestras fantasías, el día está siendo bastante intenso.

- Pues sí Juan Carlos, pero aun falta tu mujer.

- Realmente yo no tengo ninguna fantasía.

- Venga mujer, algo habrá que quieras hacer.

- Escuchadme. Cuando he comentado la fantasía de mi marido y le he comido la polla a Mario junto a su mujer Carmen se que él ha disfrutado, estaba deseando verme con otro hombre, pero como sé que tiene muchas mas fantasías y hay una que no va a poder cumplir conmigo pues voy a aprovechar la ocasión para darle el gusto.

- ¿De qué se trata Marta? Nos tienes en ascuas.

- Pues mira, me gustaría que Juan Carlos hiciese hoy una penetración anal (Fantasía nº5).

   Me quedé de piedra. Mi polla pegó un respingo y se puso tiesa en un santiamén. Jamás me imaginé que mi mujer me pudiese hacer ese regalo. Carmen y Eva se miraron, ¿quien sería la voluntaria?.

- Escucha Marta, yo no estoy preparada para eso, con Mario me cuesta mucho trabajo, no estoy segura de que sea una buena idea.

- ¿Y tu Eva?

- Pues yo no tengo inconveniente, he probado con juguetes, aunque no tan grandes como la polla de tu marido. Habrá que tener cuidado, aunque estoy caliente como una perra.

- ¿Ah si?, ¿Caliente como una perra?, demuéstralo zorra, ponte a cuatro patas que mi marido te va a petar el culo.

   A Marta le sobrevino una vena de dominación que nos dejó a todos con la boca abierta. Eva obedeció sin miramientos, no se porqué tengo la impresión de que esa chica había vivido situaciones similares a la que acontecían o incluso más duras. Mario y yo estábamos con la boca abierta, y yo con la polla dura expectante. Eva, se pellizcaba uno de sus tiesos pezones con una mano, demostrando que estaba caliente y preparada. A cuatro patas mostraba su culo en todo su esplendor, invitándome a entrar, pensé yo.

- Te vamos a lubricar el culo. Carmen, Mario, ¿podéis echar saliva en el culo de Eva? 

   Carmen y Mario se acercaron y dejaron caer su saliva sobre la entrada de la cueva de Eva, que dejó de pellizcarse los pezones para dirigir su mano al agujero del culo y esparcir la saliva por el orificio. Introdujo su dedo anular sin problemas, lo dejó ahí un rato para posteriormente sacarlo y meterlo, introduciendo la saliva que le habían lanzado en el culo Carmen y Mario. Como estaba tan caliente, mientras que con una mano pajeaba su culo, con la otra comenzó a pajearse el coño. 

   ¿Quien te ha dicho que te incorpores?, dijo Marta en un tono de voz severo. 

   Eva, muy a su pesar, y en su rol de sumisa, dejó de tocarse, para postrarse nuevamente a cuatro patas delante de todos.

   ¿Carmen, crees que mi marido la tiene bastante dura para un anal?, preguntó mi mujer. 

   Me imaginé de inmediato lo que mi esposa quería provocar. A la vista de todos estaba que mi polla estaba dura como una estaca, lubricaba líquido preseminal que yo mismo esparcía por el glande, pero ella quería jugar a dominar la situación, se sentía cómoda en su papel y sabía que después de lo sucedido su amiga Carmen estaría encantada de ser jueza y testigo de lo dura que la tenía. Se acercó a mi, me cogió la polla por el tronco e hizo un par de movimientos lentos de mi capullo hacia adelante y hacia atrás. Apretó mi polla entre sus manos, mi verga palpitaba y le transmitía a Carmen mis ganas de probar el culo de Eva.

- Está listo Marta.

- Gracias Carmen.

- Cariño, ahí lo tienes. Ya has escuchado a esta puta diciendo que no se ha metido nada por el culo tan grande como tu rabo. Hazla gozar.

En ese momento se paró el tiempo.

 

FIN