miprimita.com

Mi vecina china Yolanda y su boquita del pecado

en Hetero: Infidelidad

-          Chico! Perdón!

Unos golpes en la puerta de mi habitación me despertaron, me di la vuelta renegando aún borracho de la noche de fiesta que me acababa de pegar. Tardé unos segundos en darme cuenta de que había algo que iba mal, alguien me había despertado dando golpes en la puerta de mi habitación y hace tres meses que vivo solo. Sobresaltado me incorporé totalmente mareado por la resaca y tras unos instantes de adaptación al mundo de los vivos conseguí identificar a mi vecina en la puerta de mi cuarto con un teléfono en su mano y con una risa en la boca.

-          Hola- conseguí decir mirándola totalmente alucinado

-          Soy tu vecina, tu abuela me dio llave, quiere hablar contigo- dijo pasándome su móvil.

Hablé con mi abuela y la tranquilicé, se ve que con la borrachera le llamé a las tantas de la noche y no había dejado de llamarme preocupada. Instintivamente miré mi teléfono, 14 llamadas perdidas suyas y otras tantas de mis padres.

“El próximo sábado no salgo” me repetí una semana más fijándome en que mi vecina aún seguía allí, y no me miraba a los ojos precisamente. Era verano y yo dormía con unos simples pantalones cortos de deporte (cuando los llevaba) y mi polla, que parecía ajena a mi resaca, había despertado con fuerza esa mañana creando una tienda de campaña la mar de inoportuna.

Se dio cuenta que la estaba mirando y apartó la mirada a la vez que se ponía totalmente colorada.

-          Muchas gracias por las molestias- le dije yo para rebajar la tensión

-          De nada, disculpa el susto- me contestó aparentemente nerviosa saliendo hacia el pasillo que lleva al recibidor.

-          Espera que te acompaño a la puerta- dije yo en un ataque de buenos modales

Le abrí y le dije adiós cuando salió cerrando la puerta. “Pues yo le daba” pensé yo mirando por la mirilla con la intención de mirarle el culo. Ella avanzó unos pasos, se detuvo, hizo un indeciso intento de darse la vuelta para al final seguir su camino y entrar en su casa.

Yolanda es mi vecina de enfrente de puerta y nuestros balcones están uno al lado del otro.Es de China y vive con su marido y sus dos hijos pequeños chinos todos ellos. Tenemos buena relación puesto que se llevaban muy bien con mi abuela (la antigua residente de mi piso).

Tendrá unos treinta y pocos, morena con el pelo liso y largo. No muy alta y bastante delgada llama la atención por la alegría de su cara, con una boca grande de labios finos pero carnosos y unos ojazos grandes pero rasgados a la vez. Normalmente me fijo en las tetas de las mujeres que me atraen, pero en su caso no me hizo falta.

Tras aquel día empecé a fijarme más en mi vecina cuando me cruzaba con ella, y no puedo evitar que se me note. Ella parecía vergonzosa cada vez que la saludaba, imagino que recordando el incidente de sus miradas a mi paquete.

Un día llegué a casa de trabajar y vi un papel en el suelo. Al principio creí que era publicidad par al examinarlo más de cerca vi que era una hoja de libreta escrita a mano.

“Hola chico soy tu vecina Yolanda. Quiero hablar con usted en privado. Cuando el cubo rojo esté en mi balcón ven a mi casa.”

¿Qué? Estaba muy confuso, ¿qué problema podía tener conmigo? Había sido muy discreto y en definitiva es lógico que en mi casa vaya vestido como me dé la gana, más si no espero visitas. Corrí hacia el balcón pero nada, ni rastro del cubo rojo.

Esa noche me costó dormirme dándole vueltas al tema, pero al final lo conseguí. Me desperté como si nada y me preparé el desayuno. Ese día trabajaba por la tarde por lo que no tenía ninguna prisa. Encendí mi móvil y contesté mensajes mientras desayunaba tranquilamente hasta que el ruido de una puerta cerrándose me hizo recordar el asunto. Me abalancé sobre la mirilla y vi al marido de Yolanda con los dos niños entrando en el ascensor, se había quedado sola.

Recogí el desayuno a medias y salí al balcón, un cubo de plástico rojo coronaba la pila de bicicletas que mis vecinos chinos tenían en su balcón. Era la señal. Me arreglé un poco y crucé el descansillo hasta su puerta, la cual estaba abierta. Piqué con los nudillos y entré.

-          Hola Yolanda soy tu vecino- dije yo sin poder dejar de pensar en que ahora era yo el que entraba en su piso a medio escondidas.

-          Estoy aquí- su voz salía de una habitación al final de un pasillo sin ningún tipo de adorno ni decoración

Al llegar la vi sentada en el borde del sofá aparentemente muy nerviosa. Vestía unos shorts marrones y una camiseta de tirantes blanca.

-          ¿Y bien? Tú dirás.- dije yo con una sonrisa

-          Si… eehm es difícil, estoy nerviosa- dijo ella entrecortada.

-          Mira Yolanda si es por lo del otro día no te preocupes que no me importó, a todo el mundo le puede suceder. No le diré nada a tu marido si es lo que te preocupa.

-          No es eso, bueno en parte sí. Tengo problemas con mi esposo. Se pasa el día en la tienda y cuando viene a casa me ignora y ni me toca.- dijo ella repentinamente habladora

-          Eehm, no entiendo bien como encajo yo en esto Yolanda- dije yo alucinando por lo surrealista del asunto.

-          El otro día cuando yo fui a tu casa y miré tu…

-          Ahá- dije yo presintiendo por donde iban los tiros

-          Yo necesito que me ayudes a orgasmo- dijo ella sin mirarme a los ojos

-          ¿Orgasmo? ¿Quieres tener sexo conmigo? ¿Ahora?- dije yo animándome por momentos

-          Me gusta mucho chupar, yo me toco mientras chupo y... uuuuuy- dijo ella enfatizando sus palabras con unos aplausos muy tiernos.

-          Y orgasmo- dije yo acercándome a ella hasta quedarme justo delante de donde ella estaba sentada.

Empezó a desabrocharme el pantalón con sus manos temblorosas y absolutamente roja como un tomate. Le ayudé a que fuera más rápido puesto que mi polla estaba impaciente por ser libre. Me bajé los pantalones hasta los tobillos y con mi mano le ofrecí mi pene.

-          Pues a chupar- dije yo tontamente

Ella sin apartar un segundo los ojos de mi glande se acercó tímidamente con la boca entreabierta rozándome con sus lindos labios y con su lengua jugueteó ligeramente con mi frenillo. Poco a poco fue abriendo la boca hasta acabar metiéndose mi glande entero, para volver a sacárselo lentamente saboreándolo con su diabólica lengua. No decía nada, de vez en cuando dejaba ir un gemido inocente que me ponía muy cachondo. Lo malo es que se lo tomaba con demasiada calma.

-          Chupa más rápido Yolanda- dije yo empezando a acompañar su movimiento con mis caderas.

Ella obedeció al momento y aceleró el ritmo sorbiendo y escupiendo mi capullo cada vez más rápido al ritmo de sus gemidos. Yo, totalmente excitado, me puse las manos en mis caderas y empecé a bombear contra su boca, ya no solo entraba mi glande si no que cada acometida ganaba unos milímetros a la anterior. Su boca, aunque de apertura grande, no era muy profunda y en seguida empecé a notar su garganta en mi punta. Ella gemía cada más, cerraba sus ojos con fuerza y con una ligera expresión de miedo, que contrarrestaba con un pasional masaje por debajo de sus shorts.

Era increíble, totalmente sumisa me daba cada vez más cuenta de que iba a dejar hacerle lo que quisiera porque aquello le ponía muy cachonda a ella. Sus dedos ya habían encontrado el interior de su vagina y sus gemidos de miedo placentero eran cada vez más altos. Aproveché el momento y alargando el brazo le recogí el pelo en una coleta colocando su cabecita en un mejor ángulo para que mi polla entrara más profunda en su garganta. Notaba como aprisionaba deliciosamente mi glande atragantando ligeramente a Yolanda.

-          ¿Te gusta así?- dije yo sabiendo que no me podía contestar

Ella lo hizo cogiéndome el culo con una mano (la otra seguía en su coñito) e incrustándose aún más mi verga bien adentro de su boca. Ahora ya me miraba fijamente totalmente fuera de sí con los ojos llorosos y sin dejar de gemir extasiada. Casi había conseguido comérsela entera pero noté que se iba a volver a atragantar así que la saqué lentamente embadurnada en su saliva. Al llegar a sus labios le esparcí todas sus babas por ellos y por su nariz y mejillas. Tenía una cara muy suave y me volvía loco como se movían su nariz y mejillas con el paso de mi glande. Le puse la cabeza en mis huevos mientras restregaba mi polla por toda su cara. Ella obedeció y empezó a lamer y chupar mis testículos mientras yo aprisionaba mi polla entre mi mano y su cara bombeando lentamente.

Yolanda no había dejado de gemir ni un segundo, y de masturbarse menos. Yo creo que había tenido algún orgasmo ya pero eso no le hacía parar.

-          Como me está gustando ayudarte Yolanda- dije yo mientras jugaba a cerrar sus párpados con mi pene.

Ella no contestó, se limitó a gemir y comerse mis huevos sin dejar de masturbarse como una loca. Me separé ligeramente y balanceándome de lado a lado empecé a golpear suavemente su cara con mi pene, Yolanda gemía con cada golpe intentando metérsela en la boca de una forma muy inocente. Le cogí la cabeza con mis manos y aplastando mi polla contra sus labios y nariz empecé a bombear lenta pero intensamente, mi glande pasaba por sus labios llenos de sus babas que no paraba de escupir para acabar deformando su nariz que se frotaba con mi frenillo. Era realmente placentero y a juzgar por sus chillidos a ella también le estaba encantando.

En uno de los refrotes ella abrió ligeramente la boca y mi polla se coló dentro bien profundo, la cogí con las dos manos por la cabeza y bombeé lenta y profundamente notando cada centímetro de su garganta en mi glande, sus ojos entrecerrados y llorosos me miraban extasiados pidiéndome más y no le iba a defraudar. Aceleré el ritmo follándome su garganta como si fuera un coño, cuando notaba que se atragantaba demasiado la sacaba para que respirara mientras le restregaba sus propias babas por toda su cara, ella no me había soltado el culo y empujaba con fuerza para que se la metiera más y más dentro. Tenía que intentar metérsela entera, sabía que era difícil pero necesitaba intentarlo. Le hice una coleta con mi mano izquierda tirando ligeramente hacia abajo para que abriera bien la boca mientras que con mi mano derecha cogía mi pene y se lo introducía bien adentro de su boca, al notar el final de su garganta seguí empujando suave pero sin pausa, solo se oían sus gemidos atragantados y un chasqueo húmedo provocado por su propia masturbación. Poco a poco mi polla ganaba terreno hasta conseguir que su boca la engullera completamente. Notaba sus labios en la base de mi pene y su nariz en mi abdomen, su garganta se movía cada vez más así que la saqué para que no se atragantara. Yo estaba totalmente excitado y sabía que me iba a correr en breves, evidentemente lo iba a hacer en su preciosa cara así que dejé mi capullo entre sus labios frotándolos mientras me pajeaba, ella empezó a gemir aún más fuerte haciéndome ver que había vuelto a tener un orgasmo, menuda máquina. Le cogí su brazo que antes había estado frotando su coño compulsivamente y le puse la mano en mi polla para que fuera ella la que me masturbaba, sus dedos estaban empapados de sus fluidos. Su pequeña mano recorría el tronco de mi pene completamente lubricado mientras mi glande seguía la fiesta con sus labios carnosos. Le cogí por la cabeza y bombeé más fuerte para correrme, mi polla de vez en cuando salía de su boca y acababa en sus mejillas o nariz de una forma salvaje.

Me corría, noté el primer chorro recorrer mi pene y salir por la punta enganchándose parcialmente en su nariz y cerrándole su ojo izquierdo, el segundo salió más fuerte y le manchó su ceja derecha y su frente. El tercero se quedó encima de su labio superior entrándole ligeramente en la nariz, el resto se lo esparcí por sus mejillas. Ella gemía más que yo que me estaba destrozando.

-          Oooooaaaaaah- dije yo limpiando los resto de mi glande en su boca- espero haberte ayudado Yolanda, espero volverte a ayudar cada día.

-          Gracias chico, yo he tenido orgasmo. Si quieres cuando yo sola aquí pondré el cubo rojo.

-          Será lo primero que mire cuando llegue a casa- dije yo vistiéndome

Me acompañó a la puerta sin quitarse mi semen de su cara que se resbalaba por todas partes. Me abrió la puerta y nos despedimos con un hasta la próxima.

Ese mismo día a las pocas horas oí como mis vecinos chinos tenían una sesión de sexo salvaje cosa que no había oído en todo ese tiempo. Cuando me iba a trabajar coincidí en el ascensor con el marido de Yolanda, el campeón llevaba una sonrisa de lado a lado. Me sentía bien por haber ayudado a crear pasión a la vez que me venía a la cabeza la idea de que seguramente habría estado besando apasionadamente la boca de su mujer la cual había sido mancillada por mi polla. La sensación de bienestar se transformó en algo asquerosamente raro.