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El maquillaje de la sumisión I Trabajando juntos

en Control Mental

Eran las cinco y media de la tarde, los trabajadores acudían al salón de bodas, entre ellos me encontraba yo. Este evento se celebraría un viernes. Trabajar en esa ocasión fue mi fatal perdición, pero aunque no hubiera trabajado en esa boda, tal vez me la hubieran jugado mas tarde, porque nunca imaginé que me condenarían de esa forma tan desagradable.

Llevaba años trabajando en esa empresa. Poco después de cambiarme e incorpararme me encuentré con Gema, una buena amiga mía.

- Hola Gema. ¿Cómo estás? - saludó diego dándole dos besos a su compañera.

- Muy bien, ¿y tu hermana?

- Bién, no le va mal.

- Me alegro.

- Yo también, gracias – añadí extrañado al ver que Gema preguntaba por Ana en lugar de por mí.

Gema respondió con una sonrisa, pero no llegó a preguntarle como me encontraba yo.

- Por cierto, vas muy guapa.

- Gracias Diego.

Iba bien maquillada, no demasiado, pero muy bien, para que me fijara en ello; llevaba brillo de labios, una raya de rimel en los ojos y polvos bronceadores en la cara, ademñas tenía la cara muy suave, y una mirada bonita. No sé por que pero en ese momento me fijé en ese detalle por primera vez.

Me dirigí a la barra para repasar los vasos de cubata entre otras cosas que se encontraban delante. Poco después de empezar a repasar llegaron dos compañeras nuevas, no las conocía de nada.

- Hola ¿Cómo os llamais? - - pregunté cirioso.

- Yo Alicia y ella es Judith – respondió una.

- ¿Eres Diego? - preguntó la otra.

- Em sí – respondí algo ruborizado.

- ¿Ana es tu hermana? cuanto tiempo.

- ¿Qué es de su vida?

Al parecer, mis nuevas compañeras conocían a mi hermana; posiblemente entraron en la empresa por Gema.

- Pues está muy bien; está haciendo educación infantil.

- Que bien – respondió Judith sonriéndo.

- ¿De qué la conoceis?

- Del colegio.

- ¿Conocisteis la empresa por Gema?

- Sí.

- ¿Vosotras que estudiais?

- Yo periodismo.

- Yo derecho – dijo Alicia.

- ¿Fue Gema la que os habló de esta empresa?

- Sí.

Nosotros seguimos hablando mientras repasábamos la barra, hasta que nos llamaron para cenar y explicarnos el menú del banquete.

Las hora iban pasando y a las doce de la noche el banquete ya estaba acabando, pero aún quedaban copas por rellenar.

- Diego, tienes que darte mas prisa, la gente aún quiere champagne.

- Sí pero Gema, no soy el único que...

- Deberías ocuparte de ellos, con el tiempo que llevas no tienes excusa – interrumpió mi compañera.

Yo no la entendía, era la primera vez que me hablaba así. Me estaba echando en cara que muchos invitados de la boda no tenían suficiente champagne; pero la mayoría no estaban en mi zona, sino de las amigas de Gema; Alicia y Judith.

- Gema los invitados de mis mesas tienen las copas...

- Pues muévete y rellena las de las otras mesas.

- Está bien – respondí molesto, acelerando el paso para ser mas eficiente – pero eso deberías decírselo a tus amigas.

- Cállate, no tienes porque decirme nada.

- Como tú digas.

La actitud de mi compañera me había disgrustado; no sólo me estaba reprochando que no me esforzaba lo suficiente, lo hacía en público, en presencia de los invitados.

Poco despues se fue la mayoría de los camareros. Solo se quedaron los de la barra y los encargados de servir las bebidas; en este caso Alicia, Judith y yo; a nosotros nos dijeron que empezáramos a recoger las copas de las mesas, pero Judith y Alicia no se movían mucho.

- A este paso saldremos cuando empiece a a amanecer – pensé molesto.

Las nuevas compañeras no tenían suficiente interés en trabajar, pero Gema no sólo las defendía, sino que me acusaba a mí. Llevaba cuatro años trabajando en esa empresa, pero no había conseguido ascender; en las bodas no había dejado de servir principalmente bebidas; Gema en cambio en cuatro semanas la ascendieron y ya llevaba un año sirviendo platos en los banquetes. Por alguna misteriosa razón, se repente se le habían subido los humos y ya se creía con derecho a reprocharme que no hacía además de mi trabajo el de sus amigas.

- Chicas, a este paso no saldremos de aquí ni pasado mañana.

- Bueno, pues espabila – contestó Alicia.

- Pero...

- Pero nada, Gema nos ha dicho que tienes problemas para ascender en la empresa, y no discutas con nosotras – añadió Judith.

Estaba indignado, no entendía a ninguna de las tres, pero Gema precisamente con lo bien que nos hemos llevado, no entendía como me trataba así tan de repente.

Cuando ya estaban todas las copas de champagne, vino y agua recogidas nos dijeron que empezáramos a repasar los platos para otro evento. Nos colocamos en una mesa de la cocina. Yo las tenía delante, pero no quería hablar conn ellas.

- Vamos, no te pongas así – sugirió Alicia.

- ¿Estás enfadado? - preguntó Judith.

- ¿A ti qué te parece?

- Vale, lo siento, no volverá a pasar ¿nos perdonas?

- Sí, está bien.

- Dime una cosa – añadió Judiíth sonriéndo, como si no hubiera pasado nada - ¿donde vivís tu hermana y tú?

- En Benimaclet, ¿y vosotras?

- Vivimos en la avenida de Aragón – respondieron las dos.

- ¿Vosotros vivis con tu madre? Tu hermana nos dijo que tus padre se separaron.

- Sí.

Seguimos hablando mientras repasábamos los platos hasta que nos dijeron que hiciéramos un descanso para cenar.

- ¿Nos traes la cena? - preguntó una de ellas.

- ¿Cómo dices?

Estaba molesto de verdad, querían que les llevara los platos de la cena.

- Por favor

- ¿De paso quereis que os lleve algo de bebida?

- Pues sí, tráenos algo.

Yo llevé todo lo que me habían dicho, no preguntaba en serio si también querían que les llevara la bebida, pero ya que me lo habían dicho accedí a hacerlo, y no sé porque, pero lo hice sin rechistar.

Estuvimos trabajando hasta altas horas de la noche. Mientras repasábamos los platos me dijeron que tenían sed, que querían que les llevara agua, y yo lo hice de inmediato; aunque estaba molesto, ya había comprendido que no se podía razonar con ellas. Finalmente pasadas las cuatro y media de la madrugada nos hicieron fichar a los tres y a Gema, ella fue quien nos llevó.

Cuando firmé la salida me fui al bestuario para esperarlas ahí.

- No te enfades Diego, por favor – comentó Gema. Ella fue la última en llegar.

Sus amigas estaban dentro cambiándose; yo en cambio prefería volver del trabajo con el uniforme puesto.

Cambiadas las tres, nos dirigimos al coche de Gema, mientras tanto eché una ojeada a la ropa que llevaban las tres; Alicia con el pelo suelto le llegaba a las abdominales, llevaba una blusa de tela, una falda corta negra de terciopelo, unas medias negras también y unas botas con cuello de pelo y unos tacones que la hacían casi tan alta como yo; Gema tenía el pelo ligeramente por debajo de los ombros, tenía una camiseta blanca de lana fina, un pantalón que cubría poco mas que los muslos y unas sandalias. Judith era la de apariencia mas pija de las tres; llevaba una camisetablanca muy ajustada, una americana blanca, unos pantalones baqueros y unos zapatos de tacón que la hacían mas alta que yo.

- ¿Te gusta mirarnos, o qué? - preguntó Judith, sonriéndo.

No sé que me había pasado, nunca me había parado a mirar tan detenidamente la ropa de una persona.

- Perdón si os ha molestado, pero me gusta como vais, eso es todo.

- No, no nos molesta – añadó Gema.

Me invitaron a sentarme delante, en el asiento del copiloto.

Poco después de iniciar la marcha, Gema empezó a hacerme preguntas un tanto extrañas; el tiempo que estuve con ellas me pareció un infierno; fue la primera vez que Gema me humilló de esa manera.

- Diego ¿Cómo te llevas con tu herman?

- ¿Y eso a que viene? - comenté desconcertado.

- Tú limítate a responder.

- Pués no muy bien, la verdad.

- ¿No muy bien, o mal?

Yo no la entendía, no entendía lo que quería hacer, no entendía a donde quería llegar, pero no pude eviter responderla.

- Mal, casi no nos hablamos, ¿pero por qué me preguntas eso?

- ¿Qué es exactamente lo que piensas de ella?

- Es una persona repugnante, odiosa y caprichosa, porque cada vez que discutimos se tiene que salir con la suya; además mi madre me exige a mí que ceda yo, siempre es ella la que tiene la última palabra...

- Vale, vale. ¿Cómo tiene la habitación?

- Pues hecha un desastre, tiene toda la ropa en medio.

No lo entendía, normalmente era uncapaz de hablar así de mi hermana, por muy repelente que había sido, pero por alguna extraña razón repondía con absoluta sinceridad

- Eso se va a acabar.

- ¿Que nos llevemos tan mal, o que tenga la ropa en medio de la habitación?

- ¿Si yo te dijera que a partir de mañana por la mañana tendrás que ser su esclavo lo serías?

No podía creer que me pregunte eso, acavaba de decirle que casi no hablaba con mi hermana, y me estaba diciendo que tenía que obedecerla.

- ¡Responde!

- Sí, ¿pero a donde quieres llegar, Gema?

No podía creerlo; acavaba de decirle que aceptaría ser el esclavo de mi ehrmana, con lo mal que nos llevábamos.

- Mira, a partir de Ahora me llamarás señorita Jirón, ¿De acuerdo?

- Sí, ¿pero por qué te pones así?

- Y dejarás de hablarme de "tú", me hablarás de "usted" ¿te enteras?

- Sí, como quiera, ¿Pero me va a decir porque se pone así de repente?

- Quiero que obedezcas a tu madre y tu hermana. ¿Lo harás?

- Sí, como usted diga, pero no la entiendo.

- Respecto a lo que piensas de Ana, te morderás la lengua, le hablarás con todo tu amor, y a tu madre también. ¿Estamos?

- Sí señorita Jirón, pero ¿A qué viene esto?

- Es tu hermana y quiero que des lo mejor de ti para obedecerla.

- Está bien.

No podía creerlo, le había dicho que sí, pero no sabía porque respondía a lo que decía, ni porque pretendía que obedeciera a mi madre y mi hermana.

- Bien, ¿podrías comprarle un bestido antes de que se levante para regalárselo?

- Sí, pero tendría que levantarme pronto.

- Vale, antes de que se levante quiero que tengas ese detalle y que le prepares el desayuno, quiero que se lo entregues con una nota que describas el amor y la admiración que sientes por ella.

- Sí señorita Jirón.

- Cuando esté fuera de su habitación quiero que aproveches para ordenarle la habitación.

- ¿Qué dice? - pregunté asustado.

No entendía el modo en que estaba empezando a tratarme.

- Lo que oyes, y si te pregunta dile que puedes hacer mas cosas si quiere, y por supuesto lo harás.

- Señorita Jiron por favor.

- Otra cosa, cuando hables con ella quiero que te ruborices, que te pongas nervioso y que no seas capaz de mirarla, especialmente si os tocais; da igual el modo que sea.

- Por favor.

- Ni por favor ni nada. Dime que lo has entendido todo y que lo harás.

- Lo haré señorita Jirón, haré lo que me mande.

- ¿Hay algo que querais decirle vosotras? - preguntó a sus amigas.

- Sí, el dinero que ganes del trabajo, en lugar de ingresarlo en tu cuenta tendrán que hacerlo en la de tu hermana, así que llama a la oficina y di que hagan el cambio.

- ¿Quieren que mi hermana se veneficie de lo que trabaje? - pregunté completamente asustado; esto sí que no lo esperaba de Gema.

- Así es, y lo que tienes en tu cuenta se lo das a tu madre, salvo lo que te cueste el regalo que le hagas a tu hermana.

- ¿Pero por qué creen que haré todo eso?

- Pues igual que has hecho lo que te hemos dicho en el trabajo; si que es verdad que has renegado, pero al final siempre hacías lo que te decíamos.

No podía creerlo, me habían utilizado desde el principio, se estaban aprovechando de mí y ni siquiera me había dado cuenta.

- Piensa en lo feliz que se va a poner tu hermana cuando vea tu cambio de actitud.

- Pienso que me están arrebatando la libertad.

- De eso nada, no te estamos obligando, lo haces sin que te forcemos nosotras.

- Eso es cierto, pero por el modo en que se ponen me dan a entender que no aceptan un "no" por respuesta.

Gema ya sabía donde vivía porque me había llevado otras veces, pero la puerta de mi casa no la sabía, así que me lo preguntó.

- A ver, mas adelante iremos a veros para asegurarnos de que estás obedeciendo.

Me dejó en frente de mi casa y me bajé del coche.

- Espera – dijo Gema, bajándose del coche.

Mientras se acercaba a mí, veñia como movía sus atractivas piernas,mientras caminaba.

- Dos besos ¿no?

- Claro.

Nunca me había despedido ni mucho menos tan disgustado de alguien, y mucho menos de Gema; sin embargo me contuve para no faltarle el respeto, para no vengarme ni para mostrar mi enfado. Despues de que nos diéramos dos besos, me cogió de la camisa y me dio un fuerte rodillazo en los genitales. No sé porque, pero no fui capaz de defenderme ni de protestar.

- Eso es para que veas que voy en serio. ¿Lo tienes claro?

- Sí señorita Jirón.

- Venga, ya nos veremos -añadió justo antes de subir de nuevo en el coche.

Yo estaba tirado en el suelo, tardé unos segundos en levantarme y recuperar la compostura, pero el coche de Gema, ya se había ido. Entré en la finca, llamé al ascensor y mientras lo esperaba aún sentía el golpe que me había dado mi compañera.

- ¿Pero a esta tía qué le pasa? ¿De que va? ¿Y encima pretenden las tres que me convierta en esclavo de mi madre y hermana?

Cuando llegué a mi me preparé para irme a dormir.

- En fin, será mejor que prepare la alarma para levantarme pronto; a saber como se pondría Gema si se entera de que no le he hecho caso – pensé resignado.