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Inducido por mi hermana VI A sus órdenes mi señora

en Control Mental

 

Gloria miraba anonadada a su hijo, quien parecía que había renunciado a su dignidad e identidad humana, hijo a cuatro patas sólo se atrevía a mirar hacia abajo. Sólo había estado unos días de viaje, unas semanas, pero a su regreso su hijo tuvo un cambio de actitud que nunca se hubiera imaginado; si lo había entendido, sea como fuere le habían enseñado bien,

 

- Pero. ¿te ha drogado o qué? - preguntó incrédula aunque sonriéndo, mientras le acariciaba como si fuera un animal de compañía.

 

- No, mi señora, es que…. no sé porque, lo hago me hace sentir….

 

- Pero esto no era necesario, tampoco hace falta que te comportes de esta forma, pero ya que lo dices...

 

- Fue usted la que dijó que no discutiera con Adela.

 

- ¡Que no discutieras con ella, no que fueras su esclavo!

 

- No importa mi señora, de verdad, me siento más feliz así.

 

- ¿Cómo? ¿Pero eres masoquista o algo así? - preguntó cogiendo las manos de su sometido hijo.

 

- Adela despertó en mí esta necesidad de obedecer y poco a poco ha ido floreciendo, me ha hecho comprender que debo… que las mujeres son las que deben mandar y yo…

 

- Pero si tú has sido un rebelde toda la vida -no es verdad; sencillamente se negaba a seguirles el juego, pero por alguna razón que Gloria no conocía, en ese sentido su hijo había cambiado radicalmente; estaba ciego de sumisión.

 

- Lo sé, pero ahora lo comprendo, y estoy ante usted, dispuesto a ser su esclavo para obedecer con toda mi alma.

 

El esclavo de la familia, levantó las manos de Gloria, su señora y propietaria, y fue llevándolas a su boca para besarla con cariño.

 

- Quita, ¿Qué haces?, esto... que...

 

Gloria no salía de su asombro, le gustaba que su hijo se humillara por iniciativa propia, que quisiera obedecerla como el esclavo más servicial del mundo, pero no podía asimilarlo tan rápidamente,pero él insistía.

 

- ¿No comprende que soy una persona nueva, mi señora, nueva y para usted y su hija, soy su nuevo esclavo.

 

El sumiso tenía miedo de haber cometido un error, pero ya no había marcha atrás; estaba de rodillas poniendo su cabeza en sus rodillas y abrazando fuerte sus piernas. Estaba suplicando que le olbigara a obedecer.

 

- Mi señora, quiero estar con usted… sólo con usted; además, me he dado cuenta de que usted tiene todo el derecho del mundo a castigarme, humillarme, agredirme... tratarme como le plazca para hacerme pagar por mi mal comportamiento pese ser tan cariñosa, aunque nunca tuvo porque serlo -insistía su sumiso hijo, besando sus cálidas manos para mostrar la misma dignidad que un perro- por cierto, si lo desea también puede olvidar que soy su hijo. ¿Me comprende? Puede tratarme como una criatura totalmente carente de dignidad.

 

Ella no decía nada, sólo puso su mano en la cabeza de su hijo, le hacía leves caricias. Luego le dijo que esperara en su cuarto mientras ella pensaba.

 

Pasó toda la noche pensando en lo ocurrido, en lo qué pasaría con su madre y su hermana cuando vuelva, pero era feliz, su madre le apoyaría, siempre quiso someterle, ahora sólo faltaba esperar que terminara de asimilarlo. Después de pensar en todo lo que le había hecho, el esclavo se lamentaba, mientras se ponía sumiso, sentía la necesidad de compensar todas sus falltas, quería compensarla por ello.

 

Entró Gloria y empezó a hablar con él.

 

– ¿Mi nuevo esclavo? ¿Entonces no te importará que te llame Fresa, verdad?

 

– Claro que no, soy suyo, de su propiedad, de hecho es como me llama su hija.

 

– Bien entonces duérmete; esta noche no cenarás; y mañana no quiero que hagas las labores del hogar.

 

A la mañana siguiente apenas hablaron de nada, él se limitaba a limpiar la casa, tendía la ropa, la planchaba, su madre aunque en un primer momento, no terminaba de asimilarlo, empezó a ver las ventajas y le dejó seguir. Gloria le dio las gracias.

 

- Muy bien, cielo, me alegro de que lo comprendieras por fin – dijo mientras recibía en la mejilla otro beso de su hijo para mostrarle su afecto.

 

Ella captó el juego y siguió, después de tanto tiempo, recibió por parte de su detestable hijo, mas besos, cariño y satisfacción en dos días, que en toda su vida desde que le trajo al mundo. Se le ocurrió hacer cosas como lavar las cortinas, limpiar los altillos, sacar brillo a los muebles… hacía cosas que Araceli ni siquiera se planteaba, y desde luego con mas dedicación y frecuencia; cada gracias, cada beso que le daba aumentaba su ganas de obedecer, ella se mostraba satisfecha.

 

Al cabo de varios días, por la noche, Gloria ofreció a su hijo una copa de vino con una marca de su carmín; le dijo que bebiera justo donde su madre dejó la marca, y él le agradeció que le dejara saborear... su carmín. Ya la besaba por todo, por cruzarse con ella, por beber agua, por sentarse a su lado, cuando fue a darle las buenas noches, la besó con mucho cariño y se mantuvo, ella miraba sin expresión. Eso le gustaba aún mas a su sumiso hijo, le tocaba el pantalón, ella le quitó la mano de su cintura y le dio las buenas noches. Al día siguiente se levantaron, por el pasillo, se giró el chico y le dió nuevamente las gracias...

 

- Mañana verás como todo irá a mejor, ahora duerme cariño mío.

 

Su hijo volvió a besarla.

 

- La quiero, la quiero mucho, la adoro y quiero que sea muy feliz mi señora.

 

- Ya, ya, seguro que si, venga a dormir, no quiero que te despiertes por nada del mundo hasta mañana por la mañana; si tantas ganas tienes de ser mi esclavo tendrás que prepararme el desayuno todas la mañanas y cuando Adela vuelva también a ella.

 

- Claro mi señora, como usted ordene.

 

Él se dirigió a su cuarto y se puso el "pijama" que le dejaba usar Adela, se acostó y al instante se durmió; después de todo era una orden de su señora.

 

En unos minutos entró en el cuarto de su hijo, vio que efectivamente estaba dormido en la cama, o mejor dicho, el somier de la cama; ella encendió la luz para verle bien, se acercó y le besó en la frente.

 

- ¿De verdad estás dormido? – preguntó Gloria sonriente mientra acariciaba a su dormido e indefenso hijo – ¿Tan obediente eres que te has dormido sólo porque te lo he ordenado? Vamos a ver si es verdad.

 

Ella le partió la cara, pero su hijo no despertaba, le clavó las uñas en la cara, el cuello y en el costado, pero Fresa seguía dormido, Gloria puso su mano izquierda ern la zona genital de su hijo y los apretó, los apretó con fuerza, los apretó sin compasión, pero su hijo no despertó.

 

– Osea que realmente está condenado a obedecer – sonrió – pues sí que es obediente el muy desgraciado

 

Amaneció, él se encontraba muy tenso y con el cuerpo dolorido, pues su madre se habñia ensañado con él. Fresa le preparó el desayuno con todo detalle y desde que se lo entregó a su madre no se movió; permaneció inmovil hasta que Gloria terminara para recogerlo. Después le hizo arreglarse para salir, se puso un pantalón rosa muy claro, una camiseta blanca, unos zapatos de cuatro centímetros de tacones y un bolso rojo. Además le hizo pintarse las uñas y la cara con colores discretos. Luego Gloria se sacó una barra de labio y el rimel.

 

– Cuando su hija se pinta me permite hacercarme a para ver de cerca como lo hace – comentó Fresa – ¿Le importa que la vea de cerca?

 

– ¿Y eso? Nunca te ha interesado el maquillaje, no sabía que ahora te gustara incluso ver como nos pintamos.

 

– Me he dado cuenta de que es muy interesante, mi señora.

 

– Como quieras, acércate tanto que hasta huelas el carmín.

 

– Gracias, mi señora – respondió el sumiso colocándose a menos de medio metro de su madre.

 

finalmente salieron de casa y él tuvo que llevar, además el bolso de su madre. Salieron de compras, compró un monton de ropa femenina y de maquillaje, la miad era para él, pero Fresita lo llevaba todo; su señora cargaría con lo menos posible.

 

– ¿A donde vamos ahora, mi señora?

 

– Eso lo sabrás a su debido tiempo perro, no tengo por qué responderte – contestó Gloria abofeteando la cara de su condenado hijo.

 

– Sí mi señora.

 

Entraron en una tienda de animales, y la dependienta de unos deinticinco años les atendió con mucha amabilidad.

 

– ¿Puedo ayudaros?

 

– Sí, quiero un collar con cascabel; y muy llamativo.

 

– ¿Te parece bien uno rosa, o morado?

 

– El morado sería perfecto.

 

La empleada le enseñó uno y Gloria estaba encantada con ese collar, por lo que no dudó en comprarlo. Cuando se lo entregó a Gloria, ella se lo dio a su esclavo. La empleada no entendía lo ocurrido.

 

– Señora, ese collar no es el más adecuado para su hijo.

 

– No, no, es ideal – repondió satisfecha.

 

Su hijo deseaba obedecer a su madre, deseaba vestirse con ropa de mujer, pero salir así a la calle y llevar un collar de un animal delante de extraños era demasiado para él, incluso delante de mujeres, pero no protestó.

 

A continuación cogieron un taxi y le dijeron que les llevara a casa de Sofía. Cuando llegaron Sofía y Nadia les dieron la bienvenida. Gloria se sorprendió bastante cuando se dio cuenta de que ellas ya sabían lo ocurrido.

 

– ¿Quien mas lo sabe? – preguntó curiosa.

 

– Las amigas de su hija, unas jóvenes que vimos en la biblioteca, mis compañeras de clase y puede que todas mis profesoras, por lo menos dos.

 

Nadia, la sobrina de Gloria quiso demostrarle que Fresa la obedecía también a ella.

 

– Mira, te gustan mucho las cebollas, verdad?

 

– Así es, señorita.

 

– Muy bien, entonces cómete esta cebolla; venga, ya está pelada.

 

– Sí señorita, como usted ordene.

 

Gloria no daba crédito a lo que veía; su hijo, se comió la verdura como si fuera una manzana; pero no se comió sólo una, sino tres.

 

– ¿Por qué le haces eso? – preguntó Gloria dudosa – Tú nunca has querido humillarle o someterle.

 

– Una cosa es humillarle y someterle en contra de su voluntad – explicó Nadia – pero si se entrega voluntariamente, no pasa nada.

 

– Muy bien, Fresa, ahora te creerás lo que yo te diga.

 

– Por su puesto, usted no tiene porque mentirme.

 

– Bien; para empezar te voy a atar los pies, para que no puedas andar; si intentas dar un paso te caerás al suelo – avisó sonriéndo, su prima.

 

Nadia se agachó delante de él y fingió que le ataba una cuerda a los pies. Luego le dijo que le ataba las manos, que le pondría una cuerda al cuello para cortarle la circulación y que le pondría precinto en la boca para no poder hablar. En realidad no le había hecho nada de eso, sencillamente le había engañado para que estuviera quieto y con la boca cerrada, como si realmente hubiera hecho todo lo que le había dicho. Fresa tenía las manos a su espalda y los pies juntos, convencido de que tenía las extremidades atadas. Nadia puso el dedo índice en su frente e hizo un poco de fuerza para empujarle hacia atrás. Su primo se dejó empujar sin ofrecer resistencia, y finalmente cayó al suelo.

 

A continuación Gloria aconsejada por su sobrina empezó a probar cosas nuevas sobre como podría someter y tortura a su repudiado hijo; le hizo sentarse en un sillón, para sentarse encima de él y obligarle a hacerle un masaje. Fresa se pasó media hora haciendo un masaje a su madre, sintiendo el peso de su cuerpo sobre su castigado cuerpo, pero a ella no le importaba lo más mínimo. Luego tuvo que pintarle las uñas y los labios a las tres.

 

Después de varias horas tomando nota de los consejos de su hermana y sobrina volvieron a su casa. Gloria empezó a pensar en el nuevo carácter que se había forjado en él, quien la seguía como su perro faldero, vestido con ropa de mujer, le llevó unos minutos pensar. Mientras recordaba el trato que recibía de cualquier mujer, caminó por la casa, revisaba sus cosas, pensaba, después de verla quieta pensativa, lentamente… finalmente entendió que le tenía exactamente donde quería; su hijo estaba condenamente sometido a su autoridad sin la posibilidad de desobedecer.

 

- Bien - le miró altiva - exactamente como yo ordeno, ¿verdad?

 

- Si, mi señora.

 

- Así que te gusta que te ordenen, pues yo te diré lo que tienes que hacer.

 

- Si, mi señora.

 

- ¿Entonces tú harás lo que yo te diga?

 

- Si, mi señora.

 

- Antes dudaba de ti, porque no estaba segura de que fueras enserio, pero veo que has recapacitado y que comprnedes que tienes que ser nuestro esclavo, para eso vives aquí, para servirme exlusivamente a mí, mi hija y quienes nosotras te digamos, así que pórtate bien, ya va siendo hora de que te castigue como te mereces, yo soy tu madre, y si me ensaño contigo te aguantas porque te lo has ganado.

 

- Sí mi señora.

 

- Y si no obedeces ¿ves esta zapatilla? Ya sabes que pasará, ¿recuerdas cuando eras pequeño?

 

- Sí, mi señora; en realidad creo nunca debió dejar de pegarme.

 

Ella incrédula, tiró la zapatilla, se sentó en la cama y le hizo a su hijo estar junto a ella, en acto total de sumisión y como le gustaba fue de rodillas, le abrazó por la falda y comenzó a besarla por los pies y las manos, con sus manos, ella le acariciaba, sentía su piel cálida, su olor materno, se afianzó al bello rostro de su propietaria, y mientras lo acariciaba le besaba con ternura.

 

- Ssshhh, sshhh, ya está cariño, sshhh, ya está todo está bien con tu propietaria.

 

- Sí, sí mi señora, si…

 

- ¿Y dices que quieres ser mi esclavo, obedecerme y hacer todo lo que te ordene?

 

- Sí mi señora, quiero hacer todo lo que me mande, y si cree que hay algo que no haya hecho bien, puede castigarme como le plazca – respondió convencido.

 

Pese a que Gloria era una mujer tremendamente cruel que despreciaba sin reparo a su hijo, Fresa, que había perdido el juicio y estaba ciego de sumisión, veía en su madre a la persona más maravillosa, tierna y venerable del mundo.

 

Fresa trató de tumbar a su madre en el sofá sin dejar de besarla.

 

- No cariño, quiero que te arrodilles y beses el suelo.

 

- Sí, mi señora.

 

En el momento que empezó a besar el suelo Gloria pisoteó a su hijo, aplastando sin piedad su cara contra el suelo, la cara de su propio hijo.

 

- Cariño, no te resistas. Quiero que pagues por cada vez que nos has faltado el respeto o desobedecido a tu hermana o a mí. ¿No decías que tenía derecho a castigarte como quisiera, que podía torturarte o humillarte a mi antojo? ¿No es eso lo que Adela te enseñó? Pues ya sabes.

 

Gloria estuvo pisoteando a su esclavo, todo el tiempo que quiso y mas; le pisoteó sin contemplaciones hasta la noche y el sumiso se dejó pisoterar y agredir por su madre y propietaria sin ninguna resistencia. Luego le ordenó que se durmiera en el suelo, a los pies de su cama toda la noche, el destino le había llevado a una nueva vida, de la que no quería despertar. A partir de ese momento sólo pensaba en obedecer a su madre y esperar a que volviera su hermana, Adela para servirlas a las dos. Pero en ese mometo, ya se había olvidado de que Gloria era su femenista madre, Adela su repugnante y detestable hermana e incluso de que él era un ser humano; estaba completamente ciego de sumisión.

 

Cuando despertaron él se encontraba tirado en el suelo, como su perro, después de levantarse y prepararle el desayuno, le ordenó que recogiera todo, se íban de paseo, él quedó desconcertado. Gloria aprendía rápido, se quitó una zapatilla y como cuando era pequeño, le regáñó.

 

– ¡Te he ordenado que recojas todo, eres un inutil!

 

En un visto y no visto había empaquetado todo lo importante, fue a la puerta del baño, pues ella había entrado, y el sumiso estaba emocionado de permanecer a la espera de sus órdenes. Y cuando salió...

 

-Termina lo que empiezas, idiota.

 

Quiso limpiar el suelo con una fregona, pero no le dejó.

 

– ¡Con la lengua, inútil! ¡Luego usa un trapo para que no quede tu saliva en el suelo!

 

– Sí mi señora.

 

Cada día tenía más confianza en si misma, se sentía muy bien, tenía a su único hijo en casa y totalmente renovado, lo tenía a sus pies, tenía la mejor compañía del mundo y al sumiso mas comprometido. Ella era bastante rencorosa y nunca olvidó que mirara a Araceli por encima del ombro, la pobre incomprendida, a quien no se lo ponía facil cada vez que la veía, Fresa pensaba que estaba obligada a limpiar la casa sin protestar, y ahora llegaría el momento de darle la oportunidad de vengarse de él.

 

- Yo soy tu razón de ser y tú lo que yo quiera, así que vas a dejar tus estudios y vas a ser nuestro esclavo las 24 horas del día.

 

Los días pasaron y el sumiso hijo estaba encantado de servirla, le hacía la comida, la cena, se la servía, y por las mañanas, mientras su madre trabajaba él permanecía en la entrada de la casa sin hacer nada, esperaba como un perro para recibirla, de rodillas; aquel día era miércoles, por lo que llega bastante pronto del trabajo y Fresa esperaba ansioso su presencia. Araceli trabajaba en casa, de vez en cuando la oía reírse de él, quien estaba junto a la puerta para evitar verla y pasar vergüenza pero no dejaba de pensar en ello.

 

Finalmente Gloria, él la recibió como es debido, besó sus zapatos y colocó su abrigo en el armario. De inmediato se puso a cuatro patas para seguirla hasta donde quisiera. Ella fue al aseo y al cabo de unos minutos volvió a salir, para ir al salón y ver tranquilamente la televisión, mientras el sumiso estaba como de costumbre arrodillado ante ella para acariciar sus pies. Pasó mucha vergüenza, pues no pudo evitar que ocasionalmente Araceli le viera comportarse como un perro.

 

Araceli entró en el salón para comentar una duda sobre el detergente de la ropa y Fresa, lleno de vergüenza, instintivamente se colocó al otro lado de las piernas de su madre, para esconderse de Aranceli como un animal asustadizo. Gloria, que comprendió que aún no había superado que Araceli lo supiera. aprovechó para darle una noticia y humillar mas a su hijo.

 

- Dime Araceli ¿Te cuesta mucho hacer las tareas del hogar?

 

Ésta, tras sorprenderse por la repentina familiaridad de Gloria respondió con mucha timidez.

 

— Puessssss no mucho señora, pero no es nada que yo no pueda hacer, además trabajo con mucho gusto, en esta casa —le echó una mirada a Fresa, y mientras sonreía siguió respondiendo— además, no parece que su hijo vuelva a suponer un problema, parece que le tienen domesticado.

 

— Te gustaría que este sujeto se ocupara de hacer tu trabajo?

 

Araceli, que no estaba del todo segura de lo que quería decir la señora de la casa, quiso ser prudente, por lo que no respondió.

 

— Verás, lo que digo, es que si quieres este perro puede realizar todo lo que tú le mandes, él lleva tiempo ocupándose de esto, pero no aprende, — se expresó con burla y desprecio acariciándole como su mascota quien clamaba amparo, protección, piedad... — y por el mismo sueldo sólo tendrías que enseñarle como debe hacer las cosas, supervisar su trabajo y si sigue sin aprender, le reñirías o castigarías según tu juicio.

 

La chica, que aún se mostraba distante en lo que respecta al sumiso, se llevó las manos a la boca de la emoción, pero empezó a asimilar su nueva posición.

 

— ¡Oh señora, ¿En serio? No sé que decír.

 

— Di que te parece bien – respondió Gloria.

 

– Vaya, pues muchas gracias, señora!

 

— No me digas señora, siempre has sido como de la familia y te llevas muy bien con mi hija, pero ¡claro!, si tú aceptas mi propuesta — consestó la señora infundiendo cierta intriga en sus palabras.

 

Araceli se mostró más que interesada en oír la propuesta.

 

— Y por favor, si su comportamiento, actitud o rendimiento no es adecuado,te repito que no tengas reparo en castigarle según tu propio juicio; es más, puedes castigarle o reñirle sólo por diversión.

 

– ¡Será un placer Gloria!— respondió Araceli frotándose las manos, apenas Gloria dejó de hablar y mientras contemplaba la cara de terror que tenía su mascota.

 

– ¡Llévatelo para que aprenda sus deberes! — autorizó tajantemente Gloria colocando una correa en el collar de Fresa, con una sonrisa de oreja a oreja satisfecha al ver que por la expresión de Fresa había dado en el clavo, si ya de por sí era humillante vivir a los pies de su madre y de su hermana menor para el joven, mas lo era ahora, ¡pasar a vivir esclavizado por la chica que era la sirvienta de su casa!; eso sí que era cruel y humillante.

 

– ¿Tienes algún inconveniente?

 

– Podría tenerlo, mi señora – respondió el sumiso, sudando y avergonzado – sabe que me gusta ser su esclavo, trabajar para usted y obedecerla en todo, pero estar bajo la autoridad de Araceli... ella ni siquiera es de la familia.

 

– Mira desgraciado, trabajar para Araceli es trabajar para mí; si de verdad qiueres ser mi esclavo te ordeno que aceptes su autoridad; ¿te queda claro, Fresita?

 

– Sí mi señora, como usted ordene.

 

Entonces Gloria le entregó la correa a la nueva jefa del sumiso.

 

Al instante Araceli, con inseguridad tiró con cuidado de la correa del nuevo sumiso. Pero él se resistía.

 

– Vamos a ver – Dijo su propietaria – de ahora en adelante, harás las labores de la casa bajo mi mando y el de Araceli quien te enseñará lo que tienes que hacer. Ahora ve a la cocina para ponerte de una vez manos a la obra.

 

Él dirigió a la cocina donde le llevaba la supervisora.

 

– Señorita.

 

– Silencio, nadie te ha dicho que hables – el tono de Araceli le dejó frío, pero él se calló, por miedo a contrariar a su dueña.

 

Inmediatamente le dijo la supervisora.

 

– Tu madre me explicó tu situación, y como sabes me ha pedido que te enseñe las labores y la obediencia, así que empezaremos de inmediato, pero antes te diré las normas que seguirás al pie de la letra – informó sonriendo.

 

– Primero, yo soy para ti, doña Araceli. Segundo, harás todas las labores que se te ordene, sin preguntar, tú sólo obedecerás. Cuarto, te levantarás a las seis de la mañana, y estarás aquí en la cocina, listo para cualquier cosa que se te necesite.

 

– Sí doña Areceli.

 

– Espero que te halla quedado claro. Por que si no aprendes, no dudaré en castigarte.

 

El sumiso me quedó frío, nunca pensó que la empleada le hablaría de esa forma, pero su amenaza última, no le dejó dudar.

 

– Si doña Araceli.

 

La supervisora esbozó una leve sonrisa.

 

– Pues a trabajar, comienza lavando esos platos y después los secas y guardas, vuelvo en un momento.

 

El sumiso estaba desconcertado, no asimilaba la autoridad de la nueva fémina a la que estaba sometido. Al cabo de un momento regresó Araceli.

 

– ¿Todavía no has terminado, pues si eres un inútil, ¡date prisa! – Gritó ella.

 

– Ahora coge ese balde y esa esponja y limpia el suelo – Como dudó, le gritó – ¿a qué esperas? ¡estúpido!, no sabes limpiar el suelo, ponte a cuatro patas como el animal que eres, y usa esa esponja.

 

Él obedeció.

 

Y así pasaban los días entre órdenes y humillaciones de doña Araceli, pero obedecía en todo ya que sabía que podría castigarle como quisiera si no quedaba satisfecha; de hecho podría castigarle sólo por capricho.

 

A Gloria casi no la veía, él con los quehaceres y ella con su trabajo, apenas ni se cruzában, hablaba a diario con la supervisora, pero no sabia de que.

 

Después de unas semanas su madre se quedó en casa, a descansar, Fresa estaba en la cocina y fei llamado por la aupervisora al despacho de su madre.

 

Ahí estaban las dos, Gloria y Araceli, conversando, cuando lleguó, Araceli le dio una nueva orden.

 

– ¡Trae vino y dos copas inmediatamente!

 

-Sí, señorita – su madre sonrió y le dijo a Araceli que le había enseñado bien.

 

Al regresar, sirvió las copas a su propietaria y la supervisora, después dijo Gloria.

 

– Desde hoy, las cosas van a a cambiar para ti – le dijo sonriendo.

 

Estaba tan cómoda viendo como él se encargaba de todo, cocina, plancha, ropa, casa, compra…. Ella no hacía absolutamente nada. Fresa siempre le daba las gracias y le añadía coletillas como -"estoy para lo que quiera, me siento querido usted, disfruto viéndolas sin hacer nada para mi propio confort".

 

Fue un lunes por la mañana, ya llevában más de una semana juntos, cuando empezó su cambio de actitud hacia el sumiso.

 

- Hijo ven un momento, deja lo que estés haciendo.

 

- Dígame mi señora – respondió Fresa colocándose firme ante su madre vestido sólo con su corset caracterizado por el plumero en la espalda y unos pantalones muy ajustados que le apretaban en el entrepierna.

 

– Creo que no estoy siendo una buena maestra contigo, tú lo haces bien y te gusta estar aquí ¿cierto?

 

- Si mi señora, mucho.

 

- Pues empecemos con las normas, ya que tienes que obedecer ciertas reglas, ¿verdad?

 

- Si señora – respondió sintiéndose ruborizado.

 

- Oh cariño, que tenso estás, ya veo – comentaba Gloria, acariciando un muslo de su hijo de arriba abajo.

 

La piel de gallina le brotó al instante y se cerraban los ojos.

 

- Si señora, mi señora – Fresa seguía perdiendo su voluntad, y su ardor aumentaba, su corazón aceleraba.

 

- Cariño, primera lección, no me llames señora, si de verdad eres mi esclavo quiero que me llames Ama toda la vida.

 

- Sí Ama.

 

- Muuuyyy bien cariño – respondió con una nueva caricia.

 

- A veces te noto un poco arisco, ¿Cómo puedo ayudarte cariño, con mas caricias?

 

- Ama, humillándome… haciéndome pasar vergüenza, eso me complace.

 

Una madre hace lo que sea, y más si le sale gratis, y lo cierto es que castigar, torturar y humillar a su hijo no le costaba nada.

 

- Ve a mi cuarto, coge las bragas que más te gusten y vuelve con ellas puestas, ahora.

 

- Sí Ama.

 

De inmediato fue a su mesa de noche, de todas ellas vio unas granates; saber que eran de mi mad… de su Ama se las puso y regresó con ella.

 

- Muy bien cariño, estás muy guapa; y te lo digo en femenino porque eres una chica, ¿estás mejor?

 

- Sí Ama, estoy muy satisfecha.

 

- Quieres que te de unos azotes?

 

- Sí Ama.

 

- Antes tenemos que sellar nuestra relación.

 

Se sacó una pulsera de oro de un bolsillo y...

 

- ¿Si quieres esta pulsera adelante, pero te advierto que me pertenecerás por completo, serás absolutamente mia, y no habrá vuelta atrás. ¿La quieres?

 

- Sí Ama.

 

Se la colocó en el tobillo y echó el cierre.

 

- Ahora siempre que veas esa pulsera en tu tobillo, recuerda a quien perteneces.

 

- Sí Ama.

 

No se lo pensó, ella tenía toda la razón, era su Ama y debía quedar claro su sumisión.

 

Le cogió del pelo, le tiró al suelo y...

 

Ella le rodeaba con sus brazos.

 

- Muy bien cariño, muy bien.

 

- Gracias Ama, me siento muy feliz de de complacerla.

 

Ella tenía toda la razón, le ordenó que hiciera las labores del hogar, y Fresa tenía que haber reaccionado de inmediato.

 

La llevó al baño y esperó fuera mientras se duchaba… ahora con cada movimiento de cualquier parte de su cuerpo guiaba su destino.

 

– Me he dado cuenta que no tengo porque darte las gracias, pero si a Adela, ella es las que te ha educado, en realidad es una buena hermana.

 

- Claro Ama.

 

El tiempo pasó y Fresa disfrutaba sometido a la autoridad de su Ama, pero estar a también a las órdenes de Araceli le aterraba. Lo que empezó como una madre que tiene un hijo sumiso, acabó siendo una mujer que renegaba totalmente de su hijo, a quien despreciaba sin contemplaciones. Ya en repetidas ocasiones ha pasado de sentirse cómoda en casa a recordarme todo lo que hice en mi “vida anterior”, y me lo repite a menudo mientras me pega con la zapatilla…

 

– Perdono pero no olvido…. Y te voy a hacer pagar todos los años que me has hecho sufrir.

 

Su forma de actuar cambió radicalmente, se ha vuelto una señora de innegable autoridad, enérgica, seca, y a la que le gusta la disciplina que ejerce en Fresa. Lo que parecía un cuento de hadas, se ha vuelto una película de suspense. Lo peor estaba por llegar.

 

Finalmente Adela llegó del viaje de fin de curso y entre ellas dos y Araceli le torturaban, le travestían, le esclavizaban y le humillaban; y la peor humillación que podía sentir era dejar que ellas mostraran en público el control que tenían sobre el sumiso, especialmente si eran extrañas las que le mandaban.

 

Como mujer educada que era, propuso a su hija que invitara a sus amigas, y ella aprobechó la ocasión para invitar a Mélani, la antigua compañera de su hermano y otras de sus compañeras.

 

Fue un día por la mañana como cualquier otro, después de tender la ropa, le hizo llamar, le entregó la laca de uñas y yo me dispuse a atender sus pies, ella mientras me explicó.

 

– Creo que eres mi perfecto hijo, obediente, disciplinado, dócil, sumiso, te tengo exactamente donde siempre he querido, besando mis pies.

 

Fresa pintaba las uñas de sus propietarias, mientras sudaba como nunca, sudaba aterrorizado, algo en mente tenían.

 

Paró por un momento, ahora sí que estaba perdido. Ella le dio una fuerte patada en la cara.

 

– ¿Por qué paras?- su esclavo continuó sin decir nada.

 

Han pasado varios días y Adela volvería dentro de poco.

 

– Acaba pronto, están al llegar, ponte la ropa de mujer, me refiero a la que he dejado en tu cuarto y te quiero dispuesta para todo, creo que van a hacerte un regalo.

 

Fresa se cambió y se puso la ropa que le ordenó, volvió de nuevo con su Ama, deseando besar a aquella mujer, su Ama; oír su voz y decirle lo que tenía que hacer, le hacían comprender quien mandaba en casa. Tenía que aceptar que su destino iba a ser ese aunque no quisiera formar parte de varias Amas.

 

Sonó el timbre, Gloria, unas chicas se acercaban al salón, asustando terriblemente a Fresa; esas voces risueñas y alegres como buenas mujercitas jóvenes y femeninas que eran se hacían notar. Fresa esperaba de pie con una bandeja con frutos secos. Ellas entraron crecidas, orgullosas, Elivira vestía un bestido, que le quedaba realmente bien, y unos zapatos totalmente atractivos. Yaiza iba con falda muy corta y una camiseta de tirantes, que llegaban a su barriga. Mélani, lucía un hermoso vestido turquesa que le llegaba hasta las rodillas, unos zapatos con ocho centímetros de tacones, del mismo color y unas medias negras; ella se sorprendió bastante al ver tremendamente encogido de ombros, con la mirada baja y la cara roja. Mireia también llevaba un vestido más corto que el de Mélani, era con rayas en diagonales negras y plateadas. Zoraida se había puesto una falda bastante corta, una camisa, unas medias y unos zapatos de ocho centímetros de tacones; escepto la camisa, que ra blanca de seda toda su ropa era negra como su pelo. Vanesa llevaba una blusa rosa claro y un pantalón negro; su mirada no ocultaba el desprecio que sentía hacia su antiguo compañero. Entre unas que le superaban en estatura y otras que llevaban tacones para incrementar su estatura, lograron intimidar aún mas al condenado Fresa.

 

– Hola Fresita – Dijo Vanesa con una sonrisa maliciosa y extendió su mano; Fresa la besó totalmente ruborizado.

 

– Hola precioso – Saludó Mélani, dándole un beso en la boca metiendo la lengua, hasta casi tocar la campanilla, y poniendo sus manos en el dorso del sumiso.

 

Entre todas lo pasarían genial, y Adela se encargaría de ello.

 

Las invitó a sentarse, pero él lo tenía prohibido, pues debía estar predispuesto para atender sus necesidades. Estuvieron hablando cerca de una hora de él, de cómo le trataban en clase y cómo fue humillado y condicionado toda su vida en el colegio y la familia. Adela agradecía el trato que le dieron, quedaron en perfecta armonía, luego lo cual Fresao era el centro de atención. Zoraida dijo que se quería divertir, Adela por supuesto accedió. él no reconocía a nadie, todas estaban metidas en su papel de Ama y aunque el esclavo no quisiera, iban a hacer con él lo que les diera la gana, le podían mas todas las gans de atentar contra la integridad humana de su hermano o compañero que la compasión hacia un ser humano. Y si era servir de doncella a sus amigas lo haría.

 

Elvira trató de decirle algo, pero su madre la interrumpió y le dijo a Fresa que primero se tumbara en el suelo, quitó la pulsera de su tobillo y la cambió por una cadenilla de oro a la que le puso un candado.

 

Luego le hizo ponerse de pie y frente a él, le enseñó la llave que cuelga de un collar, la giró y luego se la guardó. le puso muy nervioso, estaba aterrado temiendo por lo que le harían pasar.

 

– ¡Pon tu cara de perro junto al suelo, inútil!

 

– Sí Ama – respondió el sumiso, moviéndose lentamente.

 

Pero ella le cogió de la cabellera y le lanzó hacia el suelo con todas sus fuerzas.

 

– ¡De inmediato, estúpido!

 

– Haz todo lo que te digamos sin rechistar, aprende a ser un buen sumiso, estoy pensando en ofrecerte a todas, podría ganar dinero contigo y no lo olvides… aquí mando yo.

 

Empezaron con sus risas y charlas de salón, a criticar a todo lo que se les ocurría, Elvira masticaba un chicle sin parar y le echaba el aliento, Fresa mientras le hacía las uñas y manicura a todas ellas.

 

Luego le tocó peinarlas. Cuando lo hizo con Adela propietaria, y mientras ella sonreía con toda su maldad, él miraba a Mélani, que sonreía y le sacaba la lengua.

 

Fresa se ponía rojo de vergüenza, quería ser sólo de sus Amas, pero era su Señora la que prestaba su cuerpo.

 

Yaiza pidió un momento para hacerle un regalo a su hermana, Vanesa aplaudía emocionada, y el sumiso, quieto en medio de la sala.

 

Cada una llevaba un paquete, comentaron que era un detalle por todo y que ya que iban a ser dueñas de él, cualquiera podría usarle.

 

El primer paquete era un collar negro de cuero grueso con una cadena plateada, su Ama no dijo nada solamente se levantó, se lo puso alrededor del cuello, ató la cadena a su falda y posó para sus amigas, todas aplaudieron,

 

El segundo paquete unas bragas.

 

El tercer paquete, era un arnés. También le regalaron una camisa de fuerza, una mordaza, unos grilletes unidos con unos palos rectos que anularían completamente su movilidad, un mono con una cremallera para unir las piernas y obligarle a tener los brazos en una postura totalmente dolorosa...

 

– No puede ser – pensó aterrado para sus adentros – Mireia se levantó y dijo que lo usara Adela, le dio las explicaciones pertinentes, su hermana escuchaba atentamente y se iba encendiendo, notó su entusiasmo, el sumiso la miraba lloroso, ella extendió su mano y él la tomó.

 

Se puso las bragas nuevas y la tímida Mélani le tiro al suelo, le cogió del brazo y empezó a retorcérselo con toda su crueldad, toda su rabia, todas sus fuerzas...

 

Fresa quería escapar de allí, de haber sido un esclavo mimoso para su madre y hermana. Pero era el esclavo de varias amigas de su hermana; y todo indicaba que antes o después acabaría siendo el esclavo de todas las mujeres del mundo, mujeres y niñas, amigas o familiares; esclavo de todas.

 

– No, Amá, por favor... Plasss un zapatillazo le dijo lo que debía hacer, ¡callarse!

 

Zoraida tomaba fotos con el móvil. El sumiso sentía una gran vergüenza; si lo mandan al centro o a alguien ya no tenía remedio.

 

– Te prohíbo llorar, di que te gusta.

 

Vanesa le cogió del pelo y empezó a golpearle cabeza contra el suelo.

 

– No, por favor, ama... – gritaba, deseperado, pero sus gritos se fueron apagando a medida que seguía.

 

Poco a poco se fue excitando, se sentía cogido, violentado, humillado, esto era una locura, su propia m….

 

– Que digas que te gusta, ¿eh?, ¿eh?

 

– Haz lo que dice – Añadió su Ama – tu dueña te trajo al mundo para eso, debes obedecernos.

 

– ¡Ahh! – gritaba, mientras le retorcían el brazo y le golpeaban – tiene razón Ama, esto empieza a gustarme.

 

Las risas llenaron todo el salón,

 

Mélani hizo unas cuantas fotos y dejó la cámara, se puso al lado de Vanesa. La veía agotada, por lo que decidió reemplazarla, ella no ere la misma persona, sólo pensaba en la agonía del sumiso y en lo mucho que sufría para hacerlas disfrutar.

 

Mas tarde le pusieron el mono, le cerraron la cremallera de las piernas para obligarle a mantenerlas juntas y los brazos retorcidos junto a su espalda. Tenía ganas de chillar, pero Yaiza puso su pierna sobre el cuello para asfixiarle e impedirle siquiera esbozar.

 

Elvira se quitó el zapato y le golpeó con saña por todo el cuerpo. El sumiso ya no tenía fuerzas ni para suplicar, ya no exclamaba, sólo se dejaba agredir, estaba muy inclinado y boca abajo, pequeños hilos de saliva salían de si boca, Yaiza se sentó sobre él y le tiraba del pelo de vez en cuando. Luego se levantó y entre todas le golpeaban con sus zapatos. Se suponía que sería una almuerzo tranquilo, pero luego se conviertió en una macabra tortura contra el sumiso Fresa.

 

– Lo vamos a pasar muy bien, ¿Cómo te llama Adela?, ah sí, Fresita, ya lo verás, serás nuestro juguete.

 

Las visitas continuaban muy a menudo, incluso iba en contra de su voluntad, a la casa de sus profesoras, tanto del centro de formación profesional, como de su colegio, para servir a sus profesoras. Todas ellas le hacían fotos y vídeos de las agresiones y humillaciones que le hacían pasar para publicarlas en internet; después de todo, no sería él el que les denunciaría. Las mujeres aprendieron cómo controlarle en todo momento. Con toda la intención, quieren que las vecinas le vean.

 

En una ocasión, Laura, la profesora más cruel de todas, le obligó a llevar una camisa de fuerza, se sentó encima de su antiguo alumno y le metió un bocadillo en la boca más rápido de lo que podía masticar y tragar. Mientras tanto hablaba por teléfono de su mala educación, la cual tenía que cambiar; decía que tragaba a lo bestia, que comía como un animal... cosas así. En media hora llegó otra profesora; entre las dos, le daban mas comida, él estaba lleno, estaba a punto de vomitar, pero no podía protestar, tenía que seguir, hasta que ellas estuvieran satisfechas. Y ellas sólo eran dos de las muchas chicas que sometían al sumiso a su antojo.

 

Cuando algo no les gustaba o no hacía bien, cualquiera de ellas o la que esté en ese momento con él, muestra su zapatilla, Fresa pone el culo en pompa y recibe sus azotes, luego besa sus pies y lame todos sus dedos, antes o después acaba dandole las gracias, aunque cada vez mas rápido.

 

Adela le enseñó el camino que debía seguir, su felicidad es agradarla, servirla y obedecerla en todo.

 

- "¡Qué increíble es Adela, mi dulce y tierna Ama!" – Pensaba complacido.

 

Pero obedecer a personas ajenas a la familia y dejarse humillar y agredir por ellas...

 

cumplieron un año de su nueva relación, aquel día preparó una tarta para sus Amas y amigas, la probaron, les gustó tanto este rol de dominadoras, que siempre tenía ideas nuevas, por lo que él nunca terminaba de acostumbrase. Cada día se sentía más sumiso i violentado ante ellas, ya no les negaba nada, de hecho ni se lo plantea.

 

Aunque al principio le daba mucho corte, ella ahora leía y buscaba métodos y formas de humillarle y torturarle sin descuidar las labores del hogar y tenerle incondicionalmente dependiente, hace que acabe disfrutando, pero siempre encontraba el modo de hacerle sufrir.

 

Mientras emitían su programa favorito, le obligaba ser su taburete.

 

Yo estoy todo el programa a sus pies, y en el descanso besa sus manos, así estaban el tiempo que ella quiera, luego le dice que se ponga la ropa de mujer que compraron recientemente, y que cene con ella, se ríe, le gustaba ver sus expresiones afeminadas cuando se sentaba o levantaba. Cada vez le gusta más, llegó un día en le pidió que le comparta con toda la población posible y publique sus actividades por todos los medios de comunicación para que la gente, las mujeres, claro, vea que no importaba su voluntad ni sus derechos. Fresa quería de verdad que vean que no oculta nada a la chicas de todo el mundo y que podían tratarle como les plazca.

 

Ella lo ha hecho, y el sumiso era feliz así; mostrando toda si sumisión.

 

Gracias Ama.

 

PD. Ya hace cinco años que sometí a mi hermano, y confieso que el tratamiento se me fue de las manos; en un año ya no mostraba dolor, vergüenza ni miedo; se convirtió en un sujeto totalmente inexpresivo, incapaz de expresar como se sentía; ya ni me divertía humillarle o agredirle. Después de cuatro años manteniéndole así acabé regalándoselo a Elvira. Según me dice mi amiga, ella se divierte organizando fiestas con amigas suyas, para que haga de sirvienta. Su madre además le tiene limpiando la casa a las órdenes de una chica de la limpieza; una autoritaria mujer que desde el principio le insulta y le maltrata, sabiendo que no mostraría más conciencia que una persona en estado vegetativo, y su madre, una ferviente feminista que no duda en tratarle peor que la propia chica de la limpieza, quien como Araceli, pasó a ser la supervisora del nuevo elemento; y... bueno, ya he dicho como le tratan. De todas formas mi hermano no se puede quejar. ¿No decía que se sentía atraído por mi mejor amiga? Pués él al final está en su casa.