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El equipo I: Descubriendo mi sexualidad

en Gays

Durante toda mi vida he jugado al fútbol. Mis primeros recuerdos son con un balón en los pies y los momentos más felices de mi vida los he vivido junto a mis compañeros sobre un campo de césped. Desde que ganara mi primer torneo con apenas seis años (la liga infantil de mi barrio), supe que era el fútbol a lo que me quería dedicar y triunfar como deportista.

Durante mi infancia y adolescencia crecí como persona y jugador en diferentes equipos, siempre dando el máximo y sabiendo la dura realidad y el bajísimo porcentaje de adolescentes que consiguen convertirse en futbolistas profesionales. Por suerte, los años de esfuerzo dieron su resultado, y al cumplir los 18 años recibí una oferta para convertirme en futbolista profesional por parte de un club que militaba, y todavía lo hace, en la 2ª División B española.

Desde entonces y hasta ahora con 22 años he conseguido vivir del fútbol, con un sueldo normal, lejos de grandes lujos pero que me permite cubrir mis necesidades y dedicarme a la profesión que me apasiona.

En estos cuatro años he podido conocer también la dinámica y las relaciones de un vestuario profesional y hacer grandes amigos. Una plantilla profesional no es muy diferente de cualquier otra de categorías inferiores, pero el hecho de que se trate de un trabajo y no de simplemente una afición hace que se respire un fuerte clima de responsabilidad y esfuerzo en cada entrenamiento.

Con todo, a parte de compañeros de trabajo, en este equipo éramos todos amigos. Uno de mis compañeros más cercanos, Dani, se había convertido en prácticamente un hermano para mí. Como yo, Dani había peleado duro y renunciado a muchas cosas para intentar ser futbolista profesional. Ambos habíamos llegado al equipo el mismo verano, pero él era dos años mayor que yo y firmaba su segundo contrato profesional después de un periplo de dos años por diferentes ligas menores centroeuropeas.

El hecho de ser los dos nuevos nos unió desde las primeras semanas, y desde entonces fuimos una pareja inseparable dentro y fuera del vestuario, íntimos amigos y compañeros de habitación de hotel en cada una de las concentraciones del equipo cuando había que desplazarse a jugar fuera de casa.

Sin embargo, Dani y yo no nos parecíamos demasiado pese a la gran amistad que nos unía. El era impulsivo, fuerte y decidido, cualidades muy valoradas en su posición de defensa central. Su gran altura y su musculoso cuerpo le permitían imponerse físicamente y en muchas ocasiones lo llevaban a ser excesivamente bruto.

Por mi parte, yo era un jugador más técnico que físico, con un perfil más bajo y unos comportamientos menos escandalosos. Mis 175 centímetros me permitían moverme por el centro del campo con soltura, y aunque mi constitución no era excesivamente delgada, era ágil y ligero en mis movimientos.

En cuanto al tema de chicas, me cuesta admitir que en ese aspecto sí que nos parecíamos bastante. Yo nunca había tenido demasiado éxito con ellas y me ponía nervioso al intentar acercarme, mientras que Dani siempre había parecido más interesado en hacer el cabra y entrenar que en las mujeres, por lo que nunca le había visto con ninguna.

Pese a mi miedo a acercarme a ellas, yo sí que había llegado a estar con alguna mujer, sobre todo en mi adolescencia, en la que perdí mi virginidad a los 17 años. Sin embargo, desde hacía un tiempo me estaba dando cuenta de ciertos pensamientos que, poco a poco, comenzaba a sospechar que siempre habían estado ahí.

Siempre había convivido con más hombres en vestuarios y había acudido junto a ellos desnudo a las duchas comunes. Pero últimamente comenzaban a pasarse por mi mente pensamientos en los que nunca había reparado. Cada vez me costaba más evitar fijarme en los diferentes miembros de mis compañeros de equipo. Los observaba con todo el disimulo que podía e imaginaba como sería metérmelos en la boca, palpar con la lengua su flacidez y succionar hasta notar como poco a poco se llenaban de sangre en mi boca hasta quedar totalmente erectos. Me fijaba en los diferentes tipos de pollas que tenía ante mí: grandes, más pequeñas, operadas, con el prepucio intacto, con pelo o sin él… Y me sorprendía al ser yo el que comenzaba a tener una erección. En más de una ocasión me vi incluso obligado a cambiarme deprisa y salir de allí para evitar que mis compañeros notaran que estaba duro como una piedra.

Después, en la tranquilidad y soledad de mi casa me masturbaba con todos esos pensamientos y daba rienda suelta a mi imaginación al imaginarme alguna de esas pollas a mi entera disposición. En ocasiones incluso llegaba a acariciarme el ano, cubierto de pelo pues nunca me había depilado esa zona, e introducía alguno de mis dedos en él para tratar de imaginar cual era la sensación que debía suponer ser penetrado.

Siempre he tenido una mentalidad abierta en lo que sexualidad se refiere, y no he juzgado jamás a nadie por sus gustos. Por tanto, y ante la curiosidad que sentía, en lugar de avergonzarme y tratar de reprimir mis instintos comencé a dejar fluir a mi imaginación y a pensar en cómo podría comenzar a experimentar. Sin embargo, sí tenía miedo de ser rechazado, o de incomodar a cualquier hombre al que intentara acercarme.

Por suerte no tardó en asomar un posible camino a seguir.

Era el mes de marzo y la temporada estaba en su fase más decisiva. Esa semana teníamos un desplazamiento para jugar contra el líder de la categoría y viajaríamos el sábado para preparar con tiempo el partido del domingo. Era jueves y el entrenamiento había sido demoledor, por lo que todos nos estábamos relajando en las duchas. Tenía los ojos cerrados mientras el agua caía por mi cuerpo. Al abrirlos miré con disimulo al compañero que tenía al lado. Era Dani, que terminaba de aclararse el pelo rubio mientras el agua con jabón resbalaba por su musculoso cuerpo y llegaba a su pene, con un vello púbico también rubio y bien recortado. No era una polla demasiado grande, dentro de la media, pero su forma me resultaba increíblemente excitante. El glande estaba totalmente cubierto por piel, pero aún así esta dejaba intuir un capullo generoso, de buen tamaño aún sin tener el miembro erecto.

Había fantaseado decenas de veces con agarrar esa polla y destapar el glande. En verlo totalmente descapuchado y duro. Aquella polla rubia y venosa, con unos huevos grandes y depilados estaba comenzando a obsesionarme. Noté un amago de erección bajo el agua de la ducha, sin darme cuenta llevaba un buen rato mirando aquel miembro y podría haber levantado las sospechas de alguien.

Al levantar la vista para ver si Dani había terminado de aclararse el pelo me encontré con sus dos ojos clavados en los míos. Me sobresalté y traté de disimular girando levemente para apartar mi mirada de él. Sin embargo, cuando eché otro vistazo, Dani seguía mirándome, esta vez con una sonrisa amable. No parecía haberle importado demasiado el descubrirme mirando con interés su pubis, desde luego no parecía escandalizado ni molesto.

Con todo, yo seguía avergonzado de haber sido sorprendido, y no volví a mirarlo durante el resto de la ducha. Los compañeros fueron poco a poco acabando y saliendo al vestuario anexo a las duchas para vestirse. Yo estaba intentando hacerme el despistado y esperando a que Dani saliera para poder relajarme, pero parecía no tener demasiada prisa en acabar la ducha.

Finalmente, oí que el grifo de su ducha se cerraba y que él se movía hasta la barra de las toallas. Seguí de espaldas para evitar encontrarme cara a cara con él desnudo, todavía abochornado, cuando de repente, al pasar Dani por mi lado noté un leve pero claro roce en mi nalga izquierda. Había sido demasiado sutil como para haber sido casual. Aquel roce había sido una clara caricia a mi culo. Me giré sorprendido, justo a tiempo para ver a Dani, de espaldas, salir tranquilamente de las duchas caminando descalzo.

Respiré profundo y traté de relajarme para evitar que el resto del equipo notara algo raro antes de salir al vestuario. Al salir, no pude evitar mirar de reojo a Dani, que me miraba sin disimulo con una sonrisa de complicidad. Aquella mirada terminó de disipar mis sospechas sobre la intencionalidad de ese roce y provocó una erección bajo mi toalla que disimulé rápidamente.

Esa misma tarde me masturbé pensando en la polla de Dani y en el agua con jabón resbalando por ella. Había fantaseado con ella cientos de veces, pero nunca había pensado que esos pensamientos pudieran ir más allá. Siendo realista, pensaba que si quería tener algún tipo de contacto con el género masculino tendría que alejarme de mi entorno y tratar de ser discreto, pero aquella mirada de complicidad abría un mundo de oportunidades dentro de mi propio vestuario de equipo.

Tras pensarlo durante todo un día, llegué a la conclusión de que quería llevar a cabo mi fantasía, quería poder acercarme a la polla de Dani y probarla. Visto lo visto, el interés era mutuo, y el viaje de ese fin de semana iba a ser una oportunidad única para poder forzar un encuentro. Como ya había explicado, Dani y yo solíamos ser compañeros de cuarto en las concentraciones, lo que dejaba a nuestra disposición una noche entera juntos en la intimidad de una habitación de hotel.

Al montar el sábado en el autobús que nos llevaría hasta la ciudad en la que debíamos jugar al día siguiente, Dani se sentó a mi lado, como era habitual. Todavía no habíamos hablado desde el incidente de las duchas, y yo no podía dejar de sentirme nervioso ante su presencia. Sin embargo, Dani parecía relajado, bromista y hablador como siempre lo había sido. Durante todo el viaje estuvo iniciando conversaciones hasta que conseguí relajarme, pero en mi mente todavía estaba presente la idea de que esa noche íbamos a dormir en la misma habitación.

Ya en el hotel, Dani y yo subimos a la habitación y nos repartimos las camas. Yo siempre prefería la más cercana al balcón porque me gustaba dormir con la puerta abierta siempre que el frío lo permitía. La cena se sirvió pronto, y tras la charla técnica del míster y un rato de esparcimiento en el hall con los compañeros de equipo, cada uno subimos a las habitaciones para tratar de descansar. De nuevo en la habitación, Dani se desnudó tranquilamente y se dirigió a la ducha, dejando la puerta del baño abierta.

Consideré aquello una invitación y sentí ganas de unirme a esa ducha y enjabonar yo mismo el cuerpo de Dani. De nuevo mi imaginación volaba rápido y ya estaba visualizándome de rodillas, mamando la polla rubia de mi compañero de habitación, que me miraba complacido y agarraba mi cabeza para marcar el ritmo de la felación.

Sin embargo, traté de ser realista y dejar de hacerme ilusiones, Dani había dejado la puerta abierta mientras se duchaba todas las veces que habíamos compartido habitación, aquello no significaba nada. Me acerqué a la puerta del baño y me asomé ligeramente. Dani se enjabonaba tranquilamente, de espaldas a mí. Observé su espalda fornida y su culo blanco como la leche, pero duro y respingón. Quise desnudarme y meterme en aquella ducha, pero no lo hice, y tras deleitarme con las vistas, me tumbé en mi cama y fingí leer el librillo con las instrucciones del hotel.

Dani salió desnudo de la ducha, secándose con la toalla su pubis. Parecía estar disfrutando con aquella situación y la tensión que se respiraba esa noche en aquella habitación. Empezaba a mosquearme y excitarme a partes iguales ante aquella situación y la actitud chulesca de Dani. Decidí atacar directamente a Dani y ser yo el que tomara la inciativa, tratando de sorprenderlo.

–Creo que voy a darme también una ducha – comenté mientras me desnudaba, orientándome estratégicamente de forma que mi culo quedara hacia él al agacharme a rebuscar en mi maleta.

Por el rabillo del ojo observé como Dani no apartaba la mirada de mi culo. Tarde más de la cuenta en sacar el neceser, con el corazón latiendo fuerte ante aquello que estaba haciendo. Quizá era una locura y me estaba arriesgando demasiado, quizá todo había sido una de sus bromas y no estaba realmente intentando provocarme. A pesar de todas las dudas que asediaban mi cabeza, lo cierto es que aquella situación me estaba poniendo terriblemente caliente.

Finalmente me incorporé con el neceser y me giré hacia la puerta del baño. Miré de refilón a la cama de Dani, y pude observar que aquella sonrisa socarrona había desaparecido para dejar paso a un rostro serio, que seguía mirándome sin disimulo. Incluso pude observar como, tumbado desnudo en la cama, parecía comenzar a tener una leve erección.

Esta vez fui yo el que dejó la puerta abierta, y comencé a ducharme intentando relajarme para poder disfrutar de la situación. Me di una ducha más larga de la cuenta, esperando a que en cualquier momento entrara en ella Dani, pero nadie vino. Cansado de esperar salí de la ducha y me sequé. Quizá todavía no lo había provocado lo suficiente como para que diera el paso.

Salí a la habitación y al mirar hacia la cama de Dani el corazón me dio un vuelco. Todavía estaba desnudo tumbado en ella, pero se encontraba acariciándose la polla suavemente mientras observaba mi reacción. Miré con la boca abierta como su pene estaba bastante grueso y el prepucio se había desplazado unos milímetros dejando ver ya la punta de su capullo, visiblemente hinchado.

Permanecí unos segundos paralizado, mirando aquella polla que poco a poco crecía ante mis ojos. Casi hipnotizado, después de esos segundos (que parecieron horas), me acerqué a los pies de la cama de Dani, apoyándome en el borde y estirando el brazo para tocar aquella maravillosa polla. Dani abrió un poco más las piernas y apartó sus manos para que tocara con total libertad.

Aquella polla estaba ya muy hinchada por la excitación, y comencé a acariciarla como él había estado haciendo hasta ahora. Masajeaba su polla y sus huevos suavemente, palpando toda su anatomía y sintiendo como crecía en mis manos. Dani parecía estar disfrutando tanto como yo, y miraba a su polla y mi cara alternativamente tratando de retener mentalmente aquella escena.

Cuando su polla estuvo lo suficientemente dura, la agarré completamente con mi mano y tire suavemente hacia abajo para destapar completamente su glande. Era morado oscuro, efectivamente de un tamaño considerable, mucho más grande que el mío. Comencé a subir y bajar mi mano rítmicamente, mientras con la otra acariciaba mi polla, dura como una piedra. Poco a poco me di cuenta de que la polla era más grande de lo que había calculado en mis estimaciones en el vestuario, y ahora que estaba erecta debía estar cerca de los 18 centímetros. Su diámetro era también considerable, y aunque podía rodearla completamente con mi mano, era bastante más ancha que mi polla.

La punta de su glande comenzó a humedecerse a medida que mis sacudidas ganaban intensidad, y de repente su polla se me antojó irresistible. Había imaginado muchas veces mamar la polla de Dani, y ahora estaba listo para hacerlo. Me tumbé en la cama boca abajo, con cuidado de no hacerme daño en mi polla erecta, y situé mi cabeza entre las piernas de Dani, que seguía observándome en silencio.

Con timidez saqué mi lengua y lamí aquellas gotitas que comenzaban a brotar de su polla. Un sabor salado inundó mi boca, un sabor que todavía me puso más cachondo y me hizo desear más. Lamí con menos miedo el glande de Dani, endurecido y tembloroso por pequeños espasmos de placer. Recorrí con mi lengua todo el tronco de la polla, centrándome en el frenillo y bajando poco a poco hasta toparme con su vello púbico recortado. Quería metérmela en la boca, pero el glande de Dani era realmente grande y temía herirle con mis dientes.

Mientras me lo pensaba comencé a comerle los huevos. Primero lamía todo el escroto suavemente y poco a poco ganaba intensidad hasta meterme cada uno de los huevos en la boca y succionar levemente. Los gemidos de placer que emitía cada vez que hacía aquello me indicaban que iba en el buen camino. Decidí que merecía la pena correr el riesgo e intentar meterme aquella polla en la boca, puesto que mi calentón me lo pedía a gritos.

Agarré la base de su polla y la orienté ligeramente hacia abajo hasta colocar su glande en mis labios. Ajusté los labios a su capullo y abrí la mandíbula al máximo. Poco a poco descendí la cabeza y aquella tremenda polla comenzó a entrar en mi boca. El sabor salado se intensificó mientras movía la lengua alrededor de su capullo. Era la primera polla que me comía en mi vida y la sensación no podía ser más excitante. Comencé a mamarle la polla a Dani con mayor rapidez, bajando todo lo que podía hasta notar su capullo golpear contra mi campanilla. Pese a mis esfuerzos, apenas podía tragarme la mitad de su polla, pero no parecía importar a Dani, que comenzó a acariciarme el pelo mientras movía las caderas para marcarme el ritmo que debía llevar.

El tiempo pasa muy rápido cuando estas comiéndote una buena polla. Después de unos minutos de mamada, Dani se incorporó levemente y tiró de mí hacia él. Quedé tumbado encima de él, desnudos y con nuestras pollas aprisionadas entre nuestros cuerpos. Me besó con lengua con decisión, mientras sus manos se fueron hasta mis pezones y comenzaron a jugar con ellos. Entregado como estaba ante él, dejé que me volteara y me tumbara boca arriba en el colchón.

Saltó ágilmente y se colocó entre mis piernas, sentado en cuclillas y con mi polla a su entera disposición. La garró por la base y se lanzó sin preámbulos a comérmela. Abrió su boca y lamió mi glande, que chorreaba ya líquido preseminal. Cuando hubo limpiado mi capullo, me miró sonriente antes de abrir la boca y comenzar a meterse mi polla en ella hasta que su nariz se chocó con mi pelo púbico.

La sensación fue tan intensa que me retorcí de placer. Aguantó unos segundos con mi polla atascada en su garganta, haciéndome sentir en mi capullo las convulsiones de las arcadas que intentaba controlar. Jamás me habían hecho algo parecido, mi polla estaba totalmente cubierta de saliva, en incluso esta comenzaba a gotear por mi escroto y deslizarse hasta mi ano.

Después de unos minutos mágicos de mamada en la que Dani repitió aquella acción varias veces, yo ya solo podía pensar en ir más allá y en probar todas las mieles que mi primera relación homosexual me estaba ofreciendo. Casi sin darme cuenta y en pleno éxtasis, deslicé una de mis manos entre mis piernas hasta mi ano, y comencé a masajearlo como había hecho tantas veces masturbándome.

Sin embargo, Dani cogió mi mano y la apartó con decisión. Antes de que pudiera abrir los ojos para ver si aquello lo había molestado, note como me volteaba con fuerza y me colocaba boca abajo. Abrió mis nalgas y expuso totalmente mi ano, empapado de la saliva que había goteado desde mi polla mientras me la comía. Sentí como metía la cabeza con decisión entre mis nalgas y me comenzaba a lamer el ano con movimientos circulares. Gemí de placer mientras notaba como su lengua recorría los pliegues de mi ano y trataba de introducirse en él. Intenté relajarme para facilitarle la tarea, pero no podía dejar de retorcerme por el placer y la emoción de pensar en lo que iba a venir a continuación.

Dani estuvo comiéndome el culo sin prisa durante un buen rato, antes de ofrecerme un dedo, que chupé con ganas. Una vez bien húmedo, noté como la yema de su dedo empezaba a masajear mi ano, pulsando levemente hasta que finalmente casi fue mi culo el que engulló su dedo en lugar de que él me lo metiera. Era una sensación que ya conocía, pero mucho más excitante que cuando  yo mismo me penetraba.

Poco a poco repitió el proceso con otro dedo, y finalmente con tres. Mi esfínter se dilataba lentamente ante la presencia de sus dedos, y yo no podía aguantar más.

– Méteme ya esa polla, cabrón – supliqué– pero tendrás que ir con cuidado, nunca lo he hecho antes.

Dani pareció estar de acuerdo en mi petición y se dispuso a penetrarme. Me levantó con suavidad de las caderas y colocó una almohada debajo para dejar mi culo en un ángulo mucho más favorable para metérmela. Después de unas últimas caricias en mi ano, noté como la punta de su glande se colocaba en posición. Comenzó a empujar y mi esfínter notó la presión de su polla intentando entrar. Con delicadeza pero determinación siguió presionando la puerta de mi culo, pero no conseguía traspasarla.

Intenté relajarme para facilitar la penetración, mientras él abría mis nalgas y volvía a hacer presión para metérmela en el culo. Pero su polla no conseguía entrar a pesar de la gran excitación que ambos teníamos. Dani comenzó a ponerse nervioso, haciendo movimientos más bruscos sin conseguir penetrarme.

Excitado e impaciente como estaba, decidí pasar a la acción. Me incorporé levemente y tumbé a Dani en la cama. Después me puse en cuclillas encima de su cara, ofreciendo mi ano para que me lo masajeara y lamiera de nuevo. Una vez Dani se puso a comerme el culo de nuevo, yo me incliné hasta su polla y comencé a comérmela con mucha más intesidad que antes, tratando de abrir la garganta como poco antes le había visto hacer él. Estábamos haciendo el mejor 69 de mi vida, y el primero en el que era yo el que me estaba comiendo una polla.

Después de un rato de intensos lametones y con su polla y mi culo bien empapados en saliva, salté de su cara y me puse a cuatro patas, dejando mi ano bien ofrecido al que iba a ser mi primer hombre. Dani se incorporó y puso su polla en la entrada de mi culo, mucho más lubricado que antes. Comenzó a empezar y en seguida noté como en esa ocasión mi culo sí estaba receptivo.

Tras una breve presión, noté a mi esfínter dilatarse poco a poco, abrazando el poderoso glande de Dani. Era una sensación placentera después de todos los preliminares que habíamos hecho antes de llegar a la penetración, por lo que mis temores de sentir dolor poco a poco se fueron desvaneciendo. Cuando su glande estuvo completamente dentro de mi ano, sentí como mi esfínter se contrajo un poco, adaptándose a la anchura del tronco de la polla.

Siguió empujando lentamente, haciéndome sentir un placer hasta ahora desconocido. Agaché mi cabeza mientras seguía penetrándome para mirar mi polla, de la que se descolgaba ya un fino hilo de líquido preseminal. Con una mano lo recogí todo y lo lamí con ganas. Mientras tanto Dani llegó al final del recorrido, y note como sus huevos rozaban los míos. Permaneció así unos segundos, con su polla totalmente ensartada en mi culo y agarrándome de las caderas.

Después comenzó a retirar su polla lentamente antes de volver a introducirla. Estaba siendo una sensación maravillosa, notar como su pene recorría todo mi recto, rozando mi próstata y haciéndome gemir de placer. Dani parecía estar disfrutando de mi culo virgen, y me agarraba las nalgas con fuerza mientras incrementaba el ritmo poco a poco.

En un momento dado me hizo cambiar de posición, tumbándome boca arriba con mis piernas abiertas hacia arriba. De esta forma, podía mirarlo a la cara mientras me follaba el culo, además de que él podía sacudirme con fuerza mi polla y pajearme. Esta posición me estaba gustando más que la anterior, y la estimulación que me proporcionaba con su mano hizo que pronto notara como me acercaba al orgasmo. Dani pareció leerme el pensamiento y comenzó a agitar con más fuerza mi polla.

– ¡Vamos, córrete! – me dijo con una sonrisa morbosa –  quiero notar cómo te corres­ con mi polla bien metida en tu culo.

Empezó a follarme más de prisa, con movimientos muy amplios de cadera que hacían que su polla entrara y saliera casi por completo en cada embestida. Aquella estaba siendo la sensación más placentera de mi vida y no iba a aguantar mucho más. Un par de embestidas más y me corrí abundantemente sobre mi pecho. Borbotones de semen brotaron de la punta de mi polla mientras mi cuerpo comenzaba a convulsionar de placer descontroladamente. Dani no paró de follarme con fuerza hasta que terminé de correrme completamente, parecía que él también estaba a punto de llegar al orgasmo después de que mis esfínteres convulsionando estrujaran su polla dentro de mi culo. De nuevo limpié con mi mano la corrida, comiéndome cada uno de los borbotones que habían ido a parar sobre mi pecho.

Jadeando y queriendo más le hice sacar la polla de mi culo y lo tumbé encima de la cama. Ahora quería ser yo el que marcara el ritmo. Nunca me había sentado encima de una polla, pero resultó más fácil de los que esperaba. Me puse en cuclillas y su glande encontró rápidamente el camino para clavarse en mi interior. Comencé a saltar sobre ella con fuerza, moviendo mis caderas para tratar de crear más fricción. Dani observaba como mi polla, que comenzaba a desinflarse, rebotaba sobre su abdomen con cada sentada que hacía.

– Ahora voy a correrme yo, estas moviéndote de puta madre – dijo entre jadeos.

– Lléname el culo de leche – le contesté aumentando el ritmo – quiero sentirte corriéndote dentro de mí.

Dani me agarró el culo con fuerza y arqueó la espalda mientras cerraba los ojos y tensaba todos sus músculos. Note los espasmos de su polla corriéndose en mi culo y un líquido caliente inundar mi intestino. Me desplomé sobre su musculoso pecho y lo besé apasionadamente con su polla todavía clavada dentro de mí. Pero Dani todavía no había terminado conmigo.

Con cuidado sacó su polla de mi culo y me tumbó en la cama boca arriba con las piernas hacia arriba, como cuando me había hecho correrme. Se agachó y comenzó a comerme el culo, que comenzaba a chorrear toda la leche que había dejado dentro de mí. Succionó con énfasis, haciéndome ver las estrellas y notando como mi culo se vaciaba de semen. Una vez hubo terminado, subió hasta la altura de mi cabeza y me besó. Noté en mi boca el sabor de su semen mezclado con todos los fluidos de mi culo y su saliva. El sabor era salado por el semen, y los fluidos de mi recto sabían a lo que tenían que saber, pero aún así aquel sabor y su lengua juguetona me excitaron de nuevo.

Dani se levantó con una sonrisa y se dirigió al baño para ducharse de nuevo, pero esta vez sí me decidí a seguirlo. Allí, y bajo el agua caliente de la ducha, estuvimos jugando, chupando y follando un buen rato. Había sido mi primer encuentro con un hombre, y mi culo ya pedía a gritos repetir aquella maravillosa experiencia.