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G y punto (1)

en Lésbicos

2016. Lola, 30 años.
 
Las despedidas son dolorosas y más cuando la persona a la que le entregas todo (sentimental y físicamente) es desleal. Yo pensé eso. Me aferré durante 6 años a un hombre al que pensaba amar, pero descubrí que amaba a una mentira. Infidelidades e incluso calumnias dejaban una estela de sabor amargo a mi vida.
 
La amargura dio la bienvenida a la depresión y la depresión a los excesos. Salidas y fiestas con gente conocida y desconocida, bebidas y drogas. Pero nunca sexo; el sexo debía ser solo con una persona por la que al menos sintiera gusto o afecto. Aunque siendo sincera, muy en el fondo sentía que el sexo solo era con Sebastián. Después de 6 años debía guardar un luto obligatorio y no podía acostarme con alguien porque si. De hecho, Yo no quería hacerlo, aún sabiendo  que el ya estaba con otra persona y lo que yo hiciera o no con mi vida no le importaba. 
 
Pasaron algunas semanas y seguía matando mis noches con sesiones de sexo desenfrenado con mi mano izquierda y viendo el reprisse de los videos xxx que había hecho con Sebastián. Pero no era suficiente; yo lo quería a él como amante, como puta, como amiga con derecho, como sea. Solo pensaba en verlo una vez más y que me poseyera. Que mi mano sea la suya tocando mi clitoris y mis labios, que me masturbara y después me hiciera el amor como siempre lo hacía. Pero no estaba y no estaría más. Y con rabia me tocaba duro solo para acabar y castigarme por haber sido tan estupida todos estos años. Como siempre, terminaba llorando y tomando pastillas para dormir. 
 
Decidí viajar a un lugar calmado para tratar de encontrar el punto en donde perdí mi amor propio por vivir la vida de otra persona, pero no pasó. No me encontré, no me analicé, ni siquiera hice el intento de buscarme. Entonces un día recibí una llamada durante mis vacaciones en la que me informaban que había sido seleccionada para ocupar un puesto en una vacante a la que había aplicado. Era mi luz al final del túnel. Un nuevo empleo, gente nueva, el cambio que necesitaba para renovar mi alma y entretener mi mente. 
 
Era mediados de octubre y empezaba mi nueva vida laboral como representante de ventas junior en una empresa de servicios. Lastimosamente para la empresa, yo de ventas sabía nada y estaba convencida de que ni siquiera sería capaz de vender un lingote de oro por $10, sin embargo, ellos confiaban en mi experiencia en el medio y pensaban que con un poco de entrenamiento lo haría bien. Para esto, me pondrían bajo supervisión de una representante de ventas senior que trabajaba de forma externa para la empresa, es decir, no estaba en nómina y solo ganaba comisiones. Durante la primera semana todos hablaban de lo mucho que aprendería con ella, de toda la experiencia que tiene y de que todas las empresas se mataban por contratarla, pero que ella se sentía a gusto con su posición actual. Ante tanta maravilla empecé a sentir nervios e inseguridad pues pasaría casi 7 horas diarias con una eminencia en ventas. 
 
Llegó el día en que me presentarían con ella. Su nombre era Gayle y no sabía cómo pronunciarlo, mis manos sudaban, mi cuerpo temblaba y solo me rogaba mentalmente que no dijera alguna estupidez. Entonces sonó mi teléfono y era mi jefe quien me pedía que vaya a su oficina para conocer a Gayle. Cuando llegue hasta su despacho la puerta estaba entreabierta. La empuje un poco y vi, frente al gran ventana,l a una mujer alta, de cuerpo esbelto, brazos firmes, cabello rubio largo, muy bien arreglada con un vestido beige ceñido y tacones negros. Era notorio que practicaba algun deporte o iba al gym a diario. La vi y me sentí más insegura. La vi otra vez y no evité compararme con ella. Yo, con mi cabello negro a los hombros, piel pálida, ni gorda ni flaca pero para nada atlética. Con unos pantalones negros  y una camisa blanca. Y la vi otra vez y era la mujer más atractiva que había visto en mi vida. No podía pronunciar ninguna palabra. Entonces ella se viró y caminó hacia mí y sonriéndome me saludo con dos besos en las mejillas. Yo no sabía que estaba sintiendo y ni siquiera sabía si estaba nerviosa por ella o por mí. Si mi jefe estaba hablando yo solo escuchaba un eco porque todo me parecía nada alrededor de Gayle. 
 
La reunión poco a poco se volvió amena y Gayle me transmitió tanta confianza que mis nervios se calmaron un poco... hasta que pronuncie su nombre: 
 
  -Dios! No se pronuncia asi. Mira, mejor dime G y punto. 
 
Y entonces se levanto y me dijo que al día seguiente tenía programadas unas visitas a un par de clientes y debía acompañarla como parte del entrenamiento. Yo solo asenté con la cabeza y volví a mi puesto y desde ese momento solo quería saber más sobre ella: cuanto tiempo llevaba trabajando para la empresa, si comía en el área de cocina como el resto de los empleados, si tenía familia, esposo, novio, todo, quería saberlo todo aunque no sabía que me motivaba a hacerlo. 
 
Al día siguiente decidí arreglarme mejor ya que nunca había hecho visitas comerciales y algo que aprendí en un curso fue que siempre debía presentarme impecable, maquillada con sobriedad y peinarme, que era lo que más odiaba hacer en mi vida. Maquille mis grandes ojos y mis pestañas se veían hasta la luna. Mal que lo diga, pero muchas personas me han dicho que mis ojos son bonitos y mis pestañas preciosas así que decidí que ese sería mi atractivo y lo explotaría. Me puse un vestido azul marino hasta las rodillas muy decoroso y tacones de color camel con un bolso a juego.
 
Cuando llegue a la oficina mis compañeros no dejaban de halagarme (pues durante toda la semana vieron a una mujer pálida vestida con algo muy parecido a unos pijamas). Me senté a mi escritorio a ordenar unos papeles y aún no llegaba nadie del área en el que trabajaba. Entonces, escucho el ruido de la puerta principal y unas pisadas firmes de tacón. Era G. Mi corazón empezaba a latir más fuerte y mis manos a sudar. Solo pensaba: “Dolores, no la cagues, piensa antes de hablar, no tartamudees, no te muerdas los labios, no te muerdas las uñas”. Y aparece ella por la puerta con una camisa blanca y una falda en color azul índigo. La sensualidad que desbordaba en cada paso que daba me dejaba atónita. No entendía lo que me pasaba pero esa mujer me descontrolaba totalmente. Se paró detrás de mí, puso sus manos sobre mis hombros y me dio unas palmadas junto con un beso en la cabeza y me dijo con voz suave: 
 
  -Vamos nena, es hora de tu entrenamiento.
 
Como pude me pare porque sentía que mis piernas se derretían. La seguía sin mirar a ningún otro lado más que a sus tobillos y mientras tanto me preguntaba y decía: por qué esa mujer me provocaba todos esos espasmos que sentía? Acaso me gustaba? No, imposible. Yo no soy lesbiana, no lo soy... creo”. Simplemente decidí dejar de pensar en eso y, como sea, concentrarme en aprender de sus habilidades en ventas. Después de todo, de eso dependía mi estabilidad en mi nuevo empleo. 
 
Cuando entramos a su auto ninguna de las dos hablaba. Ella solo me miraba de reojo y por último se puso sus gafas quizás para evitar tener contacto visual conmigo. En ese momento pensé que le caía mal o no terminaba de convencerla para el puesto. Quizás ella quería el empleo para alguna amiga o amigo cercano y yo llegue para arruinar sus planes. O sería que estaba mal vestida, maquillada, desprolija... me volvía loca en mis pensamientos. Ella empezó a conducir y yo empecé a sudar como nunca y a toser por el nerviosismo. Entonces habló: 
 
  - Quieres que apague el aire acondicionado, o subo un poco la temperatura? No quiero que te enfermes y que contagies a mis clientes- lo dijo dibujando una sonrisa irónica. 
 
  - No, estoy bien -respiré hondo y seguí- es que estoy nerviosa, ya sabes... no tengo mucha experiencia y tengo un poco de miedo de hacerlo mal. 
 
  - Y exactamente a qué le tienes miedo o por qué estás nerviosa? Si apenas estás aprendiendo! Por ahora y un par de semanas más estarás justificada si tienes errores, pero después de eso necesito que ya te desenvuelvas con seguridad tu sola. No siempre me vas a acompañar a las visitas. Ya llegara el punto en el que vayas tú sola. 
 
  - Ok, Gayle. Eso me puso más nerviosa. 
 
  - Que no digas mi nombre porque lo pronuncias mal!!!. Solo dime G, a secas -Sonrió. 
 
Empecé a sentirme más cómoda conversando con ella y notaba que ella también sentía lo mismo. Prosegui:
 
  - Por qué te pusieron ese nombre tan difícil de pronunciar?
 
  - Hey! A menos el mío solo es difícil de pronunciar. El tuyo conlleva muchos sufrimientos: DO-LO-RES, jajaja. 
 
  - Mi madre prefiguro lo que seria mi vida jaja, creo que me hizo spoiler sin saberlo. 
 
Y reímos aprovechando que la luz del semáforo estaba en rojo hasta que ella se quito las gafas y nos quedamos viendo fijamente sin siquiera pestañear. Entonces G reaccionó: 
 
  - Tienes unas pestañas preciosas... de hecho, tus ojos completos son preciosos, aunque siempre están vidriosos como si estuvieras a punto de llorar. 
 
  - recuerdas mi nombre? Pues hay mucho de eso implicado en mi vida. 
 
  - No, Dolores! Deja que ese sea sólo tu nombre no el giro de tu vida. Es más, ni siquiera te llamaré así. A las Dolores les dicen Lola, no? Bueno, te llamaré Lola. 
 
  - Qué ingeniosa -le dije haciendo los ojos para arriba- Justamente, todos mis amigos me llaman Lola.
 
  - Bueno, en menos de 15 minutos ya me he declarado tu amiga... Lola, Lolita...
 
G puso el auto en marcha otra vez y yo no podía dejar de ver en mi mente sus labios cuando pronunciaba mi apodo. Lo-li-ta. Veía su lengua tocar sus dientes para pronunciar la L y de inmediato imaginé su lengua tocando la mía. Inconscientemente, crucé mis piernas para presionar mi vagina. Estaba mojada. G hizo que me mojara. No, yo no soy lesbiana. Mi lascivia no podía llegar a eso. Mis deseos depravados sólo los podía llevar a cabo con Sebastián; se lo juré aunque él seguramente ya estaba satifaciéndo sus deseos con otra persona. 
 
En seguida Gayle me despertó de mis fantasías anunciándome que habíamos llegado. Entramos a un edificio un poco viejo en el que incluso el elevador no estaba en funcionamiento y tuvimos que subir por las escaleras. Mientras lo hacíamos, no podía dejar de mirar su espalda perfecta, su cabellera con reflejos dorados y disfrutar el aroma que desprendía su cuerpo. Nunca me hubiera imaginado que una mujer pudiera provocar esas sensaciones en mí. Fui criada en un hogar con normas morales y religiosas estrictas en donde eran inconcebibles las relaciones homosexuales, aunque mis padres no criticaban ni despreciaban a las personas que decidían tener tales prácticas. Claro, siempre y cuando una de estas personas no sea uno de sus hijos. 
 
Llegamos a la oficina del primer cliente. Era un hombre de unos 60 años muy amable y carismático. Apenas, empezó nuestra reunión G me presentó y yo sólo sonreía y miraba con atención cada gesto que ella hacía aunque realmente lo que necesitaba era concentrarme en su discurso de vendedora experta. Su forma de expresarse era tan natural y jovial que entendía por qué el pobre hombre la miraba embelezado. Gayle podría haberle vendiendo caca de perro y él le compraría 1000 kgs sin pensarlo. Una hora después la reunión terminaba y ella se sentía satisfecha porque sabía que había asegurado al cliente al menos por medio año más. 
 
Mientras bajábamos las escaleras el cel de G sonó: era el segundo cliente cancelando la reunión.
 
  - Y ahora, qué hacemos? - le pregunté
 
  - Vamos, te invito un café y mientras te explico un poco más de este negocio.
 
Ya en la cafetería, Gayle me dirigió a una mesa que estaba alejada de la entreda del local para evitar el ruido de la gente que entraba y salía. Me senté a la mesa y ella fue por el café. Cuando regresó, inició la a conversación sobre la historia de la empresa, luego los los clientes importantes, los proveedores, los empleados y, finalmente, quizo saber de mí:
 
  - Y cómo te enteraste de la vacante acá?
 
  - Una amiga que trabaja en una empresa proveedora de ustedes me avisó. 
 
  - Proveedora de "nosotros" Lola -me corrigió G- Ya eres parte de la empresa. 
 
  - Ok, eso. Entonces apliqué y me llamaron. 
 
  - Y por qué decidiste renunciar a tu antiguo trabajo? Ví tu CV y al parecer tenías un buen puesto, buen sueldo y estabilidad. 
 
  - Pues muchos años trabajando en el mismo lugar cansa -repliqué-. Al menos yo me cansé y empecé a tener mal humor. Así que ví en esta mi oportunidad para renovarme. 
 
  - Y dime, estás casada, tienes novio, vives con tus padres... 
 
Mi mente empezó a volar. Por qué me preguntaba todo eso? Sentí cómo mis pezones empezaban a endurecerse y mi cara debío delatar mi asombro ante el bombardeo de preguntas porque al instante G agregó:
 
  - Te preguntó porque, no sé si te lo dijeron, pero una vez al mes viajamos al interior para visitar a los clientes de esa zona. 
 
  - Sí, me lo informaron -dije con voz temblorosa- Y respecto a tus preguntas: soy soltera y vivo con mi mejor amiga. 
 
  - Qué bien. Mira, normalmente los viajes son de 2 a 3 días así logramos cubrir todas visitas que debemos realizar. La empresa cubre todos nuestros gastos: el hotel, comida, movilización, todo. 
 
  - Y el hotel qué tal es? -pregunté. 
 
No lo creía. De todo lo que me dijo sólo pregunté por el hotel? No se me ocurrió preguntar por la personalidad de los clientes, si eran VIP o no, etc? Mis nervios jugaron en mi contra y me metí un autogol. Me di cuenta que en la cara de Gayle se dibujó una sonrisa algo perversa, como si hubiera estado esperando la oportunidad para lanzar su anzuelo. Y entonces, empezó a pescar:
 
  - Es un hotel de 4 estrellas en el que puedes concederte ciertos gustos. Por ejemplo, yo siempre pido que la sábana interior de mi cama sea blanca y la superior azul y 4 almohadas. 
 
  - 4 almohadas? por qué pides tantas? -le pregunté frunciendo mi ceño. 
 
  - porque me gusta dormir abrazando almohadas.
 
  - y tú no tienes novio? -ahora quién interrogaba era yo. 
 
  - No y de una vez te contesto el por qué. Desde hace unos años entendí que no hay mejor amor que el se tiene a uno mismo. Sólo así me podré encaminar hacia un amor en pareja sólido y podré hacerme feliz y hacer feliz a otra persona. Pero por ahora sigo amándome a mí y amo lo que hago cada día de mi vida. 
 
  - No crees que es un poco egoista?
 
  - No! Por qué? Lo sería si creyera que he encontrado a mi alma gemela y yo misma no permita amarnos. Mira, el amor hacia uno mismo te permite... 
 
Y mientras ella hablaba yo creía escuchar a la misma Atenea dándome buenas lecciones de vida, autoestima, satisfacción personal y todas esas cosas de las que yo carecía. Trataba de memorizar cada movimiento de sus manos para dar énfasis a sus afirmaciones y adentrame en sus ojos cada vez que los abría de forma desorbitante cuando decía algo importante. Yo oía pero no escuchaba; prefería ver, imaginar y sentir. Ya no me importaba si era mujer, sólo pensaba en la atracción que sentía hacía ella y rogaba que el fondo de su ser sintiera la misma atracción hacía mí. Entonces Gayle me hizo pisar tierra:
 
  - Dolores, me estás prestando atención?
 
  - Sí, claro - y dije rápido- Ya es tarde, no? Regresamos a la oficina o ya podemos irnos a nuestras casas?
 
  - A esta hora ya no hay nadie en la oficina. Te llevo a tu casa?
 
Ante oferta tan tentadora era irresistible negarme, pero mi comportamiendo no sería el apropiado y tenía miedo de que mis impulsos me llevaran a decir o hacer alguna burrada por lo que opté por pedir un taxi. Ella esperó hasta que el taxi llegara a recogerme y nos despedimos con dos besos en las mejillas. Antes de irme, me recordó que al día siguiente no saldríamos sino que me enseñería a usar el sistema de cotización de la empresa. Asentí con la cabeza, sonreí y me fui. 
 
Al llegar a casa corrí a mi habitación. No aguantaba más. Mis bragas estaban empapadas por todas las nuevas emociones que había experimentado ese día. Me desvestí y me tiré a la cama repasando cada minuto que pasé con Gayle. Empecé a tocar mi pecho imaginando que ella colocaba sus manos sobre mis senos y mi cuerpo sintía un escalofrío indecente. Sus dedos largos, suaves y delicados descubrían mis zonas más sensibles y mientras mi mente decía que estaba mal mis piernas se abrían de a poco y mi conchita se humedecía aún más. De pronto, recuerdos pasados invadían mi fantasía. Imaginaba a Sebastián besándome abajo, metiendo su lengua entre mis labios vaginales aunque en realidad eran mis dedos los que trabajaban. Gayle en mis senos, Sebastián en mi concha. Pensaba en Gayle, pensaba en Sebas. En Gayle y Sebas. En los dos. En un trío. Quería a Sebastián, aún amaba a Sebastián y mi mente empezó a recordar a su pene erecto atravezando mi vagina mientras imaginaba a Gayle poniendo sus senos en mi boca y manosando los míos. Los quería los dos y me masturbaba con furia. Gemía, me decía puta. Estaba siendo mala: le decía a Sebastián que ahora tenía que compartir mis pensamientos con Gayle. Y me repetía "eres una puta mala Lola, eres una puta mala" y gemía más y más, mis dedos entraban y salían hasta que por fin llegó mi premio. Mi delicioso premio.