miprimita.com

Un Loko_uruguayo (primer encuentro)

en Hetero: General

Hola! Me he tardado en publicar. Estoy entrando a mi sexto mes de embarazo y estuve pasando días en los que parecía explotar por mi quebrantada salud. Por suerte, todo ha mejorado y me he permitido escribir un poquito. Ojalá les guste este relato.
 
 
*****
 
2011, 24 años.
 
Después de años de idas y vueltas, peleas y reconcilaciones, sexo telefónico, sexo por videoconferencia, etc, Sebastián y yo nunca lográbamos definir cuál era nuestra relación y cuándo podríamos vernos en persona. Y si nos veíamos en persona, qué más pasaría.
 
Para Octubre de 2010, mi lista de amigovios la componían 2 Andrés, uno socialista y político y el otro, Argentino huérfano liberal; y Kike, el atractivo hijo de mamá. Todos ellos tenían estas cosas en común: usaban barba, les interesaba la historia, cultura, política, etc, y eran muy aplicados en todo lo que estudiaban o proyectos que tenían. Estas relaciones fueron más de intelecto que de físico. En muchas ocasiones tuve la oportunidad de tener sexo con ellos, pero siempre había algo que me detenía. Y es que hace mucho tiempo, yo me había jurado que la primera vez que me acostara con alguien sería por un amor y un deseo intenso, en este caso, los que sentía por Sebastián.
 
Para Octubre de 2010, en cambio, Sebastián había iniciado una relación con una mujer con muchos problemas existenciales y, para empeorar las cosas, en un ataque de emoción, decidieron que querían tener un hijo para lo cual ninguno de los 2 estaba preparado. Al final, la relación de ellos terminó y la madre del niño decidió ir a vivir a otro país llevándose al bebé aún en su vientre. 
 
Sebastián llegó a ser padre en enero de 2009. No fue a conocer a su hijo sino hasta 6 meses después de que nació. Durante todo ese tiempo yo fui su pañuelo de lágrimas y lo animaba cuando se sentía deprimido porque no podía verlo. Sin embargo, me sentí relegada y entonces decidí que debía empezar a salir un poco más, conocer gente, estudiar algo... en fin, buscar algo que llenara el tiempo que le dedicaba a Sebastián, una persona que no estaba cerca de mí y para la que yo, en realidad, era su comodín para cuando estaba aburrido. Entonces, en Septiembre entré a clases de Francés y conseguí mi primer empleo formal en una agencia logística. Al poco tiempo hice amistad con 3 compañeras y empezamos a salir frecuentemente. Allí, una de ellas me presentó a Kike y el gusto que sentimos el uno hacía el otro fue al instante. Todo iba bien con él a pesar de ser una relación informal, hasta que en Octubre de 2010, Sebastián me dijo que viajaría a ver a su hijo a la ciudad en la que vivía, Lima, y ya que yo estaba por tomar mis vacaciones, quería saber si podía arreglar para vernos. El dominio que Sebastián tenía sobre mí era tal que, sin pensarlo ni dudarlo, le contesté que sí y terminé lo que tenía con Kike aprovechando una pelea. 
 
El viaje lo haría con una amiga ya que, de todas maneras, Sebastián era una persona un poco depresiva e inestable a la que nunca había visto en carne y hueso. Yo no conocía su entorno en Uruguay, no conocía a su familia, no conocía a sus amigos y él tampoco conocía eso de mí, sólo los detalles que nos contábamos por Messenger. Al final, Mariana (mi amiga de la universidad) aceptó acompañarme en calidad de "violinista", sin embargo, tuve que rogarle y convencerla porque los únicos pasajes que encontré eran para el 1 de enero de 2011 las 6 AM. 
 
La Nochevieja la pasé hablando por teléfono con Sebastián y, al igual que yo, se notaba bastante emocionado con la idea de que por fin nos conoceríamos en persona. Me dio los datos del hotel donde nos hospedaríamos para que haga la reserva y pueda llegar sin problemas. A las 3am fue el último mensaje que envié a Sebastián solo para decirle que saldría al aeropuerto. Después de eso no sabría nada de él, ya que por su itinerario, llegaría a la medianoche del 1 de enero al hotel. 
 
Cuando Mariana y yo llegamos a Lima, estábamos cansadas, sí, pero queríamos aprovechar el día para hacer compras. Ya en el hotel, dejamos las maletas en nuestra habitación, nos bañamos y salimos a conocer la ciudad. Las horas se me hacían eternas. Sólo compraba y caminaba. Mariana intentaba conversar sobre la ropa que mostraban los escaparates pero yo sólo quería que Sebastián llegara y así se terminarán mi ansiedad y nervios. Ya en la noche, fuimos a cenar y cuando regresamos al hotel, arreglamos toda la ropa que habíamos comprado (en mi país usamos dólares y con el tipo de cambio en Perú, todo era barato para nosotras). Mäs o menos a las 11 de la noche, empecé a alistarme para esperar a que Sebastián llegara. Me tomé mi tiempo en bañarme y cepillar mi cabello que en ese momento lo tenía en un corte bob cóncavo, bastante corto. Vi mi cuerpo en el espejo y pensaba en si realmente le gustaría. Yo creo que mi piel, su textura y color es bastante bonito, sin embargo, estaba saliendo de una crisis de bulimia que duró 4 meses, y estaba bastante delgada y pálida, mis senos pequeños lo mismo que mi derrier. Empecé a vestirme con la ropa interior roja que había comprado para ese día y toda mi inseguridad desapareció. Mi cuerpo se veía estupendo y el rojo de la ropa hacía un contraste natural como si lo hubiera editado con photoshop. Luego me puse un vestido blanco de algodón, me maquillé y salí del baño. Encontré a Mariana con las luces apagadas y casi durmiéndose:
 
  - Mariana despierta!! - Le dije mientras encendía la luz
 
  - Qué pasa? Ya llegó? - Me respondió restregándose los ojos
 
  - No todavía. Mírame, estoy bien? - mientras retrocedía para que pudiera verme de pies a cabeza. 
 
  - Estás de pijamas Lola, no te vas a presentar así ante él. 
 
  - Ay! tengo lencería roja por debajo. Ya sólo dime si estoy bien. 
 
  - Sí, estás bien... bien loca. Aún no sé cómo se te ocurrió venir Lolaloca. En serio, y si el tipo es un asesino? Y si es violador? O si te pide que hagas cosas raras? Mira, si te hace algo raro, debes salir corriendo como sea. No dejes que te ate, ni que te ponga una venda en los ojos, nada de vibradores ni consoladores y lo más importante Lola: haz que use preservativo. - apuntándome con el dedo índice en la cara - Júramelo!
 
  - Sí Maríana, lo juro y tendré cuidado.
 
Mi juramento no estaba siendo sincero porque lo que más quería Sebastián era hacerme el amor sin condón y pues... yo la verdad no estaba tan convencida de que lo primero que entre a mi vagina sea un plástico. De todos modos, tomaría mis precauciones cuando las cosas estén sucediendo. 
 
Hacía tiempo acostada en la cama junto a una Mariana ya dormida. Miraba las fotos que nos habíamos tomado en el día y cuando vi la hora 23:55 mi corazón empezó a latir con mucha fuerza. Sabía que encualquier momento tocarían la puerta y sería él. Empecé a morder mis labios, sentía dolor de barriga y mis pies no paraban de moverse. Sólo quería escuchar el toque de la maldita puerta y listo. Dieron las 00:10 y no llegaba. Yo me acercaba a la puerta cada vez que escucha sonidos desde el pasillo, pero todos eran falsa alarma. FInalmente, a las 00:15 la puerta sonó pero yo me quedé inmovil sentada en la cama por lo que Mariana tuvo que pellizcarme en el brazo para que abriera. Mi corazón estallaba. 
 
Al abrir, en la oscuridad de mi cuarto y sólo teniendo las luces de emergencia en los pasillos, veo una silueta delgada que se acerca a la puerta. Era él. Calzaba unos tennis negros, un pantalón del mismo color, una remera gris y su barba. No lo dejé ni hablar y me eché sobre sus brazos. Había deseado tanto sentirlo, tocarlo, olerlo y besarlo. Sentía como su abrazo era fuerte y su corazón latía con rapidez. Yo sólo quería llorar, llorar mucho porque yo lo amaba pero era un amor imposible por la distancia. Y ahora estábamos ahí los dos, abrazados casi ahogándonos por la emoción que sentíamos. Al separarnos, sólo nos vimos una vez más y sonreímos. Nos dijimos cualquier bobada que ya no recuerdo porque los dos estábamos muy nerviosos. Le pedí que subiera a su habitación a dejar la maleta y él acordó que revisaría que todo esté en orden y bajaría otra vez para avisarme y subir juntos. 
 
En esos minutos que nos separamos, recordé las mil maneras en que nos imaginamos que sería la primera vez que nos viéramos. Que nos besaríamos desesperadamente, que me haría el amor ahí mismo en la puerta de la habitación, que no aguantaría hasta llegar al hotel... Incluso, en una ocasión en el 2007, le pedí que me hiciera un regalo, pero no era uno cualquiera: le pedí que escribiera un relato sobre cómo imaginaba que sería nuestra primera vez y lo publicara en esta página y así lo hizo (aquí el relato de él: https://movil.todorelatos.com/relato/54734/). Al final, los nervios nos ganaron y ni siquiera nos besamos. Pero eso no importaba; lo que sí, era que él y yo ya estábamos en el mismo lugar en el mismo espacio de tiempo. Lo importante era que lo logramos, que dejamos el miedo o las dudas atrás y decidimos vernos. 
 
Ya habían pasado quizás 7 minutos y Sebastián no bajaba, entonces decidí subir para cerciorarme de que no le había sucedido nada malo. Sin embargo, mientras yo cerraba la puerta de mi habitación, veo que aparece bajando por las escaleras. Inmediatamente me quedé petrificada porque sabía que ya no había marcha atrás y ese día perdería mi virginidad con él. Como pude me repuse y empecé a subir las escaleras junto a él. Llegamos a la puerta de su cuarto y entramos. A él se lo notaba muy nervioso de verdad, porque sus movimientos eran un poco rápidos y torpes. Yo caminé hasta la cama, me senté en una de las almohadas y me recosté sobre la cabecera. La puerta del baño estaba justo a mi costado, a un par de metros. 
 
En cambio, Sebastián sólo caminaba de un lado a otro sacando cosas de su maleta, entrando y saliendo del baño; también sacó algunos regalos que había traído para mi otros para su hijo y mientras hacía eso le preguntaba cómo había estado su viaje, cómo estaba su familia, qué comió, en fin, hacíamos cualquier cosa menos acercarnos, hacer contacto visual, insinuarnos, o coquetear. No, nada de eso pasaba y lo peor de todo, era que, sin que haya pasado nada aún, yo ya me empezaba a mojar pero no sabía qué hacer. Era mi primera vez con alguien y realmente no sabía qué hacer. De pronto, Sebastián vuelve a entrar al baño, se lavó las manos y al salir, inesperadamente se lanza sobre mí, besándome con pasión y desesperación. Yo sólo correspondí al beso mientras sentía sus manos recorriendo mis piernas desnudas. Él besaba mi cuello y mi pecho y sólo me preguntó si estaba segura de que lo quería hacer a lo que respondí que sí. En ese momento de calentura era imposible negarme y menos aún cuando sentí uno de sus dedos introduciéndome en mi vagina. Esa sensación fue tan placentera pues los únicos dedos que habían estado allí eran los míos, cuando me masturbaba. 
 
Sebastián se sacó la camisa y luego me sacó el vestido blanco y el sostén. Él fue directo a mis pezones a chuparlos y morderlos con furia, como un pequeño bebe hambriento peleando por comida. En ese momento yo ya me sentía a explotar y descubrí cuánto me gustaba que hiciera eso en mis pezones. Luego me acostó y él se puso sobre mí besándo mi clavícula, cuello hasta llegar a mi boca... a ratos pensaba que él no sabía bien qué hacer porque quería hacer todo al mismo tiempo. A pesar de eso, su excitación era notoria porque se pronunciaba su pene erecto bajo su bóxer y yo solo quería verlo, tocarlo, metérmelo en la boca y chuparlo hasta hacerlo acabar; pero esos no eran los planes de él. Se tomó su tiempo besándome y masturbándome despacio sin sacarme aún la tanga roja. Solo frotaba con sus largos dedos e introdujo uno y después dos y lo único que hacía era preguntarme si me dolía. Obviamente, no me dolía porque yo misma me masturbaba con 3 dedos, pero sí sentía diferente. 
 
Después de besarnos y tocarnos por casi 20 minutos (en los que pronunciamos casi nada de palabras), Sebastián aragarró mi mano y la llevó hasta su miembro, sobre el bóxer. Cuando lo toqué, me mojé mucho más y sólo atiné a decirle que eso no entraría en mí sin sentir dolor, como una broma y él sonrío. Entonces, empezó a bajar mi tanga y abrió mis piernas y sin saber qué haría, bajó un poco y metió su cabeza en mi entrepierna. Lo que sentí era indescriptible. Era su lengua haciéndome sexo oral, el placer más rico que he sentido en mi vida. Era escucharlo jadear y era escuchándome gemir de placer. Estiré mis brazos a los lados de la cama y sólo me contenía agarrándome de las sábanas y sacándolas del colchón. Gemía más, lo rodeaba con mis piernas, quería que se quedará allí por el resto de su vida jugando con su lengua. Mis pezones y mi cara me ardían y logré pronunciar un "entra, por favor" invitándolo a penetrarme. Después entendí que él me había hecho sexo oral para que no me doliera tanto al momento de entrar en mí por primera vez. Cuándo él se incorporó, se sacó el boxer y se posó sobre mí nuevamente. Entonces empezó pasando la cabeza de su pene por mis labios vaginales durante un rato hasta que por fin, decidió introducirlo lentamenta. No lo voy a negar, me dolió, sentí un ardor terrible y toda la excitación que tenía se perdió. Él lo notó y paró unos segundos pero yo lo animé a continuar. Y es que no podía hacer nada más que continuar porque la primera vez de las mujeres casi siempre duele y eso lo tenía claro. 
 
Sebastián siguió en su va y ven despacio, eso sí. Yo solo trataba de emitir sonidos que le excitaran más aunque en realidad estaba sufriendo por el dolor. Llegó un punto en el que él también empezó a jadear así que supuse que yo no lo estaba haciendo mal a pesar de mi inexperiencia. De pronto, se agitó, empezó a acelerar la penetración durante unos minutos más y finalmente, hizo algo que me dejó petrificada: acabó en mi vientre. Sé que no se había puesto un condón, pero habíamos acordado que la primera vez sería así y luego tomaría una pastilla del día después. Pero quizás lo olvidó, sintió miedo ante la experiencia del hijo que ya tenía y al que no veía nunca. No lo sé. Sólo sé que tomé una esquina de la sábana para limpiarme y al levantarme nos dimos cuenta de la sangre que confirmaba la pérdida de mi virginidad. 
 
Luego de eso, creo que los dos estábamos tan cansados, frutrados e incómodos que sólo decidimos apagar las luces y dormir. 
 
Todo el tiempo que Sebastián y yo imaginamos cómo sería este momento fue una pérdida, porque no fue para nada similar. Éramos dos desconocidos que se juntaron para tirar, sólo eso. Y quizás desde allí debí darme cuenta de que con él todo iría mal siempre, como al final sucedió. Eso sí, en los siguientes años experimentamos muchas cosas en la cama y fuera de ella. Viajamos, conocimos a otras personas, él me conoció más a mí y yo creía haberlo conocido más a él. 
 
FIN.