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G y punto (2) - Confesiones.

en Lésbicos

Las semanas pasaban y cada vez me hacía más diestra en mi trabajo aunque rápidamente empecé a sentir que se volvía algo rutinario. Eso era un peligro para mí pues, si empezaba a aburrirme, probablemente querría regresar a mi dependencia enfermiza por la relación rara que tenía con Sebastián. Por otra parte, yo sabía que tenía una adición desmedida al sexo pero no me consideraba una ninfómana ya que la promiscuidad no era lo mío. Sin embargo, esa adicción me estaba llevando otra vez a un estado de depresión al no tener una pareja con quien defogar mi líbido y terminaba ahogándome en sesiones de autosatisfacción teniendo como climax el llanto. Extrañaba tanto a Sebastián pero no quería pisotear otra vez mi orgullo. 

 
Trabajaba para SCH Resources, una empresa que daba servicios de asesoramiento de compras en el exterior para importadores. Entre otras cosas, el cliente me daba los datos de su proveedor y el producto que quería importar desde cualquier país del mundo y nuestro equipo se encargaba de averiguar si la empresa proveedora estaba legalmente constituida en su país de origen, si no tenía problemas con el fisco, si tenía demandas, mala reputación, etc. SCH era la companía más grande de las pocas que daban este servicio en todo el país, por lo que entre mis funciones, estaría el viajar una vez al mes a otras 2 ciudades por clientes potenciales. 
 
Desde que Gayle empezó a entrenarme me daba instrucciones, técnicas de persuación y consejos de cómo debía manejar a los clientes yo sola. Ya era mi tercera semana y con ella venía nuestro primer viaje y, para no perder la costumbre, yo me moría de los nervios. La relación entre Gayle y yo cada día se estrechaba más debido a la cantidad de horas que pasábamos juntas trabajando, aunque debo reconocer que yo decidí poner un freno a mis emociones y concentrarme netamente en temas laborales. Sin embargo, habían momentos en los que hablámos de nuestras vidas. Allí me enteré que le gustan los gatos y tiene 3 en la casa de su madre, que vive sola en un departamento que había terminado de pagar hace poco, que le gustaba viajar, que jugaba baseball con sus ex-compañeras de secundaria todos los findes, que aprendió a tocar el violín por obligación, y que su última relación formal había terminado hace 4 años porque su ex novio tuvo que mudarse a otro país por trabajo. Cada vez que intentaba preguntarle si en los últimos años había salido con alguien ella veía la manera de desviar la conversación y no darme mayor información. Eso sí, cuando era ella quien quería saber de mis relaciones amorosas se convertía en una verdadera pesada. 
 
Un día, mientras esperábamos el almuerzo en un restaurante, empecé a sacar mis cosas del bolso porque buscaba un espejo (sí, mi bolso es tan desordenado como la vida de su dueña). Entonces puse las cosas encima de la mesa y entre ellas estaban las llaves del condominio donde vivía:
 
  "¿Has viajado mucho?" - me preguntó de repente. 
 
  "¿Perdón?" - no entendiá su pregunta
 
  "Tus llaveros... son de Argentina, Brasil, España" - tomó mi llavero y levantaba cada una de las banderitas que tenía en él. 
 
  "Ah, eso. Sí, un poco". 
 
  "Y, ¿viajas con tu novio? 
 
  "Creo haberte dicho que no tengo novio" - Respondí con firmeza.
 
  "No. Tú me dijiste que eres soltera, no que no tenías novio"
 
  "Pues no tengo novio".
 
  "Y entonces, ¿con quién hiciste esos viajes?
 
  "Con mi novio de aquél entonces"
 
  "Y ¿cuál fue el último viaje que hiciste?" - y en su voz se notaba algo más que simple curiosidad. 
 
  "Fue este año, en junio". - Caí y ella me atrapó.
 
  "Entonces terminaron hace poco, ¿qué pasó?
 
  "Diferencias irreconciliables" - lo dije con resentimiento.
 
  "Ahí están! -la miré confusa- Tus bonitos ojos están vidriosos".
 
Le sonreí. Y me di cuenta que no podía ocultar mi tristeza cada vez que recordaba a Sebastián. Con el viví tantas experiencias que nunca hubiera imaginado hacer sola o con otra persona. El me dio alas y me alentó a volar. Quizás sin darse cuenta, él me enseñó a ser arriesgada pero también me enseñó a llenar mi vida de mentiras. 
 
  "Lolita, no te me vayas -dijo Gayle con voz conciliadora- A veces siento que te estoy hablando y tu estás pensando en por qué los tomates son rojos y el azucar es dulce".  
 
  "No, es solo que de junio a acá han pasado tantas cosas y..."
 
Gayle posó su mano sobre mi brazo. En ese momento sentí un frío recorrer todo mi cuerpo. Lo sentía en mi pecho y empecé a respirar de forma agitada. Mi piel se erizó, cerré los ojos y suspiré al sentir que ese frío se convertía en humedad en mi entrepierna. Definitivamente ya no me importaba si era una mujer y tampoco si estábamos en un lugar público. Quería besarla. Quería sentir el sabor de su lengua y la temperatura de sus labios. Ella lo notó y entonces dijo:
 
  "Dolores, tú me gustas".
 
Abrí los ojos y no asimilaba lo que estaba escuchando. Mil pensamientos pasaban por mi cabeza en ese momento y todos se chocaban entre sí. Se volvía realidad lo que había deseado en todas estas semanas y ahora no sabía cómo reaccionar. Yo no era lesbiana. Yo aún amaba a Sebastián, o eso creía. ¿Qué se suponía que tenía que responder ante tal declaración? No lo sabía. Mi boca no quería abrirse ni para tragar aire. Estaba rígida, pálida y a punto de colpasar. Quería salir corriendo porque empecé a sentirme avergonzada de lo que había escuchado y de lo que sentía hacia ella. Gayle lo notó y me agarró de la muñeca fuertemente. 
 
  "Dolores, en estas 3 semanas te he llegado a conocer más de lo que tú crees y no quiero sonar arrogante pero estoy casi segura de que yo también te gusto". 
 
Simplemente no podía hablar. Y es que esa era mi reacción siempre que me sentía acorralada. En alguna ocasión, cuando mi madre tomó mi celular y vio fotos mías en lencería y en posturas bastante obscenas y decidió encararme, mi única reacción fue quedarme callada, botar un par de lágrimas y salir corriendo. No me gustaba enfrentarme a situaciones que me incomodaban y, por eso, decidía huir de ellas. Pero en este momento, Gayle no lo permitiría.
 
  "Dolores, ya puedes decír algo, por favor?"
 
  "OK" - y fue más un murmullo que una afirmación.
 
  "Ok, qué?" - Gayle se empezaba a desesperar. 
 
Respiré hondo y tomé valor. 
 
  "Tú también me gustas... pero yo no soy lesbiana Gayle". 
 
  "Yo tampoco lo soy, o no sé. Quizás contigo sí. Sólo sé que me gustas y quería decírtelo". 
 
  "Está bien". 
 
Vi frustración en la cara de G. Me dolió. Me dolió porque sabía que no estaba siendo sincera con ella. Porque me gustaba más de lo que ella podría suponer y no se lo estaba diciendo. De repente, llegó el mesero con nuestros platos de comida. Sentí que algún ser estaba viendo mi agonía en ese momento y decidió salvarme.
 
Durante la comida no nos dirigimos ni palabras ni miradas. G tomó su cel y dejaba de comer para contestar correos de clientes. Yo no alejaba la vista de mi plato mientras me engullía los trozos de zanahorias, patatas y pollo. A ratos me tomaba un descanso e inmediatamente miraba al techo y ponía mis manos entre mis muslos presionándolos. La incomodidad de las dos era evidente al punto de que Gayle terminó de comer y empezó a hacer llamadas, tomándolo como excusa para salir del restaurante y poder hablar tranquila afuera. Yo no tenía ninguna excusa y no me la inventaría, así que seguí comiendo hasta terminar. Un momento después, pagué la cuenta y salí a encontrarme con ella. Cuando me estaba acercando, ella empezó a caminar hacia el auto y me hizo un gesto con la cabeza para que me suba. De más está decir que durante todo el trayecto hasta la oficina no emitimos ni un solo sonido con nuestras bocas. 
 
La tarde transcurrió rápido porque tenía que dejar todo listo para el viaje que haríamos al día siguiente. A ratos me ponia a pensar en lo mal que nos haría a Gayle, a mí y a la empresa la discusión que habíamos tenido horas atrás, peor aún si se trataba de algo personal. Por su lado, Gayle sólo se limitó a enviarme unas instrucciones por mail y del resto de preparativos se encargó ella por cuenta propia. No me pidió ayuda y tampoco me enseñó lo que hacia para cuando llegue mi turno de hacer viajes sola. 
 
Dieron las 7 de la noche y yo seguía preparando las carpetas de presentación para los clientes a los que visitaríamos. El resto del personal ya se había ido y sólo estaban Gayle en la oficina de nuestro jefe conversando con él. De pronto, logro ver detrás de la persiana que el vidrio de la ventana estaba mojado. Decido acercarme y me percato de que estaba lloviendo torrencialmente. Al parecer, G y mi jefe también lo notan y deciden terminar su pequeña reunión para irse a sus casas, no sin antes pasar por mi cubículo para despedirse y desearme buena suerte en mi primer viaje. Mi jefe se va y Gayle se queda parada en la puerta mirándome.
 
  "¿Ya pediste un taxi para irte a tu casa?"
 
Ay! olvidé que las apps para solicitar taxis no funcionaban cuando llovía porque colapsaban ante la demanda de los usuarios. 
 
  "No. Pero ya veré como me voy" -contesté sin voltear a verla.
 
  "Ya apaga eso y vamos, yo te llevo. Estoy segura de que no vas a encontrar ningun taxi". 
 
  "Ok. Gracias". 
 
Apagué el computador, ordené como pude mi escritorio y recogí las carpetas. Salimos de la oficina y mientras caminábamos por el pasillo, Gayle me quitó una parte de las carpetas que yo llevaba en mis brazos en afán de ayudarme porque eran muchas. Al llegar al estacionamiento del edificio, uno de los guardias nos dijo que camináramos con cuidado porque, debido a la lluvia, un transformador explotó dejando sin energía a algunos pisos del edificio, entre ellos, el del estacionamiento. Inmediatamente, saqué mi cel y encendí la linterna con la que pudimos llegar sin problemas hasta el auto. Colocamos las carpetas en el asiento trasero y luego subimos nosotras. Yo abroché mi cinturón de seguidad y ya esperaba escuhar el ronroneo del auto pero no sucedía. Giro levemente la cabeza hacía mi izquierda y me encuentro a Gayle mirándome fijamente mientras apretaba el volante con sus manos. Sus ojos denotaban ternuna y era como si quisiera decirme algo pero no encontraba las palabras adecuadas. 
 
  "¿Te sientes bien?" - le pregunté preocupada.
 
  "Discúlpame por lo que te dije en el almuerzo. Te juro que no era mi intención incomodarte. Algunas veces lanzo ideas y comentarios... yo..." - hizo una pausa - "es que estaba segura...".
 
La interrumpí decidida a ser honesta. 
 
  "G, tú sí me gustas. Desde que te vi me gustas, solo que esto es extraño para mí. Nunca me había gustado una mujer. ¿Qué querías que dijera? No sabía cómo reaccionar porque pensé que tú nunca te fijarías en mí. ¿Cómo iba a saber yo que a ti te gustaban las mujeres?"
 
  "Dolores, eres la primera mujer que me gusta a la que se lo digo". 
 
  "Ok, tomaré eso como un cumplido" - dije sonriendo para tratar de romper el hielo. 
 
En ese instante no pudimos apartar nuestras miradas y analizabamos cada facción de nuestros rostros para tratar de adivinar qué sentía la una por la otra. Llegué a sus labios y notaba como temblaban por excitación. Justo ahí, en ese preciso momento, supe que quería romperle la boca tanto como ella a mí. Entonces, desabroché mi cinturón lo más rápido que pude y me lancé a besarla. Su boca me recibía anciosa y su respiración entrecortada no hacía más que alentarme a penetrar más mi lengua dentro de ella hasta sentir que nos ahogábamos. Nos separamos un momento para tomar aire y solo nos dábamos miradas cómplices. Sonreíamos porque nos estábamos liberando de un gran peso de encima y dejándonos llevar por nuestros deseos. Gayle levantó su mano y acarició mi rostro. Yo sólo cerré los ojos mientras sentía esos cálidos y suaves dedos recorrer mi sien y mi mejilla. Ella acariciaba y yo sólo me mojaba más. De pronto, puso sus dedos sobre mis labios e instintivamente los abrí para besar sus nudillos hasta que ese beso se fue cargando de delirio. Mientras metía mi lengua entre 2 de sus dedos, imaginaba que eran sus labios vaginales húmedos a los que lamía y, aunque nunca lo había hecho, solo de fantasearlo sentí un ardor descontrolado en mi conchita. Chupaba sus dedos desenfrenadamente y me retorcía de placer en mi asiento y gemía.  
 
Al abrir mis ojos, vi la cara de G y su mirada estaba llena de deseo. Ella quería hacerme suya, pero siendo novata al igual que yo en una situación lésbica (no por inexperiecia en el sexo), no estábamos seguras de los movimientos que hacíamos o de los que debíamos hacer. Solo pensaba en que yo ya estaba en fuego y necesitaba que sus manos estén sobre todo mi cuerpo manoseándome y haciéndome vibrar. 
 
  “G, tócame por favor” - le susurré.
 
  “Abajo?” 
 
  “Donde tú quieras, pero tócame” - le dije casi suplicando.
 
De inmediato, Gayle metió su mano bajo mi blusa y de forma sutil acariciaba mis senos sobre el brassier de encaje. Con su dedo medio bajo la copa del brassier y uno de mis pezones quedo libre. Jugaba con su dedito sobre mi pezón endurecido y yo gemía más. 
 
  “Ay, siii bebé. Agarramelas duro, por favor”
 
Y mis palabras fueron órdenes para sus oídos. Me desabrocho el sostén y como pudo lo aparto de mis pechos. Los agarraba con su mano izquierda, jugaba con ellos como deseaba y con la mano derecha me tomo por la nuca para besarme. Nuestras lenguas se enlazaban fácilmente y ya sabían en camino que debían tomar. Yo solo acariciaba su espalda pero quería más. Quería ver sus senos. Esos senos pecosos y perfectos que siempre deseaba ver desvestidos. Baje mi mano hasta sus glúteos y los apretaba como si estuviera masajeandolos y entonces, empecé mi recorrido hacia arriba, llevando su camisa con mis manos y sacándosela. La vista era impresionante. Llevaba un sostén blanco llano, de seda y un poco transparente. Sus pezones se marcaban rabiosos bajo la fina tela. Yo ya no pensaba en si lo que estaba haciendo era moral o no, o si lo estaba haciendo bien o mal. Solo no pensaba en nada más que en la excitacion que sentía al tener a G en frente mío como la había imaginado varías veces. Era como uno de esos sueños inalcanzables que de repente se vuelven realidad y cuando eso pasa, no sabes que hacer y actúas por instinto. 
 
Recobre el aliento, vi sus ojos y su boca invitándome a adentrarme en su pecho y no lo dude. Bajé las copas de su sostén y, tal como un bebé hambriento, atrapé su pezón derecho con mi boca. Lo chupaba duro y con mis manos le daba caricias suaves. Gayle gemía y yo me encendía más al sentir como esos pezones rosaditos querían explotar. La deseaba. Quería comérmela toda y chupar cada parte de su cuerpo. De repente, ella dirigió su mano izquierda al botón de mi pantalón para desabrocharlo y cuando lo logró, me pidió que abriera mis piernas. Hasta ahora no puedo describir el placer que experimenté al sentir el contacto de sus dedos con mi clítoris. Esa sensación me estaba llevando al mismísimo paraíso de los pecadores y no quería desviarme del camino. Me masturbaba y yo lloriqueaba de placer.
 
  "Lolita, tienes un grifo abierto ahí abajo... Estás mojadísima mi amor".
 
  "¿Ya vez lo que provocas? -le dije con gracia pero susurrando- Ahora quiero saber yo cómo estás tú ahí abajo". 
 
Metí mi mano bajo su falda y llegué hasta el elástico de su tanga. Jugaba con él estirándolo y metiendo un dedo hasta sentir sus vellos púbicos. Sacaba mi dedo y entonces jugaba por fuera de la tanga. Quería que su ropa interior se mojara. Ella sólo respiraba de forma agitada y decidí terminar con agonía. La masturbaba duro y ella hacía lo mismo conmigo. Nos masturbábamos con locura, sólo sintiendo nuevas formas de placer que quizás nunca antes habíamos pensado vivir. Las dos al mismo tiempo, ella me tocaba a mí y yo a ella. Juntamos nuestras frentes y se combinaba nuestro sudor. Nuestros gemidos se hacían mas fuertes al igual que nuestra respiración. Jadeos, besos, más gemidos, Yo sentía cómo mi mi cuerpo se estremecía ante la pentración que G me hacía con sus dedos. Todo mi cuerpo temblaba:
 
  "Gayle no voy a aguantar mucho más... bebé no voy a aguantar más. No puedo más... No. No. No... Gayle... Gayle... Gaaa..." - y exploté. 
 
Mordía mis labios y levantaba una de mis piernas sobre el tablero del auto difrutando de cada segundo de mi orgasmo. Y G me estimulaba a hacerlo. Escuchaba su voz seductora diciéndome al oído "acaba bebé, acaba". 
 
Cuando volví en mí, besé a Gayle y acariciaba su cabello. Ella no había acabado y no quería dejarla con las ganas. Seguí masturbándola mientras chupaba sus senos con desesperación. Metí 2 dedos, luego 3. La penetraba y le susurraba que no veía la hora en hacerle sexo oral. Que me moría por probar el sabor de su conchita y lamerla toda. Abrío más las piernas y era como si me dijera "hazlo, chúpamela ahora", pero no podía hacerlo. El espacio del auto era muy pequeño, yo nunca le había hecho sexo oral a una mujer y, lo más importante, Gayle estaba demasiado caliente como para soportar mi inexperiencia. Seguí metiendo y sacando mis dedos de su concha; seguí chupando sus pezones. Le decía al oido que la deseaba tanto que yo no permitiría que esto sea algo de una vez. Que quería disfrutar del sexo con ella. Y mi mano se mojaba más. 
 
  "Ay Dolores, sigue por favor. No pares, por favor. No pares, no pares. Dolores, síííí, mi amooorrgggg" - Y se corrió dejándome toda la mano mojada. 
 
Nos miramos por enécima vez pero ya no sentíamos vergüenza por lo que nos habíamos dicho y hecho. 
 
***
 
Camino a mi departamento, que quedaba muy cerca de la oficina, conversamos de cualquier cosa menos de lo que habíamos hecho en el estacionamiento, lo cual me tranquilizaba un poco porque junto a G era imposible no mojarme. Al llegar, nos despedimos con un beso suave en la boca. Me bajé del auto y abrí la puerta de atrás para tomar las carpetas que teníamos que llevar al día siguiente. Cuando me viré para caminar a la puerta del condominio, Gayle baja el vidrio y me llama. 
 
  "Hey, nena. Ven!" - yo regresé y me quedé parada junto a su puerta. 
 
  "Dime" - respondí.
 
  "Quiero que estés preparada para mañana". 
 
  "Sí -le dije sonriendo- ya tengo todo memorizado y estudié a cada cliente. No te preocupes"
 
  "No me refiero a eso, Lola".
 
Moví mi cabeza de un lado a otro porque no entendía lo que me estaba diciendo. Y prosiguió:
 
  "Nos vamos de viaje las 2 solas. No voy a desprovechar esta oportunidad. Acabo de cambiar las habitaciones a una single. Descansa bebé".
 
Y puso en marcha el auto, y se fue dejándome atónita... con la piel erizada y la concha mojada, otra vez.