miprimita.com

El día que fui con mi madre en un viaje de autobús

en No Consentido

Mi madre siempre ha sido una mujer guapa. Hasta el punto de que cuando engordaba en invierno, seguía teniendo un cierto halo de atractivo. Mide un metro cincuenta y cuatro, y en esta época, cuando lleva varios meses con la operación bikini en marcha, ha reducido bastante su peso corporal. Tiene el pelo rojo y los ojos verdes. Un día descubrí que había estado viendo vídeos por Internet sobre cómo aumentar el pecho de forma natural, por lo que a pesar de sus subidas y bajadas de peso, conservaba un busto notablemente grande; y en parte desproporcionado para su estatura, lo que en ocasiones le había causado problemas de espalda. El día de esta historia llevaba una camiseta y unos pantalones bastante veraniegos.

Podría empezar esta historia desde el momento en el que nos subimos al autobús, o desde el momento en el que me empecé a marear, pero, mejor pensado, voy a comenzar desde que pasamos el segundo pueblo.

Para entonces el autobús ya estaba lleno, dado que sólo tenía diecisiete asientos, estando inicialmente vacíos, cuando mi madre y yo nos subimos a él desde Madrid. El autobús iba a ir hasta la costa, donde mi madre y yo habíamos reservado tres noches de hotel.

A lo largo de las dos paradas que había hecho nada más salir de nuestra ciudad, el autobús se había llenado, estando mi madre y yo en una y otra punta, ya que mi tendencia a marearme en los autobuses no me había permitido irme a la parte trasera con ella.

Inicialmente, mi madre me había ofrecido sentarse a mi lado, pero yo, por orgullo y por no parecer un chaval que aún con 21 años necesitaba de la ayuda de su madre, le dije que no era necesario, por lo que ella se volvió a quedar atrás.

No pude evitar fijarme en que la mayoría de las personas del autobús eran hombres, de edades variadas; aunque había solamente cuatro mujeres, yo podía verles perfectamente, dado que esas cuatro junto con mi madre estaban sentadas en la parte trasera del autobús.

Una de ellas parecía tener la edad de mi madre y, a su lado, se encontraba una chica de unos dieciocho años, con un notable parecido, quien estaba mirando el paisaje por la ventana al mismo tiempo que atendía a su teléfono móvil.

La mujer de la edad de mi madre estaba leyendo un libro, pero no parecía estar prestándole atención, ya que no paraba de mirar de reojo a las otras tres mujeres, siendo mi madre la que estaba en medio de ellas.

A mi madre la acompañaban dos mujeres de unos veintiocho o treinta años, notablemente más altas que mi madre, midiendo una 1,75 metros y la otraa 1,80, quienes estaban hablando con ella sin parar y riéndose, sin que yo pudiese oír qué estaban diciendo. Sin embargo, los gestos que hacía la mujer de la edad de mi madre, indicaban que había algo raro en esa conversación.

Una de ellas iba vestida con camisa sin mangas y con unos shorts, que eran idénticos a los de la otra, aunque ésta llevaba una camiseta que dejaba transparentar su sujetador.

A mitad de trayecto, el autobús hizo una parada en un área de descanso que contaba con un bar de carretera, cuyo aspecto denotaba su antigüedad.

La gente se bajó rápidamente del autobús, hasta el punto de que mi madre se bajó por la puerta trasera; parecía haberse olvidado de que yo estaba en la parte delantera.

Al mismo tiempo, algunos de los hombres que iban en el autobús aprovecharon para bajarse y quedarse junto al vehículo fumando.

Mientras tanto, el resto de hombres y las cinco mujeres habían entrado en el bar que había junto a la gasolinera. Yo me quedé un minuto dentro del autobús comprobando mis mensajes del móvil.

Después, entré en el interior del bar para reunirme con mi madre, pero, para mi sorpresa, no estaba allí.

Volví a salir fuera y vi que tampoco estaba junto al autobús. ¿Acaso estaría dentro del autobús? Decidí que lo mejor sería entrar dentro del bar y esperar a que ella apareciese.

Entré y me quedé junto a la barra. Pedí una coca-cola y me senté mientras aguardaba.

Ahí fue cuando reparé en que tampoco estaban allí las otras mujeres, a excepción de la que tenía la edad de mi madre, la cual estaba charlando con uno de los hombres que iba en el autobús. Les oí hablar y descubrí que la adolescente que iba con ella era su hija, siendo ella madre soltera. Ese día era el decimoctavo cumpleaños de su hija y le había prometido que iban a pasar unos días a la playa como regalo de cumpleaños. Ambas estaban muy unidas, ya que siempre había hecho de madre y de padre.

Tanto la mujer como el hombre estaban bebiendo algún tipo de bebida alcohólica, cuando, de pronto, ella recibió una llamada de teléfono. Ella giró su cuerpo para llevar la mano al interior de su bolso, donde tenía el móvil. En ese momento, de tan sólo tres segundos, el hombre hizo un rápido movimiento y vertió unos extraños polvos en el interior del vaso del que estaba bebiendo la mujer. ¿Por qué había hecho eso?

Inmediatamente, la hija de la mujer apareció, al tiempo que ella colgaba el teléfono sin llegar a contestar a la llamada.

“Cariño, ¿por qué has tardado tanto?” le preguntó la mujer.

“Es que he tenido que meterme en el de hombres. El de mujeres estaba cerrado”.

Entonces reparó en la presencia del hombre. Quizá yo no me había parado a pensarlo, pero por lo roja que se puso la chica, podría afirmarse que ese hombre gozaba de un gran atractivo, aunque él estaba viajando sólo.

Por un momento recordé todos los vídeos porno que había visto sobre mujeres que entraban en los baños masculinos de un bar y ahí dentro se encontraban con hombres que se las follaban.

Ahí fue cuando pensé en que a lo mejor mi madre se había ido a los servicios.

Decidí salir del bar y quedarme esperando a mi madre en la calle, sin dejar de ver cómo ambas mujeres también salían del local, después de que la madre se hubiese terminado de beber lo que ella pensaba que era simplemente alcohol, con el hombre detrás de ellas, sonriendo y crujiéndose los dedos, como si se preparase para algo muy fuerte.

Al salir vi a un hombre hablando con otros dos que estaban en la terraza del bar. Les estaba indicando que fuesen a la parte trasera, cosa que hicieron de inmediato.

Decidí seguirles, guiado por la curiosidad hasta un ventanuco que había al borde del suelo, donde los tres estaban agachados contemplando su interior totalmente ensimismados.

Traté de acercarme disimuladamente, pero accidentalmente pisé una rama, captando la atención de los tres hombres, quienes, inesperadamente, no me lo recriminaron, sino que el que estaba en medio me hizo un gesto con la mano indicándome que me acercase y me agachase.

Me puse a su lado y, tal y como le había sucedido a los tres hombres, me vi obnubilado por la visión que estaba contemplando. Se trataba del interior de los servicios femeninos, los que yo había oído que estaban cerrados. Una de las mujeres que se había sentado junto a mi madre estaba tumbada sobre el lavabo, con la falda levantada, mientras había una segunda mujer haciéndole sexo oral con la cara totalmente sumergida, al mismo tiempo que la otra acompañante de mi madre estaba de pie tras la mujer con la cara sumergida, penetrando a ésta con un strap-on de color blanco.

Esta acompañante se había bajado los pantalones y las bragas para ponerse dicho aparato, al mismo tiempo que la mujer que estaba en el medio de ambas también tenía los pantalones y las bragas por el suelo. Sin embargo, yo percibía algo extraño en esa mujer a la que yo no le veía la cara. Ella tenía las manos atadas a la espalda, mientras la mujer que le estaba penetrando le estaba sujetando las caderas, a la vez que la mujer que estaba recibiendo el sexo oral le presionaba la cabeza para que no perdiese el ritmo del cunnilingus.

Estuvieron así unos cinco minutos, hasta que, de pronto, la mujer que recibía el sexo oral empezó a sentir unas pequeñas convulsiones que le hicieron relajar los brazos y soltar la cabeza de la mujer atada, haciendo que ésta retrocediese un poco la cabeza para respirar mejor, cuando la mujer soltó un gran chorro de squirting que le dio de lleno en la cara a la mujer, quien no pudo evitar tragarse una gran cantidad debido a que había abierto la boca para respirar mejor. Empezó a toser, pero no tuvo mucho tiempo para recomponerse ya que la mujer se empezó a masturbar y un segundo y un tercer chorro salieron disparados, impactando el primero de los dos sobre la barbilla y el cuello, y el último chorro salió un poco por encima, depositándose su mayor parte sobre el pelo, yendo varias gotas por la espalda y sobre las manos.

Mientras la mujer que había recibido los impactos terminaba de toser, la mujer se bajó del lavabo, permitiéndonos ver su cara a los cuatro hombres que estábamos mirando desde el ventanuco.

¡ERA MI MADRE! ¡¿Cómo no me había dado cuenta antes?! Y eso que me había fijado en la ropa y en que en toda la zona sólo había cinco mujeres, estando la madre y la hija en el bar. Dos lesbianas acababan de follarse a mi madre.

Por un momento deseé que la erección que tenía yo en ese momento desapareciese, pero no parecía que eso fuera a pasar, así como la de los otros tres tipos que estaban junto a mí, de los cuales ninguno se atrevía a masturbarse por vergüenza.

La mujer que ya no participaba en el sexo se acercó a su compañera por detrás, desatándole la correa del strap-on y susurrando:

“Ahora me toca a mí”.

Al desatarlo, el aparato perdió fuerza y, tras un par de envites, se fue deslizando por sus piernas, saliendo del interior de mi madre.

Ella aprovechó ese momento para zafarse y tratar de escapar, pero, rápidamente y viendo sus intenciones, la que acababa de hacerle squirting en la cara, agarró a mi madre y le puso la cara contra el lavabo.

“No es justo que sólo una de nosotras se corra” le dijo.

La otra mujer se quitó el strap-on y se puso a su compañera, al tiempo que ésta le decía a mi madre que a ella no le gustaba la penetración vaginal, sino de otro tipo. Ahí fue cuando mi madre puso una cara de auténtico terror. Y, seguramente gracias a la adrenalina del miedo, le dio un pisotón a la mujer, quien acababa de ponerse el strap-on y que soltó a mi madre instintivamente tras el pisotón.

Mi madre corrió hacia la puerta de los servicios, la cual se abría y se cerraba con llave, al contrario que los servicios masculinos, seguramente para mayor seguridad.

En ese momento la llave estaba dentro de la cerradura, de forma que para abrir la puerta habría que girar la llave, pero mi madre no pudo, al tener las manos atadas a la espalda. Fue a girarse para tratar de abrir la puerta, pero, de pronto, la mujer del strap-on agarró a mi madre por la espalda y le atrajo de nuevo hacia el lavabo, pero mi madre trató de forcejear, lo que provocó que ambas mujeres cayesen al suelo, de espaldas, con mi madre boca arriba sobre la otra mujer, quien no dejaba de agarrar a mi madre mientras ella pataleaba para tratar de soltarse.

Sin embargo, toda posibilidad de escaparse se esfumó en cuanto la otra mujer, que ya estaba desnuda de cintura para abajo, se abrió de piernas, apoyando cada una de ellas a cada lado de la cabeza de mi madre, descendiendo su cuerpo hasta que su vulva tocó la boca de mi madre y su culo se posó sobre su nariz.

Entretanto, la otra mujer orientó el strap-on y, con cierta lentitud, lo introdujo dentro del culo de mi madre, quien ahogó un grito debido a que tenía la vagina de la otra mujer sobre la boca.

La mujer del strap-on empezó a mover las caderas de arriba a abajo, penetrando cada vez más y más fuerte a mi madre, cuyo pelo no paraba de gotear líquido vaginal que caía al suelo, a un par de milímetros de la mujer que le estaba sodomizando.

“Esto sí que es curioso” dijo esa mujer. “Es la primera vez que entra tan bien dentro de un culo. Parece que ésta no es tu primera vez, además, por cómo comes los coños… yo diría que ya has tenido sexo lésbico m´sa veces. ¿Me equivoco?”

A esto mi madre no contestó, especialmente porque no podía, pero yo estaba convencido de que la respuesta era no, a ambas cosas. Tnanto al esxo anal como el lésbico. “Mi madre quiere mucho a mi padre, además de que ella es una auténtica dama que considera que el exo anal es algo exclusivo de hombres homosexuales y de mujeres indecentes”, pensé para mí.

Poco a poco el sexo continuó, hasta que la que recibía el cunnilingus de parte de mi madre no tardó más de cuatro minutos en terminar, ya que un poderoso chorro de squirting salió disparado de su interior, calando por completo la parte delantera de la camiseta de mi madre. A diferencia del squirting de la otra, el de ésta consistió en un único chorro, pero con el doble de cantidad y de potencia.

La mujer se levantó de la cara de mi madre y empezó a caminar con un notable temblor en las piernas. Se fijó en cómo el sujetador y la tripa de mi madre se marcaban a través de la camiseta gracias al chorro de squirting. La mujer introdujo sus manos por el cuello de la camiseta, magreando los pechos de mi madre, quien lucía casi muerta, inmóvil, ya que había dejado de luchar desde el momento de la penetración anal, con su cara brillando dada la cantidad de humedad que tenía en la cara, el pelo y en la ropa.

Y fue ahí, en ese preciso instante, cuando la mujer pellizcó los pezones de mi madre, en el mismo segundo que la sodomizadora iba a casi dos penetraciones por segundo, mi madre comenzó a gemir muy fuerte, así como a poner sus pupilas en la parte más alta de sus ojos (hasta el punto de que casi desaparecen y los ojos de mi madre se hubiesen quedado totalmente blancos) y, finalmente, su cuerpo empezó a sufrir fuertes convulsiones, como si le estuviese dando un infarto, derivando sus gemidos en palabras ininteligibles, acompañado de un temblor agudo que le hizo tirar involuntariamente sus pantalones de sus piernas, quedándose las bragas en el pie derecho.

Seguidamente, la mujer que agarraba los pezones de mi madre sacó sus manos y empezó a masturbar a mi madre, haciéndole soltar una gran cantidad de líquido vaginal gracias al mayor squirting que yo haya visto jamás, siendo superior incluso al de algunas películas porno.

La mujer se separó de mi madre, llegándose casi a resbalar de la gran cantidad de líquido que había soltado mi madre y que había encharcado gran parte del suelo de los servicios.

El pantalón de mi madre, que estaba en el suelo, se había quedado completamente pringado del líquido, ya que le había dado de lleno. De hecho, casi me atrevería a decir que el disparo lo había desplazado un par de centímetros, aunque seguramente eso no fuese así.

La penetradora cogió a mi madre de las caderas, levantándole para dejarle tirado a un lado y sacando esos veinticuatro centímetros de falsa carne de su interior.

Y, entonces, como si de un sistema automático se tratase, un segundo después de que el strap-on saliese del ano de mi madre y ésta fuese echada en el suelo como si fuese un trasto en vez de una persona, de su culo salió una espesa sustancia marrón que salió a chorro, igual que el squirting, provocando el aplauso de las dos mujeres que lo contemplaban.

"¿Ves cómo el sexo anal es lo mejor para el estreñimiento?" le dijo la penetradora.

"Creo que lo hemos hecho muy bien" dijo la otra, mientras se vestía. "Y tú creyéndote que era una broma lo de que un buen orgasmo lo cura todo".

Ahí fue cuando yo comprendí la conversación del autobús y por qué la mujer que iba al lado ponía esa cara tan rara. Había oído a mi madre hablar con esas mujeres sobre sus problemas gástricos, seguramente porque las tripas de mi madre habrían sonado en algún momento del trayecto. [Yo no sabía que una de las mujeres le había dicho a mi madre que era doctora y que le podía ayudar si necesitaba algo. Por ello mi madre les había contado algo tan íntimo. Aunque en realidad ninguna de las dos trabajaba en el mundo de la medicina]. Al entrar al bar, mi madre había pedido la llave de los servicios de mujeres, sin saber que sus acompañantes iban a entrar con ella. Mi madre se había sentado en el inodoro, orinando primero, para, al terminar, oír cómo la puerta del baño se abría y dos personas entraban, cerrando la puerta tras de sí.

Por desgracia para mi madre, las puertas de los inodoros no tenían pestillo, ya que se habían roto hacía años y como casi nunca entraba una mujer allí, el dueño no los había repuesto. Es por ello que no pudo defenderse cuando las dos mujeres entraron dentro y la que después le daría por el culo se sentó sobre sus muslos, impidiendo que se levantase, atándole las manos y, aunque inicialmente iba a follársele en el propio inodoro, el intento que hizo alguien por abrir la puerta de los servicios, justo dos segundos después de que la otra la hubiese cerrado con llave dejando la llave en la cerradura, hizo que mi madre reaccionase apartando de un empujón a la sodomizadora, preparándose para gritar auxilio, cuando la otra se le puso delante y comenzó a besarle con lengua, principalmente para evitar que dijese ninguna palabra.

Puso a mi madre contra el espacio que había entre dos puertas del inodoro, sin dejar de besarle hasta que la persona de fuera dejó de intentar abrir la puerta y se fue.

No obstante, sí que hubo alguien que oyó el leve grito que mi madre pudo dar, y no fue otro que uno de los tipos con los que yo estaba en ese momento, quien se acercó al ventanuco para ver qué pasaba. Y ahora, ese tipo, junto conmigo y otros dos, estábamos mirando a mi madre, que seguía en el suelo, inmóvil, con toda la parte de la cadera temblando, con toda la ropa calada de líquido vaginal, a excepción de las bragas, y con sus dos violadoras de pie, mirando cómo su ano, casi tan abierto como su boca, parecía estar respirando.

La mujer del strap-on cogió a mi madre de los muslos y le arrastró con suma facilidad dada la humedad del suelo y de la ropa. La mujer se puso de rodillas y levantó a mi madre por la cadera, dejando su cuerpo apoyado en el suelo hasta la parte inferior de sus omóplatos, introdujo los casi veinticinco centímetros hasta que ambas caderas se juntaron. A continuación se quitó el strap-on y dejó la parte principal en el interior de mi madre, quien ya sí que sí era totalmente incapaz de moverse.

La mujer le quitó las bragas a mi madre y cuando se vistió se las dio a su compañera, quien se las guardó en el bolsillo. Las dos mujeres se quedaron mirando a mi madre esperando algo, hasta que, más despacio que deprisa, el aparato empezó a deslizarse hacia fuera de mi madre. Fue liberándose del ano de mi madre, centímetro a centímetro, pasando entre uno y otro unos cuatro o cinco segundos, hasta que los últimos tres centímetros salieron disparados por la presión de un nuevo chorro marrón, siendo seguido de un tercero que vino a los pocos segundos, siendo éste el último y más abundante. Eso provocó, sorprendentemente, que mi madre orinase de nuevo.

"Pues sí que ha sido fuerte el orgasmo que has tenido. Parece que tu cuerpo se ha desajustado y actúa por su cuenta".

Todos nos fijamos de pronto en el strap-on, el que tras la primera penetración anal tenía algún pequeño resto, pero que ahora estaba totalmente calado, además de haber sido fuertemente salpicado por la orina.

Las mujeres soltaron a mi madre, quien instintivamente se llevó las manos a la cara, tratando de limpiársela y seguidamente a palparse la camiseta para comprobar que estaba totalmente mojada.

La que le había penetrado vaginalmente se agachó junto a mi madre y le dio un fuerte beso en la boca.

"Has sido muy buena chica, pero aún queda algo por hacer" le dijo.

Mi madre, que seguía sin poder reaccionar más que con movimientos instintivos, guió ligeramente la vista hasta la sodomizadora, quien se había cubierto la mano con papel higiénico y había cogido el strap-on del suelo.

Ella temió que fueran a metérselo por el culo, aunque ya lo había vaciado todo. Sin embargo, la sodomizadora restregó el aparato por el suelo, en la parte en la que mi madre se había corrido vaginalmente.

"Ahora este amiguito ya tiene tus tres elementos básicos. Y, de hecho, a partir de ahora va a ser tuyo. Considéralo un regalo de nuestra parte, como agradecimiento por el mejor sexo que mi amiga y yo hemos tenido jamás. No obstante, sería una gran falta de respeto para el personal de este local que les dejásemos el baño así. Puede obviarse el que haya un líquido transparente en el suelo, pero esto no puede ser" dijo señalando el strap-on.

Al comprender lo que iba a pasar, mi madre volvió en sí, pero su cuerpo seguía sin reaccionar.

La sodomizadora se sentó sobre su tripa, al mismo tiempo que la otra se arrodillaba junto a su cabeza y le cogía las manos que usó para restregarlas por los pechos de su compañera.

Cuando el strap-on, que lucía una gama de colores, se acercó a la boca de mi madre, ésta giró la cabeza a un lado y lanzó un pequeño vómito.

La sodomizadora sonrió y dijo: "Vaya, parece que va a haber otra cosa que tendrás que limpiar".

Reconozco que en parte me quedé con las ganas de ver más, pues, de repente, oímos el pitido del autobús. O, mejor dicho, oí, puesto que mis compañeros de ventanuco ya no estaban. No sabría decir desde cuándo estaba yo allí solo, pero, al ser consciente de ello, me sentí como un voyeur o un pervertido, por lo que me aparté de allí viendo por el rabillo del ojo cómo las mujeres obligaban a mi madre a limpiar el strap-on con su lengua.

Llegué al autobús, donde todos estaban esperando.

"Bueno, aquí hay otro. Dado que el autobús estaba lleno y un caballero y dos mujeres han decidido seguir otro camino, tan sólo quedan tres personas por venir. ¿Alguien sabe dónde se han metido?"

Entonces uno de los que había estado conmigo en el ventanuco dijo:

"Si no me equivoco las que faltan son tres mujeres. Creo recordar que están en los servicios".

"¿Cómo? Eso es imposible. Mi primo es quien lleva este local y te puedo asegurar que el servicio del agua no funciona en épocas de sequía como ésta en la que estamos ahora":

"De todas formas deberíamos darles unos minutos, es posible que tarden".

"Bueno, bueno. Pues esperaremos entonces".

La espera fue bastante más larga de lo que la gente había supuesto, ya que mi madre y las otras dos mujeres tardaron cerca de una hora en volver. Por la noche, cuando el dueño bajase a los servicios de mujeres para comprobar que ningún cliente había pintarrajeado las paredes, realmente pensaría que no había habido nadie allí, pues salvo un ligero aroma, el suelo estaba limpio como una patena.

La gente se fijó en la excesiva humedad de la camiseta de mi madre, ante lo que las otras dos contestaron:

"Es que nuestra amiga estaba aseándose y de pronto el agua del grifo ha salpicado tan fuerte que le ha calado entera. Sentimos la tardanza, pero hemos tratado de secar tanto como hemos podido".

El conductor, quien se había animado tras ver a los pezones de mi madre marcados sobre la húmeda camiseta (¡no llevaba sujetador!) dijo que no había ningún problema y nos dijo a todos que subiésemos al autobús, sin reparar en la incongruencia del agua.

Mi madre andaba a duras penas, siendo notablemente ayudada por sus violadoras, con la mirada perdida y sin prestar atención a nada de lo que le rodeaba.

Cuando llegamos a los tres cuartos del trayecto, la mayoría de los pasajeros se bajaron del autobús, acusando varios de ellos un cierto mareo por un extraño olor procedente de la última fila.

Aún quedaba una hora y media de trayecto, lo que tanto a mi madre como a mí se nos haría eterno, ya que ella, sus violadoras, el conductor y yo éramos las únicas personas que seguían en el vehículo. A ellas pareció no importarles el hecho de que yo siguiese allí, aunque no sabían quién era yo.

En ocasiones, gracias a uno de los retrovisores del interior del autobús pude ver a mi madre con los pechos al aire mientras las otras se los mordisqueaban, o cómo las otras cogían las manos de mi madre y se las pasaban por los pechos, por los seis pechos que había en ese autobús.

No dejé de ver cómo cogían de la mochila de una de ellas un vibrador, de veinte centímetros, y pude oír la vibración que éste producía mientras impactaba contra las tetas y los pezones de mi madre, también vi cómo una de ellas ponía el vibrador en el canalillo de mi madre y la otra movía sus pechos para simular una cubana.

Para entonces, mi madre había perdido cualquier atisbo de resistencia, hasta el punto de que le hicieron fotos de sus pechos, mostrando también la cara, se hicieron un selfie mordiendo cada una un pezón de mi madre.

Finalmente, para terminar la humillación, le quitaron la camiseta, los pantalones y las zapatillas, que tiraron a los asientos de delante y sacaron de la mochila una ropa distinta. Ahora mi madre tuvo que ponerse un vestido de noche, que dada la diferencia de estatura entre las mujeres, cubría hasta los dos o tres primeros centímetros del muslo. A continuación empezaron a hacerle fotos con el vestido, además de hacérselas cuando estaba totalmente desnuda.

Cuando el autobús entró en la estación de autobuses de la ciudad costera, acababan de dar las dos en punto del mediodía.

En cuanto las puertas se abrieron, las dos mujeres salieron raudas, riéndose, y llevándose a mi madre con ellas. ¿Qué pensaban hacerle? ¿Es que todo lo que había pasado no había sido suficiente?

Llegué a la parte trasera, donde pude ver que la mochila de mi madre seguía allí, no así las de las dos chicas, a quienes traté de seguir, pero parecían haberse esfumado.

En su mochila estaba todo menos su cartera, que seguramente las chicas habían cogido. Aunque ahora había algún objeto más.

Regresé al autobús y cogí mis cosas, así como la ropa de mi madre que las chicas habían dejado tirada.

Me dirigí al hotel, ya que no sabía hacia dónde ir. No sabía si debía llamar a la policía o a mi padre. Llegué a pensar que a lo mejor nunca volvería a ver a mi madre, pero no fue así. De hecho, no tardé ni veinticuatro horas en verle de nuevo. Pero eso ya es otra historia, puesto que ésta iba sobre el viaje en autobús, y como éste ya había finalizado, aquí termina esta historia.