miprimita.com

Mis amigos se follaron a mi madre

en Orgías

Esta historia sucedió hace unos tres años, en el verano tras terminar mi primer año de universidad.

Allí había hecho nuevos y muy buenos amigos, aunque sólo fueran tres, quienes durante el año me habían ayudado a integrarme para que las novatadas no fuesen muy fuertes y yo no tuviese problemas de adaptación, como me había pasado en el instituto.

Fue aproximadamente en abril cuando mis amigos descubrieron en mi Facebook una foto de la piscina del chalet donde vivíamos, con una imagen de mi madre en bikini tomando el sol en una de las tumbonas. Todos ellos vivían en pisos, por lo que yo les ofrecí pasar unos días en mi casa durante el verano, a lo que me dijeron que tampoco querían molestar y que sólo estarían un día.

Avisé a mis padres de los planes que había hecho con mis amigos, a lo que me contestaron que no había ningún problema, salvo que durante esos días mi padre tenía un congreso en Barcelona y no iba a poder estar allí.

No diré los nombres de mis amigos por privacidad, pero puedo decir que uno de ellos era rubio, otro moreno y otro tenía el pelo rapado, aunque de cuello para abajo los tres eran idénticos. A decir verdad, yo no terminaba de entonar con esos chicos, ya que los tres superaban el metro ochenta y se solían pasar unas cuatro horas diarias en el gimnasio que había enfrente de la facultad. A mí me habían ofrecido ir alguna vez, pero tras un par de intentos no conseguí acostumbrarme, lo que hacía que ellos ligasen mucho más que yo, aunque ellos siempre me consolaban.

“No pasa nada. De todas formas a las mujeres no les gustan los músculos, es más nuestro carisma”.

Llegamos por la mañana, con mi madre recibiéndonos con una gran sonrisa y diciéndoles a mis amigos que podían ir a la piscina si querían, con total libertad.

Tal y como yo recordaba, mi madre lucía su larga melena roja y rizada, mirándonos tiernamente con sus ojos verdes.

Mi madre me comentó que mis amigos eran muy guapos y que se alegraba de que yo hubiese encontrado amigos de verdad. Ellos comenzaron hablando con mi madre de usted, pero ella les dijo que podían tutearle con total confianza.

“Estos son buenos chicos, pueden venir siempre que quieran”.

Mis amigos estuvieron prácticamente la mañana entera bañándose en la piscina, luciendo sus músculos bajo el agua mientras mi madre alternaba el bañarse y el tomar el sol.

Inicialmente, mi madre sólo iba a tomar el sol, pero ante la insistencia de mis amigos para que mi madre se bañase y con ellos, diciendo que el agua estaba muy fresquita, mi madre comenzó a sumergirse y a bucear alrededor de mis amigos.

Empezaron a jugar a tirarse agua unos a otros, mientras yo les miraba desde mi tumbona donde tomaba el sol.

No me había fijado en que mi madre había ganado algo de peso desde que le vi por última vez en navidad, ya que sus glúteos y sus pechos sobepasaban el bikini, siendo mis amigos conscientes de ello, lanzando miradas sin disimulo a lo que mi madre parecía no darse cuenta o no darle importancia, pero eso a mí me molestaba, a pesar de saber que mis amigos veían a mi madre no como una mujer, sino como una madre.

Yo sabía que las medidas de mi madre (unos 107x64x95) eran de las favoritas de mis amigos, pero ellos eran mis amigos y jamás intentarían ligarse a mi madre… o eso creía yo.

Mi madre y mis amigos siguieron jugando, siguiendo con aguadillas y al juego de Marco Polo. Quizás fueron simples bromas, pero cuando mi madre se encargaba de buscar a mis amigos con los ojos cerrados, mis amigos nadaban alrededor de ella dándole pequeños pellizcos, ante los que mi madre se reía y decía “si seguís así os voy a atrapar más rápido”. Y cuando era uno de mis amigos quienes buscaban a mi madre, apoyaba su mano sobre uno de los pechos de mi madre. “Ya sé quién eres tú” le decían.

“¡Qué malo eres!” decía mi madre riéndose. “¿Qué te parecería si yo hiciese lo mismo?” Y dicho esto, le dio a mi amigo rubio un pellizco en un pectoral, lanzando él un falso quejido, como si le hubiese molestado.

“Vaya” dijo mi madre “sí que estás duro”. Ahí fue cuando uno mi amigo moreno salió del agua, con su erección marcándose bastante por los ajustado del pantalón. Mi madre y yo nos fijamos, lo que provocó que mi madre se sonrojase y se diese cuenta de lo que acababa de hacer. Los chicos podrían estar malinterpretando a mi madre, por eso ella dijo: “Perdona por el pellizco, no quería molestarte”.

“No pasa nada. Creo que nosotros también nos hemos pasado un poco, te pido disculpas”.

“Tranquilo, ahora todo está bien. Ojalá mi hijo fuese tan educado… ¡Ay! Perdón, cariño, no me acordaba de que estabas ahí”.

Yo no quería que se me notase, pero yo también tenía una ligera erección por ver cómo mis amigos le palpaban los pechos a mi madre, dudando yo de si mi madre estaba realmente molesta, pues sus pezones se marcaban por la parte superior del bikini como si os quisieran atravesar.

De todas formas, mi madre se salió de la piscina y le dijo a los chicos si querían algo de comer, ante lo que mi madre fue a la cocina a preparar unos bocadillos, yendo mi amigo rubio tras ella.

Pudo ser una corazonada o un ataque de hijo celoso, pero decidí seguirles por si acaso pasaba algo.

Llegué a la cocina cuando mi madre estaba sacando un tomate y una lechuga del frigorífico, mirando mi amigo el culo de mi madre sin ningún tipo de reparo. Mi madre cerró la puerta del frigorífico y le pidió a mi amigo que le acercase el pan que estaba en la mesa, lo que hizo que mi amigo pasase por detrás de mi madre y apoyase, quise pensar por accidente, su cadera contra la de mi madre, provocando que su erección se topase con el culo de mi madre, a lo que ella inicialmente pareció hacerse la sueca, pero, para restarle importancia, dijo riéndose de forma nerviosa:

“Ten más cuidado, podrías sacarle el ojo a alguien”.

“Esto” dijo refiriéndose a su notable erección, “bueno, yo no… es que eres muy atractiva. No he podido evitarlo”.

“Bah, no te preocupes. Es algo normal, pero para mí tú eres como un hijo y estoy segura de que para ti soy como una madre”.

“Claro, claro, no tiene más importancia”.

Después de esa conversación, empecé a sentirme un poco incómodo, por lo que volví a la piscina, donde los otros amigos ya estaban tomando el sol y charlando entre ellos.

A los cinco minutos, mi madre y mi amigo volvieron a salir a la piscina, con un plato con bocadillos vegetales y unas latas de cerveza, que mi padre solía guardar para cuando viese partidos de fútbol, quedando un paquete semi-terminado de tres latas. Mi madre dijo que seguramente no le importase y que sólo quería que mis amigos estuviesen lo más cómodos posible.

Tras comer y sin tocar todavía las cervezas, mi madre se quedó tomando el sol, proponiéndome mis amigos echar una partida de póker para hacerla digestión antes de poder meternos de nuevo en el agua.

Los cuatro nos sentamos alrededor de una mesa en el porche, mientras mi madre nos observaba desde la tumbona. Para no crear problemas con dinero, mis amigos me propusieron que quien perdiese tenía que beberse una lata de cerveza en menos de medio minuto.

Mi madre no decía nada desde donde estaba, lo que me hacía dudar de qué pensaba de que fuéramos a emborracharnos en nuestra casa.

O mejor dicho, a emborracharme, dado que yo no paraba de perder mientras mis amigos no paraban de ganar.

Casi me había bebido las tres latas cuando empecé a sentirme mareado y la cabeza me daba vueltas. No solía yo beber mucho, por lo que el alcohol empezó a afectarme, provocando que siguiese perdiendo.

“Oh, venga, chicos, no seáis malos” le dijo mi madre cuando me terminé de beber la quinta lata, viendo que yo ya estaba ebrio e incapaz de concentrarme en los movimientos, aunque seguía siendo consciente de lo que pasaba.

“Bueno, bueno, no te preocupes. Si quieres puedes sustituir a tu hijo en la partida, igual a ti se te da mejor el póker, porque si llegamos a estar jugando con dinero, tu hijo ya estaría desplumado”.

Mi madre pareció estar pensándose si jugar o no, ya que hacía años que no jugaba y que no bebía alcohol porque se le subía enseguida, como ella misma reconoció.

“Tranquila, te prometemos que seremos buenos contigo”.

Me dirigí a una tumbona, mientras mi madre se sentaba y yo notaba cómo todo me daba vueltas, llegando a sentir como me desmayaba durante un par de minutos, durante los cuales mi madre perdía tres partidas seguidas.

Mis amigos fueron a buscar más cervezas, bebiéndose mi madre tres latas seguidas, haciendo que se sonrojase y que le costase hablar. Y a partir de ahí, mi madre ganó tres partidas seguidas, bebiéndose mis amigos una lata cada uno. Eso terminó con las latas, en plena de mi madre.

“Temo que ya no quedan más cervezas. Pero si quereis podemos jugar de otra forma” dijo mi amigo moreno.

Mi amigo dijo que podían hacer una partida de strip-póker, en la que el perdedor tendría que quitarse una prenda, a lo que mi madre se negó, dejando claro que la borrachera no le impedía darse cuenta de lo que estaba bien y lo que estaba mal.

Sin embargo, mi amigo rubio le dijo que ella jugaría con ventaja, al tener dos prendas encima y ellos sólo una. Mi madre siguió negándose y ellos parecían ponerse nerviosos.

“No pasa nada” dijo el rapado. “Sólo estamos aquí pasándolo bien, además mira a tu hijo, está prácticamente dormido (pero yo estaba perfectamente, a pesar de que el cuerpo no me respondiese). No se dará cuenta de nada. Y nosotros somos como tus hijos, para nosotros eres como una segunda madre”.

Me acordé entonces del carisma de mis amigos y de que mi madre parecía estar empezando a dudar.

“Está bien, pero me tenéis que prometer que no le diréis nunca a mi hijo lo que vamos a hacer”.

“Claro que sí”.

“Tienes nuestra palabra”.

“Por supuesto”.

Tras esto, mi madre continuó con su buena racha,pareciendo que el alcohol no afectaba a su juego, provocando que mis amigos se quedasen desnudos, cada uno tras cada partida, vitoreando mis dos amigos al que se desnudaba en cada ocasión,dejando caer el bañador al lado de cada uno, haciendo que mi madre apartase la mirada y se abanicase con las cartas, como si su temperatura corporal estuviese subiendo.

“La verdad es que esto ya se empieza a hacer pesado. ¿Qué tal si lo dejamos?” planteó mi madre al empezar a sentirse incómoda, especialmente porque los tres podían tocar sus respectivos ombligos con su glande.

Mis tres amigos se quejaron, pero mi madre dijo que la situación estaba yendo demasiado lejos. Finalmente, viendo que mi madre iba a levantarse e irse, uno de mis amigos dijo:

“Para, para. Vamos a hacer un trato. En cuanto ganes una partida, nosotros nos vestimos, dejamos de jugar y haremos lo que tú nos pidas, sin rechistar. Tú ahora estás en racha, no parece que podamos ganarte. ¿Qué nos dices? Si nosotros ganamos, tú tendrás que hacer lo que nosotros te digamos, pero no tiene pinta de que vayas a perder”.

Mi madre pareció dudar por un momento, pero, para mi desgracia, decidió aceptar el trato.

“Bueno, pero que sepáis que cuando ahora os gane vais a tener que hacer los baños de la casa” dijo mi madre animada viéndose ya ganadora.

Y, entonces, pasó lo que no se esperaba. Cuando ya tenía la victoria en su mano, perdió.

“Vaya, vaya. Tendrás que quitarte una prenda”.

Mi madre terminó de sonrojarse definitivamente, pero se levantó de la silla, dándoles la espalda a mis amigos, se desabrochó la parte superior del bikini y dejó caer la prenda a su lado. A continuación, se volvió a sentar, sujetando las cartas con una sola mano y tapándose con un brazos sus pechos.

“No seas así. Todos queríamos ver cómo te lo quitabas”.

“Tampoco os paséis, eh. ¿Os creéis que yo disfruto viéndoos en pelotas?” dijo mi madre con un tono a medio camino entre la vergüenza y la broma. “Y ahora ésta va ser la última partida porque voy a ganar”.

Y no lo hizo. Volvió a perder. Mi madre repitió la operación, haciéndolo todo de espaldas. Se sentó con sus manos tapando aquellas partes que una mujer decente no enseñaría nunca, hasta que cruzó sus muslos, cogiendo las cartas con la mano libre.

Así llegaron a la última partida, diciendo mi madre que esa vez sí iba a ganar, diciendo que su última mano iba a arrasar y que ellos se preparasen para coger los productos de limpieza.

Mi madre puso las cartas sobre la mesa y mis amigos hicieron lo mismo.

Yo esperaba que al hacer eso, mis amigos le pidiesen disculpas por lo que habían hecho y se preparasen para limpiar los baños, pero, en vez de eso, los tres se pusieron a celebrar y mi madre se quedó totalmente blanca.

“Lo de… lo de que haría lo que vosotros dijeseis no iba en serio… lo sabéis, ¿verdad?”

“¡No me lo puedo creer! Hemos ganado, eso te pasa por ir de prepotente. ¿No te había dicho tu hijo que nosotros jugamos todos los días en la universidad y que nunca hemos perdido? Y supongo que tú eres lo bastante lista como para saber qué es lo que queremos”.

Mi madre y yo nos temíamos lo peor, pero mi amigo rubio dijo:

“Sólo queremos que no mientas”.

“¿Cómo? Uf, menos mal. Ya pensé que queréis pasaros de la raya conmigo”.

Mis amigos se rieron.

“Lo queremos es que nos respondas sin mentir a todo lo que te preguntemos”.

“Bueno, pero a ver qué preguntas me hacéis”

“Tranquila, lo que nos digas no va a salir de aquí”.

“Por ejemplo, ¿qué piensas de nosotros?”

“Chicos, soy la madre de vuestro amigo, así que sólo os puedo decir que estoy muy agradecida de que hayáis ayudado a mi hijo en la universidad”.

“No era eso lo que queríamos saber, sino… ¿te parece que estamos bien dotados?”

Mi madre pareció dudar, por lo que dijo: “No os voy a contestar a eso”.

“¿Es que quieres que despierte a tu hijo y nos vea a los cuatro desnudos? ¿Qué crees que pensará?”

“Tampoco os paséis”.

“No somos ciegos. Hemos visto cómo nos mirabas. Mejor cambiemos la pregunta: ¿habías visto alguna polla tan larga y ancha como las nuestras?”

“Bueno, eso… mi marido la tiene más grande”.

“No mientas... Como veo que no quieres colaborar voy a despertar a tu hijo”.

“No, no, espera. Era mentira. No pensé que existieran penes de ese tamaño… Y sí, sí que creo que estáis bien dotados. Más que mi marido”.

“Eso es. Si colaboras, tu hijo no se enterará de nada”.

“Siguiente pregunta: ¿cuánto tiempo llevas sin sexo?”

“Yo… bueno, está bien. La última vez fue hace tres días”.

“¿Cómo? Pero si tu marido lleva cinco días fuera. ¿Es que tienes un amante?”

Mi madre se quedó blanca. Seguramente no se esperaba que yo les hubiese dicho a mis amigos cuándo se había ido mi padre.

“Así que no le eres fiel a tu marido. ¿Qué edad tiene tu amante?”

“Tiene unos cuarenta años”.

“¡Oh! Ése es un viejo. ¿Cuánto hace que no tienes sexo con un veinteañero?”

“Desde que me casé con mi marido”.

“¿Y tienes ganas de repetir, por ejemplo, con nosotros tres? ¿Alguna vez has estado con tres?”

“La respuesta es no a las dos preguntas” dijo mi madre poniéndose seria.

“¿Estás segura?”

“Um, yo… nunca he estado con tres, pero… estoy segura de que vosotros podéis estar con cualquier chica de vuestra edad. Yo podría ser vuestra madre y… lo que estáis intentando hacer no está bien”.

“Pero ¿tú quieres?”

Mi madre agachó la mirada y se mordió el labio inferior. Ahí fue cuando mis amigos se levantaron y rodearon a mi madre, dejando sus pollas alrededor de su cabeza.

“Sabemos que eres una buena madre, pero también eres una mujer, y es normal que tengas deseos sexuales con hombres de la edad de tu hijo. No eres una mala madre por eso. Tu hijo no tiene por qué saberlo”.

Mi madre empezó a temblar, pero dijo: “Prometedme que esto no saldrá de aquí”.

“No tengas ninguna duda. Para el resto del mundo nosotros hemos estado jugando a las cartas sin más”.

Mientras decía esto, mi madre empezó a acariciar los muslos de los dos hombres que tenía a su lado recibiendo un beso en la boca de mi tercer amigo, quien también le magreaba los pechos.

“Uff, cómo se nota que son naturales”.

Cuando no besaba a mi madre, le pasaba la boca y la lengua por las tetas, haciendo suspirar a mi madre, al tiempo que ella empezaba a masturbar a mis amigos.

Mi madre fue separando las piernas, yendo una de las manos de mi amigo hacia el centro, cogiendo su vello púbico y tirando de él hacia sí mismo, derivando esto en un quejido de mi madre.

“¿Te gusta lo que estamos haciendo?” dijo uno de los que estaba al lado.

“Sí, mi cuerpo está bastante cómodo con esto”.

Cuando mi amigo empezó a masturbar su vagina, mi madre gimió más fuerte, haciendo que uno de los que estaba masturbando le tapase la boca con la mano, por si acaso los gemidos de mi madre me despertaban, aunque yo estaba totalmente despierto, pero mi cuerpo no respondía y mis ojos estaban entornados, por lo que yo veía perfectamente cómo mis amigos se estaban follando a m madre.

Dos de ellos estaban recibiendo unas buenas pajas de parte de mi madre y el otro tenía una mano y su boca en las tetas de mi madre y la otra mano en su vagina.

Uno de ellos dijo que mi madre masturbaba mucho mejor que las veinteañeras. “Cómo se nota que tienes mucha experiencia”.

No sé si fue como agradecimiento, pero mi madre giró su cabeza hacia él y empezó a lamer el glande de su pene. “Mírame a los ojos. Sí, eso es. Quiero ver tu mirada”. Poco a poco, mi madre se metió el glande entero en la boca, hasta llegar a meterlo entero, sacándolo inmediatamente para tomar aire. “Ahora yo. No es justo que se lo hagas sólo a él”. Mi madre se giró e hizo lo mismo, masturbando con la mano al mismo tiempo que chupaba, volviendo la otra mano a la masturbación de una polla ahora con restos de saliva.

Mis amigos vieron cómo el tercero empezaba a agarrar los muslos de mi madre y a hacerle sexo oral, sin que mi madre pudiese gemir por tener una polla en la boca, así que aprovecharon para mover la mano y tocar cada uno una teta, pellizcando y arrastrando los pezones hacia delante.

“Son las mejores tetas que hemos tocado nunca. Tendríamos que cambiar el tipo de mujer y follar más con maduras”.

El amigo que recibía la mamada le puso la mano libre por detrás de la cabeza, presionando para que no dejase de mamar.

Estuvieron así un buen rato que no supe calcular cuánto fue, con mi madre variando la polla que chupaba, pero sin rechistar ni oponerse lo más mínimo. Finalmente, mi madreempezó a sacudirse cuando su cunnilungos se incrementó, dejando de chupar polla y con mis amigos tapándole la boca.

Mi madre tuvo un potente orgasmo, soltando un chorro de squirting sobre la cara y el pelo de mi amigo, cuyo pelo rubio empezó a brillar con el líquido.

Los gemidos de mi madre se ahogaron por las manos que les impedían salir y cuando éstas se despegaron mi madre empezó a inhalar y exhalar de forma profunda y acelerada.

“¿Alguna vez tu amante cuarentón te había hecho esto?”

Mi madre, que tenía problemas para respirar, dijo: “No, no. Esto ha sido… increíble. Quiero más, mucho más”.

“¿Te gusta follar con chavales de la edad de tu hijo?”

“Sí, pero no le digáis nada. No sé qué pensaría de mí si supiese lo que estoy haciendo”.

“Tranquila, éste será nuestro secreto. Ahora, ¿quieres que estemos dentro de ti?”

Mi madre agachó la mirada para ver la polla congestionada de mi amigo. “A ti aún no te hecho nada, si quieres puedes empezar”.

Mi amigo cogió a mi madre de la silla y le tumbó sobre la mesa, tirando las cartas al suelo. Tanteó un poco a su alrededor, dudando, pero mi madre le dijo que no se preocupase por hacerlo a pelo, ya que mi madre se tomaba la píldora todos los días. Por eso, mi amigo penetró a mi madre, comenzando un mete-saca que provocaba que mi madre gimiese sin poder evitarlo, hasta que uno de mis amigos se subió sobre la mesa, separando las piernas sobre la cara de mi madre, dejando las piernas paralelas a la cabeza, rematando con los pies sobre los hombros, introduciendo su polla dentro de la boca de mi madre.

Y el tercero se subió sobre la mesa, que empezó a temblar por el exceso de peso que había sobre ella, pero resistió mientras mi amigo ponía una pierna a cada lado del abdomen de mi madre, poniendo su pene en el canalillo y cogiendo sus tetas para hacer una cubana, coordinándose perfectamente entre los tres.

Calculo que pasaron unos diez minutos, aunque el alcohol empezaba a hacer estragos en mí y me impedía permanecer todo el rato consciente, haciendo que me perdiese todos los detalles, pues vi cómo mis amigos iban rotando las posiciones, seguramente para que el penetrador no se corriese rápidamente, cosa que no le pasaba a mi madre, a la que le calculé otros dos orgasmos, ambos secos, pero no por ello menos intensos.

En un momento dado, mis amigos se separaron de mi madre, cogiendo el moreno a mi madre por las caderas levántandole para acercar las caderas de ambos mientras mi amigo se mantenía de pie.

El rubio agarró la polla del moreno y la orientó para que entrase dentro de la vagina de mi madre, haciendo que mi madre hiciese una pinza con sus piernas y se agarrase con una mano al cuello en lo que duraba el mete-saca, usando la otra mano para tapar su cara, aprovechando el rapado para ponerse de rodillas y lamer los alrededores de la vulva de madre masturbándose al mismo tiempo; el rubio, mientras, se ponía detrás de mi madre y, con un poco de dificultad, empezó a meterle su polla a mi madre por el culo, haciendo que mi madre necesitase agarrarse con las dos manos y ya no había nada que le impidiese gemir durante los cinco minutos que duró la doble penetración, que fue cuando los dos penetradores eyacularon a la vez dentro de mi madre, haciendo que el que la sujetaba no pudiese hacerlo más, consiguiendo apoyar a mi madre en suelo, usando este momento el rubio para correrse sobre las tetas de mi madre.

“Uff, nunca habíamos soltado tanto. Desde luego, eres una folladora nata”.

Mi madre se quedó contemplando cómo el semen iba saliendo de su interior y se deslizaba por sus tetas. Mi madre se agarró uno de sus pechos y se lo acercó a la boca, lamiendo el líquido que había sobre él.

“¡Qué caliente está!” dijo ella.

Gracias a que las gotas brillaban con el sol, pude ver cómo un par de ellas se deslizaban hasta la vulva, perdiéndose entre los vellos púbicos de mi madre.

Mi madre se fijó entonces en cómo las pollas de mis amigos seguían erectas, como si no acabasen de eyacular hacía unos segundos. Mi madre se quedó mirándolas, dudando de decir lo que estaba pensando, pero ellos ya sabían lo que quería decir.

“¿Quieres que repitamos?”

Mi madre no contestó, pero no hacía falta. Se levantó y acarició las pollas.

“Pero no quiero que mi hijo pueda pillarme. Mejor no lo hagamos aquí”.

“Vale, vamos dentro, así podrás gemir todo lo alto que quieras”.

Los cuatro entraron dentro de la casa, tras recoger la ropa, las cartas y las latas vacías de cerveza y desaparecieron de mi vista. Momento que aproveché para despejarme, aunque no conseguí hacerlo hasta que me resbalé al no poder andar bien por la borrachera y me caí dentro de la piscina.

El agua hizo que volviese en mí y saliese para contemplar cómo a la mesa le había salido una grieta por el exceso de peso. Después entré en la casa y me dirigí a la cocina, donde no había nadie, ya que los ruidos provenían del piso superior.

Al parecer uno de mis amigos había tirado las latas de cerveza a la basura, pero una de ellas había caído fuera, siendo golpeada por mi pie e impactando contra la pared.

Ese ruido alertó a quienes estaban arriba, bajando inmediatamente mi amigo moreno con el bañador puesto, ante el que fingí estar recogiendo la lata y que yo no sabía nada de lo que habían hecho.

“Vaya, por fin te has despertado. Empezábamos a pensar que estabas en coma etílico. No te preocupes, hemos tratado muy bien a tu madre. Nos ha desplumado a todos en el póker. Ninguno de nosotros ha podido hacer nada. Ahora tu madre está durmiendo, decía que se quería echar la siesta. Llevaba tres días sin hacerlo bien, pero creo que ahora ya no tendrá esa carencia” dijo sin saber que yo entendí el doble sentido de esa frase.

Según él, el rapado y el moreno también estaban cansados y mi madre les había dicho que podían usar mi habitación para dormir.

Me propuso pasar el resto de la tarde jugando a la Play Station que yo tenía en la sala de estar, algo que acepté, a pesar de ser totalmente consciente de lo que estaba pasando el piso superior. Empezamos a jugar subiendo mi amigo el volumen del juego al máximo, seguramente para impedir que yo oyese los gemidos de mi madre.

Pasó un cuarto de hora hasta que bajó el del pelo rapado. Para entonces yo había ganado todas las partidas a la Play, en gran parte porque mi amigo estaba pensando en el momento de volver a subir para seguir follándose a mi madre. La aparición del rapado le dio la excusa para decir que le estaba entrando el sueño y que mejor se iba a dormir.

“Juega contra él, que tiene la misma buena racha que su madre. Y si el rubio se despierta le diré que baje para echar una partida”.

El proceso se repitió y yo seguí disimulando, alegrándome de ganarles las partidas. Para cuando me quise dar cuenta ya era de noche, y el rubio me dijo que le estaba entrando sueño y que se iría a dormir con los otros dos a mi cama.

Para ese momento yo ya me había acostumbrado a que mis amigos le estuviesen dando a mi madre por todos los agujeros, y también me excitaba pensarlo, así que le dije a mi amigo que arriba ya no había más camas y que yo me iba a quedar durmiendo en el sofá, con lo que pude notar un cierto brillo en la cara de mi amigo.

“Podéis quedaros a dormir si queréis, seguro que a mi madre no le importa”.

Así lo hicieron, aunque ninguno de los cinco pudimos pegar ojo durante la noche, apareciendo todos nosotros con ojeras a la mañana siguiente. Mis amigos me pidieron que les acercase en coche a la estación de tren, donde cogerían un tren camino a su ciudad.

Por el camino me dijeron que mi madre había sido una anfitriona muy amable y que le diese un tiempo para que se despertase, que ella parecía estar realmente agotada.

No fue hasta Navidad cuando mis amigos volvieron a mencionar a mi madre, proponiendo invitarle a una casa en las montañas, teniendo yo que decírselo, ya que sabía que mi madre y mis amigos se mandaban mensajes de cuando en cuando. Ella me dijo:

“Claro que sí, hijo. Diles que iré encantada, que llevo desde aquel día sin jugar al póker con nadie más, ni siquiera con tu padre. Espero poder volver a ganarles otra vez. Me compré un libro para mejorar los movimientos y quiero empezar a ponerlos en práctica”.