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Las vacaciones de mi madre (1) la playa

en No Consentido

La protagonista de esta historia es mi madre, una mujer pelirroja de ojos azules, cuya belleza y simpatía resultaba muy complaciente para todos los que se acercaban a mi madre.

Mi madre acababa de celebrar su cumpleaños y, como de costumbre, mi padre se había olvidado de darle ningún regalo, lo que desembocó en el tradicional enfado anual de mi madre. El enfado derivó en depresión, algo que ni el resto de regalos pudo evitar. Por culpa de la depresión mi madre empezó a comer más de la cuenta, ganando unos cinco kilos de más, que, sorprendentemente, no le afectaban a su belleza, aunque tuvo que renovar sus sujetadores al aumentar sus pechos hasta la talla 102, marcándose más por su baja estatura, de un metro cincuenta y seis.

En esa ocasión, para tratar de arreglar las cosas, mi padre improvisó una especie de vacaciones para los tres durante el puente que empezaría la semana siguiente.

A causa de la cercanía de la fecha, mi padre consiguió reservar las únicas dos habitaciones de hotel que quedaban en una localidad de la costa del mar Cantábrico, aunque se trataban de dos de las peores habitaciones del hotel.

La depresión de mi madre pareció empezar a desaparecer cuando divisamos la playa desde la carretera, conforme nos íbamos acercando. Llevábamos seis años sin ver el mar, desde que a mi padre le dio una insolación, descubriéndose así su alergia al sol. Es por ello, que ni mi madre ni yo nos esperábamos que mi padre viniese con nosotros a la playa, diciendo que se quedaría gran parte de tiempo en el hotel.

Llegamos el viernes sobre las seis de la tarde, instalándonos en las habitaciones, que quedaban justo encima de las cocinas del restaurante, por lo que nada más llegar, pudimos oír desde nuestras respectivas habitaciones el sonido de platos, vasos y demás útiles de cocina.

Los tres estábamos agotados del viaje y del calor que habíamos pasado dentro del coche, por lo que los tres nos echamos una larga siesta, hasta que a mí me despertó el sonido de una puerta abriéndose. Era la de la habitación de mis padres y, a juzgar por los ronquidos que oí, era mi madre quien había salido de allí.

Yo aún necesité un tiempo para despejarme, bajando a la planta baja un rato después. Conociendo a mi madre, sabía que habría ido a la terraza del bar del hotel, donde efectivamente estaba, y no sola.

Junto a ella había una chica de unos treinta y tantos años, con la piel cubierta un inmenso moreno playero, lo que me llevó a pensar que ya llevaba varios días allí.

Mi madre nos presentó y me dijo que esa mujer se hospedaba en la habitación contigua a la de mis padres.

Esta mujer debía medir un metro setenta y cinco de alto, con un marcado abdomen y unos pechos grandes, pero no tanto como los de mi madre. Ella llevaba puesto la parte superior del bikini y unos pantalones cortos que apenas cubrían tanto como deberían, en contraste con el vestido que llevaba mi madre.

"Así que habéis venido en familia. Yo solía venir con una amiga, pero como se casó hace un par de meses, he tenido que venir yo sola".

"Pues si quieres, podemos ir tú y yo juntas por ahí".

"Oh, no, por favor. Seguro que quieres ir con tu familia y yo no sería nada más que un estorbo".

"No, tranquila, si mi marido prefiere quedarse en el hotel y seguro que mi hijo se va esta noche a alguna discoteca".

Me pareció una frase rara, ya que mi madre sabe que yo nunca salgo por ahí, ni siquiera en vacaciones. Caí en la cuenta de que mi madre estaba tomándose alguna clase de bebida alcohólica, cosa que no solía hacer, pero interpreté que era a causa de su depresión.

Vi cómo mi madre se iba animando conforme avanzaba la conversación, durante la cual la amiga de mi madre dijo que iba a ir a una fiesta en la playa por la noche, a la que mi madre accedió a acompañarle.

Cuando se acercó la noche, cenamos los cuatro en el restaurante del hotel. Mi padre intentaba hacerse el gracioso durante toda la cena, probablemente tratando de captar la atención de la nueva amiga de mi madre para jugar a hacer un pequeño coqueteo, aunque no tuvo mucho éxito.

La mujer insistió en que mi madre le acompañase bebiendo vino durante la cena, a lo que mi padre, haciéndose el gracioso dijo:

"Bah, pero cómo va tomar ésta vino. Si no sabe beber".

Y en parte tenía razón, ya que mi madre parecía estar un tanto mareada durante la cena.

Cuando ya había oscurecido totalmente, mi padre se dirigió a la cama, diciendo que todavía estaba muy cansado del viaje y que necesitaba descansar. Mi madre, que tenía ciertos problemas para andar recto, intentó decir lo mismo, pero su amiga se interpuso y me dijo que ahora las dos se iban a ir a la fiesta de la playa, deseándome buenas noches. Era obvio que esa mujer sabía que yo no era mucho de salir.

Reconozco que dudé de si hacía bien o no en permitir que mi madre se fuese ligeramente borracha con esa desconocida, pero a la hora de la verdad no hice nada y dejé que las dos se fueran, con mi madre tambaleándose siendo sujetada por las caderas.

Subí a mi habitación, con la intención de dormirme, cosa que no pude hacer dada la tremenda excitación que me producía el imaginarme a la amiga de mi madre, borracha, follando en la playa mientras mi madre miraba desde la lejanía.

Decidí dejar de imaginármelo e ir a descubrir si eso podía estar pasando de verdad.

Salí del hotel y me dirigí hacia la playa, donde me fui orientando por las diferentes hogueras que había a lo largo de la playa, usando las luces de las hogueras como faro en mi camino.

La playa era más grande de lo que parecía según las fotos de internet. Había gente alrededor de las hogueras, bebiendo, bailando o simplemente tumbados o sentados sin hacer nada. De cada una de las hogueras salía un ritmo de música distinto, aunque mayormente eran melodias de reggaeton latino.

Fui pasando por todas las hogueras sin encontrar a mi madre o a su amiga. Quizá las había pasado ya, siendo esto poco probable porque la mayoría de la gente era universitaria o adolescente. Por ahí circulaban grandes cantidades de alcohol y otras sustancias, haciendo que la gente bailase más desvergonzadamente, pasándose de la raya en varias ocasiones, ya que pude ver a mujeres desnudas, siendo varias de ellas tocadas indiscriminadamente por todo aquel que se acercase.

Terminé de recorrer todas las hogueras sin éxito, lo que me llevó a pensar que a lo mejor ya se habían ido, hasta que vi una última hoguera, en una pequeña cala que estaba separada de la playa principal por una estructura rocosa, a la que se llegaba a través de una gruta.

Entré por allí, oyendo un montón de gemidos procedentes del interior del túnel. La gente estaba aprovechando las zonas de total oscuridad para follar libremente, sin restricciones y en el más completo anonimato.

Salí de la gruta para vislumbrar la hoguera más grande que había en toda la ciudad, con personas bailando a su alrededor, con varias mujeres en topless, quienes no tenían ningún problema en danzar semi-desnudas delante de completos desconocidos.

Tanteé por la gente que había en esa cala, hasta ver a mi madre bebiendo de un vaso de plástico sentada en una manta junto a su amiga, otra mujer, de unos veinte años, y cuatro hombres, que hablaban sin parar con mi madre, quien reía animosa como consecuencia del alcohol.

Uno de los hombres parecía insistir en que mi madre bebiese más de la botella de dos litros de cerveza que había en el centro del círculo que había formado las siete personas allí reunidas.

Mi madre acercó el vaso para que le echasen más bebida, pero el hombre que se lo iba a dar tropezó, con mayor o menor intención, y derribó la poca cerveza que quedaba sobre el vestido de mi madre, dejándole totalmente empapada. El tipo sacó un pañuelo y le empezó a limpiar el vestido, aprovechando para magrear a mi madre, cuyos pechos quedaban totalmente marcados tras el fino vestido.

Mi madre, al notarlo, le dio una bofetada al hombre, que se echó para atrás al recibir el golpe.

“Oye, tampoco te pases de listo”.

Se cubrió los pechos con las manos, con la esperanza de que se notasen menos de lo que ella pensaba.

“Vamos, tranquilos, chicos. Que hemos venido a pasarlo bien” dijo la amiga de mi madre.

Le propuso a mi madre ir a bailar junto a la hoguera, a lo que mi madre accedió con tal de alejarse del pervertido que le había tocado sin pudor.

Las dos empezaron a bailar, perdiendo mi madre sus últimos recelos cuando su amiga le dio de beber de una botella de whisky que tenía un grupo sentado cerca del fuego.

Poco a poco todo el mundo se acercó a ellas, viéndolo yo todo desde la distancia, desde donde vi cómo la gente empezó a rodear a mi madre, apoyando todos ellos sus manos en la cintura y el trasero de mi madre, quien ya no parecía molestarse por los tocamientos que recibía.

Alguien empezó una conga, a lo que mi madre siguió, con la persona de detrás agarrando sus glúteos con total libertad. Para ese entonces mi madre ya estaba totalmente borracha, haciendo eses al caminar, yendo a parar a la manta donde inicialmente habían estado sentados.

Se dejó caer sobre el centro de la manta, agotada y sin poder levantarse. Fui a acercarme para ir en su ayuda y que los dos nos fuésemos de vuelta al hotel, pero un hombre se me adelantó.

Mi madre permanecía de lado, respirando acompasadamente y manteniendo la consciencia todo lo que era capaz.

El hombre, que bien podría tener mi edad, se puso a su lado y empezó a darle besos en la boca, sin obtener resistencia por parte de mi madre quien dio una inhalación profunda cuando el tipo dejó de juntar sus labios con los de mi madre.

Tumbó a mi madre boca arriba, defendiéndose de los tenues forcejeos de mi madre con sus marcados músculos. Le subió el vestido a mi madre y empezó a meterle mano, obligando a mi madre a permanecer en esa posición gracias a su peso corporal.

Mi madre movía débilmente los brazos para intentar sacar la mano de ese hombre de su entrepierna, gimiendo todo el tiempo para intentar alertar a los que estaban en la playa, ya que mi madre no era capaz de articular palabra. El tipo le iba subiendo a mi madre el vestido hasta dejarlo por encima de sus pechos, levantando también el sujetador

Puso su boca sobre los pechos y el canalillo de mi madre, besuqueándolos y lamiéndolos con ansia. La gente se empezó a acercar, quedándose mirando cómo violaban a mi madre, interpretando erróneamente que era una relación consentida.

Empezaron a aplaudir y a cuchichear entre ellos, destacando que la mujer de más edad que había en la playa era la única que se atrevía a follar sin irse a la gruta.

El tipo empezó a aumentar el ritmo hasta el punto de llegar a bajarse los pantalones y los calzoncillos, sacando un enorme rabo que bien podría tratarse de la polla de un caballo en vez de la de un ser humano.

Al ver mi madre lo que iba a hacer, aprovechó el único segundo que el tipo bajó la guardia para empujarle y escapar de su control. Logró ponerse de pie a duras penas, con el vestido cayendo por la gravedad, hasta que el hombre lo agarró por detrás para evitar que mi madre se fuera. Lo hizo con tanta fuerza que el vestido cedió y se rompió, quedándose en las manos del tipo.

Ahora estaba mi madre casi desnuda delante de toda la gente de la cala, con todo el mundo mirando su cuerpo, especialmente sus pechos, que mi madre trató de cubrir rápidamente con el sujetador, dejando el pezón derecho al aire. Los que estaban detrás pudieron disfrutar de los glúteos de mi madre, entre los que se sumergían las bragas que en la parte delantera no tapaban del todo su vello púbico.

Mi madre echó a correr. aprovechando un momento de lucidez, huyendo de todos, quienes permanecían hipnotizados ante el bamboleo de los glúteos y los pechos de mi madre, que botaban como balones de baloncesto.

Inesperadamente, la mujer que había pasado la tarde con ella emergió de entre el tumulto para agarrar a mi madre por los hombros para impedir que huyese de allí. Los hombres y las mujeres de alrededor salieron del trance y se acercaron a mi madre, toqueteando su cuerpo. La lucidez de mi madre se había esfumado y ahora ya no trataba de resistirse, ni cuando alguien desabrochó su sujetador y dejó sus pechos al aire.

“¡Vaya ubres tiene!” dijo alguien.

La amiga de mi madre le hizo dar media vuelta para que todo el mundo pudiese disfrutar de la delantera de mi madre.

“Vamos a hacer que esta madurita se vuelva a sentir joven otra vez” gritó la amiga, ante lo que todo el mundo empezó a agolparse delante de mi madre, dejando las huellas dactilares sobre sus melones, aprovechando su amiga la confusión para bajarle las bragas hasta los tobillos, exponiendo su vulva peluda ante todo el público universitario que se agolpaba en la cala.

Para mi sorpresa, la vagina de mi madre estaba chorreando, empezando la amiga a masturbarle con las resistencias de mi madre ya desaparecidas. Le introdujo los dedos corazón y anular por su interior, sin que mi madre pudiese evitar gemir ante el placer que sentía.

El cuerpo entero de mi madre estaba temblando, destacando sus pechos que se movían descontrolados, aunque las manos de la gente estaban ahí para sujetarlos. Ella sonreía, sin reprimir ni fingir sus emociones.

Otras mujeres empezaron a excitarse y a sentir envidia de la situación, desnudándose ellas también, atrayendo a gran parte de la gente que toqueteaba a mi madre.

Al final quedaron sólo unos pocos que contemplaban cómo mi madre se liberaba de la limitada sexualidad que tenía con mi padre, gimiendo todo el rato, hasta que no pudo aguantar más y chilló víctima de un intenso orgasmo que le hizo temblar las piernas y soltar un chorro de squirting que empapó el antebrazo de su amiga.

Ella retiró sus dedos del interior de mi madre, limpiándose las manos en sus ubres, que resplandecieron al estar humedecidas.

La mujer pasó uno de sus brazos por detrás de las piernas de mi madre y le levantó en brazos, llevándole, seguida de los demás, hacia las mantas donde antes estaban bebiendo. Le dejó tumbada boca arriba sobre las mantas, y, contemplándole, con evidente satisfacción, desde arriba, dijo a los demás:

“¿Quién quiere ser el primero que se folle a esta vaquita?” (lo de vaquita debía ser por el comentario de que los pechos de mi madre no eran pechos, sino ubres).

Varios hombres se adelantaron, pero el primero en llegar fue el que ya estaba desnudo, quien había intentado follarse a mi madre un rato antes.

“Es toda tuya” le dijo la amiga de mi madre.

El hombre se puso de rodillas entre las piernas de mi madre, disfrutando de la vista de su vagina. Agarró a mi madre de las caderas, orientando su enorme sable hacia la entrada, donde, sin ningún tipo de protección, fue introduciéndolo dentro de mi madre, quien empezó a gemir nuevamente.

Inicialmente, sólo entraron diez centímetros hasta que, poco a poco, entró todo en su interior. Realmente no llegué a pensar que fuera entrar entero, pero el cuerpo de mi madre era mucho más adaptable de lo que yo había supuesto.

El tipo siguió penetrando a mi madre golpeando con sus testículos el perineo, incrementando las embestidas, que se volvieron más y más profundas, una y otra vez, con la gente aplaudiendo y masturbándose alrededor de los dos animales en celo que estaban copulando, el caballo y la vaca.

Las tetas de mi madre se bamboleaban sin control a cada embestida, provocando que los gemidos de mi madre fueran in-crescendo.

Tras un buen rato así, el tipo bajó el ritmo, diciendo:

“¡Me corro!, ¡me corro!”

Mi madre dejó caer un par de palabras, que el hombre ignoró completamente:

“Dentro no. Dentro no”.

El cuerpo de mi madre tembló más que nunca, al sentir el semen de otro hombre que no fuese mi padre. Pero tampoco tuvo tiempo de pensarlo, ya que otro hombre urgió al que acababa de correrse para que se apartase. Él también quería follarse a mi madre.

Me di cuenta de que el nuevo follador era el mismo tipo que le tiró a mi madre la cerveza encima. Su polla no destacaba por su tamaño, sino por su anchura, que era casi el doble de la del tipo que se apartaba y se iba a follar con alguna de las otras mujeres de la cala.

Este follador se decidió por las posición del misionero, aprovechando para sumergir su cara en las tetas de mi madre mientras se la metía a mi madre con excesiva facilidad, con el semen del otro hombre saliendo y derramándose por la manta.

Durante el polvo uno de los hombres que se masturbaba mirando cómo se follaban a mi madre no pudo aguantar más y, tras la sugerencia de la amiga, se corrió sobre la cara de mi madre.

Pasaron unos diez minutos hasta que el penetrador eyaculó, soltando una gran cantidad de semen en el interior de mi madre.

Sin que casi nos diésemos cuenta, el hombre se había apartado y un tercero había ocupado su lugar, poniendo a mi madre boca abajo y levantando su cadera, aprovechando el hombre para azotarle el culo, que sonó por toda la cala.

El tipo estuvo a punto de hacerle sexo anal a mi madre, optando finalmente por el sexo vaginal, ante lo que mi madre comenzó a gemir más fuerte que antes, sin dejar de recibir los sonoros azotes que hicieron que sus glúteos se quedaron totalmente rojos.

“Parecen dos frutas maduras” dijo un hombre que estaba masturbándose.

Este hombre bombeaba mucho más rápida e intensamente que sus predecesores, haciendo que mi madre eyaculase un segundo chorro de squirting que pringó la pierna izquierda del follador, lo que le hizo a él salir de la vagina de mi madre e, inesperadamente, introducirle la polla por el ano.

Las embestidas anales empezaron de forma muy floja, para ir incrementándose conforme el ano de mi madre se empezó a adaptar a la polla que tenía dentro.

Ella no podía aguantar y apoyó su cabeza en la manta, como consecuencia del agotamiento de su cuerpo y la presión de su ano.

La amiga cogió la cabeza de mi madre e hizo que ésta le mirase a la cara:

“No me digas que éste es tu primer anal. ¿A que sientes que te vas a partir en dos? No te preocupes, sólo molesta al principio”.

La mujer apoyó la cara de mi madre contra sus pechos, que se llenaron de semen, aunque a ella no parecía importarle.

Tras cinco minutos, el hombre se corrió dentro del culo de mi madre, provocando que éste temblase resaltando aún más su color rojo y aquí fue cuando mi madre no pudo más y se desmayó.

La respiración de mi madre delataba que no había muerto.

“Lo siento, chicos, pero creo que esta vaquita ya ha tenido suficiente por hoy. Lo mejor será que dejemos que descanse” anunció la amiga.

La mujer dejó un momento a mi madre tumbada inconsciente sobre la manta, yendo a buscar la ropa de alguna otra mujer que estuviese desnuda follando en la cala, para ponérsela a mi madre.

Me di cuenta de que se la iba a llevar de vuelta al hotel, por lo que decidí adelantarme y llegar yo antes, por lo que ya estaba allí cuando ambas llegaron con mi madre vestida únicamente con una camisa a medio abrochar que debía pertenecer a una mujer con una o dos tallas más que mi madre.

Subí por las escaleras mientras ellas lo hacían por el ascensor. Esperé tras una esquina para ver cómo la amiga de mi madre entraba en su habitación con ella, tirando a mi madre sobre la cama y cerrando la puerta a sus espaldas.

También puso el cartel de “NO MOLESTEN”.

Entendí que mi madre no tenía la llave de la habitación y que habría sido difícil explicarle a mi padre cómo es que mi madre llevaba una camisa con sólo dos botones atados y con las piernas y la cara chorreando un extraño líquido blanco.

Yo entré en mi habitación, sin dejar de pensar en lo que acababa de presenciar.

Y pensar que las vacaciones sólo habían empezado.