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Ay, primita, primita

en Amor filial

Poco después de cortar con mi novia del instituto me independicé con 22 años. Allí estaba yo en mi pisito de alquiler casi nuevo, un viernes noche, sin planes y se había hecho tarde viendo una serie. No tenía mucho sueño y algo despertó en mí el deseo de inaugurar el primer mes sólo en mi pisito con un poco de porno y una buena paja.

 

En esas estaba yo cuando llamaron abajo. Serían sobre las tres de la noche, ¿Quién demonios? ¿A estas horas? Esperaba que fueran chiquillos traviesos y nada de sustos. Contesté y mi sorpresa fue grande cuando me dijo que era mi prima y que si podía subir. Bastante extrañado le abrí y apareció ante mi puerta.

 

-"¡Primooo!" -gritó nada más verme abrazándome al instante.

-Shhhh... que es tarde y tengo vecinos gruñones -dije rápidamente.

-"¡Primooo!" -exclamó en voz baja y nos reímos.

 

Su abrazo olía a una mezcla de perfume y alcohol. Cerré la puerta y pasamos al salón. Yo me volví a dejar caer al sofá y ella optó por un pequeño sillón que tenía al lado de la tele y quedaba frente a mí. Se sentó en una pose cansada. Estaba medio recostada y con una pierna por encima de uno de los brazos del sillón. Iba vestida bastante sexy. Botas negras y cortas, pantalón corto bastante apretado y una especie de camisa atada que no le cubría el abdomen.

 

-Me han pasado muchas cosas hoy y no quería volver así a casa -su voz ahora sí que delataba embriaguez-, mi tía, tu madre -explicó con un gesto gracioso- me dijo donde tenías tu nueva casita y ahora estaba cerca de aquí -yo solamente la escuchaba con atención- y he visto luz y he pensado, bueno no quiero molestar... -hizo una pausa.

-No, tranquila, pero ¿tus padres saben que venías aquí? -pregunté como un hermano mayor responsable.

-Ahora mismo les mando un mensaje que es muy tarde -dijo sacándose el móvil del apretado bolsillo.

 

Marina tenía poco más de 17 años y todos sabíamos que era la rebelde incontrolable de la familia pero me preocupaba verla así. Ella siempre me decía, desde bien pequeños, que yo era su primo favorito y eso hacía nacer en mí un sentimiento protector sobre ella. En las comidas y cenas familiares siempre deseaba que yo estuviera o se quedaba preguntando por mí. "Si no fuera su primo estaría enamorada" bromearon en alguna ocasión mis padres y mis tíos.

 

Me daba pena pero era una chica que no tenía remedio. Había dado muchos problemas a mis tíos y había ido a varios psicólogos después de los 13 años. A los 15 se escapó de casa, desapareció dos días hasta que la encontraron en un camping con un grupo de chicos y chicas que no eran de su grupo de amigos habitual. Pero esa no fue la que más afectó a mis tíos, a los 16 le pillaron fotos desnuda que supuestamente mandaba por el móvil o por internet.

 

Fue en una comida familiar que estábamos todos los primos jugando en la piscina de mis tíos cuando yo me salí para ir al baño de la casa y escuché a mi madre y a mi tía con expresiones del tipo "Pero tú crees que eso se puede aguantar", "Estamos muy perdidos", "No sabemos que hacer con ella"... y cuando salí del baño miré por una rendija que daba del patio a la cocina donde estaban hablando. Parecía enseñarle algo en un pequeño móvil que inmediatamente guardó en un armario, dentro de una caja, detrás de otras cosas.

 

Salieron de la cocina hablando disgustadas y mi curiosidad pudo más. No me costó mucho alcanzar la caja, coger el móvil y llevármelo detrás al patio para ver que encontraba. Como ya suponía eran las famosas fotos de mi prima Marina. Solamente había tres. En las tres estaba completamente desnuda. En una de pie, de frente, sonriente, en otra de espaldas y en otra tumbada con las piernas bien abiertas.

 

Apenas las visualicé un par de veces cuando mi prima apareció buscándome para volver a la piscina. Todo se fue de las manos. Mi prima lloraba de rabia, quería pegarme, mis padres y mis tíos acudieron al jaleo y con 19 años mis padres me castigaron por entrometerme donde no debía. A pesar de todo, aquellas imágenes se grabaron para siempre en mi cabeza y durante un tiempo no pude evitar masturbarme pensando en ella.

 

Lo de las fotos la tuvo recluida y extremadamente vigilada, al punto que apenas salía de casa. A los 16 cuando tuvo algo más de libertad de nuevo se perforó una teta y el ombligo, lo que le trajo nuevos problemas en su casa. Ahora tenía casi 18 y ahí estaba medio borracha en mi sillón. La parte del abdomen que quedaba descubierta mostraba que aún usaba un piercing colgante en su ombligo. Una preciosa piedra de cristal rojo y plata y además...

 

-Espera ¿eso qué es? -me sorprendí- no me digas que es un tatuaje -dije entre sorprendido y emocionado. Por encima de su pantalón parecían asomar unas letras tatuadas.

-Sí -dijo ella con una sonrisa pícara enorme.

 

Tal y como estaba sentada, se estiró con las manos el borde del pantalón un poco hacia abajo. Asomaron un poco mejor las letras de su nombre, Marina, que parecían adornar el bajo vientre y el pubis. No podía dejar de pensar el espectáculo que tenía que ser ella desnuda ahora.

 

-Ay, primita, primita... -dije en voz alta casi sin pensar, excitado por la visión.

-¿Que? -preguntó ella automáticamente.

-Nada... que no está terminado, parece -dije evitando el tema sexual y adivinando lo que faltaba de tatuaje.

-Nooo -respondió con cara triste de teatro-, mira -añadió señalando con un dedo el final de las letras.

 

En ese momento se levantó y de pie, girando sobre sí misma, me mostró su pierna derecha desde atrás. El pantalón realmente apretado no ayudaba pero lo estiró hasta que pude ver parte de su nalga. Unas ramificaciones con hojas y flores salían por su muslo trasero.

 

-¿Es una continuación? -pregunté asombrado y ahora un poco más excitado.

-Sí -respondió-, está chulo ¿a que sí? -preguntó confiada e inocente.

 

La animé a que terminara el tatuaje pero parecía dudosa con ello. Yo pensé que sería por el dinero, porque ese tatuaje no sería barato precisamente y mis tíos dudo que la ayudaran a pagarlo. Finalmente en una confesión con algo de vergüenza pero un poco empujada por el alcohol que aún residía en ella, me contó que había estado saliendo con un tatuador al que le había pagado con "otros favores". Ya no estaba con él, habían discutido de hecho esa noche él le dijo que no se lo iba a terminar y que no quería saber nada de ella. Yo la tranquilicé y hablamos de otras cosas de familia hasta que decidimos ir a dormir.

 

Ella se acostaría allí en el sofá cama del salón. Yo en mi cama no conseguí conciliar el sueño debido a un medio calentón sin celebrar mezclado con mi prima en plan borracha sexy. Hacía calor, yo dormía desnudo. ¿Y ella? ¿Estaría durmiendo desnuda? ¿La podría ver por la mañana? Me excité todavía más y el sueño me abandonó por completo.

 

Decidí levantarme a por agua, aprovechando que era una buena excusa. Al acercarme a la cocina que estaba enfrente del salón pude escuchar la respiración fuerte de mi prima. El alcohol había hecho su trabajo y estaba bien dormida. No había cerrado la puerta y puede verla acostada boca arriba, sin sostén, se veían perfectamente sus tetas, no muy grandes, pero tersas y redonditas con areola rosada, además todavía tenía el piercing en la izquierda. Solamente vestía unas braguitas blancas casi transparentes y ajustadas en las que se adivinaban los labios vaginales. Me dio miedo mirarla mucho rato, así que fui a por agua y finalmente tuve que masturbarme para dormir tranquilo.

 

Sobre las 7 de la mañana sonó el teléfono de la casa. Debía ser mi madre, ella era la única que me llamaba a ese teléfono, ¿pero a esas horas? Del susto me levanté rápidamente a contestar. Tan rápidamente que fui desnudo como estaba sin acordarme de mi prima. En cuanto entré en el salón me di cuenta de la situación. Yo totalmente desnudo entraba corriendo a por el teléfono y mi prima se tapaba las tetas mirándome atenta. Con algo de vergüenza contesté al teléfono de espaldas a ella.

 

-¿Qué ocurre? -dije preocupado. Mi madre hablaba nerviosa.

 

Al parecer, mi tía estaba asustada porque Marina no había vuelto todavía a casa y no sabían nada de ella. Al instante me di la vuelta con más enfado que vergüenza. Aunque me tapé con la otra mano, ahora mi cuerpo quedaba expuesto a ella casi de frente y ella hacia mí. Mi mirada era furiosa por no haberles avisado. Ella seguía tapándose y ponía ojos de corderita.

 

-En mi casa... -empecé a hablar y entonces vi que ella hizo un ruido y empezó a moverse muy inquieta.

 

Había dejado de taparse para salir del sofá cama. Su cabeza decía y hacía gestos indicando que no hablara. Sus tetas se balancearon por un momento mientras negaba. Yo no entendía nada y le hice un gesto pero ella se arrodilló a mi lado juntando las manos en forma de rezo y de súplica. Seguía negando con la cabeza.

 

-En mi casa... cerca... una zona de fiesta por donde salen los jóvenes, puedo salir a buscarla -corregí para protegerla sin entender muy bien que ocurría.

 

En unos minutos la conversación terminó y Marina arrodillada en súplica como estaba me abrazó sin ningún pudor. Sus pechos redondos se aplastaban en mi muslo izquierdo y sus brazos me rodearon atrapando mi cintura baja. El abrazo incluyó indiscriminadamente  a mi culo y a mi flácido pene que empezó a dar señales de vida repentinas. Levanté los brazos ignorante esperando un explicación pero ella no me miró ni se movió.

 

-Nos has salvado primo -dijo dándome pequeños besos por la cintura. Su mano rozó mi pene al moverse.