miprimita.com

Vuelo a Roma por amor

en Hetero: General

Esta aventura me sucedió cuando apenas hacía unos meses que había cumplido la mayoría de edad. Siempre me he considerado una chica impulsiva y de tal manera actué cuando decidí, sin avisar a nadie, ir a visitar a mi novio a Roma.

Fernando, mi chico, estaba realizando un Erasmus en la capital italiana y lo echaba muchísimo de menos. Era un chico muy guapo, con unos ojazos y labios gorditos y era muy fuerte y musculado con unos tatuajes que le daban un aspecto de chico malo que me volvían loca. Me sentía muy acompañada y segura a su lado… Pero ya hacía dos meses que se había ido y su ausencia me generaba cierta angustia.

Por un lado los celos y los miedos se me aparecían y pensaba que Fernando en todo este tiempo sin mí podría estar teniendo relaciones con alguna otra chica. A veces, en sueños, lo imaginaba follando con alguna zorra italiana y me despertaba sobresaltada y me echaba a llorar como una niña pequeña…

Por otro lado yo era una chica muy fogosa y, aunque me masturbaba como una posesa, necesitaba de su polla para calmar mi deseo. Hablábamos mucho por teléfono y teníamos conversaciones calientes mientras nos masturbábamos, llegando incluso a enviarnos fotos bastante subidas de tono pero, lo dicho, yo lo que necesitaba era tocarlo y sentirlo…

Así que, un día cualquiera, saqué un billete de avión, me preparé una pequeña maleta con la ropa más bonita y sexy que tenía y me dispuse a vivir esta aventura.

Cuando llegué al aeropuerto noté como atraía las miradas masculinas más aún, si cabe, de lo normal. Es una evidencia que soy una chica guapa y con buen cuerpo y, la minifalda rosa palo con la camisa blanca escotada que llevaba ese día, no hacían más que potenciar mis atributos femeninos.

Nunca antes había viajado en avión y, cuando subí las escaleras para entrar dentro, una emoción combinada con cierta excitación me recorrió todo el cuerpo.

Entregué mi resguardo a una azafata muy guapa y entré al pasillo de los asientos. No me fue fácil llegar a mi asiento, el espacio dentro del avión era más bien escaso y cuanta más gente entraba más difícil era avanzar. No tardé mucho en notar como una polla se me pegaba al culo con sumo descaro, yo apenas podía moverme así que disimulé, como si no me diera cuenta.

Avanzábamos muy poquito a poco y a cada pasito podía notar como la polla de ese desconocido iba cogiendo cada vez un mayor tamaño. Lo sentía tan cerca que podía oler su perfume y notar su respiración en mi nuca. Intentaba centrarme en mi objetivo, que no era otro que encontrar mi asiento, pero esa situación me estaba poniendo ciertamente nerviosa. Lo tenía tan pegado que notaba como la falda se me subía peligrosamente y poco o nada hacía yo para evitarlo.

Se envalentonó y posó una de sus manos en mi cadera, yo en ese instante giré mi cara y pude verlo. Era un hombre adulto, tendría unos cincuenta años y llevaba traje y corbata, parecía un empresario. Él no me devolvió la mirada, seguía con su mano en mi cadera, su polla pegada a mi culo y disimulaba mirando al frente como si tal cosa.

Finalmente llegué a la fila de asientos que me correspondía, me separé de él y me recoloqué rápidamente la falda para evitar que se me pudiera ver el culo. Me senté en el asiento pegado a la ventanilla y me puse a mirar el ala del avión. En el fondo estaba muerta de vergüenza y no quería mirar a ese desconocido.

Pero mi sorpresa fue mayúscula cuando pude sentir que, justo ese hombre, se sentaba a mi lado. Por primera vez nuestras miradas se cruzaron, él sonrió y yo le puse cara de niña adolescente, poniéndome colorada y soltándole una sonrisa ciertamente ridícula.

-          Hola, me llamo Roberto – me dijo una vez se había sentado y acomodado en su asiento mientras me sonreía.

-          Ho..hola, yo soy Lucía – le dije mientras intentaba abrocharme el cinturón.

-          ¿Es tu primera vez? – me dijo para mi sorpresa…

-          ¿Co…cómo? – le contesté incrédula por la pregunta.

-           Si es la primera vez que viajas en avión – me dijo sin dejar de sonreír.

-          Ahhh..ehh…sí – le dije ruborizada. Me sorprendía que me sintiera tan avergonzada cuando en realidad el que había actuado como un guarro había sido él.

-          Estate tranquila que todo irá bien. – me dijo al tiempo que se abrochaba su cinturón y los motores del avión empezaban a sonar con fuerza.

Cuando el avión empezó a coger velocidad cerré los ojos, estaba nerviosa y notaba como me sudaban las manos. Justo cuando el avión dejaba de besar con suavidad el suelo, noté como la mano de ese desconocido, cuyo nombre me había dicho y no recordaba, posaba su mano sobre la mía. Lejos de molestarme le agradecí el gesto, pues el despegue me había puesto bastante nerviosa y su mano fuerte y viril consiguió calmarme un poco.

Una vez el avión se estabilizó en el aire, volví a abrir los ojos y separé mi mano de la suya. Me quedaban nueve horas de viaje para reencontrarme con Fernando.

Este hombre estaba interesado en darme conversación y, puesto que yo siempre he sido bastante parlanchina acabamos contándonos un poco nuestras vidas. Roberto, volví a preguntarle cómo se llamaba, viajaba a Roma por negocios, era economista y tenía mujer y una hija de mi edad. Para mis adentros pensaba en cómo podría sentarle a su mujer que su marido restregara su polla sobre el culo de una chica que podría ser su hija; que cerdos son los hombres, pensé.

Tras un rato de viaje y diálogo, tuve que ir al baño. La verdad es que un avión es lo más angosto del mundo y para poder salir, Roberto y una mujer que ocupaba el tercer asiento de nuestra fila, tuvieron que levantarse para dejarme pasar. Roberto no me puso fácil el paso y de nuevo tuve que notar como su polla se restregaba durante unos segundos por mi culo y me hacía recordar lo vivido hacía un rato en el pasillo.

Entré en el baño y me encontraba entre mareada, excitada y agotada. Sinceramente no sé realmente cómo me encontraba. El baño era minúsculo y se oía un ruido ensordecedor. Estaba tan incómoda en ese habitáculo que acabé meándome las bragas sin querer. Tuve que quitármelas y me las guardé en mi bolsito. Me miré al espejo, me pinté los labios, me arreglé un poco el pelo y salí de ese claustrofóbico lugar.

Al salir vi que habían apagado las luces normales y estaban habilitadas solo unas luces amarillas que le daban un aspecto más sombrío a todo. Algunas personas ya se habían quedado dormidas y otras leían o se giraban a mi paso para mirarme el culo.

Volví a mi asiento no sin antes notar como Roberto, una vez más, restregaba su paquete por mi retaguardia con descaro. Una vez me senté y, habiendo cogido más confianza le susurré muy bajito…

-          ¿Siempre te pegas tanto a las chicas como conmigo? – le dije mientras miraba un catálogo y me ruborizaba por mi comentario.

-          Bueno… los aviones… dan pie a malentendidos… - me dijo un poco entrecortado, pero enseguida se envalentonó – Aunque rozarse con una chica tan guapa siempre es bien recibido…

-          Ya me di cuenta ya. – le dije al tiempo que ambos nos sonreíamos.

-          Tu novio tiene mucha suerte… - me dijo mirándome con cierto descaro el contorno de mis pechos que se adivinaban por la abertura de la blusa. Nunca he sido muy aficionada al sujetador y en esta ocasión, dado que el viaje iba a ser largo, opté por no llevar ninguno puesto… Ya no le contesté, apoyé la cabeza sobre la ventanilla y cerré los ojos.

Estuve largo rato con los ojos cerrados pero era incapaz de dormirme, un avión no es precisamente el mejor lugar para dormir plácidamente y simplemente intentaba relajarme un poco.

Pero lejos estaba de conseguirlo cuando noté el calor de su mano que, con suma delicadeza se posó sobre mi muslo desnudo. No me moví un ápice, ni abrí los ojos. Hice como que no me daba cuenta y al mismo tiempo pensaba en cómo ese hombre podía ser tan atrevido.

Su mano me acariciaba el muslo e iba recorriendo cada vez más camino. Era una mano grande y masculina, caliente y descarada. Sentía atracción por sus caricias, me gustaban, pero al mismo tiempo no quería que supiera que estaba despierta, que me estaba dejando hacer, no quería que pensara que era una chica fácil porque, en realidad y hasta ese momento, no lo era.

Al ver mi inacción fue envalentonándose cada vez más y subió ligeramente mi faldita, que, en la postura en la que me encontraba, ya le permitía verme el inicio del culo. Fue en ese momento cuando mi coñito comenzó a humedecerse y en ese instante recordé que no llevaba las braguitas puestas.

Me acariciaba y me magreaba cada vez con menos decoro y estaba convencida de que la polla se le había puesto dura y se moría por follarme. Finalmente me moví, sin abrir los ojos, simulando que seguía dormida y, apoyada mi cabeza sobre la ventanilla abrí ligeramente las piernas facilitándole el acceso a mi coñito. Me sentía bastante excitada y me dejé hacer…

No pude verle la cara, pero estoy convencida que la sorpresa de comprobar que no llevaba ropa interior lo habría calentado muchísimo. Era evidente que sabía tocar a una mujer, a pesar de no ser la postura más cómoda para realizar una masturbación femenina, y me agradaba su contacto. Sus dedos eran inquietos y muy hábiles, y no tardó en descubrir mi rasurado coñito, sin un pelito, como una niña, como la niña que era en comparación a ese hombre maduro.

Me acariciaba con parsimonia, como si tuviera todo el tiempo del mundo, como si pensara que no podría despertarme en cualquier momento, y antes incluso de que sus dedos comenzaran a rozar mis labios vaginales, noté como usaba la otra mano para desabrocharme la blusa. Su habilidad era sorprendente, uno…dos…tres….y ya tenía completamente abierta la blusa y mis tetas a la vista de cualquiera. No osó tocarme las tetas pero sé que tendría su mirada clavada en mis duros pezones y se centró en masturbarme muy lentamente.

Mi humedad era más que evidente, rozaba mis labios y mi clítoris y sentía como le mojaba sus dedos de flujo. Tenía que hacer auténticos esfuerzos para no ponerme a gemir como una posesa. Siempre he sido muy pasional y cuando he tenido sexo se ha enterado media vecindad.

Me sentía sucia, un poco guarrilla; criada en una familia machista no podía pensar que el cerdo era él, sino yo por consentírselo. En ese momento me daba igual y más cuando introdujo dos dedos en la abertura de mi coño y, por puro instinto, le abrí las piernas todo lo que pude para que siguiera perforándome. Continué sin abrir los ojos pero no pude evitar morderme el labio inferior y fruncir el ceño ante las acometidas de placer a las que me estaba sometiendo.

Cada vez que introducía sus dedos se escuchaba un ligero chapoteo, silenciado por el ruido de los motores del avión. Me rozaba el clítoris con maestría, controlando de manera excepcional los tiempos, y proporcionándome un placer sin igual. En otras circunstancias me habría levantado como un resorte y me habría sentado sobre él y le habría dejado que me follara salvajemente…pero el escenario no permitía tal cosa.

No pude ahogar totalmente el gemido que me produjo cuando consiguió que llegara al orgasmo, convulsioné como si me hubieran dado una fuerte descarga eléctrica, todo mi cuerpo se puso con piel de gallina y no pude evitar dibujar una sonrisa en mi rostro al tiempo que mi coño emanaba flujo completamente descontrolado.

Notaba como el corazón me latía a su máxima velocidad, el sudor de mi cuerpo hacia que la blusa abierta se pegara sobre mi piel y me sentía como una auténtica perra en celo.

Dejé de notar el contacto de sus dedos, pero lo sentía cerca de mí. Deseaba abrir los ojos pero no lo hice y pude sentir como sus labios se acercaron a mi sudoroso cuello y se posaron sutilmente sobre mi piel durante una décima de segundo. Luego se separó y noté que se levantaba y se iba.  

Fue en ese instante cuando abrí los ojos por primera vez, vi cómo se alejaba hacia el baño y me di cuenta del escenario en el que me encontraba. La mujer que estaba sentada a su lado, en nuestra misma fila de asientos estaba completamente dormida y roncaba ligeramente. Nadie se había percatado de lo que allí acababa de pasar.

Me miré la blusa abierta, estaba empapada de sudor y los pezones transparentándose a través de la fina tela sin llegar a mostrarse totalmente libres. La falda estaba tan subida que actuaba poco menos que como un cinturón ancho y mi coñito había mojado parte de la tapicería del asiento con mis flujos. Me adecenté un poco, me abroché la blusa y me bajé la falda todo lo que pude. El rubor invadía mis mejillas y me moría de vergüenza por mi descaro.

Cuando volvió a su asiento ambos nos miramos un instante… él sabía que me había hecho la dormida y que había sido consciente de todo…ya no me importaba.

Transcurridos unos minutos me di cuenta de que quería seguir jugando, seguía excitada y lanzada. Mi pequeña mano impetuosa se acercó a su paquete sin titubear y le susurré con cierta malicia…

-          ¿Tu mujer sabe que vas tocando coños de la edad de tu hija? – le dije con cierto tonillo de diablilla putona mientras le amasaba sobre el pantalón toda la envergadura de su polla.

-          ¿Y tu novio sabe que te dejas tocar por maduros desconocidos? – me devolvió el golpe al tiempo que su mano se posaba sobre la mía, como diciéndome que no le dejara de tocar.

Se desabrochó el cinturón y la cremallera del pantalón e introduje la mano en el interior. Enseguida encontré su polla palpitante que, al contacto con mi mano, sentía como se agitaba. El calor que desprendía era sorprendente y deseaba sacarla de su cautiverio para verla en todo su esplendor.

Miré a la mujer que dormía a su lado y lo miré a él con cara de gatita golosa mientras lo masturbaba lentamente. Me mordí ligeramente el labio inferior y me relamí con absoluto descaro mientras le mantenía la mirada y le mostraba el piercing que asomaba en la punta de mi lengüíta… ambos sabíamos perfectamente lo que queríamos.

De improviso y con cierta brusquedad, saqué mi mano de su entrepierna y me levanté sin titubear para dirigirme al baño. Miré a los pasajeros próximos al baño, la mayoría dormían o estaban apunto y las azafatas no estaban cerca…así que entré.

Ni un minuto después apareció mi hombre desconocido, cuyo nombre había vuelto a olvidar, y  sin darle casi tiempo a cerrar la puerta, me senté sobre la taza del wc y de un tirón le bajé los pantalones y los calzoncillos, dejando al aire su polla, que se mantenía alzada como un resorte.

La miré con detenimiento, era más gruesa y venosa que la de Fernando y sin duda tenía más vello púbico. La acariciaba con ambas manos, inclusive la bolsita que recogía unos huevos de gran tamaño mientras notaba su fuerte aroma, como si la pillara recién terminado de jugar un intenso partido de fútbol. Me encanta recrearme un rato antes de chupar una polla, disfruto ralentizando el momento, hacer que los hombres se pongan nerviosos y se impacienten, siempre lo hago así con mi novio y con cuantas pollas han pasado por mi boca.

Con esta no iba a hacer una excepción pero es cierto que no disponíamos de todo el tiempo del mundo y, agarrándome con ambas manos de la cabeza, ejerció la fuerza necesaria para que no pudiera hacer otra cosa que abrir la boca y dejarla entrar.

Tras tener la polla dentro de mi boca dejó de ejercer presión y me dejo cierta libertad de movimientos aunque sin dejar de apoyar ambas manos sobre mi cabeza. Desde el instituto siempre he tenido habilidad en estas lides y no tenía intención de decepcionar a este hombre que tanto placer me había dado hacia un rato.

Mi lengua chupeteaba todo el diámetro de su polla mientras mi piercing jugueteaba sin cesar. Una de mis manos le pellizcaba los huevos mientras con la otra comenzaba a masturbarme con intensidad. Él comenzaba a gemir y yo también aunque, por suerte, el ruido del avión nos silenciaba.

-          ¿Te gusta cómo te la chupo? – le dije en un instante de respiro mientras lo miraba con cara de loba. Siempre me ha gustado decir guarradas y cerdadas cuando la calentura me sobrepasa…

-          Ufff…síii….mu…mucho – decía mientras volvía a ejercer presión con sus manos para llenarme de nuevo la boca de carne. Su polla estaba totalmente dura y por momentos tomaba él el control y me taladraba la garganta aunque sabía controlar los tiempos para no ahogarme

-          ¿Te la chupa así tu mujercita? – le decía con malicia, no sabiendo si eso le excitaba o podría molestarle. No me importaba, a mí me excitaba decirle esas cosas.

-          Mi…uff….mujer….no es….ni la mitad….de putaaa…..que tú….ahhhh – me dijo en tono elevado al tiempo que volvía a follarme la boca consiguiendo que, con ayuda de las caricias que estaba ejerciéndome en mi coñito, explotara en un nuevo orgasmo que me hizo estremecer. Él no se había corrido todavía pero tuve que sacar su polla de la boca para recuperarme del fuerte orgasmo que acababa de tener.

Un instante después me cogió una mano y me puso en pie. Me costó incorporarme por la flojedad que me entró pero él me agarró de la cintura y me sujetó. Nos quedamos unos segundos de pie, mirándonos, hasta que se lanzó a mi boca y comenzó a besarme apasionadamente. Ese hombre me tenía descolocada, me hacía actuar como una guarrilla y controlaba los tempos de manera sublime.

Me desabrochó los botones de la blusa con la misma habilidad que hacía un rato y, esta vez sí, me agarró y amasó las tetas con total impunidad al tiempo que me besaba y mordisqueaba el cuello.

-          Supe que eras una guarra en el momento que te vi entrar en el avión… - me susurró al tiempo que me mordisqueaba y ensalivaba la orejita con dulzura.

-          Ca…cabrón…. – le dije al tiempo que seguía besándole apasionadamente.

Tras unos minutos de besos, magreos y jadeos, me colocó de cara al minúsculo lavabo y apuntó su polla en la entrada de mi coñito…

-          No…no….a..pelo….noooo…po….ponte….condón… - le suplicaba mientras me mordía los hombros y el cuello con fuerza.

-          Nunca me he follado a una puta con condón….y….no va a ser hoy el primer día que lo…..haga… - me vociferó al tiempo que me agarró fuertemente de las caderas y comenzó a penetrarme. Sus palabras acabaron de derretirme y me entregué completamente a sus deseos.

Ciertamente era una puta y una golfa que se estaba dejando follar a pelo por un completo desconocido que podría tener la edad de su padre. Me daba igual, me estaba dejando llevar y estaba disfrutando como jamás lo había hecho.

-          Ca…cabrón….po…podrías ser mi…mi padre… - le decía entre suspiros mientras metía y sacaba su polla de mi enrojecida rajita sin miramientos.

-          Si…si fueras….mi hi…hija….ya hace mucho que….te….habría follado puta…. – me dijo mientras me provocaba un nuevo orgasmo que me hacía gemir como una posesa entregada.

En esta ocasión, tras el orgasmo, no me dejó un segundo de respiro, continuó dándome duro hasta lo más hondo de mi ser mientras me agarraba fuertemente de las tetas y me soltaba un improperio tras otro….

Mi cuerpo se mantenía porque él me sujetaba pero estaba completamente agotada y me sorprendía de lo mucho que aguantaba el ritmo…

-          Suplícame que te llene el coño de mi semen….zo..zorra… - me dijo mientras continuaba castigándome…

-          No…no….por….por favor…..noooo – le suplicaba sin apenas aliento.

-          Te voy a preñar puta… - me decía completamente excitado. Sabía cómo tenía que tratarme para que me entregara completamente a él.

-          Sí…ahhhh…jo…jódeme bien ahhhh – solo podía gemir y disfrutar de las acometidas de ese toro incansable.

-          Cu..cuando lleguemos a Roma…ufff…vas a ser…mi puta..de lujo… - me decía al oído mientras con ambas manos me agarraba del pelo y comenzaba a follarme brutalmente.

-          Sí….ahhhhhh…ahhhhhh…. seré tu…..putaaa….ahhhh te dejaré….que me fo…folles el….culooo. – le decía casi sin aliento mientras notaba como mis tetas bamboleaban y se golpeaban la una a la otra en cada embestida. Sentía que estaba a punto de correrse y sabía que no iba a poder impedir que lo hiciera dentro de mí.

Y así fue, un instante después comenzó a llenarme mi joven vagina de leche fermentada mientras mordía mi cuello y gemía como un poseso. Cuando sacó su polla todavía escupía semen de manera impresionante, derramándomelo sobre las nalgas.

Él se adecentó rápido mientras yo me recuperaba, me besó en el cuello y salió del baño. Yo me quedé unos minutos más analizando todo lo que me había sucedido pero, sin tiempo de reacción, alguien comenzó a tocar la puerta para que saliera.

Me bajé lo que pude la falda, me abroché la blusa y salí apurada y ruborizada. Durante el camino hacia mi asiento noté como su semen seguía saliendo de mi coñito y se desplazaba por mis muslos. Me sentía muy puta.

No volví a dirigirle la palabra durante todo el viaje, ni me atreví a mirarle. La excitación había remitido y me moría de vergüenza. Pensé que lo primero que tendría que hacer nada más llegar a Roma era conseguir una píldora del día después porque las probabilidades de que ese cabrón me hubiera dejado embarazada eran bastante elevadas.

Cuando el avión aterrizó en el aeropuerto de Roma, él fue de los primeros en salir, dejando sobre su asiento una nota que enseguida recogí.

“ 678763625 Llámame si realmente quieres ser mi puta de lujo”

Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y…al pisar por primera vez la tierra italiana me di cuenta que estaba completamente perdida.