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Viendo follar a papá (I)

en Amor filial

Ya llevaba un tiempo en el que la rebeldía invadía cada uno de los poros de mi blanca piel. Apenas tenía poco mas de dieciséis años y un mar de dudas e inseguridades se apoderaban de mí y volvían locos a cuantos tuvieran la desdicha de tenerme cerca. Si bien mi cuerpo ya estaba plenamente desarrollado y tenía un cuerpazo, mi mente todavía viajaba por el limbo.

 

Yo vivía con mi padre y su actual novia Lucía, una guarrilla y prepotente bruja con una talla de pecho en proporción al odio que me tenía, enorme. Mi madre nos abandonó hacía ya muchísimos años y por mi vida habían pasado pseudo madres de todo tipo. Algunas fueron buenas y les llegue a tener aprecio, de otras, como por ejemplo Lucía, poco bueno podía decir. Creo que en cierta medida teníamos celos mutuamente de que el amor de mi padre se repartiera entre ambas.

 

Como comentaba, vivir conmigo era difícil y para no variar la rutina de cada día tuve una fuerte discusión con mi padre por unas malas notas y su negativa a dejarme ir a una fiesta. Yo era puro nervio e impulsividad y aquel día le pegué un chillido amenazándolo con que me largaba y no volvería a su p... casa para, acto seguido, salír de allí dando un monumental portazo.

No era la primera vez que me iba enfurruñada de casa y volvía horas más tarde como si no hubiera pasado nada. Ese día con las prisas y la tensión de la bronca me dejé la cartera en casa y a esas horas, pegando el sol a plomo poco me apetecía pasear así que, tras dar un par de vueltas a la manzana, me dispuse a volver a casa a por algo de dinero. Abrí la puerta de casa con sumo cuidado, quería evitar que se dieran cuenta de mi presencia pero, al entrar, observé que cualquier ruido que pudiera hacer se difuminaba frente al estruendo que se escuchaba en la habitación de mi padre. Me acerque sigilosamente hacia la habitación, algo alterada pues sabía bien lo que estaban haciendo allí mi padre y Lucía, una curiosidad, un deseo de fisgonear y un cosquilleo por todo mi cuerpo me invadió sin remedio. 

La escena que ví tras asomarme sigilosamente a través de la puerta, ligeramente entreabierta, cambió mi vida para siempre.

Ver a un padre desnudo mientras folla salvajemente puede ser traumático para cualquiera pero lo que yo vi fue a una auténtica máquina sexual sometiendo a Lucía sin ningún tipo de compasión. Desde mi perspectiva solo podía ver la retaguardia de mi padre en todo su esplendor. Sus amplias espaldas y sus fuertes y sudorosos brazos, llenos de gruesas venas y músculos en tensión, me dejaron boquiabierta y su trasero y fuertes piernas eran una oda a los dioses griegos y provocaron que, instintivamente, me mordiera el labio inferior.

Como decía antes, lo más llamativo de la escena era la brutalidad con la que mi padre sometía a Lucía sin ningún atisbo de compasión. La agarraba del pelo con fiereza y la embestía ferozmente mientras le decía guarradas de altísimo contenido sexual.

- Te gusta que te folle duro ¿verdad zorra? - le chillaba mi padre a Lucía mientras observaba el frenesí de sus caderas bombeando a Lucía a cuatro patas y, por momentos, acompañándolo de fuertes azotes muy sonoros en su culo que, a buen seguro, le dejarían marca.

- Ahhhh...mmmmgg....sí....hijo..de..putaa - gemía Lucía con un tono que me costaba distinguir si era de placer o de dolor.

- Eres una calientapollas....ufff - seguía vociferando mi padre entre gemidos mientras se inclinaba para agarrarle con dureza una de sus voluptuosas tetas. Me llamaba la atención el sonido que provocaba la intensa penetración, un chapoteo constante acompañado de peditos vaginales y el golpeteo de las pelotas de mi padre en cada embestida que complementaban los gemidos y bufidos que emitían ambos.

- Lo..lo....soy, pero soy....tu...tuya...ahhh - suspiraba Lucía totalmente entregada y sometida al calvario de placer que le estaba entregando la polla de mi padre que, sin poder verla, intuía que se acercaría más a la de algunos de los actores de vídeos porno que veía con frecuencia que a las pequeñas pollitas de mis compañeros de clase que había visto y probado en las duchas tras la clase de gimnasia.

Casi no podía ni pestañear ante lo que estaba viendo y, sin darme cuenta y por un instinto elemental, mis manos se perdieron bajo mis leggings y empezaron a jugar con mis labios y mi clítoris sobre la fina tela de mis braguitas. La escena era tan brutalmente erótica que un charco de fluídos me humedecían sin remedio los deditos y las braguitas.

Tras varios minutos ensimismada con la escena, mi padre sacó su polla con suma rapidez, emitiéndo un sonido como si se descorchara una botella de vino y Lucía tras soltar un pequeño rugido se dió la vuelta para, imaginaba yo, chuparsela.

Fue en ese instante cuando Lucía dirigió su mirada hacia la puerta y me vió. Me quedé petrificada y muerta de vergüenza pero ella no hizo ningún gesto que pudiera delatarme. Su cara, desencajada, con algo de rimel corrido y cubierta de sudor se centró en lo que tenía en primer plano, el miembro viril de mi padre.

Volví a relajarme, pensé que quizás con la penumbra Lucía no me había visto y comencé de nuevo a masturbarme. Me encontraba de pie, con los leggings y las braguitas ya bajados hasta casi las rodillas y me martilleaba el clítoris con la misma brutalidad con la que mi padre castigaba a Lucía.

Ella no titubeó un instante en meterse una, a mi parecer, descomunal polla en la boca y él continuó martirizándola verbal y físicamente.

- Que buena chupapollas has sido siempre - le decía mientras volvía a agarrarle del pelo e intentaba meterle todo ese trozo de carne venoso y palpitante en la boca.- Arghh...hhhh....mmmm. - gemía ella intentando reproducir alguna palabra ininteligible.

Tras unos minutos follándole, literalmente, la boca y casi al unísono mi padre se descargó en su boca y yo alcancé un orgasmo salvaje que me hizo estremecer todo el cuerpo y soltar un suspiro que podría haberme delatado si no fuera por los fuertes gemidos que emitían ambos.

Mientras mi padre seguía restregando su polla sobre la demacrada cara de Lucía y embadurnándola de semen, yo volví al mundo real, me alejé de la habitación y rápidamente me subí las bragas, totalmente húmedas, y los leggings y salí de casa como un gamo.

 

El rodal de humedad que tenía en la entrepierna me imposibilitaba salir a la calle así que opté por subir a la terraza de la finca sabiendo que a esa hora no habría nadie. Me senté en los últimos escalones antes de llegar a la terraza e intenté asimilar todo lo que había pasado. El corazón tardó en volver a recuperar su ritmo normal y por la cabeza me pasaban una y otra vez las imágenes vividas que casi me parecían un sueño, algo que no podía haber pasado de verdad.

 

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Un par de días después, coincidí con Lucía en el desayuno, mi padre estaba duchándose y enseguida me llevaría al instituto. Se quedo largo rato mirándome fijamente con una ligera sonrisa pícara y me dijo:

-¿Que te pareció lo del otro día? - me dijo sin apartarme la mirada mientras se tomaba una tostada.

-¿Que cosa? - me hice la tonta mientras ella soltaba una risotada.

- Jajaja,¿Acaso te crees que no te ví? ¿Que te pareció? - me dijo con curiosidad.

- Bi...bien. - le dije sintiéndome algo violentada.

- No te preocupes que no le voy a contar a tu padre que nos viste pero dime sin miedo, ¿Te gustó lo que viste verdad? - me dijo mientras recogía restos de mermelada del plato con el dedo y se lo llevaba a la boca en actitud claramente provocadora.

- Sí - le dije algo avergonzada.

- Esta tarde sobre las 4, que en teoría estarás en clase, vamos a repetir... si quieres venir a mirar yo no diré nada. - sonrió pícaramente.

Mis mejillas estaban ruborizadas y un instante después apareció mi padre en la cocina. Me levanté como un resorte y salí de la habitación.

 

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Mil emociones y sentimientos me invadían pero tenía claro que lo que había vivido dos días atrás me había gustado y mucho. Tenía claro que la escena me había excitado como nunca y que la visión que tenía de mi padre desde ese momento había cambiado irremediablemente. La proposición de Lucía me causaba temor por las sensaciones incontroladas que podían causarme pero no dudé un instante en que quería volver a vivirlo.

Y desde ese día Lucía me avisaba cuando iban a tener sexo y yo acudía sin demora a la sesión de sexo como una voyeur cualquiera.

Con el paso de las semanas Lucía y yo fuimos cogiendo más confianza y hablábamos sobre este tema más íntimamente. Ella me confesó que le excitaba sobremanera sentirse observada y yo acabé confesándole que la envidiaba.

-¿Que me envidias, porqué? - me decía Lucía sorprendida.

- Por como disfrutas - le decía con sinceridad

-¿Te gusta tu padre? - me dijo con su sonrisa pícara habitual.

-Sí - le dije sin titubear.

-¿Te lo follarías? - me dijo la muy guarra con tono de ponerse cachonda sólo de verbalizarlo.

-... - no le contesté

-jajaja eso es un sí - se reía casi a carcajadas.

-Sí - le contesté finalmente.

-Eres solo una niña y ya has visto como folla tu padre... - dando a entender que no estaría preparada para follar de esa manera tan brutal.

-Ya no soy una niña - le dije enfurruñada.

-Pero él sí te vé como una niña pequeña. - me dijo cambiando a un tono más serio, como si me entendiese pero no pudiera ayudarme.

-Haré que eso cambie, ¿Acaso te crees que no puedo ser tan buena chupando pollas como tú? - le dije con un tono que incluso a mí me pareció de guarrilla, al tiempo que me relamía los labios. Ella sonrió y noté en su mirada que ese comentario la había excitado.

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Desde esa conversación la relación con Lucía mejoró muchísimo y mi actitud con mi padre cambió. Dejé atrás cualquier comportamiento infantil y comencé a jugar con las armas de las que disponía.

En una ocasión me puse un bikini minúsculo que a duras penas tapaba nada, un bikini de cuando tendría 13 o 14 años y que era evidente que ya no era de mi talla, y bajé al salón donde estaban mi padre y Lucía.

- Lucía, ¿Que te parece este bikini? - le dije mientras notaba como los dos me miraban atónitos.

- Es precioso, menudo tipazo te hace - me decía sonriéndome con complicidad.

- Es un poco descarado, ¿No crees hija? - me decía mi padre mirándome sin disimulo las tetas que desbordaban por los laterales y por debajo.

- No seas antiguo papá. - le dije mientras me giraba y les mostraba la parte trasera de la braguita, cuya  tela acababa irremediablemente perdiendose entre las nalgas, convirtiéndose en poco menos que un tanga.

- Que culazo tienes, te queda genial ese bikini - volvió a decirme Lucía al tiempo que se acercó y me dió una sonora cachetada.

- ¿Te gusta entonces papi? - le dije mientras observaba como su mirada estaba clavada en mi culo y no sabía ni que decir.

- Si es lo que se lleva...te...te queda muy bien - me dijo intentando centrarse un poco.

 

Desde ese día y con la excusa del calor veraniego comencé a ir mucho más ligera de prendas por casa ya que sabía que eso aumentaba las posibilidades de acabar cumpliendo mi objetivo.

Ir con una camiseta sin sugetador, marcando los pezoncitos y en bragas se había convertido en mi vestimenta habitual. Incluso aveces entraba a ducharme mientras él se afeitaba sabiendo que me comía con los ojos a través del espejo. Lo fuí cocinando a fuego lento...

 

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Una noche, tras una larga sesión de discoteca y varias copas, me evalentoné y llamé a mi padre para que me recogiera inventándome que había perdido la cartera.

Ese día iba vestida como un auténtico putón, falda azul marino ridículamente corta y una camisa desabotonada hasta la mitad dejando ver buena parte de mi generoso pecho.

Esa noche no había perdido el tiempo y me había estado enrollando con un alemán cuarentón, de edad muy similar a la de mi padre. No habíamos pasado de besos y magreos pero me había dejado bastante encendida.

Cuando llegó mi padre al aparcamiento, subí al coche y la falda se subió de manera indecente, pero no hice nada para colocarla. Tras unos minutos de charla cerré los ojos y apoyé la cabeza sobre la ventanilla, simulándo haberme quedado dormida. 

Ni un minuto después y con decisión cogí su mano, él se alteró un instante pero la cogí con firmeza y se la puse en mi muslo desnudo. Para mi asombro y satisfacción pasados unos segundos empezó a acariciarme muy suavemente. Me quedé quieta, sin cambiar de postura ni abrir los ojos y sentí como, poco a poco, iba subiendo un poco más hasta que acabó chocando con la tela de mis braguitas de encaje. La humedad ya era evidente y de repente se asustó y dejó de tocarme. 

Mi manita volvió a acercarse pero esta vez fuí decidida a su paquete y encontré lo que esperaba, esa espectacular polla estaba dura y palpitante.

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En ese momento el coche se detuvo, abrí ligeramente los ojos y pude ver que estábamos en una especie de polígono apenas iluminado. Lo miré dulcemente a los ojos sin que mi mano dejara de acariciar levemente su paquete y le confesé mi secreto.

-Papá...os he visto a Paula y a tí en varias ocasiones mientras lo hacéis... - le dije con una voz que entremezclaba dulzura con lujuría. - los celos me envuelven cuando estás dentro de ella porque lo que deseo es que estés dentro de mí...

- Pero cariño... soy tu padre y...no está bien...- decía con poco convencimiento al tiempo que su mano volvía a acariciarme suavemente la parte alta de los muslos.

- Lo que no está bien es que me dejes asi... - le decía mientras le mostraba la evidente humedad que transparentaba ya mis braguitas - no querrás que vuelva a la discoteca y cualquier desconocido acabe abusando de tu hijita...

- No...no...pero eres una ni...ña. - me dijo al tiempo que con rapidez y habilidad conseguí sacar de su celda su monumental cimbrel y me acercaba a él, teniéndolo a escasos centímetros de mi boca.

- Una niña...mala... - le dije mirándolo a los ojos y, sin titubear,me abalancé como hiena a su presa mamándole la polla como si no hubiera un mañana. La postura no era demasiado cómoda y apenas podía meterme su gorda cabecita y parte de su tronco venoso.

-No....no...cariño...ohh- palidecía mi padre dejándose llevar.

 

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Sin ningún lugar a dudas esa era la polla más grande que había probado mi adolescente boquita y sabía tan bien o mejor de como me la había imaginado. Estaba en plena concentración mamándo aquella preciosidad cuando de repente mi padre me interrumpió y se bajó del coche. Por un instante pensé que no quería continuar y un aura de tristeza me recorrió pero, enseguida abrió la puerta de mi lado, se quedó de pie, le miré a los ojos y supe que debía volver a la faena. Su mirada ya no era la de un padre a una hija, su mirada ya era similar a la que le ofrecía a Lucía en sus maratonianas sesiones de sexo.

Había visto ya tantas veces como le gustaba a mi padre que Lucía se la chupara que sabía buscarle los puntos débiles. Me metía sus pelotas en la boca, alternándo una con la otra mientras lo pajeaba, lo miraba a los ojos con cara de viciosa, metía y sacaba su polla de la boca metiéndome todo lo que podía, intentando no hacerle daño e intentando no ahogarme mientras el apoyaba ligeramente sus manos sobre mi pelo, acariciándolo. 

En un momento dado paré bruscamente la mamada y mientras me relamía seguí mirándolo a los ojos y le dije:

-Papi, quiero que me uses como usas a la guarra de Lucía... - le dije mientras notaba como restos de líquido preseminal se escurrían por la comisura de mis labios.

Él ya estaba muy encendido y esas palabras acabaron de prender la llama. Me saco del coche, me puso de pie frente a él y con una violencia desmedida me pegó un tirón a la camisa arrancando los pocos botones que quedaban abrochados y dejando al descubierto mis redondas,blanquitas y firmes tetas.

-¿Cómo puedes ser tan zorra de no llevar sugetador? - me dijo al tiempo que las agarraba con ambas manos y observaba los pezones endurecidos al extremo por la excitación. Nunca mi padre me había hablado así pero al escucharlo sacó de lo más hondo de mí toda la perversión que albergaba dentro de mi ser.

- Porque soy....muy...puta...- le dije al tiempo que comenzaba a besarme y morderme el cuello con lascivia y me magreaba una teta mientras con la otra mano me subía lo poco que me quedaba de falda, dejándomela como si fuera un cinturón. Yo me dejaba hacer, disfrutaba de cada uno de sus contactos, de su brusquedad, de tenerlo tan cerca de mí...

Abrazados de pie continuamos durante un largo rato, besándonos, mordiéndonos, magreándonos, hasta que le susurré al oído...

- Soy...tuya...úsame...follate a tu pequeña putilla - le dije con una calentura extrema que acabé contagiándole con esas palabras. Me agarró del culo con fiereza y de un tirón violento me desgarró de una vez las bragas, haciéndome estremecer para, acto seguido, llevarselas a la nariz para olerlas intensamente. Un instante despues y para mi sorpresa me las metió en la boca y me ordenó que las dejara ahí.

Me subió en sus enormes brazos y me llevó unos metros más allá del coche hasta un colchón abandonado que había en unos contenedores del polígono. Me lanzó sobre el sucio colchón y me quedé boca arriba viendo como se quitaba la camiseta y los pantalones rápidamente hasta quedarse totalmente desnudo. 

Ni su polla ni mi coño habían perdido calentura y abriéndome bruscamente las piernas acercó su boca a mi depilado coñito y empezó a besarlo. Mientras jugueteaba con mi sexo observaba como el sudor recorría su frente y jadeaba completamente absorto en su labor.

Poco después se incorporó, se puso un condón rápidamente, apuntó su cabeza gordita en la entrada de mi coñito y me penetró sin titubear. Fué mi primera vez y el dolor me invadió sin remedio no pudiendo ocultar las lágrimas que inundaban mis ojos. Él se dió cuenta y me folló lentamente, pero el tamaño de esa polla era demasiado para un coñito adolescente virgen.

Tras varias embestidas ya había roto mi barrera pero apenas había metido un tercio de su polla. Yo estaba muy excitada pero chillaba por dentro de dolor y las lagrimas fluían sin cesar. Las bragas en mi boca mitigaban sobremanera los gemidos y alaridos que soltaba sin control.

Un par de minutos después interrumpió la follada, me dió un beso en la mejilla y comenzó de nuevo a comerme el coñito. La maestría de su lengua en mis labios vaginales y mi clítoris me devolvió al paraíso del placer extremo y comencé a lubricar como una posesa hasta acabar llegando al mayor de los orgasmos que había tenido en mi vida. Escupí las bragas de mi boca y solté un alarido de placer al tiempo que mi cuerpo se estremecía por completo y se convulsionaba como si me dieran descargas eléctricas ininterrumpidas.

Tras dejarme un minuto de respiro me cogió cual muñequita colocándome a cuatro patas acariciándo todo mi culo y pasándo sus dedos por mi húmeda rajita.

- Que buena estás niña puta - me dijo mientras su polla volvía a apuntar a mi vaginita.

- Métemela...toda...papi...cabrón....y...sin condón....mmmm - le dije un segundo antes de que se quitara el condón de un tirón, me agarrara de las caderas y comenzara a violarme sin compasión.

En esta segunda penetración el dolor se entremezclaba con el placer y empezaba a aprender como controlarlo.

- Uffff....gghhh....ufff - gemíamos al unísono mientras notaba como mis tetas se bamboleaban brutalmente en cada nueva sacudida y mi cara se aplastaba contra el sucio colchón que olía fuertemente a orina, cosa conseguía excitarme aún más si cabe.

- Que...pedazo de culo...tienes pequeña...uff - me dijo mientras seguía castigándome y empezaba a notar como uno de sus dedos comenzaba a urgar por las inmediaciones de mi ano. 

- Que..no...no....polla tienes!! - gritaba completamente drogada de sexo mientras sentía como mi coño era capaz de abrazar la inmensidad de esa polla y mi ano cedía ante dos de sus lubricados dedos.

- Voy a inundarte tu pequeño mmmm coñito de leche ufff mmmm - me dijo mientras azotaba mis nalgas con la misma dureza que se lo había visto hacer a Lucía y pasaba a agarrarme con agresividad del pelo.

- mmmmm ahhhh...qui..quiero la leche...de...papi.... - le dije un segundo antes de que comenzará a embestirme como un poseso, contrayéndose y notando como me inundaba de líquido por dentro al tiempo que emitía un gemido gutural muy fuerte. 

Tras usarme se quedó unos segundos quieto, agarrándome fuertemente de la cadera hasta que, finalmente, sacó su polla y sus dedos de mis tiernos agujeritos y se tumbó a mi  lado. Por momentos tuve la sensación de que me estaba meando encima pero era todo el infinito semen que iba saliendo de mi enrojecida rajita.

Pasados unos minutos, en los que permanecimos inmóviles y exhaustos, nos levantamos, sin decir ni una palabra y sin apenas mirarnos nos vestimos. Me sentía un poco avergonzada pero para nada arrepentida y desconocía como estaría él y que cosas se le estarían pasando por la cabeza. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo al darme cuenta de que había follado con mi padre e imaginaba que para él, follarse a su hija, no tendría que ser algo que se asimilara en un momento.

Me arreglé la arrugadísima minifalda y me puse la camisa tapándomela ligeramente con una mano pues estaba desecha y sin ningún botón en su sitio. Al mirarme desde el espejo del coche me ví la cara y recordé la cara de Lucía, como se quedaba desencajada, agotada y sucia pero con gesto de satisfacción extremo tras cada follada brutal con mi padre. Así estaba mi cara en este instante.

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Al aparcar el coche en el garaje y detener el coche se produjó un silencio algo tenso de unos segundos hasta que me dijo....

- Es mejor que no subamos a la vez. Subiré yo primero y le diré a Lucía que te has quedado hablando con una amiga en el patio y que enseguida subes. - me dijo algo serio y aparentemente confundido.

- Va..vale - le dije sintiendo la garganta seca.

Salimos del coche y se subió al ascensor. Yo me quedé allí a oscuras, analizando las sensaciones que notaba en cada rincón de mi cuerpo. Sentía las nalgas enrojecidas y me ardía el agujerito del culo por las incursiones que me había realizado con sus deditos mientras me penetraba a cuatro patas, por su parte la vaginita la notaba como fuego y un escozor inundaba mis labios menores. Los pezones no habían perdido su erección y casi me dolían y notaba como me dolía el cuero cabelludo por los fuertes tirones que me había propinado. Me sentía hecha polvo y a la vez infinitamente feliz y plena.

Transcurridos unos minutos cogí el ascensor y comenzó a subir hasta que se detuvo en la planta baja y entró uno de mis vecinos que venía de fiesta y con clara pinta de ir bebido y algo drogado. Era uno de los hijos de los que vivían en el ático. Un guaperas cubierto con tatuajes y piercings y que no tendría más de veinte años.

- Ho...hola...- me dijo al tiempo que entraba y se quedaba mirando embobado la parte de mis tetas que la camisa era incapaz de cubrir.

De manera completamente impulsiva y sin darle tiempo a reaccionar me acerqué a él y comencé a besarle con ganas.

Mientras subíamos no hice ademán de cubrirme los pechos y él no tardó un segundo en agarrarmelos con fuerza, intentando abarcarlos, al tiempo que correspondía a mis besos y nuestras lenguas combatían por invadir nuestras bocas.

En el momento que el ascensor paró en mi planta, interrumpí el beso y le empujé con firmeza para que se separara de mí. Le sonreí pícaramente y corrí hasta meterme en casa

Había sido, sin duda, la noche más intensa de mi vida.

 

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Agradezco comentarios, ya sean buenos o malos. Un beso a tod@s l@s lector@s de mis relatos.