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Compartiendo piso,y más,con mis 3 compañeras(II)

en Confesiones

Como conté en la primera parte, fue un glorioso y soleado sábado cuando tuvo lugar aquel día de playa en que María José y Lara y yo tuvimos nuestra primera experiencia nudista. Como remate, ese día acabó con la paja que, a pleno sol, tumbados los tres en pelotas, me había hecho Lara al ver que me había empalmado.

Aquella noche regresamos a casa y todo siguió con normalidad. Fue el domingo noche, al volver Asun, cuando en la cena comentaron lo ocurrido en la playa, el despelote y hasta la paja final. Todos nos reímos contándolo y me fijé que Asún dijo varias veces que qué pena le daba no haber venido con nosotros.

Fue una lástima que el invierno comenzara esos días y ya no volviéramos a tener tiempo de playa hasta la primavera siguiente. A pesar de ello, ¡la convivencia desnudos no había hecho más que empezar!

Desde aquel fin de semana en que los tres nos vimos todo lo que teníamos que vernos, las chicas comenzaron a actuar como si yo fuera una de ellas. El baño pasó a estar abierto mientras se duchaban o meaban, de modo que yo podía entrar y hacer mis cosas sin más. De igual forma, se cambiaban o iban por la casa sin ropa alguna cuando les venía bien.

Aunque Asun no había ido a la playa con nosotros también pasó a no tener ningún pudor delante de mí y pronto pude ver que entre sus piernas apenas si tenía un poco de vello y se le notaban perfectamente dos gruesos y carnosos labios. Otro un coñito muy apetecible y, los tres, compartiendo casa conmigo...

Lógicamente todo esto me tenía más que caliente y estaba permanentemente empalmado. Es más, llegué a pensar que iba a pasarme un invierno de pajillero total sin pillar nada. Pero fue gracias a una erección cuando comencé a practicar sexo con mis compañeras. Sexo del bueno durante los siguientes meses.

Comenzó con Lara un fin de semana que nos quedamos solos en el piso. Ese mismo viernes yo iba a salir y entré a ducharme. Como ya era norma, la puerta quedó abierta y casi al final de la ducha noté que ella entraba y vi que se sentaba en el váter. La mampara era transparente así que a través de los huecos no empañados nos veíamos perfectamente. Andaba yo ya medio excitado y su llegada me acabó de levantar la verga a media altura. Dudé sobre si salir o esperar, pero como ya había acabado, decidí terminar y darme el gustazo de pasearme delante de ella en ese estado.

Abrí la mampara, salí con la toalla y sin intentar taparme empecé a secar delante de ella. Lara seguía sentada en la taza, tan solo llevaba una camiseta y tenía las braguitas bajadas. Justo en ese momento se levantó y, como hacen las chicas, se secó con papel su coño frente a mí, una maniobra más que provocativa. Medio empalmado que estaba y con ella de frente pasándose el papelito por sus  partes no pude evitar que mi polla diera un respingo, lo que hizo que ella se riera y se viniera hacia mí...

-¿Otra paja como la de la playa? – me dijo con media sonrisa

-Me gustaría algo más completo- le dije excitadísimo y con una taquicardia que no podía casi ni hablar

-Vamos a disfrutar un rato pero ten en cuenta que nada de meterla, es lo único prohibido – fue su advertencia, algo que respetaríamos durante varias semanas.

Aquella noche Lara y yo dormimos juntos y disfrutamos como niños con nuestros juguetes nuevos, el cuerpo del otro, que parecíamos querer estrenar a fondo. He de reconocer que nada más irnos a la cama ella quiso excitarme un poco más y apenas me pajeó un poco me corrí. Pero como Lara tenía mucho más conocimiento del sexo que yo, aprovechó para guiarme y que le hiciera de todo. La besé, la sobé, hundí mi boca varias veces en su coño haciendo que se corriera y, estando aún flácido empezó a mamarme haciendo un 69. De tal modo me excitó que consiguió que volviera a correrme en su boca. A la mañana siguiente, a media tarde, la noche siguiente y varios días si parar disfrutamos de todo menos de la penetración. Me enseñó a correrme viendo mi polla frotarse entre sus tetas, entre su bonito culo y deslizándose entre los labios calientes de su coño. Devoró mi semen y me hizo probarlo a mí también. Me llevó a orgasmos con posiciones y posturas que nunca había ni imaginado.

Así continuamos varias semanas, compartiendo cama y pasión sin ocultarnos de las otras compañeras de piso. Como ya habíamos superado el pudor, más de una vez fuimos al baño y nos duchamos juntos follando sin tener en cuenta que María José o Asun pudieran entrar y vernos, como ocurrió varias veces. También pudieron verme en varias ocasiones empalmado tras algún beso o caricias que nos dábamos sin parar en el pasillo, la sala de estar o en nuestro cuarto que más de una vez quedaba con la puerta abierta.

Y en esa época hubo dos memorables momentos en que Asun se unió a los días de sexo, sexo y sexo. La primera vez tuvo lugar, cómo no, en un fin de semana en que nos quedamos los tres mientras Mª José se había ido a ver a su familia. El sábado noche decidimos salir de copas y estuvimos charlando sobre nosotros. Asun, con alguna copa de más, se soltó de la lengua y empezó a decirnos que envidiaba cómo disfrutábamos nuestra relación y que ella más de una vez se había pajeado en su cuarto mientras nos oía, imaginándose las escenas de sexo. Todos nos reímos pero, para mi sorpresa, Lara me dijo en un aparte que qué me parecía si le proponíamos un trío esa noche para animarla. Conteniendo mi emoción, por no decirle que sí entusiastamente, le viene a responder que si a ella le parecía bien, que lo hiciéramos.

Esa noche fue la apoteosis. A pesar de que ya tenía buena experiencia en la cama, tuve la duda de si sería capaz de mantener la erección lo suficiente para satisfacerlas a las dos. De hecho, tal como hacía con Lara, nos desnudamos por completo y comenzamos a sobarnos, un juego que con ella acababa siempre en masturbación mutua. Pero Asun tenía claras su intenciones y en un momento dado me colocó un condón y literalmente se enchufó la polla entre sus piernas y me la metió en su coño, que estaba más que lubricado por la excitación. Así Lara, viéndonos follar a todo meter, algo que ella no supe nunca por qué no quería hacer conmigo, vió que no tenía alternativa y diciendo algo parecido a “vamos a compartir” nos separó y se me echó a follar como loca. Disfrutando de ver cómo había logrado penetrarla gracias al pique, no tardé mucho en correrme dentro de ella, dando para mis adentros las gracias a Asun y al condón que lo habían conseguido.

Este polvo fue tan solo un desahogo para que nuestra amiga Asun se animara, pero no volvió a unirse a nosotros hasta otra noche, semanas después, en que volvimos los tres algo cargados de copas y la animamos a que pasara a nuestra cama. Esta vez tuvo un momento memorable. Me acuerdo que pude empalarlas a las dos sin que mi verga se viniera abajo y al acabar con Asun ella al ver que yo seguía palote, me quitó el condón y metió su cabeza entre mis piernas haciendo que Lara también se acercara para ponerse, las dos a la vez, a hacerme una mamada. Lara ya me había hecho muchas antes, pero os recomiendo que alguna vez en la vida hagáis por tener a dos chicas lamiéndoos el cipote a la vez, qué puntazo. Entre la excitación que ya tenía y el subidón de verlas en plena tarea reconozco que no tardé mucho en bombear como un loco, pero la visión de ellas dos relamiéndome la polla y tragando mi semen no se me olvidará nunca. Desgraciadamente no volvimos a tener otro trío, Asun tenía sus amigos y no hubo más oportunidades.

La relación con Lara fue fundamentalmente sexual, ella era mayor que yo, tenía su vida y sus amigos y poco más teníamos en común que nuestras ganas de pasar las noches provocándonos orgasmos mutuos. Así que apenas se acabó el invierno empezó a distanciarse y, de buen rollo, volví a mi cuarto y pasamos a ser follamigos esporádicos.

Respecto a María José, lo cierto es que durante todos esos meses no conseguí llegar a tener sexo con ella. Desde el lejano día de la playa nudista nos habíamos cruzado muchas veces en el baño o en las habitaciones estando desnudos pero ella no parecía tener el menor interés en mí. De hecho, había tenido un noviete durante meses y más de una vez se había quedado los fines de semana en casa. Pero gracias a mi perseverancia  finalmente pude disfrutar con ella.

Dio la casualidad de que ya a mediados de junio tanto Lara con Asun acabaron sus exámenes, como buenas estudiantes, mientras que María José y yo tuvimos que esperar a algunas repescas de ultima hora. Eso hizo que conviviéramos a solas durante un par de semanas.

Eran días de estudio pero el tiempo era tan bueno que daban ganas de disfrutar del calor. María José aprovechó mientras estudiaba y por las tardes empezó a tomar el sol en su cuarto otra vez, con en aquel mes de septiembre que entré en la casa. Se desvestía y solo se quedaba con las braguitas blancas puestas que eran poco más grandes que un tanga y que transparentaban el color negro de los pelos del pubis.

Sin ningún interés por ponerme moreno, me asomé un día y le dije lo bien que se lo montaba y que me quería tumbarme yo también allí. El sol no me gustaba, pero pasar la tarde junto a ese cuerpazo desnudo (y nunca follado) lo merecía. Y así pasamos varias tardes, los dos en ropa interior mínima.

He de reconocer que esas tardes apenas estudié, empezaba a pensar en lo que tenía a mi lado y casi no me enteraba de nada. Una de esas veces fue tal mi calentón que empezó a levantarse mi polla, algo que intenté disimular hasta que en uno de mis movimientos para disimularlo ella me vio y se echó a reir. Le conté lo caliente que estaba y no dudé en hablarle de que tenía un cuerpo de escándalo y que me moría de ganas por echar un polvo con ella.

Tras decírselo ella me preguntó si podríamos hacerlo como simples follamigos, y al contestarle que sí no dudó en levantarse, fue a su mesilla, volvió con un condón y tuvimos un polvo exprés de lo más peculiar. Llegó a mí, me quitó los calzoncillos, me puso con habilidad el condón, se echó saliva en su coño para hidratar y, tal como estaba yo tumbado, agarró mi polla la apuntó a su coño y se sentó encima de mí a follar. Prácticamente fue ella la única que se movió, empezó a con movimientos de delante a atrás poco a poco hasta terminar por hacerlo frenéticamente y, en pleno éxtasis, nos corrimos casi a la vez. Acabado el polvo, se levantó, me sonrió, se tumbó en pelotas en su hamaca y continuamos estudiando. Sin besos, sin más palabras y sin nada, sexo puro.

Dos tardes más de sol follamos, la última tomé la delantera y antes de que ella hiciera nada fue yo el que aparecí ya empalmado y con el condón puesto, de modo que pude tumbarme encima de ella en follármela en la posición “clásica”.

Me gustaría poder contar más cosas de aquel año pero las clases acabaron poco después y al año siguiente cada cual siguió su camino. Realmente nunca volví siquiera a vivir en la misma ciudad que ellas. No obstante, aún hoy recuerdo excitado muchos de aquellos momentos que vivimos.