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La mayor mamadora de mi vida

en Sexo Oral

 Creo que todos conservamos el recuerdo especial del primer polvo que hemos echado con cada pareja que hemos tenido a lo largo de nuestra vida sexual. Ese momento tan especial en que se desata la primera pasión y buscamos descubrir el cuerpo que estábamos deseando y que por fin vamos a disfrutar. A mi me encanta ese instante en que la chica busca tu cinturón, lo suelta, desabrocha el botón del pantalón y empieza a bajártelo buscando tu polla. En esa situación la tienes siempre supertiesa y al quedarse libre de la ropa da un respingo y queda apuntando a su objetivo: penetrar el cuerpazo que tiene enfrente. Me encanta ver la cara de la chica en ese momento, es como si le hubieras regalado un juguete nuevo que está deseando estrenar.

Pues eso precisamente me ocurrió con una curiosa chica con la que salí en los años en que acababa mi carrera. La conocí un viernes que salí de copas con unos amigos y me la presentaron, hubo buena química y antes de despedirnos me pidió mi número y me hizo una llamada perdida para “quedar mañana”, ¿cómo iba a negarme? Era más bien bajita pero tenía una cara muy linda, pelo moreno y ojazos oscuros y alegres, con unos labios muy marcados y apetecibles. Su cuerpo prometía tener las curvas necesarias y ese día llevaba un pantalón ajustado con el que se podía notar, y admirar, un culo más que llamativo.

Sabiendo que iba a triunfar, la tarde siguiente la llamé, la recogí en su casa, como un caballero, y nos fuimos a charlar. Apenas en la segunda copa, estando sentados muy juntos en las gradas de un bar a tope de gente nos dimos el primer morreo que nos duró hasta tomarmos otra copa más. Salimos, le acompañé hasta su portal y ¡bingo! me dijo que subiera con ella. Todo estaba a punto para conseguir un gran polvazo y tenía que contener mi entrepierna que estaba ya anticipándose más de la cuenta a la fiesta que iba a venir.

Llegamos a su piso, que compartía con dos compañeras, cada una con su cuarto propio, y entramos en su habitación. No sé cuanto duró la escena pero fue cerrar la puerta y nos abrazamos como locos, empezamos a manosearnos y, tomando ella la iniciativa, se separó un poco para bajarme el pantalón, ¡había comenzado el gran primer polvo! Me dejó desnudo de cintura para abajo y, sin que yo pudiera quitarle nada de ropa, se me agachó y directamente se metió la polla en la boca, sin más. Como una posesa empezó a mamármela y dado que yo estaba hiperempalmado no me dio tiempo ni a retirarle la cabeza, me corrí con todas mis fuerzas, creo que en segundos y ¡aquí acabó el primer “polvo”!

Ella estaba claro que dominaba la maniobra porque teniendo la verga metida hasta el fondo había aguantado como una valiente la corrida entera dentro de la boca y pude ver que cuando retiré mi polla se tragaba toda la lefa con naturalidad. Ni una gota le resbaló ni me quedó a mí, se me mantenía todavía tiesa, brillante por su saliva pero totalmente vacía de semen por dentro.

No sé si es muy machista decir esto, pero a mí cuando una chica me hace una mamada y me corro dentro me da cierto repelús pensar en su boca llena de lefa cuando acaba y me acerca su cara. Sí ya sé que ha salido de mí, pero se me quita cualquier deseo de besar a la chica porque imagino que tendrá la boca espesa… Y eso me ocurrió en aquel momento. Ella se incorporó, aún vestida, nos sonreímos y… dimos por terminada la sesión. Yo me fui a mi casa y aquella noche volví a correrme pensando en la experiencia que había vivido  pero si haber podido catar ese cuerpo tan deseado.

Ella hacía prácticas de enfermería y pasaron varios días hasta que la pude volver a verla. En la segunda cita volvimos a quedar para charlar, la chica era realmente divertida y me gustaba, pero claro sobre todo pensaba en el polvo que teníamos pendiente. Acabamos de tomar unas tapas, tomamos una copa donde comenzamos con el morreo propio de la situación y volvimos a ir a su piso. Esta vez tomé yo la iniciativa y directamente le quité la camiseta que llevaba, el sujetador que tenía algo de push up (¿no debemos considerar eso publicidad engañosa?) y contemplé su par de tetas, algo más pequeñas de lo que pensaba, pero perfectas, iguales, redonditas y con unos pezones morenos pequeños pero que tenían una puntita muy marcada a los que empecé a lamer con emoción.

Y mamándole las tetas estaba cuando noté sus hábiles manos buscando mi pantalón. La escena volvió a repetirse; ropa abajo, polla tiesa apuntándole y ella que me retiró de sus pezones y se bajó a darme una mamada profesional. No puedo negar que lo hacía de vicio, buscaba el frenillo con su lengua, se la metía hasta el fondo pero también jugaba con su punta de la lengua a pasarla por el prepucio. De nuevo la llamada de la naturaleza tuvo efecto y me corrí en su interior. Todo lo recibió dentro y se lo tragó. Incorporada, con sus bonitas tetas al aire, nos sonreímos, nos vestimos y nos despedimos, la noche había acabado.

La tercera cita la quise jugar en mi campo. Yo vivía en un piso compartido con un amigo de Burgos que solía irse fuera la mayoría de los fines de semana. Era sábado y estaría solo en casa. No sería la primera noche que podría pasar con una chica estando él, pero siempre daba más juego estar a solas. Así que preparé una cenita resultona y esperé su llegada. Casa y cama listas, esta vez llegaríamos al final.

Llegó a su hora y vino preciosa, con una faldita tan corta que tenía que bajarsela de vez en cuando para que no se le viera la ropa interior y una blusa muy suelta y abierta que dejaba ver la tirilla del sujetador, de encaje, que unía las copas. Nada podía fallar.

La invité generosamente a tomar vino, comimos, reímos y finalmente nos lanzamos al sexo. El avance esta vez fue conseguir desnudarla por completo y descubrir su coño y ver sus labios apenas tapados por algunos pelos ya que estaba depilada casi por completo.

Desnudos los dos, la llevé a mi habitación y fue en ese momento cuando me guió para que me tumbara boca arriba en la cama, dejando la verga apuntando al techo. Lo hice y ella empezó a besarme la boca, el cuello, el pecho… y se fue directa a mamármela como loca. Esta vez aguanté un poco más pero como sabía hacerlo tan bien no tuve más remedio que volver a correrme en su boca. El sexo había acabado… pero esa noche iba a intentar pasarla con ella y la noche me daría la opción de follármela, o eso creía.  Y así hice, le propuse pasar la noche conmigo y le pareció bien, compartiríamos mi cama individual donde apenas cabríamos a menos que la empalase con la verga para ocupar el mínimo espacio.

Desnudos como estábamos, preparamos la cama, nos aseamos y nos metimos a dormir. Como era de esperar, poco después yo ya estaba con un empalme espectacular y estando ella de espaldas me apreté a su cintura y busqué meter mi polla entre sus piernas para buscar el coño a la vez que empecé a hacer el movimiento de adelante a atrás entre sus piernas pero realmente sin haberla metido. Así estuve un rato hasta que ella se dio media vuelta y con una mano me cogió la polla y con la otra me empezó a masajear los huevos. Nada nos deja más tontos a los hombres que una mujer que nos acaricia los huevecillos y de esta forma me quedé disfrutando la sensación hasta que me corrí de nuevo pajeado por su mano.

A la mañana siguiente intenté la maniobra en la ducha, ella se metió nada más levantarse y yo me fui detrás. Era una bañera grande y disfrutamos enjabonándonos y lavándonos  mutuamente. Una sesión de altísimo voltaje sexual que de nuevo acabó con una mamada que se lanzó a hacerme después de haberme limpiado a conciencia mis partes.

He de reconocer que hasta entonces no le había pedido sexo completo, pensaba que ella, en su excitación, se lanzaba a mamármela y que pronto pasaríamos a la siguiente fase. Pero siguieron las sesiones de sexo y no hubo cambios, de hecho apenas podía tocarle su coño alguna vez ya que era meterle mano allí y rápidamente hacía algo para retirármela. “Dentro de poco follaremos” me dijo ya al cabo de tres semanas de salidas y pajas, “todo llegará” fue su frase final cuando le aseguré que necesitaba penetrarla, que la deseaba y que a base de no poder hacerlo entendía ahora la expresión que se dice de estar encoñado a tope.

Y así continuó todo, me mamó la polla de día, de noche, de pie, tumbados, en su casa y en la mía, en la playa, en baños públicos y hasta una vez en una fiesta piscinera medio a la vista de sus amigas. Me chupaba las pelotas hasta hacer gemir de placer, jugaba con mis zonas más sensibles y siempre, siempre, tragándose hasta la última gota con todo el ansia del mundo. El sueño de todo hombre… excepto que no llegabamos a follar nunca. Era curioso porque por una parte descargaba toda mi energía sexual, ya que ella siempre estaba dispuesta, pero por otra empecé a pensar que era una relación sin sexo, ¡aunque eyaculara todo lo que quisiera!

Cuatro meses después he de reconocer que conocí a otra chica y, con la sensación de haber pasado por un largo periodo de castidad, me la tiré y pude ¡por fin! volver a usar mis condones, guardados y aburridos en la mesilla de noche desde hacía mucho tiempo. No os contaré el placer que da follar, pero yo lo recuperé con el doble de deseo.

Y así acabó la relación, como amigos, pero como pareja insatisfecha. Ella me reconoció que tenía miedo a follar, no sabía por qué, pero que por ese motivo quería satisfacer a los hombres de otras formas y que había  aprendido a darnos placer esforzándose al máximo con las mamadas. Años después leí que lo que le ocurría se llamaba coitofobia, un trastorno que es real, pero que en aquel momento me pareció que era debido a que estaba mal de la cabeza.

Ninguna chica me la ha mamado como ella, he de reconocerlo. A partir de entonces todas han sido aprendices y he intentado enseñarles lo que aprendí de esta chica. Es más, aún pienso si no debería llamarla y quedar algún día, sólo para tener sexo casual, sin coño, pero con la seguridad de contar con una gran y deliciosa garganta profunda donde descargar mi polla.