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Asistente sexual por solidaridad 2

en Confesiones

Antes de nada, dar las gracias a todos aquellos que habéis puesto comentarios y me habéis animado a seguir contando mis experiencias. Muchas gracias, leo con muchas ganas vuestros comentarios y agradezco que me escribáis todo lo que queráis.

Tras mi primera experiencia en la que me le hice una paja al chico menos popular de la pandilla (ver mi relato anterior), volví un poco a mis andadas de enrollarme con los chicos guapos del barrio. Voy a recordar como soy: Tengo los ojos verdes, soy rubia natural, normalmente siempre he llevado el pelo largo y liso, y tengo una cara que todo el mundo me dice que es muy bonita. De cuerpo soy muy normalita pero muy proporcionada, mido 1,65, soy delgada, tengo un culo redondito y unas tetas acorde a mi físico, se pueden abarcar con la mano y están, todavia, muy firmes y bien colocadas.

El pobre Eusebio, después de la paja en el parque, me llamaba todos los días y hacía por estar conmigo. Yo me agobié un poco, no quería salir con él, y fui dejando de verle hasta que lo entendió. Unos meses después, ya con 18 años, empecé a salir con un chico de 19, casi 20, con el que perdí la virginidad en su coche. Sé que es un poco tópico, pero es verdad que no fue nada muy reseñable. El chico se portó bien, pero todo fue tan incómodo y poco placentero que no voy a entrar mucho en ello. Sin embargo, aún me masturbaba alguna vez recordando la paja a Eusebio.

Aunque en la práctica perder la virginidad no me resultó nada estimulante, en la teoría me hizo sentirme más mayor y más segura de mí. Sé que para muchos, perder la virginidad con esa edad les puede parecer tarde, pero en mi barrio era algo bastante normal. Para mí fue entrar en la edad adulta.

Como ya sabía lo que quería estudiar en la universidad, trabajo social, para coger experiencia y porque quería ayudar a los demás, me apunté a una ONG que se dedicaba a organizar campamentos y actividades para niños de familias con pocos recursos. Estuve un par de meses, cuando, un día me dijeron si podía ir de monitora durante un puente de 4 días en un albergue. Era un puente de esos sin colegio pero laboral para la gente normal, por lo que  mucho voluntarios, y ninguno de los "jefes" de la asociación, podían, y aunque yo no tenía experiencia, me dijeron que me necesitaban. No iría sola, sino con tres monitores más. Mis padres me dijeron que sí y yo me fui encantada.

Era un albergue en la sierra que nos cedían para nosotros solos, a cambio de muy poco dinero por la comida y la limpieza. La organización y actividades era cosa nuestra. Allí nos encontramos 4 monitores, 2 chicos, Leo, que tenía 19 años, unas rastas que le llegaban al hombro y un piercing en la ceja, y Carlos, que era un chico de 18 años pero muy pequeñito, delgado, con gafas y muy pálido. Por otro lado estábamos dos chicas, Inés, que era una chica también de 18 años, bajita, gordita y con unas tetas enormes y yo, que había pegado un pequeño estirón y ya lucía las tetitas que tengo ahora, como he dicho, proporcionadas a mi figura, y una cinturita que hacía sobresalir mi culito.

El primer dia fue agotador, recibiendo a los niños, con los juegos de bienvenida y calmando un poco la excitación que traían de casa al encontrarse en un sitio nuevo. Además, como algunos venían de barrios difíciles,  había que hacer todo un trabajo de mano izquierda para mantener la paz y la concentración.

Esa noche, nos dimos cuenta de que solo había una habitación para los 4, con literas. Decidimos que cada noche, una pareja de nosotros dormirían en las habitaciones de niños y niñas, para mantener el orden y conrolar que todo iba bien, mientras que la otra pareja descansaba en la habitación aparte. De esa manera, al menos descansaríamos dos noches.

Yo notaba mucho que a Leo le gustaba. No hacía más que hacerse el chulito y quitarse la camiseta en cuanto podía, a pesar de que hacía un poco de frío. Sabía que estaba bueno, que lo estaba, y que con Carlos no tenía competencia, o al menos eso pensaba él. Carlos no era nada guapo, pero sí que era muy inteligente y gracioso, metiéndose a menudo con Leo, lo cual me hacía reir a mí y a él le ponía de los nervios. A Inés, sin embargo, se le iban los ojos detrás de Leo descaradamente pero sabía que su única ventaja eran sus tetas, así que lucía siempre grandes escotes que a mí, debo decir, me llamaban mucho la atención.

La suerte quiso que la primera noche nos tocara dormir en la habitación a Leo y a mi. Cuando acabamos todo y dejamos a Inés y a Carlos en las habitaciones de los chicos, Leo empezó a hacer toda una exhibición de macho alfa. Lo primero fue quedarse medio desnudo, solo con un boxer muy ajustado, y pasearse por toda la habitación delante de mi con paseos absurdos a su mochila dejada en la esquina opuesta a su cama. A mí no me ponía nada, estaba muy harta de chulitos, pero me decidí a jugar un poquito. Yo llevaba unos leggins grises muy ajustados, lo que dejaba claro que llevaba un tanga. Me quité un jersecito ajustado que llevaba, una camiseta y me puse una camiseta ancha de tirantes que me había llevado para dormir. Me quité los leggins. La camiseta era larga y me tapaba un poco por debajo del culo, pero entonces me quité el sujetador por debajo de la camiseta. Como esta era ancha, yo sabía que por un lateral o si me agachaba un poco, se me verían las tetas seguro.

Supe que era así, además, porque noté el bulto del slip de Leo, que miraba sin disimulo. Entonces fui yo la que empecé a agacharme a buscar cosas en mi mochila solo para dar espectáculo.

Yo le empezaba a notar muy excitado así que paré y me senté en la cama. Leo atacó:

-- Ha sido un día cansado

-- Sí mucho, y aún quedan 3 días

-- Bueno, al final se aguantan bien, ya verás. Lo único que hay que hacer es aprovechar y divertirnos nosotros.

-- Sí claro, yo me lo pasado genial. Sois todos geniales.

-- En los campamentos se liga mucho.

-- Ah sí, tú seguro que sí.

-- Y tú también, eres un bellezón. Además aquí no importa si se tiene novio. Nadie se entera.

-- Bueno, yo no tengo novio, ¿y tú?.

-- Yo tampoco, soy un espíritu libre.

Cada vez me parecía más imbécil, así que le dije que buenas noches y apagué la luz. Al ratito, noté cómo se levantaba y se metía en mi cama. Casi sin poder decir nada ya le tenía chupándome un pezón con bastante arte, debo decir, lo cual me sorpendió. Me habían chupado los pezones antes, pero nunca como este. Su mano me tocaba el otro pezón consiguiendo ponérmelo duro en tres segundos, así que le dejé un poquito.

-- ¿Te gustan las tetas?

-- Mogollón

-- Entonces te gustará Inés, la tienes loquita y te las está poniendo encima de la cara siempre que puede.

-- Es que a mí las gordas no me van.

Eso fue el colmo, Inés era super maja y me caía fenomenal, me molestó mucho que la tratara así.

-- ¿O sea que no te gustaría comerla las tetas a ella?

-- Mientras tenga estas tan ricas.

La verdad es que el cabrón lo hacía muy bien, pero me dije que este no iba a pasar de ahí. Le dejé chuparme los pezones unos minutos más y cuando se empezó a frotar la polla dura con mi pierna le quité de encima y le dije que estaba muy cansada, que si no dormía me daba miedo no hacerlo bien durante el día en mi primer campamento y prácticamente le eché de la cama.

La verdad es que me había dejado el coño bastante húmedo y me costó dormirme. Él también, pues lo oía dar vueltas en la cama, pero ninguno nos masturbamos. Lo muelles de las camas eran muy sensibles y no queríamos que el otro nos oyera.

Al día siguiente, Leo estuvo menos chisposo que el día anterior, pero nos dedicamos a hacer lo que teníamos programado. Yo me había puesto unos vaqueros super ajustados que me hacían un culo estupendo y una camiseta blanca de manga larga también muy ajustada y que transparentaba mi sujetador. A la hora de la comida, que estábamos más libres, fui a tirar algo a los cubos de basura y noté un repentino olor a porro de marihuana. Entonces una mano me agarro el culo, era Leo:

 — Vaya culito

 — ¿qué haces aquí?

 Me arrinconó contra la pared y empezó a toquetearme. Como por abajo mi pantalón era de tela gruesa y muy ajustados de forma que no le permitía meter sus manos por ningún sitio, volvió a tocarme las tetas. Me metió mano por dentro y accedió a mis pezones de nuevo. Me los puso duros enseguida.

 — Eres muy habilidoso con las manos

 — Es que he salido con varias mujeres mayores, me molan mucho.

 — Entonces, ¿qué haces conmigo?

 — De vez en cuando me gusta comerme una frutita

 ¿Una frutita? ¿En serio? Estuve a punto de incrustarle la rodilla en los huevos y reventárselos dentro de esos boxer ajustados, pero me contuve, tenía otro plan pensado. Así que me callé y le dejé hacer. Mientras me tocaba los pezones con una mano, con la otra me ofreció porro, pero no quise. No por que fuera droga, no era la primera vez, sino porque pude ver la boquilla toda chupeteada.

 — Jo tía, qué seca eres, por qué no me la mamas ahora, mira como me tienes el pollón.

 Llevó una de mis manos a su entrepierna, para mi sorpresa no llevaba calzoncillos y solo había la delgada tela de sus pantalones étnicos, que eran super holgados. Pude agarrar completamente su polla, normal, nada de pollón, y la toquetee un poco.

 — Aqui no, que como venga un niño nos la cargamos

 — Si ahora están todos comiendo

 Se puso muy baboso y me besuqueaba la boca mientras me atufaba con el humo del porro y yo le tocaba la polla que la tenia dura como un palo. La verdad es que de nuevo volví a sentir que tenía el poder, esta vez con un macarrilla, y eso me ponía. Era yo la que llevaba el ritmo y decidia. Podía hacerle una paja y dejarle una mancha en los pantalones, o cortar por lo sano y dejarle con un calentón. Me decidí por lo segundo, a pesar de que mi chirri estaba un poquito húmedo de tanto manosearle la polla. Le mentí diciendo que me parecía haber visto a alguien y salí corriendo.

 El resto del día intenté coincidir con Carlos en todos los juegos que hacíamos con los niños. La verdad es que era feillo, pero me hacía mucha gracia y se le daban muy bien los críos. Yo sentía como me miraba e incluso noté varias veces un roce excesivo en algunos juegos de pilla pilla, pero me dejé hacer. Leo no hacía más que tocarse el paquete, debía de estar incómodo sin calzoncillos, sobre todo después de que no le había servido de nada.

 Por la noche nos tocaba dormir en la habitación de los niños y aunque él intentó que nos saliéramos cuando se durmieran, yo me negué alegando que estaba muy cansada.

 Al día siguiente seguí buscando más a Carlos, y rehuía a Leo. Inés, al verle más libre, se esforzaba por buscar el contacto físico con él, además de llevar un escote que dejaba ver cómo eran sus enormes tetas, lo cual no pasó desapercibido a Leo, que al fin y al cabo llevaba dos días de calentón. Pero por la noche, hicimos un juego nocturno. Se trataba de que debían encontrar a uno de los monitores con pistas, y el tesoro era encontrarme a mí. Me agaché detrás de unos arbustos. Como a los 20 minutos oí ruido y pude ver una polla a la altura de la cara. Era Leo, que había dejado a su equipo y venía a rematar la faena. Yo lo primero que hice fue agarrarle la polla, más que nada por tenerla controlada. Al sentir mi mano suave, casi se corre ahí mismo.

 — ¿Qué haces? Pueden venir los niños

 — ¡Qué va!, hasta dentro de media hora seguro que no terminan las pistas, venga tia, una mamadita que me llevas dando largas dos días.

 La verdad es que tanto tocamiento de polla en esos días me estaba poniendo muy malita, pero estaba muy nerviosa por si nos veía algún niño, no solo por las consecuencias que podría tener para nosotros, sino porque no estaba bien. Intenté zafarme pero él estaba bastante insistente. Ahí aprendí que hacer de calientapollas tiene sus riesgos y hay que saber calibrarlos. Menos mal que con tanto movimiento, el grupo de Carlos pasó cerca y unos niños gritaron que había unos arbustos moviéndose. Leo se fue corriendo y cuando llegaron los niños tuve que darles la enhorabuena porque habían acabado el juego media hora antes y sin seguir todas las pistas.

 A la hora de irnos a dormir, le dije a Inés si me cambiaba el turno, con la excusa de que el colchón de la habitación de los niños me gustaba más. Ella dijo que sí, claro, se habría la oportunidad de dormir en la habitación con Leo. De hecho le dije que notaba a Leo muy salido, por si la interesaba jiji.

 Al día siguiente, cuando nos vimos, Inés me guiñó el ojo con una gran sonrisa. Cuando pudimos estar a parte le pregunté qué tal.

 — ¿Qué tal anoche?

 — Jo tía, superbien, le dije que no sabía qué había hecho con la blusa del pijama y me quedé en tetas, uff se le iban los ojos. Ya en la cama se metió conmigo y empezó a chuparme los pezones como nunca. Luego casi sin darme cuenta me folló, aunque duró muy poco, pero bueno, con el calentón me toqué un poco y me corrí también.

 — Me alegro un montón

 — Carlos no para de hablar de ti. 

 Me guiñó un ojo y tuvimos que dejar de hablar porque llegó gente. 

 Ese día Leo e Inés desaparecieron un par de veces. Este debía de estar desquitándose con ella y ella estaba contenta y por tanto yo me sentía feliz. Pero también estaba supercachonda. La última noche a mí me tocaba con Carlos en la habitación y recordé mi primera experiencia con Eusebio. Solo en pensar cómo me miraba Carlos y que lo mismo se había masturbado en el baño pensando en mi, mojé mucho las bragas, así que me decidí por ponerme la misma camiseta de tirantes que dejaba ver mis pechitos con cierta facilidad.

 Carlos era muy delgaducho y dormía con un piyama a cuadros horroroso. Nos tumbamos cada uno en la cama y apagamos la luz. Mi mente empezó a imaginarse a Carlos en los baños del campamento haciéndose una paja pensando en mi culo y mi mano se fue a mi coño. Primero un toqueteo suave en mis labios, separándolos para llegar a mi clítoris y según me iba calentando, cogía más ritmo. Entonces oí un ruido ritmico en la cama de al lado y me di cuenta de que mi toqueteo también generaba un ruido de los muelles de mi cama. Me había oído y se estaba pajeando.

 Yo aumenté el ritmo y él se animó al ver que yo no paraba. Miré a su cama y entre penumbras se notaba claramente el movimiento de su mano. Aparté las sábanas y abrí las piernas dejando mi coño al aire, el ruido en las dos camas ya era muy obvio y él apartó las sábanas también. Le vi la mano subiendo y bajando por su polla. Seguro que me estaba mirando, pero no se veía bien, así que me decidí y encendí la luz de la lamparilla que tenía en mi lado. La habitación se iluminó y pude ver su polla perfectamente. Él, me miró sorprendido y posó los ojos a mi mano en mi coño. Me saqué las tetas y me las toqué. Carlos empezó a gemir. Como era tan flacucho, su polla dura parecía enorme. Yo me mordía los labios mientras me frotaba el clitoris, pero el ruido de las camas empezaba a ser demasiado exagerado y se lo hice saber con gestos, entonces él tiró una manta al suelo y se sentó con las piernas abiertas y la polla dura mirando al frente. Yo hice lo mismo y me senté enfrente de él con las piernas abiertas y mi coño expuesto. Nuestros pies se tocaban.

 Nuestros ojos pasaban de nuestros genitales a nuestra cara. Yo veía sus ojos de fascinación, ni en sus sueños más húmedos se esperaba estar viviendo algo así con una chica como yo. Se le notaba tan agradecido que ni siquiera hizo amago de ir a tocarme o intentar hacer algo más. Nos estábamos masturbando uno delante del otro. Empezamos a rozarnos nuestros pies y nos excitó un montón. Notar la piel del otro nos hizo aumentar los ritmos hasta que de repente se empezó a correr. Uno de los chorros me manchó la pierna y entonces fui yo quien tuve un orgasmo maravilloso.

 Esto me abrió la puerta al exhibicionismo, algo que nunca me había planteado pero que me había dado muchísimo morbo. Estaba descubriendo lo que el sexo me podía ofrecer. 

Siento que me haya extendido tanto. Dejarme comentarios, que agradeceré mucho y que me ponen muy excitada. Un beso a todos