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YOLANDA Y EL PLOMERO (Capitulo 1).

en Dominación

Yolanda, era una mujer profesionista de vasta cultura, y segura de sí misma. Se trataba de una hembra dominante, testaruda, y acostumbrada a avasallar a todos sus colegas de trabajo. Era odiada y temida por todos; su actitud con el esposo, no era muy diferente: este hombre, compartía su vida con ella, pero su relación en casa, era tensa, por el modo de ser de Yolanda. A pesar de todo, ella suponía que amaba a su esposo, y detenía un poco su carácter neurótico; y negociaba con el marido, para tratar de conducir su matrimonio, dentro de un margen de respeto para ambos.

En el terreno sexual, Yolanda, quien se trataba de una apetitosa hembra, de enormes muslos, nalgas apropiadas, y busto generoso, era quien llevaba la voz cantante en esto también. Ella no soportaba las relaciones sexuales variadas, y mucho menos, en donde el esposo quisiera nalguearla; tampoco que le metiera el dedo en el trasero, ni mucho menos cogérsela analmente. Detestaba los jalones de greñas, aunque fuera como parte de un juego consensuado, y sus actos de sexo oral para su esposo, era insípido y monótono.

Yolanda, durante su infancia, fue una niña maltratada y abusada sexualmente por adultos cercanos a la familia; todo ello derivado por la necesidad de la madre por trabajar, y hacerse cargo del hogar, dejándola a merced de un padrastro y tíos alcohólicos, lo cual la llevó a desarrollar una intensa misandria, u odio hacia los hombres.

Con todo y que Yolanda, tuvo un novio antes de casarse, cuando ella estudiaba, y con quien sostuvo relaciones sexuales; este joven, bisoño, solo la llevo a frustrarse enormemente en su desarrollo sexual, acentuando aún más profundamente, su rechazo hacia el género masculino.

Todo ello, la condujo a un matrimonio, en donde Yolanda, siempre estaba peleando por el control en todo, principalmente su vida sexual; lo cual estaba llevando a su esposo, a pensar en separarse de ella. La mujer, reaccionaba ante estas advertencias de su marido, en forma iracunda, y como si no le importara perderlo todo, aunque en el fondo, reconocía que esto no era así; hasta que cierto día, su vida tuvo un vuelco inesperado… 

Cierta tarde, el fontanero fue a reparar algunas viejas tuberías de la casa de Yolanda, y esta mujer, al no parecerle el trabajo del hombre, procedió a reclamarle de manera tajante, lo que, a su esposo, si le había parecido un buen trabajo; pero ella, en forma altanera, dijo que no estaba de acuerdo, quedando el trabajador de ir a otro día a dejar las cosas al gusto de la prepotente como atractiva señora.

Yolanda, a causa de su vasta neurosis, paso una noche terrible, y a la mañana siguiente, tomo un baño rápido, con la finalidad de cerrar el flujo de agua dentro de su hogar, para que el inepto fontanero, como ella lo había llamado, hiciera su trabajo, cuando llegara más tarde. Despidió a su marido con un insípido beso, como ya era su costumbre; pero esta vez, con mayor razón, ya que lo consideraba parte de la supuesta ineptitud del trabajador.

Una vez que el hombre contratado para arreglar las tuberías, le hablara a Yolanda, avisándole que ya había concluido el trabajo, la mujer, bajo de su recamara, aun en bata, y recién maquillada; y sin dejar de decir indirectas ofensivas al trabajador, ella le pagó lo convenido, mientras que el hombre, irritado por su conducta, le dijo en tono molesto:

-       ¿Sabe qué? Es usted una mujer déspota, majadera y prepotente; quien supone, que puede humillar a cualquiera debido a su posición social.

Esta actitud del fontanero, desequilibró momentáneamente a la bella mujer, y queriéndose reponer del insulto, intento hablar. Súbitamente, ella noto, que el hombre se encontraba con el torso desnudo, debido al tremendo calor que hacia abajo en el sótano, en donde se vio forzado a trabajar; llevando además, unos shorts muy cortos de viejos pantalones de mezclilla, y sintió un raro estremecimiento, al recordar cuando un vecino, en ese entonces de una edad similar a la del fontanero, y el cual fuera a trabajar a su casa, la había poseído sexualmente, siendo ella una jovencita de 15 años; y de quien ella, estuvo enamorada un buen tiempo.

-       ¡Es usted un igualado…mendigo mugroso!

-       ¿Porque me insulta? exclamó el hombre…

Y sin esperar respuesta de parte de ella, la tomó de su -para entonces- bien peinado cabello, atrayéndola fuertemente hacia él, mientras la sorprendida mujer, exclamaba maldiciéndolo, y en eso, una sonora bofetada, se estrelló en su bello y recién maquillado rostro; mientras que el fontanero, la arrojaba enérgicamente sobre el amplio sofá de la sala, y sin darle tiempo a nada, le arrancó a jalones, su fina y bella bata de seda, que cubría el atractivo cuerpo de Yolanda; dejándola desnuda a la vista, solo con sus bonitas pantaletas. Ella, con el cabello deshecho por los jaloneos, hizo el intento de pararse, indignada y enojada; pero el fuerte individuo, se montó encima del abdomen de la mujer, mientras abría la cremallera de su viejo short, extrayéndose sin escrúpulo alguno, la verga parada, delante de los estupefactos ojos de la mujer.

Yolanda no era capaz de creer todo aquello, y pataleando, intentaba empujarlo de arriba de ella, pero le resultaba imposible; a la vez que otra bofetada, cimbraba nuevamente su rostro, ahora deslavado a besos de parte del hombre, y de los manotazos. Esta vez, ella permaneció inmóvil, y algo aturdida; mientras el hombre, la tomaba nuevamente del cabello, introduciéndole su verga en la boca, con tal fuerza, que casi le provocaba el vómito; mientras ella, intentaba inútilmente, zafarse de la intubada, a la vez que aquel, la amenazaba con propinarle otra tanda de bofetadas, si acaso se le ocurría a ella, llegar a morderlo. En un momento de respiro, Yolanda jalando aire, se extrajo la parada verga de su boca, y grito lloriqueando, una serie de insultos, a lo que el fontanero, la giro rápidamente boca abajo, rompiendo con sus toscas manos, las bellas pantaletas cubriendo el hermoso trasero de la mujer, y sus genitales; dando paso a una fuerte tanda de nalgadas en contra de las sublimes nalgas de yola, mientras este le decía:

-       Ándele escuincla malcriada, grosera…

-       Suélteme…mendigo cobarde, hijo de puta…gritaba la fina dama; mientras una retahíla de groserías de grueso calibre, brotaban como sapos y culebras, de la dulce boquita de la educada mujer.   

Ante esto, el hombre aumento la frecuencia y la intensidad de las nalgadas, dejando las bellas posaderas de la mujer, al rojo vivo. Finalmente, ella, pidió que cesara el castigo, y entonces el fontanero dijo:

-       Bien, escuincla malcriada…pero antes pídame perdón…

-       Ni lo piense, estúpido cobarde, respondió la mujer, ante lo cual, el hombre, reinició otra feroz tanda de nalgadas; pataleando ella, recostada sobre el sofá, a la vez que gritaba quejándose del maltrato.

-       Perdóneme por favor, dijo cediendo la dama…

-       ¿que? No la escucho, dijo el hombre fingiendo…

-       Que me perdone usted por favor…

-       Ok…dijo el hombre, permitiendo que ella se volteara, quedando sus lindas nalgas sobre el sofá; mientras Yolanda, lo miraba con furia inaudita, amenazándolo:

-       Lo voy a meter a la cárcel…

-       ¿Ah sí?, exclamó el hombre en tono enérgico, y botándola mediante un fuerte empellón, la hizo caer de nuevo sobre el amplio sofá, emitiendo ella, un grito; montándose inmediatamente encima de su abdomen, e introduciendo su parada verga en la boca de ella como al principio, intentando de manera salvaje, introducir toda aquella larga y gorda longaniza humana, hasta topar con los dientes de la bella dama; algo imposible de lograr. Yola no era capaz de exclamar nada, por encontrarse casi asfixiada, y arqueándose por la náusea, intentando no vomitar; debido al enorme esfuerzo.

Ella manoteaba y cabeceaba, hasta que por fin, logro extraer la enorme manguera de su boca, y jadeando, pronunció con gruesas lágrimas en sus ojos:

-       Por favor…ya…

-       Le voy a quitar lo grosera escuincla, respondió el nervudo fontanero.

Y de tal manera, colocándose este de pie, el fontanero la elevo en sus brazos, y acto seguido, subió con ella las escaleras; llevándola fácilmente, y ella, muy a su pesar y enojo, sintió un raro placer de tal acto, y sin saber de que manera interpretarlo, ya iba caliente sexualmente cuando subían, rumbo a la recamara nupcial perteneciente a la bella mujer y a su esposo.

Sin saber cómo ni el porqué, ella tuvo el impulso instintivo de recargar su cabeza en el fuerte torso del desconocido; dejando escapar un leve sollozo, y dijo algo fingido a este:

-       Por favor…no me haga daño…de verdad me arrepiento…por favor…

El hombre no respondió nada, y la arrojo de nuevo bruscamente sobre la bella cama king size, emitiendo ella, un chillido; observándolo con cara de asustada, una situación que de verdad, ella estaba empezando secretamente a disfrutar.

El hombre se arrojó de nuevo sobre de ella, y la hizo girar boca abajo, completamente desnuda. Sin demora, le separo bruscamente ambas nalgas, hasta dolerle a ella un poco, e inició a besar sus nalgas y a lamerlas. Ella, girando su cabeza, observaba a los ojos de su dominante macho, elevando una leve protesta, pero el hombre, alzando su mano amenazante, en señal de volverla a nalguear, hizo que ella desistiera.

Luego el fontanero, como en un intento de sanar las fuertes nalgadas, inició un lengüeteo sobre el sonrosado ano de la dama, lo cual la enloqueció como nunca; para luego, intentar introducir la lengua de reptil, lo mayormente posible dentro del culo de la mujer. Electrizantes estímulos recorrían el bello cuerpo de Yolanda, mientras ella se mordía los labios, en un intento de no gritar, ni de realizar exclamación placentera alguna; recurriendo también, a morder la almohada para evitarlo, y que el macho se pudiera dar cuenta de su placer, y de su triunfo sobre la orgullosa mujer.

No obstante, el enorme disfrute, ella no era capaz de aceptar tal bajeza, y cochinada de parte de este inmundo cerdo; ya que, jamás nadie había hecho tal cosa de meter la lengua en su ano. Al mismo tiempo, estuvo a punto de gritar llena de gozo, pero su enorme orgullo se lo impidió. Después de un rato, el hombre escupió en torno a su dilatado ano, y girándola de nueva cuenta boca arriba, se prendió cual ventosa de su inflamada panocha, mamando el clítoris de una manera increíblemente satisfactoria.

La otrora arrogante dama, se venció, y elevando sus hermosos muslos, empezó a gritar como una desquiciada:

-           ay ay ay…exclamaba…

- que le ocurre? Dijo triunfante el hombre, separando su cara llena de saliva y de secreción vaginal, de sobre el monte de venus de la hermosa mujer…

            -Cállese infeliz cobarde…

            - ¡Ah! ¿seguimos? Dijo el fontanero… ¿No ha aprendido usted la lección, escuincla grosera?

            - Esta bien…respondió Yolanda sollozando, llena de indignación…usted gana, por favor ya no más nalgadas…

Al escuchar esto, el fontanero dijo a la mujer sonriendo:

            - Solo que me lo pida usted diciéndome: “Esta bien papacito”

Y mientras Yolanda, sentía la cara arder de humillación y rencor, tuvo que decir quedamente:

-       Está bien papacito…

En ese instante, el hombre la tomo de nuevo del cabello, y jalándola bruscamente, la elevó un poco cercano a su rostro, y besándola en la boca, le dijo:

-       Mejor quiero que me diga: Está bien, papacito mi amor…

La mujer, pego un salto fuerte e inesperado, y logro arrojar a un lado, al hombre de encima de ella, tomándolo por sorpresa; saliendo disparada de la habitación, pero el ágil individuo, rápidamente le dio alcance, y de nuevo la trajo a rastras de las greñas a la cama, a la vez que ella gritaba intensamente que la dejara. La feroz “nalgacera”, no se hizo esperar, pero esta vez, la orgullosa mujer, tuvo un intenso orgasmo durante la sesión, mismo que pudo disimular mediante gritos de dolor, para no ceder ante la imposición del estúpido macho abusivo; a la vez que ella yacía boca abajo en la cama, pataleando como niña berrinchuda.

El hombre, cubría la boca de Yolanda para que sus estentóreos alaridos, no pudieran ser escuchados por los vecinos; mientras que, con la otra mano, introducía tres dedos en su vagina, y con el pulgar frotaba fuertemente su clítoris, e introducía el meñique, en el ano de la dama. El individuo, la elevaba de la cama de la intensidad del juego de dedos, a la vez que chupaba la nuca de ella, dejándola impregnada de saliva.

Yolanda creía enloquecer de excitación sexual, una sucesión de orgasmos repetidos, le venían en cascada; recordando a un tío político que la cogiera cuando ella era jovencita de 14 años, y que, muy a su pesar, la ahora exitosa y bella mujer, no era capaz de olvidar; principalmente la forma como aquel abusivo sujeto, le provocaba aquellos intensos orgasmos. De hecho, era su fantasía predilecta cuando ella se masturbaba en la privacidad, o también, recordaba dicho evento, para ser capaz de tener orgasmos, cuando cogía con su esposo. 

Ahora este bruto, como ella le llamaba entre gritos: salvaje animal, la bombeaba sin misericordia alguna por su trasero; dilatándola increíblemente, mientras que ella, escandalosamente se afianzaba de las sabanas con sus uñas, a la vez que sentía la manera como el macho la penetraba, sin la mínima consideración, encajando media estaca, y moviéndola de un lado a otro; hasta que entre la escandalosa algarabía de ella, el salvaje, la clavó hasta los huevos; a la vez que el individuo exclamaba jadeando:

-       ¡Así escandalosa putita de mi alma…así mero grita…me excitas más!

Bruscamente, el fontanero, le extrajo la tumefacta verga, chasqueando su lindo trasero ante la abrupta salida de la tranca, salpicando de líquido, emanado de la jugosa verga, todas sus nalgas; y entonces, girándola boca arriba, subió los hermosos perniles de ella, hasta pegar sus dedos gordos contra la cabecera de la cama, y escupiendo el dulce agujero oscuro, la dejo ir hasta dentro, sin piedad alguna; fuertes pedos se escucharon, y la hermosa mujer, intentaba fruncir su culo, en un intento por evitar, la salida de tales gases.

Súbitamente, Yolanda, escupió el rostro al hombre, y lo maldijo; intentando sacarse la longaniza de su culo, y en ese instante, fue sujetada de su frondosa cabellera, y recibió dos leves bofetadas; a la vez que: la velocidad de la enculada, se hizo rápida e intensa; y en ese instante yola, como la llamaba cariñosamente su esposo, exclamo con loco frenesí, traicionándola su excitación del momento:

-       Ay papacito…ay hijo de puta…si más más…que rico amor mío…

Ella se mordió sus labios arrepentida de tal exabrupto, y el plomero, se detuvo momentáneamente, y le beso suave en su boca, y jadeando como animal herido, le dijo:

-       Gracias reina mía…gracias amor…

Así, estuvieron trenzados, ahora en forma loca, y luego paso a paso suave, y tiernamente; en veces ella, con sus piernas en torno al fuerte tórax del hombre, mientras otras, abierta de par en par, sujetándolas ella, con ambas manos; como buscando que aquella verga, se fuera lo más adentro posible, si tal pudiese ser. El hombre la bombeaba, y ella, intentaba tragarse hasta los huevos del macho por su culo, hasta que, en cierto instante, el fontanero, enloquecidamente, derramó todo su semen muy adentro de sus sonrosados intestinos.

La quietud llego, y los dos permanecieron jadeando como perros pegados; mezclando su sudor, ella sollozaba quedamente, sacudiéndose entre uno y otro en espasmo, mientras el, la besaba ahora tiernamente, lamiendo como cachorro sus lágrimas, y hasta sus mocos, aunque ella intentaba evitarlo.

Yolanda, se encontraba vencida, y fue ayudada por su avasallante poseedor, a colocarse de pie, quien dulcemente la condujo a la regadera de la casa, y la baño como quien lo hace con un tierno bebé; ella ya no decía nada, se encontraba con la vista clavada al suelo, en aparente estado de shock; muy profundamente, reconocía que había sido violada, y humillada, pero a la vez, reconocía que la experiencia vivida, la había hecho vibrar sexualmente de una manera poco común, y entonces recordó de nuevo, su niñez y adolescencia, en donde experimentaba tales eventos encontrados, a manos de unos hombres salvajes. Ahora, al igual que en su infancia, cierto odio hacia este hombre, se intercambiaba por un loco arrebato sexual, casi incontenible, y a veces, hasta ternura; especialmente, al observarlo como un chiquillo arrepentido de su travesura, intentando componer todo.

Yolanda, fue recostada suavemente, por el hombre sobre su cama; y este, se fue directo a bañarse. Durante ese lapso, estando el fontanero en la regadera, sorpresivamente entro de nuevo la hermosa mujer, y sin aviso alguno, se colocó de hinojos, e inició a mamar al sorprendido individuo. Este, no cabía de asombro, de tan agradable y sexual sorpresa; y escurriendo agua de su nervudo cuerpo, llevo a la mujer de nuevo a la alborotada cama, pero esta vez, sin mediar nalgadas ni mucho menos bofetadas, en donde volvieron a reiniciar su candente actividad sexual.

Súbitamente, Yolanda, empujó al hombre, y exclamó:

-       No…no…animal, salvaje, desgraciado, déjame…

A lo que el hombre, reacciono tomándola del cabello, y colocándola culo para arriba, procedió a nalguearla, entre los intensos lloriqueos y lamentos de ella; y así, procedió a cogerla por la vagina, mediante tremendos bombazos, diciéndole:

-       ¡Eres mi puta cabrona!...que ¿ya se te olvidó?, pues tenga usted más nalgadas, y bofetadas, para que no se le olvide quien es su verga… ¡Órale cabrona! Y volvió a zambullir su parado palo, dentro de la dulce boquita de ella, quien, tosiendo y en arcadas nauseosas, exclamaba:

-       Ay ay papacito…me ahogas…ya mi rey…ya por favor, te juro que te voy a obedecer.

Sin que Yolanda se diera cuenta, ya casi era la hora en que su esposo habitualmente regresaba a casa; además, de que ella no se había presentado a trabajar, y no había avisado de ello a nadie. El celular, si acaso había timbrado, nunca lo escuchó.

Antes de salir, Carlos, que así se llamaba el fontanero que la había cogido de manera tan salvaje, la volvió a besar en los labios, entre tierno y fuerte, y le dijo:

-       Recuerda putita mía, que he de venir a culearte, cuantas veces se me pegue la gana ¿ok?

-       Eres un cobarde…pero, soy tu sumisa…Te amo…

-       Yo también te amo, exclamó inesperadamente Carlos.

Cuando este hombre se fue, Yolanda subió rápidamente a su recamara, y separando sus atractivas nalgas frente al espejo, se puso a observar el estado de su ano, y apreció que este se encontraba un poco dilatado, pero lo que llamó poderosamente su atención fue, la forma como le brotaba de dentro, un hilillo de semen, de toda la abundante cantidad, que su amo, le había aventado; liquido el cual, ella, pujando en el baño, lo arrojara en su mayoría, dentro de la tasa. Fue incapaz de resistir aquel recuerdo, y sin dudarlo cayó sobre su revuelta cama, y frenéticamente, procedió a masturbarse.

El esposo de Yolanda, llegó a casa una hora mas tarde de lo habitual, y desde luego, todo se encontraba ya, en completo orden. La posible evidencia del aquelarre sexual, había desaparecido; incluyendo las bragas rotas que Yolanda llevara puestas, aquella mañana, cubriendo su dulce culo, y genitales, durante el sometimiento sexual del macho.

La mujer, acudió corriendo al encuentro del esposo, cuando este abrió la puerta de su casa, como nunca antes lo había hecho, ni siquiera de recién casada; besándolo en la boca sin mayor preámbulo, y dejando caer su bata, mostrándose en un fino neglige negro, el cual cubría el delicado torso femenino, hasta los sensuales pies; completamente trasparente, sin bragas debajo, y con las tetas desafiantes, mostrando los pezones erectos.

Esto fue algo inesperado para el esposo, quien no cabía de asombro; y sin dudarlo, se desnudó, y sin esperar a nada, cayó sobre su esposa, aventando picones con su pene erecto, a diestra y siniestra, hasta ensartarla por la vagina, con las piernas de ella reposando en los hombros de este. Una sorpresa tras otra, se daba dentro de la recamara, en donde unas horas antes, Yolanda estuviera en brazos de otro hombre; los enromes gritos de ella, mantenían atónito al esposo, pero lo inesperado llego, cuando ella, destrabándose de la tranca del marido, se giró quedando nalgas para arriba, y colocándose de perrito, separó sus glúteos con ambas manos; mostrando su ano, antes fuertemente perforado por el otro hombre, y pujando y reposándolo, con el fin de que el anillo se floreara un poco, enviaba besitos con el culo, invitando con ello a su marido a traspasarlo; cosa que este hizo de inmediato, con una estocada desperada, como diciendo: “No se vaya a arrepentir”.

Los gritos de Yola eran increíbles, el esposo la culeaba con gran fuerza, rebotando sus ingurgitados huevos en contra del periné de la apasionante como bella mujer. Secretamente, Yolanda recordaba al hombre que tuvo por la mañana, y parte de la tarde, sometiéndola, y cogiéndola intensamente. En cierto instante, el esposo la tomo del pelo, y propinándole intensas nalgadas, la cabalgó como a una yegua bronca, a la vez que le decía:

-       Te adoro pinche puta, elevándola a cada piquetazo.

Todo aquello, resulto ser como un film de la relación pasada, vivida con el salvaje fontanero; y tanto yola, como el esposo, estaban engarzados en un apasionado bullicio. El estero, sonaba intensamente, amortiguando con ello, los alaridos de la extraordinaria mujer. En cierto instante, el hombre se arqueo, y mediante un gruñido parecido al de un cerdo, arrojo gran cantidad de semen dentro del intestino de la mujer; y extrayendo su pene aun erecto, y a la vez separando con sus manos las nalgas de ella, observo extasiado su obra maestra: El culo dilatado de Yolanda, chorreando su semen hacia el exterior, y la volvió a meter, chillando ella, levemente. Todavía la bombeo un poco, y al fin la extrajo, cayendo rendido al lado de ella, quien lo besaba, para sorpresa del esposo.  

Dentro del matrimonio, todo fue presentándose poco a poco mejor; pero Yolanda, aunque era su plan contarle en cierto momento, todo a su marido, acerca de lo ocurrido con el plomero, no se atrevía a hacerlo; ya que secreta y ansiosamente, esperaba que algún día, apareciera este hombre de nuevo, y la atacara sexualmente, sometiéndola; y llegar a sentir, aquel loco y apasionado desenfreno sexual experimentado, pero temía que su esposo, al llegar a enterarse de aquello, intentara dar aviso a las autoridades, o bien, hacerse justicia el mismo.

Yola se mantenía con la esperanza de encontrarse con esta persona de nuevo, y en cierta ocasión, se atrevió incluso, a ir a buscarlo; por el barrio en donde este le había dicho aquel día, que tenía su hogar; sin atreverse a preguntar a nadie, dado lo alejado y posiblemente peligroso del sitio.

Transcurrieron algunos meses, y Yolanda ya había perdido toda esperanza de un nuevo encuentro.

Cierta tarde, dentro de un bar, se encontraban dos individuos, platicando y bebiendo una cerveza, mientras que uno le decía al otro:

-       Mira, dijo aquel hombre, quien resultó ser el plomero: Yo no deseo recibir tu dinero, yo solo deseo estar con ella, porque desde aquella vez, cuando la forcé sexualmente, de acuerdo al plan hecho entre tu y yo, nunca fui capaz de olvidarla.

-       La verdad, continuó diciendo el hombre, me he enamorado; y solo pido que no me quites nunca la oportunidad de estar con ella. Recuerda que después de todo, yo me expuse a que ella pudiera escapar de la casa, y pedir auxilio, en cuyo caso, yo hubiese quedado muy mal parado; exponiendo mi libertad, y hasta quizá, llegar a ser atacado y detenido por los vecinos.

El esposo de Yolanda guardó silencio, aquello había tomado un giro inesperado. Sabía por medio de dos cámaras, que el mismo había colocado a escondidas, en un lugar estratégico, y que solo el conocía el lugar, la intensidad de aquella fenomenal cogida; y por medio de ellas, también sabía, que Yolanda lo había disfrutado tremendamente.

Cuando se despidieron, el fontanero Carlos y el marido de yola, quedaron en una nueva cita; en la cual, este llegaría de nuevo con aquel hombre, fingiendo un nuevo desperfecto en la casa, y luego saldría a la calle, ante una llamada ficticia de urgencia del trabajo del esposo; dejando obviamente, al hombre dentro de la casa, y las cámaras colocadas en un lugar estratégico. El esposo, difícilmente era capaz de esperar a que llegara tal instante.

Coincidentemente, unos días después, Yola, llorando, y sumamente apenada, le conto a su esposo lo ocurrido; y como era mujer quien valoraba mucho la honestidad, le dijo, con todo y gran vergüenza, que también había gozado ella de manera intensa, durante aquel terrible encuentro con el rudo y fuerte plomero. A ella, le costaba mucho cargar con tal secreto, ya que sabía perfectamente, que le había encantado; y no pudiendo con tal carga, describió todo al marido, y este, solo respondió suspirando:

-       Yola mi amor… creo que lo ocurrido, de una forma u otra, sirvió para fortalecer nuestro matrimonio, y fingiendo desconocer todo al respecto, le dijo enseguida:

-       ¿Sabes qué? Yo mismo le acabo de hablar al fontanero, para que la semana entrante, venga de nuevo a reparar otra fuga que encontré abajo, y te voy a dejar sola con él, para que se repita esto; a mí también me excito mucho lo que me acabas de contar.

Yola, no cabía de asombro…No se esperaba esta reacción de parte de su marido, y a decir verdad, ni a el mismo esperaba que esto, le fuera a agradar tan profundamente.

Y luego, durante unos breves segundos de silencio, el marido se extrajo la goteante verga de su pantalón, y Yola lo observó consternada, pero inmediatamente, sin dejar que llegara ningún otro pensamiento a su mente, se introdujo aquello en su dulce boca, para luego dar paso a tremenda cogida por todos lados.

  FIN.

(NOTA: La violación es un grave delito, y la filmación sin conocimiento del otro, también)