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Mi Sobrina Ana 3

en Amor filial

Me desperté muchas veces como la noche anterior y siempre que lo hacía tenía distintas imágenes en la cabeza, pero todas, tenían algo en común,  Ana.

Unas veces me despertaba viendo a mi sobrina con las piernas abiertas de manera exagerada mostrándome la parte interna de sus bragas, otras veces la veía inclinada sobre mí y mamando de mi verga y otras veces la veía de espaldas a mí, con el culo en pompa, restregándose su coño empapado con su mano.

Y siempre que me despertaba me sorprendía a mí mismo tocándome la polla.

Estaba deseando que pasaran las horas para levantarme y volver a ver el cuerpo de Ana pero no había manera de que la noche avanzará. No podía dejar de pensar que ella estaba en el cuarto de al lado y que quizás estuviera esperando que yo fuera a verla, acostarme a su lado y follarla como realmente se merecía. Quizás ella estuviera teniendo sueños calenturientos que le provocaran mojar las bragas de la manera que lo hacía pensando en mí o quizás, incluso, se estuviera masturbando como loca con la imagen de su tío en la cabeza.

Estaba con estas ideas cuando de repente entró un mensaje en mi teléfono móvil que estaba sobre la mesilla haciéndolo vibrar con estrepito. Cuando lo alcancé y pude enfocar la vista en la oscuridad a la pantalla me quede bloqueado al leerlo. Era Laura, mi mujer, diciéndome que llegaba a las siete de la mañana al aeropuerto, que sobre las ocho estaría en casa con nosotros y que me echaba mucho de menos.

Mi sentimiento era de rabia. Como cuando de pequeño te quitaba tu hermano mayor tu mejor juguete o se comía tu helado. Yo no quería que ocurriera, no quería que Laura viniera a casa y me jodiera mi relación con Ana.

La primera solución que se me ocurrió fue la de levantarme inmediatamente, colarme en la habitación de mi sobrina, explicarle que Laura volvía en cuatro horas y proponerle que nos masturbáramos mutuamente antes de su llegada e incluso que me dejará montarla como un loco. Pero eran las cuatro y media de la mañana y me faltaba el valor para hacerlo. Además yo era consciente de que esta historia tenía que acabar lo antes posible y mejor que esto fuera antes de que mi mujer sospechara algo. Al final decidí dejar que pasaran las horas hasta que llegara Laura.

Me levante sobre las siete y esperé la llegada de mi mujer. Cuando oí las llaves girando la cerradura no pude más que intentar poner la mejor cara de recibimiento que pude encontrar.

- ¡Hola mi amor! – dijo Laura arrastrando la maleta al verme sentado en el salón con el tobillo escayolado sobre la mesa - ¡Que ganas tenía de verte!

- ¡Hola viajera! – Contesté tratando de demostrar alegría al verla - ¿Cómo te ha ido el viaje? ¡Qué bien que ya has vuelto!

Se sentó junto a mí en el sofá, me besó con mucha pasión y se quedó abrazada a mí.

- Te he echado mucho de menos. No me gusta estar lejos de ti y menos de viaje – dijo sin soltarse.

- Más te he echado de menos yo que me he quedado en casa. Tú por lo menos has estado viajando – Contesté tratando de parecer sincero. - ¿Cómo es que has adelantado el viaje de vuelta un día?

- Al final se nos dio muy bien y acabamos antes de tiempo. Pensé en no avisarte que venía esta mañana para daros una sorpresa a ti y a Ana – Me contó al separarse de mí y ponerse de pie. Se me pusieron los pelos de punta pensando en las posibles consecuencias por no haber avisado de su llegada.  – Por cierto… ¿Qué tal con Ana? ¿Se te ha dado bien? ¿Habéis cuidado el uno del otro?

- Ana se ha pasado el día estudiando. Ayer salimos al teatro por noche a ver una obra rarísima pero volvimos pronto porque el tobillo me molestaba – le conté mirando hacia la ventana y tratando de no empalmarme al rememorar todo lo que pasó.

Laura se giró bruscamente hacia la puerta del salón al ver que en el umbral se encontraba Ana desperezándose. Llevaba puesto un pijama de dos piezas de estampados. Lo primero que llamó mi atención era que llevaba la totalidad de los botones de la parte de arriba abotonados.

- ¡Hola tía! ¡Ya has vuelto, que bien! – y se fue hacia Laura y la abrazó. - ¿Qué tal te ha ido?  Me había parecido oírte en sueños y resulta que ya has vuelto.

- Ana, que madrugón te has pegado por mi culpa. – Contestó Laura mientras se abrazaban.

Ana ayudó a Laura llevar la maleta a nuestra habitación y deshacerla. Luego ellas se pusieron a charlar en la cocina de cosas que yo no lograba oír y pasados unos minutos me llamarón para desayunar. Cuando me senté en la cocina, solo se me venía a la cabeza mi sobrina apoyada en la encimera, con el culo en pompa y masturbándose, mientras ellas seguían hablando de cosas intranscendentes que a mí no me interesaban.

- Le estoy diciendo a Ana que hoy y mañana me quedaré en casa trabajando porque pasado mañana me vuelvo a marchar. – Me contó Laura – será solo una noche o dos como mucho. Tenemos que ir a la central de la empresa a contar como han quedado las cosas tras nuestro viaje.

La idea de tener a Laura dos días sin moverse de casa me disgustaba pero como nos contó que luego pasaría alguna noche fuera empecé imaginarme nuevamente el cuerpo desnudo de mi sobrina entero para mí durante más de un día seguido.

- Pues que fastidio que te vuelvas a marchar – le contesté a Laura pero mirando de reojo a Ana.

Pero mi sobrina me había ignorado desde que se había levantado. En ningún momento me buscó con la mirada y tampoco me había dirigido la palabra desde que llegara Laura.

Cuando terminamos de desayunar mi mujer me contó algún detalle del viaje en nuestro dormitorio mientras terminaba de vaciar la maleta.

- Pepe me voy a duchar y luego me tengo que poner sin falta a trabajar. Sé que te tengo abandonado pero, - y puso una mirada picara al decirlo – esta tarde, cuando Ana se marche a la universidad, pienso dejar que te cobres todas mis obligaciones conyugales abandonadas desde  hace dos días. Así que vete preparando que yo me voy a preparar y entera para luego…

Y dicho esto se quedó en ropa interior sonriéndome. Tenía el único cuerpo que yo había deseado con verdadera lujuria hasta la fecha pero la llegada de Ana lo había cambiado todo. Cuando se metió en el baño fue la primera vez que me creó algo de remordimientos mi relación con nuestra sobrina.

Me fui por el pasillo hacía el salón cuando, al pasar frente a la habitación de Ana la vi sentada en su escritorio estudiando de espaldas a la puerta, No pude evitar chistarla desde el umbral y al oírme ella se giró. Al mirarme me sonrió y volvió a subir la pierna al reposabrazos de la silla giratoria, exactamente igual, que lo hizo hace un día escaso. Para desconsuelo mío esta vez no pude ver sus bragas porque seguía llevando el pijama con el que se había levantado. Pero me fui contento porque entendí que mi sobrina me estaba mandando toda una señal de intenciones. Nada había cambiado por la presencia de Laura, todo seguía igual entre Ana y yo.

Tras comer mi sobrina se marchó a la universidad. Cinco minutos escasos después de que lo hiciera Laura ya estaba en el sofá desnudándome con frenesí y yo a ella. Lo primero que hice fue centrarme en sus pequeñas pero exóticas tetas. Los pezones tenían las aureolas más grandes y más rosadas que Ana y sus pezones no eran tan sobresalientes pero si se hinchaban de manera más exagerada. Luego me centré en su coño. Laura lo tenía totalmente afeitado porque yo se lo pedía constantemente. Follamos como hacía años pero yo tuve la sensación que fue un polvo demasiado rápido para lo que yo hubiera querido.

Otra vez follé con Laura soñando que lo hacía con Ana.

El resto de la tarde Laura estuvo trabajando en la habitación de Ana dado que era la única que tenía, en nuestra casa, un pequeño escritorio a modo de despacho. Al llegar la noche, cenamos algo rápido y mi mujer volvió al trabajo en el cuarto de invitados. Cuando regresó Ana tras charlar brevemente con Laura y cenar algo rápido se sentó junto a mí en el sofá a ver la televisión.

- ¿Cómo te ha ido el día? – Le pregunté

- Yo creía que me ibas a preguntar si llevo las bragas mojadas – me contestó en tono bajo para que Laura no la oyera mirando la televisión simulando interés - ¿Ya no te interesa saberlo?

- Pues claro que quiero saberlo. Pero esta Laura y… - traté de argumentar – No sabía si tu continuarías queriendo… tenía  dudas… quizás tú ya no…

- ¿Acaso tu no quieres que sigamos estando juntos? – Me interrumpió – Espera y te sacaré de dudas.

Y tras decir esto se desabrochó el botón del pantalón vaquero que llevaba, se bajó la cremallera rápidamente dejando a la vista la parte superior de una braguitas de encaje negras, se metió la mano bajo la ropa interior todo lo que pudo separando las piernas y cuando sacó sus dedos me los mostró poniéndomelos delante de la cara.

- Estoy mojada desde que salí de clase pensando en que te iba a volver a ver – Compruébalo tú mismo.

Y diciendo esto me metió los dedos en mi boca. Estos estaban empapados y sabían a sexo de tal manera que me empalme en fracciones de segundo.

- Quiero seguir estando contigo todo lo que podamos – decía mientras yo chupaba sus dedos. – Quiero que tus manos recorran mi cuerpo todos los  días.

Yo miré más allá de la puerta del salón, donde el reflejo de la luz de la habitación donde se encontraba Laura trabajando se dibujaba en la pared contigua del pasillo. La sombra definía claramente a mi mujer sentada en el escritorio con el ordenador portátil trabajando y no me lo pensé dos veces.

Metí mi mano por debajo del jersey de punto que llevaba Ana y lo subí levemente. Quería ver como era su sujetador. Era negro con encaje y seguramente a juego con las braguitas por lo poco que pude ver de estas. Ella sin dejar de mirar a la sombra de mi mujer en el pasillo se levantó con ambas manos el jersey mostrándome sus pechos firmes presos por el sujetador. Yo pasé mi mano por ambos, firmemente, por fuera de la prenda. Ella curvó la espalda de manera que sus pechos se mostraron exuberantes y como acto reflejo introduje la mano por la copa del pecho derecho sacándolo fuera del sostén. Su pezón estaba firme y sobresaliente y me recreé en acariciar la totalidad de la teta con detenimiento. Ella se dejaba hacer sujetándose el jersey hasta que sin mirarme dirigió  sus manos a su espalda para soltar el broche de la prenda íntima y liberar ambos pechos. Entonces pude comprobar lo firmes que eran. Ya, con ambas manos, los recorrí en hasta el último centímetro y pellizqué con delicadeza, repetidamente, ambos pezones lo que a ella parecía agradarla más que cualquier otra cosa porque cada vez que lo hacía arqueaba la espalda ligeramente y aumentaba el ritmo de la respiración.

No pude más y dirigí mi mano a su entrepierna tratando de meter la mano bajo la braguita, por el pantalón desabrochado pero ella me sujeto la mano y apretó los muslos.

- Nos puede ver. Espera – me dijo en un susurro.

Y tras decirme esto se levantó de manera sigilosa y para sorpresa mía se dirigió hacia la puerta del pasillo, hacía la habitación donde se encontraba Laura. Yo me alarmé pensando que sería de mí si mi mujer veía a Ana con el pantalón desabrochado, el sujetador suelto y sus pechos bamboleándose mientras se dirigía a la puerta. Entró en su habitación, donde Laura estaba trabajando, las oí hablar y, tras dos largos minutos, Ana salió con algo entre las manos y se dirigió al cuarto de baño. Este se encontraba en frente justo donde terminaba el pasillo. Yo me levanté ayudado por una sola muleta y me quede en el salón, frente al pasillo que terminaba en el baño. Mi sobrina, tras encender la luz, dejó la puerta abierta de par en par y entonces pude ver que lo que llevaba entre las manos, era su pijama rosa de personajes de disney. Dejó la prenda sobre el mueble del lavabo que se encontraba a un lado. Y entonces se empezó a desnudar. Lo primero que hizo fue sacarse los pantalones, tras hacerlo se detuvo en doblarlos lentamente mientras me mostraba sus largas piernas. Yo dirigí mi mirada, desde donde me encontraba, a su tanga. Esta vez llevaba un tanguita pequeño, negro, de encaje y por los lados la tela tenía la anchura de un dedo fino. Se giró situándose de espaldas intencionadamente para mostrarme la parte de atrás del tanga que empezaba en un ligero triangulo de tela por arriba para luego ir disminuyendo su anchura mientras descendía entre su culo hasta hacerse invisible. Cuando estuvo totalmente girada a mí se bajó el tanga acompañándolo hasta los tobillos con ambas manos, dejando las piernas sin flexionar, mostrándome nuevamente su culo totalmente en pompa. Desde la distancia pude entrever su coño hinchado entre sus muslos. Se giró y empezó a sacarse el jersey a la vez que el sujetador que estaba suelto. Cuando terminó se quedó frente a mi totalmente desnuda. Yo miraba totalmente turbado, las tetas grandes y firmes y el coño con el triángulo minúsculo de vello. Ana separó ambas piernas casi un metro y se pasó los dedos de una  mano entre sus labios vaginales para luego llevarse la mano a la boca y chuparla con delicadeza. Con la otra mano se recorría una de sus tetas con parsimonia. Me sonrío, avanzó hasta la puerta del baño y la cerró desapareciendo de mi vista.

Yo me quedé de pie, en el salón y acariciándome la polla con la mano que tenía libre, por llevar solo una muleta, por encima del pantalón. Entonces me acordé de Laura. Miré el reflejo de la habitación donde se encontraba y la aprecié sentada, trabajando.

Al día siguiente desayunamos los tres en la cocina hablando de política. Laura acordó con Ana que ella se pondría en el cuarto de mi sobrina a trabajar por tener más intimidad para poder hablar por teléfono con el trabajo y Ana se pondría a estudiar en la mesa del comedor del salón.

Yo estaba viendo la televisión en el sofá cuando entró Ana y se sentó de espaldas a la entrada del salón en la mesa del comedor que estaba situada ligeramente a la derecha del sofá, y colocó los libros y cuadernos para estudiar sobre la mesa. Lo hizo sin prestarme atención, escuchando música en unos auriculares inalámbricos conectados a su teléfono móvil. Pasados unos minutos me chistó. Yo la miré. Y con un gesto al unísono de cabeza y mirada me indicó sin hablar que me sentará en el sillón que estaba a la izquierda del sofá, sillón que se encontraba en frente la mesa del comedor donde ella se encontraba sentada y, también, en frente de la puerta del salón que daba al pasillo.

Cuando me senté en el sillón me di cuenta. Ana vestía una camiseta y una falda por encima de la rodilla. Me sonrío y abrió las piernas todo lo que pudo a la vez que desplazaba el culo hasta el borde la silla quedando algo recostada. Se subió la falda hasta casi las ingles y me mostró su coño sin bragas. Todo esto lo hizo sin mirarme, muy concentrada en el libro que tenía sobre la mesa. Dirigió una mano a su coño y empezó a masajeárselo con suavidad de arriba a abajo centrándose en tocarse el clítoris en cada pasada. Entonces se me ocurrió. Cogí mi móvil que se encontraba sobre el reposabrazos del sofá, lo dirigí a su entrepierna y empecé a grabar un video. Su reacción al verme fue la de cerrar las piernas, bajarse algo la falda, sentarse más erguida y mirarme muy fijamente con cara de desacuerdo y enfado. Yo la ignoré. Permanecí con el móvil dirigido a su coño pero sin grabar, esperando.

Pasados unos minutos en los que yo no varíe mi actitud con el teléfono en la mano, Ana desistió, sonrió, se subió nuevamente la falda todo lo que pudo, deslizó el culo al borde de la silla y abrió de manera más exagerada las piernas. Yo empecé a grabar nuevamente su coño. Estaba totalmente mojado y tenía los labios abiertos y viscosos. Se empezó a  masturbar mientras yo la grababa. Se introducía el dedo medio por el orificio de su coño con suavidad y lentitud de manera rítmica mientras con el resto de los dedos separaba sus labios vaginales. Pasados unos minutos se centró en separar los labios por la parte superior todo lo que pudo con una mano para acariciar su clítoris en cirulos. Yo grababa aplicando todo el zoom posible de mi teléfono cuando de repente sufrió una convulsión y vi como su coño se empapaba de fluido y ella se ruborizaba.

Me levanté con ayuda de una sola muleta y me puse a su lado de espaldas a la puerta. Miré su cuaderno simulando curiosidad y metí la mano entre sus piernas. Ana no varío su postura para dejarse hacer. Pasé la mano por su coño empapado e introduje varios dedos por el orificio tan dilatado que tenía, varias veces. Estaba muy excitada y se notaba en su respiración. Mi sobrina dirigió una mano hacia mi pantalón corto recorriendo con su mano mi muslo para acabar introduciéndola bajo el pantalón y el calzoncillo a la altura de los huevos. Los masajeó para luego subir y agarrar mi polla desde abajo. Al hacer esto yo no tuve más remedio que dejar de tocar su coño para erguir el cuerpo y facilitarle la tarea pero lo que hice fue rodear con mi brazo su cuello e introduje mi mano por ancho cuello de su camiseta y empezar a acariciar con fuerza un pecho por debajo de la copa del sujetador retorciendo su pezón. Ella siguió masajeando la polla con su mano dentro de mi pantalón. No subía ni bajaba, solo la masajeaba y pasaba la yema de los dedos por el glande y pasado un minuto me corrí en su mano. Ella siguió el masaje mientras mi miembro languidecía lentamente y al final sacó la mano llena de esperma viscoso, se chupó la punta de los dedos y el resto de semen se lo restregó por su coño.

Tras esto ambos nos miramos y nos sonreímos en silencio. Me fui a duchar y tras salir yo del baño fue mi sobrina la que lo hizo. Cuando ella estaba en la ducha no puede evitar ver repetidamente el video de mi sobrina masturbándose nuevamente empalmado.

El resto del día transcurrió de manera normal. Laura trabajando y solo parando para comer. Ana, se marchó por la tarde a sus clases y yo me quedé haciendo que veía la televisión o leía cuando realmente no me quitaba de la cabeza a mi sobrina.

Después de cenar sonó el teléfono móvil de Laura. Era Ana avisando que se quedaba a tomar unas cervezas con los compañeros de universidad. También  preguntaba si se podía traer a una compañera a dormir a casa. Por lo visto el piso de estudiante de la amiga se había inundado por una avería de agua de un vecino. Mi mujer le había contestado que se podía quedar sin problemas a dormir con ella, en su cuarto. Todo esto a mí me  disgustó y así se lo hice saber a Laura alegando distintas razones cuando en realidad lo que me contrariaba era saber que Ana no me dedicaría su tiempo, su cuerpo y sus manos durante las siguientes horas.

Laura se fue pronto a dormir ya que al día siguiente se marchaba de viaje para explicar el resultado de su anterior viaje a los jefes de la delegación central.

Eran casi la una cuando oí abrirse la puerta de casa. Era Ana y su amiga que llegaban. Me fijé que ambas venían con claros síntomas de haber tomado más cervezas de las que deberían porque mi sobrina se mostraba risueña, locuaz y algo torpe. Yo le pedí mediante gestos que bajara el tono de voz porque Laura llevaba durmiendo más de dos horas para madrugar al día siguiente.

- Pepe, estas es Marta. Compañera de clase y muy buena amiga – Yo me incliné hacía adelante sentado en el sofá para darle dos besos a la amiga al tiempo que ella se agachaba para recibirlos.

No pude evitar fijarme en Marta. Llevaba una pequeña bolsa de mano con algo de ropa supuse. Era más baja que Ana, yo diría que era, incluso menuda. Mediría 1, 60, castaña clara, ojos también claros y delgada y algo pálida de piel. Sus pechos eran pequeños y su culo de pocas formas. Se podía decir que tenía, pese a su edad, un cuerpo de adolescente todavía sin  llegar a estar formado. Ana se sentó junto a mí en el sofá a mi derecha indicando a su amiga que lo hiciera en el sillón que estaba a mi izquierda.

- Vaya ambiente que hay esta noche en la calle, Pepe. Parece mentira que estemos entre semana – dijo recostándose en el sofá y subiendo los pies a la mesita frente al sofá al tiempo que se descalzaba – Te tienes que curar del todo para venirte una noche con nosotras.

- Ya quisiera yo que me quitasen pronto la escayola del pie para salir de aquí y hacer vida normal – la contesté. Y al hacerlo no pude evitar fijarme en las piernas de mi sobrina. Llevaba unos pantalones verdes oscuros y en la parte de arriba llevaba una camiseta con un escote generoso también verde caqui estampada. – Pero me apunto la invitación para cuando pueda recorrer la ciudad sin limitaciones.

Entonces miré a Marta. Tenía la vista perdida producto, seguramente por el alcohol. Llevaba también pantalones pero eran vaqueros y una jersey de lana y cuello alto. Sus piernas parecían  delgadas y sus pechos apenas abultaban su jersey por lo que me quede decepcionado.

Charlé un rato con Ana, diez minutos a lo sumo y de repente mi sobrina me hizo un gesto para que mirara a su amiga. Esta estaba dormida en el sillón con la cabeza apoyada en unos de los orejeros laterales.

- ¿Te gusta? – preguntó escuetamente.

- ¿Tu amiga? -  Es guapa de cara pero el cuerpo lo tiene a  medio hacer.  - le contesté mirando a Marta de arriba abajo. – Tu cuerpo es el que me pone muchísimo. No lo cambio por nada.

- Pues, ¿sabes una cosa…? Yo tengo curiosidad  por ver su cuerpo desnudo. O mejor dicho, tengo curiosidad por ver tu cara explorando su cuerpo desnudo. Ya lo creo.- Dijo mirando a su amiga.

- Baja la voz que Laura puede que no esté dormida. Además tu amiga te va a oír.

- Le he contado nuestros jueguecitos. Como nos tocamos. Como me gusta excitarte. Que tienes unas manos mágicas – dijo sin mirarme – A Marta apenas si la han magreado en alguna ocasión. Yo creo que es virgen aunque no me lo ha contado. Cuando le conté lo nuestro yo creo que se excitó y por eso quería conocerte, por eso me ha contado la historia de su piso. Yo creo que es mentira y lo que le pasa es que quería verte.

Yo la escuchaba sorprendido a la vez que escandalizado. Mi sobrina contaba nuestros encuentros a terceros y seguramente con todo tipo de detalles. Eso me ponía en riesgo frente a  Laura. La torpe de mi sobrina no llegaba a atisbar el alcance de lo que me estaba contando. Pero por otra parte alababa lo que ella llamaba mis manos mágicas. Y la idea de  sus deseos de verme mirando el cuerpo de Marta desnudo me excitó de tal manera que decidí no regañar a mi sobrina hasta otro momento.

- Ya hablaremos tu y yo sobre la estupidez de contar a nadie lo que tú y yo hacemos – le dije serio para, a continuación, añadir -  Tú amiga esta borracha.

- Hoy se acabó la fiesta  por regañarme. Me la llevo a dormir. Es lo mejor. Mañana  será otro día. – Y diciendo esto se fue hacía Marta la despertó con delicadeza y se  la llevó ayudándola a andar hacía su habitación. Me ofrecí a ayudarla viendo que el estado de Ana tampoco era bueno pero ella me negó la ayuda. Se metieron ambas en la habitación de mi sobrina y yo me quedé sentado en el sofá. Al rato se abrió la puerta  salieron en dirección al baño. Las dos llevaban puestas sendas camisetas largas a modo de camisón. Cuando llegaron al baño Ana encendió la luz y ayudo a Marta a sentarse en el inodoro. Lo hizo situando a su amiga de espaldas a él, bajándole unas bragas amarillas y ayudándola a sentarse. Yo alcanzaba a ver  desde el salón las piernas de Marta, sus bragas limón en sus tobillos y su cabeza echada para adelante por la borrachera que tenía. El resto, su cuerpo sentado orinando, me lo tapaba el muro del baño.

Me levanté de manera acelerada y, con una muleta, traté de acercarme todo lo veloz que pude tratando de no hacer ruido por el pasillo. Cuando estaba a escasos metros del baño vi que Ana levantaba a su amiga del retrete situándola de pie con las bragas en los tobillos pero con el culo tapado por la camiseta, vi a mi sobrina agacharse y meter su mano entre los  muslos de su amiga con un trozo de papel higiénico para limpiar su coño tras mear y la vi subirle las bragas de manera acelerada. Cuando llegué a su altura, Ana ayudaba a Marta a ir hacía su cuarto de manera torpe por la borrachera que llevaban ambas. Mientras la ayudaba me miró sonriéndome. Siguió hasta su habitación con cierta dificultad mientras yo me apartaba para dejarlas pasar. Cuando se detuvo en la puerta me hizo un gesto para que me acercara.

- ¿Qué querías hacer depravado? – Me dijo divertida con cara pícara mientras ayudaba a su amiga a tumbarse en la cama a oscuras. Y añadió riéndose muy bajo para que, mi mujer no la oyera  - ¿Querías ver a mi amiga meando? ¿O querías ver su chochito para ver como lo tiene? Pues ya te lo adelanto yo, lo tiene totalmente afeitado. Totalmente.

Yo no sabía que decir.

- Mañana veremos que ocurre. Ahora a dormir pervertido. – Y diciendo esto se acercó a mí, me beso en los labios de manera suave y sensual y me acaricio mi polla empalmada sobre los pantalones de manera que apenas la rozó. Y tras esto me cerró la puerta en las narices.

Laura se levantó muy temprano para coger el avión. Antes de marcharse se despidió de mí besándome.

- Vuelvo lo antes que pueda. Creo que será mañana por la tarde. Cuídate y cuida a Ana. – Me dijo cuando salía del dormitorio ya que yo seguía acostado en la cama. – Y por cierto… respeta a la amiga de Ana que a ti se te van los ojos detrás de las mujeres. ¿La viste ayer? – preguntó

- Que va. Me vine a dormir antes de  que llegaran. – Contesté tratando de hacerme el indiferente para a continuación añadir haciéndome el gracioso – Es la amiguita la tiene que respetarme a mí porque yo soy el invalido indefenso.

Laura sonrió, me besó y se marchó para no volver en dos días.

Estaba desayunando cuando oí a Ana y Marta hablando. Ambas entraron en la cocina con las camisetas con las que yo las había dejado la noche anterior y tenían cara de cansadas.

Ana se acercó a mí y me dio un beso de buenos días. Al moverse por la cocina para preparar sus desayunos pude apreciar sus dos pezones marcados en la camiseta lo que me indicaba que estaba excitada. Por un acto reflejo miré la Marta, estaba de pie con la espalda apoyada en la encimera de la cocina y con las manos entrelazadas sobre su pubis. Me miraba de reojo y yo aproveché que bajó la vista para mirarla y fijarme en sus pechos. Se apreciaban en su camiseta claramente a pesar de los pequeños que eran y si se distinguían era porque sus pezones marcaban su situación exacta.

Charlamos sobre tonterías y cuando terminamos de desayunar mi sobrina empezó a meter las tazas y los platos del desayuno en el lavavajillas. Al hacerlo se le cayó algún cubierto en el fondo del electrodoméstico por lo que se inclinó a tratar de cogerlo. Para alcanzarlo se agachó mucho apoyándose en la encimera, situando su culo en pompa frente a mí para coger el cubierto. Al hacer esto nos mostró a Marta y a mí sus bragas por el culo. Miré a Marta y esta me sostuvo la mirada y pude apreciar una leve sonrisa.

El resto de la mañana mi sobrina y su amiga la pasaron estudiando en su habitación y a media mañana Ana vino al salón y me contó que se marchaban a tomar el vermut  por el barrio  y que no volverían a comer, que quizás esa tarde no fueran a clase, que me dejaban algo de comida hecha y que no me preocupara de ellas. Las vi marcharse muy arregladas, ambas con minifalda. Mi sobrina llevaba una muy estrecha negra que realzaba su culo, medias negras, tacón mediano y camisa roja con el botón superior desabrochado lo que mostraba el nacimiento de sus pechos. Marta llevaba otra minifalda no tan estrecha, medias negras poco tupidas por lo que se apreciaban sus delgadas piernas, algo de tacón y camiseta estampada  muy escotada.

Cuando se fueron me fui corriendo a buscar las bragas sucias de ambas, las que se habrían quitado. Las de mi sobrina no las encontré pero si lo hice con las de Marta. Estaban guardadas en el interior de su bolsa de viaje. Eran las amarillas. Estaban claramente usadas pero no había nada reseñable en ellas. Mi gozo en un pozo, pensé.

Comí pronto y rápido tratando de no pensar en nada y me quede dormido viendo la televisión. De repente oí escándalo en hall de casa. Eran Ana y Marta que entraban riéndose a carcajadas. Cuando entraron en salón intentaron disimular su estado pero se veía a la legua que habían bebido, nuevamente, más de  la cuenta.

- ¡como venís, madre mía! – Exclame al verlas – No diréis que no lo estáis pasando bien.

- Hola Pepe. Que risa nos hemos echado. No te haces una idea – Contestó Ana – Incluso nos han intentado ligar unos obreros en un bar tomando cañas. ¡Que risa Marta!

- Me has hecho pasar vergüenza con los obreros – dijo Marta.

- Me he soltado el botón de arriba de la camisa adrede dejando ver mucha teta y un poco de sujetador y se han puesto los obreros como locos alrededor mío – contaba mi sobrina riéndose – Casi infarta el más viejo.

Yo las oía narrar la anécdota sin dejar de mirarlas y tratando de ponerme en el lugar del obrero.

- Marta no ha querido agacharse para mostrarle sus tetas por ese pedazo de escote. No ha querido la muy sosa – añadió Ana.

Marta estaba incomoda con lo que contaba mi sobrina pero no dejaba de mirar mis reacciones.

- Pues una lástima, Marta. Una lástima porque seguro que hubieras rematado al más viejo – apuntillé tratando de mostrar empatía con la situación que describían.

- La próxima oportunidad que tenga no la pienso dejar pasar– dijo Marta sonriendo. – No me pongáis a prueba.

Pepe… ¿Tienes algún licor para nosotras? Yo quiero tomar algo más. Me preguntó Ana

Le expliqué dónde estaban los licores y las bebidas. En tres vasos puso hielos y sin preguntarnos a Marta ya mi los lleno por encima de la mitad de orujo blanco. Este era casero y muy fuerte hasta el punto que llevaba años en casa sin ser, casi, probado.

- ¡Juguemos a verdad, atrevimiento o beso! – gritó mi sobrina para sorpresa de los demás. – No admito un no por respuesta – y cogiendo una botella de refresco empezó a girarla  - ¿Quién empieza?

Yo me quedé petrificado. Miré a Marta y esta sonrió, se encogió de hombros y se se sentó en el sillón de  mi izquierda.

- Empiezas tú – Le dijo a  Ana. – Tú empiezas girando.

- Vale. - y acto seguido hizo girar la botella con tal fuerza que parecía que esta no se iba a parar nunca. Cuando se paró, el cuello de la botella se señalaba a mí de manera incontestable.

- Beso - dije yo. - Quiero Beso.

- Besa a tu tío - dijo Marta sin dudarlo y con ansia.

Ana estaba sentada a mi derecha. Con su mano giró mi rostro hacía el suyo y me beso introduciéndome la lengua y recorriendo mi boca en su totalidad. Cuando nos separamos me señaló la botella y me hizo un gesto para que la girara. Cuando la botella empezó a girar miré a Marta y esta estaba mirando muy fijamente la botella con gran interés. La botella se detuvo apuntando ligeramente a mi sobrina. Me tocaba hablar, pedir a quien o el que tendría que hacer Ana.

- Atrevimiento – dijo Marta sin dudarlo - Pide que haga algo.

- Quítate la camisa – le solicité.

Ana se puso en pie, se desabrocho la totalidad de los botones con parsimonia, mostrando un sujetador con bordados y varios colores predominando el negro. Tiró la camisa un lado y me guiñó un ojo situándose frente a mí. Marta estaba divirtiéndose, ya sonreía y bebía sin mesura por lo que se rellenó nuevamente el vaso hasta la mitad.

Ana volvió a hacer girar la botella y esta señaló por primera vez a Marta. Ella sin dudarlo pidió beso y entonces mi sobrina le solicitó que me besara a mí. Marta se levantó, se inclinó frente a  mí y me besó con la misma pasión que había puesto mi sobrina. Sus labios eran de tacto diferentes, algos más fríos pero su lengua se movió con más lentitud dentro de mi boca, recreándose. Cuando terminó se sentó en el sillón ansiosa por girar la botella.

Esta, al detenerse, se quedó apuntándome a mí y cuando fui decir mi deseo Ana me miró.

- Pide atrevimiento, porfa, Pepe – me suplicó – Atrevimiento, porfa.

Marta me miraba con mirada solicita. También quería atrevimiento.

- venga, atrevimiento – contesté mientras bebía más orujo.

- Quítate los pantalones – dijo Marta de manera veloz mirándome con descaro.

Yo me puse torpemente de pie y con ambas manos deje caer el pantalón corto que llevaba. Al quedarme en calzoncillos no podía disimular la terrible erección que tenía. Entonces vi a las dos cruzándose una mirada cómplice de confirmación. Parecía que ambas hubieran trazado un plan.

Me tocaba a mí ahora.

 - Quítate la camiseta Marta. Quiero que te quites la camiseta – dije mirándola muy fijamente.

- Tienes que tirar primero Pepe – interrumpió Ana  al tiempo que rellenaba todos los vasos de licor – Si no tiras no vale. Son las reglas.

- Mejor lo hacemos a mi manera. Es más rápido. Quítate la camiseta Marta – Insistí mirándola con deseo.

Ana iba protestar cuando de repente Marta la mando callar con un gesto, se puso de pie y se sacó la camiseta en un rápido movimiento. Su sujetador era de color rosa y cubría unos pechos pequeños apretados por la prenda pero muy sugerentes.

Ana se quedó mirando a Marta, se levantó y se fue hacía donde estaba su amiga. Se puso detrás de ella y desabrochó su sujetador dejándolo caer al suelo. Marta se quedó inmóvil frente a mí con sus pequeños pechos al aire. Sus pezones estaban erectos con forma de cono desde la aureola. Ana puso sus manos sobre los hombros de su amiga y empezó a descender rozando con la yema de los dedos su piel hacía los pechos. Cuando pasó sobre ellos, los pezones de Marta se hincharon más todavía. Marta se giró levemente y dio un suave beso a Ana en la mejilla.

- Desnudaros mutuamente, porfa – dije sin dejar de mirarlas.

Ahora fue Marta la que se giró, se quedó frente a mi sobrina, soltó el sujetador de Ana llevando las manos a su espalda y cuando la prenda se deslizó se quedó mirando sus pechos. Para mi sorpresa, entonces se agachó levemente y a la vez que acariciaba la teta de mi sobrina la lamió el pezón con la lengua fuera. Ana llevó ambas manos a las tetas de Marta mientras esta la chupaba y las acaricio con curiosidad y delicadeza.

- Quitaros el resto de la ropa, por favor – les pedí mientras empezaba a acariciarme la polla sobre el calzoncillo tras quitarme la camiseta.

Ambas se despojaron de la falda y las medias ayudándose mutuamente pero se quedaron en braguitas intencionadamente. Las de Ana eran de colores a juego con el sujetador y muy pequeñas. La de Marta era realmente un tanga rosa no demasiado pequeño pero transparente  en su totalidad. Llevaba razón mi sobrina, no me había engañado, tenía el coño rasurado.

Entonces mi sobrina se subió a la mesita que estaba frente al sofá con torpeza al estar algo borracha y deslizó las braguitas por su cadera hasta que estas cayeron solas por sus extremidades. Separó las piernas con descaro y ahí estaba su coño, con su triangulo pequeño de vello púbico, sus labios abultados desde el nacimiento de su raja, colgando ligeramente asimétricos donde se llegaba a apreciar un hilillo de líquido descendiendo de su entrepierna. Se giró dándome la espalda, echó todo su cuerpo hacía delante todo lo que le permitió su equilibrio y cogiéndose ambos lados del culo con las manos lo abrió tanto como pudo. Yo me quede al principio sentado con una vista fabulosa de su coño y su culo desde abajo. Su coño estaba hinchado y empapado con los labios entreabiertos pero su ano estaba algo oculto. A continuación, me puse de pie como pude sin muletas al tiempo que Marta bordeaba la mesa y se ponía a mi lado para tener la misma vista que yo de mi sobrina. Ambos teníamos un primer plano del culo de Ana, abierto de manera forzada. Ahora se veía el orificio del ano con una aureola de piel más oscura que el resto del culo. Entonces, para mi sorpresa Marta dirigió su dedo índice al coño de Ana y empezó a rozarlo con sumo cuidado, con timidez. Mi sobrina se giró y al ver que era su amiga la que le rozaba el coño con sus dedos empezó a mover la cadera rítmicamente sin variar la postura.

Entonces y pasados un largo minuto yo tiré levemente del brazo de Marta invitándola a que se subiera a la mesita. En ningún momento pensé que esta no aguantaría el peso de la dos pero, afortunadamente si lo hizo. Cuando la amiga se subió Ana aprovechó para bajarse y sentarse en el sofá, a mi derecha, subir las piernas a este y abrirlas todo lo que podía juntando los talones y bajando todo lo posible las rodillas. Esta postura de mi sobrina me ofreció una vista increíble de su coño desde mi posición, de pie. Sin dudarlo empezó a masajearse su clítoris mirando a Marta.

- Quiero verla gozar- dijo Ana – Pepe, que goce como yo.

Marta se quedó subida en la mesita de manera algo rígida. Yo le bajé el tanga con parsimonia, sin prisa y con mucha excitación. Cuando vislumbré el coño de Marta este estaba totalmente depilado y apenas mostraba sus labios vaginales. Era como el coño de una adolescente. Cuando terminé de sacar su ropa interior de sus piernas le hice abrir las piernas más de medio metro y esto hizo que Marta se tambaleara peligrosamente por el nivel de alcohol que contenía su cuerpo menudo.

Entonces acaricié sus pequeñas tetas que me quedan a la altura de mi cara. Sus pezones estaban tremendamente abultados con forma de cono y duros desde su base y ella me sonrió balanceándose ligeramente. Luego llevé mi mano izquierda a su coño. Ella al notar mi mano hizo el ademan de retirarse echando ligeramente el culo para atrás pero yo alargué la mano tanto como ella se retiró continuando mi leve roce por su monte venus totalmente depilado y ella acabo por relajarse volviendo a dejar la cadera en su posición original. Yo rozaba con la yema de los dedos su monte de venus que debía estar depilado con láser porque no se apreciaba nada de vello al tacto.

Estaba extasiado cuando de repente, mi sobrina me bajó mis calzoncillos con violencia y esto hizo que mi polla saltara como si estuviera deseando participar en el juego. Ana empezó a lamerla desde los huevos hacía el glande. Yo busqué su rostro y la vi mirándome sonriendo sentada en el sofá con las piernas abiertas mientras se acariciaba el coño. Marta nos miraba con curiosidad pero con la mirada algo extraviada producto del alcohol.

Entonces recorrí con la yema de mis dedos la raja del coño de la amiga introduciéndolos levemente a mi paso y pude apreciar su humedad dada la facilidad con que se desplazaban entre sus minúsculos labios. Estuve pasándolos con suavidad unos largos segundos y ella me miraba dejándose hacer. Laura seguía mamando mi polla. Pero yo quería tener mejor vista del coño de Marta por lo que la ayude a bajar de la mesa y la senté en el sofá junto a mi sobrina. Cuando lo hice la obligué a situar su culo en el borde. Ana ayudo a su amiga a recostarse y rápidamente empezó a acariciar y chupar con delicadeza las tetas de esta. Yo me puse de rodillas frente a ambas y abrí las piernas de Marta tanto como pude mientras ella sujetaba la cabeza de mi sobrina para ayudarla a recorrer sus pequeñas pero hinchadas tetas.

El coño de Marta no tenía ni un atisbo de vello, era como el de una adolescente, con unos labios minúsculos que apenas asomaban. Lo abrí con ambas manos, estaba muy mojado y era pequeño. Subí sus pies al sofá dejando sus talones apoyados en el borde de este lo cual me ofrecía una vista espectacular de su coño y del agujero de su ano. Acerqué mi boca y empecé a lamerlo con delicadeza y para sorpresa mía la mano de mi sobrina empezó a recorrer el coño de su amiga al tiempo que yo lo chupaba. Marta se estaba muy quieta, como tratando de no ahuyentarnos, ni molestarnos en nuestro quehacer. Yo dirigí entonces una mano al coño de mi sobrina y esta abrió exageradamente las piernas mientras continuaba chupando las tetas de su amiga.

Entonces me armé de valor y como por instinto, erguí el cuerpo dejándola de lamer, cogí mi polla, que parecía un mástil, desplacé las rodillas un paso hacia adelante situándome entre las piernas elevadas de Marta empecé a pasar mi glande por el coño de la amiga de arriba a abajo. Ana dejó de chupar las tetas y se asomó con curiosidad a mirar entre las piernas de su amiga pero sin dejar de masajear el coño de esta. Entonces agarró mi polla con fuerza, la situó en la abertura del coño y tiró de mi miembro para que se empezara a introducir. Yo hice algo de presión con la cadera hacía adelante y este se empezó a introducir con facilidad. Seguí haciendo presión sin, en ningún momento, sacar mi polla. Empujaba con delicadeza pero con decisión  y entonces mi sobrina, con ambas manos, abrió todo lo que pudo los pequeños labios del coño de su amiga. Marta se llevó sus manos a sus pezones y empezó a tirar de ellos con fuerza. Esto era la señal de que disfrutaba. Empujé con fuerza dando el envite definitivo. Mi polla se introdujo hasta el fondo del coño de Marta con algo de dificultad por la estrechez de este. Ella hizo un ligero movimiento que podía indicar dolor pero siguió acariciándose. Entonces yo empecé a introducir y a sacar mi polla rítmicamente del coño de Marta. Ana con una mano acariciaba el monte de venus y el clítoris de su amiga y con la otra se masturbaba su coño con las piernas abiertas tanto como podía. Empecé a aumentar la velocidad mirando a ambos cuerpos de las mujeres que tenía desnudas frente a mí mientras gozaban.

Miré como se introducía y como salía mi polla del coño y pude apreciar que mi verga salía muy mojada del coño pero el fluido tenía un tono rosáceo oscuro. ¿Puede que de verdad fuera virgen y que yo hubiera roto para siempre su himen? Esto me puso mucho más cachondo y me di cuenta que estaba a punto de correrme. Seguí con varias acometidas hasta que no pude más y saqué mi polla todo lo rápido que pude. Mi sobrina, dándose cuenta de lo que estaba a punto de pasar, agarró mi polla, la meneo tres o cuatro veces y me hizo correrme sobre el coño, el monte de venus y la tripa de su amiga. Ana trataba a la vez de dirigir alguno de los chorros hacia su boca, que tenía tan abierta como podía y lo logró con el último espasmo cargado de semen llenándose la boca y la cara de mi líquido. Mi sobrina pasó su mano por todo el esperma que recorría el cuerpo de Marta recogiendo la mayor cantidad posible. Tras hacerlo introdujo los dedos pringados en la boca de su amiga y esta los chupo con verdadera curiosidad. Luego se besaron ambas recorriéndose toda la boca y los labios con la lengua traspasándose mi esperma entre sus bocas.

Yo miraba el coño de mi sobrina acariciándolo y me sorprendía lo empapado que estaba. Seguía besándose con su amiga mientras movía las caderas de manera circular sobre el sofá. Entonces dirigí mi otra mano al coño de Marta y empecé a masturbarla también. Era un sueño. Tenía a dos jóvenes universitarias abiertas de piernas, con sus coños empapados mientras yo les introducía mis dedos recorriendo sus entrañas. Mi polla se empezó a erguir ante esta visión.

- Yo quiero también mi parte – dijo mi sobrina – Yo también quiero que me des lo mío.

Por fin iba a follarme a Ana. Fue decirlo y mi miembro alcanzó su máxima longitud solo de oírlo.

- Ya lo creo que te voy a follar. – Contesté desplazándome de rodillas, sin importarme la escayola de mi tobillo, hacía las piernas abiertas de mi sobrina con mi polla cogida con una mano.

Pero para sorpresa mía mi sobrina se giró y deslizó en el sofá y poniéndose de rodillas en el suelo y dejando el cuerpo apoyado en el asiento, de espaldas a mi.

- Tú y yo no podemos follar. No podemos – decía murmurando – pero por detrás no es follar. Por el culo no es follar.

Y diciendo esto puso su culo en pompa frente a mí, se pasó su mano por el coño desde abajo. Lo restregó con ansia y siguió hacía arriba pasándose todos sus fluidos vaginales también por el orificio de su ano. Lo hizo varias veces y al final se introdujo algo de la yema de su dedo índice por el agujero. Yo la miraba sobando con ambas manos los cachetes de su culo y separándolos tanto como me dejaban para tener mejor visión. Cuando vi su dedo pasar repetidamente por su ojete metí mi dedo medio en mi boca, lo chupé varias veces introduciéndomelo con lascivia y lo dirigí a su agujero anal con decisión. Entonces tiré con la otra mano de un cachete del culo para separarlo y pude ver el ano tenso, algo más oscuro de piel alrededor pero rosado en la iniciación de su interior y, sin dudarlo, empecé a empujar con el dedo salivado sobre su agujero. Ella encorvó más la espalda elevando y exponiendo su culo tanto como podía e incluso la notaba hacer fuerza hacía arriba para ayudarme a introducir mi dedo.

 Marta se incorporó en el sofá y nos miró con la vista ligeramente  perdida mientras se limpiaba los restos de semen que le quedaban por las ingles y el coño. Lo hizo con las piernas abiertas y restregándose con suavidad sus genitales. Nos miraba con auténtica curiosidad al tiempo que cogió su vaso y apuró el orujo de un trago.

Al presionar con mi dedo sobre el ano de mi sobrina este entró hasta la mitad con facilidad por lo que empecé a meterlo y sacarlo repetidamente introduciéndolo cada vez más. Marta movía las caderas y emitía leves gemidos de gusto. Al final llegué hasta el fondo con la totalidad de mi dedo sin ninguna dificultad numerosas veces por lo que decidí que yo necesitaba más sacando el dedo y comprobando que su agujero estaba muy dilatado y oscuro en su interior. No lo dudé, agarré mi polla, ella sabiendo lo que iba a ocurrir a continuación enderezó su culo para facilitar mi embestida, dirigí mi miembro a su ano y sosteniéndolo con firmeza empecé a empujar con decisión. Vi a mi glande apretarse contra su orificio dando la impresión que fuera a ser imposible atravesarlo pero de repente se introdujo por lo que yo aproveché para seguir empujando sin demora. Mi polla estaba dentro, casi, hasta la mitad por lo que la saqué en parte y volví a empujar mientras me agarraba a sus caderas. Cada envite mío lograba que mi polla se introdujera más y con más facilidad. Ella gemía y movía el culo para que yo llegara hasta el fondo. Empujaba abriendo su culo todo lo que podía al tiempo que me ayudaba agarrando sus caderas y Marta nos miraba masturbándose, sentada a nuestro lado en sofá y con las piernas abiertas.

Al final no pude más y me corrí en su interior con todas mis ganas. No se la cantidad de esperma que solté pero fueron varios los espasmos que sufrí. Cuando Ana relajó el culo yo saqué mi polla y pude ver su orificio muy dilatado y lleno de esperma a su alrededor. Marta nos miraba sonriendo por lo que cogí su mano libre, ya que con la otra seguía masajeándose el coño, la dirigí al ano de mi sobrina, encogí todos los dedos de su mano menos el índice y lo introduje en el culo de mi sobrina. La hice meterlo y sacarlo varias veces mientras que Ana empezaba a relajarse y, al sacarlo por última vez, la amiga, se lo llevó a la boca y lo chupo con detenimiento.

Nos quedamos los tres desnudos un rato recostados en el sofá sin hablar.

Luego Ana ayudó a su amiga Marta a levantarse y se la llevó desnuda balanceándose su habitación. A los dos minutos salió de la habitación. Se acercó a mí, que seguía, recostado en el sofá con mi polla ya lánguida y se agachó para besarme en la boca.

 - ¿Esto tampoco puedo contárselo a mis amistades? – Me preguntó. Y añadió - ¿Si lo hago me vas a reñir otra vez?

Antes de que se incorporara para marcharse yo alcancé sus dos pechos, pellizque con fuerza sus pezones y miré su coño mojado. Cuando me dio la espalda andando hacía su habitación no pude dejar de mirar su culo. El primer culo que yo rompía de una mujer.