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Juani - El día del vestido para la boda

en Sexo con maduras

Hoy quiero recuperar otro de mis encuentros con Juani.  Además, por los correos que he recibido, parece que también a vosotros os ha gustado Juani.  No me extraña…   Y además me alegra que así sea, porque es alguien muy entrañable para mí.

Sigo esperando y agradeciendo los correos que me enviáis con comentarios y sugerencias para mejorar,  y en el caso de las mujeres, aportando información sobre qué os excita más a vosotras, para intentar que mis relatos sean “unisex”, y que no solo gusten a los hombres.

Karina, espero tu crítica… 

Debía ser abril o mayo, porque el calor ya había llegado.  De eso me acuerdo perfectamente porque me es imposible olvidar como vestía Juani aquel día.

Ya os he contado en ocasiones anteriores el morbo que me dan unos bonitos pies de mujer, los tacones altos, y la belleza de unas bonitas piernas subidas en ellos, con los gemelos marcados de forma elegante.  Bien, pues aquel día Juani llevaba unas sandalias de tacón alto, con unas finas tiras de cuero rojo sujetándolas a sus preciosos y femeninos pies, que ella sabía que me volvían loco.  Para completar el conjunto, se había puesto una falda negra justo hasta las rodillas, que ajustada a su cuerpo, le hacía una figura que no pasaba desapercibida para nadie.  En invierno, con sus abrigos largos, su atractivo físico se disimulaba más, pero en esta época del año, el abrigo largo ya lo había sustituido por algo más fino y más corto, que además ella se encargaba de anudar con un cinturón a su cintura, haciendo que inevitablemente se definiese bien la irresistible forma de sus caderas.  Completaba la indumentaria con una blusa blanca bien ceñida, que como siempre le marcaba bien el volumen de sus tetas.  

Todo ese conjunto, completado con las uñas rojas a juego con sus sandalias, era imposible que pasara desapercibido para nadie.  Imagino que el día en el trabajo debía haber sido casi una tortura para aquellos compañeros que hubiesen tenido que compartir con ella actividades, o que sencillamente la hubiesen tenido a la vista.  No sé ni cómo alguien puede concentrarse en trabajar, teniendo semejante tentación permanentemente a la vista.

Al salir de trabajar, la recogí con mi viejo Renault 5 de segunda mano.  El coche era una antigualla que había comprado con mis primeros sueldos tras sacarme el carnet de conducir.  Desde que lo tenía, me había dado una libertad que hasta entonces desconocía, y de paso, ya había servido como escenario improvisado de algún rato de pasión.

Al subir al coche, por supuesto nos dimos dos castos besos en las mejillas, para evitar dar que hablar si algún compañero suyo nos veía, pero tan pronto nos alejamos, ella se acercó a mí, y en el primer semáforo cogió mi cara y me plantó uno de sus besos llenos de sentimiento y pasión, que no solo me sabían a gloria, sino que además siempre conseguían hacer que mi polla reaccionase.

Conocedora como era de su poder sobre mi polla, acercó su mano y comprobó el maravilloso efecto, más por su propia satisfacción personal que por mi placer físico, pero en este caso, ambas cosas iban de la mano (nunca mejor dicho), y no dejó escapar la ocasión para dar unos cuantos apretones y recorrerla por encima del pantalón mientras crecía libremente hasta alcanzar su pleno esplendor.   Solo entonces, llena de satisfacción y orgullo, sacó su lengua de mi boca y separó su mano de mi polla, para dejarme meter primera y arrancar, justo cuando el coche de atrás empezaba a pitar para avisarme que el semáforo ya llevaba un rato en verde.  Esa sonrisa pícara en su boca al saberse dueña y señora de mis deseos, me volvían loco, y ella lo sabía bien.

Habíamos quedado para ir a unos grandes almacenes a comprarse un vestido que ella necesitaba para una boda.  Como nos pasa a la inmensa mayoría de los hombres, las compras no han sido nunca una de mis aficiones precisamente, pero pasar una tarde con Juani era siempre agradable, aunque fuese haciendo compras.

Antes de ir a comprar nada, subimos a la cafetería, y estuvimos tomando un café.  Estar con ella en cualquier lugar público, siempre me hacía sentir afortunado y al mismo tiempo excitado.  Al principio recuerdo que las miradas de deseo que otros hombres le dedicaban, habían llegado a incomodarme, pero hacía ya tiempo que había descubierto un mundo nuevo de sensaciones muy diferentes.  Que otras personas la mirasen con deseo, tanto hombres como mujeres, me excitaba y hacía volar mi imaginación.  Hasta el momento solo habíamos hecho un trío, aquel con Amparo que ya os conté, pero en nuestros encuentros muchas veces fantaseábamos con terceras personas y con otras parejas.

Mientras estuvimos en la cafetería, ella estuvo jugando con sus armas de mujer, cruzando sus piernas, sonriendo, insinuándose…    Siempre conseguía tenerme excitado.  La encantaba tenerme comiendo en su mano y llevarme pendiente solo de ella.  Total, que cuando empezamos la búsqueda del vestido adecuado, yo ya estaba deseando pillarla a solas, y conociéndola, seguro que ella también llevaba su coñito bien húmedo.

Ya en la sección de ropa de fiesta, estuvo buscando algo adecuado, pidiéndome opinión, dejándose aconsejar por la dependienta, y finalmente eligiendo varios modelos que nos llevamos al probador.  

Al principio la dependienta se quedó allí cerca, por lo que yo no entré al probador con Juani, me quedé fuera, como sin duda habría hecho el hijo que la vendedora pensaba que era, de esa señora rubia tan guapa, y esperé pacientemente a que saliese con el primer vestido para darle mi opinión.

Afortunadamente, era un día con actividad comercial, y enseguida la vendedora tuvo que ir a atender a otras personas, momento que aproveché para colarme en el probador.  Al entrar, la imagen fue digna de inmortalizar con una foto. Lamentablemente en aquella época, ni había teléfonos móviles con cámara, ni siquiera existían las cámaras digitales, así que tuve que conformarme con inmortalizarlo en mi memoria.  De todas formas, os aseguro que lo recuerdo como si hubiese ocurrido ayer.

Estaba agachada intentando meter los pies dentro de un vestido, su culo con el tanga rojo que llevaba a juego con los zapatos, y sin sujetador, pues se lo había quitado para probarse el vestido.   Os la podéis imaginar?   Yo aún me excito al recordarlo.  Inmediatamente mi polla reaccionó ante semejante espectáculo, y desde atrás, me pegué a ella, que al sentirme, se incorporó

J – jajaja, ya estás aquí?    Pensaba que no ibas a poder entrar

A – Joder cariño, estás cada día más buena.  No te haces una idea de cuánto me gustas.

J – Bueno, me hago una idea, porque me estás apretando la polla dura contra el culo.  Digo yo que será porque te gusta lo que ves

Sin decir nada más, desde atrás, con una mano le agarré de las tetas y pegué su espalda contra mi pecho al tiempo que ella apretaba el culo contra mi polla, y con la otra mano, giré su cara para besarla.  Ella intentó girarse para besarme de frente y abrazarme, pero no la dejé.  La mantuve así y con su cabeza girada totalmente hacia la derecha buscándome, nos fundimos en un beso realmente intenso.  Juani me volvía loco.  Me gustaba mucho más de lo que sabía expresar, y la deseaba como nunca había deseado a ninguna otra mujer.  Quería regalarle un momento morboso y placentero, así que mientras nos besábamos y le sobaba las tetas con la mano izquierda, bajé la mano derecha y la introduje dentro de su tanga.

Noté su coñito con el vello cortito, como ella lo llevaba siempre, y enseguida encontré su rajita.  La noté mojada.  Sin duda estaba excitada esperando que entrase.  Se lo recorrí hasta bien abajo, varias veces, mojando mi dedo corazón en sus flujos y arrancando sus primeros suspiros ahogados por mi boca, que devoraba la suya con pasión.

Enseguida me centré en dar placer a su clítoris, acariciándolo muy suave al principio, para una vez bien lubricado pasar a rodearlo una vez tras otra, haciendo círculos sobre él.  Aquello definitivamente la volvía loca.  Yo lo sabía bien, y me afanaba en darle todo el placer posible.  Darle placer y hacerla disfrutar con mis caricias se había convertido en una droga, y ahora cada vez que estábamos juntos, era ella la que casi se veía obligada a dejarme hacer a mí, y a veces me tenía que atar, como ya hizo cuando quedamos con Amparo, para poder disfrutarme a su antojo sin que yo la voltease y me pasara la tarde o la noche acariciándola, masturbándola o comiéndoselo, arrancando sus orgasmos uno tras otro, hasta que exhausta me pedía por favor que parase.  Me había vuelto adicto a sus orgasmos, a sus expresiones de placer y a sus miradas derretidas llenas de pasión y deseo.

Mientras yo la masturbaba, ella con sus manos intentó sacarme la polla del pantalón para metérsela desde atrás, pero su excitación era tan grande que no tuvo tiempo de lubricarla lo suficiente para introducirla, cuando sintió que su orgasmo se aproximaba.  Yo, que ya conocía a la perfección sus reacciones, lo adiviné tan pronto dio los primeros síntomas, y la sujeté fuerte con mi brazo izquierdo presionándola contra mi pecho, la dejé de besar y le hablé al oído.

Y – Shhhhhh, no hagas ruido, deja mi polla tranquila y córrete amor mío.  Bésame y córrete

Y agarrando mi cabeza con su mano derecha y emitiendo sonidos guturales ahogados por mis besos, se empezó a correr.  Noté que se le doblaban las piernas, así que sujeté su peso con mi brazo izquierdo apretándola bien contra mí.   Al terminar su orgasmo, fui parando paulatinamente el movimiento de mi dedo en su clítoris y ella poco a poco fue recuperando el aliento y las fuerzas.  Quiso devolverme el favor, pero no la dejé.  Yo sabía cuánto le gustaba chupármela en los probadores, y cuánto le excitaba hacerlo, así que para mantenerla bien excitada, no dela dejé hacerlo, de tal modo que sus ganas siguiesen aumentando.  La quería muy cachonda hoy.  Yo también sabía jugar…

Tan pronto pude recomponerme y colocar mi polla de modo que no se notase demasiado, salí del probador y esperé que se fuese poniendo todos los vestidos elegidos, hasta que finalmente se decidió por uno que le quedaba precioso.  La vendedora lo puso en un porta trajes y nos los llevamos.

Al bajar al coche ella iba muy excitada.  Se le notaba porque iba especialmente cariñosa conmigo.  La verdad es que siempre lo era, pero cuando se excitaba, trataba de trasmitirme su excitación, y contagiármela a base de besos y caricias, pues ya me conocía de sobra y sabía cuánto me excitaba besar.  Y por supuesto consiguió sobradamente su objetivo.

Allí mismo en la oscuridad del parking y antes de poder arrancar, mientras nos besábamos, consiguió sacar mi polla del pantalón y hundió su cabeza en mi regazo, metiéndosela hasta el fondo de su boca.    Estaba realmente excitada porque se la comía con verdadera ansia. Esas mamadas tan lascivas me ponían como loco de deseo.   Me la chupaba a un ritmo frenético, al tiempo que acompañaba con la mano bien apretada sobre todo el tronco de mi polla, arriba y abajo, al mismo ritmo que la hundía en su boca.  Me estaba matando de placer.

Entre el calentón que llevaba de toda la tarde y la espectacular mamada que me estaba haciendo, no pude aguantar mucho, y enseguida noté que me iba a correr.  La avisé de ello, pero ella ni se inmutó.  Siguió chupándomela y al empezar a correrme, lo único que hizo fue reducir el ritmo para poder recoger cada chorro de mi semen dentro de su boca e irlo tragando todo sin dejar escapar nada.   No hizo falta ni siquiera un clínex.  Ella se encargó de dejarlo todo bien limpio.  Al terminar, subió hasta mi boca y me besó.  Su boca sabía a mi semen.  Su lengua jugaba con la mía ahora con mucha lentitud, muy pausadamente.  Apoyó su cabeza en mi hombro mientras su mano derecha seguía acariciando mi polla.  Tras unos minutos de relax, nos recompusimos, arrancamos y nos fuimos para casa.

Al llegar a casa ya íbamos los dos un poco más relajados.  Su hijo José en principio no estaría porque esa tarde tenía entrenamiento con el equipo de fútbol en el que jugaba con sus amigos, pero por si acaso, ella se bajó sola del ascensor al llegar a su piso, y yo seguí hasta el piso de mis padres.  Si José no estaba, había quedado en llamar a mi casa para decírmelo y que bajase, pero la llamada no llegaba.  En mi casa tampoco había nadie, así que yo estuve merendando algo y me abrí una cerveza para hacer tiempo.  Mientras merendaba, recordaba su cuerpo en el cambiador sólo con el tanga y las sandalias, y me volví a excitar.  Esa mujer era la sensualidad personificada.  

Por fin sonó el teléfono.  Descolgué y me dijo que su vecina había estado allí metida contándole chismes y que se acababa de ir, pero que casi seguro que volvería, así que bajase con cuidado y que ella estaría pendiente para abrir y que entrase rápido.   Así lo hice, y cuando entré, nos volvimos a abrazar en un beso sin fin.  Besarla era sin ninguna duda lo que más me gustaba hacer con ella.  Nada igualaba a la excitación y las sensaciones que me transmitían sus besos y su cuerpo pegado el mío.

Casi sin darnos cuenta estábamos los dos otra vez jadeando, mi polla durísima y ella sobándomela por encima del pantalón.   Ella se había puesto un pijama de camiseta de tirantes y pantalón corto que sin ser nada pretencioso, le hacían estar muy sexy.  Me rodeó con sus piernas y la cogí en vilo, llevándola así hasta su cama.   Al llegar, apoyé una rodilla y con sumo cuidado la apoyé sobre la cama, dejando caer mi peso sobre ella mientras nos seguíamos besando.  Ella me seguía rodeando con sus piernas, apretándome contra su cuerpo.  No me dejaba separarme ni un centímetro.

Fui bajando por su cuello, arrancándole gemidos de excitación.  Bajé los tirantes el pijama y dejé sus tetas el descubierto.  Sus pezones ya estaban duros pidiendo el contacto con mi lengua, y tan pronto notaron el calor de mi boca rodeándolos, Juani gimió esta vez más alto

J – Madre mía, nene, como me tienes toda la tarde.  Que ganas tenía de que me comieras entera.  Tienes una boca que me vuelve loca perdida

Yo no hablaba.  Estaba concentrado en darle todo el placer posible.  Estaba decidido a hacer que esa tarde pidiese clemencia, y no iba a parar hasta conseguirlo.  Se las comía y las amasaba con vicio.  Se las masajeaba, a veces las dos a la vez, otras veces con las dos manos sobre el mismo pecho, cambiando de un pecho a otro.  Dediqué un buen rato a sus tetas y ella solo gemía y levantaba su pubis buscando contacto, buscando presión en su monte de venus.  Parecía mentira que solo tocándole las tetas se hubiese puesto así… 

Seguí mi camino hacia abajo, y bajé su pantaloncito corto.  Tenía el tanga empapado como pocas veces.  Metí mi boca en su coñito y lo mordisqueé por encima del tanga.  Sabía a sus flujos.  Debía llevar toda la tarde chorreando, y estaba loca de deseo.  Emitió un fuerte gemido que casi parecía el rugido de una leona.

Le quité el pantalón y el tanga, quedando solo la parte de arriba del pijama a modo de cinturón, a la altura de su tripa, por debajo de las tetas.  Sin más dilación, me dediqué a comerle el coñito.  Me deleité jugando con mi lengua por toda su rajita, lamiendo sus labios exteriores, entrando con la lengua y recogiendo su humedad, saboreando cada rincón.  Ella gemía sin parar, me agarraba de la cabeza y balbuceaba cosas que no podía entender.

Esta vez sin previo aviso se corrió de un modo violento, que creo que la sorprendió incluso a ella.  Se retorció de placer, apretó mi cabeza contra su coñito, gimió y rodeó mi cuerpo con sus piernas apretándolas y después estirándolas.    Ese orgasmo debió de ser especialmente intenso. Al remitir, me pidió que la dejase, pero solo me limité a reducir el ritmo y la presión de la lengua sobre e clítoris, pero no paré.   Mi lengua siguió recorriendo sus labios interiores, suave pero sin parar.  Y cuando recuperó el aliento, volví a comérselo con intensidad.  Su humedad iba en aumento, y yo tenía mi cara chorreando.  No tardó apenas nada y se estaba de nuevo corriendo.  Cada vez convulsionaba y se retorcía con más violencia.  Sus orgasmos estaban siendo extraordinarios esa tarde.

Ahora me pidió que por favor la dejase respirar un momento, pero tampoco la hice caso.  Estaba decidido a hacerla suplicar.  No pensaba sacar mi boca de su coñito hasta que lo suplicase.  Quería volverla loca de placer.

Alterné lengua y dedos en su coñito, fuera y dentro, una y otra vez, sin llegar a parar del todo en ningún momento.  Encadenó hasta 11 orgasmos así, hasta que finalmente, en un sollozo que casi parecía un llanto habló

J – Por favor cariño, por favor, para.  No puedo más de verdad, por favor para ya.  Lo tengo tan sensible casi no puedo soportar ya el roce de tu lengua.

Solo entonces paré.  Subí hasta su boca.  Mi cara estaba toda llena de sus flujos.  La miré.  Estaba preciosa con los ojos cerrados, su cara de agotamiento extremo tras tantos orgasmos seguidos, pero al mismo tiempo muy relajada.  Le susurré al oído…

Y – Ahora te voy a hacer el amor.  Hoy no quiero que hagas nada, salvo sentirme junto a ti y disfrutar.

No habló, no gesticuló, no movió ni un músculo de su cuerpo.  Estaba como en trance.  Me acomodé entre sus piernas, y con sumo cuidado para no hacerle daño al estar tan sensible, le fui metiendo mi polla.  Lo hice poco a poco hasta llegar al fondo.  Pensé que iba a gemir, pero su reacción me sorprendió.  Casi me asustó al principio.

Sollozó y estaba como llorando.  Yo paré e iba a sacarla pensando que no le estaba gustando, pero ella entonces me abrazó, y sin abrir los ojos me besó.

Volví a moverme y ella siguió sollozando al ritmo de mis movimientos.  Al principio era todo muy lento, muy romántico.  Poco a poco fui acelerando un poco el ritmo, y en ese momento ella volvía a correrse.   Esta vez no paré, y seguía follándola, ahora más de prisa, sacándola casi entera y metiéndola toda, apretando con mi pubis al llegar al fondo, mientras ella se corría una y otra vez, casi sin intervalo entre uno y otro, enlazó otros 6 orgasmos más.  

Nunca la había visto así.  Yo no entendía qué era distinto esa tarde para que se estuviese corriendo tantas veces.  Supongo que desde por la mañana cuando se vistió tan sexy para mí, estaba deseando ese encuentro.  Yo también me había empeñado en devolverle al menos una parte de tanto placer que ella me daba, y en estos meses que llevábamos de relación, ella realmente me había enseñado bien cómo dar placer a una mujer.  Así que nadie merecía ser complacida más que ella.

Finalmente, cuando noté que me iba a correr, se lo dije y aceleré un poco el ritmo.  Ella se limitó a susurrarme en el oído.

J – Sí amor mío, dámelo.

Y finalmente se volvió a correr al mismo tiempo que yo iniciaba mi orgasmo y descargaba mi leche caliente dentro de ella.  Nos quedamos en esa misma postura, sin salirme.  Mi polla estaba ya totalmente flácida pero seguía dentro.  Nos quedamos dormidos así.

Nos despertó el timbre.  Probablemente no pasaron más que unos minutos.  Al principio nos sobresaltó, pero enseguida ella se rio y me tranquilizó.  Será Pepi (la vecina).  Que inoportuna es, coño!!  Quédate aquí en la cama, que yo salgo, a ver si la espabilo pronto.

Salió y la oí decirle que estaba al teléfono, que ahora cuando colgase pasaba ella a su casa.

Cuando volvió, vino directa a mi boca.  Me estuvo besando con una dulzura que me derretía.  Nos estuvimos besando un ratito, y mi polla poco a poco empezaba a cobrar vida de nuevo.  Ella al verlo no pudo evitar reír. 

J – Jajajaja, nene, es que no tienes suficiente nunca…    Vas a acabar conmigo.

Y – Jajajaja, la culpa la tienes tú por estar tan buena.

J – Hoy has estado tremendo…   Nunca me había corrido tantas veces.  No sé qué me has hecho pero ha sido increíble.

Y – Gracias cielo, pero solo hago lo que tú me has enseñado a hacer.  Y me alegra que te guste, y que disfrutes conmigo.

J – Que disfrute contigo?   No he disfrutado tanto del sexo en mi vida.  Eres único, cabronazo.  La que te pille después se va a llevar el premio gordo.

Y – Después?   Ya estás pensando en despacharme o qué?

J – Jajajajaja, no cariño, pero yo tengo la edad que tengo, y tú tienes toda la vida por delante.  Evidentemente habrá por ahí alguna que se va a beneficiar de todo lo que estás aprendiendo conmigo.  No?

Nos volvimos a besar, pero me tuve que empezar a vestir para que ella pudiese ir a ver a la vecina y no dar lugar a que volviese ella.  Fuimos hasta la puerta y tras despedirnos con un beso, abrió, y sin hacer ruido salí y me perdí escaleras arriba.