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Mi regalo de cumpleaños

en Trios

Para los que no hayáis leído mis anteriores relatos, os describiré brevemente a los protagonistas de este nuevo.

Juani era mi vecina, una mujer de 48 años, andaluza, rubia, guapísima, de 1,60 aproximadamente, con un cuerpo muy bien proporcionado, delgada de preciosas piernas, culo redondo y unas tetas no demasiado grandes, pero tampoco pequeñas, que pese a su edad se conservaban perfectamente duras, con una ligera caída que no hacía sino mejorarlas.  Siempre vestía muy elegante y femenina, siempre con tacones.

En cuanto a mí, en aquella época tenía 19 años, 1,80, fibroso y de complexión atlética, en pleno servicio militar.

Llevábamos ya varios meses viéndonos.  A puertas cerradas y en entornos seguros lejos de casa, nos comportábamos como una pareja a todos los efectos. Yo solo le había contado mi relación con Juani a un íntimo amigo, compañero de la mili, y ella igualmente sólo se lo había contado a una compañera suya con la que tenía una muy buena amistad. Desde que estábamos juntos, ella no había vuelto a quedar con ninguno de sus amantes, y yo tampoco me había molestado en iniciar ninguna relación con chicas de mi edad, pese a que saliendo con mis amigos, de vez en cuando alguna sí que se ponía a tiro.  Antes de estar con Juani probablemente no me hubiese dado cuenta de que se ponían a tiro, pero en estos meses ella se había encargado de espabilarme en todo lo relacionado con las mujeres.  Se reía de mi inocencia y de mi inexperiencia, y me enseñaba la ironía de las contradicciones de las mujeres.

Sexualmente también me enseñó mucho.  De ser un joven inexperto, pasé a ser, según ella, una máquina sexual.   Evidentemente me estaba regalando los oídos y alimentando mi ego, pero  ¿a quién le molesta que le digan ese tipo de cosas?  Y de todas formas, aunque solo sea por lo mucho que follábamos, y por lo que me enseñaba de sus vivencias previas, supongo que algo de razón sí que tenía.

Nuestro mayor problema era siempre encontrar el momento en que poder estar solos en su casa, y como eso no ocurría muy a menudo, varias veces habíamos recurrido a algún hotel, pero eso tampoco nos lo podíamos permitir muy a menudo. Su compañera, un día le ofreció su propia casa para nuestros encuentros.  En realidad estaba casada, pero no tenía hijos y su marido era piloto comercial, por lo que pasaba bastante tiempo fuera de casa.  Juani me lo comentó, y pese a algunas reticencias iniciales, al final aceptamos su ofrecimiento, y de vez en cuando nos íbamos a su casa.  

Nuestra compenetración era cada vez mayor y en el sexo, sobre todo yo, al ganar confianza en mis habilidades y en mis posibilidades, me fui volviendo más atrevido, y fui dejando fluir el morbo, y empezamos a ir juntos a sex shops y alguna vez a algún espectáculo porno.  Las cabinas del sex shop de la calle Atocha, fueron en más de una ocasión escenario de nuestro morbo y nuestra lujuria.  Comprábamos juguetes, y nos montábamos fiestas entre nosotros donde practicábamos y probábamos juguetes y sensaciones.  Sensaciones que eran nuevas incluso para ella.

A todo esto, pese a haber estado varias veces con Juani en casa de Amparo (su compañera), a ella aún no la conocía.  Un día que fui a buscarla al trabajo para comer juntos e ir después a casa de Amparo, se vino ella a comer con nosotros.  

Amparo era más joven que Juani.  Tenía 35 años, y aunque no era tan guapa como Juani, era algo más alta que ella y tenía un cuerpo más voluptuoso.  Sin estar gorda, estaba un pelín rellenita, pero sin tripa.  Tenía el culo más grande aunque parecía redondito, y lo que más destacaba de ella, era un par de tetas que parecían enormes.  Su forma de vestir, debido probablemente a su voluptuosidad, era más discreta.  Llevaba pantalón y aunque iba con tacón, no era muy alto.

Resultó ser una mujer encantadora.  Realmente divertida y no se cortaba a la hora de hacer bromas picantes.

Amparo – Bueno Víctor, entonces es verdad lo que me cuenta esta pájara o no?

Yo – Pues no sé qué es lo que te cuenta…  jajaja.

A – Pues dice que te gastas un tamaño considerable, y que por si fuera poco, te has vuelto un virtuoso en su uso.  Vamos, que la tienes bien contenta.

Y – Jajajaja, eso dice? (me sonrojé)

A – Mira que mono…. Si se pone colorado, jajajaja.   Hombre, mentira no debe de ser, porque desde hace tiempo, tiene un color de cara y un buen humor… que digo yo que algo tendrás tú que ver.

Y – Pues no lo sé.   Hombre, yo hago lo que puedo, pero las cosas como son… el mérito es tan suyo como mío, que aquí tu amiga ya sabía hacer un par de cositas antes de pillarme a mí.  Vamos, que no la he desvirgado yo, jajajaja

A – Ya, ya, que te está enseñando a escribir en latín, jajaja

J – Sí nena, pero no veas lo rápido que ha aprendido.  De hecho el aprendiz ha superado ya hace tiempo a la maestra.

A – Jajajaja, bueno, no me pongas los dientes largos, que el yogurín está para comérselo, y yo estoy pasando mucha hambre.

La conversación giró en ese tono, y el tiempo se pasó volando, hasta que Amparo dijo que se tenía que ir, que iba a ver a sus padres.  Nos despedimos y nosotros nos fuimos a su casa.  

Aunque el hecho de que todos los hombres mirasen y deseasen a Juani, ya había conseguido excitarme alguna vez, y en mi imaginación ya había fantaseado con follarla delante de gente, hasta ahora nunca habíamos pasado de follar en las cabinas del sex shop de Atocha viendo a alguna chica desnudarse en el centro, y con el morbo de que a lo mejor, desde otras cabinas también nos pudiesen estar mirando a nosotros.  Pero entre nosotros no lo habíamos comentado.  Sin embargo, esa tarde cuando estábamos follando, por primera vez surgió en mi cabeza la posibilidad de introducir a alguna otra persona.  Le susurré a Juani que su amiga debía tener una tetas bien gordas, y que me encantaría correrme un día en sus tetas.  Juani no dijo nada, pero fue decirle eso, y empezó a correrse como una loca.

J – Siiiiiii, sí cabrón, que eres un cabrón.  Fóllame, dame duro con esa polla que mi amiga está deseando pillar.

Aquello me espoleó, y aceleré el ritmo, y la follé con una fuerza y  una violencia atípica.    Ella lo notó, y en esos ratitos de charla relajada de después de corrernos, lo estuvimos comentando.

J – Te ha gustado Amparo o qué?

Y – Bueno, no está ni la mitad de buena que tú, pero no está mal.  Me ha caído muy bien, y sobre todo sus tetas me ha parecido que deben ser enormes.  Igual las tiene caídas, pero así a primera vista, parecen interesantes.

J – Es realmente muy buena chica.  No está en su mejor momento, porque dice que cree que su marido está enrollado con alguna azafata.  Cada vez por lo visto tienen menos sexo, y él siempre pone alguna excusa.  Vamos, que no la busca como antes, y ella se huele algo.  Además su marido es mayor que ella, tiene cincuenta y tantos, y los hombres mayores ya no tienen la vitalidad que tenéis los jóvenes, así que cuando hacen algo, dice que últimamente se está quedando a medias.

Y – Pues es una pena, porque ella está muy bien, pero bueno, supongo que esas cosas pasan.  

Nos quedamos callados un momento, y entonces Juani se rio.

J – Te gustaría tirártela, eh?  jajajaja

Y – Joder cariño, que pregunta… jajaja.   No es eso.  Pero saber que es tu amiga, que tiene esas tetas, y que además anda pasando hambre…,  la verdad es que no me importaría.   Pero no a ella a solas.  Es algo que hace tiempo que llevo pensando.  Cuando vamos al Sex shop, me excita mucho saber que cualquiera desde otra cabina nos puede estar viendo mientras follamos.  No sé…   últimamente me masturbo imaginando situaciones entre tú y yo y más gente.

J – Jajajaja, a veces me das miedo.   Te he convertido en un monstruo, jajajaja.  He despertado a la bestia.   Pero reconozco que yo también he tenido esas ideas.  Nunca antes las había tenido, pero tú eres distinto a todos los hombres con los que he estado.  Estoy descubriendo contigo una parte de mi sexualidad que nunca antes me había atrevido a explorar, y que nadie había descubierto.  Has tenido que llegar tú con tus 19 años a darme lo que me faltaba…

A – Jajajaja.  Pues habla con ella…  no le propongas nada directamente, porque nosotros tampoco sabemos si realmente queremos o no, o si nos va a gustar, o hasta donde nos sentiremos cómodos, pero puedes comentárselo, y dejar que ella se manifieste, a ver qué piensa. 

J – No te preocupes, que ya me encargaré de tantearla.

A partir de ese día, cada vez que estábamos juntos, en algún momento o en otro, surgía el tema.  Unas veces hablando directamente de Amparo, y otras, la mayoría, imaginando situaciones morbosas, en lugares públicos, o imaginando que estábamos en una playa nudista....   A los dos nos ponía muy cachondos cada vez que lo hablábamos, así que estaba caro que era solo cuestión de tiempo que diésemos el paso, bien fuese con Amparo, o intentando contactar de alguna manera con gente como nosotros.

Al acercarse mi cumpleaños, Juani estaba decidida a hacerme un regalo especial.  Me dijo que ya había hablado con Amparo, y que le había dicho varias veces que me había gustado mucho, y que últimamente cuando follábamos siempre le decía que quería introducir a otra persona, pero al parecer Amparo solo se reía, pero no se decidía a ofrecerse, y a ella le daba corte proponérselo directamente, así que como era su amiga, decidimos no forzar la relación y dejar de insistir por ahí.

Como alternativa, empecé a mirar en revistas porno, intentando encontrar algún anuncio de gente que estuviese como nosotros.  Llegado a este punto, nos daba igual que fuese una mujer, un hombre o una pareja.  El caso era que queríamos experimentar en ese terreno.  Efectivamente en las revistas porno se podían encontrar anuncios de chicas y chicos ofreciéndose para tríos, pero nos ofrecían bastantes dudas en cuanto a si no serían profesionales.  Al final descubrí algún anuncio de clubs swingers, y pese a las reticencias normales a ir a uno, por si nos encontrábamos con algún conocido, parecía que esa sería muy probablemente la solución.

Debía faltar una semana o así para mi cumpleaños, que era cuando habíamos decidido ir.  El marido de Amparo estaba de viaje, así que nos prestó su casa una tarde. Al llegar, ella se puso uno de sus modelitos que me volvían loco.  Un conjunto de body rojo que le apretaba las tetas y se las subía, haciéndolas parecer más gordas, y un tanga de hilo a juego.  También llevaba medias por el muslo sin liguero, y unos zapatos rojos de tacón muy alto.

Al salir del baño yo estaba en la habitación esperándola.  Completamente desnudo, y con mi habitual erección.  Sentado al borde de la cama, ligeramente echado hacia atrás, apoyado en el brazo izquierdo, y acariciándome la polla de modo provocador con la derecha, con un movimiento de paja muy lento.  Descapullándola, y ofreciéndole el glande bien hinchado.  Sabía que a ella le encantaba verme hacer eso.

La visión de Juani así vestida era realmente única.  Estaba más sexy que nunca.  El rojo le hacía un efecto salvaje con su pelo rubio y su sonrisa de deseo al mirarme.  Se acercó a mí, pero esta vez no se arrodilló frente a mí.  Sacó de su espalda dos pañuelos grandes, y me dijo que me subiese a la cama, y que abriese mis brazos, que hoy me iba a atar.  Quería disfrutarme a su antojo y sentir que yo era de su propiedad.

No podía negarle nada.  De hecho, que ella tomase la iniciativa en satisfacer uno de sus fetiches, me excitó aún más de lo que ya estaba.  Me subí a la cama, y me senté cerca del cabecero abriendo mis brazos.  Ató un pañuelo a cada una de mis muñecas, y a continuación los ató bien al cabecero de la cama.  Ella misma comprobó la resistencia de los nudos para asegurarse que no me podría soltar.   Aquello me estaba empezando a poner muy nervioso.   Deseaba acariciarla y besarla pero ya no podía hacer nada, salvo mirar.   O eso creía yo, porque lo siguiente que sacó de una bolsa, fue otro pañuelo, que con sumo cuidado anudó en mi cabeza, cubriendo por completo mis ojos.  No podía ver nada.  Puso música.  La atmósfera no podía ser más sensual.

Protesté, porque la vista era lo único que me quedaba, pero me lo negó.  Una vez se aseguró que no podía ver nada, empezó su juego.  Me acarició todo el cuerpo muy despacio, haciendo hincapié  en aquellas zonas donde sabía que más sensibilidad tenía.  Alternaba caricias con algún beso, incluso con alguna masturbación lenta, o mamada que no duraba demasiado.  Cuando empezaba de verdad a disfrutarlo, paraba y hacía mi agonía mayor.

En determinado momento, mientras me besaba, agarró también mi polla y me la empezó a masturbar muy suave.  Pero de repente algo no me cuadraba.  Me rodeó la cara con sus manos mientras me besaba con una pasión desenfrenada, y sin embargo unas manos estaban masturbando mi polla y acariciando mis huevos…..

Y – Hija de puta, qué es esto?   Qué está pasando?

Se acercó a mi oído y susurró tan suave que apenas podía oírla

J – Felicidades amor mío!!!  Llevamos tiempo preparando esto para ti.   Espero que lo disfrutes.

Y de repente, una boca succionó de mi polla mientras Juani volvía a besarme y a acariciarme el pecho.  Aquella sensación doble, saber que otra persona estaba en esa cama con nosotros, era lo más morboso que había vivido en mi vida.  Pero quien era esa persona?  Aún no lo sabía.  Justo en ese momento me quitó el pañuelo de los ojos, y descubrí que no era otra que Amparo.  

Llevaba un conjunto exactamente igual que el de Juani.   No os podéis imaginar las tetas que le hacía a Amparo ese body ajustado.  No me lo podía creer.   De haber podido me habría pellizcado para asegurarme que no era un sueño.  Ambas sonrieron y entonces la temperatura subió aún más.  Empezaron a compartir mi polla.  Al principio mientras Juani me masturbaba, Amparo la chupaba.  Después cambiaron, y era Amparo la que me masturbaba mientras Juani me la chupaba.

Y – Ahhhh, joder que bueno.  Por favor, soltadme, dejadme que os acaricie.  

Sonrieron pero no me hicieron caso.  Siguieron con lo que estaban.  Ahora las dos se alternaban en la mamada.  Sus caras estaban prácticamente juntas, pegadas a mi polla.  Cuando una la soltaba, la otra la engullía.  Empezaron una especie de guerra a ver quién de las dos succionaba más fuerte del glande, y mis sensaciones eran cada vez más incontrolables.   Cuando pensaba que podía empezar a correrme, cambiaron, y empezaron a chupármela cada una por un lado.  Ahora la estaban compartiendo.  Se acompasaron, y cuando una bajaba, la otra subía hasta metérsela en la boca, y luego al revés.  En eso estaban cuando coincidieron las dos con sus bocas arriba, intentando meterse las dos el glande en la boca.   Se miraron y sin mediar palabra, se besaron.

Yo ya no podía estarme quieto, pero me quedé callado observando.   Se besaron al principio como sorprendidas.  Después se dieron cuenta que las estaba mirando, y tras mirarme las dos con mirada lasciva, se volvieron a besar, pero esta vez se fundieron en un beso con mucha lengua y muy apasionado, ambas agarrando mi polla sin soltarla.  A partir de ahí fue la locura.  Ya no se cortaban, y aunque me acariciaba cada una por una parte de mi cuerpo, cuando les parecía se juntaban y se comían la boca con verdadero deseo.

Entonces Juani le dijo a Amparo que me follase.  Amparo no desaprovechó la invitación, y se acercó a mi boca.  Me besó con vicio, provocándome, me besó el cuello, volvía a la boca, y entonces se volvió a mi polla.  Me iba a reventar de dura que la tenía.  Apartó el tanga a un lado y sentada sobre mí, estuvo restregando su coñito por todo el largo de mi polla.  De atrás adelante, una y otra vez.

A – Ahhh, joder, que polla.  La tienes como una piedra cabrón.  Me encanta.

La cogió con su mano, y la dirigió a la entrada de su coñito.   Al notar el contacto del glande con sus labios vaginales, noté un calor intenso.  Estaba ardiendo.  Se dejó caer y la metió entera.  Bufó, gimió, me insultó, maldijo todo lo que sabía.  Estaba poseída, y empezó a follarme.  Lo hacía con movimientos adelante y atrás, rítmicamente, estuvo un rato así, y la sentía muy intensa.  Estaba muy lubricada, pero se la notaba estrecha.  Me estaba volviendo loco.  Pero lo mejor estaba por venir.  Plantó sus pies en la cama y empezó a subir y bajar, como haciendo sentadillas.  Su cuerpo echado hacia delante le permitía besarme de vez en cuando, pero se centró en follarme así.  Adquirió un ritmo rápido.  Estaba buscando descaradamente su orgasmo, pero si seguía así me iba a correr, así que se lo avisé.

A – Calla cabrón y córrete dentro de mí.  Dame tu leche que yo me corro yaaaaaaaaaaaaa, siiiii, joder que polla por favor!!!

Y mientras nos corríamos juntos, me di cuenta que Juani estaba también corriéndose a nuestro lado haciéndose un dedo.

Finalmente me soltaron.  Lo primero que hice fue irme a comerle la boca a Juani

Y – Gracias cariño.  Gracias por esto.

No hablamos más.  Lo siguiente que hice fue irme a por Amparo.  La abracé y nos fundimos en un beso apasionado y muy morboso.  La tocaba por todas partes.  Quería descubrir su cuerpo, acariciarla, comérselo todo.

Fui desabrochando el body a las dos, y liberé sus tetas.  También les quité las medias y los zapatos, dejándolas solo con el tanga.  Sin más dilación me fui a por las tetas de Amparo.   Eran enormes.  Realmente grandes, pero se notaba que las había cuidado.  No estaban muy caídas pese a su tamaño.  Tenía unas aureolas muy rosas y sus pezones eran grandes y estaban duros.  Me los metí en la boca y succioné como un bebé.  

A – Ahhhh, si, si, si.  Cómeme las tetas, que desde que me dijo Juani que me las querías comer, no he parado de desear este momento.   Cómetelas, que son todas tuyas.

Y – Bufff, madre mía Amparo, que pedazo de tetas más alucinantes.  No voy a dar abasto con estas dos mujeres tan perfectas.  Me tenéis loco!!!

J – Cómetela a ella.  Disfruta de tu regalo cariño, y no te preocupes por nada.

Así que me concentré en comer las tetas de Amparo.  Gemía y me pedía más.  La tumbé boca arriba y bajé hasta su coño, y al quitarle el tanga comprobé que lo tenía empapado.  Jugué con mis dedos por todos sus labios, extendiendo su lubricante natural.  Lamí su clítoris, lo mordisqueé, jugué con él, y empecé a succionar de él mientras con mis dedos jugaba en su coñito y en su ano.  Su coño sabía a la mezcla de sus flujos y mi semen.  Mientras yo hacía eso, le ordené a Juani que se sentase en su cara, y no se lo pensó.   Se quitó el tanga y se sentó sobre ella, inclinándose hacia donde yo estaba comiéndole el coñito a Amparo.  Me di cuenta de la situación, y me quité, dejándola a ella continuar con lo que yo estaba haciendo, y quedando las dos haciendo un 69.  

Se estuvieron devorando un buen rato.  Mientras tanto, yo alternaba y ayudaba a una, y luego iba y ayudaba a la otra.  Las besaba a las dos, jugaba con sus culos y les acercaba mi polla para que las dos la fuesen chupando cuando estaba en su lado.  De repente, Amparo empezó a gritar y a tensarse.  Empezó a correrse, pero Juani no paró porque ella también se empezó a correr al mismo tiempo.  Ni siquiera paró cuando Amparo imploró que parase porque lo tenía muy sensible, así que tuve que intervenir y le di un fuerte azote que le dejó marcada mi mano en su culo.   Me puse entre las piernas de amparo, cogí del pelo a Juani, y metí mi polla en su boca.  Me la chupó dejándomela bien lubricada y otra vez dura como una piedra, y a continuación ella misma la dirigió al coño de Amparo.  Entró sola.  Como un cuchillo caliente en la mantequilla.

A – Siiiiiiiiiii, joder sí, fóllame.  Madre mía que polla por dios, métemela entera por favor y fóllame.

Empecé a follarla.  Yo estaba de rodillas sobre la cama, agarrándola de la cintura.  Juani se había puesto vertical de rodillas detrás de la cabeza de Amparo.  La besaba y le apretaba bien las tetas tirándole a veces de los pezones, mientras yo me la follaba, cada vez más deprisa, cada vez más duro, cara vez más profundo.   Amparo no tardó mucho en empezar a bufar, a gemir en alto.

A – Si, si, siiiiiiiii, me voy a correr, siiiiiii, no pares, no pares,  Aahhhhhhhhh

Y se tensó y gritó al correrse.  Me agarraba del culo con sus manos y me clavaba las uñas tirando de mí para que la diese más fuerte, y no me saliese.

No quise desperdiciar el momento, y al notar que yo también me iba a correr, me salí de su coñito, y subí a masturbarme sobre su pecho.  Entonces las dos se incorporaron e intentaron agarrármela y metérsela en la boca, pero se lo impedí.  La visión era majestuosa.  Las dos mujeres deseando comerse mi corrida, esperando la descarga sobre sus caras.  Seguí pajeándome yo solo hasta alcanzar el orgasmo y derramé mi semen sobre las tetas de Amparo, que tantas veces había imaginado y deseado regar.

Al terminar de correrme, me derrumbé sobre la cama mientras las dos me devoraban a besos.  Me acariciaron y me besaron más incluso de lo que yo pensaba que se podía.  Ahora las dos me besaban solo a mí.  Me hicieron sentir el centro del universo, el único hombre en el planeta.  Ese momento mientras recuperábamos el aliento los tres abrazados y yo besándolas a las dos, acariciándonos, fue uno de los mejores de la tarde.  Y os aseguro que la tarde duró unas cuantas horas.  Fue sin duda el mejor regalo de cumpleaños posible.