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Un largo y cálido verano

en Erotismo y Amor

Tuciades, que había sido hombre y mujer, consultado por Zeus y Era

de quien goza mas, si macho o hembra contesto con voz profunda

si dividimos el placer en 10 partes al hombre le corresponde una parte

y a la mujer 9 de 1

Paso hace años, mi amiga Carlita y yo éramos dos impetuosas jovencitas vagabundeando en nuestras bicicletas por el balneario, dueñas del viento y el mar de aquella lejana Bahía San Blas, una península perdida al sur de la Provincia de Buenos Aires. Esa edad apenas mujeres, aventuras de la libertad de no tener horarios ni controles, con todo el caserío de la costa para nosotras.

 Veraneaba con mi familia en ese agreste balneario. Madre, mis hermanos y yo recalábamos todo el mes en una casita en la playa, mi padre venía los fines de semana desde Bahía Blanca donde estábamos viviendo era contador en una empresa petrolera.  Carlita vivía con su abuelo el panadero del balneario, nos habíamos conocido el verano pasado, ninfas quemadas por el sol y curtidas por el salitre.

 Yo flaca, rubia, pecosa, puro pelo, de piernas largas y apenas despuntándome los senos ya abrigaba en mi cuerpo las comezones de la pubertad.  Pero poco sabíamos de sexo a nuestra edad en un tiempo que no tenías a quien preguntar lleno de tabúes y represiones. Mi madre solo me había explicado el mecanismo de la menstruación que hacía un año me había venido y que me cuidara de tener relación con muchachos que iba a quedar preñada, nada más y en el Colegio de Monjas no era tema de información.  

 Fue una prima de Carla que había venido por unos días a San Blas. Una noche la descubrimos en extraños movimientos y sonidos. Ante la evidencia de ser sorprendida y de mala cara nos explico que se estaba pajeando. Me estoy haciendo una pajita bobas –nos dijo- cuando la encaramos preguntándole que estaba haciendo. ¿No se saben pajear niñas retrasadas¿ poniendo cara de sorpresa – con una risita cómplice¡ –Pobre putitas, no saben lo que se pierden –nos agrego- vengan mamita les va a enseñar a chorrear las conchitas… Se ve que le ganó el morbo de superada ante las niñitas que venían a interrumpir su goce y se nos hacia la experta.

 La verdad la gordita lo tenía bien claro y nos explico todo lo que ella sabía haciéndose una paja para nosotras, abriendo bien las piernas para que viéramos su sexo y con sus dedos en la vagina moviéndolos primero suave y después frenéticamente,  poniendo exagerada cara de placer o gozando como una perra para denostarnos, mostrándonos como sacaba sus dedos empapados de adentro de su concha.  Era una experta como se daba y gemía, fue una “master class” genial. Entramos así, ese día, en un mudo de aventuras y sensaciones y por supuesto comenzamos a experimentar.

 Yo instintivamente rondaba ya ese despertar al sexo, sentía el llamado de la libido.  Había descubierto en clase que si apretaba mis piernas y me balanceaba, me venía una sensación agradable en mi conchita, si me sentaba en la cartuchera o mi bufanda dobladita, más... Pasaba ratos jugando con mi agujerito en la cama o en el baño, acariciándome y apretujando  mis tetitas que me estaban creciendo y me dolían lo que me daba una sensación de alivio, tenía un cepillo de pelo y había descubierto que su maguito entraba si lo introducía con suavidad en mi vagina y que con saliva entraba mejor.

 Ahora sabía que tenía que moverlos  rítmicamente y ponerle bastante lubricante, cremita o aceite de bebe para que no se me hincharan las paredes de la vagina, no me ardiera y pudiera hacerlo mas tiempo y comencé con esos juegos todas las noches.

 Sola y con Carlita comencé a escudriñar en el placer de masturbarme. Las sensaciones se fueron incrementando y entramos en una espiral de deleite.   Sensaciones que me llamaba, nos atraía y nosotras compartíamos nuestras experiencias. Empezamos a mirar los chicos a fijarnos en sus bultos a imaginarnos como seria sus miembros, a soñarlos penetrándonos y cogiéndonos y a tener entre nosotras sensibles toqueteos, a meternos los deditos en la siesta y a lamer nuestras conchitas. Era un delicioso despertar al sexo, tierno, inocente, ardiente, placentero.

 Una mañana Carlita apareció con un mugroso librito “Memorias de una princesa rusa” que le descubrió entre los papeles del escritorio de su abuelo. Nos escondíamos para leerlo y masturbarnos delirando la imaginación de cómo esa mujer ser podía comer un burro. Nos excitaba y nos parecía imposible. No recuerdo bien cuando apareció la magia del orgasmo, solo recuerdo las convulsiones del placer intenso, las piernas que no me respondían, mi cuerpito estremeciéndose y mis gemidos.

 Pase ese día un umbral del que nunca pude regresar, entendí que era lo más maravilloso de la vida y que esos segundos de delirio intenso valían la existencia. Mi imaginación volaba, cuando estaba sola fantaseabas con que tres obreros de la construcción rudos y musculosos me arrastraban a una casa abandonada y me violaban o que mi profesor de matemáticas me manoseaba detrás del pupitre mientras movía el cepillo en un mete y saca placentero, hasta que permanecía quietita semidormida con el dedito gordo de chupete para sentir el sabor de mi conchita que quedaba hinchada y colorada de tanta fricción.

 A mí ya desde esa edad me gustaban y me atraían también las mujeres. Mis experiencias de sexo eran con Carlita, nos cajeábamos y nos chupábamos deliciosamente casi todos los días. De noche en mi camita me imaginaba pijas gruesas de viejos colgando entre las piernas y los huevos llenos de esperma que me agarraban y tomaban por la fuerza. Recuerdo que cuando miraba un señor mayor y me relamía ronroneando de ganas Carlita me decía es un viejo –puta- te lo cogerías? Absorta yo mirando el bulto y deseándolo, no sabes cómo es de grande la de mi abuelo –me decía- te agarra te parte… reíamos golosas con la idea.

 Otra amiga circunstancial que hicimos en la playa nos enseño como gozaban los hombres porque había visto a sus padres cogiendo y cuando entró en confianza nos dijo que  había saboreado la leche de su novio… Nos contó que había tenido su pene en las manos y se encontró acariciándolo hasta que le salió un líquido blanco que le ensució las manos y la ropa. Es el[i] semen que largan los machos cuando se calientan –nos explicaba- Lo probé y es rico, -nos decía- porque me lo largo en la cara.

 Yo estaba distinta, me comportaba distinto, cambien el peinado, me puse caravanas, usaba los perfumes de mi madre, estaba ratos peinándome y elegía la ropa que me ponía buscando las que me quedaban mas sexi. Mama me dio el dinero y me compré un sostén con media caña de metal para levantar mis tetitas y que quedaran más visibles. 

 Me daba cuenta que los muchachos y los hombres empezaban a mirarme con ojeadas lascivas de deseo y eso me producía una extraña sensación de placer, escalofríos, sudores o me mojaba la conchita y realizaba cosas sin pesarlo, como acortar mi pollerita para mostrar las piernas, usar pantalones cortos cada vez más cavados y metidos en mi colita, caminar contoneando mis caderas, o la ropa interior cada vez más metida en mi rajita, le había robado un lápiz de labio a mi madre y me pintaba lo boquita y comencé a maquillarme, con mis 13 años, me fui transformando de niña a Lolita.

 Me di cuenta que adoraba excitar a los hombres y mi mescal de bebota, fuerte, alta y delgada se ve que les gustaba, como si tuviera un cartel en la frente, tiene ganas, tiene ganas de que la claven. Vivía sonriente y atenta a las sensaciones que provocaba y al comportamiento galante, me comían con los ojos y yo me floreaba exhibiéndome.

 Me gustaba por las tardecitas arreglarme ir a comprar un helado de frutilla, en la panadería del abuelo de Carlita, sentarme en el banco de la vereda a la sombrita y saborearlo, que era para mí chuparlo bien despacio, metiéndolo todo en mi boca y sacarlo, darle lengüetazos mientras mis labios iban quedando coloraditos o nos sentábamos las dos bajo la sombrilla en la vereda y concentrábamos todas las miradas.

 Sentía como los padres que venían a buscar los bizcochos de la tarde me observaban boquiabiertos con placer y oscuros deseos maliciosos y las viejas se espantaban, mientras murmuraban una me llego a decir – nena estas chica para andar de calienta braguetas – lo que me causó mucha gracia porque todavía lo recuerdo.

 Aparentemente ajena a lo que pasaba, inocente devoraba mi palito o un chupetín para estirar la situación por un rato mientras llegaban los vecinos que más me gustaban y me miraban sin disimulo, es más, había uno que estoy segura, ahora con mucho mas vida, se masturbaba todas las tardes frenéticamente frente a mí y Carlita en su auto.

 El abuelo de Carlita un señor de unos sesenta años, gordito y con una barba blanca se había convertido en mi cómplice, me observaba con una mirada como diciendo -sé que lo haces a propósito putita- y los dos nos sonreíamos de mi provocativa e inocente diablura.

 Pasó un día. Fui a la siesta a buscar a mi amiga, como llamé y no me respondió nadie entre por la puerta del costado a la cuadra de la panadería y llegué al comedor. En el dormía el abuelo de Carlita. Penumbra, un ventilador prendido y  roncaba boca arriba plácidamente en el sillón. Cuando me fui acercando despacito para no despertarlo me percaté que estaba en calzoncillos y un enorme bulto marcaba su entrepierna. Me fui aproximando sigilosa y pude ver como salían los enormes testículos y la punta de esa boa que tanto hinchaba.

 Me temblaba el pecho, no podía ni imaginar sin abrigar escalofríos ese enorme pedazo de miembro  dentro de una hembra y menos en mi interior en mi vaginita chiquitita y apretadita. Dios no podía apartar mi vista de eso. Podía mirarlo sin disimulo el señor estaba dormido. Absorta, paralizada de curiosidad y miedo me fui acercando en puntillas. Dios. Nunca había visto un pene tan de cerca, cuando quise reaccionar creo que estaba a quince centímetros de su miembro, de rodillas extasiada con la visión. Mis pupilas dilatadas y traspirada. Me maravillaba la enorme cabeza que me tenia hechizaba como un imán a un pedazo de metal en su contemplación.

 Mi corazón parecía que se me escapaba del pecho, un rubor sacudía mis cachetes y yo hipnotizada me acercaba inexorablemente, como bichito a la luz, su olor, el miedo y el deseó me saeteaban y me clavaban a su contemplación.

 De pronto el abuelo se movió, y con la mirada cómplice que compartíamos y casi sin abrir los ojos me preguntó – quieres tocarla Martita – Tembló mi cuerpo, creí que me moría, de vergüenza y terror.

 Con una mano liberó su verga del calzoncillo mientras me susurraba -shssssssss tranquila nena, tranquila– y con la otra me acariciaba el pelo y el cuello en forma tierna pero intimidante, la quieres tocar Martita Acaríciala -me ordenó- despacito tomo una de mis manos y me la llevo a su miembro, me cosquillo todo el cuerpo, tenía miedo, deseo y sentía la lujuria a flor de piel pero estaba paralizada por la energía del momento, ninguno de los dos teníamos marcha atrás era un encierro con una sola salida…

 Gimoteé, dudé, temblé pero obedecí como una autómata, habían soñado ese momento tantas veces. Por primera vez tenía un miembro entre mis manos, lo tome con las dos manos y lo acariciaba con mi carita a 15 centímetros, sentía su olor fuerte intenso, como palpitaba calentito, lo rugoso de las venas, la forma de la cabeza, los huevos de toro, peludos y duros  – eso bebota me decía al oido – apretando y moviendo mis manos refregando su boa que se estaba poniendo dura y tiesa – eso mamita eso – murmuraba y me acariciaba el pelo. 

 Mis manos se aferraron aquella verga con devoción, me subían calores y mi conchita empezó a palpitar, el gemía y yo también gemía. - Eso nenita puta, eso, vas a ser una buena putita Mmmmmm - y yo le correspondía con gemiditos de placer y se la refregaba más intenso y mas rapido…

 La visión de ese pedazo de carne que crecía y palpitaba a escasos centímetros de mis ojos, su aroma extraño, la saliva y esa cabeza que iba apareciendo fuera de su vaina me dejaron a su merced, ese soñado momento se había dado de esa forma tan casual y natural, yo era a pesar de mi edad una hembra sedienta de sexo.

 Empujo suavemente mi cuello hacia el miembro y su glande quedo refregándose en mis labios, los abro como flor en primavera se da a la vida y va entrando lentamente en mi boca… - Eso putita eso, vas a ser una buena chupapija - me decía entrecortado mientras respiraba agitado el abuelo – eso yegua, como haces con el heladito todos los días puta de mierda -

 Yo comencé a chupar con placer, como le mamaba la concha a su nieta… me babeaba con eso tan grueso dentro mío me ahogaba cuando la empujaba en mi interior, sonreía cuando podía respirar y sentía por primera vez el ser una mujer teniendo sexo con  un macho.

 Sin necesidad de más ordenes guiada por el apetito de complacer y solo armada del instinto y el llamado de mis entrañas, lo lamí, lo babosee y me lo incrusté hasta la garganta  al ritmo de sus gemidos, le palpitaba el miembro y se le marcaban las venas que parecían que iban a reventar por la presión….

 Le encantaba salvajemente al veterano cuando me la ensamblaba hasta la garganta – eso Martita, eres una chupa pija perfecta, nenita mmm me decía – la embutía tanto que me hacía hacer arcada ycasi vomitar, - hay señor- le suplicaba rogando por dentro de que siguiera y el se enajenaba con mi sumisión.  

 Llenos los dos de placer sus manos se entretenía apretado mis pechitos, mi espalda yyo acariciaba sus bolas aferrada a sus piernas de rodillas ante el y lanzaba gemiditos cuando podía respirar ante tanta invasión.

 Pero él no podía imaginar el goce que sentía yo, lo feliz que me consideraba con su miembro en mi boca. Me alzo entre sus brazos y me acostó en el sillón, su boca succionaba mis pechos, los botones de mis pezones con fuerza mientras me susurraba cosas groseras y tiernas al oído.

 Aparto mi calzón y su boca se posó en mi conchita, su lengua áspera hurgo en rajita  los labios se fueron separando despacito al ritmo de su lengua y las aspiradas y yo sentía un deseo misterioso de tenerlo dentro mío. MMMMMM¡¡¡ por favor papi – exclame – con un chillido mescla de sollozo e imperativa orden  no te detengas, le susurraba enloquecida bajo su cuerpo que me apretaba en el sillón, oleadas de encanto, ese hombre caliente y sacado de sí mismo, babeante por el deseo, me ensalivó la conchita, introduzco un dedo y lo movió un rato en círculos entrando y saliendo, yo en un solo deleite, sollozaba y pedía que me diera su verga..

 Me estremecí como una epiléptica cuando poso su miembro en mi vagina y  comenzó a presionar suavemente para entrar con su cabeza en al puertita…

Que placer Dios, que regodeo… - Te voy a coger putita decía, te voy a coger… -mientras con una mano acomodaba su verga y la otra me apretaba los pechos hasta hacerme chillar de dolor. Sentí mis labios ceder por el empuje, y el miembro como un ariete entrar en mi cuerpo derribando los muros como un tronco de vida. Me estremecí de padecimiento y delicia, pero le alcancé a gritar: por favor despacio y enseguida como aflojo un poquito no te detengas, dame, dame¡¡¡ por favor quiero ser tu hembra.

 Mi canal se abrió y  se dilató, tenía la verga incrustada en mi cuerpito  hasta los huevos, me palpitaba lo concha y el corazón, los dos gemíamos y murmurábamos cosas incomprensibles entre ternuras, groserías, ahogados murmullos, cuando mi macho entendió que estaba dilatada y no me quejaba del dolor empezó a moverse en mi interior en un mete y saca divino, como un arrullo en mis entrañas.

 Dolor, placer, grite y llore, pedí y suplique sentía eso como una estaca en mi interior. El dolor pasó a ser un picor delicioso y fue dejando paso a oleadas de placer cuando la verga salía y entraba en mi cuerpito hasta que le fue dando un ritmo frenético que parecía me iba a partir en dos. Me rajaba por dentro.

 Hay Dios, había soñado con ese momento, lo esperaba e imaginaba, y ahora estaba siendo poseída por un macho, un viejo me estaba dando toda su energía en mi cuerpo y yo lo estaba disfrutando hasta la locura y él no podía entender el manjar que le daba la vida de que a su edad desflorar una guacha calentona.

 Como un pistón me dragaba las mucosas, se estremecía en mi interior, cuando pujaba sentía un dolorcito de la cabeza en mis entrañas horadando mi socavón, pero cuando retrocedía un milímetro tenía más necesidad de ella, y más quería el arpón en mi interior.

 Comencé a delirar, de placer, de dolor, de deseo y tuve el primer éxtasis de mi vida. Una oleada de encanto que de dejó sin fuerzas en un grito y con convulsiones de electricidad en todo el cuerpo, un orgasmo interminable me corrió por la espina dorsal y se concentró en mi concha, me contrajo perdí el sentido de la realidad, creo que me desvanecí por un momento…

 Sublime. El viejo no aguanto más, sentir su pija reventar dentro mío el estar cogiendo una hembra obediente que estaba perdiendo con el su virginidad que se retorcía en escalofríos de placer lo llevo a punto de no aguantar más su necesidad de eyacular en mi.

 Se vino, se acabo desfigurada su cara del placer apretándome con fuerza hasta hacerme doler. Profirió un grito de locura salvaje y me apretó contra su cuerpo con violencia, sus venas se crisparon tuvo un temblor y sacando su verga de mi vagina dolorida me la zampó en la boca hasta la garganta y yo como una marioneta inerme por el intenso placer del orgasmo apenas atiné a abrir mi boca lo más grande que pude y tragar esa pija sucia de mis jugos su esperma  y mi convulsa.

 Pude apreciar el desplazamiento de un torrente de energía que escapaba de sus testículos y salía disparada por la cabeza de su pene cuando entraba en mi boca, y saltaba como un chijete en mi cara y mi garganta. Eyaculo… un torrente de líquido seminal que salió disparado con fuerza. Su esperma, bendito semen se había adueñado de mi boca. - Hay divina, - exclamó mientras me besaba viendo que yo sedienta me tomaba hasta la última gota que había escapado de mi boca, pasándome la lengua por los dedos y los labios - eres un manjar para los dioses, una traga leche, vas a ser toda tu vida una puta gozadora – Nos quedamos abrazados por unos momentos que me parecieron eternos reponiendo energías, yo estaba segura de que en la ecuación el viejo, había ganado, quizás el momento más feliz de su vida y que jamás lo olvidaría ni yo tampoco.

 Se fue apaciguando poco a poco, me acariciaba con ternura, me miró a los ojos y me dijo – Martita no te imaginas el placer que me has dado, eres de esas hembras nacidas para ser gozadas y dar placer a los hombres, bendita sea María Marta

 Gracias a ti le dije arreglándome la ropa y despidiéndome con un beso en la mejilla, cuando me iba, desde la puerta me di vuelta, corrí a sus brazos y le di un beso con toda mi lengua, y arrodillándome le di un último lenguazo a su boa que me había prodigado su néctar.

 Me subí a la bicicleta y salí sin rumbo, Que divino, ni puedo explicar lo que las sensaciones me dejaban, por primera vez había tenido sexo de verdad. Había perdido mi virginidad.  Su leche de macho viril se había derramado en mi boca, me punzaba la vagina que me había sangrado un poco y estaba muy hinchada del roce de mucosas, las tetitas machacadas con moretones pero me sentía mujer, había despertado al sexo.

 Supe en ese momento, hace ya cuatro lustros que sería toda mi vida una chupa pija, de la mema de niñita había pasado a necesitar otra mema, el pedazo de un hombre pulsando en mi boca, eso me hacia feliz, enérgica.  Esa necesidad en todo momento de consentir al macho y de ser anhelada.

 Venero la nata testicular que obtengo por el deseo que provoco, esa sensación de ser anhelada, deleite del cuerpo y el alma que sabe de esos sabores. Mi vagina, culo, boca, cara se delectan con ellos. Mis pechos saben del placer que produce el torrente de leche regado por pijas descargando su energía en mí, o cuando pasa por la garganta y desespero tratado de saborear todo ese jugo blanco, pegajoso y dulzón que da vida.

 Supe de mi signo mi estigma Que mi vida iba a ser un derrotero de apetito y sometimiento. Eso me da el imperio de ser dueña del semen y el brío de mi macho. Sabía que sería una fémina solícita.  La niña se convirtió ese día, en una mujer marcada por el deseo.  Ese largo verano me hice gozadora y me marco la vida para siempre.

 Regrese a casa dolorida y pegajosa de semen que choreaba por mis muslos. Antes de entrar me duche con la manguera del jardín, me fui a mi cuarto, dolorida, todavía tenía el olor del macho en mi cuerpo. Soñé entre dormida con placeres y entregas. Me había convertido en mujer.

María Marta.