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La MILF más Deseada [05].

en Amor filial

  1. Capítulo 5.

    1. —1—

 

Pasaron dos días desde que Julián entró al dormitorio de su madre sin previo aviso. Luego de ver la reacción de Diana, creyó que el enojo le duraría semanas, y que ni siquiera le dirigiría la palabra; sin embargo se le acercó mientras él miraba una serie.

—Tenemos que hablar, —le dijo. Él apagó el televisor y la miró con cierto temor—. Quería decirte que ya no estoy enojada por lo que pasó.

—¿No?

—No, ya se me pasó… y quería que lo supieras.

—Bien, porque no pensaba pedirte perdón.

—¿Por qué no? ¿Acaso no entraste a mi cuarto sin avisar, para sacarme fotos mientras yo…?

—No, porque vos me hiciste lo mismo. Vos también entraste a mi cuarto mientras yo… hacía eso. No sólo no avisaste. sino que además te quedaste ahí, humillándome. Y cuando yo entro, con toda la intención de sacar fotos, me gritás de todo y me echás a la mierda.

Diana se puso pálida, lo que decía su hijo era cierto. Ese mismo día ella había entrado a al dormitorio de Julián, mientras él se hacía la paja… pero antes de eso…

—Pero vos también entraste antes… —Se defendió la rubia.

—Sí, pero fue sin querer… vos lo hiciste apropósito.

—¿De verdad te sentiste humillado?

—Sí… no la pasé nada bien mientras me decías que yo estaba pensando en mi profesora, y que ella tenía linda concha… y no sé qué otras boludeces más.

—No me di cuenta… creí que…

—Creíste que estabas haciendo bien, creíste que de esa forma ya no nos avergonzaría tanto hacer las fotos; puede que tu intención fuera buena, pero no fue el mejor método.

—Te pido perdón, Julián… me pongo a pensar en lo que hice y tenés toda la razón. Me basta con imaginar que mi madre me hubiera hecho lo mismo, mientras yo… me tocaba. Me hubiera muerto de la vergüenza.

—Está bien, ya pasó… y quiero dejar en claro que entré a tu cuarto solamente para sacar fotos… esa era mi única intención. Imaginé que no te molestaría… es decir, estuviste posando con la concha expuesta y te lo tomaste como lo más natural del mundo, no se me cruzó por la cabeza que fueras a enojarte de esa manera. Pensé que si te estabas tocando de verdad, sin fingirlo, entonces las fotos quedarían mucho mejores.

—Tenés razón, fui una boluda, reaccioné para la mierda. Lo único que puedo decir en mi defensa es que me asusté… es decir, abrí los ojos y de pronto vi una persona en mi cuarto. Me pegué un susto bárbaro.

—Entonces, ¿no te molestó que yo te viera haciendo eso?

Ella meditó su respuesta durante unos segundos.

—No, siendo honesta, eso fue lo que menos me molestó. Reaccioné mal por el susto, y me quedé enojada porque… no sé cómo decirlo sin quedar como una pajera…

—Decilo y punto, ¿no habíamos acordado a decir las cosas de forma directa?

—Sí, es cierto. Bueno, me enojé porque la estaba pasando muy pero muy bien… ¿me explico? Hacía tiempo que no me tocaba de esa manera… y vos me interrumpiste, después de eso no pude seguir.

Julián comenzó a reírse.

—¡Qué pajera! —Exclamó.

—¡Hey! —Ella le dio un golpecito en la pierna—. Esta pajera es tu madre.

—Sí, pero no encuentro otra forma de decirlo. O sea, vos te enojaste conmigo porque arruiné la paja que te estabas haciendo.

—¿Te parece poco? —La rubia levantó una ceja y cruzó los brazos.

—Bueno, vos también me interrumpiste a mí, en un buen momento, así que estamos a mano. ¿Te parece?

—Sí, me parece... y de ahora en adelante queda rotundamente prohibido que entremos al cuarto del otro sin previo aviso.

—Trato hecho.

—Y… de nuevo te pido perdón, lo último que quiero hacer, como madre, es humillarte.

—Todo bien… al fin y al cabo después se puso interesante la cosa, con la sesión de fotos. Por cierto, ahora sí tengo fotos suficientes para un pack.

—¿Incluyendo las que sacaste en mi cuarto?

—Sí… ¿te molesta que las use?

—¿Son buenas fotos?

—Son las mejores de todas. De verdad. Se te notaba en la cara que realmente la estabas pasando bien.

—Sí, realmente la estaba pasando bien…

—Sé que lo que hacemos es todo actuado, y está bien que así sea; pero no viene nada mal meter una pequeña dosis de realismo en algunas fotos.

—Bueno, pero la próxima vez que me quieras sacar fotos mientras yo me hago una paja, al menos avisame, para no morirme de un infarto al verte dentro de mi cuarto.

—Está bien. La próx… esperá… ¿eso quiere decir que vas a permitir que te saque fotos mientras te masturbás?

—Vos dijiste que así salen buenas fotos…

—Sí, así es.

—Entonces tendré que acostumbrarme a que saques esas fotos. Pero ahora no quiero pensar en eso, lo dejaremos para más adelante.

—Bien. Me alegra que hayamos aclarado las cosas. Tenía miedo que ya no quisieras seguir con este proyecto.

—Eso no va a pasar, Julián, ésta es nuestra única fuente de ingresos… y la verdad es que es mejor de lo que yo me imaginaba. Ganamos más plata haciendo esto que lo que yo ganaba en la tienda de cosméticos.

—Sí, totalmente… y eso que todavía no empezamos a mandar las fotos más… porno, como las últimas que sacamos. Ahí van a pagar más.

—Excelente. —Ella sonrió con total sinceridad—. Vos fíjate de qué otras maneras podemos hacer que nos paguen, mientras tanto vamos a seguir con las sesiones de fotos.

—Em, ya me adelanté con eso. Hace unos días encargué algo… que llegó hoy.

—¿Qué fue lo que encargaste? —Preguntó Diana, expectante.

—Emmm… mejor te lo muestro, ya vengo.

Julián fue hasta su cuarto y pocos segundos después salió llevando una caja envuelta en papel madera. La dejó en el sillón, junto a su madre y ésta se apresuró a abrirla.

—¡No te lo puedo creer! —Exclamó la rubia, echándose a reír—. ¿Vos estás loco?

—¿No te gusta? Pensé que te iba a agradar la sorpresa.

—No es que no me guste… es que… yo nunca usé uno de estos. —Diana extrajo el objeto de la caja, se trataba de un cilindro negro que se asemejaba a un misil hecho de plástico—. Nunca se me cruzó por la cabeza comprarme un consolador… no porque no fuera a gustarme, sino porque me daba mucha vergüenza comprarlo.

—Lo bueno es que hoy en día no es necesario entrar a una tienda para conseguir uno, se pueden encargar por internet. Si lo usás en las fotos, nos van a pagar un extra.

—¿Me lo tengo que meter en la concha? —Preguntó, mirando el cilindro plástico.

—No, en la oreja… ¡claro, mamá!

—Bueno, bueno —Diana se puso roja—. Ya sé cómo se usa… lo que pasa es que todavía estoy asimilando la información. O sea, por primera vez me tengo que meter un coso de estos… y además mi hijo va a estar mirando…

—Mientras saco fotos, no te olvides de eso…

—¿Vos querés que yo me ponga más nerviosa todavía?

—Un poquito, pero ya se te va a pasar, en cuanto… empieces a tomarle el gusto.

—Mmm, puede ser, —dijo Diana, levantando una ceja, mientras examinaba detenidamente el consolador—. ¿Qué ropa tengo que usar?

—La que vos quieras, no es necesario que uses alguno de los conjuntos.

—Entonces lo voy a hacer sin ropa… completamente desnuda. ¿Te parece bien?

—Por mí está bien. —Julián pudo sentir cómo su verga comenzaba a despertarse ante la posibilidad de ver a su madre desnuda una vez más.

—Bueno, vamos a hacer una cosita… dame unos minutos a solas, en mi cuarto, y yo te llamo cuando esté lista para las fotos.

—Perfecto, mientras tanto voy a ir preparando la cámara.

 

—2—

 

Una vez dentro de su dormitorio, Diana se acostó en la cama mirando hacia el techo, cerró los ojos y mientras se iba despojando de toda su ropa, recorrió su cuerpo con caricias, centrándose especialmente en sus pechos. Cuando ya estuvo completamente desnuda, separó las piernas e inició el proceso de masturbación, de forma más mecánica de lo habitual. Le costaba concentrarse en algo que la excitara y sus toqueteos no estaban logrando grandes avances, apenas consiguió humedecer un poco su vagina. «Lo intenté —se dijo a sí misma después de unos minutos—, va a ser mejor probar con las fotos».

Llamó a Julián dando un grito y el muchacho irrumpió en el cuarto apenas un segundo más tarde, como si hubiera estado esperando justo detrás de la puerta. Ella pudo notar cierto brillo libidinoso en los ojos de su hijo, no podía culparlo ya que seguramente ella estaba ofreciendo una imagen sexualmente explícita al estar abierta de piernas de esa manera.

—¿Todavía no lo probaste? —Preguntó Julián, al ver el consolador completamente seco, junto a su madre.

—No, pensaba hacerlo cuando ya estuviera lo suficientemente excitada… pero no hubo mucha suerte.

—¿Lo dejamos para otro momento?

—No, no… vos andá sacando las fotos, yo voy a intentar hacer mi mejor esfuerzo. Además no creo que las fotos se centren especialmente en mi cara… mucho menos cuando me meta esto… —Señaló el consolador.

—Bueno, está bien.

Julián podía sentir el lento despertar de su pene, el cual iba ganando tamaño dentro del pantalón. Ver a su madre en esa posición, como si estuviera esperando a que alguien la penetre, le hacía hervir la sangre. No es que quisiera que alguien se la metiera a su madre, sin embargo le resultaba difícil no imaginarla en pleno acto sexual, recibiendo una buena verga dentro de la concha.

Diana se preguntó por qué su hijo la miraba de esa manera y no comenzaba con las fotos, estuvo a punto de decir algo, pero guardó silencio, para evitar una nueva discusión. Tal vez Julián estaba aguardando por el momento indicado para comenzar a fotografiarla. Ella debía hacer algo respecto. Con dos dedos recorrió toda su concha de abajo hacia arriba, como si se la estuviera ofreciendo a un amante. Notó el bulto en el pantalón de su hijo y eso le produjo una extraña sensación, que nació en la boca de su estómago y bajó hasta su concha. Ya habían hablado sobre ese tema, era inevitable que él se excitara al verla, y lo más lógico era que a ella le pasara lo mismo al verlo.

—Si querés ayudarme, podés sacarte el pantalón… —dijo ella, con voz suave—. Mostrame como se te para la pija.

Julián la miró atónito, unos días atrás se calentó mucho al escuchar que ella se excitaba al verle la verga, pero que le estuviera pidiendo de esa manera provocó que se le pusiera como un garrote inmediatamente.

—¿Qué?

—Lo que escuchaste, Julián... quiero ver cómo se te pone la verga. Ya aclaramos esto, a vos se te para al verme desnuda, a mí se me moja la concha cuando te veo la pija dura. ¿No lo vas hacer?

Él se quedó aturdido, mirando la concha de Diana, la cual ya comenzaba a emanar jugos sexuales. Cuando reaccionó se apresuró a quitarse el pantalón.

—¡Uy, la tenés re dura! —Dijo ella, con picardía. Se acarició la concha mientras admiraba ese imponente miembro masculino—. Tu pija es un poco más grande que el consolador.

Lo que más morbo le causaba a Julián era que su madre usara la palabra “pija” de esa manera tan directa. Lo que él no sospechaba era que ella también podía sentir ese mismo morbo al decirlo.

—Me da un poco de orgullo saber que mi hijo tiene una verga tan grande, y tan linda. —Diana se estaba acariciando la concha, sin dejar de admirar el pene—. Decime ¿Te gusta mucho mi concha? —Se la abrió con dos dedos, para que él la viera bien.

—Sí, mucho...

—¿Y te gustaría ver cómo me clavan?

Esta pregunta puso en alerta a Julián, pero estaba tan caliente que respondió con sinceridad.

—Sí, obvio...

—Entonces me la vas a ver bien clavada...

Diana agarró el consolador y comenzó a frotar la punta por la entrada de su vagina, introdujo un poco y luego lo sacó.

—Voy a tener que lubricarlo mejor.

Se lo llevó a la boca y empezó a lamerlo, como si se tratase de un pene real, Julián no daba crédito a lo que veían sus ojos, estaba tan maravillado que se había olvidado por completo de sacar fotos.

Su madre no dijo nada al respecto, ella también parecía estar inmersa en su propio mundo. Se llevó el consolador a la concha una vez más, y esta vez lo metió hasta la mitad, soltando un gemido. Comenzó un meneo lento, para que la concha se le fuera dilatando cada vez más.

—¡Uf, Julián... me diste un regalo hermoso!

Al muchacho le produjo una enorme calentura que su madre le hablara de esa forma, entre gemidos. Él también se estaba masturbando mientras miraba.

—Eso... pajeate sin miedo, que a mí me pone cachonda verla bien dura. —Diana no podía creer que estuviera diciéndole esas cosas a su hijo, pero las palabras fluían sin que ella pudiera controlarlas. Miró atentamente a su hijo haciéndose una paja, y al mismo tiempo ella se daba placer con el consolador—. Uy... si hubiera sabido que este juguetito era tan bueno, me hubiera comprado uno hace mucho tiempo...

Recobrando un poco de su cordura, Julián se acordó de tomar fotos. Lo hizo con prisa, sin detenerse demasiado en tiempo en lograr una buena toma. Capturó la expresión de placer en la cara de su madre, y tomo varios primeros planos de la concha siendo penetrada por el consolador, luego reanudó su masturbación. Estaba posicionado justo entre las piernas de Diana, con la verga apuntando hacia la concha, casi como si fuera un amante a punto de penetrarla. Esto, en lugar de incomodar a la rubia, la calentó. Separó más las piernas y las levantó, sacó el consolador y se abrió la concha con los dedos, casi como si lo estuviera invitando a que se la metiera.

—Mmm... si seguís pajeándote así, vas a acabarme encima... —dijo Diana.

—No me falta mucho... pero cuando esté por acabar, me muevo.

—A mí no me molesta... —ella seguía acariciándose los labios vaginales.

—¿De verdad?

—Con la calentura que tengo ahora... no me molesta... ¿te sale mucha leche? Quiero ver...

Julián no podía creer que su madre lo estuviera incitando a acabarle encima, pero la sola idea de hacerlo produjo un gran efecto en él. Un par de segundos más tarde su verga estaba escupiendo abundantes chorros de semen, que fueron a parar al cuerpo de su propia madre. Ella lo recibió todo con la boca abierta en una gran sonrisa. El semen no llegó hasta su cara, pero sí le cubrió buena parte del estómago, las tetas y, porsupuesto, la concha.

—¡A la mierda! ¡Me llenaste de leche! Sacame una foto, quiero ver cómo quedé...

Cuando Julián recobró un poco la compostura, luego de tan potente orgasmo, tomó la cámara y fotografió varias veces todo el cuerpo de su madre.

—Dale, mostrame —insistió ella.

Su hijo se le acercó y le enseñó las ímagenes capturadas.

—¡Uy, que fuerte! Hace mucho que no me llenan de leche... que hermosa que estoy...

—Qué modesta...

—Me importa un carajo la modestia. Si quiero hacer esto necesito sentirme hermosa... y provocativa. ¿Te parece que no lo soy? —Se llevó una mano a la concha y empezó a masajearla, untando el semen en toda la zona.

—Sí, estás hermosa mamá... de verdad.

—Gracias... te juro que me siento re puta en este momento... y eso me gusta.

—Nunca pensé que te escucharía decir algo así.

—Eso es porque nunca me viste en mis momentos de más calentura... me puedo poner bastante… bueno, bastante puta. No hay otra forma de decirlo. Pero ya me estaba olvidando de esta sensación... hace mucho que no la experimento. ¡Y me encanta!

—Me alegra que te sientas tan bien. —Él miró atentamente cómo su madre se pajeaba mientras con la otra mano se untaba semen en todo el cuerpo—. ¿Estás por acabar?

—Sí... sii... estoy re caliente...

—Te voy a sacar fotos acabando.

—Dale...

Ella cerró los ojos y se concentró en masturbarse, no podía dejar de pensar en el momento en que su hijo eyaculó, todo el cuerpo le vibró al ver cómo saltaba el semen de esa gran verga, y le caía sobre el cuerpo. Entre gemidos se metía los dedos tan rápido como podía, se acordó del consolador y se lo metió entero de una sola vez, soltando un grito de placer y dolor. Se masturbó con soltura, aún sabiendo que su hijo estaba allí para mirarla, esto no la inhibió ni un poco; todo lo contrario, tener audiencia la motivaba a mostrarse aún más osada. El primer orgasmo llegó, y Diana comenzó a sacudirse en la cama, dejando salir potentes gemidos. A Julián se le puso dura la verga otra vez, pero en lugar de pajearse, aprovechó para sacar fotos, quería tener ese momento capturado en imágenes. Se le ocurrió algo mejor, dejó las fotos de lado y empezó a grabar en video los consecutivos orgasmos de su madre. Recorrió con la cámara todo el cuerpo de la rubia, deteniéndose un rato en cada parte: la expresión de placer en su cara; las grandes tetas que no dejaban de sacudirse; las caderas, con su hipnótico meneo; y la mejor parte... la concha, que no paraba de recibir ese consolador negro una y otra vez.

Cuando tuvo suficiente metraje, dejó la cámara y se acostó bocarriba al lado de su madre, él también quería pajearse... otra vez. Diana abrió los ojos y se contró con la dura verga de su hijo, continuó masturbándose, aunque más lento, y sin apartar la mirada de ese miembro viril. Mientras se penetraba con el consolador no dejaba de fantasear con la idea de ser penetrada por una verga de ese tamaño.

Se estaba pajeando junto con su hijo, y sabía que después se arrepentiría de esto; pero en ese momento de calentura sólo podía sentirse feliz, por todo el placer sexual que estaba recibiendo, y por la gran relación de confianza que estaba forjando con Julián.

Cuando los dos acabaron una vez más, y se dieron por satisfechos, ella dijo:

—¿Cuántas madres le permiten a sus hijos hacerse la paja con ella?

—Sos la mejor mamá del mundo, —dijo Julián—. ¿Lo vamos a repetir algún día?

—No sé... tal vez, pero si es que hay una sesión de fotos de por medio, de lo contrario se me haría muy raro.

—Sí, me refería también a las fotos.

—Sé que me voy a sentir mal por esto; pero ahora te quiero decir que lo disfruté, y por todo lo que acabaste, se ve que vos también.

—¿Y por qué deberías sentirte mal?

—Y... no sé... ¿tal vez sea porque mi hijo me llenó de leche? Me parece motivo más que suficiente.

—Pero lo hicimos por las fotos, no por otra cosa... ¿cierto?

—Em... sí, eso es cierto. Seguramente salieron unas fotos geniales...

—Y un video...

—¿Un video? —Ella se sentó en la cama y lo miró a los ojos.

—¿Te molesta?

—No sé... ¿por qué lo grabaste? No me digas que pensás mandarles un video...

—No, al menos eso todavía no lo pidieron; pero está bueno tenerlo, por las dudar... si es que vos te animás a que lo mande.

—Ya veremos, un video es diferente... me da un poquito más de vergüenza. ¿Ese fue el único motivo por el que lo grabaste?

—¿Y cuál otro motivo voy a tener?

—Em... se me ocurre uno, pero prefiero que lo digas vos. No me voy a enojar, Julián... es más, te doy permiso.

—¿Permiso a qué?

—Vamos, hijo... es obvio que lo vas a usar para hacerte más de una paja. De verdad no me molesta, me hace sentir halagada que te calientes con mi cuerpo.

—¿De verdad?

—Sí, estuve sincerándome conmigo misma y admito que me da cierto morbo que lo hagas, un morbo lindo. No sé cómo explicarlo... pero me hace sentir bien saber que te hacés la paja mirando mis fotos.

—¿Entonces... puedo...?

—Sí, hijo... dedicame todas las pajas que quieras, a mí me va a poner muy contenta. Y si algún día querés que te muestre un poquito la concha, pedimelo.

—Lo voy a tener en cuenta.

—Ah, lo único que te voy a pedir es que no se repita esto de acabarme encima...

—Pero... yo solamente lo hice porque vos me lo pediste.

—Sí, ya sé. No estoy enojada, para nada... pero de todas formas tengo la sensación de que con eso ya nos fuimos un poquito a la mierda, además dije algunas barbaridades de las que ya me estoy arrepintiendo. Es que cuando me caliento mucho, pierdo la cabeza... empiezo a decir y a hacer cosas que no son propias de mí.

—Sí, de eso ya me di cuenta, jamás te imaginé comportándote de esa manera.

—Era uno de mis secretos más íntimos, y ahora ya lo sabés: cuando me caliento, me pongo muy puta... lo peor de todo es que me gusta.

—Dijiste que hacía mucho que no te sentías así...

—Es cierto, y no me refiero solamente al tiempo que llevo sin tu padre... ¡sino a años!

—¿Tanto?

—Sí, pero ese tema lo dejamos para otro momento, ahora no quiero hablar de eso.

—Está bien, no te voy a presionar.

—Me gusta que nos entendamos tan bien, al fin y al cabo vos sos todo mi mundo, sos todo lo que me importa en esta vida.

—Gracias, mamá... lo mismo puedo decir de vos.

 

—3—

 

Unos cuatro días después de que Diana recibiera el consolador, su hijo la vio paseándose por la casa en un atuendo de lo más sugerente. Se trataba del primer conjunto de lencería que le habían mandado, el negro, pero no tenía puesta la tanga, por lo que su lampiña concha quedaba totalmente al descubierto. No parecía que Diana se estuviera pareparando para una sesión de fotos, al contrario, estaba haciendo cosas cotidianas, como acomodar los platos, o preparar la comida que iba a cocinar. Julián no le dijo nada, pero la siguió con la mirada cada vez que la tuvo cerca. Él estaba mirando la televisión, pero no podía concentrarse en lo que ocurría en pantalla. Diana notó la mirada de su hijo, y le sonrió.

—¿Te gusta? —Le preguntó, mostrándole el culo, y agachándose un poco para que se le viera la concha.

—Sí… pero… ¿por qué estás vestida así?

—Es para que hagamos otra sesión de fotos. Pero no ahora, en un ratito. Esto es un experimento, me di cuenta de que me calienta usar esta ropa, me hace sentir muy sexy. ¿No te parezco sexy? —Preguntó, acercándose a su hijo, ahora él podía verle la concha de frente, desde muy cerca, porque la tenía a centímetros de su cara.

—Em… sí, estás muy sexy, mamá… —Hasta se le hacía raro decirle “mamá” a una mujer tan sexualmente atractiva.

—Yo quiero estar bien provocativa, para la gente que mira las fotos. Mirá, ya estoy toda mojada. —Dio media vuelta y se inclinó hacia adelante, separó sus nalgas con las manos, y las acercó aún más a su hijo. Julián pudo sentir el aroma sexual que manaba de la húmeda concha de su madre—. Si a vos se te pone dura, entonces vamos a poder hacer fotos muy buenas.

—No me falta mucho…

—Y yo te puedo ayudar con eso.

Diana ni lo pensó, no se tomó el tiempo de evaluar la situación, ni sus consecuencias. Directamente se sentó sobre su hijo, y se acomodó hasta que pudo sentir su bulto contra la concha. Acto seguido, empezó a frotarse, meneando las caderas.

—¡Apa! Se te está poniendo re dura, —dijo la rubia, sin dejar de moverse.

Julián no habló, a él también lo desbordaba la situación, y sin pensarlo, se bajó el pantalón, quedando sólo en bóxer.

—¡Uy! Ahora se siente mejor… —La pija estaba haciendo fuerza contra la entrada de la concha de Diana, los labios vaginales se abrían, como si fueran a permitir la entrada a ese miembro viril, con ropa interior y todo. Ella se quedó quieta, giró y cruzó un brazo por la espalda de su hijo, con una gran sonrisa le dijo:—. Ni se te ocurra sacarte el bóxer, porque no tengo nada puesto… y ya te imaginarás lo que podría pasar.

Julián se sentía como la vez que fue con sus amigos a un club de strippers. Una de las chicas se le sentó arriba de esa misma manera, y a él se le puso la verga como un garrote. Esa chica también se meneó un poco, y le dijo que por módico precio la podían pasar muy bien. Él rechazó la oferta, a pesar de que la chica era hermosa, no le agradaba la idea de acostarse con una prostituta. Pero su madre lo tenía aún más excitado que esa chica. Diana tenía un talento natural para calentar a los hombres, ya no le quedaba duda. Él, casi sin darse cuenta, por puro acto reflejo, subió las manos hasta encontrarse con las tetas de su madre; se las agarró con fuerza.

—¡Apa! —Exclamó Diana. Asustado, Julián apartó las manos—. Está bien, hijo… no pasa nada. Es sólo que me tomaste por sorpresa. No me molesta que me agarren las tetas… me hace acordar a cuando tenía más o menos tu edad, y salía a bailar. A veces me dejaba agarrar las tetas, —Julián volvió a sujetarse de esos turgentes pechos—. Y también me dejaba arrimar un poco. —Meneó la cadera, sintiendo la rigidez de la pija de su hijo—. Me re calentaba… No me acostaba con esos tipos, pero no te voy a mentir, hubo algunas veces en las que terminé haciendo un pete en algún rincón oscuro, o en un baño. Sí, ya sé lo que estarás pensando… que tu madre era una puta. Y no sé si era tan así… era joven, y muy hermosa. Atraía mucho la atención cuando salía a bailar. Muchos me querían arrimar… y entre tantas ofertas, a veces terminaba aceptando alguna. Por eso me gané fama de puta, especialmente entre mis hermanas. Pero después maduré un poco, y dejé de comportarme así… hasta sentí vergüenza de mí misma. Si yo quería ser una mujer respetada, con un buen marido, no podía comportarme de esa manera.

—Esas son pelotudeces de gente retrógrada, mamá. Como si tu única meta en la vida fuera “casarte con un buen hombre”.

—Bueno, así lo veíamos en aquella época, y antes era peor. Si no me hubiera dejado llenar la cabeza por esas ideas conservadoras, hubiera podido estudiar una carrera universitaria. Mi vida sería muy diferente.

—¿Y te arrepentís? —Él le estrujó las tetas con más fuerza. El peso de su madre le causaba un poco de dolor sobre la pija, pero podía tolerarlo.

—Ni un sólo día. No me arrepiento de nada. Porque si no hubiera vivido la vida que viví, posiblemente no tendría a mi hijo conmigo. Y eso es lo que más valoro en el mundo.

Ahí fue cuando Diana recapacitó un poco, se puso se pie de un salto. Prácticamente se estaba portando como una puta con su propio hijo. Se acordó de las cosas que le dieron sus hermanas, una vez que la descubrieron chupándole la pija a un desconocido, y la vergüenza de ese momento no se comparaba con la que sentía ahora.

—Voy a buscar la cámara, —dijo Julián. Él se fue a su cuarto.

Diana quedó de pie, recapacitando sobre lo que había hecho, pero su mente estaba turbia; tenía una excitación que no había sentido en años. Se convenció a sí misma al decirse que necesitaba estar lista para las fotos: era su trabajo. Apartó los malos pensamientos de su mente y le gritó a Julián que lo esperaba en la pieza.

Cuando Julián entró al cuarto de su madre, ya con la verga libre del bóxer, la encontró en cuatro, sobre la cama, haciéndose la paja. No podía verle la cara, pero tenía un gran primer plano de ese culo, y la concha húmeda. El chico empezó a tomar fotos, y Diana se masturbó con más intensidad.

La rubia ya no estaba tan apenada como antes, tocarse le había devuelto ese estado de pura excitación. Julián no entendía por qué su madre se había sentado arriba de él, ni por qué actuaba de esa manera; pero la situación le agradaba mucho, y se había quedado con ganas de más. Tenía la concha de su madre justo frente a él, lista para lo que quisiera hacerle. No quería ir demasiado lejos, al fin y al cabo esa mujer era su mamá; pero él estaba muy excitado. Se le acercó, con la verga dura, y la posó entre las nalgas de Diana.

—¡Hey! ¡Cuidadito ahí atrás! —Se quejó Diana, pero no se apartó.

—Tranquila, no voy a hacer nada raro… me pareció que podíamos sacar unas fotos así.

—Mmm… bueno, pero ojo a dónde apuntás, que no tengo nada pueso… y vos tampoco.

Todo el cuerpo de Diana se electrificó al sentir esa gran verga deslizándose entre sus nalgas. Instintivamente paró más la cola y pudo sentir el glande rozándole los labios vaginales. Estuvo a punto de apartarse, porque eso le pareció demasiado; pero no tuvo necesidad de pedirlo, Julián se apartó solo. Ella siguió pajeándose, ignorando que su hijo ya no se dedicaba a sacar fotos.

Julián se estaba masturbando con su madre, una vez más, y estaba más caliente que en otras ocasiones. Ya sabía que su madre tenía cierta tolerancia para algunas cosas, por eso se animó a ir un poco más lejos. Necesitaba sentir algo cálido y húmedo envolviendo su verga. La tentación era demasiado fuerte. Pero si iba más lejos, su madre se enojaría. Sin embargo la paja que se estaba haciendo era tan intensa, que no tardó en acabar. Todo su semen cayó sobre el culo y la concha de la rubia.

—¡Ay, por Dios! —Exclamó Diana—. Me llenaste de leche… toda la concha…

Ella podía sentir el tibio líquido deslizándose lentamente desde su culo hasta sus labios vaginales.

—Esperá, —dijo Julián—. No te muevas, voy a sacar algunas fotos.

—Está bien…

Diana estaba un poco enojada, no le había dado permiso a su hijo para que le acabara encima, pero decidió que de momento no diría nada. En primer lugar: porque las fotos con su concha llena de semen seguro que venderían muy bien. Segundo: porque ella también estaba muy excitada, y la tibieza del semen la calentaba aún más. Se masturbó, usando la leche de su hijo como lubricante, incluso llegó a penetrarse con los dedos. Si el semen hubiera ido directamente al interior de su concha, no se hubiera preocupado por algún riesgo de embarazo, ella había vuelto a tomar anticonceptivos… por si de casualidad se le presentara la oportunidad de acostarse con un hombre. De todas maneras no pensó que el próximo semen en entrar en su concha sería el de su propio hijo. Ésto le produjo una extraña sensación en la boca del estómago, algo que estaba justo en el centro del desagrado y el placer. No supo cómo procesar eso, se limitó a seguir pajéandose.

—Quiero el consolador, —dijo—. Está en el cajón de la mesita de luz.

Julián se apresuró a buscarlo, y cuando lo tuvo en mano no se lo alcanzó a su mamá, sino que se lo dio justo donde ella quería.

—¡Auch… síiii, qué rico! —Gritó la rubia, cuando gran parte del consolador se le clavó en la concha.

Podía sentir que entraba junto con el semen, y eso le fascinaba. Ella misma tomó el consolador y empezó a meterlo y sacarlo con fuerza, gimiendo tal y como lo hubiera hecho con un amante. Le daba vergüenza que su hijo la viera en esa situación, pero al mismo tiempo la excitaba, porque imaginaba que él podía ser parte de esa audiencia de hombres anónimos que se pajeaban al ver sus fotos.

Diana se dejó caer sobre la cama, y sin dejar de mover el consolador, tuvo un fuerte orgasmo, el cual la hizo sacudirse entre las sábanas. Soltó gemidos sin ningún tipo de pudor, sin ponerse a pensar si sus vecinos podrían oírla o no.

Cuando su estado de éxtasis terminó, se dio vuelta y pasó la mano por su concha, juntando una buena cantidad de semen.

—¡Dios! ¡Hace mucho que no me dejan la concha tan llena de leche…

—¿Te molestó?

—Más o menos… no te di permiso para hacerlo; pero una vez que ya estaba ahí… no sé, no me importó tanto.

—Está bien, no te lo voy a hacer más.

—Em… en realidad estaba pensando que si lo hacés, no deberías avisarme. —Ella no quería admitir que le gustó la sorpresa—. Digo, así sacás las fotos… es obvio que a mí no me va a agradar mucho, pero al menos se obtienen buenas imágenes. ¿cierto?

—Sí, saqué un montón de fotos, y son muy buenas. Este pack va a funcionar muy bien.

—Perfecto, me alegra saber que el negocio sigue en marcha. Ahora tendría que ir a bañarme, para sacarme todo este pegote de encima. Es una gran suerte, para nosotros, que a vos te salga tanta leche de la pija.

Julián sonrió, en cuanto su madre se retiró, él se acostó en la cama y empezó a masturbarse otra vez, ahora mirando las fotos en la cámara.

Diana entró al baño, abrió la ducha, pero no se colocó debajo de ella, sino que se sentó en el inodoro. Separó las piernas y empezó a pajearse otra vez. Ahora, estando sola, se animó a hacer algo que la estuvo provocando desde el momento en que Juián acabó. Se llevó los dedos a la boca y saboreó ese semen, se tocó la concha y el culo tantas veces como fue necesario, para poder llevarse a la boca todos los restos de semen. Sabía que después, al enfriarse, se lamentaría mucho por haber hecho eso; pero en ese momento sólo pudo disfrutarlo. Extrañaba el sabor del semen, y se convenció a sí misma de que esa fue la única razón de por qué lo hizo.

Mientras Julián se masturbaba, en la pieza de su madre, pensaba de qué manera podía conseguir algún pequeño acercamiento con ella. No necesitaba que sea algo tan drástico como una penetración, al fin y al cabo esa era su mamá, y no pretendía llegar tan lejos con ella… pero algo… no sabía exactamente cómo lo conseguiría; pero varias ideas comenzaron a llenarle la cabeza. Alguna buena excusa se le ocurriría.

 

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