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Te veré en mis sueños (Prólogo, Cap 1 y 2)

en Sexo con maduros

PRÓLOGO

Te miro y pareces dormido, aún no termino de creer que te has ido, tus hijas te pusieron ese hermoso traje de lino que usarías el día de nuestra boda, por un momento me  pareciera ver tus labios tambalear, tiemblan ligeramente, quieren abrirse y soltar un “Te amo”. Pero estás inerte, en tu rostro aún hay un leve color, hay paz, hay gozo…fuiste feliz y yo fui artífice y testigo de eso.

            Escucho murmullos, la gente juzga: ¿Qué hace ésa vieja aquí? ¿Qué acaso no tiene vergüenza? ¿No conoce el respeto? ¿Por qué Dina no la ha echado? De mis ojos escapa una lágrima, Dina me mira desde el otro extremo de la sala, ciertamente es una mujer bella ¿Por qué no tuviste suficiente con ella? ¿Por qué tuviste que elegirme a mí? 

            El murmullo de la chusma se intensifica y no puedo evitar sentirme incómoda, pero no puedo dejar de mirarte, no puedo dejar de pensar que nos quedaron muchas cosas en el tintero, que nos hizo falta tiempo, que quisiera ser yo la que duerme o dormir contigo.

-       Ya basta.-le oigo decir a Dina- es lo que Andrés habría querido.

Murmullos que exigen mi cabeza.

-       He dicho que basta- replicó una Dina molesta.

Sentí su mano tibia en mi hombro, que fue como un permiso para quedarme junto a ti hasta el final de los tiempos y le agradecí con la mirada empañada, su rostro duro se suavizó; las dos habíamos perdido algo pero dolía de formas muy distintas. La gente no dejaba de mirarnos y criticar.

Las piernas se me doblaron y mi corazón se rompió en mil pedazos, mis ojos eran cataratas, pero los fuertes brazos de tu Dina me sostuvieron antes de impactarme contra el suelo. Fue demasiado para las dos y ambas caímos, sus brazos me rodearon y yo sostuve sus manos a cómo pude. Los demás dolientes no daban crédito.

Las dos mujeres que amaste y quienes más te habían amado yacían frente a tu cuerpo llorando, sufriendo, dolores distintos que por un momento se hicieron uno. Te habíamos perdido y nuestras lágrimas eran sinceras, eran hermanas. ¿Cómo enfrentar a un mundo en el que ya no estás? Aún queda una esperanza, dentro y fuera de nosotras. Se oscurece mi visión.

 

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CAPÍTULO 1

“¿Quién eres tú? Que de repente apareciste en mi vida haciendo revivir la ilusión perdida que ya hace tiempo adormeció dentro de mí” Nelson Ned.

-       Amanda Montero…

Me levanté como resorte al escuchar mi nombre, después de 2 horas esperando. Acudí al llamado.

-       Presente mucho gusto- respondí extendiendo la mano que se quedó esperando un saludo que jamás llegó.

La secretaria era una mujer mayor y con una pinta llena de amargura, me barrió con la mirada cargada de desdén, haciéndome sentir cómo una cucaracha.

-       Por aquí…-ordenó haciendo un ademán para que la siguiera.

Caminamos por un breve pasillo tenuemente iluminado hasta llegar a la oficina, la puerta se abrió y ella me hizo entrar. Un hombre de cabello cano y barba espesa descansaba sobre uno de los asientos del pequeño juego de sala que había, sin despegar la vista de una libreta y papeles varios exclamó:

-       Marcela, ésta será la última, por favor.

-       Sí licenciado.

El hombre estuvo divagando entre esos papeles por algunos minutos, como si yo no estuviera existiendo en esa habitación, como si fuéramos un par de satélites lejanos, ignorándose entre sí. Observé detenidamente aquella oficina, que era todo un monumento a la cultura Romana.

En frente se erigía una réplica de la fachada frontal del Partenón, adornando una hermosa y elegante chimenea, esculturas a juego, cuadros, muebles, tuve la sensación de estar en otra época sin abandonar el presente. El hombre seguía en lo suyo, ignorándome por completo; pero cómo si de pronto lo hubiera recordado levantó bruscamente la mirada que al encontrarse con la mía me hizo trastabillar.

Dos asteroides se encontraron y colisionaron.

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CAPÍTULO 2

“¿Quién eres tú? Que como estrella alumbraste mi camino, yo que vagaba por la vida sin destino” Nelson Ned.

Frente a mi tenía a una hermosa aparición, soy adicto a las mujeres hermosas, pero ésta en particular me ha dejado sin aliento. Mi alma tirita, mis anteojos se empañan ¡No sé qué decirle! No quiero que se vaya. Creo que ha dicho algo, pero estoy tan absorto en el marrón de sus grandes ojos y no sé nada más.

-       Buenas tardes- dije poniéndome de pie, ofreciendo mi amistad a través de un saludo de manos. Ella me aceptó.

-       Buenas Tardes, Licenciado Arriaga- le escucho decir a través de un par de labios que se abrían como una rosa.

-       Por favor tome asiento- digo sin poder dejar de mirarla.

 Es una amazona como de 1.74 de estatura, con muchos kilos de más, 28 a 30 años, cabello corto lacio corte hongo que le cubría todo el cuello con mucho volumen, piel blanca, vientre muy abultado  y los ojos más bellos que había visto en toda mi vida, escondidos tras unos enormes anteojos redondos. Me enamoré, sin remedio. Ella se sintió incómoda ante mi mirada, por lo cual decidí cambiar de acción.

-       ¿Trajo su hoja de vida? –pregunté regresando mi vista hacia los documentos de las otras aspirantes. Una hazaña difícil.

-       Sí, aquí la tiene

Extendió su mano para entregarme una elegante carpeta; quise recibírsela sin reparar en su rostro pero me fue imposible, la miré una y mil veces, ella sólo desvió esos bellos luceros hacia la ventana abierta, iluminándose…casi caigo de rodillas a sus pies.

Revisé esa hoja de vida con mucho interés ¿Quién era ese ángel?

María Amanda Montero del Solar, 27 años, Licenciada en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México, graduada con honores. Maestría en Administración Pública por su misma alma mater. Ganadora de concursos en el extranjero, 5 idiomas, diplomados, especializaciones, vasta experiencia en campañas políticas, siempre tras bambalinas. Su último trabajo, asistente particular del secretario de desarrollo social de la Ciudad de México.

Me quedé casi sin palabras.

-       Amanda…

-       Señor…

-       Una hoja de vida impresionante, estás casi contratada.

La belleza abrió aún más sus enormes ojos, como si no creyera lo que le acaba de decirle. No era una broma, yo hablaba muy en serio.

-       Sólo contéstame una pregunta

-       Dígame, Licenciado.

-       ¿Qué hace una maravilla cómo tú solicitando el puesto de asistente?

Sonrió apenada.

-       Con los conocimientos y experiencia que tienes hasta podrías fundar tu propio partido.- le dije con toda honestidad.

-       No cuento con las herramientas.

Fruncí el entrecejo.

-       Deberías ser funcionaria del gobierno, por lo menos. Diputada Federal, Gobernadora…Presidenta.-le afirmé dejando escapar una sonrisa. Ella liberó sus tensiones.

-       Por eso estoy aquí, Licenciado Arriaga.

-       ¿Para ser lo que estas destinada a hacer? Te cedo mi puesto.

Ella me miró desconcertada, asustada. Le regalé una sonrisa, era una hermosa niña experta en el trabajo, inexperta en otras cosas.

-       ¿Qué aspiras en este puesto?

-       Quiero aprender, de usted, ayudarlo en lo que necesite, creo que podríamos hacer buen equipo y alcanzar el objetivo en estas próximas elecciones. Yo he seguido su carrera casi toda mi vida…comparto su proyecto, sus valores, su filosofía de vida, que realmente es posible tomar el poder y ponerlo al servicio del pueblo.

-       Me parece excelente, pero yo aún no soy candidato…

-       Pero lo será, de eso no tengo ninguna duda, usted es el hombre indicado. Está a punto de lograr lo que ha sido destinado a ser.

¡Qué mujer! Habla con tanta propiedad, sabe dónde rayos está parada, sabe a dónde quiere ir. En lugar de ser mi asistente debería ser mi contrincante en las próximas elecciones, debería ocupar mi lugar, el Partido Liberal Mexicano necesita más mujeres como ella. Tiene demasiado potencial para perder sus mejores años como asistente de un candidato a Presidente de la República, pero no puedo dejarla ir. Sería un error y yo no me permito cometer errores.

-       Estaba buscando a alguien cómo tú y el viento te trajo hasta mí…

Su rostro se coloreó y eso que no creo que comprendiera el verdadero significado de esas palabras.

-       Eres lo que necesito y mucho más, no se diga más quedas contratada.

-       Muchísimas gracias Licenciado, de verdad no se va a arrepentir, haré todo lo posible para serle de ayuda, cuente conmigo en todo.

-       Gracias a ti, Licenciada Montero por elegirme.-estrechamos nuestras manos intercambiando sonrisas nerviosas.

Marcela, mi secretaria no estuvo de acuerdo con mi decisión; ya lleva muchos años conmigo y está próxima a jubilarse, está enferma y cansada, tiene derecho al retiro y hacerse cargo de su jardín y disfrutar a sus nietos. Aun así no deja de sentirse desplazada y no pierde oportunidad para mirar con desaprobación a la bella intrusa.

Su opinión me importa poco, Amanda Montero llegó para quedarse. La veo alejarse y no puedo evitar pensar que es tan hermosa, podría obtener lo que quisiera de mí; no sé cómo diablos seré capaz de darle órdenes.