miprimita.com

Sr. Agente de servicio

en Fantasías Eróticas

“Estoy abajo. Abre la puerta. Y colócate como te he dicho. Ahora.”

Dejo la puerta entreabierta y me quito la camiseta que aún tenía puesta. El resto de la ropa me la había ido quitando justo al llegar a casa. Teníamos un acuerdo. Él venía de uniforme. Yo le esperaba a cuatro patas en un sitio que se viera desde la entrada de la casa. Solo unos minutos. Su compañero de zeta le esperaba abajo. Pero me iba a dar el capricho. Y yo a él el suyo. Yo quería un policía de servicio follándome al llegar del trabajo. Y él quería una mamada yendo de uniforme. Ganamos todos.

Terminando de entrar por la puerta ya estoy chorreando, de anticipación. Nos hemos encontrado en el gimnasio y nos hemos estado provocando toda la clase. Ha llegado hasta a restregarse mientras colocábamos el material al recoger. Yo poniendo las pesas abajo en su pila, él colgando las gomas de las dominadas arriba del rac. Se ha colocado detrás de mi y al agacharme a colocar las tortas me he encontrado con su polla contra mi culo, dura, y sin apartarse un milímetro. Si había tenido alguna duda sobre si estaba coqueteando, en ese momento se me ha despejado por completo. Al incorporarme me he encontrado su boca en mi oreja, susurrándome con voz ronca ¿quieres más? Casi me corro sólo de pensar en la situación. Los coach anotando los pesos en la pizarra. Cada uno recogiendo su material, devolviendo pesas a las pilas, colgando gomas, ordenando barras, y aquél cuerpazo sin camiseta rozándome la oreja al ofrecerme el resto del poco cuerpo que lleva tapado. Se me escapa un gemido y no hace falta hablar mucho más. Me muerdo el labio. Mi cortísima mecha se acaba y da paso al fuego. Ya no pienso con mucha claridad. Ahora quiero lo que se me ha venido a la cabeza. Y lo quiero ya. De camino a la ducha nos paramos en el pasillo.

-          Entro a las ocho. Quiero follarte.

-          ¿dónde tienes que ir?

-          A la comisaría central

-          ¿muni?

-          Naci

-          Ven de uniforme. Ven a casa. Quiero que me folles de uniforme…

-          Sólo si me esperas a cuatro patas con la puerta abierta. Quiero entrar y follarte fuerte con el culo ofrecido para mí ¿lo harás? Dí

-          Ven a casa. Te espero como quieras. Pero ven de uniforme que me da morbo…

Y así lo arreglamos. Pica al telefonillo ““Estoy abajo. Abre la puerta. Y colócate como te he dicho. Ahora.” Cumplo las órdenes del agente de servicio. Dejo la puerta entreabierta, y ya sin ropa me subo a cuatro patas en un banco del salón que se ve desde la entrada. Sé que según llegue va a ver mi coño ofrecido desde la entrada y me da morbo, mucho. Escucho la puerta. Cruza la entrada y le siento a mi espalda, rodeándome la cadera y buscando mi clítoris. Me roza la polla contra el culo, ahora ya piel con piel. Me toca, me mete los dedos, me pellizca el culo con la otra mano y busca entrar dentro de mí pero no lo hace, me sigue tocando con la mano mientras con la polla está a punto de entrar, pero se queda justo a la entrada y me hace buscarlo con la cadera, quiero que me la meta. Juega. Gimo. Y sin avisar con una mano me separa las piernas y con la otra me la clava fuerte, tanto que grito de pronto sin poder evitarlo. Me corro. Quiero que se mueva pero se queda quieto. “pídelo” mi cuerpo protesta, quiero que siga moviéndose, quiero seguir corriéndome. Pero se para. Gimo quedamente. Repite. “pide. Qué quieres.” Por favor. Le suplico. Se mueve. Lo justo para acelerarme pero vuelve a quedarse quieto. Casi lloro ya. Por favor…. “no sé qué quieres ¿qué has dicho que quieres?” Follame, le suplico. Por favor, por favor… mientras mi cadera hace lo imposible por conseguir el roce que necesito para terminar con ese orgasmo eternamente contenido que me está matando. Me coge de la cintura y me levanta en vilo. Contengo el aliento. Me pone en pie y me sujeta la nuca. “a la cama”. Voy sin rechistar. Me tumba al llegar, boca abajo y me levanta la cadera con un gesto seco, brusco, fuerte. Me la clava nada más colocarme y me empuja la espalda hacia abajo, empujando con fuerza. No se ha quitado el uniforme, ni las botas siquiera. Le veo a media luz, colocando mi cuerpo desnudo según su capricho, vestido de policía todavía, con el pantalón desabrochado. Me folla fuerte y sin esperarlo me mete los dedos a la vez que la polla. Estoy a punto de correrme y se para. Protesta más mi cuerpo que mi voz. Noooooo por favoooor. “Date la vuelta” me dice mientras torna mi cuerpo boca arriba como si fuera una muñeca. Si ya parecía fuerte entrenando en el box, ahora mismo me parece que soy un juguete en sus manos. Levanta mucho peso. Mi cuerpo es como una tercera parte de lo que está acostumbrado a mover. Hace conmigo como quiere y, además, le gusta tenerme al límite. Levanta mis piernas hacia sus hombros. “a ver esa flexibilidad de la que presumes” y se tumba encima. Esos 90 kilos enteros sobre mis piernas que me llegan a los hombros ahora, follándome fuerte, tanto, que casi no puedo respirar. Vuelve a ponerme al borde del orgasmo y se para. Vuelvo a gemir. Vuelvo a suplicar. “Joder, no te pares ahora….” ¿vas a correrte? Me pregunta, gamberro. Pataleo medio enfadada ¡si te paras, no! Y se ríe. Date la vuelta. Pero no me da opción a dármela. Hace con mi cuerpo lo que le da la gana, lo maneja él a su antojo. Me pone boca arriba en la cama, con la cabeza por fuera por el lateral. Se queda de pie al lado de la cama. Me mete la polla en la boca y me empieza a tocar al mismo tiempo. “¿quieres correrte? Vamos, métetela en la boca, que he querido metérsela en la boca a una pelirroja estando de servicio desde que estaba opositando… hasta la campanilla quiero que te la metas, cométela bien si quieres correrte…” no sé si me corro porque me mete los dedos mientras me pellizca el clítoris o porque me la mete en la boca tan fuerte, pero me corro como una loca en el mismo instante que me llena la boca. Se enfada. ¿yo te he dado permiso para correrte? Me tumba boca abajo en la cama, cogiendo mi cuerpo asi, como si no pesara. Se tumba encima de mí. Me separa las cachas del culo y apunta la polla. Relaja el culo, me ordena. No quiero, aparto la cadera, no hemos “calentado” lo suficiente. Por un momento, siento que es infinitamente más fuerte que yo y un fugaz milisegundo de miedo. Pero todo es juego. Se acomoda un poco más adelante y me apunta la polla en el coño. Pero no la mete. Se chupa la mano y con su saliva la lleva a mi clítoris. Pone sus dedos. Pero no los mueve. Gimo. Dime ¿dónde quieres que me corra?. Hoy es el primer día- le contesto- eliges tú. Me mete sólo la punta de la polla y me vuelve a hacer gemir. “Elijo yo. siempre elijo yo. aquí mando yo ¿te enteras? ¿quién manda aquí?” Y se aparta lo justo para que sin poder evitarlo, mi cuerpo se revuelva y le busque de nuevo “¿quién manda? Dilo. Dímelo o te corto la corrida ” dice de nuevo metiéndola fuerte, a empujones secos ¿quieres más polla? Dí quién manda... “Tú. Tú mandas. Le digo entre gemidos. Por favor, no te pares ahora. No dejes de follarme... voy a correrme como una perra…”  aún con las últimas sacudidas de mi orgasmo, me la saca del coño y me la mete en la boca. Quiero correrme en tus tetas. Se masturba en mi boca y se corre en mis tetas, en mi cara, sujeta mi boca para que no aparte la cara mientras me llena de leche entera. “Mi putita” le oigo decir… y justo en ese instante, por raro que parezca, no me sienta mal. Se guarda la polla en el pantalón. Me pone el dedo índice en los labios tras darse un beso en él. “Señorita. Un placer”. Y se marcha de mi cama, con el mismo sigilo con el que había entrado. Me deja con la fantasía de ser bien follada por un agente de la autoridad de uniforme, y se va con la fantasía de una mamada estando de servicio, ambas cumplidas.