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Cuarto Oscuro

en MicroRelatos

Trata a las personas como si fueran cosas. Y a sus subordinados directos como si fueran esclavos. A los demás trabajadores, como si fueran inferiores, como él es el director. Mi jefe. Está diciendo a otro director, delante de mí, que me presta. Por lo visto necesita ayuda la semana que viene. Si, sí, te la dejo. No vas a tener algo igual en la vida. Pero no te líes, eh. Es mía. Te dejo que la cates, pero no se te ocurra tirarle los trastos. Es mi juguete. Te dejo jugar con él un rato, pero cuando yo diga, me lo llevo a casa. Entre risas, claro. Lo peor no es que lo diga en voz alta delante de otras personas, que ya está mal. Lo peor es que de verdad lo piensa, lo siente así. Su desprecio por la humanidad roza lo patológico. La reacción de mi memoria, y peor aún, de mi cuerpo, en ese momento, igual se podría clasificar en la misma categoría. Nadie me está viendo la mirada perdida entre recuerdos. “Te la presto…” esa frase despierta en mí un recuerdo nítido, vibrante. Una pesada cortina negra que da paso a una habitación pequeña, casi igual de negra que la cortina, en la que entre penumbra se siluetea algún cuerpo desnudo. Mi amigo ha retirado la cortina lo justo para observar el movimiento en la sala. Está a mi espalda, pegado a mí. Se mueve hacia delante lo justo para que yo entienda que quiere que avance hacia dentro del cuarto. Oscuro. Verdaderamente oscuro. Nunca he estado en uno así antes. Difícilmente se distingue a nadie. Un chico, allí al fondo, y sólo porque le ilumina un poco la luz que viene del cuarto de al lado, separado por otra cortina. Está mirando como un muchachito se folla a una jovencita morena y la hace chillar y retorcerse de placer. Los gemidos llenan toda la estancia. En contraste con el “silencio” de la habitación oscura, donde se sienten, más que se oyen, los movimientos. Observa cómo se la folla, cómo suenan los golpes de cadera contra el culo de ella colocada a cuatro patas, fuertes como palmadas y cómo, además, le palmea el culo y se lo pellizca, mientras todos los presentes y oyentes la ven gozar como una loca. Mi amigo justo en mi espalda nos acerca al lado del chico que se masturba desde la oscuridad, viendo a la pareja. El chico nos mira. Me mira. Mi amigo me toca el brazo desde atrás. No he venido nunca antes a un sitio así, pero sobran las palabras. Con gestos quedos me va indicando qué es lo que toca, como el mejor maestro de ceremonias. Cojo la polla del chico y empiezo a masturbarle. Le gusta y me encanta. Cojo también la polla de mi amigo. Y mientras tengo una polla en cada mano, y un cuerpo desnudo a cada lado, miro casi hipnotizada a la morenita correrse entre gritos y gestos de placer y a su compañero dándole azotes en el culo mientras otros observadores se pajean mirando desde diferentes puntos de la habitación. El chico me busca el coño, me intenta meter los dedos, allí mismo de pie y mi amigo me empuja hasta un sitio que yo no había visto, un banco o algo así. Me indica con un gesto que me siente. Lo hago y el chico me acerca la polla a la boca. Mi amigo mientras, me sigue tocando el coño, me busca el clítoris, me soba las tetas. Según le empiezo a comer la polla al chico me parece que se va a correr. Me aparta la boca, se coge la polla, me pide que pare, que se corre si no. Mi amigo me acerca su polla y el chico se agacha a comerme el coño, separándome las piernas más aún de lo que las tenía. Otras manos me empiezan a sobar las tetas. Mi amigo ha hecho señales a quien iba entrando en el cuarto para que se acercaran. Cuando me saco un momento su polla de la boca, me encuentro con tantos cuerpos en la oscuridad que soy incapaz de contarlos. El chico se levanta, me vuelve a acercar la polla a la boca y le miro, quiero que se corra, me apetece darle placer. Me ha comido bien el coño y además, me apetece experimentar. Seguramente hasta hace menos de un año ni me imaginaba que existía un mundo así, ya ni te cuento participar en una fiesta así. Ser el centro de una… intento ubicarme pero  no se ve nada. Así que ni sé cuántos hombres tengo alrededor ni tengo ubicado quién me hace qué, sólo me dejo llevar por lo que va aconteciendo. Y empiezo a disfrutar de no tener ningún control sobre lo que va pasando. Aquél chico del principio tarda poco en tener al menos dos cuerpos más compitiendo por hacerse hueco cerca de mi boca. Voy alternando entre unas pollas y otras y voy chupando, masturbando, pasando mi lengua por las que se van acercando, mientras manos me pellizcan las tetas y al menos dos juegan en mi coño mientras otras sujetan mis piernas para que se mantengan todo lo abiertas que pueden estar. Uno de los cuerpos me empuja a tumbarme. Si sentada estoy completamente rodeada y me siento poco dueña de la situación, tumbada ya estoy ya entregada por completo. Mis ojos se han acostumbrado un poco a la oscuridad. Veo la expresión de mi amigo, complacido. Me ve gozar y entregarme al placer, a sentir. Y es gracias a él que me siento con la seguridad de explorar y dejarme llevar, que sé que cuida de mi bienestar, así que sonrío y me siento agradecida y complacida. Es tan excitante sentirse el centro de tanto placer. El chico del principio se corre en mis tetas después de jugar con mi boca.