miprimita.com

Trío con dos chicas. R. interactivo (cap 11)

en Trios

MARIGOT, ÎLE DE SAINT MARTIN

 

Hola lector. Soy Raquel y ahora me toca a mí tomar la palabra y seguir con el relato. Como sabrás si has leído lo anterior, mis compañeros de trabajo me regalaron un crucero desde Miami con escala en dos islas, ahora me encuentro en la primera donde me voy a quedar dos noches y en la segunda serán cuatro noches más.

Llegamos anoche y tras una farragosa espera en el desembarco nos acomodaron en un hotel al lado de la playa en la parte francesa de la isla. Lo primero que hice una vez sola en mi habitación fue masturbarme. Últimamente es el recurso al que acudo para mitigar mi ardor pero lejos de saciarme me deja un vacío y un regusto amargo y deprimente.

Desde que me he levantado noto una tensión sexual flotando en el ambiente. Miradas lascivas de todos los hombres que se cruzan en mi camino, parece que huelen mi necesidad de una buena follada.

Ahora estoy en la playa frente a mi hotel, he bajado a broncearme un poco. El calor no es muy fuerte y he bajado directamente en bikini y con una toalla. Como dije, los hombres huelen mi apetito sexual, desde los maridos camuflados bajo sus gafas de sol hasta el grupo de isleños que se bañan cerca de mi posición, incluso el vendedor de refrescos que vocea su mercancía en 4 idiomas.

En el aspecto sexual, los últimos tiempos no pueden ser más desalentadores. No me puedo quitar de la cabeza el maravilloso sexo con Diego y estoy pasando por una larga abstinencia, apenas rota por el trabajo de mis dedos. Esto no puede seguir así, tengo que admitir que mi vida ha cambiado y que mi coño no debe tener unas vacaciones tan largas, eso es malo para la salud, las paredes vaginales pierden vigor.

Tumbada boca abajo en la blanca arena con el sol bronceandome la espalda puedo sentir cientos de miradas clavadas en mi culo. Fantaseo un poco imaginando de dónde proceden, qué pasaría si alguno intenta pasar de las miradas a los hechos.

Estos pensamientos me están calentando sobremanera. Utilizando mis gafas de sol a modo de espejo puedo ver que a unos diez metros detrás de mí hay dos chicos morenos mirándome, hablando entre ellos y riéndose. Agudizando un poco el oído descubro que hablan en italiano.

Son los típicos ligones de playa de los que normalmente huiría pero hoy me han pillado en mi peor momento. Ya no es que vaya a coquetear un poco, es que directamente quiero tirármelos a los dos. Me llevo la mano al culo y me recojo un poco el bikini poniéndolo a modo de tanga de forma que mis nalgas quedan a la vista. Los murmullos de los chicos cesan por un momento, luego parecen discutir.

Veo que uno de ellos se levanta y viene hacia mí.

-Ciao bella. Non posso smettere di guardarti

 

Premio su audacia con una sonrisa pero:

-Perdona, no entiendo el italiano.

-¡Oh! Aspetta un po '

El chico vuelve a su lugar y al poco regresan los dos. El otro habla bastante bien mi lengua:

-Así que eres española. Y también la más bella ragazza en la playa.

Podría estar bien romper el ayuno con ellos. Uno está para comérselo, el otro es algo feo pero puede servir también

 

-Gracias, vosotros tampoco estáis mal.

-Tanto tiempo al sol tienes que tener sed. ¿Una birra?

Acepto y nos vamos al bar cercano a la playa a tomar unas cervezas. La conversación es escasa, van a lo que van y no quieren perder mucho tiempo en los preliminares. Me doy cuenta también de que con mi aspecto estoy llamando la atención, en el bar casi todos van vestidos y yo estoy con un minúsculo bikini y descalza. Y con dos tíos completamente salidos, parezco una buscona. Me dicen cosas en italiano aprovechando mi ignorancia, probablemente cochinadas a juzgar por sus risas. Me abrazan, me dan besos cada vez menos inocentes, en la cara, las manos, el cuello….

El que habla español se llama Marco, el otro Carlo.

Después de varias cervezas y un ambiente cada vez más caldeado Carlo se lanza y me agarra el culo:

-Mi sono innamorato, bella.

Marco se ríe y al ver que acepto que me metan mano sin oponer resistencia me propone:

-Nuestro hotel está cerca, podemos subir un ratito. Tiene unas vistas impresionantes.

 

Pienso que no quieren precisamente enseñarme las vistas pero estoy muy caliente y acepto.

Llegamos al hotel llamado Da Luciano, con ese nombre supongo la clientela que tiene. Apenas el recepcionista nos ve entrar con la pinta de golfa que llevo, llama la atención a mis acompañantes:

-Scusi signore, ma qui non potete……

-Stai zitto. Non faremo rumore - le responde Carlo mientras desliza un billete de 20 euros bajo su mano. El recepcionista lo guarda y sigue a lo suyo.

 

Apenas llegamos a su habitación, Marco me coje del culo y me planta un morreo. Desde detrás Carlo me baja la parte de arriba del bikini dejando sueltas mis tetas que Marco agarra enseguida con fuerza. Carlo me baja también la parte de abajo dejandomela en las rodillas.

-No os gusta perder el tiempo, eh?

-Tampoco a tí - responde Marco - mira como estás, mojadadita como una esponja.

-Tienes razón, estoy deseando que me folleis los dos.

Marco lo traduce rápidamente y Carlo suelta una carcajada. Me enseña la polla, de gran tamaño y lista para la acción.

-Ti piacciono i nostri cazzi, eh? Preparati

Me llevan a la cama y me hacen ponerme a cuatro patas. Noto la polla de Carlo empujar desde detrás mientras Marco me la pone delante de la cara y comienzo a lamersela. Luego me meto la punta en la boca.

Siento que Carlo me la clava de golpe enviandome con un empujón sobre la polla que  estoy chupando que de este modo me entra hasta la garganta.

Carlo bombea con rudeza. Me está doliendo, creo que me faltaba lubricación. Empiezo a mover las caderas acompañando sus embestidas. Marco parece querer metérmela hasta el estómago, me está empujando los huevos contra la boca, apenas puedo respirar. Termina corriendose cerca de mi campanilla, me atragantó, toso, se me cae parte del semen sobre las tetas y el bikini. Con esto he perdido la concentración y sin quererlo he dejado de mover las caderas. Enseguida Carlo me lo recuerda. Con una palmada en el culo, “Plash” me apremia a acelerar

-¡Andiamo! ¡Piu presto!

Muevo el culo más deprisa. El me sigue dando duro.

-Così è meglio. Sei una macchina.

-Cállate cabrón - le interrumpo - y sigue follandome. Me encanta.

-Dios, pero que viciosa - dice Marco - Nos vas a hacer trabajar de más.

Al poco Carlo me la saca y eyacula sobre mi espalda.

Se dan la vuelta y ahora es Marco el que va a metermela en el coño mientras Carlo me muestra su enorme herramienta.

-Come va? È troppo grande per te?

Me asusta, me resisto a abrir la boca. Él me agarra por el pelo y me atrae la cabeza..

-¡Apri la bocca! Ha un gusto piu dolce.

Abro y me entra ese ariete que casi no me cabe. Como puedo muevo la lengua a su alrededor.

Por el otro lado, Marco no aguanta mucho y me eyacula dentro.

Me quedo a solas con la tranca que me está socavando las amígdalas, la chupo con ganas, con la mano libre le acaricio los huevos. Noto cómo crece, palpita y al fin, me suelta un chorro de semen mientras la saca, parte me queda en la boca y el resto en la frente, los ojos, el pelo.

Ya satisfechos se retiran dejándome sobre la cama completamente sucia con sus fluídos y los míos. Mi bikini también ha recibido lo suyo y queda irreconocible.

-Si quieres date una ducha, no te vas a ir así verdad? - me dice Marco mientras me tiende una toalla.

La ducha refrescante tiene un efecto balsámico pero a ellos les provoca otro bien distinto. Apenas me ven salir, desnuda y con la piel tersa y húmeda se repite su erección. No puedo dejarles así y les invito a un nuevo asalto.

Marco se me pone de pie delante y Carlo por detrás y me introducen simultaneamente sus crecidas vergas, Marco por el coño y Carlo por el culo. La doble acometida me hace estremecer, es delicioso tener esos dos arietes moviendose al compás tan cerca uno de otro.

Me propinan dos nuevas raciones de leche que me queda goteando y escurriendo por las piernas.

Decido que es inútil volver a ducharme aquí, apenas terminara volvería a pasar lo mismo. Además aquí nadie me conoce y no tengo miedo de que me vean salir del hotel con esta pinta de guarra. Me pongo el bikini sobre el que resaltan las costras de semen, el pringue frío se adhiere a mi piel.

-Si quieres podemos dejarte una camiseta - dice Marco.

-Gracias pero no hace falta. Al que no le guste lo que ve, que no mire.

Carlo me anota en un papel su teléfono en Nápoles.

-¡Arrivederci bella! Ci sentiamo.

Salgo al pasillo. Junto al ascensor hay un matrimonio mayor, la mujer me mira con sorpresa y odio no tanto por mi pinta como por la mirada lasciva del marido.

De ese modo salgo del hotel ante la mirada de incredulidad del recepcionista y pudiendo oír las tremendas erecciones que voy provocando a mi paso. Lo que no había previsto es la entrada después en mi hotel, ahí es  distinto, ya no soy anónima sino una clienta con nombre y apellidos qué muerta de vergüenza se ve obligada a presentarse así en la recepción a pedir las llaves. Llegó a mi habitación completamente ruborizada.

 

////////////////////////////////////////////////////

 

El sexo tan fuerte que he tenido por la mañana debería calmarme por una temporada pero no ha apagado casi en absoluto mi deseo. Decididamente Diego me transformó hasta el alma. Creo que nadie va a poder sustituírle. Cambiaría todo lo que hice con los italianos solo porque Diego me hiciera una caricia.

 

Ya duchada y con ropa de salir, me voy a dar una vuelta por la ciudad. Está atardeciendo, en la playa apenas quedan unos pocos surfistas recogiendo sus equipos. La bahía bulle de actividad con decenas de pescadores que regresan en sus barcos y descargan su mercancía. Cientos de alcatraces les sobrevuelan con sus desesperados graznidos disputándose  los restos del pescado. El paseo marítimo se llena de colorido con los improvisados tenderetes de todo tipo de mercachifles dispuestos a aprovechar las horas de mayor afluencia de paseantes. Veo un local con música agradable y que ya está muy animado a pesar de que aún no ha anochecido. Entro y parece que este sea un lugar de moda. Numerosas chicas bailan en el interior, la mayoría solas y grupos de hombres conversan al calor de una copa de ron. Hay algo que no me cuadra mucho pero no sé qué es.

Un hombre ya maduro, de unos 55 años está sentado en una mesa con una botella de ron y me mira. Le aguanto la mirada y me la sostiene decidido aunque podría ser mi padre. Tiene el pelo entrecano, una barba bien cuidada y ropa de marca. Se mantiene en buena forma para su edad.

Me hace una seña invitandome a que me siente. No sé por qué lo hago si es educación o curiosidad pero accedo. El me sirve un trago que paladeo y encuentro delicioso.

-Bonjour, je ne t’avais pas vu aparavant.

Aunque no soy una experta si que entiendo un poco el francés.

-C’est ma premiére fois ici - respondo. Mantenemos una conversación limitada por mi escaso vocabulario francés. Su rostro sereno me transmite una gran confianza, no parece un viejo verde más bien un galán de cine.

Después de hablar un rato no sin dificultades tengo una necesidad:

-Excusez moi, je dois aller aux toilettes.

 

DeDe camino al baño me sale al paso un camarero cuyo acento delata su origen cubano:

-Perdón señorita pero usted no conocía este lugar, cierto?

-Por qué lo dice?

-No entiendo como no se ha dado cuenta pero aquí los hombres solo vienen a buscar sexo de pago. Todas las mujeres que puede ver son prostitutas.

Mierda, eso era lo que no me cuadraba. Vuelvo a mirar bien, todas las mujeres van escasas de ropa y exageradamente maquilladas y lanzan provocadoras miradas a los hombres que aún permanecen solos.

-Yo solo se lo digo como advertencia, creo que está equivocada.

-Entonces el caballero que me ha invitado….

-Es uno de nuestros mejores clientes. Marcel Grossebite, cónsul honorario de no sé qué país. Solo busca chicas caras, escorts de lujo y la ha confundido a usted, por su aspecto europeo y su ropa parece tener clase.

-Que fuerte no haberme dado cuenta. Entonces ese hombre es rico?

-Le sobra la plata, créame. No más el trago que está tomando, un ron añejo de Barbados de excelente calidad. Con lo que cuesta esa botella podría pagarse una orgía con 3 o 4 chicas. Pero cómo le he dicho es muy selectivo, no le vale cualquiera. Bueno, tengo que seguir trabajando. Un placer.

 

Mi primer instinto es salir corriendo pero el vicio me puede. Recuerdo el cosquilleo en la entrepierna cuando Diego me metió en la fantasía de la prostitución (que dejó de ser fantasía en cuanto recibí 50 euros) y me estoy planteando seriamente seguirle el juego. Además nunca he probado con un hombre que casi duplica mi edad. Algo me dice que se experiencia amatoria puede compensar con creces la falta de vigor debida a su edad.

Obligo a mis piernas a caminar de nuevo hasta su mesa.

Él no se anda por las ramas, me pregunta mi tarifa, le respondo 100 euros por media hora porque quiero parecer cara no por ganar dinero, que no lo necesito sino por miedo a que me rechace por barata. No regatea pero me dice que necesita más tiempo:

-Toute la nuit.

-Alors, ça coûte cher.

-Oh, l'argent ce n'est pas une probleme

Ni siquiera le interesa saber el precio. Suena su móvil:

-Grossebite…..oui…. ça va….. bien, alors j'attends dehors.

-Nous devrions dejà sortir - me dice levantándose.

Le sigo hasta la puerta. Un chófer nos espera, nos metemos en un coche y nos lleva a las afueras de la ciudad. Estoy muy asustada, no sé nada de este tío. Podría ser un pervertido y la noche acabar en tragedia.

Llegamos a una mansión rodeada por un gran jardín con piscina. Accedemos por un camino de piedra flanqueado por flamboyanes y veraneras que tapizan la arcada que nos cubre. Se huele el lujo y el dinero desde que entramos. Ya ha anochecido pero el calor del trópico no disminuye.

Entramos en un gran salón con columnas de mármol donde una pareja nos da la bienvenida en perfecto francés. Son casi iguales a nosotros en edad, el hombre como Marcel y la mujer como yo, quizás 2 o 3 años mayor. Tiene rasgos mestizos en los que predominan el blanco y el indígena en detrimento del negro.

Marcel se adelanta y da un beso en la boca a la mujer. Luego ante mi cara de asombro da otro al hombre. Me voy oliendo de qué va esto. Me los presenta como René y Yadis.

-Enchanté - me saluda René y me besa también en la boca. Ya no me coge de sorpresa cuando Yadis hace lo mismo.

-Chica, me alegra recibir a una hispanohablante.

-Ah, tú tampoco eres de aquí?

-No, soy de Puerto Cabello pero ya hace años que René me secuestró, jajaja.

-Es tu marido?

-Sí, entre otras cosas.

Prefiero no preguntar qué otras cosas, si es su amo, su chulo o su dentista. Pero me siento incómoda, esperaba una noche de sexo con René no una especie de intercambio de parejas o lo que coño sea esto.

René descorcha un vino blanco previamente enfriado en una cubitera y nos ofrece una copa. Está buenísimo aunque no identifico su procedencia. Luego con absoluta naturalidad se desnuda y nos invita a hacer lo mismo. Eso lo hago sin problemas. Me mira de arriba abajo y me pide que me dé la vuelta. Me siento como si estuviera en una feria de ganado.

Pasamos a la sala contigua y nos metemos los cuatro en un jacuzzi burbujeante. Yadis nos sirve una copa de champagne.

A un lado, Marcel y René mantienen una conversación de negocios. Oigo poco y entiendo menos pero hablan del puerto, de mercancías y de derechos de aduanas. Parece claro que se dedican a la importación y el comercio marítimo especialmente con puertos como Amberes y La Rochelle.

Del otro lado Yadis conversa conmigo.

-Dime, hace mucho tiempo que estás con Marcel? Eres una de sus novias?

-Bueno, apenas hace dos horas que le conozco y soy…..la verdad es que no sé ni lo que somos. Me ha contratado para toda la noche creía que como escort pero esto parece un rollo más a lo Pretty Woman.

Ante esta noticia estalla en una carcajada y bate palmas.

-¡ Ah, vaina !!!. Esa sí estuvo buena, jajaja. No me lo puedo creer, se ha traído una puta, jajaja.

-Y no lo entiendo, pero en estas dos horas ni me ha tocado.

-No te preocupes, queda mucha noche. O es que lo estás deseando?

-No sé, yo….. estoy como en shock.

-¡Ay que yo sé lo que te pasa - me dice mientras lleva una mano a mi coño - está cuquita tiene hambre, sí?

Suspiro de placer. Es suave contacto de las yemas de sus dedos me provoca una vibrante sensación.

-Sí, joder. Lo deseo, ya se que no debería, una puta no debe gozar, es mal negocio, pero….

-Te prometo que hoy vas a disfrutar y mucho.

Me acaricia la vulva y le habla como si fuera un gatito.

-Ay no, que pecado con esta pobre cuca. Ma petite cherie. Quiere su lechecita y Marcel, ese hombre malo, no se la da. Será que necesita una mano amiga?

Me abro de piernas dispuesta a dejarle hacer pero René le hace una señal.

-Amiga, tengo que dejarte, mi hombre me solicita.

Se dirige hacia su marido que se ha elevado un poco sacando el pene del agua y arrodillándose ante él comienza a hacerle una felación. Marcel se le pone detrás y la penetra. ¡Y entre ellos continúan hablando de negocios como si nada!

Esto no tiene ni pies ni cabeza. Estoy en un rincón perdido en el océano donde se supone que soy una turista, pero he acabado ejerciendo la prostitución de lujo solo que en vez de satisfacer a mi cliente estoy de espectadora de un menage a trois en una fiesta privada de la alta sociedad.

Procuro no comerme la cabeza y disfruto del jacuzzi mientras tomo el champagne a sorbitos.

Un rato después Yadis regresa.

-Ahora te toca a tí, quieren que vayas con ellos.

Me acerco y me quedo de pié frente a ellos mostrándoles mi desnudez. René hace un gesto de aprobación y me pide que me dé la vuelta. Así lo hago y ellos comienzan a tocarme el culo y describirlo con detalle, me exploran cada rincón, me separan las nalgas, me introducen dedos. Escucho expresiones como “Grandiose”, “C’est magnifique”

La situación no puede ser más estúpida, en medio del jacuzzi, examinada y juzgada por estos dos tíos raros exaltando en francés las excelencias de mi culo. Parece que es René quien primero va a catarme:

-Est-ce que je peux essayer? - pregunta a Marcel.

-Bien sûr - concede Marcel.

René me coje por las caderas, me hace sentarme sobre su polla y me la va introduciendo en el culo. El haber estado tanto tiempo en el jacuzzi me lo ha relajado y facilita la tarea. Se afana durante unos minutos en su sodomizante tarea hasta que se retira eyaculando fuera, sobre el agua como una deferencia para que su amigo encuentre mi culo limpio.

Marcel también prueva mi cavidad anal pero de otro modo. Me introduce su miembro y actúa con calma con movimientos muy controlados. Se le nota cierta maestría, consigue provocarme un orgasmo, algo que generalmente no consigo por esta vía por ser doloroso y no tener un buen contacto. Entonces, sin haber eyaculado me retira el miembro se lo limpia con la mano y me da la vuelta. Me introduce un par de dedos en el coño, masajea el clítoris levemente y retirándolos me mete su polla de un modo extremadamente lento. Mi excitación crece pero el nuevo orgasmo se retrasa aún un poco más, hasta que él lo decide y comienza a acelerar el movimiento llegando ambos casi al mismo tiempo.

Lo que más me ha sorprendido es por qué se ha tomado la molestia de hacerme gozar, no es normal hacer esto con alguien a quien pagas para obtener placer, no para dárselo. Definitivamente esta parte del Caribe es el mundo al revés.

Observo que el jacuzzi se sigue viendo limpio, parece que tiene un buen filtro.

Ahora, me han dejado libre y ellos comienzan a acariciarse mutuamente, la cara, los hombros, el pecho. Aunque ya les había visto besarse no pensaba que fuesen bisexuales.

-Raquel - me dice Yadis - estos tienen para un rato. ¿Por qué no me acompañas a la cocina y me ayudas a preparar unos pasabocas? Y de paso me cuentas más de tu vida.

-Ok, aunque te advierto que no soy buena como cocinera.

-¿Y lo eres como puta? Jajaja, anda ven que todo se aprende en esta vida.

Salimos del jacuzzi, nos secamos un poco y nos vamos a la cocina.

Allí, Yadis dispone en una gran bandeja muchas pequeñas arepas sobre las que coloca queso, frutos secos, aguacate, salmón y varias cosas más a modo de canapés.

Entre tanto le cuento mi vida sexual de los últimos dos meses. El hecho de estar ante una desconocida a quien probablemente no volveré a ver en mi vida me permite abrirme y darle todos los detalles. Me escucha con gran asombro.

-Chica, esta historia es tan increíble que no puede ser mentira. Nunca pensé que alguien pudiera hacer eso por amor.

-¿Por amor?

-Si querida, por amor a tu amiga, a quien si no. Por lo que veo ahora no hay nada que te ate a Madrid salvo tu trabajo. ¿No has pensado en que podrías quedarte aquí? A poco que te esfuerces Marcel puede aceptarte y hasta puedes llegar a ser su favorita, tienes buenas dotes.

-¿Su favorita? ¿Tiene un harén o qué?

-No exactamente pero algo parecido. Digamos que aquí llevamos una vida…. ¿Cómo decirte?.... Fuera de lo común. Y si tú quieres podrías formar parte de nuestra petite collectivité. Yo podría ocuparme de tu adiestramiento.

-¿Adiestramiento? Huy, eso suena a látigos y correas.

-Jajaja, nada de eso. Cierto que nuestros juegos exploran todo tipo de placeres pero no somos sadomasoquistas. Simplemente es que tendrías que aceptar algunas normas y comprometerte a hacer ciertas cosas. Nada difícil, te lo aseguro.

-Pero es que solo estoy de paso, no puedo cambiar de vida así de improviso. Ni siquiera me dejarían quedarme, soy una turista no una residente.

-Todos estamos de paso. El mundo entero es un lugar de paso, no lo olvides. Y te recuerdo que estás pisando suelo francés y eres ciudadana comunitaria por tanto nadie va a expulsarte.

-Lo siento pero creo que no. La proposición es tentadora pero no puedo, de verdad.

Me mira tiernamente y me acaricia.

-Mon petit lapin, yo sé lo que te pasa. Has renunciado a tus dos amores pero no te los puedes quitar de la cabeza. Ni siquiera estás segura de haber hecho lo correcto verdad?

-No lo sé, por más que le doy vueltas no llego a ninguna conclusión.

-No te preocupes, no forcemos las cosas. Disfruta de la noche, mañana continúa tu viaje, vuelve a tu vida o a lo que queda de ella y si en el futuro te decides ya sabes donde tienes tu casa.

-Un poco lejos para ser mi casa.

-No tanto como la paz interior que no consigues encontrar. Y ahora vamos a servir la mesa que nuestros hombres ya deben tener hambre.

Me pone la bandeja en las manos y me da una palmada en el culo.

Llevo la bandeja hasta una mesita baja alrededor de la que hay unos cojines para sentarse o recostarse directamente en el suelo.

Yadis se acerca al jacuzzi, da unas palmadas y grita: A table !!!

Los hombres se acomodan junto a la mesa aún mojados. René abre una botella de Cabernet Sauvignon chileno y nos sirve cuatro copas.

Me siento al lado de Marcel, que me recibe besándome y metiéndome mano en el coño. Le dejó hacer mientras como alguna cosa. Sus dedos expertos trabajan con rapidez, el orgasmo me llega mientras tomo un trago de vino que se me cae por las tetas.

Yadis, a mi lado, me llame el vino derramado dejándome los pezones erizados. Mientras, René la agarra por las caderas y la penetra.

De ese modo prosigue la cena, comiendo, bebiendo y follando alrededor de la mesita. Una vez terminada nos vamos al dormitorio donde una comodísima cama tamaño king size completa la velada. Nos acostamos los cuatro y pasamos horas de sexo desenfrenado que me permiten conocer a fondo a mis tres acompañantes.

Marcel vuelve a sorprenderme, su habilidad es extraordinaria y hace que el placer se multiplique hasta extremos increíbles.

/////////////////////////

 

Al día siguiente, el mismo chófer de la víspera me lleva al puerto y según el programa de viaje proseguimos la ruta que nos llevará a tocar diversas islas con escala de 4 días en la última.

De Saint Martin me llevo una interesante experiencia y la duda de qué habría pasado si hubiese tenido el valor de quedarme con Marcel. Creo que aparte de Diego ha sido la mejor experiencia sexual que he tenido. Aunque tampoco me atrae mucho una vida al estilo de las mil y una noches, llena de lujos pero siendo una más de vete a saber cuántas mujeres.

 

///////////////

Y ahora querido lector dime, ¿Crees que debería siquiera plantearmelo? Lo cierto es que una vez que Diego está fuera de mi vida no sería tan descabellado. Pero tampoco estoy segura de que nuestras vidas no vuelvan a cruzarse. El destino a veces nos hace trampas.