Sara permanecía prácticamente desnuda y completamente inmóvil. Sentada a mi lado en el coche vestida tan solo con la parte inferior del bikini. Circulando ambos a toda velocidad por la autopista.
Mi vida no se diferencia en exceso de las vuestras. Vosotros miráis, yo simplemente sostengo la mirada unos segundos más.
¿Queréis que os describa la escena? Yo estaba estirado en la cama, completamente desnudo, mientras mi esclava Sara permanecía arrodillada en el suelo, en silencio, esperando una sola de mis órdenes.
Una carta de amor... simplemente.
Después de cenar no dirigimos a un local cercano a tomar una copa. "Quiero que ligues con aquel tipo le dije señalando a un tipo bajito que bebía solo en una esquina del local- ahora."
Despues de lo sucedido fuimos a cenar a la otra punta de la ciudad... pero aun tenia una sorpresa reservada para Sara.
Después del episodio del polígono industrial, mi esclava Sara y yo nos dirigimos a casa en coche. La había recogido apenas una hora antes en el aeropuerto y de momento había cumplido su promesa de ser mi esclava.
Ella queria que yo eligiese la ropa que debía vestir, la comida que debía comer, cuando debía comer, como debía comportarse. Quería anular completamente su voluntad y simplemente obedecer las 24 horas del día e intentar hacerlo de la mejor manera posible.
Ella me esperaba en el suelo de la habitación, tal y como había dicho. Me esperaba en la penumbra, completamente desnuda y con las piernas entreabiertas. La observé. Era la mujer más hermosa que había visto nunca y que posiblemente vería nunca.
Me puse mi mejor traje, mi mejor corbata, mi mejor camisa, mis mejores zapatos y cogí un avión que me iba a llevar hasta Madrid. No soy persona de hacer locuras pero en ocasiones algo desconocido me lleva a ser irreflexivo.
Todo comenzó un lluvioso día de Julio. Lo se, no es demasiado normal comenzar un relato policiaco en una ciudad costera en pleno mes de Julio. Seria mas apropiado Chicago en Enero o Nueva York en navidades.
Cuando te conocí pensé que eras un grandísimo antipático. Hoy beso el suelo que pisas: Tú. Mi amo.
Su marido la había puesto una venda en los ojos. Me dirigí hacía la única luz que había en la casa. La puerta estaba entreabierta y ella estaba de rodillas, con una venda en los ojos.
Nunca supe quien era ella. Nunca antes había hecho nada parecido. Tampoco volví a hacerlo después.
Ella debía venir a las 19:15, arrodillarse y darme placer. Así de simple era la premisa. Nunca la había visto antes.
Ella vivía en Madrid y yo no. Yo tenía coche y ella no. Tan solo nos separaban 600 kilómetros, y ni eso. Era solo un dato. Una circunstancia. Un obstáculo fácil de salvar.
Una silueta de mujer avanzo tímidamente y cerró la puerta a su espalda. Olía maravillosamente. Se arrodilló, me bajó los pantalones y metió mi polla en su boca.
Lo único que recuerdo es que estaba esperando a mi hija a la salida del colegio y de repente alguien me metió a golpes en una furgoneta.
Todo era perfecto y entonces apareció ella, caminando por la orilla, iba con un pareo y la parte superior del bikini, llevaba las sandalias en la mano y el viento revolvía sus cabellos.
El timbre de la puerta ha sonado. Me levanto y me dirijo a ella. Voy vestida como me ordenó mi amo. Con una falda ancha y una camisa blanca. Nada más.
Dijo Sir Thomas Beecham En la vida hay que probar de todo excepto dos cosas: el incesto y la danza folclórica.. Yo nunca había probado la danza folclórica pero ahora estaba probando el incesto y sabía a gloria.
Lo primero que me preguntan casi todas las personas es si mis relatos son reales. Sinceramente: nunca se que contestar.
Siempre me han vuelto loco esas mamas de mediana edad, pelo corto y rubio, mandíbulas afiladas, cuerpos medianamente modelados por el gimnasio, delgadas, simpáticas, que hablan con los ojos.
Ella se llamaba Laura, Laurita o simplemente la pequeña La. Era la hija de mi segunda mujer y tenia 15 años.
Gracias amo. Puedes seguir azotándome. Yo seguiré llorando. Es la ecuación perfecta.