Al tocar aquel bulto, quedé sorprendido y asustado de la verga que tenía sobre mis manos. Dios, tenía la verga tan pero que tan gruesa, que me dio miedo. Aquella verga si conseguía entrar en mi culo, me iba dejar reventado, era como si te meten el puño en el culo.
Este relato es la historia que vivió Miguel García, un lector de todorelatos, el cual me escribió pidiendo si podía escribir sus recuerdos de cuando fue desvirgado, a sus recién cumplidos 20 añitos. Fue en Alicante donde estaba realizando el servicio militar, y fue su capitán quien lo desvirgó.
Buscando una polla que me follara, entré a los aseos públicos. Enrojecido y temblándome las piernas, miré hacia él, clavando mis ojos en la tremenda tranca que tenía el tío aquel. Dios, otro escalofrío recorrió mi cuerpo, al observar detenidamente aquella tranca. Aquello me asustó al verlo.
Se había dado cuenta de que cada vez que me miraba mi perturbación iba en aumento. una excitación se iba apoderando de mi entrepierna. No sabía cómo hacer para ocultar el abultamiento de mi paquete, cada vez aquello crecía más y más, sin yo poder remediarlo.
Este relato lo escribo a petición de uno de los lectores, el cual me pidió que escribiera varios relatos, uno de cómo fue su primera vez en el sexo gay, siendo él hetero. Este es el segundo relato que le escribí, a ver que os parece.
Este relato lo escribo a petición de uno de los lectores, el cual me pidió que escribiera varios relatos, uno de cómo fue su primera vez en el sexo gay, siendo él hetero. Le gustó, pero... Quería que cambiara las edades, por lo que tuve que escribir otro relato. Veamos si les gusta el primero que
Bastó una sola mirada, para hacerme saber lo que me iba pasar aquella noche. Son de esas miradas que lo dicen todo, son miradas que te perturban, te dejan hipnotizado y sabes lo que quiere y desea de ti. Es la mirada con la que te está reclamando, te grita que le perteneces, que quiere sodomizarte
¿Qué estás haciendo? Me dijo. Estoy cambiándome de ropa, haber si puedo sacarme un poco el frío, e iba a mear. Le dije mirando con ojos de cordero degollado, a aquel empleado, que no me sacaba la vista de encima.
Cuando entre la pandilla de amigos, nos reuníamos a masturbarnos en grupo, yo me solía fijar en los penes de los amigos, y eso me excitaba y ponía caliente. No decía nada para que no me llamaran maricón y me dieran de lado, hasta que vas descubriendo que eso que te pasa a ti, también les ocurre a
¿estás bien? Me preguntaron. Me giré a la vez que me erguía, contestándole que sí, que solo era que había devuelto. Al vernos a la cara, reconocí a aquel hombre, era Jaime, el maduro que me había citado en su casa, después de sodomizarme en los aseos públicos de la calle Fernández Latorre
Le toqué la entrepierna, sobé su paquete con mi mano, mientras le miraba a los ojos y me acercaba a él, los labios de ambos se quedaron rozando mientras yo sobaba y le palpaba el bulto que tenía en su entrepierna. Dios, si yo estaba con la polla tiesa y dura, el chaval, no estaba menos, menuda
Yo seguía dudando, cuando veo que lleva la mano a su entrepierna, se agarra el paquete con la mano, haciéndome señas para que fuera, a la vez que me ofrecía su polla, girándose e indicándome aquel pasillo estrecho y oscuro.
Estudiaba en el instituto Masculino, de La Coruña, así se le llamaba y sigue llamando al instituto Salvador de Madariaga, de aquellas era solamente masculino, hoy es mixto. Teníamos clase por la mañana y también teníamos algunas clases por la tarde, esta solía ser gimnasia, era la que aquel día t
Mientras estaba esperando a que saliera mi padre, un señor de más o menos su misma edad, desde la puerta se puso a hacerme insinuaciones para que entrara, eran insinuaciones de carácter sexual, o al menos así las interpreté yo, y es que no dejaba de echar mano a su entrepierna, tocando aquel paqu
Después de estar por lo menos una hora ayudando al viejo marinero, cuando íbamos devuelta en el bote para el muelle; este lo amarraba en la dársena de La Coruña; me iba hablando de sexo, de que, si había que tener cuidado al hacerlo, que hacerlo con mujeres era peligroso, que se podía contraer mu
¡Joder! Menudo ciruelo que se gastaba el viejo de la muleta, y había salido tan pancho del retrete, igualito que si aquello fuera su casa. Se colocó en el primer urinario, apoyó la muleta en la pared, justo al lado izquierdo, y exhibiendo el ciruelo que le colgaba, miró para el hombre que lav
Estaba sentado en el sofá de la casa del quiosquero, desnudo por completo, chupándole la polla, y ahora el cabrón del quiosquero, de pie delante mía metiéndome el rabo en la boca y en pelotas al igual que estaba yo, me pedía que le comiera los huevos.
Al verme nervioso, tratando de zafarme de aquel abrazo y manoseo que le daba a mi culo, el quiosquero se dio cuenta de que aquello me ruborizaba y no me gustaba que me vieran. Abrió la puerta del quiosco, diciendo, espera un momento. Ven, pasa que vamos a coger tabaco, que seguro que te va a hacer..
Yo cerraba los ojos y gemía de excitado y caliente que estaba. El cuerpo me ardía y moría por que me hiciera suyo de nuevo. Quería que el quiosquero me poseyera de nuevo y me ensartara su tranca, dejándome bien empalado en ella.
Mira estas revistas ya verás como te van a gustar, me decía cerrando la puerta del quiosco. Nada más ver las 2 primeras revistas, los ojos se me fueron a una de ellas, era una pequeña revista y en la portada ya se veía a 3 asiáticos desnudos manteniendo sexo, uno estaba dándole por el culo a un joven
Anda, deja que te baje el pantalón, me decía mordiéndome el lóbulo de la oreja, mientras empujaba con su mano intentando sacarme el pantalón.
Ven, me decía sujetándome con su mano por la cintura, ya verás como te va a gustar y disfrutas, ya verás que excitante es que te estén observando mientras te abren el culito con una verga y te follan.
Me gusta el culito que tienes, cabrón. Me encanta como lo mueves cuando juegas en la máquina recreativa, me calentaste bien pedazo de cabroncete. Quiero meterte la polla en él y verte menearlo mientras te doy por el culo y gimes para mí.
En este último el vestíbulo era mucho más grande y largo, y la oscuridad nos ocultaba bastante. Como yo ya estaba tan pero que tan empalmado y caliente de tanto que me había sobado, me fui dejando bajar los pantalones. Pero…
Bufff que frío hace, vaya noche de perros, dijo el viejo sentándose a mi lado. ¿Hace mucho que esperas el bus? Me preguntó. No, le contesté, acabo de llegar, pero el bus marchaba en ese momento. Bueno pues ahora te va a tardar algo más de media hora, me dijo mirándome a la cara mientra