Sudando y jadeante, Luis estaba llegando al clímax. Sus jadeos se fueron haciendo más sordos y seguidos. El movimiento de sus caderas se aceleró y en unos momentos, con un aullido apenas apagado, su polla empezó a soltar los chorros espasmódicos de lefa que Paco recibía extasiado en su culo.
Al acabar el último espasmo, el tío sacó su polla pringosa de lefa y obligó a su puta perra a que lamiese y limpiase hasta la última gota de su esperma, cosa que Francisco hizo encantado y a la perfección, repasando con su lengua aquel glorioso mástil coronado por el rojo capullo.
David acercó su mano a la pierna del AMO para acariciar los pantalones de piel negra, mientras su cuerpo se iba inclinando hacia las botas de montar, cuya piel brillante parecía hipnotizarlo.
El cartero, estaba ahora descalzando a Alberto de las botas que llevaba puestas. Las mismas botas, que la noche pasada, Ángel había lamido, acariciado, limpiado con su saliva y con su lefa y que eran la admiración de todo el Cuartelillo.
Tomo entre sus manos la más usada, brillante de betún, y la acercó a su cara, mientras las aletas de su nariz se dilataban por la excitación que le producía el olor a cuero, betún y sudor. Sentado en el suelo, apoyó su espalda en la pared y metió su cara en la embocadura de la bota.