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Nuestras zorras (2)

en Hetero: Infidelidad

NUEVO RELATO 2

Al marcharse el camarero todos felicitamos a Reipar por la excelente exposición hecha y sobre todo por habernos deleitado con un buen ejemplo de lo que se puede hacer. Se echó entre pecho y espalda un copioso trago de Tinto Pesquera y muy amablemente cedió el testigo a Par_muro, el cual, aún con el último bocado de jamón de bellota en la boca balbuceó las primeras palabras.

Somos un matrimonio de Cantabria, estoy casado desde hace 20 años, mi esposa tiene 40 hermosos años, y tenemos dos chicos que están aquí, en Madrid, estudiando en la universidad. Tenemos tiempo libre y, bueno, los dos por nuestro trabajo disponemos de todas las tardes para nosotros. Las ansias de mi esposa no son de ahora, desde hace unos diez años esta solicitando algo fuera de la pareja, en principio fueron amantes ocasionales, compañeros de trabajo, ligues esporádicos.

Nosotros disponemos de internet casi desde sus comienzos, hace cinco años empezamos a buscar los machos en estas secciones. Fueron varias las ocasiones que busqué yo mismo el amante para ella, las que yo mismo contactaba con ellos, los conocía los estudiaba, veía sus cualidades y decidía por mi mismo si valían o no, si eran las personas adecuadas para realizar nuestras fantasías. Claro que mas que nuestras fantasías llegó un momento en que lo entendí como el cubrir las necesidades de sexo de mi esposa, no es que nosotros no tuviéramos una relación suficientemente amplia, si, la teníamos, y seguro que doblábamos la mayoría de las parejas de nuestra edad, pero mi esposa necesitaba nuevas sensaciones, nuevas aventuras cada vez con mas frecuencia.

Llegó un momento en que de verdad me preocupé por no saber exactamente hasta donde llegaríamos. Teníamos muchas y largas charlas sobre los límites que deberíamos ponernos para seguir adelante con todo aquello, no era fácil, en un momento las distancias entre sus exigencias y mis deseos de cumplirlas o mas bien los límites que yo pretendía poner eran tan distantes que por un momento pensamos en dar por terminada nuestra convivencia. Yo no estaba dispuesto a ceder o a transigir a las propuestas que me hacía. El sexo en la pareja seguiría como estaba pero fuera ella quería una libertad sin control de ningún tipo ni siquiera tener que rendir cuentas o dar explicaciones de con quién, como y cuando iba.

Tal vez si la convivencia fuera solo entre nosotros dos pues lo hubiera aceptado pero teníamos dos niños y eso pesaba mucho, habría que dar explicaciones si ella no llegaba a la hora de la cena o si el sábado por la tarde no estaba para ir todos a la playa, a caminar por el Sardinero en pleno invierno, paseo que os aconsejo a todos, si no es por esa playa, los que sois de costa aprovechar para hacerlo por las vuestras, solo el aire marino nos da una vitalidad y una energía que los de tierra adentro tienen difícil de conseguir. Fue entonces cuado decidimos construir la casa que ahora tenemos, toda la familia estaba en contra, como se nos ocurría hacer una casa unifamiliar a 10 kms de la ciudad y en un paraje bastante alejado del mundanal ruido. No estaba aislada total, pero si lo suficiente como para que si nos quedábamos solos pudiéramos llevar a casa a cualquier invitado sin levantar las más mínimas sospechas.

La idea estaba muy clara, necesitábamos una casa sola, aislada para poder cumplir parte de los deseos de mi esposa, pero claro en aquellos momento, hoy tampoco por supuesto, no llegaba el presupuesto para poder mantener dos viviendas, una en la ciudad y otra en el campo, por muy pequeña que esta fuera, además de ser así nos obligaría a tener dos coches, en fin, una serie de gastos imposibles de afrontar entre los dos sueldos. Compramos un terrenito, lo vallamos con suficiente altura como para no poder ser observados por los viandantes en condiciones normales, ni desde los viajeros que lo hicieran en vehículos. Plantamos árboles de crecimiento rápido por las orillas con el fin de ocultar mas el interior de la vivienda, mi esposa no sabía muy bien a que venía todo aquello, para ella con que la casa estuviera aislada era suficiente, pero yo quería un mayor aislamiento, estaba maquinando un plan que al final llevamos a cabo y fue la mejor de las soluciones que pudimos encontrar.

Una vez instalados en nuestra nueva residencia, fue mucho más fácil el buscar machos que la montaran de vez en cuando, pero no estábamos satisfecho, había mucho que seleccionar, al llevar a la gente a casa se requería que esa persona fuera tremendamente discreta, había que conocerla y después de varios encuentros, en cafeterías, de hablarlo entre nosotros, escogíamos a la persona mas idónea, la llevábamos a casa y bueno, la sesión pertinente con ella sola o haciendo un trío, aunque esto último no era lo mas frecuente. Creo que como a vosotros, a mi me gusta mirar como se follan a mi esposa, motivo por el cual estamos todos aquí.

La consecuencia de la forma y lugar de vivir, desde luego facilitaba la discreción, el poder recibir a quien quisieras, sin preocuparte de los vecinos, los amigos o los familiares, además como todos saben de nuestra afición a la naturaleza, de los paseos por el bosque, bajar a la playa, en fin, de largos paseos, de largas charlas y de vida lo mas sana que se pueda, pues bien, esta nueva vivienda permitía todo eso, pero por el contrario tenía la desventaja de que o te vas a un hotel con lo que eso supone para una economía doméstica o por el contrario lo llevas a casa. Viviendo en la ciudad es mas fácil, pero allí en el campo, la única solución era un reducido grupo de machos a los cuales ibas rotando temporalmente, teníamos por así decirlo y de forma muy bestia, cinco machos los cuales pasaban por casa una o dos veces cada trimestre.

A los pocos meses de estar en casa llevé para la finca un par de perros, un pastor alemán y un gran danés. Desde luego en ningún momento comenté a mi esposa cuales eran mis intenciones con aquellos perros, mas bien se trataba de perros para defender la finca cuando nosotros no estuviéramos. A mis críos les gustó la idea de tener dos perros, salían con ellos de paseo, además como los llevé de cachorros, pues no hubo la más mínima sospecha, eso si, la idea estaba muy clara.

Una vez nos quedamos solos por culpa de los estudios de nuestros hijos, las visitas la chalet se hicieron mas frecuentes, si había cinco machos, podían acudir todos en un mes y alguno repetir, pero yo seguía teniendo aquella fantasía incrustada en mi mente, ver a mi esposa con un perro, todo el tiempo del mundo, sin necesidad de buscar mas machos, que, como alguno que estuvo en casa varias veces y ya se consideraba con derecho a usarla, tanto la casa como mi esposa cuando el se creyera, incluso en alguna ocasión trató de presentarse con un amigo. Cuando le conté a mi esposa que los perros, con edad de tres años los dos podían tener otra utilidad mas que guardar la finca, podían servir para un apaño, me miró de forma pícara, una sonrisa de oreja a oreja y solo una advertencia, de momento el gran danés ni soñarlo, había visto en un par de ocasiones la herramienta que se gastaba y no estaba de acuerdo en usarla, al menos hasta probar la del pastor alemán.

A partir de ese momento las cosas cambiaron radicalmente en casa, empezó una frenética búsqueda de información en la red, en libros extranjeros. No es mucho lo que hemos encontrado, pero si lo suficiente como para poder empezar poco a poco a enseñar al pastor alemán y sobre todo nosotros como debíamos de comportarnos con el perro, lo que se puede hacer, hasta donde se puede llegar y sobre todo, y eso fue lo mas emocionante, que te puede dar un perro en el aspecto sexual.

Empezamos por meter al perro en casa por las noches, que se fuera acostumbrando mas a los roces, las caricias, a ver a mi esposa desnuda, a sus olores, y sobre todo a saber cuando estaba caliente. A las dos semanas, mi esposa había conseguido que el perro se metiera con ella en la bañera, salían los dos muy limpios y aseaditos. Habíamos encontrado en la red el nombre de dos productos que se dan a los perros para que el aliento no sea tan fuerte. No es el aliento de una persona, las hay con peor olor, de verdad, pero es lo suficiente agradable como para que el morbo salga a relucir.

Pasada una semana mas, decidimos que era el momento de entraren acción y probar hasta que punto era cierto lo que habíamos leído, las fotos vistas, en fin, las películas bajadas de la red y vistas en el ordenador. Empezamos lo que de verdad sería la enseñanza de nuestro perro, su "amante". Según los consejos de varias mujeres lo primero es empezar a masturbarlo, pero poco a poco para que se vaya familiarizando con la mano, que la mujer se excite y no se haya levado al menos en todo el día, sin desodorante íntimo para no disimular los olores de hembra. Así lo hicimos, y sin poder disimularlo, los dos estábamos muy nerviosos esa noche, los dos parecíamos dos críos pequeños, pero estábamos decididos a llegar al final.

Llevamos el perro a la habitación que habíamos preparado para estos fines, con una gran alfombra en el suelo y que cubría toda la habitación, un sofá biplaza, una butaca cómoda para mi, jejejeje, si había espectáculo para ver, que menos que estar cómodamente sentado, una mesa camilla, una ventana al exterior con acristalamiento antirruido, a la parte trasera de la finca, persiana y cortina lo suficiente gruesa para evitar ser vistos aun con la persiana subida. Puerta de madera maciza y junta de goma para evitar sonidos extraños fuera de la habitación, casi insonorizada. Una vez los tres dentro, mi esposa se desnudó, acarició el perro, el lomo, la cabeza, el cuello, fue bajando poco a poco su mano hasta llegar al vientre, cogió con su mano le miembro del animal, estaba dentro de su funda, solo unos milímetros asomaban al exterior, su punta, afilada, de color rojo claro. Al empezar a sentir las caricias, dobló su cuerpo y lamió por varias veces la punta de su sexo.

Desde luego la idea no era masturbarlo, sino que notara los olores que emanaba el sexo desnudo y recién rasurado, no hizo falta indicarle mas, a los pocos segundos estaba con el hocico a escasos centímetros de mi esposa estirando el cuello y tratando de absorber todo el aire que de allí emanaba. Le noté mas nervioso, estaba claro que el perro estaba oliendo las feromonas que emanaban del cuerpo femenino. Dio un paso adelante y rozó con su hocico el sexo, movió la cabeza como si hubiera recibido una descarga eléctrica, miró a la cara de la hembra que tenía delante, metió el hocico entre las piernas y empezó a dar lametazos.

Ante esta reacción mi esposa fue retrocediendo hasta el sofá, se sentó, recostó la cabeza sobre el respaldo y abrió las piernas ligeramente, los lametazos empezaron a surtir efecto, creo que por dos motivos, uno por si mismo, por lo largos que eran, por lo profundos, por lo rápidos y segundo por lo inesperado y brusco de la situación.

Desde luego a eso no había que enseñarle, se conoce que el sabor era lo suficiente agradable como para el gusto del perro y desde luego trataba de buscar en lo mas profundo y sacar hasta el más mínimos resto de los jugos vaginales de mi esposa, desde luego por los movimientos que hacía, por los espasmos que tenía y como tenía ya las piernas de abiertas, lo estaba pasando de maravilla. El primer orgasmo le llegó en un par de minutos, se agarró con fuerza a los costados del sofá, cerró los ojos y de su garganta salió mas que un grito un rugido profundo, fuerte largo y desde luego indicando todo el placer que le estaba provocando la lengua de aquel animal.

Pasados unos minutos, después del segundo orgasmo, se bajó del sofá, se puso de rodillas en el suelo, su pecho apoyado en el sofá, su cabeza volteada hacia mi sofá, los ojos cerrados, las manos agarrando la funda del sofá, las piernas abiertas ligeramente, el culo lo mas levantado posible para ofrecer su coño y su culo a la lengua de su amante. Le pregunté si quería que intentáramos una penetración con el perro, me dijo con un gesto de su cabeza que no. Entendí que por ser el primer día solo quería sentir su lengua, coño si la sintió, de nuevo el perro se acercó a ella, torció su cuello, con la lengua de medio lado empezó a darle lamidas desde el vientre hasta el culo, todo ese espacio, el comprendido entre el monte de Venus y su rabadilla era atendido de cada lamida que el perro hacía y eran rápidas, continuas, con el mismo intervalo y cada vez mas profundas. El tercer orgasmo no tardó en llegar, mas fuerte, mas intenso y desde luego lo suficiente amplio como para ver que las piernas se doblaban, el culo se caía, tuvo que agarrarse al respaldo del sofá para no caer al suelo.

El perro intentó montarla pero mi intervención hizo que desistiera al menos por unos segundos ya que se dio una vuelta y lo volvió a intentar. Mi esposa estaba recuperando el sentido de la orientación, estaba con los ojos como perdidos mirando a todas partes, creo que sin ver nada, a duras penas se sentó en el sofá, me miró con los ojos perdidos, me dedicó una sonrisa y suspiró, como si le hubiera salido del alma.

Le pregunté si de verdad quería que el perro la montara, me dijo que no, para eso habría otras ocasiones, hoy estaba bien, había sido el primer contacto con el pastor alemán y lo había hecho de maravilla. Las piernas todavía le temblaban, respiraba sofocadamente, entrecortada, sudaba copiosamente y parecía haber quedado suficientemente satisfecha como para empezar una nueva aventura.

Retiramos al perro, nos quedamos solos, los dos estábamos muy calientes, para que negarlo, nos abrazamos, empezamos a besarnos allí sobre el sofá, yo me desnudé, mi erección no se podía ocultar, la escena me había puesto a cien, no hace falta explicaros que desde luego acabamos los dos por los suelos, ella con su coño lleno de semen, un descanso y luego su culo siguió el mismo camino. Había sido la primera experiencia zoo pero desde luego había sido maravillosa y los dos quedamos plenamente satisfechos y deseando nuevas experiencias y nuevas sensaciones. Desde luego a partir de ese momento fueron muy pocas las veces que buscamos para ella un amante fuera de la casa, jajajaja, ahora tiene tres, ya que aún sin llegar a la penetración esta jugando con el gran danés. Si hay tiempo a los postres os cuento la primera penetración que desde luego merece la pena.